Miscelandia
de Benjamín Gavarre
Personajes:
Joaquín
Eva
Inés
Rubén
El Gabo
El Rizos
El Cortado
(Voces en off de radio y televisión).
La obra ocurre en tres espacios que se pueden alternar por medio de telones o que pueden estar presentes en una escenografía que presente tres secciones permanentes. Se trata de una sala familiar, un cuarto de hotel y una “narcotiendita”, es decir, sobre esta última, es una miscelánea donde se suele vender toda clase de mercancías, pero en este caso también se incluye droga.
Escena uno
Familia Rovira.
Vemos la casa de la familia Rovira. Es un departamento o casa pequeña de la clase media. Rubén es un padre intolerante. Inés, es la madre consciente y atenta a los problemas de su hijo adolescente.
Al inicio de la obra, Rubén ve la televisión de la que solo se escucha el audio. Inés lee un libro en el que se alcanza a leer “Psicología del adolescente”.
Voz del Noticiero. — Al parecer la cabeza fue encontrada en pleno centro de la plaza, parece que está relacionada con el Cartel de Morelos.
Rubén. — (Apaga la televisión) ¡Qué sinrazón! ¡Qué asco! En mis tiempos no pasaban esas cosas.
Inés. — Nosotros tenemos nuestros problemas.
Rubén. — ¿Vas a empezar otra vez?
Inés. — Qué, ¿ya le vas a dar de cinturonazos?
Rubén. — Tú dirás. ¡Así aprendí yo!
Inés. — ¡Los tiempos han cambiado!
Rubén. — A golpes se entiende, pendeja.
Escena dos
Afuera de la Secundaria.
El Cortado quiere que Joaquín y Eva prueben drogas.
Joaquinito, Eva y el Cortado.
El Cortado. — ¿Topan? Ya les dije, ¡tienen que probarla!
Eva. — ¡Ya déjanos!
El Cortado. — ¡Es gratis, pendejitos!
Eva. — ¡Ya estuvo!
El Cortado. — Yo llevo encima más dinero del que sueñan, imbéciles.
Joaquín. — Yo tengo mis botas con estoperoles, no soy ningún imbécil.
El Cortado. — ¡Uy, qué presumido, wey! ¡Me va a dar el bajón, puto! Entonces qué, ¿no le entran?
Eva. — ¡Ahí la dejamos!
El Cortado. — ¿Y tú, Joaquín?... Ven, acompáñame a mi casa.
Joaquín. — No sé. Ya me tienen bien avisado. No, mejor no.
El Cortado. — Te vas a divertir, putito, vente.
Eva. — ¡Déjalo en paz!
El Cortado. — Qué, tú eres su novia o qué. Vente tú también.
Joaquín. — Vamos, Eva. ¿Qué nos puede pasar?
Eva. — No sé. ¿Tú quieres ir?
Joaquín. — ¿Por qué no?
Eva. — Un rato.
El Cortado. — Un rato. Ya van a ver.
Escena tres
En “El Hotel Rincón”.
Cuarto de hotel. Grande, impersonal, pero sin faltar una enorme televisión. Se ven algunas botellas.
Los Jefes narcomenudistas van a distribuir drogas sintéticas.
El Gabo. — Les están dando guerra, Jefe. Cada día es más difícil meterla.
El Rizos. — Tú no te preocupes. Tienen controlada toda la acción. Ya hablé con gente.
El Gabo. — Les apañaron toda la mercancía. Ya nos fregaron.
El Rizos. — Maso. Casi todo lo que se iba para el Norte se los chingaron. Pero nos quedamos un buen para acá.
El Gabo. — Pero, Jefe. ¿Aquí?
El Rizos. — Tenemos que venderla, qué no? ¿Qué te pica, wey?
El Gabo. — Pues como quiera, si lo que se va para el Norte–Norte les hace daño a los de allá... a mí no me importa. Pero aquí...
El Rizos. ― ¿Qué peros pones?
El Gabo. — Nada, Jefe. Es qué. Son Nuestros niños.
El Rizos. — No me vengas con mariconadas.
El Gabo. — Es que...
El Rizos. — Me pones nervioso, Gabo.
El Gabo. — No más decía.
El Rizos. — No me busques.
El Gabo. — No, Jefe.
El Rizos. — Ya estuvo.
El Gabo. — Le juro.
Escena cuatro
Familia Rovira.
Inés escucha un programa de ayuda psicológica por el radio.
Joaquín ha empezado a robar y tiene problemas de drogadicción.
