MEDEA
Jean Anouilh
PERSONAJES
MEDEA
JASÓN
CREÓN
LA NODRIZA
EL MUCHACHO
Los GUARDIAS
En escena al levantarse el telón, MEDEA y LA NODRIZA en cuclillas delante de un carromato
Músicas, vagos cantos a lo lejos.
Las mujeres escuchan.
MEDEA.- ¿Oyes?
LA NODRIZA. - ¿Qué?
MEDEA. - La felicidad. Anda rondando.
LA NODRIZA. - Cantan en la aldea. Tal vez hoy haya fiesta
MEDEA. – Odio las fiestas de ellos. Odio su alegría.
LA NODRIZA. - No somos de aquí. (Un silencio) En nuestra tierra la fiesta es antes, en junio. Las mujeres sé ponen flores en el pelo y los mozos se pintan la cara de rojo con su sangre, y a la madrugada, después de los primeros sacrificios, empiezan los combates. ¡Qué hermosos son los mozos de Cólquide cuando luchan!
MEDEA. - Cállate.
LA NODRIZA.- Después doman bestias salvajes todo el día. Y a la noche encendían grandes hogueras delante del palacio de tu padre, grandes hogueras amarillas con hierbas que olían fuerte ¿Has olvidado, pequeña, el olor de nuestras hierbas?
MEDEA.- Calla, calla, buena mujer.
LA NODRIZA.- Ah, soy vieja y el camino es demasiado largo... ¿Por qué, por qué nos hemos marchado, Medea?
MEDEA.- (grita) ¡Nos hemos marchado porque yo amaba a Jasón, porque por él robé a mi padre, porque maté a mi hermano por él! Calla, buena mujer, calla. ¿Crees que es agradable repetir siempre las cosas?
LA NODRIZA.- Tenías un palacio con muros de oro y ahora estamos aquí, en cuclillas como dos mendigas, delante de este fuego que se apaga siempre.
MEDEA.- Ve a buscar leña. (La nodriza se levanta quejándose y se aleja.
MEDEA (grita de pronto.) ¡Escucha! (Se incorpora.) Son pasos en el camino.
LA NODRIZA.- (escucha, luego dice) No. Es el viento. (MEDEA vuelve a su posición en cuclillas. Los cánticos prosiguen a lo lejos.) No lo esperes más, gatita mía, te consumes. Si es cierto que hay una fiesta, lo habrán invitado. Tu Jasón está bailando, bailando con las hijas de los pelasgos y nosotras dos aquí.
MEDEA.- (sordamente) Me callo.
(Un silencio; se pone en cuatro patas para soplar el fuego. Se oye la música.)
MEDEA.- (de pronto.) ¡Huele!
LA NODRIZA.- ¿Qué?
MEDEA.- El hedor de la felicidad llega hasta este páramo. ¡Sin embargo nos confinaron bastante lejos del pueblo! Tenían miedo de que les robáramos las gallinas por la noche. (Se incorpora, grita.) ¿Pero qué tienen para cantar y bailar? ¿Acaso yo canto, eh, acaso yo bailo?
LA NODRIZA.- Ellos están en su casa. La jornada ha terminado. (Una pausa,
soñadora.) ¿Te acuerdas? El palacio era blanco al final de la avenida de cipreses cuando volvíamos de los largos paseos... Entregabas el caballo al esclavo y te arrojabas en los divanes. Entonces yo llamaba a tus criadas para que te lavaran y vistieran. Eras el ama y la hija del rey, y nada era demasiado hermoso para ti. Sacaban los vestidos de los cofres y tú elegías, tranquila, desnuda, mientras te frotaban con aceite.
MEDEA.- Calla, buena mujer, eres muy tonta. ¿Crees que echo de menos un palacio, los vestidos, las esclavas?
LA NODRIZA.- ¡Huyendo, siempre huyendo, desde entonces!
MEDEA.- Podía huir siempre.
LA NODRIZA.- Expulsadas, apaleadas, despreciadas, sin país, sin casa.
MEDEA.- Despreciada, expulsada, apaleada, sin país, sin casa, pero no sola.
LA NODRIZA.- Y me arrastras, a mi edad. Y si me muero, ¿dónde me dejarás?
MEDEA.- En un agujero, en cualquier parte, o al borde de un camino, vieja, y yo también lo he aceptado. Pero no sola.
LA NODRIZA.- Él te abandona, Medea.
MEDEA.- (grita) ¡No! (Se interrumpe.) Escucha.
LA NODRIZA.- Es el viento. Es la fiesta. Esta noche tampoco volverá.
MEDEA.- ¿Pero qué fiesta? ¿Qué felicidad que hiede hasta aquí a sudor, a vino espeso, a frituras? Gentes de Corinto, ¿qué tenéis para gritar y bailar? ¿Qué cosa tan alegre pasa esta noche que a mí me aprieta, me ahoga? ... Nodriza, nodriza, esta noche estoy encinta. Me siento mal y tengo miedo como cuando me ayudabas a sacar un niño de mi vientre... ¡Ayúdame, nodriza! Algo se mueve en mí como antes, algo que dice no a la alegría de aquéllos, algo que dice no a la felicidad. (Se aprieta contra la vieja, temblorosa.) Nodriza, si grito me pondrás el puño en la boca, si me debato me sujetarás, ¿verdad? No me dejarás sufrir sola.....como cuando era pequeña, como la noche en que estuve a punto de morir dando a luz. Todavía tengo que echar al mundo esta noche, algo más grande, más viviente que yo y no sé si seré bastante fuerte....
UN MUCHACHO.- (entra de pronto y se detiene) ¿Sois vos, Medea?
MEDEA.- (le grita) ¡Sí! ¡Habla pronto! ¡Ya sé!
EL MUCHACHO.- Jasón me envía.
MEDEA.- ¿No volverá? ¿Está herido, muerto?
EL MUCHACHO.- Os manda decir que estáis salvadas.
MEDEA.- ¿No volverá?
EL MUCHACHO.- Os manda decir que vendrá, que es preciso esperarlo.
MEDEA.- ¿No volverá? ¿Dónde está?
EL MUCHACHO.- En casa del rey. En casa de Creón.
MEDEA.- ¿Prisionero?
EL MUCHACHO.- No.
MEDEA.- (grita de nuevo) ¡Sí! ¿Es por él esa fiesta? Ya ves que lo sé. ¿Es por él?
EL MUCHACHO. -Sí. Es por él.
MEDEA.- ¿Y qué hizo? Vamos, habla rápido. Has corrido, estás rojo, te tarda volver allá. Están bailando, ¿verdad?
EL MUCHACHO. - Sí.
MEDEA. - ¿Y beben?
EL MUCHACHO. - ¡Seis barricas abiertas delante del palacio!
MEDEA.- Y los juegos, y los petardos, y los disparos que parten todos al mismo tiempo hacia el cielo. Rápido, rápido pequeño y habrás desempeñado tu papel, podrás volver allá y divertirte. Tú no me conoces. ¿Qué puede importarte lo que vas a decirme? ¿Es qué te asusta mi cara? ¿Quieres que sonría? Mira, sonrío. Además, es una buena noticia, ya que bailan. ¡Pronto, pequeño, si ya lo sé!
EL MUCHACHO. - Se Casa con Creusa, la hija de Creón. La boda es mañana por la mañana.
MEDEA. - ¡Gracias, pequeño! Ahora vete a bailar con las hijas de Corinto. Baila con todas tus fuerzas, baila toda la noche. Y cuando seas viejo, recuerda que fuiste tú quien vino a decírselo a Medea.
EL MUCHACHO. - (Da un paso) ¡Qué debo decirle?
MEDEA. - ¿A quién?
EL MUCHACHO.- A Jasón.
MEDEA. -¡Dile que te he dado las gracias!
(EL MUCHACHO sale.)
MEDEA.- (grita de pronto). - ¡Gracias, Jasón! ¡Gracias, Creón! ¡Gracias, noche! ¡Gracias a todos! Qué simple era, estoy libre...
LA NODRIZA.- (se acerca) Mi águila orgullosa, mi pequeño buitre.
MEDEA. - ¡Deja, mujer! Ya no necesito tus manos. Mi hijo ha llegado solo. Y esta vez es un niño. ¡Odio mío! Qué Joven eres. .. Qué suave, qué bien hueles.
