martes, 2 de agosto de 2022

Tres obras Gavarre Ben


 











Filus  

(Monólogo) 

de Benjamín Gavarre Silva 

 

Personajes: 

Filus 

(Voz de Bosca y Voz cavernosa) 

(Voz de Abus) 

 

1. 

Sótano, casi en la oscuridad total.  Se vislumbran algunos muebles viejos arrumbados; objetos varios también abandonados; algunos útiles, otros no tanto. 

Se escuchan las voces que vienen de arriba, una discusión entre Filus y su hermana Bosca. 

 

A gritos... Siempre, siempre en tono de comedia. 

 

 

Voz de Filus. — ¡Tú eres demasiado joven, y además no estás casada! 

 

Voz de Bosca. — ¿Ah, sí?... ¿Sabes lo que pasa cuando me haces enojar? 

 

Voz de Filus. — ¡Yo sé lo que puede pasar si me tocas un cabello! 

 

Voz de Bosca. — Uy, ¡qué miedo! 

 

Voz de Filus. — ¡Tú te lo buscaste!  

 

Voz de Bosca. — Ahorita vas a ver… Conmigo sales perdiendo. (Se entiende que Bosca le está pegando a su hermano). 

 

Voz de Filus. — ¡Auxilio! ¡Bosca se volvió loca! ¡Auxilio, Abus! ¡Controla a tu nieta! 

 

 

Se escucha ahora a la abuela que regaña, nada más, a Filus. 

 

Voz de Abus. — ¡Filus! ¡Deja en paz a tu hermana! ¿Qué pasa contigo? Me parece haberte dicho que arreglaras tu sótano. ¿Qué has estado haciendo?  

 

Voz de Bosca. —Filus se ha pasado todo el día reflexionando. Está pensando en sus maravillosos e irrealizables proyectos. 

 

Voz de Filus. — Mis proyectos son asuntos, trascendentes, significativos. 

 

Voz de Bosca. ¡Uy, qué importante suenas! 

 

Voz de Abus. — No peleen. Filus, tienes cinco minutos para limpiar el sótano. 

 

Voz de Filus. — Déjame en paz, abuela; lo quiero tal y como está. 

 

Voz de Abus. — Limpia ese chiquero. 

 

Voz de Filus. — No soy esclavo de nadie. 

 

Voz de Abus. — Lo haces o lo haces. 

 

Voz de Bosca. — ¡No lo hagas, Filus! ¡salva a la humanidad! 

 

Voz de Filus. — ¡Ya cállate! 

 

Voz de Abus. — Te voy a quitar el internet, si no lo limpias. 

 

Voz de Bosca. — Eso sí le va a doler. 

 

Voz de Filus. — (Grita muy fuerte) ¡Está bien, lo voy a hacer, abuela! ¡Lo voy a hacer, pero a mi modo! 

 

Voz de Abus. — Como tú quieras, pero ya sabes. 

 

Voz de Bosca. — Y rapidito, hermanito, rapidito. Adióooos. 

 

Oscuro 

 

2. 

Filus, en el sótano. 

 

Filus. — (Baja las escaleras, muy de malas, pero muy decidido. Toma la escoba y empieza a barrer el sótano) A mi modo. ¿Tengo que arreglar un agujero? Ah, pues yo, Filus, lo transformo magníficamente.  

(Estalla, casi llora, siempre en comedia) ¡Por qué yo! 

 

Deja la escoba y se sienta, desfallecido, en un mueble desvencijado. 

 

¡Por qué yo! 

 

Busca en uno de los cajones del mueble y encuentra unas medias. Abre el viejo paquete que estaba intacto todavía… y se pone una de las medias en la cabeza. 

 

(Burlón) ¡Ay de mí! ¡Ay de mí que no tengo cara! ¡Ay, que se me perdió la cara! ¡No tengo cara, ay de mí! 

 

Abre la puerta de un ropero desvencijado y saca una vieja y falsa calavera. 

 

(Histriónico, habla con la calavera) ¿Eres tú, bisabuelo? (Él mismo actúa como su supuesto bisabuelo) ¿Yo?... Soy el legendario Vizconde Filus III. Me asesinaron en el Cairo cuando pasaba la noche con un camello. ¿Podrías quitarte esa estúpida media de la cabeza? (Filus “le responde a su Bisabuelo”) Me aburro, bisabuelo. Odio la normalidad. No sé por qué nadie se da cuenta de que soy superior. Mi abuela me exige las mismas obligaciones, las mismas tareas domésticas que, claro, están bien para cualquiera, pero que a mí francamente me aburren porque yo... (Otra vez responde el Bisabuelo) Sí, sí, sí… (Improvisa una canción) ¡Por qué no te sobas, por qué no te rascas, por qué no te cansas de pensar… Date un buen masaje, donde te haga falta, te juro que es dulce, es muy placentero, rascarse, sobarse, mhhh, hay que saber disfrutar! (Filus, falsamente incómodo) ¡Basta, abuelito… Bisabuelito, ejem…  “Eso” no es lo que yo necesito, es… es demasiado... (Bisabuelo) ¿Lúbrico, estrafalario, controvertido?… Y sobre todo, tu reino no es de este mundo. (Filus) Yo quiero hacer algo importante en esta vida. Algo trascendente. Algo que transforme al mundo. (Bisabuelo) El mundo, ah, el mundo, Filus. En sus orígenes no era más que una gigantesca masa incandescente. Luego vinieron los dinosaurios. Se comieron la masa apestosa que todavía no estaba bien cocida, se indigestaron y, claro, murieron. Luego, de los dinosaurios nacieron los hombres; formaron sociedades, instituciones diversas... Y luego naciste tú. (Filus) No sé. Me parece muy pesimista tu punto de vista, abuelo Creo que mejor te dejo. (Bisabuelo) Soy tu bisabuelo, no tu abuelo. (Filus) Como sea, adiós. 

 

Deja la calavera y se queda pensativo un momento. Luego, va a hacia un carrito donde están varios frascos con contenidos desagradables, como muestras de laboratorio ya muy viejas y secas. 

 

(Con un frasco en la mano, Imita a su hermana Bosca) Mira, Filus, no es extraordinaria… Tomé esta muestra de sangre el lunes de la semana antepasada (Luego toma otro frasco de muestras de laboratorio y continúa imitando a su supuesta hermana) Luego… tomé esta muestra de orina el martes… ¿No es una desgracia? Quiero convertir estas muestras indeseables, en unas aceptables. (Ya como Filus le responde a Bosca) Bosca, estás loca. Todo lo que haces es asqueroso. (Bosca) Oh… gracias hermanito.  Pero recuerda… Tienes que limpiar el sótano, si no tu abuela te va a quitar el Internet. 

 

 

Filus se aleja del carrito con muestras y retoma la escoba. Barre sin convicción. 

 

Gracias, abuela. (Patético, pero cómico) Me obligaste como si fuera tu sirviente, como si fuera tu esclavo. Contigo siempre salgo perdiendo. No sé qué necesidad tienes de arreglar el sótano si tú nunca bajas. El sótano es mío. Solamente mío. (Sigue barriendo y ordenando los muebles. Luego toma cubeta y trapeador y hace la limpieza, muy a gusto, al ritmo de la música de su teléfono celular.) (Después de un par de minutos, mira a su alrededor y exclama satisfecho por los ligeros cambios que ha logrado) Bueno, ¡debo admitir que no le venía mal un poco de limpieza! Es asombroso como yo muevo un objeto Así, y así, y así… (Mueve los muebles viejos y deja ordenado.) y el espacio se modifica. Asombroso. De la misma manera, sólo que inversamente proporcional, yo barro y tiro esta basura en este bote… y, ¿qué pasa? (tira la basura que recogió en el bote) Muy asombroso. (Deja todo el sótano verdaderamente ordenado y limpio) He aquí como yo, mediante solamente algunos movimientos puedo transformar el espacio. (Se detiene a ver “el resultado”) Sí, todo era tan fácil; mera cuestión de hacer algunas modificaciones y así... crear la habitación que no existía. Al final, entonces diré: todo es imagen, todo simple apariencia. Por lo tanto: ¡el espacio es la forma! (Graba su voz en su teléfono celular) Y de este modo, hoy descubro que basta un ligero cambio para que toda la estructura adquiera: La Forma... ¡La nueva imagen! (Para sí) Definitivamente soy un genio. (Reflexiona) Pero, por qué limitarme a los objetos, o a los espacios. ¿Por qué no...? Podría crear… ¡La nueva imagen de un ser vivo!...  