Voz de Psicoanalista. — No, Señora, ¿me entiende? Si su hijo cayó en las drogas no es cuestión de le eche ganas, nada más. Hay que buscar ayuda, ¿me entiende?
Voz de mujer. — Sí, señor. Lo metimos a una de Recuperación, me sacaron cuarenta mil por una semana y nada más empeoraron las cosas. Le dieron mariguana y salió peor, como si fueran unas vacaciones. Yo ya no sé qué hacer.
Rubén. — (Entra a la sala donde se encuentra su esposa) Otra vez oyendo ese programa. Te pones histérica y no solucionas nada.
Inés. —El problema no es sencillo, y menos cuando se trata de gente vulnerable.
Rubén. — “Vulnerable”.
Inés. — Expuesta a los peligros.
Rubén. — ¿Qué?
Inés. —Ya ni te digo nada. Llega tarde con los ojos muy extraños. Le digo que si quiere algo de comer… y que no, porque lo invitaron unos amigos.
Rubén. — Está creciendo. Tienes que acostumbrarte a que “Joaquinito” ya dejó de ser un niño. Ahora... va a convertirse en machito.
Inés. — Y… ¿me acostumbro a que desaparezcan las cosas?
Rubén. — ¿De qué me hablas?
Inés. — Muchas cosas… desaparecieron. Dinero que yo tenía. Monedas de plata que estabas coleccionando.
Rubén. — ¿Mis monedas?
Inés. — No están en el cajón.
Rubén. — Cómo se te ocurre. (Va a buscar sus monedas).
Inés. — Y no solo eso. Mi… anillo… el de compromiso, estaba en el mueble.
Rubén. — No están mis monedas. (Pausa) Y tú piensas que Joaquín...
Inés. — Las ha de haber vendido.
Rubén. — Pero... Solo tiene doce años.
Inés. — Tenemos que hacer algo con él y no solo regañarlo, o darle de cinturonazos.
Rubén. — Puede ser; tengo que pensarlo.
Escena cinco
En la narcotiendita.
El Cortado va a convencer a Eva y a Joaquín para que vendan droga.
Eva. — Está chidísima, pura bien pura.
El Cortado. — Es la última vez, ya saben, pendejitos. Tienen que conseguir más lana para la próxima vez.
Joaquín. — ¿Más?... No la...
Eva. — Sí, no mames, yo le robé a mi jefe todo el dinero de su cartera y apenas nos alcanzó para estar a tono.
El Cortado. — Pues no gana mucho el jodido de tu jefe, la verdad.
Eva. — Eso dices tú. Me regañó como nunca…Yo creo que sabe.
Joaquín. — Lo mismo mi mamá. Se me queda viendo los ojos… Así… Ya saben...
El Cortado. — No, ustedes ya saben. Si no consiguen más dinero...
Eva. — (Muy agresiva) Qué. ¡Cómo de qué va?
Joaquín. — Cálmate, yo te explico.
El Cortado. — (Sonríe satisfecho) Es muy sencillo, pinche Eva.
Eva. — ¿Yo qué? No entiendo.
El Cortado. — Tú nomás pérate y vas a ver si me entiendes. Y va para los dos, no se me apendejen. ¿Va?
Joaquín. — Chido.
Eva. — Va.
Escena seis
En El Hotel Rincón.
Luchas internas de los narcos.
Rizos y El Gabo.
El Gabo. — Levantaron a Lucas. Lo aventaron en las Bombas con una nota. “El Sur es nuestro” … Los Jaguares Negros.
El Rizos. — Ya vas a ver, Gabo. Lucas no murió porque sí. Vamos por el Sur. Háblale a Israel. Les vamos a cortar los huevos... ¡Conoces al Jaguar Mayor?... Hay que ponerle un hasta aquí. Háblale a Israel.
Escena siete
Familia Rovira.
Inés limpia la casa. Rubén cambia canales de televisión y se detiene en un noticiario.
Voz del Noticiero. — “Entrevistado hoy en la cárcel, el acusado de quince años indicó que imitó a dos de sus tíos, que son asesinos narcotraficantes en Sinaloa.
Rubén. — Tiene quince años y ya está en la cárcel.
Llegan Joaquín y Eva a casa de sus padres. Los dos visten con ropa excéntrica pero cara y tienen además: ella, un dispositivo caro colgándole del cuello; y él, un celular de los mejores.
Joaquín. — ¿Qué pues!
Inés. — ¿Por qué no me avisaste que traías visitas?
Rubén. — ¿Y esa ropa? ¡Pareces cholo!
Joaquín. — (Ignora a su padre) ¡Esta es mi chava!