Niñito negro, eres mi único cariño en el mundo.
LA NODRIZA. – Ven, Medea....
MEDEA.- (Está de pie, muy derecha, con los brazos apretados sobre el pecho) . Déjame. Estoy escuchando.
LA NODRIZA. - Deja esa música. Volvamos,
MEDEA. - Ya no la oigo. Escucho mi odio... !Oh dulzura! ¡Oh fuerza perdida!...
¿Qué habría hecho de mí, nodriza, con sus grandes manos calientes? Bastó que entrara en el palacio de mi padre y que posara una en mí. Diez años han pasado y la mano de Jasón me abandona. Me recupero. ¿He soñado? Soy yo.
¡Medea! Ya no aquella mujer apegada al olor de un hombre, aquella perra aguardando acostada. ¡Vergüenza! ¡Vergüenza! Me arden las mejillas, nodriza.
Lo aguardaba todo el día, con las piernas abiertas, amputada.....
Humildemente, ese trozo de mí que él podía dar y recobrar, ese centro de mi vientre que era suyo. Yo tenía que obedecerle y sonreírle y adornarme para gustarle, pues me abandonaba todas las mañanas llevándome consigo, muy feliz de que regresara por la noche y me devolviera a mí misma. Tenía que darle el vellocino de oro si lo quería, y todos los secretos de mi padre, y tenía que matar a mi hermano por él y seguirlo después en la huida, criminal y pobre con él. Hice lo que había que hacer, eso es todo, y hubiera podido hacer más.
Tú sabes todo esto, buena mujer, tú también has amado.
LA NODRIZA. - Si, loba mía.
MEDEA.- (grito) ¡Amputada!....Oh, sol, si es cierto que vengo de ti, ¿Por qué me has hecho amputada? ¿Por qué me has hecho mujer? ¿Por qué estos senos, esta debilidad, esta herida abierta en el centro de mí misma? ¿No hubiera sido hermoso el muchacho Medea? ¿No hubiera sido fuerte? ¡Cuerpo duro como la
piedra, hecho para tomar y marcharse después, firme, intacto, entero! ¡Ah, entonces hubiera podido venir Jasón, con sus grandes manos temibles, hubiera podido intentar posarlas sobre mí! Un cuchillo, cada uno en la suya, ¡sí!, y el más fuerte mata al otro y se va liberado. ¡Ni esa lucha en la que yo sólo quería tocar los hombros, ni esa herida que imploré! ¡Mujer! ¡Mujer! ¡Perra! ¡Carne hecha de un poco de barro y de una costilla de hombre! ¡Trozo de hombre!
¡Puta!
LA NODRIZA.- (la besa) ¡Tú no, tú no, Medea!
MEDEA. -¡Yo como las demás! ... Más cobarde y más abierta que las demás.
¡Diez años! Pero esta noche se acabó, nodriza, he vuelto a ser Medea. Qué bueno es.
LA NODRIZA. - Cálmate, Medea.
MEDEA. - Me calmo, estoy suave. Mira qué suave estoy, nodriza, con qué suavidad hablo. Me muero. Suavemente lo mato todo en mí. Estrangulo.
LA NODRIZA.- Ven. Me das miedo, volvamos.
MEDEA. - Yo también tengo miedo.
LA NODRIZA.- ¿Qué harán de nosotras ahora?
MEDEA.- ¡Qué pregunta! ¡Lo que hay que preguntarse, es qué vamos a hacer de ellos, vieja! Yo también tengo miedo, pero no de su música, de sus gritos, de su rey piojoso, de sus órdenes:¡De mí! ¡Jasón, tú la habías dormido y ahora Medea despierta! ¡Odio! ¡Odio! Gran ola bienhechora, me lavas y renazco.
LA NODRIZA. - Nos echarán, Medea.
MEDEA.- Tal vez.
LA NODRIZA. - ¿A dónde iremos?
MEDEA.- Siempre habrá un país para nosotras, buena mujer, de este lado de la vida o del otro, un país donde Medea será reina. ¡Negro reino mío, me eres restituido!
LA NODRIZA.- (gime) Habrá que embalar todo otra vez.
MEDEA.- ¡Lo embalaremos, vieja, después!
LA NODRIZA. - ¿Después de qué?
MEDEA. - ¿Lo preguntas?
LA NODRIZA. - ¿Qué quieres hacer, Medea?
MEDEA. - Lo que hice por él cuando traicioné a mi padre, cuando tuve que matar a mi hermano para huir, lo que hice al viejo Pelias cuando intenté que Jasón se convirtiera en rey de su isla, lo que hice diez veces por él, pero al fin, esta vez, ¡por mí!
LA NODRIZA. – Estás loca. No puedes.
MEDEA. - ¿Qué es lo que no puedo, buena mujer? Soy Medea, sola, abandonada delante de este carromato, a orillas de este mar extranjero, expulsada, deshonrada, odiada, pero nada es demasiado para mí. (La música es más fuerte a lo lejos, MEDEA grita más fuerte que ella.) ¡Qué entonen, que entonen rápido el canto nupcial! Que adornen pronto a la novia en su palacio. Cómo tarda la boda de mañana... Ah, Jasón. Tú me conocías sin embargo, sabes qué virgen poseíste en Cólquide. ¿Qué creías? ¿Qué iba a echarme a llorar? Te seguí en la sangre y el crimen: necesitaré sangre y crimen para abandonarte.
LA NODRIZA.- (se lanza contra ella) ¡Calla, calla, te lo ruego! Entierra tus quejas en el fondo de tu corazón, entierra tu odio. Aguanta. ¡Esta noche son más fuertes ellos que nosotras!
MEDEA.- ¿Y eso qué importa, nodriza?...
LA NODRIZA. - Te vengarás, mi loba, te vengarás, mi buitre. Tú también les harás daño un día. Pero no somos nadie aquí. Dos extranjeras en su carromato, con el viejo caballo; dos ladronas de gallinas apedreadas por los niños. Espera un día espera un año, pronto serás la más fuerte.
MEDEA.- ¿Más fuerte que esta noche? Jamás.
LA NODRIZA.- ¿Pero qué puedes en esta isla enemiga? Colcos está lejos y aun de Colcos te han echado. Y ahora Jasón también nos deja. ¿Qué te queda?
MEDEA. -¡Yo!
LA NODRIZA. -¡Pobre! Creón es rey y nos ha tolerado en este páramo porque ha querido. A una palabra suya. Si lo permite, estarán todos aquí con sus cuchillos y sus palos, Nos matarán.
MEDEA. - (despacito) Nos matarán. Pero demasiado tarde.
LA NODRIZA. - (se arroja a sus pies) ¡Medea, soy vieja, no quiero morir!
Te he seguido, lo he dejado todo por ti. Pero la tierra todavía está llena de cosas buenas: el sol en el banco al hacer alto, la sopa caliente a mediodía, en la mano las moneditas ganadas, el traguito que calienta el corazón antes de dormir.
MEDEA.- (la rechaza con el pie, despreciativa) ¡Vejestorio! Yo también hubiera querido vivir, ayer, pero ya no se trata de vivir o de morir.
LA NODRIZA.- (Aferrada a sus piernas) ¡Quiero vivir, Medea!
MEDEA. - Lo sé, todos queréis vivir. También porque Jasón quiere vivir, se marcha.
LA NODRIZA.- (súbitamente innoble) Tú ya no lo amas, Medea. Hace tiempo que no lo deseas. Todo se sabe cuando se vive amontonados en un carromato. Él fue el primero en decirte que tenía mucho calor una noche, que quería llevarse el jergón afuera. Tú lo dejaste y te oí al suspirar de satisfacción al estirarte, aquella noche con toda la cama para ti sola. Matamos por un hombre que todavía nos posee, no por un hombre a quien dejamos salir de la cama a la noche.
MEDEA.- (la toma por el cuello y la levanta brutalmente a la altura de su cara) ¡Cuidado mujer! Sabes demasiado, hablas demasiado. He bebido tu leche, está bien, y he tolerado tus jeremiadas. Pero Medea, tú lo sabes, no ha crecido con leche. No te debo más que a la cabra de quien hubiera podido mamar en cambio de ti. Escucha pues: harto me has hablado de tus huesos, de tu traguito, del sol sobre tu carne podrida... A fregar, vieja, a la escoba, a las mondaduras, con las otras de tu raza. Nuestro juego no es para vosotras. ¡Y si también reventáis en él, por descuido y sin comprender, es lástima, pero eso es todo!