Mmhh. Sería tan fácil… ¿Qué necesito?... Ya sé. 

 

Oscuro.  

 

3. 

Han pasado días.  Cuando regresa la luz vemos un fotomontaje pintado en colores alegres con una imagen de abuela bondadosa, muy tradicional, muy dedicada a sus quehaceres, con delantal, ropa viejita, tubos en la cabeza, la imagen de un ama de casa, pero de muy avanzada edad. En dicha imagen hay un hueco para meter la cara y convertirse en el personaje. 

Filus, siempre celular en mano, está detrás de un atril, en la mitad de una conferencia científica. Su público es un imaginario grupo de especialistas en el campo de la genética.  

(Filus actúa didáctico, cómicamente vanidoso) Yo diseñé el programa de Transformación cosmético más ingenioso. Pude crear la imagen más atractiva, pude definitivamente lograrlo. 

 

Con ayuda de su celular, Filus pone aplausos grabados y hace caravanas.  

 

(Va detrás de la imagen de Abus y mete la cara en el hueco, personificándola) Bravo, Filus. 

 

(Retomando como Filus, va al atril) Como sabemos, la imagen exterior es algo fundamental en nuestros días. Se gastan fortunas en volvernos más atractivos y atractivas sobre todo para nuestro objeto de deseo. (Supuestas risas de Abus) Yo concentré toda mi sabiduría en transformar los deseos de cambio de apariencia aun en seres tan infinitamente ancianos… como mi abuelita (Emocionado) Y He aquí que yo Filus y solo Filus convertí a mi abuelita estrictamente en lo que ella deseaba (Pone otra vez aplausos grabados). 

Y claro, los resultados aunque satisfactorios aún no son concluyentes. 

Tendré que remitirme a unos momentos antes del experimento. Les cuento lo que sucedió hace unos días: 

 

 

4. 

(Cambio de luz, a lo sepia.  Filus deja el estrado y entrevista a su abuela. Se le acerca, dulce.) Abus, quiero que pienses en eso que has anhelado toda la vida, en eso imposible de conseguir en la áspera realidad. 

(Abus”).  ¡Filus, no lo podría decir en público! No quisiera ser inapropiada… pero te cuento. Pues bien; como tú sabes, a mí nunca me faltaron pretendientes... Todos aristócratas; algunos embajadores y uno que otro músico. Amables, eso sí. Muy, muy educados y por supuesto de la más rancia y pálida alcurnia. Tú no te imaginas el éxito que tenía. Y claro, dejé que me cortejaran porque, aunque aristócratas, mis pretendientes eran después de todo humanos; pero en realidad ninguno de ellos me hacía sentir, pues, absolutamente nada. Y ahora ya se acabaron los aristócratas y la verdad no lo lamento en lo absoluto... Y no, no es que yo esté enamorada, no. Porque, cómo podría estar enamorada de... Por más que no deje de pensar en él desde que entró a formar parte de nuestro servicio. No es que no me lo pueda quitar de la cabeza, de la imaginación quiero decir. Y eso, que ni siquiera lo he escuchado, no sé ni cómo habla, ni lo que piensa. Y no, pues no siento ningún deseo de ningún tipo, por más que sea muy joven y ande así… tan… sin camisa… 

 

(Filus) Abus, no te entiendo, ¿de quién estás hablando? 

 

(Abus) Y no, yo no creo que mi vana intención de pasar la noche con él sea considerada de mal gusto. Si nadie se da cuenta, pues... Dime tú, ¿crees que sería mal visto que yo pasara la noche con... (En un susurro) con el jardinero? 

 

(Filus, atónito, a gritos) ¡Con el jardinero! (Silencio. Filus voltea a ver a todos lados y ya después continúa con su exposición científica. Envanecido) Abuelita. Si yo te pido que describas el tipo de mujer que inevitablemente haría que el jardinero cayera rendido a tus pies…  Cóooomo sería. 

 

(Abuela) Bonita, elegante, simpática… elegante… 

 

(Filus) Abuelita. Si tú pudieras pedir un deseo y te convirtieras en la mujer más atractiva sobre la tierra… cómo serías. ¡Describe a esa mujer! 

 

(Abuela) Bonita, elegante, simpática… elegante… 

 

(Filus) Abuelita.  

 

(Abuela) Elegante… con un sombrerito. Con bolsa. Simpática. 

 

(Filus. Dando por hecho que su abuela no cambiará su descripción… inicia el experimento) Bueno. Bien. (Emocionadísimo.) ¿Lista, Abuela? ¿Estás preparada Estamos ante uno de los experimentos más gloriosos, más trascendentales! ¡Tú formarás parte de esta realidad creada por mí y solamente por mí! ¡Aquí comienza la historia del mundo transformable a voluntad! He aquí el primer ejemplo de mi brillante inteligencia. Compartan conmigo la fama y la gloria: ¡ahora soy parte decisiva de la historia de la humanidad! 

 

 

5. 

Luces adecuadas y efectos sonoros especiales. Se hace un oscuro y cuando la luz vuelve vemos ahoraotro fotomontaje, pero ahora con la abuela que viste de manera elegante, no tiene delantal, tiene una bosa de mano y se podría decir que se ve guapa además de simpática y dulce. Es la imagen de lo que Abus quería ser, dispuesta a conquistar a su jardinero o salir con sus amigas. 

Filus, ocupa el hueco de la imagen con una máscara que tiene el rostro apacible y muy bien maquillado de la Abuela. 

 

(Filus. Se aleja del hueco. Se quita la máscara y se dirige a su público.) Y eso fue todo. No pasó nada. O sí, fue todo un éxito. Los controles estaban bien. Los datos eran los correctos. El experimento se realizó como era debido. Pero… Lo que tuvo que pasar pasó. Mi abuela pidió ser una mujer bonita, elegante, simpática… elegante… y pues… ya lo era. Ella siempre ha sido así. Ella está muy a gusto con quién es… y eso señores y señoras está… Muy bien. Muy bien... Sí, la verdad sea dicha. 

 

(Filus, muy triste, pone sus aplausos grabados, pero esta vez no hace reverencias.) 

 

Ah, pero esto no podía quedarse así. No señor. Yo tenía que seguir investigando y haciendo experimentos. 

 

Oscuro 

6. 

Al encenderse la luz, Filus entra con un carro encima del cual hay una cápsula tamaño humano. Dentro de la cápsula, en lugar de una persona, está el muñeco de su hermana Bosca, con quien se relacionará.) 

 

(Filus se dirige a su público especialista) Antes de iniciar el segundo experimento… tuve una interesante charla con mi hermana. Fue algo como… 

Se relaciona con el muñeco que representa a su hermana. 

 

Bosca, hermanita...”   

¡Qué, Filus!”  

Por qué no me hablas de tu máximo deseo, de tu mayor anhelo.”  

¿Yo? No, Filus yo no quiero nada, me gusto tal y como soy.  

¡Dime tus deseos, Bosca! 

¡No, Filus, déjame en paz. Yo no quiero ningún cambio, Filuuus! ¡Auxilio, Filus se ha vuelto loco! ¡Abuelaaaa! 

 

(Filus didáctico, ameno) Estamos sin duda en tiempos en que todos queremos poderes. Todos queremos volar, leer la mente, hacer viajes inter… inter… galácticos.  Como sea.  Todos deseamos al menos un poder que podamos controlar y que sea parte de nuestra vida diaria. Así, yo estuve investigando. Hice grandes progresos en la ciencia de la esdrodosfera cuántica y pude tener los mejores resultados para un cambio significativo en los sujetos del experimento. En este caso el sujeto fue… Bosca. Mi hermana. Les cuento como fue… todo. (Lleva al muñeco de Bosca a la cápsula y cierra la tapa. Se despide con un gesto triste). 

 

(Filus va al estrado y vuelve a dirigirse a su público) ... por lo tanto, aunque los alquimistas tenían razón en sus intenciones, estaban incapacitados tecnológica y científicamente para lograr la transmutación de los elementos. Yo, incluso con los resultados positivos, aunque no los esperados por mí, que es lo más importante… aprendo como todo buen científico y aún más... confirmo mi hipótesis: EL MUNDO ES TRANSFORMABLE. 

