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lunes, 29 de octubre de 2018

El Timbre Bernardo Roitman


El Timbre

Bernardo Roitman




La escena muestra muestra una habitación de estar de una casa modesta donde habitan mujeres solas. Todo está desarreglado y hasta sucio, descuidado. Una puerta hacia foro, da al cuarto de la madre enferma del que no se ve su interior.
La Mujer, único personaje, es de indefinida edad madura y viste una bata descolorida, de uso constante.. Al levantarse el telón la Mujer está sentada en una mecedora en medio de la escena. Hojea una revista de cine en boga en los 50. Es alta noche. Suena un timbre operado desde la habitación de la enferma.

MUJER: (Sin levantarse) ¡Mamá! ¡Hace un minuto que me senté! (Suena nuevamente el timbre) Sí, mamá; ya voy... ya voy. (se levanta con desgano y va hasta la puerta de la habitación apoyándose en el marco) ¿Qué querés? (Escucha lo que dice su madre cuya voz es inaudible para los espectadores) Sí, mamá. Cuantas veces te lo he dicho... (Escucha) Sí, sí. Te vas a sanar. Te vas a sanar pronto y te podrás levantar. (Pausa) Sí, sí... ¿Querés algo más? (Vuelve a u lugar con el mismo andar, se sienta, hojea la revista. Timbre) ¿Y ahora? (Se levanta. Idéntico juego) ¿Qué mamá? (Escucha) ¡Faltn dos horas! No me olvido. No te pongás nerviosa, por favor. (Escucha) Bueno. Está bien. Está bien. ¿La enfermera no? Bueno. La enfermera no. Te la colocaré yo. Está bien. Está bien. (Escucha) ¿Cómo se te ocurre pedirme que te de charla? ¡Estoy cansada! ¿No lo ves? (Escucha) Bueno, está bien. ¡Está bien! No ten pongás nerviosa. ¡Por lo que más quieras! (Pausa) Pero te hablaré desde acá. No voy a esa pieza. Me ahogo allí dentro. ¿Qué querés que haga? ¡Me ahogo! El olor a remedio me hace mal. ¿Me hablaste? ¿Cómo? (Escucha) ¡Cómo se te ocurre pensar que me pueda ir...! ¡Tenés cada cosa! (Vuelve a la mecedora. Retoma la revista) ¡Qué lindas son estas chicas del cine! ¿Me oís? (Asiente, para sí) ¡Mirá ésta! Pesa cincuenta kilos y tiene el pelo rubio. Natural, dice. ¡Ay, qué dentadura! ¡Qué cosa...! Las actrices de hoy saben de todo. Andan a caballo. Tocan el piano. Hablan francés... Las manos de estas chicas no tocan las cosas, las acarician. (Mira las suyas) ¡Claro...! No saben lo que es tener una casa encima... una madre... (Se interrumpe. Mira hacia la habitación de la madre. Luego, al no notar reacción, sigue mirándose las manos, ensimismada. Pausa. Timbre. Vuelve a la realidad. Timbre. Se levanta y cansinamente va hasta el cuarto contiguo con el mismo juego anterior. Escucha atentamente) No, no me dormí. ¡No! Estaba pensando. (Se vuelve y se apoya en el marco de la puerta con los brazos cruzados) ¡Qué injusta es la vida, mamá! Ellas... ellas sí que... (Timbre. Se da vuelta) ¿Qué...? (Escucha con impaciencia) ¿Quiénes van a ser? ¡Las actrices! ¡Las actrices de cine! ¡Te estoy hablando desde hoy de las actrices de cine! (Se da vuelta nuevamente) Ellas tienen todo. Mientras que nosotras... ¡Solas y pobres! Yo... vos enferma. Yo... ¡Qué cosa! (Se dirige hacia un espejo y se mira atentamente) ¡Yo fea, ellas lindas! ¿Por qué? Sí. ¿Por qué? ¡Uf! ¡Estoy tan