(La arroja brutalmente al suelo. En ese momento la vieja grita.)
LA NODRIZA. - ¡Cuidado, Medea, ahí vienen!
(MEDEA se vuelve; CREÓN esta delante de ella, rodeado por dos o tres hombres)
CREÓN.- ¿Eres tú. Medea?
MEDEA.-Sí.
CREÓN. - Yo soy Creón, el rey de esta aldea.
M EDEA. - Salud.
CREÓN. - Tu historia ha llegado hasta mí. Tus crímenes son aquí conocidos.
Por las noches, como en todas las islas de esta costa, las mujeres se los cuentan a los niños para asustarlos. Te he tolerado unos días en este páramo con tu carromato; ahora tendrás que marcharte.
MEDEA. - ¿Qué hice yo a las gentes de Corinto? ¿Robé sus corrales? ¿Están enfermos los animales? ¿Envenené las fuentes cuando fui en busca de agua para la comida?
CREÓN. - Nada aún, no. Pero puedes hacer todo eso algún día. Vete.
MEDEA. - Creón, mi padre también es rey.
CREON. – Lo sé, ve a Colcos a quejarte.
MEDEA. - Sea, regreso. Ya no aterraré a las matronas de tu aldea, mi caballo tampoco volverá a robar la hierba escasa de tu páramo. Regreso a Colcos, pero que aquel que me trajo, me lleve.
CREÓN. - ¿Qué quieres decir?
MEDEA. - Devuélveme a Jasón.
CREÓN. - Jasón es mi huésped, hijo de un rey que fue mi amigo, y es libre de hacer lo que quiera.
MEDEA. - ¿Qué diablos hace en tu aldea? ¿A qué vienen esos disparos al aire, esos bailes, ese reparto de vino? Si ésta es la última noche que se me concede aquí, ¿por qué me impiden dormir tus honrados corintios?
CREÓN. -He venido a decírtelo también. Esta noche se festejan las bodas de mi hija. Jasón la desposará mañana.
MEDEA. - ¡Larga vida, larga dicha a los dos!
CREÓN. - No necesitarán tus votos
MEDEA. - ¿Por qué rechazarlos, Creón? Invítame a mí también a la boda.
Preséntame a tu hija. Puedo serle útil ¿sabes? Hace diez años que soy la mujer de Jasón, tengo mucho que enseñarle a ella que lo conoce desde hace solo diez días.
CREÓN. _ Para que no se produjera esa escena he decidido que abandones
Corinto esta noche. Prepara el carro, lía tus bártulos: tienes una hora para cruzar la frontera. Estos hombres te guiarán.
MEDEA. - ¿Y si me niego a moverme?
CREÓN. _ Los hijos del viejo Pelias a quien asesinaste han pedido tu cabeza a todos los reyes de esta costa. Si te quedas, te entrego a ellos.
MEDEA. _ Son tus vecinos. Son fuertes. Los reyes se brindan estos favores.
¿Por qué no lo haces tú enseguida?
CREON. - Jasón me ha pedido que te deje partir.
MEDEA. _ ¡El bueno de Jasón! Tengo que darle las gracias. ¿No es cierto? ¿Me ves torturada por los tesalios el día mismo de sus bodas? ¿Me ves en el proceso, a algunas leguas de Corinto, diciendo en voz alta por quién hice matar a Pelias? Por el yerno, jueces honestos, por el distinguido yerno de ese buen rey vecino con quien mantenéis las mejores relaciones posibles... ¡Con harta ligereza cumples tu oficio de rey, Creón! En el palacio de mi padre tuve tiempo de aprender que no se gobierna así. ¡Hazme matar en seguida!
CREÓN.- (sordamente) Debería hacerlo, sí. Pero he prometido dejarte partir.
Tienes una hora.
MEDEA.- (se planta frente a él) Creón, eres viejo. Hace mucho que eres rey.
Has visto muchos hombres y muchos esclavos. Has hecho mucha cocina innoble. Mírame a los ojos y reconóceme. Soy Medea. La hija de Eates, que hizo degollar a otros hombres cuando fue preciso, y más inocentes que yo, te lo aseguro. Soy de tu raza. De la raza de los que juzgan y deciden, sin volverse atrás y sin remordimientos. Tú no procedes como rey, Creón. Si quieres que Jasón sea para tu hija, hazme matar enseguida junto con la vieja y los niños que duermen allí, y el caballo. Quema todo en este páramo con dos hombres de confianza y dispersa después las cenizas. Que sólo reste de Medea una gran mancha negra en esta hierba y un cuento para asustar a los niños de Corinto por las noches.
CREON.- ¿Por qué quieres morir?
MEDEA. - ¿Por qué quieres que viva ahora? Ni tú, ni yo, ni Jasón tenemos interés en que siga viviendo dentro de una hora, bien lo sabes.
CREÓN.- (hace un gesto, dice de pronto con voz sorda) Ya no me gusta la sangre.
MEDEA.- (le grita) ¡Entonces eres demasiado viejo para ser rey! Pon a tu hijo en tu lugar, que haga el trabajo como es debido, y tú, vete a cuidar tus viñas al sol. ¡Ya no sirves más que para eso!
CREÓN. - ¡Orgullosa! ¡Furia! ¿Crees que vine a buscarte para recibir tus consejos?
MEDEA.- ¡No has venido a buscarlos, pero te los doy! Estoy en mi derecho. Y el tuyo es hacerme callar, si tienes fuerzas. Eso es todo
CREÓN. - He prometido a Jasón que te marcharías sin daño.
MEDEA.- (se ríe) ¡Sin daño! No me marcharé sin daño, como tú dices, ¡Sería demasiado lindo que no sufriera daño, por añadidura! Que desapareciera, que me anulara. Una sombra, un recuerdo, un error lamentable, esa Medea arrastrada diez años. ¡Todo es un sueño de Jasón! Puede escamotearme, esconderse en medio de los guardias en tu palacio, enterrarse en la inocencia de tu hija y llegar a ser rey de Corinto a tu muerte: sabe que su nombre y el mío están unidos por los siglos de los siglos. ¡Jasón-Medea! Ya no se separarán.
Échame, mátame, es lo mismo. Con él, tu hija me desposa, lo quieras o no; me aceptas con él. (Le grita) ¡Creón, sé rey! Haz lo que corresponde. Echa a Jasón. De mis crímenes, tiene la mitad; las manos que van a tocar la piel de tu hija están rojas de la misma sangre. Danos una hora, menos de una hora a los dos. Estamos acostumbrados a huir juntos después de dar el golpe. Los bártulos, te lo aseguro. Se lían rápido.
CREÓN. -No. Vete sola.
MEDEA.- (de pronto, suavemente) Creón, no puedo suplicarte. No puedo.
Mis rodillas no pueden doblarse, mi voz no puede hacerse humilde. Pero tú eres humano ya que no has podido decidir mi muerte. No me dejes partir sola.
¡Devuelve a la exilada su navío, devuélvele su compañero! Yo no estaba sola cuando vine. ¿Por qué distinguir ahora entre nosotros? Por Jasón maté a Pelias, traicioné a mi padre y en la huida sacrifiqué a mi hermano inocente. Soy de él, soy su mujer y cada uno de mis crímenes es suyo.
CREÓN.- Mientes. Lo he considerado todo. Jasón es inocente sin ti; separado de la tuya, su causa es defendible, tú sola te has manchado...Jasón es de los nuestros, hijo de uno de nuestros reyes; su juventud, como tantas otras, tal vez ha sido loca; ahora es un hombre que piensa como nosotros. Solo tú vienes de lejos, solo tú eres aquí extranjera con tus maleficios y tu odio. Vuelve al Cáucaso, busca un hombre de tu raza, un bárbaro como tú y déjanos bajo este cielo razonable, al borde de este liso mar que nada tiene que hacer con tu pasión desordenada y con tus gritos.
MEDEA.- (después de una pausa) Está bien, me iré. Pero mis hijos, de qué raza son? ¿De la del crimen o de la de Jasón?