 

Voz de Abus. — (Desde arriba) Bravo, Filus; eso les va a encantar. 

 

Filus. — (Retomando, ligeramente incómodo por la intervención) Yo realicé una modificación momentánea tomando como objeto de estudio a un ser vivo. Sin embargo, al no sentirme satisfecho del cambio meramente circunstancial, aunque con éxito, verdad, Abus… (Risas de Abus desde arriba) Decidí llevar mi experimento todavía más lejos: Efectuar una transformación intrínseca de la estructura básica. Es decir, una transmutación a fondo, molecular y permanente. (Emocionado) Una alteración drástica en la fisiología de un ser vivo tomando como punto de partida los elementos primarios esdrodosféricos Sí, me refiero exactamente a una metamorfosis interna total, pero sin cambios externos significativos. (Emocionadísimo) Así es, estoy hablando de la alteración factible cuántica y cromosómica genética en un sujeto viviente. (Pone con su propio teléfono móvil aplausos grabados). 

 

Voz de Abus. —¡Eso es, Filus... bravo! 

 

Filus. — (Recobra la calma) Quiero agradecer la infinita cooperación de mi segundo y actual sujeto de estudio quien cordialmente se propuso ella misma para ser utilizada en este experimento. Ella… Se supone… que debería…. Estar dentro de esta cápsula… Ya saben ustedes. Yo le pregunté: Bosca, querida hermana, cuál es tu deseo más profundo… En qué quieres tú que yo te convierta a ti… Palabras más palabras menos. 

 

(Suena su teléfono, y contesta el mensaje) Sí, yo lo recuerdo… Sí abuela. “Volar, tener fuerza sobrenatural, controlar a quien se le diera la gana…Y claro, tener la capacidad de atravesar las paredes cuando lo desee, sí, cuando ella lo deseara… suplantar la identidad de quien quisiera, leer la mente…  y… y… y… Volverse invisible.  

 

(Graba su voz en el celular, muy profesional) El sujeto quería volverse invisible. 

Eso es. 

(Se queda de pie, unos segundos, en silencio) Y… pues al parecer… el experimento… funcionó. Yo la metí en esta cápsula. (Abre la tapa de la cápsula y es evidente que está vacía. Si es posible se mostrará, como en un acto de magia, el interior de la cápsula vacía al público)) Y pues… Ya no está. 

 

Una de las explicaciones que puedo dar es que ella efectivamente es ahora invisible… pero… ¿por qué no se comunica? Y por otro lado. Es invisible, yo digo, pero ciertamente no es muda. No. A ella, sí, le gusta mucho la comunicación. Ustedes saben. Y aunque fuera invisible y muda… pues podría tocarme, podría darme aunque fuera un golpe, una patada… O algo no tan violento. Podría tomarme de la mano. 

 

(Retoma su lugar como conferencista) Podemos decir que el experimento ha sido… un éxito relativo. Hemos podido transformar al sujeto. Pero… Ya no hemos podido tener contacto con él. Eso es. 

 

Aplausos grabados, escasos.  Cara de circunstancia de Filus. 

 

Oscuro 

 

7. 

Filus se encuentra sentado encima de un viejo mueble y con una media en la cabeza. 

 

Filus. — (Decepcionado) No, no soy el ingenio de todos los tiempos. Soy un fracaso. No tengo cara. Nada de lo que hago sale bien. (La tapa de la cápsula se abre, y luego se ilumina. Se escucha un sonido agudo, lejano) ¿Hermanita? ¿Bosca? ¿Estás ahí? (Filus se quita la media de la cabeza y salta emocionado. Se coloca junto a la cápsula y trata de hacer que su hermana se comunique) ¡Bosca...! (Toca con sus nudillos la tapa, abre y cierra varias veces) ¡Oye...! (Cierra la tapa y trata de escuchar lo que sucede dentro. Se escuchan risas nerviosas de mujer, carcajadas de hombre) Bosca, ¿qué andas haciendo, eh? 

Se escucha una voz distorsionada de mujer. 

 

Voz distorsionada de mujer. ¡Filus...! ¡Aléjate! Vete de aquí antes de que sea demasiado...! 

 

Filus. — ¿Bosca?... (Silencio. Filus, desconcertado abre la tapa de la cápsula) ¿Y este libro? Esta abierto en esta página… Tiene un gato encerrado en un círculo.  Un gato blanco ¡Por qué un gato blanco? (Filus toma el libro y empieza a leer) Conjuro especial para cuando todo esté perdido: Haz grande un círculo; con la sal de mil años haz un círculo. Comienza en calma y llega lentamente a una alta noche. Haz del mundo oscuridad y de la noche esfera. Cuando la luz del fuego esté en el centro, conocerás las palabras... (Filus se coloca debajo de un haz de luz en el escenario; luego, enciende una vela y la coloca en el centro. Sale cuidadoso y vuelve a tomar el libro) Ahora, consulta la página doscientos cuarenta y uno... (Obediente) Página dos, cuatro, uno: ya está. (Lee) Si sabes cuántas vidas tiene un gato, ve y colócate en el centro. (Llega al centro de la circunferencia. Filus toma la vela y sigue leyendo) ¿Ya estás adentro?... (Filus responde) Sí y ahora qué... (Lee) Ahora, si verdaderamente sabes cuántas vidas tiene el gato, cuenta las veces necesarias una y otra vez hasta que llegue. (Deja de leer) Ya entiendo... Gracias, Bosca, donde quiera que te encuentres. Espero que puedas perdonarme. Pero no entiendo nada de esto, del libro y el gato blanco… Y… creo me imagino… estoy seguro de que es un conjuro para que aparezca un gato. Muy interesante. (Anhelante) Es magia. (Recapacita) No, pero qué estoy diciendo. Yo odio la magia y esas idioteces. (Vuelve a leer) Esto está facilísimo. Vamos a ver... (Sale del círculo y pone el libro y la vela apagada en un mueble. Coloca un pizarrón en el tripié y escribe) Un gato tiene siete vidas. Siete gatos una vez (Escribe 7 x 1= 7) Son siete. (Sigue anotando las cantidades) Siete gatos dos veces: catorce... (Pizarrón: 7 x 2= 14) Más siete... (Anota y dice: 14 + 7= 21) igual a veintiuno. Y si sometemos este resultado a un valor exponencial tendremos veintiuno, más veintiocho, más treinta y cinco más cuarenta y dos... (Anota y dice: 21 + 28 + 35 + 42) más siete veces siete que son cuarenta y nueve... (Anota y dice: +49) tenemos como resultado: Ciento noventa y seis gatos (Anota: 196 gatos). 

Y si sumamos de atrás para adelante (Anota y dice: 6 + 9= 15 + 1) O no... Mejor de adelante para atrás... tenemos: uno, más nueve igual a diez (Escribe y dice:  1 + 9= 10) y si sumamos el seis tendremos... 

(Escribe y dice 10 + 6= 16) dieciséis... Y por supuesto UNO más SEIS es lógica y sencillamente el resultado final... (Anota 1 + 6) Es igual a SIETE!... Por lo tanto siete vidas tiene el gato. ¿O no es que tenía nueve?… Voy a buscarlo en Google… (Busca en su celular) Tiene siete o nueve… depende del país. Bueno. Como sea, ¿dónde está el maldito gato...? 

 

La luz se apaga por completo. Luego, lentamente se ilumina el centro del círculo y vemos 

 

La imagen de un demonio de cuerpo entero, una estatua o muñeco grande, tal vez un alebrije o Judas. Desde dentro se escucha su voz. 

 

 

Voz cavernosa. — Aquí estoy, Filus... Me llamaste. 

 

Filus. — (Despectivo) Yo no te llamé. Quería una respuesta. 

 

Voz cavernosa. Ven, acércate. 

 

Filus. — No me acerco. Dónde está mi hermana. ¿La tienes tú? 

 

Voz cavernosa. ¿ o sí…? 

 

Filus. — Sí, qué. 

 

Voz cavernosa. Soy la solución a tus problemas, soy la solución. 

 

Filus. — ¿De verdad? Quiero que mis experimentos funcionen; quiero que mi hermana regrese, ¿eres capaz de ayudarme? 

 

Voz cavernosa. Todo lo que tú haces funciona. Por eso he venido. 