Eva. — ¡Hola!
Inés. — ¿Sí?
Rubén. — Te estoy hablando, Joaquín. ¡Porqué estás vestido así!
Joaquín. — (Recibe una llamada por su teléfono. Ante lo cual su padre comienza a desatarse el cinturón.) ¿Hola? (...) Qué pasó We (...) ¿Orita? (...) Pues... con los rucos... (...) lo de siempre, pura calidad. Allá voy a estar. (Cuelga el teléfono y se le enfrenta a su padre). ¿Me quieres pegar?... Tú no más…
Rubén. —¡Por qué te vistes así! ¿De dónde sacaste ese teléfono?
Joaquín. — Me va bien.
Rubén. — ¿Sí? ¿con todas las cosas que nos has robado?
Joaquín. — Hazme la cuenta.
Rubén. — ¡Hijo de tu…!
Joaquín. — ¡Cuidadito y cómo me hablas!
Rubén. — Ya estuvo. (Trata de írsele a los golpes con su cinturón)
Joaquín. — Ya estuvo tú, pinche mamón. (Saca una pistola y lo amenaza) Calmado, putito, o te tiro un balazo.
Inés. — Joaquín, por favor, eres solo una criatura.
Joaquín. — Eso mismo, par de lusers… Ya me cansé de ustedes. Vine a despedirme, “jefecitos”.
Inés. — Pero, cómo va a ser.
Rubén. — Eres menor de edad, idiota.
Joaquín. — ¿Qué, quieres que me quede? (Ante el silencio evidente del padre) Se la pasaron pegándome. Ahora tengo familia. (a Eva) Vámonos chava.
Eva. — ¡Lusers!
Joaquín. —Tomen, para sus gastos. (Le avienta varios billetes al piso antes de salir de escena).
Escena ocho
En la narcotiendita.
El Gabo pasa a cobrar la cuota. Le dice a El Cortado que no quiere niñas en la “Organización”
El Gabo y el Cortado.
El Cortado. — Aquí está lo de la última semana. Ha estado muy buena porque me conseguí a una niñita que vende el triple que un cabrón...
El Gabo. — ¿Ahora regenteas niñas?, ¡no chingues!... Y, qué... ¿Sí da el ancho?
El Cortado. ― Sí la hace, pero tiene a su güey.
El Gabo. — Me vale madres, pelado.
El Cortado. — Nomás decía. Yo he visto muchas cosas.
El Gabo. — Pues será mejor que te calles. Y no andes regenteando chavas; me da no sé qué.
El Cortado. — Pero con ésta ya nos quedamos, ¿no, mi Gabo?
Gabo. — Sin confianzas, Cortado.
El Cortado. — Oiga, mi jefe, me dijeron que la última entrega estuvo incompleta... ¿Qué pasó?
El Gabo. — Tú no te fijes. Nada más no tú no te la caciquees.
El Cortado. — ¿Cuándo ha tenido queja?
El Gabo. — Cierra el hocico que te demos violín.
El Cortado. — Ni madres, Jefe. Entonces qué: ¿viene la próxima semana?
El Gabo. — Hasta crees. Hoy fue especial. Atento que llegan otros paquetes.
El Cortado. — Bien avispa.
El Gabo. —Y no quiero niñas.
El Cortado. ― Pero mi Gabo, es de lo más inofensiva.
El Gabo. — Ya te dije.
Escena nueve
En El Hotel Rincón
El Rizos habla por teléfono con su hija. El Gabo se burla del afecto que el jefe puede demostrar a alguien. Hablan de que en una tiendita se atrasan con los pagos. Hablan de los “ajustes” que deben llevar a cabo.
El Rizos oye “salsa” o “merengue”. Suena el teléfono, apaga su aparato de sonido y habla por su cel con su hija.
El Rizos. — Hola m’hija, ¿cómo está mi princesa? (...) Cómo que estás solita, ¿qué no está Ramiro y los demás para que te cuiden? (...) No, m’hija, eso no. Hay que ser discretos. (...) Yo también te quiero, princesa. (...)
El Rizos cuelga el teléfono y se muestra molesto al ver que El Gabo ha estado escuchando.
El Gabo. — Qué pasó mi Rizos, no te conocía de cariñoso.
El Rizos. — Te calmas, culero.
El Gabo. — No, mi jefe, yo no digo nada; al contrario me da gusto que...
El Rizos. — Qué pasó, ¿fuiste a las tienditas? ¿Cuánto juntaste?
El Gabo. — Casi todos han estado a la altura, nada más el Ñato se atrasa. Creo que ya valió; no cubre las cuotas.