CREÓN. - Jasón piensa que no harían más que estorbar tu fuga. Déjalos con nosotros. Crecerán en mi palacio. Te prometo mi protección para ellos.
MEDEA.- (suavemente) Debo dar de nuevo las gracias, ¿no es cierto? Sois humanos, además, sois justos todos, y sin odio.
CREÓN.- Guárdate las gracias. Vete. La hora corre y cuando la luna esté en lo alto del cielo aquí nada te protegerá. La orden ha sido dada.
MEDEA. - Aunque bárbara, aunque extranjera, y por rudo que sea el Cáucaso de donde vengo, allí las madres tienen a sus pequeños, Creón, apretados contra ellas, como las demás. Las bestias de la selva también lo hacen.... Allí están durmiendo. Esos gritos, Esas antorchas en la noche, esas manos desconocidas que me los arrancan y se los llevan, tal vez sean mucho para
pagar los crímenes de su madre. Déjame hasta mañana. Los despertaré como de costumbre y te los enviaré. ¡Cree a Medea, rey! Apenas hayan doblado el camino, me marcharé.
CREÓN.- (la mira un instante en silencio; súbitamente dice) Sea.
(Añade con voz sorda, sin quitarle los ojos de encima.) Ya ves, estoy viejo. Una noche es demasiado para ti. El tiempo necesario para diez de tus crímenes. Debería rechazar tu ruego... Pero yo también, Medea, he matado mucho. Y en las aldeas conquistadas donde entré a la cabeza de mis soldados borrachos muchos niños.... Entrego al destino, en compensación, la noche tranquila de los dos. Que de ellos se sirva, si quiere, para perdonarme.
(Sale, seguido por sus hombres. No bien desparece el rostro de MEDEA se anima y le grita con todas sus fuerzas, escupiendo hacia él.)
MEDEA. - ¡Cuenta con ello, Creón! ¡Cuenta con Medea! ¡Hay que ayudar un poco al destino! Has perdido las garras, viejo león, si te convencen los ruegos, si quieres rescatar niños muertos... Ah, quieres dejar dormir a esos dos porque algo te hace cosquillas en el fondo del pecho, al pensar en todos los que mataste, cuando te quedas solo por la noche en el palacio vacío, después de la comida. Es tu estómago arruinado, vieja fiera. ¡No hay otra cosa! Bebe calditos, toma polvos y no te enternezcas contigo mismo, tan bueno el viejo Creón a quien conoces tan bien, un buen hombre en el fondo, un incomprendido, pero que de todos modos degolló su buena ración de inocentes cuando aún tenía dientes y miembros sólidos. Las fieras matan a los lobos viejos para evitar esas marchas atrás esos enternecimientos últimos. No esperes que te sean tenidos en cuenta. ¡Soy Medea, viejo cocodrilo! Yo haré justicia, sí los dioses se dejaran conmover. El bien y el mal me conocen. Sé que se paga al contado, que todos los golpes son buenos y que debemos servirnos solos, en seguida. ¡Y ya que tu sangre enfriada , tus glándulas muertas te han hecho bastante cobarde para concederme esta noche. Vas a pagarla! (Grita a LA NODRIZA.) ¡Los paquetes, vieja! Guarda la marmita, enrolla las mantas, unce el caballo, Nos marchamos dentro de una hora.
JASÓN.- (aparece) ¿A dónde vas?
MEDEA.- (le hace frente) ¡Huyo, Jasón! Huyo. Para mí no es nuevo cambiar de residencia. Lo nuevo es la causa de mi huida, porque hasta ahora he huido por ti.
JASÓN. - Vine detrás de ellos. Esperé que se alejaran para verte sola.
MEDEA. - ¿Todavía tienes algo que decirme?
JASÓN. - Imagínate. En todo caso, debo escuchar lo que tienes que decirme antes de partir.
MEDEA. - ¿Y no sientes miedo?
JASON.- Sí
MEDEA.- (se le acerca despacito y dice de pronto) Te miro ... ¡Te he querido! Diez años dormí a tu lado. ¿He envejecido como tú, Jasón?
JASÓN.- Sí.
MEDEA.- Vuelvo a verte de pie, como ahora, delante de mí, la primera noche de Cólquide. Aquel héroe moreno que bajaba de su barca, aquel niño mimado que quería el vellocino de oro y que no debía morir, ¿eras tú, te parece?
JASÓN. - Era yo
MEDEA. - ¡Hubiera debido dejar que afrontaras solo a los toros, a los gigantes que surgieron armados de la tierra, al dragón que guardaba el vellocino!
JASÓN.-Tal vez.
MEDEA. - Hubieras muerto. ¡Qué fácil sería un mundo sin Jasón!
JASÓN. - ¡Un mundo sin Medea! Yo también he soñado con él.
MEDEA. - Pero este mundo comprende a Jasón y a Medea, y hay que tomarlo como es. Y será inútil que pidas auxilio a tu suegro, que me hagas conducir a la frontera por sus hombres; un mar o dos no son bastantes entre nosotros, lo sabes. ¿Por qué le impediste que me matara?
JASÓN. - Porque has sido mucho tiempo mi mujer. Medea. Porque te he querido.
MEDEA. - ¿Y ya no lo soy?
JASÓN.-No.
MEDEA. -¡Feliz Jasón liberado de Medea! ¿Tu repentino amor por esa bobita de Corinto, por su joven olor agrio, por sus apretadas rodillas de doncella, es lo que te ha librado?
JASÓN. -No.
MEDEA. - ¿Quién entonces?
JASÓN. - Tú.
(Una pausa. Están uno frente al otro. Se miran. Ella le grita de pronto)
MEDEA.- ¡Nunca te liberarás, Jasón! ¡Medea será siempre tu mujer! ¡Puedes ordenar mi exilio, mi estrangulación dentro de un instante cuando ya no puedas oírme gritar; nunca, nunca saldrá Medea de tu memoria! ¡Mira este rostro donde sólo lees odio, míralo con tu propio odio: el rencor y el tiempo pueden deformarlo, el vicio puede ahondar en él su huella; un día será el rostro de una vieja innoble que a todos inspirará horror, pero en él seguirás leyendo hasta el final el rostro de Medea!
JASÓN. - ¡No! Lo olvidaré
MEDEA. - ¿Lo crees? Irás a beber en otros ojos, a chupar la vida en otras bocas, a tomar tu pequeño placer de hombre donde puedas. Oh, tendrás otras mujeres, tranquilízate, tendrás mil ahora, tú que estabas harto de tener solo una. Nunca tendrás bastantes para encontrar ese reflejo en sus ojos, ese gusto en sus labios, ese olor de Medea en ellas.
JASÓN. -¡De todo lo que quiero huir!
MEDEA. - ¡Tu cabeza, tu sucia cabeza de hombre puede quererlo; tus manos desconcertadas buscarán a pesar tuyo, en la sombra, en esos cuerpos extraños, la forma perdida de Medea! Tu cabeza te dirá que son mil veces más jóvenes o más bellas. Entonces no cierres los ojos, Jasón, no te dejes engañar un segundo. Tus manos obstinadas buscarían a pesar tuyo su lugar en tu mujer....y será inútil que al final poseas mujeres parecidas a mí, Medeas nuevas en tu lecho de anciano; cuando la verdadera Medea sólo sea, en alguna parte, un odre de piel vieja lleno de huesos, desconocido, bastará un imperceptible grosor en una cadera, un músculo más corto o más largo, para que tus manos de joven, en el extremo de tus viejos brazos, recuerden todavía y se asombren de no encontrarla ¡Córtate las manos, Jasón, córtate las manos en seguida!
Cambia de manos si quieres amar todavía.
JASÓN. - ¿Crees que te abandono para buscar otro amor? ¿Crees que es para comenzar de nuevo? ¡No sólo te odio a ti: odio al amor!
(Una pausa; se miran de nuevo.)
MEDEA.- ¿A dónde quieres que vaya? ¿A dónde me envías? ¿Iré a Phasis, a Cólquide, al reino paterno, a los campos bañados por la sangre de mi hermano?
