Monólogo para un hombre que "vuela hacia el abismo"
Por Gavarre Benjamin
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PERSONAJE:
EL ALPINISTA: Viste un traje técnico en varios tonos de azul y un gorro de cazador de montaña. Su aspecto es el de alguien que ha sido derrotado por la naturaleza, pero que conserva una lucidez envidiable.
ESCENARIO:
Un vacío total. Al fondo, la silueta de un volcán rodeado de nubes impasibles. El diseño sonoro es un silbido constante de viento que sube y baja de tono, marcando el pulso emocional del relato.
(El ALPINISTA aparece en posición horizontal, flotando como si el aire fuera una piscina invisible. Da una voltereta lenta y queda boca arriba, mirando hacia donde debería estar el cielo.)
ALPINISTA
(Con voz pausada, casi divertida)
Es curioso... Siempre pensé que la gravedad era una ley severa, implacablemente rápida... Como un juez con peluca gritando: "¡Abajo!". Pero no. La gravedad es... educada. Te invita a pasar. Me está escoltando a la planta baja del mundo en un elevador gratuito en el que el tiempo se estira como queso derretido.
(Cambia de posición. Encoge las piernas y abraza sus rodillas en posición fetal. La luz se vuelve cálida, color ámbar.)
Cinco mil metros. O cuatro mil. Cuatro mil trescientos para ser exactos... la altura total, total de todo el volcán. Mi caída fue espectacular, lo sé... y no lo digo por vanidad, sino porque por primera y última vez en mi vida voy a ser noticia de primera plana. Sí, fui trending topic por dos días y medio. Muchas fotos a color... Tremendo. Aunque mi caída real fue de unos dos ciento metros solamente y tardé seis punto tres segundos en llegar al suelo. Seis segundos. Tiempo suficiente para ver el estreno de mi propia película, sin interrupciones ni palomitas. Mi última experiencia es, literalmente, inolvidable... aunque no tenga a quién contársela después.
(Pausa)
¿Saben qué es lo primero que uno recuerda cuando se resbala de cara norte del Volcán? Sí, ya lo saben... "¿Dejé prendida la estufa?". "El sapito del WC no se cerró bien y toda el agua del edificio se fue por el caño". Literal... ¿como yo ahora? O cosas más serias: la póliza del seguro, mi testamento, la redención de mis múltiples pecados... Y vaya que he pecado. Pero lo que me viene ahora a la cabeza es el olor a lavanda del limpiador de pisos COLOSAL. El mejor limpiador que limpia, limpia... y que me sirvió para lavar mis calcetines mugrosos y mis calzones que ya llevaban cinco puestas. Me los puse con olor a limpio, limpio... ¡Un aplauso para el falso olor a lavanda!
(Se estira de golpe. Posición de clavadista olímpico con los brazos en cruz.)
¡Zas! Tengo cinco años y voy en mi triciclo rojo. Disfruto del sabor del metal cuando chupo el manubrio. ¡Rico, rico sabor a manubrio oxidado! (Se ríe). Y luego... nada que ver, pero estoy reviviendo mi primer beso. Ella sabe a chicle de menta y a besadora experta. Ella tiene como cuarenta y yo diecinueve... qué desgraciada asaltacunas. Fue un beso con mucho labio; tenía la boca flexible, como si fuera de esas gomitas que se estiran. Ah, parece que hoy pienso mucho en cosas que se estiran.
(Mueca de asombro)
Mi primera vez fue con un vibrador que daba masajes... eso sí, tenía otros usos que no me imaginaba a mis once añitos. Algo se estiró y algo estalló para mi enorme asombro y mi abismal desconocimiento de lo que podía hacer mi cuerpo. Hablando de abismos... ahora aparece en mi mente mi primer noviazgo, mi primera vez ya sin la intervención de artilugios indiferentes. Y ahí voy en mi primer coche... Aprendí a manejar al mismo tiempo que aprendí a coger... Ejem, perdón por el "francés", pero así se dice.
(Su rostro se ilumina)
¡Ah, me acuerdo de mi Vochito rojo! Lo quería yo tanto como a mi primera novia. En estos momentos no puedo decir mentiras. Siempre tuve coches rojos, compactos y de palanca al piso. Se pueden hacer muchas cosas con esa palanca al piso, o te las hacen si tienes suerte...
(Empieza a mover las manos como si metiera las velocidades y pisara el clutch. Maneja en el aire y lo disfruta intensamente.)
¡Cuidado, que voy sin frenos! Y mi placer será todo un estallido blanco y puro... Unos segundos se transforman en una apoteosis sin fin. ¡Tengo todo el tiempo del mundo y el tiempo del mundo se dilata en seis punto tres segundos de caída libre!
(El viento ruge. El ALPINISTA se pone de cabeza como un acróbata diestro. Sus piernas pedalean el vacío.)
Conocí el amor por primera vez contigo... Todo fue como la canción: "Si yo tuviera un alma como la mía". Ni más, ni menos. Te estoy mandando un mensaje, alma gemela... (Grita al vacío) ¡Estoy cayendo, voy a morir y tú lo sabes! ¿Sentirás mi muerte? Ahora mismo, no importa dónde estés, sientes un insoportable vacío en el estómago. ¿Sentirás mi muerte?
(Se pone en cuclillas y se toca la nariz con ternura)
Hacíamos los mismos gestos, decíamos las mismas frases al mismo tiempo... Bis-bis... pero esta vez te pido un favor: no te toques la nariz. No quiero que a los dos nos sangre aunque estemos separados. No quiero que te duela a ti lo que ya se me olvidó a mí.
(Cambia a una posición lateral, apoyando la cabeza en su mano como si estuviera acostado en un sofá invisible.)
Señores pasajeros: "Calculando velocidad de impacto: ciento veinte kilómetros por hora. Tiempo restante: cuatro punto dos segundos". Pero esos cuatro punto dos segundos son unas tres décadas y media; son toda la vida de uno... son una vida muy corta, francamente, ¡no me chingues! ¡Estoy volando por encima de todos! ¡Sin manos! ¡Sin red! Paso de todo y de todos...
(La luz se vuelve un blanco cegador. El sonido del viento desaparece. Silencio absoluto. El ALPINISTA queda en posición vertical, caminando en el aire con una lentitud onírica.)
Dicen que al final ves una luz. Yo veo... una carretera que se eleva al cielo, al Gigante. Veo las nubes que cubren la cima... una nube, más nubes, que son la respiración del volcán. Y caigo en este lento abismo, pero no tengo miedo. Porque caerse no es lo contrario de volar. Caerse es solo volar hacia un destino diferente. Todos vamos a morir, ya se sabe, pero mi muerte inevitable yo la estoy viviendo intensamente.
(Se detiene por completo en el aire. Mira al público con una sonrisa serena. Se toca el puente de la nariz como un último guiño.)
Prepárate, amor. El impacto va a ser suave. Como cuando nos quedamos dormidos viendo una película un domingo cualquiera. Solo que esta vez... yo soy el protagonista de la película. Y sé muy bien cómo termina. Adiós, mi vida. Yo sí que tengo un alma como la mía... ya nos pondremos al día. Ya viene... se acerca... ya estuvo.
(El ALPINISTA cierra los ojos y se deja ir hacia atrás, desapareciendo en la blancura total.)
APAGÓN.
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