cansada! ¿Sabés una cosa? Pasarán los años y siempre seré fea y cada vez estaré más cansada. No me gusta mirarme en este espejo. No soy yo la que me mira. Es otra mujer. (Retrocede un poco para mirarse mejor) Una fea mujer. Fea, con ojeras y pechos aplastados. (Con voz apenas perceptible) ¡Mamá! Esa mujer se está volviendo más vieja. (Timbre. Corre hasta la puerta) No te voy a dejar nunca mamá. Sos lo único que tengo. (Escucha) No. Si no me importa. Una se acostumbra a todo. Hasta a no dormir. Desde que papá se fue hemos estado solas. ¿No nos acostumbramos? Claro que nos acostumbramos. ¡Qué cosa! Me parece mentira que en otros tiempos vos estabas levantada y las dos teníamos aquí, solas. Hoy me parece que siempre has estado enferma. (Timbre) ¡Qué cosa! (Escucha) Claro, mamá. Cuando te levantás nos parecerá que nunca estuviste en cama. (Timbre, escucha) Falta, mamá, falta. No te pongás nerviosa. Yo no me olvido. Perdé cuidado. (Pequeña pausa. Luego, bajo, lento) Te hacen bien esas inyecciones... ¿verdad? El médico dijo (menea la cabeza) que con esas inyecciones te vas a sanar. ¡Qué cosa! (Bajo) Morfina... (Escucha) ¡Pero mamá! ¿Y yo? ¿Pensaste en mí? ¿Cómo quedaré si te morís? ¿Te das cuenta de lo sola que quedaría? (Con cierta desesperación) Yo no sé nada, mamá. (Se sienta. Saca temerosa un cigarrillo de un paquete nuevo. Enciende un fósforo. Asustada, aguza el oído, sosteniendo el fósforo encendido entre sus dedos. Como no oye nada en el cuarto de la enferma, enciende con dificultad el cigarrillo. Se ve que no está acostumbrada a hacerlo. Canturrea una canción a la moda de los 50. Imprevistamente suena el timbre) Está bien, está bien. (Deja de canta. Nuevamente el timbre) ¡Qué cosa con el timbre ese! (Se levanta con acritud) ¿Qué pasa ahora? (Escucha) Sí, mamá, sí. Estoy fumando. (Escucha. Luetgo con mucho cansancio) Pero... ¿no comprendés que estoy nerviosa y que necesito fumar? (Escucha) No, a la pieza no. (Escucha. Con rabia mal contenida) ¡Por favor, mamá! Siempre tenés que estar diciéndome: “no hagas esto”, “no hagas aquello”, “hacé esto”, “no hagás aquello”, “hacé eso...” Ahora no. Te lo pido. Estoy muy nerviosa. Sí. Ya se que sufrís. Yo también sufro. Sí, sí. (Repitiendo palabras que oye) Tu sufrimiento es más grande. (Gesto. Luego, cansada) Hace cuatro noches que no duermo. (Se balancea) ¡Cuatro noches, mamá! Cuatro. Dejame fumar. Te lo ruego. (Casi llorando) Está bien. Está bien. (Tira el cigarrillo) Vos tampoco dormís. Lo sé, lo sé. Pero vos tenés esas inyecciones. (Una reacción) ¡Ay mamá! ¡Por qué no te dormís! No, no tengás miedo. No me dormiré. Sí, me acuerdo, me acuerdo. (A punto de llorar) No me olvido de tus inyecciones, no. (Comienza a llorar. Timbre) ¡Estoy muy cansada, mamá! (Timbre) ¡Te lo ruego! (Timbre) Está bien, está bien. (Se seca el llanto) Ya pasó, no te aflijás. Debe ser el cansancio. (Silencio) ¡Qué cosa! Me siento tan desamparada de pronto. Me da miedo la casa, los muebles. Todo. (Desde este momento tiene una angustia creciente) Estamos muy solas. Demasiado. ¡Yo no sé por qué! En otros tiempos había ruido en esta cas. (Comienza a desplazarse a grandes pasos lentos por la habitación) Las