Me echas. ¿A qué tierras me ordenas ir sin ti? ¿A qué mares libres? ¿A los estrechos del Ponto donde pasé detrás de ti, trampeando, mintiendo, robando por ti; a Lemnos donde no me habrán olvidado; a Tesalia donde me esperan para vengar a su padre, muerto por ti? Todos los caminos que te he abierto, me los he cerrado. Soy Medea, cargada de horror y de crímenes. Tú puedes no conocerme ya; ellos todavía me conocen. ¡Qué estorbo, ¿eh?, un viejo cómplice! Debías dejar que me mataran, ya lo ves.
JASÓN.-Te salvaré.
MEDEA. - ¡Me salvarás! ¿Qué salvarás? ¿Esta piel gastada, esta osamenta de Medea buena para arrastrar en el tedio y el odio a cualquier parte? ¡Un poco de pan y una casa en alguna parte y que envejezca, ¿verdad?, en el silencio, que no vuelva a oírse hablar de ella, vamos! ¿Por qué eres cobarde, Jasón? ¿Por qué no llegas hasta el final? ¡Sólo hay un lugar, una morada donde por fin Medea callará. La paz que tú quisieras que tuviese, para poder vivir, dámela.
Anda y dile a Creón que aceptas. Será tan solo un breve instante duro de pasar.
Ya has matado a Medea, hoy, bien lo sabes. Medea ha muerto. ¿Qué importa un poco de sangre de Medea? En el suelo un Charco de sangre que será lavada. Una caricatura fija en un rictus de horror que alguien esconderá en alguna parte, en un agujero. Nada, ¡Termina, Jasón! No puedo aguantar la espera. Anda y díselo a Creón.
JASÓN.-No.
MEDEA.- (con más suavidad) ¿Por qué? ¿Crees que un músculo desgarrado una piel hendida es más?
JASÓN. - Tampoco quiero tu muerte. Tu muerte sigue siendo tú. Quiero el olvido y la paz.
MEDEA. - ¡Nunca más los tendrás, Jasón! Los perdiste en Cólquide, aquella noche en el bosque donde me tomaste en tus brazos. Muerta o viva. Medea está ahí, delante de tu alegría y de tu paz, montando guardia. El diálogo que comenzaste un día, lo terminarás ahora sólo con tu muerte, Después de las palabras del cariño y el amor, habrán llegado los insultos y las escenas, el odio, ahora, pero siempre hablas con Medea Para ti el mundo es Medea, por siempre.
JASÓN. - ¿Así que el mundo ha sido siempre Jasón para ti?
MEDEA. - ¡Sí!
JASÓN. -¡Pronto olvidas! No he venido a verte para tener una última escena doméstica, ¿pero quién desertó primero del lecho donde nos afirmas unidos para siempre? ¿Quién aceptó primero otras manos en su piel, el peso de otro hombre en su vientre?
MEDEA.-¡Yo!
JASÓN.- Creí que habías olvidado también por qué nos escapamos de Naxos.
MEDEA. - Tú ya te escapabas. Tu cuerpo reposaba a mi lado todas las noches, pero en tu cabeza, en tu sucia cabeza de hombre, cerrada, forjabas ya otra dicha, sin mí. ¡Entonces intenté huir primero de ti, sí!
JASÓN. - Huir es una palabra cómoda.
MEDEA.- No tanto, ¿sabes? porque no pude. Aquellas manos, aquel otro olor, el mismo placer que tú ya no me dabas, los odié en seguida. Te ayudé a matarlo, te dije la hora. Fui tu cómplice contra él. Te lo vendí. ¿Has olvidado la noche en que te dije: "Ven, ahí está, puedes tornarlo"?
JASÓN. - ¡No hables nunca más de aquella noche!
MEDEA. - Fui innoble, ¿eh?, aquella noche, dos veces. Y me despreciabas, me odiabas con todas tus fuerzas y no tenía otra cosa que esperar de ti fuera de esa mirada fría, pero a pesar de todo te supliqué que me llevaras contigo. ¡Sin embargo mi pastor de Naxos era hermoso, sabes, Jasón! ¡Era joven, y me amaba!
JASÓN.- ¿Por qué no le dijiste a él que me matara? Ahora yo dormiría lejos de ti; hubiera terminado.
MEDEA. - ¡No pude! Tuve que pegarme a ti como una mosca, tuve que proseguir mi camino contigo; tuve que acostarme al día siguiente junto a tu cuerpo hastiado para poder dormirme al fin. ¿Crees que no me he despreciado mil veces más que tú? Aullé sola delante del espejo, me desgarré con mis propias uñas por ser una perra que volvía a acostarse en tu agujero. Las bestias olvidan, se separan por lo menos una vez muerto el deseo... ¡Sin embargo te conocía, héroe para mujeres de Corinto! Yo te he pesado. Sé lo que puedes
dar. Pero ya ves, todavía estoy aquí.
JASÓN. - ¡Tal vez mandaste matar demasiado pronto a tu pastor!
MEDEA.- (le arroja de pronto) Lo intenté, Jasón, ¿no lo supiste? Ensayé también con otros después. ¡No pude!
(Una pausa. JASÓN dice de improviso con más suavidad)
JASÓN. - Pobre Medea....
MEDEA.- (se yergue delante de él como una furia) ¡Te prohíbo la piedad!
JASÓN. -¿Me permites el desprecio? ¡Pobre Medea, estorbo de ti misma! Pobre Medea a quien el mundo jamás remite sino a Medea. Puedes prohibir la compasión. Nadie tendrá compasión de ti nunca. Y si hoy me enterara de tu historia, yo tampoco podría tenerla. El hombre Jasón te juzga junto con los otros hombres. Y tu caso está decidido para siempre. ¡Medea! Sin embargo es un hermoso nombre, sólo tú habrás sido su única dueña en este mundo.
¡Orgullosa! Al rinconcito oscuro donde escondes tus alegrías llévate ésta: nunca habrá otras Medeas en esta tierra. Las madres nunca llamarán a sus hijas con ese nombre. Estarás sola, hasta el fin de los tiempos, como en este instante.
MEDEA. - ¡Me alegro!
JASÓN.- ¡Te alegras! Yérguete, aprieta los puños, escupe, patalea... Cuantos más seamos a juzgarte, a odiarte, mejor será ¿no es cierto? Más se ampliará el círculo a tu alrededor, más sola estarás, más daño tendrás para odiar mejor tú también, mejor será. Pues bien, esta noche no estás sola, lo siento... Yo, que más he padecido por ti, yo a quién elegiste entre todos para devorar, tengo piedad de ti.
MEDEA.- No.
JASÓN. - Tengo piedad de ti, Medea, que sólo te conoces a ti misma que no puedes dar sino para tomar, tengo piedad de ti, siempre ligada a ti misma, rodeada de un mundo visto por ti...
MEDEA. - ¡Guárdate tu compasión! Medea herida es temible todavía. ¡Mejor es que te defiendas!
JASÓN. - Pareces una bestezuela despanzurrada, que se debate enredada en sus tripas y todavía baja la cabeza: para atacar.
MEDEA. - La cosa se pone fea, Jasón, para los cazadores que se permiten esos enternecimientos en lugar de volver a cargar el arma. ¿Sabes todo lo que puedo todavía?
JASÓN. – Sí, lo sé.
MEDEA. - ¡Sabes que no me enterneceré, que no empezaré a apiadarme a último momento! ¿Me has visto hacer frente y arriesgarlo todo otras veces, por mucho menos?
JASON.- Sí.
MEDEA.- (grita) ¿Entonces qué quieres? ¿Por qué vienes a embrollarlo todo de pronto con tu compasión? Soy vil, lo sabes. Te he traicionado como a los demás. Sólo sé hacer daño. No puedes más conmigo y presientes qué crimen preparo. ¡Cuídate, vamos! ¡Retrocede! ¡Llama a los otros! ¡Defiéndete en lugar de mirarme así!
JASÓN.- No.