Rizos. ― Que se encargue Justino.
El Gabo. — Sí, Rizos, como siempre. Pero hay que poner a alguien más. No podemos desatender la zona, hay como siete escuelas.
El Rizos. — Nadie mejor que tú sabe.
El Gabo. — Sí, ya estoy pensando... Ya sé… El Cortado, ¿lo conoces?
El Rizos. — Tú encárgate.
El Gabo. —Por cierto, se dieron cuenta de que las últimas entregas...
El Rizos. — Ah qué la Chingada. Diles que todo se va a componer.
El Gabo. — Sí, les he dicho eso mismo. Entonces qué... con la Princesita?
El Rizos. — ¿No te dije que no me chingues? Mi gente te vale madres; no te metas y es en serio.
El Gabo. — Si yo nada más...
El Rizos. — Cierra el hocico.
El Gabo. — Sí, ya estuvo.
Escena diez
Familia Rovira.
Inés. ― Ya no sé qué hacer. He hablado a todos lados y nada. Nadie sabe de Joaquín.
Rubén. ― Para mí está muerto.
Inés. ― Cómo puedes hablar así. Es un niño.
Rubén. —Un niño no te apunta con pistola. Para mí está muerto, ya te dije.
Inés. ― Y tú qué... Lo trataste como basura. Yo hasta lo llevé a un psiquiatra.
Rubén. — ¿Y si está loco es mi culpa?
Inés. ― Loco, ¿tú crees?... Se fue a buscar el apoyo que no le diste.
Rubén. ― Cállate pendeja o te pego otra vez.
Inés. ― ¿Otra vez? Atrévete. Estoy harta de ti, basura.
Rubén. ― ¿Basura? Pues lárgate. A ver quién te mantiene.
Inés. ― Yo me las puedo solita, macho de cuarta.
Rubén. ― Yo me voy al Table. A ver cuando regrese ya te calmaste.
Inés. ― A ver si haces algo para encontrar a tu hijo. Solo tiene doce años, Rubén.
Rubén. ― Ya dijiste. Ahí me avisas, mamita.
Rubén Se va. Inés queda temblando de furia, pero pronto toma el teléfono y marca frenética un número.
Escena once
En La Narcotiendita. El Cortado da Instrucciones a Eva y Joaquín sobre sus nuevas responsabilidades como “dillers” en la “tiendita”.
Cortado. ― Ya saben cómo va. Si me fallan se las atoro.
Joaquín. ― Pero… y qué pex con los clientes.
Cortado. ― (Ignora a Eva) Te debes fijar. Si te hablan al tiro, sobres. Conoces a la mayoría. (Por primera vez se dirige a los dos) Si no les late no saben nada. Y aguados con la tira. No se me apendejen.
Eva. ― Yo he vendido más que nadie.
Cortado. ― Sí, ya sé, pero no te me duermas. Estás aquí gracias mí. Me pidieron tu cabeza, pero yo te defendí.
Eva. ― Va, gracias, Cortado.
Cortado. ― Pues los dejo. Si se meten en pedos ni los conozco.
Eva. ― Va, Cortado.
Joaquín. — Chido.
Cortado. ― Ahí se ven.
Escena doce
En El Hotel Rincón.
El Rizos y El Gabo. La hija de El Rizos fue secuestrada no se sabe por quién. El Rizos reclama a El Gabo que Joaquín y Eva, “los nuevos”, no han cubierto las cuotas. El Rizos le pide que les dé un ultimátum.
El Rizos. — ¡Me levantaron a mi hija, ca!
El Gabo. — ¡Jefe!
El Rizos. — Me cae que fueron los Gallos, o los Santos, o el Santiago, o la Puerca... Qué tal que fue la Familia. No dejaron recado.
El Gabo. — Cómo así... ¿y los federales, jefe? ya ve que anunciaron no sé qué madres, será por ahí el putazo.
El Rizos. — Quién sabe. A lo mejor quieren que nos destapemos… pero mi niña, Gabo. Me la quitaron. No hay que ser.
El Gabo. — Qué quiere que le diga, Jefe.
El Rizos. — Vete a atender los negocios que ya sé bien que no te andan pagando los Nuevos.
El Gabo. —Ahorita mismo voy y les pongo un ultimátum.
El Rizos. — ¿Un ultimátum? A qué crees que estamos jugando. ¡Ya estoy harto de que te me estés ablandando!
El Gabo. — Jefe, es una niña...
El Rizos. —Llámale al Justino, que se encargue.