 

Filus. — No funciona nada de lo que hago. No lo sabes. Convertí a mi abuelita en lo mismo que antes era y, luego, desaparecí a mi hermana. Por qué dices que mis experimentos funcionan. Soy un fracaso. Soy un asco. 

 

Voz cavernosa. Ayúdame, Filus... Dame tu mano. 

 

Filus. — Y cómo te voy a dar la mano. Tú no tienes mano. 

 

Voz cavernosa. Te necesito, Filus. 

 

Filus. — Ah, sí, cómo no. Entonces no eres un demonio muy poderoso. 

 

Voz cavernosa. Ven, te vas a divertir. 

 

Filus. — No lo sé... No lo creo. 

 

Voz cavernosa. Si no vienes, tu hermana ya no regresará contigo. 

 

Filus. — Eso fue lo que pensé. Tú la tienes. 

 

Voz cavernosa. Ajá. Ajá. 

 

Filus. — ¿Qué? Es así como contestas.  Ajá y ajá. La verdad como demonio dejas mucho qué desear. 

 

Voz cavernosa. Y tú como científico das pena. Mira que convertir a tu hermana en campo gravitacional de la esdroesdroferosfera 

 

Filus. ¿Qué?  Esdroferosfera… mo sabes eso. 

 

Voz cavernosa. Me mantengo informada. 

 

Filus. — (Sorprendido) ¿Tú...? (En actitud sospechosa) Que bueno que te mantengas informada…, me da mucho gusto… Hermanita. 

 

Voz cavernosa. Qué te hace pensar que soy tu hermana. 

 

Filus. — Muy sencillo. Te equivocaste de género, dijiste informada, a menos que seas una diabla y no un demonio…. Y… todavía más claro… El campo gravitacional es un concepto que estuve desarrollando en mis últimos experimentos, así como la realidad cuántica y la esdroferosfera interseccional… Investigación absolutamente mía… la esdroferosfera sobre todo es mía… me refiero… a… 

 

Voz cavernosa. Ah… Sí, desde luego, la esdroferferofero 

 

Filus. — Y francamente, Bosca, me parece de muy mal gusto que estuvieras espiando mi teléfono, porque es ahí donde tengo todo grabado… y que estés utilizando información privilegiada. 

 

Voz cavernosa. ¡Diablos! 

 

Filus. — (Molesto) Eso digo yo… (Repentinamente optimista) Pero se me ocurre, Bosca, que ya está el proceso a punto de revertirse. Al principio eras muda, invisible y no tenías tacto. No tenías sentido del tacto, ¿no es cierto? 

 

Voz cavernosa. (Titubeante) Nnnooo. 

 

Filus. — (Sincero) Ya puedo estar tranquilo, y tú más… Te aseguro de que en unos días… Tú vas a….  

 

Repentino oscuro y explosión. 

 

8. 

Han pasado algunos días. Cuando la luz regresa ha desaparecido el demonio y la cápsula. Filus está una vez más de pie junto al atril. La iluminación es cálida y ya está todo ordenado.  

 

 

(Filus, serenamente feliz) Lo cierto es que Bosca es más feliz ahora que como antes vivía. Y no, no es que nadie la haya obligado a permanecer en el estado gravitacional esdrodosférico, invención mía, y que puede si ella quiere aprender a regresar y después irse según sus deseos. La transformación no ha sido definitiva y tiene las opciones de vivir así, invisible… La voz cada día se le aclara un poco más y bueno, parece ser… que el tacto lo puede usar a voluntad… Si ella quiere la pueden sentir y si ella no quiere… Ya saben. 

Mi Abus, está muy feliz ahora que está de nuevo soltera… parece que el jardinero solo fue una aventura más, pero ella definitivamente es más feliz con sus amigas. ¿Qué más?  ¿Yo?  Si es lo más importante… No. No es cierto. En verdad me he vuelto un poquito más humilde, sobre todo desde que publiqué mi investigación ya saben gravitacional esdrodosférica y… pues estoy becado y ya muy pronto me voy a trabajar a… al centro de… (Filus se comporta extrañamente, como si una fuerza lo empujara o lo pellizcara de repente) A una institución de mucho prestigio… ya saben… y ¿Bosca?… Eres tú, claro que eres tú. Habla, hermanita, yo sé que puedes hablar, aun con tu ronca voz… Oye, ya… Déjame. Bien… Creo que por hoy eso ha sido todo. Los dejo, debo subir un momento y dejar este sótano… porque es aquí… donde paso más tiempo y también debo… salir y tomar un poquito de … aire…. Libre… Ya por favor… Abuela… Abuuus Abuuuuus…. ¡Bosca se ha vuelto definitivamente loca!… Abuuuus. Abueliiitaaaaa. 

 

Oscuro final.  

 

 

 

 

 

 

Isabela Adolescente 

 

 

de Benjamín Gavarre Silva 

 

 

Comedia para tres personajes femeninos y una voz: 

 

 

Personajes: 

 

Isabela (Isa) 

Mami 

Lala. 

(Voz de Jonás) 

 

Isabela es una adolescente gorda en una sociedad que considera a la gordura como uno de los males mayores. Su gordura está distorsionada en la imagen que ella misma tiene de su propio cuerpo y es agravada por los comentarios negativos de su madre y hermana quienes no ayudan a que la chica esté a gusto consigo misma. Su imagen la atormenta, ya que se mira en el espejo con muchos kilos más de los que tiene. Es un asunto polémico, pero para lo que ella considera es gordura, otros dirían que es sobrepeso. Es un asunto que tiene que ver con la imagen negativa hacia las personas que no se ajustan a una norma y por lo tanto no se sienten bien consigo mismas. Lo peor, en el caso de Isabela, es que la imagen que tiene de sí misma no corresponde a las exigencias que las redes sociales piden para las chicas de su edad, por ejemplo una cintura imposible, como la de la Cenicienta. 

Isabela (Isa) pasa la mayor parte del tiempo en su cuarto en el que está todas las tardes después de la escuela, y hasta muy entrada la noche. Es el cuarto desordenado de una joven adolescente, pero sobre todo es un refugio. Está ubicado en la planta baja de su casa grande y vieja donde viven además de Isa, su mamá y su hermana. 

Además del gran espejo de cuerpo entero que domina el espacio escénico, podemos ver un biombo, un futón, un rack con ropa colgada, una silla y algunas mesas con toda clase de objetos en un desorden que solo Isa puede entender.  Está también una bicicleta prácticamente nueva y utilizada como perchero. Podemos ver -a la izquierda del escenario- una puerta que comunica con la casa, a la derecha una ventana que da a la calle y, al fondo, la puerta de un baño. 

Al iniciar la obra, Isa está echada en su futón. Tiene sus auriculares puestos y no deja de poner atención a su celular. Mami está sentada en una silla y mira con desaprobación y desagrado ya sea a Isabel o a su cuarto que es donde se encuentran las dos, en un frío duelo en el que supuestamente la chica ignora a su madre, pero está consciente de que esta última está ahí y la observa. Esta situación dura algún tiempo y es más o menos rota por la llegada de Lala, quien entra al cuarto, sonríe a Mami y se va a sentar junto a Isa, quien con desagrado le hace lugar. Lala también saca su celular y se pone a revisar sus redes sociales. 

 

 

1. 

Luz cálida. Tono de comedia con algunos elementos satíricos. 

 

Mami. — El colmo. Esto es el colmo. ¿Tú también, Lala? Te vas a poner de su lado, como si fueras zombi. 

Lala. — Yo nada más vine a ver qué estaban haciendo. Pero no entiendo, tú estás ahí, sentada, con cara de pocos amigos y no le dices nada a Chabela. 

 

Al oír el nombre de Chabela, Isa voltea a ver a Lala con furia. Lala hace un gesto de “Yo qué” y todo vuelve a la misma situación de incomodidad, desagrado, y evasión. 

 

Mami. — Pues sí, Lala: No entiendo cómo te pones de su parte. En vez de hacer que salga de ese estado vegetativo… te le unes y te pones también a “no hacer nada”. 

Lala. — Estoy revisando mis mensajes. 

Mami. — Tus ochocientos y tantos amigos de face...  Y tu hermana … Mira nada más cómo está vestida, parece que en vez de vestirse se cubre, en vez de vestirse parece que se tapa, mejor que se ponga una sábana encima, o una cobija. Y mira en qué estado se encuentra su habitación, mira nada más el desorden, todo lleno de trapos, y comida de no sé cuántos días aquí acumulada, y cajas y... Y la bicicleta que le compré para hacer ejercicio ahí, de perchero está muy bien. Cómo quieres que Chabelita no esté gorda, si no sale de su cuarto y se la pasa aquí oyendo música y... 