MEDEA. - ¡Soy Medea ¡Soy Medea te equivocas! Medea que jamás te ha dado sino vergüenza. He mentido, he trampeado, he robado, soy sucia... Por mi causa huyes y todo está manchado de sangre a tu alrededor. Soy tu desgracia, Jasón, tu úlcera, tus costras. Soy tu juventud perdida, tu hogar disperso, tu vida errante, tu soledad, tu mal vergonzoso. Soy todos los gestos sucios y todos los pensamientos sucios. Soy el orgullo, el egoísmo, la crápula, el vicio, el crimen. ¡Hiedo! ¡Hiedo. Jasón! Todos me temen y retroceden. Sin embargo tu sabes que soy todo eso y que pronto seré la decadencia, la fealdad, la vejez rencorosa. Todo lo negro y feo que hay en la tierra, yo lo he recibido en depósito. Entonces, si lo sabes, ¿por qué no dejas de mirarme así? No quiero saber nada de tu niño. No quiero saber nada de tus ojos buenos. (Grita delante de él) ¡Detente, detente, Jasón, o te mato enseguida para que no sigas mirándome así!
JASÓN.- (suavemente) Tal vez sería lo mejor, Medea.
MEDEA.- (lo mira y dice simplemente) No. Tú no.
JASÓN.- (se le acerca y le toma el brazo) Entonces escúchame. No puedo impedir que seas tú. No puedo impedir que hagas el daño que llevas en ti.
Además, la suerte está echada. Esto, conflictos insolubles tienen un desenlace como los otros, y sin duda alguien sabe ya c6mo terminará todo. No puedo impedir nada. Apenas desempeñar el papel que desde siempre me ha sido encomendado. Pero lo que puedo es decirlo todo de una vez. Las palabras no son nada, pero sin embargo hay que decirlas. Y si he de figurar, esta noche, en el número de muertos de esta historia, quiero morir lavado de mis palabras...Te he querido. Medea, como un hombre quiere a una mujer, primero. Sin duda sólo conociste o gustaste este amor, pero te he dado más que un amor de hombre, tal vez sin que lo supieras. Me perdí en ti como un chiquillo en la mujer que lo echó al mundo. Durante mucho tiempo has sido mi patria, mi luz, has sido el aire que respiraba, el agua que era preciso beber para vivir y el pan de cada día, Cuando te poseí en Colcos, tú sólo eras una mujer más hermosa y más dura que las otras, a quien había conquistado junto con el vellocino y te llevaba conmigo. ¿Ese Jasón es el que echas de menos? Te llevaba como el oro de tu padre, para gastarte en seguida. para usarte gozosamente como él. Y además, Dios mío, me quedaba mi barca, mis compañeros fieles y otras aventuras por correr. Primero te quise como tú, Medea: a través de mí. El mundo era Jasón, la alegría de Jasón, su valor y su fuerza, su hambre. Y si los dos teníamos grandes dientes, ya se vería quién devoraba al otro...Y una noche, una noche parecida sin embargo a todas las citas, te dormiste en la mesa como una chiquilla. Con la cabeza apoyada en mí. Y esa noche en que quizá solo estabas fatigada del camino demasiado largo. De punto te sentí a mi cuidado. Un minuto antes era todavía Jasón y sólo debía tomar mi placer de este mundo, duramente. Bastó que te callaras, que tu cabeza se deslizara sobre mi hombro y aquello terminó...los otros continuarían riendo o hablando a mi alrededor, pero yo acababa de abandonarlos. El joven Jasón había muerto. Yo era tu padre y tu madre; era el que llevaba sobre sí la cabeza de Medea dormida. ¿Con qué soñabas tú, en tu pequeño cerebro de mujer, mientras yo te cuidaba? Te llevé a nuestro lecho y no te amé, ni siquiera te deseé aquella noche. Tan sólo te miré dormir. La noche era serena, hacía mucho que habíamos dejado atrás a los perseguidores de tu padre, mis compañeros velaban en armas a nuestro alrededor, y sin embargo no me atreví a cerrar los ojos. Te defendí Medea - por lo demás contra nada – toda aquella noche. A la mañana, la huida continuó y los días se parecieron a los otros, pero poco a poco todos los mozos que primero me siguieron por el mar desconocido, todos los muchachitos de Colcos que estaban dispuestos a atacar a los monstruos con sus armas frágiles a una señal mía, tuvieron miedo. Comprendieron que ya no era su jefe, que ya no los llevaría a buscar nada, en ninguna parte, ahora que te había encontrado. Sus miradas eran tristes y un poco desdeñosas quizá, pero no me hicieron reproches. Compartimos el oro y nos dejaron. Entonces el mundo adquirió su forma. La forma que creí verle conservar siempre. El mundo se convirtió en Medea ..,¿Has olvidado los días en que no hacíamos nada, en
que no pensábamos nada el uno sin el otro? Dos cómplices ante la vida que se había vuelto dura, dos hermanitos que llevaban su bolsa uno al lado del otro, semejantes, en la vida y en la muerte, remangados, y nada de historias, la mitad de los cachivaches para cada uno, cada uno con su cuchillo para los golpes bravos, la mitad de las fatigas, la mitad de la botella para cada uno en la comida. Te hubiera avergonzado tendiéndote la mano en los pasos difíciles ofreciéndote ayuda. Jasón comandaba. Un solo pequeño argonauta. Mi breve ejército frágil, de pelo recogido era un pañuelo, de ojos claros y directos, eras tú. ¡Pero aún podía conquistar el mundo con mi pequeña tropa fiel!... La primera mañana, en el Argos, con mis treinta marineros que me habían dado su vida, no me sentí tan fuerte...Y a la noche, en la parada, el soldado y el capitán se desvestían uno al lado del otro, sorprendidos de encontrarse siendo un hombre y una mujer bajo sus dos blusas semejantes, sorprendidos de amarse. Podemos ser desgraciados ahora, Medea, podemos desgarrarnos y sufrir. Aquellos días nos fueron dados, y jamás habrá vergüenza o sangre qué los manchen... (un silencio, medita un poco, MEDEA se acuclilla en el suelo mientras Jasón habla, rodeando las rodillas con los brazos la cabeza escondida, él se acuclilla en el suelo a su lado sin mirarla).
Después, el soldadito recobró su rostro de mujer y el Capitán debió convertirse también en un hombre y empezamos a hacernos daño. Otras mujeres pasaron por las calles y yo no podía dejar de mirarlas. Por primera vez oí estallar, asombrado tu risa entre otros hombres, y después vinieron tus mentiras.
Primero una sola; que nos siguió largo tiempo como un bicho venenoso, cuya mirada no nos atrevíamos a afrontar al apartarnos; luego otras, cada día más numerosas. Y por la noche, cuando nos amábamos en silencio, avergonzados de nuestros cuerpos todavía cómplices, todo el hato de mentiras bullía y respiraba alrededor de nosotros en la oscuridad. El odio debió nacer de una de esas luchas sin ternura, y desde entonces fuimos tres los que huían, el odio entre nosotros. ¿Pero por qué repetir lo que está muerto? Mi odio también ha muerto....
(Se detiene. MEDEA dice despacito)
M EDEA. - Si sólo velamos cosas muertas, ¿por qué nos duele tanto a los dos, Jasón?
JASÓN.- Por qué en este mundo para todas las cosas es difícil nacer y también es difícil morir.
MEDEA. - ¿Has sufrido?
JASÓN. - Sí.
M EDEA. - Al hacer lo que hacía yo no era más feliz que tú.
JASÓN.-Lo sé. (una pausa)
MEDEA.- (pregunta sordamente). -¿Por qué te quedaste tanto tiempo?
JASÓN.- (hace un gesto) Te he amado, Medea. He amado nuestra vida insensata. He amado el crimen y la aventura contigo. Y nuestros abrazos, nuestras sucias luchas de vagabundos, y aquel entendimiento de cómplices que recuperábamos por la noche, en el jergón, en un rinc6n del carromato, después de nuestras fechorías. He amado tu mundo negro, tu audacia, tu rebeldía. Tu connivencia con el horror y la muerte, tu rabia destructora. Creí contigo que siempre debíamos tomar y luchar y que todo estaba permitido.
MEDEA.- ¿Y no lo crees esta noche?
JASÓN. - No. Ahora quiero aceptar.
MEDEA.- (murmura).- ¿Aceptar?
JASÓN. - Quiero ser humilde. Quiero que este mundo, este caos donde me conducías de la mano, adquiera por fin una forma. Seguramente aciertas cuando dices que no hay razón, no hay luz, no hay tregua, que es preciso seguir hollando con las manos ensangrentadas, estrangular y desechar todo lo que se arrebata. Pero ahora quiero detenerme y ser un hombre. Hacer sin ilusiones quizá, como aquellos que despreciábamos, lo que hicieron mí padre y el padre de mi padre y todos los que aceptaron antes que nosotros, y con más simplicidad que nosotros, desbrozar un pequeño espacio para que viva el hombre en este desorden, en esta noche.