El Gabo. — ¡No, Jefe!
El Rizos. — Y te me quedas, a ver si sabemos de mi hija.
El Gabo. —Jefe.
El Rizos. ― Ahí te ves.
Escena catorce
Familia Rovira.
Inés. ― (Al teléfono) ¿Hola?, ¿diga?, ¡quién habla?... Otra vez me colgaron.
Rubén. ― Ya no contestes.
Inés. ― ¿Y si es Joaquín?
Rubén. ― Ya olvídalo.
Suena de nuevo el teléfono.
Inés. ― ¡Dónde estás!, ¡Cómo estás!
Rubén. ― ¿Es Joaquín?
Inés. ― Te espero.
Rubén. ― ¡Qué pasa!
Inés. ― Todo va a salir bien.
Inés rompe a llorar.
Rubén. ― ¡Qué te dijo!
Inés. ― Le dispararon.
Rubén. ― Madres.
Inés. — Hay que llamar a un médico... O no sé...
Entra Joaquín. En sus brazos carga a Eva.
Joaquín. — Me la mataron, mamá. Le dieron de balazos.
Rubén. ― Nos vas a meter en problemas. Será mejor que te vayas.
Inés. ― (Se acerca a Eva) Todavía respira.
Rubén. ― No estamos para ayudarte, mejor que te vayas.
Inés. — Se está desangrando. Y a ti también te dieron.
Joaquín. ― No es nada.
Inés. ― Rubén, vamos al hospital.
Rubén. ― No atienden heridos de bala.
Inés. —No podemos dejarlos así, por favor, hay que hacer algo. ¡Por favor!
Rubén. — Ya, ya mujer. Mira, sé dónde llevarlos.
Inés. — ¡Pues como va!
Rubén. — ¡Está bien, vamos carajo!
Rubén toma en sus brazos a Eva. Joaquín se apoya en Inés para caminar, se dirigen a la puerta y cuando la abren reciben una ráfaga de metralleta. Caen todos muertos al piso.
Escena quince
En El Hotel Rincón.
El Rizos ve un programa de noticias del que solo escuchamos el audio.
Audio de TV.― ...y fueron ultimados al parecer en el domicilio de sus padres, Rubén Rovira y su esposa, de nombre Inés. Los dos adolescentes de doce aproximadamente presentan el tiro de gracia. Las pruebas toxicológicas dieron positivo al consumo de droga sintética por lo que se presume que estaban vinculados o eran víctimas del crimen organizado. Seguiremos de cerca este caso.
El Rizos. ― (Contesta su celular) ¿Cómo está mi princesa? (...) Yo muy bien, con mucho trabajo, como siempre. (...) Ah que tú mamá. (...) Ya, ya pasó. Nada que tú debas saber. (...) Sí, ya todo está bien. (...) Yo también. Un beso.
Entra El Cortado.
El Cortado. — ¿Que me llamó, jefe?
El Rizos. — Sí, Cortado. Quiero que le mandes unas flores a la familia de El Gabo. Ese cabrón.
El Cortado. — Se le pasó la mano.
El Rizos. — Aprende en cabeza ajena.
El Cortado. — Nunca mejor dicho, ¿no?
El Rizos. — O qué la...
El Cortado. — Perdón.
El Rizos. — Mira que secuestrarme a mi hija. (Pausa) ¿Ya cuánto juntaste?
El Cortado. — La cuota completa.
El Rizos. — ¿Ves? Tomaron nota.
El Cortado. — Y vaya que sí. Todos bien alineados, je… Pero hay un problema, Jefe.
El Rizos. — Ahora qué.
El Cortado. — Todavía necesitamos carne joven, chavitos.
El Rizos. — Pues búscale, que no se queden con el dinero, como los otros.
El Cortado. — Oiga, y si consigo mejor una ruca. Conozco una vieja una con una miscelánea bien chida.
El Rizos. — Las misceláneas ya las tenemos, descerebrado. Consíguete otros de secundaria o un poco mayores, pero que agachen la cabeza. Ahora que sean dos nenas, unas mujercitas, mayores, como de quince, pero me las amenazas bien.
El Cortado. — (Nervioso) Y unas nenas también, claro, jefe, unas mujercitas… como de quince… y es que las cosas están cambiando ¿qué no?, ya también ahora son las que venden, las chavas… así mayorcitas, como de quince… eh Jefe, jeje.
¿Jefe?... ¿Ya se enojó?... No se vaya. (Se queda solo) Pues sí. Las cosas están cambiando. Ni hablar. Están cambiando…
Oscuro final