Isa. — No me digas Chabelita. 

Mami. — Mírala, ya reaccionó la zombi. 

Isa. — Y no me digas zombi. 

Mami. — Ya viste, Lala, que no le diga zombi a la gorda. Si son las primeras palabras que le oigo en una semana. (Refiriéndose a la hermana) Al menos Lala sale a correr y sale en su bicicleta, pero tú, Isabel, nada, de nada, antes por lo menos nos hacías la comida, pero ya ni eso. 

Lala. — Sí, Chabela, por qué ya no te gusta cocinar, antes por lo menos... 

Isa. — ¡Que no me digas Chabela! 

Lala. —Isabela, entonces. 

Isa. — ¡Tampoco! 

Mami. — ¿Pues cómo te decimos, gordita? 

Isa. — (Silencio, Isa la fulmina con la mirada) No me llames así.   

Mami. — ¿Pues por qué no bajas de peso, gordita. 

Isa. — ¡Deja de llamarme así! 

Mami. —  Mira hija. 

Isa. — Ahí vienes otra vez. 

Mami. — Sí, allá voy. Te lo advierto. Si no te pones a dieta, o haces algo de ejercicio... 

Lala. — Uy, ahora sí... ahora sí... 

Isa. — (Se quita el auricular y se le queda viendo a su mami con fastidio) A ver, soy toda oídos (Empieza a balbucear mientras su madre la regaña) Blablabla, blablabla... blablabla 

Mami. — Si no cambias de actitud, deja tú lo gorda... Si no te pones a hacer algo de tu vida, si no te esfuerzas por lo menos en hacer tus tareas, en hacer algo de provecho, limpiar tu cuarto, hacer la comida como antes lo hacías, limpiar la casa como antes lo hacías, salir a caminar, salir a correr con Lala, salir en bicicleta con Lala... 

Isa. — (Quien oye las últimas palabras de su madre) ¿Salir con ésta? ¿Limpiar la casa?, ¿hacer la comida? ¿Para que después ni siquiera se coman lo que hago, para que después ni me agradezcan lo que hago? No, lo siento, yo tengo una vida y no la voy a desperdiciar haciendo la limpieza. ¿Pues qué te pasa, mami?, ¡yo no soy tu sirvienta! (Se pone otra vez los auriculares y trata de ignorar a su madre, quien se le enfrenta, muy enojada). 

Mami. — Pues te lo advierto una vez más, si no cambias de actitud, te voy a quitar la clave de internet, te voy a cancelar tu tarjeta y te voy a dejar encerrada aquí para que verdaderamente no salgas de tu cuarto. Te vas a quedar aquí, sin comer, hasta que recapacites y te disculpes. 

Isa. — (Grita) ¡Que me disculpe? Tú perdóname por haber nacido, madre. 

Mami. — ¡No me levantes la voz! 

Lala. — Ya estalló la bomba. 

Mami. — Y tú, Lala, mejor cállate, porque el castigo puede ir también para ti. 

Lala. — Yo qué hice, mamita. 

Isa. — (La imita) “Yo qué hice, mamita” ... ¡Mosca muerta! 

Lala. — ¿Ves cómo me trata? 

Mami. — Vámonos, hija, vamos a dejar que recapacite. A ver si continúa en esa actitud cuando le quitemos el internet y la tarjeta. 

Isa. — “Le quitemos”. No bueno, ahora las dos contra mí. 

Lala. — No, Chabelita, tú sabes que yo... 

Isa. — Qué no me llames así, ¡tamadre! 

Lala. — Uy, ya hasta con groserías, mami. 

Mami. — Sí, ya me doy cuenta. ¡Hasta vulgar se ha vuelto! 

Lala. — Sí, mami, vámonos de aquí. 

Mami. — (Más o menos conciliadora, al final) Recapacita, hija, sigue con la dieta, baja un poco de peso, búscate un... 

Lala. — ¿Pasatiempo, novio? ¡Un gimnasio? 

Isa. — Sí, sí, sí, ¡ya por favor! ¿Pueden dejarme sola? Voy a meditar profundamente en lo que me has pedido. Déjenme en paz las dos. 

Mami. — Vámonos hija, es mejor que se quedé un rato a solas y reflexione sobre las consecuencias de sus acciones. 

Lala. — Sí, mami, que reflexione, que reflexione, vámonos. Nos vemos, hermanita. 

 

Isabel cierra los ojos, se vuelve a poner los auriculares, pero poco a poco la vemos entrando en un profundo sueño. 

 

Isa. — (Sigue muy enojada, repite algunas de las palabras de la discusión.) “Hasta vulgar se ha vuelto” ... ¡Vulgar!... “Parece que en vez de vestirse se cubre, en vez de vestirse parece que se tapa, mejor que se ponga una sábana encima” ¿Por qué no bajas de peso, gordita! Como si fuera tan fácil ¿Pues quién se cree que es!? ¡La reina de no sé dónde!??... “Nos vemos, hermanita” ... Mta... Consíguete una vida, Lalita... “Ponte a estudiar, ponte a hacer la comida, arregla tu cuarto, haz la limpieza” ... ¡Pues quién se creen que soy!, ¡Se creen que soy la Cenicienta? “Tú cocinas muy rico” ...  “Hasta vulgar se ha vuelto” ... ¡No, bueno! 

 

Del enojo va pasando lentamente al sueño... se escucha a lo lejos música instrumental de reguetón. La luz cambia a un ambiente de sueño hasta que se hace un 

 

Oscuro 

 

 

2. 

La iluminación ha cambiado. La atmósfera tiene algo de cuento de Hadas, pero sin exagerar. Los personajes se van a un tono fársico, caricaturesco, para diferenciarlo del cómico más o menos verosímil de la primera escena. Algo sugiere que estamos en una realidad distinta, ya sea de la fantasía o del sueño. A Isabel la veremos entrar vestida con unas mallas color magenta y una enorme camiseta negra. 

 

Isa. — (Molesta -por algún maltrato que ha recibido, entra directamente a verse al espejo) No me voy a quedar así. Ya estoy cansada. Ya no las voy a soportar. No, mis vidas. Ni se crean. Si no les gusta... Si no les gusta mi comida... que se hagan un sándwich, o que pidan comida, pues qué se creen. Hablando de comida, creo que me voy a pedir una pizza. No, pero engorda. Creo que por aquí tenía unas alitas. ¿Dónde estarán mis alitas? Yo tenía un tupper con alitas... (Busca sus “alitas, pero no las encuentra. Abre varios recipientes más y están vacíos, solo el último contiene comida). Mhh... (Con sarcasmo) ¡Qué rico, apio y berros! ¡Y zanahorias! Bueno... Creo que después busco mis alitas, mejor comida sana. (Come con desagrado un poco de apio) En fin, qué triste es mi vida. Gorda, fea, maltratada y a dieta. A ver si aquí hay algo para mí... ¡Cenicienta? Mira nada más qué cintura. Igualita que la mía... A ver, qué necesito. Una cintura tipo Cenicienta, un novio, una pizza. (Busca en su celular y lee en voz alta) Una pizza, esa es una buena idea. Pizza, suchi... ¿Teriyaqui?, ay, no. Qué es esto. Vaya, vaya: 

¡Una nueva imagen! ¡Ya no te sientas gorda! ¡Y si estás gorda que no te importe! 

A ver, esto parece hecho para mí: “¡Diseña tu imagen, vive tu fantasía, ya no te sientas la gorda de la casa, vístete como la influencer de tus sueños, siéntete única, deja atrás los malos ratos! ¡Toma el poder! 

Claro, y como si fuera tan fácil. (Lee atentamente en su teléfono móvil) Pues parece que sí, es muy fácil. Trae unos zapatos de regalo. Y en seguida te traen todo el conjunto, será cierto? “Bibi” ... Mhh. Como comida, como Ubereats, te la traen en bici... Mh. No sé. ¿En bici?... Deben de hacer mucho ejercicio... Pues están aquí cerquita. Ya. Voy a pedir esta imagen. Ah, espero que me la traigan rapidito, como dicen... (Ve en la aplicación de su celular que la entrega se acerca) Ah, qué bien, ya viene en camino. Ya se acerca. Va a dar vuelta... Y llega en bicicleta, qué impresión... Mhhh... Jonás se llama el que entrega... Jonás del Pozo, qué risa... ¡Qué impresión que venga en bicicleta!, ¿será más fácil?, debería venir en moto, así, con chamarra de cuero y que me lleve, debe de tener un cuerpazo, voy a asomarme por la ventana antes de que me toque el timbre. 