toses de papá. Tus peleas con él. Las visitas de mi novio. Yo, a veces, cantaba. De pronto... todo se perdió. Y nos quedamos solas. ¡Qué poco hemos hablado desde entoces! Los díás pasaban y pasaban... y nosotras ni nos dábamos cuenta. ¡Qué cosa! Recién ahora me doy cuenta de lo triste que ha sido nuestra vida. ¡Qué diferente pudo haber sido todo...! ¡Yo no sé! Papá se fue. Mi novio se... Yo era feliz en esa época. No lo sabía. Pero ahora lo sé. Estaba a punto de casrme y estaba contenta. Hasta bonita. ¡Qué cosa! Ahora no tengo tiempo ni ganas de peinarme... (Timbre. Suavemente) ¿Por qué no tratás de dormir un poco? (Timbre. Escucha. En la puerta) ¡No seas ridícula mamá! Si yo sé que siempre quisiste mi felicidad. ¡No, no! ¡No digás eso! (Sin convicción) Sí, te vas a sanar. Te pondrás bien. Yo te lo digo. ¿Cómo se te ocurre hablar de morir? Ni lo pensés. Sólo estaba recordando. (Vuelve a su paseo) Pensé que ahora podríamos ser varios los que te cuidaríamos si yo me hubiera casado. El... mis hijos... (Se detiene) ¿Sabés una cosa? No me imagino yo dando de mamar a una criatura. (Ríe en forma desvaída) Un niño en mis brazos... ¡Qué cosa! (Continúa el paseo) Pero vos no quisiste que me casara. (Timbre. No le hace caso) Sabés... Sufrí mucho por eso. Cuando vos te acostabas, yo venía a sentarme en la mecedora a esperarlo. (Timbre) Sabía que no iba a venir, pero seguía meciéndome. Muchas noches lo hice. ¡Qué cosa! (Timbre) Después me cansé. (Timbre. En la puerta) Sí, ya sé. Vos me necesitabas. (Vuelve al paseo) Siempre me has necesitado. Siempre. (Se detiene de pronto en el extremo opuesto a la habitación de la enferma. Comienza a caminar sumamente lento, casi felinamente hasta allí) ¿Por qué siempre me has necesitado mamá? Desde chiquita me has tenido pegada a tus faldas. ¿Por qué siempre me has necesitado mamá? Desde chiquita me has tenigo pegada a tus faldas. ¿Por qué no tenías amigas? Siempre me contabas tus cosas. Yo no te entendía, pero vos llorabas. Siempre llorabas. Yo no sabía por qué, pero me hacía llorar el verte así. ¿Por qué nadie nos visitaba? ¿Puedo...? ¿Por qué se fue papá? ¿Es verdad que te hacía la vida imposible? (Timbre) ¿Qué le dijiste a mi novio para que no volviera? Me gustaría saberlo. (Timbre) ¿Qué le dijiste, mamá? Nunca te lo pregunté. (Timbre) Podés decírmelo ahora. (Timbre) Ya en la puerta) No, no, esperá. Contestame antes. ¿Por qué no me lo decís? (Timbre) ¡No toqués ese dichoso timbre! ¿No ves que estoy aquí? ¡Contestame, mamá! (Timbre. Grita) ¡Mamá! ¿Por qué te abandonó papa? (Timbre) ¿Por qué? ¿Qué le dijiste a mi novio? (En un ataque de histeria, corre hacia el centro de la escena. Timbrazos insistentes) ¡Basta mamá! ¡Basta, por lo que más quieras! ¡No-doy-más! (El timbre comienza a sonar ininterrumpidamente) ¡No doy más! ¡No doy más! (En un solo grito tapándose los oídos con las manos) ¡Por qué no te morís de una vez! (De pronto comprende lo que significa el sonido ininterrumpido del timbre. Horrorizada, grita más alto aún) ¡Mamá! (Queda aterrorizada y detenida en el último gesto efectuado. El timbre sigue sonando en forma ininterrumpida, mientras má o menos lento cae el
TELON