MEDEA. - ¿Podrás hacerlo, te parece?
JASÓN.- Sin ti, sin tu veneno bebido todos los días, podré, sí.
MEDEA.- Sin mí, así que has podido imaginar un mundo sin mí.
JASON.- Lo intentaré con todas mis fuerzas. En la actualidad ya no soy bastante joven para sufrir. A esas contradicciones espantosas, a esos abismos, a esas heridas, respondo ahora con el gesto más sencillo que han inventado los hombres para vivir: los hago a un lado.
MEDEA.- Hablas suavemente, Jasón, y dices palabras terribles. ¡Qué seguro estás de ti, qué fuerte eres!
JASÓN. - ¡Sí, soy fuerte!
MEDEA. - Raza de Abel, raza de los justos, raza de los ricos, con qué tranquilidad habláis. Es bueno, ¿verdad?, tener el cielo de parte de uno y también la policía. Es bueno pensar un día como nuestro padre y el padre de nuestro padre, como todos los que han tenido razón desde siempre. Es bueno ser bueno, ser noble, ser honrado. Y todo esto cae una linda mañana, como por casualidad, cuando. Llegan las primeras fatigas, las primeras arrugas, las primeras canas. ¡Préstate al juego, Jasón, haz el gesto, di que sí! ¡Tú te preparas una hermosa vejez!
JASÓN. - Hubiera querido hacer contigo ese gesto, Medea. Lo hubiera dejado todo para que envejeciéramos los dos juntos en un mundo sosegado. Fuiste tú quien no lo quiso.
MEDEA. - ¡No!
JASÓN. -Sigue tu curso, Revuélvete, desgárrate. Lucha, desprecia, insulta, mata, rechaza todo lo que no es tú. Yo me detengo. Me conformo. Acepto estas apariencias con tanta dureza, con tanta resolución como las rechacé otras veces contigo. Y si es preciso continuar luchando, ahora lucharé por ellas, humildemente, pegado a ese muro irrisorio construido por mis manos entre la nada absurda y yo. (Una pausa. Añade) Y eso es, sin duda, al fin de cuentas -y no otra cosa-, ser un hombre.
MEDEA. - No lo dudes, Jasón. Ahora eres un hombre.
JASÓN. - Acepto tu desprecio junto con ese nombre. (Se levanta) La muchacha es hermosa. Menos hermosa que tú cuando te presentaste aquella primera noche en Cólquide, nunca la querré como te he querido. Pero es nueva, es sencilla, es pura. Voy a recibirla sin sonreír de manos de su padre y de su madre, dentro de un rato, bajo el sol de la mañana, con su vestido blanco y su cortejo de chiquillos... De sus dedos torpes de niña espero la humildad y el olvido. Y si los dioses lo quieren, lo que tú más odias en el mundo, lo que está más lejos de ti: la felicidad, la pobre felicidad.
(Un silencio; se calla. MEDEA, murmura.)
MEDEA. - La felicidad. . . (Otro silencio. Dice de pronto con una vocecita humilde, sin moverse) Jasón, es duro decirlo, casi imposible, me estrangula y me da vergüenza. Si te dijera que ahora voy a hacer la prueba contigo, ¿me creerías?
JASÓN.- No.
MEDEA. - (después de una pausa) Tendrías razón. (Añade con voz neutra) Bueno, lo hemos dicho todo, ¿no es cierto?
JASÓN. - Sí.
MEDEA. - Tú has terminado. Estás limpio. Ahora puedes irte. Adiós, Jasón.
JASÓN. -Adiós, Medea. No puedo decirte: sé feliz... Sé tú misma. (Sale)
MEDEA.- (murmura de nuevo) La felicidad de ellos... (Se yergue de improviso y grita a JASÓN, que ha desaparecido) ¡Jasón! No te vayas así.
¡Vuélvete! Grita algo. ¡Vacila, sufre! ¡Jasón, te lo suplico, basta un minuto de angustia o de duda en tus ojos para salvarnos todos!... (Corre tras él, se detiene y grita de nuevo.) ¡Jasón! Tienes razón, eres bueno, eres justo y todo cae sobre mis espaldas para siempre. ¡Pero por un instante, por un breve instante, dúdalo! Vuélvete y quizá quede liberada.... (Su brazo cae cansado. JASÓN debe de estar lejos. MEDEA llama con otra voz.) Nodriza. (LA NODRIZA aparece en el umbral del carromato) Pronto amanecerá.
Despierta a los niños. Vístelos como para una fiesta. Quiero que vayan a llevar mi regalo de bodas a la hija de Creón.
LA NODRIZA.- ¡Tu regalo pobre! ¿Y qué te queda para dar?
MEDEA.- En el escondrijo, el cofre negro que traje de Colcos. Tráelo.
LA NODRIZA.- ¡Tú habías prohibido que lo tocaran, que el mismo Jasón supiera que existía.
MEDEA.- Ve a buscarlo, vieja, y sin hablar. Ya no tengo tiempo para escucharte. Ahora todo debe marchar terriblemente rápido. Dales el cofre a los niños y acompáñalos hasta la vista de la ciudad; que pregunten por el palacio del rey, que digan que es un regalo de su madre Medea para la novia... Que entreguen el cofre en sus manos y vuelvan. Escucha, escucha. El cofre contiene un velo de oro y una diadema, restos del tesoro de mi raza. Que los niños no lo abran. (Grita de pronto, terrible, a la vieja vacilante).
¡Obedece!
(La vieja desaparece en el carromato. Volverá a salir más tarde silenciosamente con los niños.)
MEDEA.- (que se ha quedado sola) Ahora, Medea, tienes que ser tú misma.
… ¡Oh, mal! Gran bestia viviente que trepa por mí y me lame, tómame. Soy tuya esta noche, soy tu mujer. Penétrame, desgárrame, hínchate y arde en medio de mí. Ya ves, te acojo, te ayudo, me abro... Pesa sobre mí con tu gran cuerpo velludo, apriétame con tus grandes manos callosas, con tu aliento ronco sobre mi boca, ahógame. ¡Vivo por fin! Sufro y nazco. Son mis bodas. Por esta noche de amor contigo he vivido. Y tú, noche, noche pesada, noche rumorosa de gritos ahogados y de luchas, noche en que bullen los saltos de todas las bestias que se persiguen, se aman, se matan, aguarda un poco, por favor, no pases demasiado rápido.... Oh bestias innumerables a mi alrededor, trabajadoras oscuras de este páramo, inocencias terribles, mortíferas.... Esto es lo que los hombres llaman una noche tranquila, este gigantesco hormigueo de cópulas silenciosas y de crímenes. Pero yo os siento, yo os oigo a todas esta noche por primera vez, en el fondo de las aguas y de las hierbas, en los árboles, bajo la tierra.... Una misma sangre late en vuestras venas. ¡Bestias de la noche, estranguladoras, hermanas mías! ¡Medea es una bestia como vosotras! Medea goza y matará como vosotras. Este páramo linda con otros páramos y estos páramos con otros hasta el límite de la sombra, donde millones de bestias semejantes se aman y se matan al mismo tiempo. ¡Bestias de esta noche!
Medea está aquí, de pie en medio de vosotras, consentidora, traicionando a su raza. Lanzo con vosotras vuestro grito oscuro. Acepto como vosotras, ya no quiero comprender la negra orden. Con el pie aplasto, apago la lucecita. Realizo el gesto vergonzoso. Me hago cargo, asumo, reivindico. ¡Bestias, soy vosotras!
¡Todo lo que esta noche persigue y mata es Medea!
LA NODRIZA.- (entra de pronto) ¡Medea! Los niños han de haber llegado al palacio, un gran rumor se eleva de la ciudad. No sé cuál es tu crimen, pero ya resuena en el aire. Unce pronto el caballo, huyamos, ganemos la frontera.
MEDEA. - ¿Huir yo? Si ya me hubiera marchado, volvería para gozar del espectáculo.
LA NODRIZA. - ¿De qué espectáculo?
EL MUCHACHO.- (aparece) ¡Todo está perdido! La realeza, el Estado han caído. ¡El rey y su hija han muerto!