 

Se asoma por una ventana que da a la calle para recibir un pedido que le traen por una aplicación de mensajería. 

 

Isa. — ¡Aquí es, Jonás! ¡Es aquí, no toques el timbre! 

 

Solo escuchamos a Jonás, quien está afuera, en la calle, junto a la ventana de Isabela. (Puede ser que veamos su Bicicleta, y a él apenas iluminado, en silueta). 

 

(Voz de Isa) Hola, Jonás. Llegaste muy rápido. 

(Voz de Jonás) Isabel, ¿verdad? Aquí está tu pedido. Me vas a disculpar, se me olvidó que tenían un extra. 

(Voz de Isa) ¿Un extra? 

(Voz de Jonás) Un bono, pero voy enseguida por él y te lo traigo. 

(Voz de Isa) Claro, deben de ser los zapatos. 

(Voz de Jonás) No sé qué sea, la verdad, yo solo entrego el paquete. 

(Voz de Isa) Entiendo. Oye, pero no me digas Isabela, ¿sí? Nadie me llama Isabela, prefiero Isa. Te voy a súper calificar bien y hasta te pongo propina, pero cuando me traigas el paquete. Los zapatos. 

(Voz de Jonás) Te lo traigo al ratito, no me vayas a calificar mal. 

(Voz de Isa) No, cómo crees. No te apures, yo te espero. 

(Voz de Jonás) Gracias. No me tardo. 

 

Isabel sigue asomada a la ventana, suspira cuando lo ve irse. Mami y Lala abren la puerta de su cuarto. Mami solo ve con desagrado la habitación, pero Lala se mete y se va a esconder detrás del enorme espejo de cuerpo entero. 

 

3. 

A Isa se le olvida el encanto que le produjo la llegada de Jonás. Inmediatamente cambia su atención al pedido que llegó. Observa ensimismada la gran caja de mensajería cuidadosamente embalada, quita los plásticos y cartones en donde viene envuelta su mercancía. Observa con deleite su “Nueva imagen”: un vestuario de “Sirvienta sexy de lujo”: Delantal, cofia y guantes largos, pero faltan los zapatos, por lo que anda descalza. 

 

Busca en su celular una música que le agrade. Conecta con blutooth -o similar- música instrumental de Reguetón a una bocina.  Medio baila y se quita la ropa para cambiarse detrás de un enorme biombo que la tapa por completo, se pone el vestuario de “sirvienta sexy” y una vez vestida, siempre descalza, va al espejo y se pone a improvisar un reguetón con las palabras Dámelo o Muévelo... 

 

Isa. — Muévelo, Dámelo todo, Mami. Dámelo. Muévelo todo, Papi. Y quién te dijo que no, Mami; si tú me lo quieres dar a mí todo, Papi; y quién te dijo que no, Mami; si yo me lo voy a dar, Papi; me lo voy a dar todo, Papi... 

 

Va otra vez a su celular para cambiar la música, pero la quita. Se queda casi petrificada por la noticia que descubre... Mira su imagen en el espejo unos momentos, siempre quieta. Va otra vez al celular y dominada por un intenso furor empieza a recorrer casi dando saltos intensamente emocionada, su cuarto. 

 

Isa. — ¡Ay no puede ser, me muero, me voy a morir!... ¡Gané! Gané la cena en el Súper Antro. ¡Gané el concurso! ¡Gané la Cita! ¡La Súper Cita! ¡Me voy a morir!, pero y ¿qué me voy a poner? ¿Y cómo me voy a maquillar? Pues ya veré, pero, mira nada más, mi rey, mi príncipe, mi todo lo que me pidas, papito. Tú vas a cenar conmigo, yo me lo merezco, yo soy tu princesa, tu reina, tu todo lo que quieras, papacito, papucho, papito, mi próximo marido, mi nene, mi rey. Yo no voy a cenar contigo, ¡yo te voy a cenar a ti! 

 

4. 

Su hermana Lala, en vestido cursi y pretencioso, y quien hace tiempo estaba escondida detrás del espejo en el que Isa se veía cuando bailaba, le sale al encuentro y la asusta. 

 

Lala. — ¿Me lo juras, princesa? ¿Vas a cenarme todo completito? 

Isa. — Ay, Lala, bruta, si ahí estabas: ¿Por qué siempre te escondes en mi cuarto!? ¿¡por qué siempre me espías! ¿Qué no tienes nada mejor qué hacer! ¡Ya te dije que no me gusta que me asustes! ¡No me vuelvas a asustar!!! 

Lala. — Lo siento, pero me encanta ver la cara que pones cuando saltas y casi te desmayas. ¡¿De qué cita hablas, cuál cena, cuál Súper Antro, cuál príncipe, y cómo que de reguetón, cómo que te lo vas a dar, por qué de reguetón, a quién le gusta el reguetón, a ti te gusta el reguetón? ¿De veras!?? 

Isa. — A ver, muchas preguntas. 

Lala. — ¡Con quién dices que te vas a ir a cenar, Chabelita Gordita? 

Isa. — Te pasas, flacucha, desabrida, sangrona. 

Lala. — Como sea da igual. 

Isa. — Pues no solo lo digo, me voy a ir a cenar al Súper Antro, me gané un premio, una cena, una noche, una vida entera, todo, con mi Príncipe del Reguetón: Mario Labrada. 

Lala. — Ay, Ajá... y yo me voy a ir a cenar con... Con el príncipe de... de las, de los... de mis... 

Isa. — ¿De tus sueños? Ni sabes, Lala. A ti te gusta Justin Bieber, o Justin Tonto, pero yo amo a Mario Labrada y sí, sí, me voy a ir a cenar con mi príncipe, mi rey: Mario La-bra-da! 

Lala. — Sí, ya lo oí, ya lo escuchó todo el planeta, ya nos enteramos. Pero, pues no sé si puedas ir a cenar con nadie, y menos con esa ropita de Zorra. 

Isa. — Cómo crees, es lo último de la moda en imagen sexy, tú no sabes. 

Lala. — Parece de Zorrita gordita. 

Isa. — Es de chica sexy... Es lo más sexy que se pueda encontrar en estos días punto por punto entre los que estamos vivos, aquí lo dice, mira. (Le enseña una “página” en el celular) Y me hace ver delgada, mira, aquí lo dice. (Reacciona ante la mirada burlona de Lala) Pues me lo trajeron... Y aunque lo creas o no, me hace ver menso gorda. Me lo trajeron. Hace rato... me lo trajeron en bici, por “Bibi” ... (Ante la cara de ignorancia de Lala) La nueva app, es como “Tipi”, o como “Upsi”, pero no tan caro y te lo entregan todo en bicicleta. Me prometieron también zapatos de tacón de regalo, pero esos me los traen después porque se le olvidaron al chico que me los trajo, Guapísimo, cuerpazo. 

Lala. — ¿Te van a traer tacones? Ni los sabes usar, te vas a caer... ¡Con lo gorda que estás! 

Isa. — Te tengo noticias: Esta imagen me hace ver menos gorda. Y sí sé usar tacones. Otra cosa es que nunca los use, pero estos no son tacones. Son de plataforma, ya sabes, dorados, con brillantitos, lentejuelas, no sé, preciosos, mira... (Se los enseña en la imagen de la pantalla de su cel.) ... Y son un extra. Un bono, ¿me entiendes? Vienen de regalo. Es un nuevo look para nosotras las latinas, latina internacional, ves, no como para ti, pero sí para las morenas como nosotras, como yo. Yo creo que no tardan en traérmelos. Es que de tacón no me gustan, y así de plataforma, pues me siento más segura. Si no llegan a tiempo, a Jonás lo penalizan. Se llama, Jonás, el chico, cuerpazo, lo penalizan, si yo le pongo malas opiniones, o bueno, si yo le pongo puntos malos y me sale gratis la siguiente entrega... Pero no lo voy a hacer. Hasta le voy a poner propina, en la aplicación. 

 

Lala. — No te entendí nada, Chabela, pero para mí que tu vestido es como de Zorrita gordita. 

Isa. — Tú no entiendes nada nunca. Y ya, déjame en paz, Dime Isa, o como quieras, pero no Chabela, Ni Chabelita, ni menos Isabela... Y te lo digo, con este vestido me veo delgada, lo oyes. He conseguido mi nueva imagen. (Se refiere a la página del celular otra vez) Aquí lo dice. Estoy feliz con mi vestido nuevo, estoy tranquila, en mi espacio, estoy conmigo misma, con mis cosas, y pues sí, yo me gané una cena en el Concurso: “Gánate una Cena en el Súper Antro con Mario Labrada, el Príncipe del Reguetón”, y tú, pues tú no. 

Lala. — ¿Dices que estás en tu espacio y con tus cosas, pero si siempre estás con tus cosas, solo piensas en ti! 

Isa. — Yo les hice de comer, les hice un molito y no les gustó. Pues ya. ¡Qué, les traigo Mariachi? ¿Les bailo Salsa? Pues nada, no tengo la obligación. No les vuelvo a cocinar ni nada. ¡Yo no soy la Cenicienta! 

Lala. — Pues tienes razón, la Cenicienta era delgada. 

Isa. — ¿Era? Pues qué, ¡ya se murió? ¡Qué te pasa? ¡Y en todo caso yo me hago la comida para mí misma y se acabó! Y puedo estar en mi cuarto toda la tarde y toda la noche si se me da la gana. 

Lala. — Pues sí, hermanita, pero lo que sí sé es que la Cenicienta era bonita y delgadita 

Isa. — Como sea da igual. Yo soy bonita, no me veo tan gorda y no te voy a hacer caso. 

Lala. — Pues dirás lo que quieras, pero al menos la Cenicienta sí sabía hacer la limpieza, pero tú no, mira tu cuarto: está hecho un desastre. Por lo menos era para que lo tuvieras limpio. Como el mío. Si te ve mamá, no sé qué te va a decir. No te va a dejar ir a tu Ceni-cita, eh, Cenicienta. 

Isa. — Tú mejor te vas de aquí, ya me cansé de que siempre estés aquí de metiche, salte, consíguete una vida. Vete a andar en tu bici, tú solita y tu alma, como siempre, o vete a de nerd a estudiar o vete a seguir limpiando tu cursi cuarto que se cae de limpio y aburrido. 

Lala. — Yo creo que voy a llamar a mamá, a ver qué opina de tu desorden, de tu Súper Antro, tu Súper Príncipe y tu Súper-Cita (Con mala intención) “del reguetón”. Mamaaaá. 

Isa. — Ya me caíste mal, Lala, ya me acabaste de caer muy mal! 

Lala. — Mamáaaa, ¡auxilio! ¡Cenicienta me quiere pegar otra vez! 

 

Se oye una campana. Isa y Lala se miran significativamente. 

Lala. — Es mamá. Ya viene para acá. Ya vas a ver. 

Isa. — Pues que entre, que se entere. No tengo nada que esconder. 

Lala. — Eso es lo que tú dices, Ya está aquí. 

 

5. 

Entra a escena Mami, Su imagen es la de una reina arrogante y un poco lunática. Trae una campana -atada a la cintura con la que acostumbra a poner orden. Ceremonial, se instala en un silla del cuarto de Isa y se ve incómoda, pero trata de comportarse como si estuviera en un trono. 

 

Mami. — ¡Isaaaa! 

Isa. — Qué se te ofrece, mamita. 

Mami. — (A quién no le gusta la forma en que la llama Isa, pero sin decir palabra del tema) Isa, por qué molestas a tu hermana. Ella siempre te ha tratado con respeto. Deberías estar agradecida de que alguien como ella te trate bien y no como te mereces. 

Isa. — ¡Alguien como ella? Qué quieres decir con alguien “como ella”: ¿desabrida y tonta? 

Mami. — Lala es como una princesa y es muy superior a ti y lo sabes.   

Isa. — ¿Esta flacucha babosa es superior a mí? 

Mami. — Te lo he dicho mil veces ella es mejor que tú y me tienes cansada por esa conducta terrible de tratar de superarla. Tú tienes que aceptar tu condición y no tratar de ser más de lo que te tocó en la vida. 

Isa. — Pues sí, se parece a ti, pero al menos tú eras bonita, cuando eras joven, en tus tiempos, pero Lala... 

Mami. — Estos son mis tiempos, entiéndelo. Soy hermosa, soy alta, delgada y tengo clase. Yo no sé cómo me fui a relacionar con un hombre como tu padre... Moreno, gordito y bajito, como tú. Eso sí... Tenía lo suyo. 

Isa. — Demasiada información. 

Lala. — En cambio, yo salí a ti, verdad, mami, también soy delgada y bonita. No tengo nada de papá. 

Mami. —Y dime, Chabela, ¿puedes explicarme por qué tanto alboroto? ¿Puedes explicarme el motivo de tantos gritos? Escuché que te piensas relacionar con un mugroso reguetonero. 

Lala. — Sí, Mamita, ¡un chaca! Mario Labrada, se van a ir a cenar los dos, al Súper Antro, ella se ganó el premio, un concurso. 

Mami. — ¿Un Chaca? Qué es eso. 

Lala. — Es... pues es como un chacal. 

Mami. —Ya veo. ¡Pues Eso no va a suceder! 

Isa. — Pero... ¡Cómo! 

Mami. — Yo sé mi cuento. Yo no pienso permitir que tú vayas a esa cena a ningún lugar de mala muerte, con un... tipejo mugriento. Te tengo noticias, no te voy a dejar salir, vas a quedarte encerrada en tu cuarto, lo voy a cerrar con triple llave, y además voy a cancelar tu tarjeta adicional y voy a cambiar la clave de internet. 

Isa. — ¡Y qué me vas a dejar?: ¿Mi celular sin internet?! Mejor mátame, dame un balazo, bruja, mala madre! 

Mami. — ¿Ya viste, Lala?, ahora soy bruja. 

Lala. — Ya no te llama mamita, Mami. 

Isa. — Y qué va a pasar con mi cena. No puedo dejar plantado al Príncipe. 

Mami. — No, verdad. Tendríamos que ser corteses con el mamarracho ese. No podemos dejar que piense que somos unas groseras y apestosas, vulgares y... ¿Qué te parece, Lala, si tú vas en lugar de Isa? 

Lala. — ¿Yo? No, mamita. ¡A mí me da miedo! 

Isa. — Ni se les ocurra. 

Lala. — Deja que vaya Chabela, ella se lo ganó. 

Isa. — Sí, el Príncipe es mío, yo me lo gané. (Cambia de estrategia) Ándale. 

Mami. — No lo sé. Además no sé qué tiene de príncipe ese mugroso de cuarta, ni cantar sabe. 

Isa. — ¿Y tú cómo sabes? 

Lala. — Sí mami, a poco ya lo conocías. 

Mami. — No lo conozco. Es una forma de hablar. Una suposición. Todos esos cantantes son iguales. No tienen voz ni principios, pero nosotras sí. En fin, ya está decidido. Lala vas a ir a avisarle al principillo ese que Isabel no pudo ir, que tuvo un inconveniente. 

Isa. — Y mi inconveniente eres tú. 

Lala. — A mí me da pena, mami, además a lo mejor se me pega lo vulgar y maloliente del Chaca. Por qué mejor no vas tú. 

Mami. — ¿Yo? ¿Tú crees? ¿Será que yo misma vaya y le avise? ¡Podría ser? ¿Pero qué me voy a poner? O me presento así como soy: elegante, fina, delgada. 

Isa. — Esto es el colmo. No, mamita. No es justo, es mi premio, es mi cena, es mi Príncipe. Yo voy a ir. 

Mami. — Ni lo sueñes, Isabel. Pensándolo bien, es muy buena idea que yo vaya. 

Isa. — ¿Tú!? Ni sabes dónde está el Súper Antro. 

Mami. — ¿El Súper Antro?, ¡por supuesto! Todo el mundo sabe dónde está. 

Lala. — Yo no lo sé. ¿No es un lugar de mala muerte? 

Mami. — Claro. Eso he escuchado. Lo leí por ahí. Creo que ahí matan. He escuchado que queda por el Centro. 

Isa. — No, mamá, (La imita) “no es conveniente que una señora de tu clase vaya a un sitio como ese”. 