MEDEA - ¿Tan pronto? ¿Cómo?
EL MUCHACHO. - Dos niños llegaron al alba con un presente para Creusa, un cofre negro que contenía un velo ricamente recamado en oro y una diadema preciosa. Apenas los tocó, apenas se adornó con ellos, como una chiquilla curiosa delante del espejo. Creusa cambió de color, cayó retorciéndose con horribles sufrimientos, desfigurada por él mal.
MEDEA.- (grita) ¿Fea? Fea como la muerte, ¿verdad?
EL MUCHACHO. - Creón acude, quiere alcanzarla, arrancar el velo y el círculo de oro que matan, su hija, pero apenas los toca, él cambia, palidece. Vacila un instante con el horror en los ojos, luego se desploma aullando de dolor. Ahora están tendidos uno junto al otro, expirando en sobresaltos, mezclando sus miembros, y nadie se atreve a acercarse a ellos. Pero corre el rumor de que tú has enviado el veneno. Los hombres se han apoderado de sus palos y sus cuchillos; acuden al carromato. He corrido delante no tendrás siquiera tiempo de disculparte. Huye, Medea.
MEDEA.- (grita) ¡No! (Grita al chico que escapa) ¡Gracias, niño, gracias por segunda vez! ¡Huye tú! Es preferible no conocerme. ¡Mientras los hombres recuerden, será preferible no haberme conocido! (Se vuelve hacia LA NODRIZA) Toma el cuchillo, nodriza, degüella al caballo, que no quede nada de Medea dentro de un instante. Pon leña bajo el carromato, haremos una hoguera como en Cólquide. ¡Ven!
LA NODRIZA. - ¿A dónde me arrastras?
MEDEA. - Tú lo sabes. La muerte, la muerte es ligera. ¡Sígueme, vieja, verás!
Has terminado de arrastrar tus viejos huesos doloridos, has terminado de quejarte. ¡Por fin vas a descansar un largo domingo!
LA NODRIZA.- (Se suelta aullando) ¡No quiero, Medea! ¡Quiero vivir!
MEDEA.- ¿Cuánto tiempo, vejestorio, con la muerte sobre tu espalda? (Los niños entran corriendo y se arrojan aterrados a las faldas de MEDEA. Ésta se detiene) Ah, ¿estáis aquí los dos? ¿Tenéis miedo? Todas esas gentes que corren y aúllan, esas campanas... Todo callará. (Les tira las cabezas hacia atrás, mira sus ojos y murmura) ¡Inocencias! Trampa de los ojos de niño, bestezuelas solapadas, cabezas de hombre. ¿Tenéis frio? No os haré daño. Seré rápida. Sólo el tiempo para el asombro de la muerte en vuestros ojos. (Los acaricia) Venid que os tranquilice, que os estreche un minuto, cuerpecitos cálidos. Se está bien junto a la madre, desaparece el miedo.
Pequeñas vidas tibias salidas de mi vientre, pequeñas voluntades de vivir y de ser felices. (Grita de pronto) ¡Jasón! Aquí está tu familia, tiernamente unida.
Mírala. Y ojalá puedas seguir preguntándote si Medea no hubiera amado también la felicidad y la inocencia. Si no hubiera podido ser también ella la fidelidad y la fe. Cuando dentro de un rato sufras, y hasta el día de tu muerte, piensa que hubo una pequeña Medea exigente y pura en otro tiempo. Una pequeña Medea tierna y amordazada en el fondo de la otra. ¡Piensa que luchó sola, desconocida, sin que le tendieran una mano, y que ella era tu verdadera mujer! Yo hubiera querido, Jasón, tal vez hubiera querido yo también que esto durara siempre y que fuera como en las historias ¡Quiero, quiero aun en este instante, con una fuerza como cuando era pequeña, que todo sea luz y bondad!
Pero Medea inocente ha sido elegida para ser la presa y el lugar de la lucha...
Otras más frágiles o más mediocres pueden deslizarse a través de las mallas de la red hasta las aguas calmas o el barro; los dioses abandonan la morralla.
Medea era una pieza demasiado hermosa en la trampa; allí queda. No todos los días tienen los dioses esta ganga: un alma bastante fuerte para sus batallas, para sus puercos juegos. Me han cargado con todo y miran cómo me debato. ¡Mira con ellos, Jasón, los últimos sobresaltos de Medea! Aún tengo inocencia que degollar en esta chiquilla que tanto hubiera amado y en estos dos trocitos tibios. ¡Allá arriba están aguardando esta sangre, no pueden resistir más la espera! (Arrastra a los niños hacia el carromato) Venid, pequeños, no tengáis miedo. Ya veis, os acompaño, os acaricio y entrarnos los tres en casa...
(Entran en el carromato. La escena permanece vacía un instante. LA NODRIZA reaparece, huraña, como una fiera que se esconde; llama.)
LA NODRIZA. -¡Medea! ¡Medea! ¿Dónde estás? ¡Ya llegan! (Retrocede y grita de pronto) ¡Medea!
(Las llamas brotan de todas partes, rodean el carromato, JASÓN entra rápidamente a la cabeza de los hombres armados)
JASÓN.- ¡Apagad el fuego! ¡Apoderaos de ella
MEDEA.- (aparece en la ventana del carromato y grita) ¡No te acerques, Jasón! ¡Prohíbeles el paso!
JASÓN.- (Jasón se detiene) ¿Dónde están los niños?
MEDEA. -Sigue preguntándolo un instante más para que mire bien tus ojos.
(Le grita) ¡Han muerto, Jasón! Han muerto degollados los dos, y antes de que puedas dar un paso, con el mismo hierro me mataré. He recuperado mi cetro; mi hermano, mi padre y el vellocino de oro han sido devueltos a Cólquide: ¡he recobrado mi patria y la virginidad que me habías arrebatado! ¡Soy Medea, en fin, para siempre! Mírame antes de quedarte solo en ese mundo razonable mírame bien, Jasón. Te he tocado con estas dos manos, las he posado en tu frente ardida para que fueran frescas, y otras veces ardientes sobre tu piel. Te hice llorar, te hice amar. Míralos, tu hermanito y tu mujer, soy yo. ¡Soy yo! ¡La horrible Medea! ¡Y ahora trata de olvidarlo!
(Se hiere y se desploma en las llamas que arrecian y envuelven el carromato. Jasón detiene con un grito a los hombres que iban a saltar y dice sencillamente)
JASÓN. - Sí, te olvidaré. Sí, viviré y a pesar de la huella sangrienta de tu paso a mi lado. Reharé mañana con paciencia mi pobre andamiaje de hombre bajo el ojo indiferente de los dioses. (Se vuelve hacia los hombres) Que uno de vosotros vigile en torno al fuego hasta que no haya sino cenizas, hasta que el último hueso de Medea haya ardido. Vosotros, venid volvamos al palacio. Ahora es preciso vivir, asegurar el orden, dar leyes a Corinto y reconstruir sin ilusiones un mundo a nuestra medida para aguardar en él la muerte.
(Sale con los hombres salvo uno que masticando tabaco, monta guardia morosamente delante de la hoguera. LA NODRIZA entra y se acurruca a su lado a la luz del día que comienza)
LA NODRIZA. - Ni siquiera tenían tiempo de escucharme. Sin embargo yo tenía algo que decir. Después de la noche viene la mañana y hay que hacer el café y luego las camas. Y después de barrer, quedar un ratito tranquilo al sol antes de limpiar las legumbres. Entonces sí es bueno, cuando una ha podido sisar unos centavos, del traguito caliente en el fondo del estómago. Después a tomar la sopa y a lavar los platos. Por la tarde, la ropa blanca y los cobres, y un poco de charla con las vecinas hasta que llega despacito la cena. Entonces acostarse y dormir.
EL GUARDIA.- (después de una pausa).- Hoy estará bueno el tiempo.
LA NODRIZA.-Será un buen año. Habrá sol y vino. ¿Y el trigo?
EL GUARDIA.-Segamos la semana pasada. Volveremos mañana o pasado si el tiempo se mantiene así.
LA NODRIZA. - ¿La cosecha será buena para ustedes?
EL GUARDIA.- No hay motivo de queja. Habrá pan para todo el mundo este año.
TELON