Mami. — Es cierto. Y no sería propicio que me vieran con un tipo maloliente y musculoso. 

Lala. — Cómo sabes que es musculoso. 

Mami. — (Emocionada, a pesar suyo, en caricatura) Un hombre moreno, desagradable y sensual. 

Isa. — No puede ser. ¿Qué está sucediendo? 

Mami. — (Extasiada) Un tipo vulgar, tan grosero, dedicado solo a cultivar su musculoso cuerpo y a tatuar sus enormes brazos y sus...  

Isa. — Entonces lo conoces. Hablas de mi Mario como si lo tuvieras enfrente. No te lo voy a permitir. Yo soy la que va a ir con él. 

Mami. — (A Lala) Vámonos, nena. Tenemos mucho qué hacer. Hay que dejar a tu hermana aquí encerrada. Que recapacite sobre las consecuencias de sus acciones. Tú ven conmigo, tienes que ayudarme a ponerme guapa. 

Isa. — No es justo mamá. La que debe pensar en tus acciones eres tú. Reflexiona. No me dejes aquí.  

Mami. — (Trata de salir del cuarto, pero Isa se le interpone) Voy a ir en tu representación. Para avisar que no pudiste llegar, que te sentiste mal. Y preferiste que yo le avisara. Por cortesía, verdad, Chabelita. No te enojes linda. Ponte a estudiar. Ponte a hacer ejercicio. Haz abdominales, sentadillas, no sé. Baja de peso. Ah, y quítate ese horrible vestido de golfa gordita. 

Lala. — (Mami logra salir, pero Lala es la que ahora está adentro y también tiene dificultades para que Isa le permita irse) Sí, hermanita. ¡Yo te lo dije, a mamá no le gustó tampoco tu vestido de zorrita gordita Ya, Isa, no me veas así. ¡No me pegues!!! Mami, me dio un manotazo la Gorda ésta. 

Mami. — Ven, nena, y luego me pides un Uber. 

Lala. — Sí, mamita. Vámonos. 

 

Mami y Lala se acaban de ir. Antes, han cerrado la puerta del cuarto de Isa con triple llave. Isa se queda a solas. Muy frustrada. 

 

6. 

Isa. — No saben con quién se acaban de meter. No me conocen enojada. (A punto de ponerse a llorar). Y mi hermana su cómplice. Esto no se va a quedar así. (Trata de abrir la puerta pero es inútil) Encerrada, sin tarjeta, sin internet, sin cena, sin Príncipe. (Revisa su celular) Y qué hago yo aquí, encerrada. Puedo ponerme a hacer ejercicio. No, para qué. O me maquillo. O me hago unos rayitos, o me pongo extensiones. Voy a enchinarme las pestañas. Y me pongo sombras, y luego base, y lipstick (Saca un espejito y se acerca al espejo y se maquilla) No lo sé, maquillarme siempre me pone de buenas, pero no, ahora no está funcionando. A ver, si me pongo una base canela, así... Y unos labios magenta. Y las sombras verde esmeralda. Ya. Con esto me voy a tranquilizar. Mhhh, no, parezco payaso. Creo que hoy nada funciona. Además, para qué me maquillo si no voy a salir. Bueno, me voy a dejar el delineador y las sombras, y los labios así, color natural. Y un poco de color en las mejillas. Bueno es para mí, qué no. Ahora sí estoy que me lleva. Estoy encerrada, sin poder salir. Y lo raro es que siempre estoy en mi cuarto, pero es diferente, no estoy encerrada cuando estoy aquí encerrada, pues eso, yo soy la que decido estar aquí encerrada, pero soy libre de salir, ¿qué no?, y además siempre tengo Internet, y ahora me lo quitaron. Qué voy a hacer. Qué triste es mi perra vida. ¿Y si escucho música?: Sí, eso puede ser. Pero me aburren todas las que tengo guardadas, y no tengo internet, mi vida es un desastre. No me queda más que jugar con mi cel. Pero no tengo juegos en línea. Solo ajedrez, solitario, reversi, qué es eso. Bueno, tengo Joyas. Qué aburrido. Ya me dio hambre. Y no puedo ir a la cocina. Pero tengo unas alitas. Dónde se habrán quedado. Dónde las dejé. 

 

Isa busca el recipiente de comida entre varios recipientes que contienen ensaladas, restos de otras comidas, etc. Encuentra un tupper que no había visto antes. Lo abre y mira el contenido con interés. 

 

Isa. — ¿Y esto? ¿Champiñones? O qué, ¿son setas? ¿Estarán buenos ¿Yo los cociné? ¿Yo los traje aquí a mi cuarto? No me acuerdo. Traje las alitas, y los berros, ugh. Ya hasta estoy perdiendo la memoria. Huelen bien, son champiñones, parece... Están rarísimos. Son hongos seguro, pero, pues sí, huelen bien. (Los prueba) No, no saben mal. Nada mal. Nada nada mal. 

(Se queda pensativa.) Y el chavito no me trajo mis zapatos. No, no me los trajo. Jonás se llamaba. Jonás, como si lo conociera, si apenas lo vi unos segundos. Jonás. ¿Por qué no habrá venido? Ya me acabé los champiñones. 

 

Tocan a la ventana. 

Isa. — Mis zapatos. Debe de ser él... Jonás. Mis zapatos de plataforma, (sarcástica) uy, qué alegría... Yupi. Ta madre, ya para que los quiero. 

 

Se asoma. 

 

(Voz de Isa) Hola. Hola, Jonás. Holaaa. ¿Me traes mis zapatos? ¡Holaaa! 

 

Cierra la ventana y se mira al espejo. 

 

Isa. — Pues no hubo zapatos, ni Jonás, ni Cita, ni Príncipe, ni Súper Antro, solo este mugre vestido de Zorra. ¿De Golfa? Qué palabras usa mi mamá. Al rato nadie la va a entender. Quién dice Golfa. Al menos si dice Zorrita se le entiende... Cómo se me ocurre que esta puede ser la imagen ideal. Y no sé, ¿me veo más gorda o menos gorda? No sé. La imagen. Finalmente a quién le importa. Yo creo que me vería mejor con un vestido de noche, así, de lentejuelas plateadas, o rojo, de puro brillantito, con unas figuritas aquí en el escote. Yo creo que me quedarían bien un brasier de brillantitos y unos aros bordados de color zafiro. Y así me le presento al Príncipe. Sí, ahorita voy y me le presento. Ahorita voy en mi escoba mágica y me le presento antes de que llegue Mami: “Querido Mario Labrada, pues no voy a poder cenar contigo, pero tal vez quieras tener una cita con mi mami, ya sabes, trátala bien porque ya es una persona mayor” Dios mío, estoy descalza. Creo que este vestido definitivamente es de Zorrita gordita, Lala me dijo la verdad... ¿Lala? ¿Y ella estará en su cuarto? (Se escucha música relajante, casi como de alucinación) Y qué es esa música tan rara, y por qué todo se ve tan extraño... Esa es música para relajarse, para estar en paz....  

 

7. 

Música y luz como las que menciona el personaje. De pronto, desde atrás del espejo se le presenta a Isa una bolsa sostenida por una figura femenina que apenas alcanzamos a ver. Es Lala, vestida como “Hada Madrina” un tanto espectral, pero como de caricatura. 

 

Isa. — (En un cómico alarido) ¡Ayy, no por favor! 

Lala Madrina. — Aquí están tus zapatos. 

Isa. — Lala, me asustas, ¿por qué te vistes así? 

Lala Madrina. — Vengo a ayudarte. Soy tu madrina. 

Isa. — Eres mi hada madrina, qué risa. 

Lala Madrina. — Toma. Ponte tus zapatos. Me los dio el chico de la bicicleta.  

Isa. — (Se pone los zapatos de plataforma y empieza a caminar cómicamente por todo el cuarto) Mis Zapatos… Y cómo abriste la puerta, y cuándo la abriste, qué no estaba con llave? 

Lala Madrina. — ¿Demasiadas preguntas sí? Y no soy Lala. Soy tu Madrina. 

Isa. — ¿Mi madrina? (Va hacia la puerta y sigue bloqueada) Sigue con llave. Me veo bien, ¿con los zapatos?  ¿Me veo muy gorda? ¿Me veo bien? Qué piensas. 

Lala Madrina. — No sé, qué piensas tú. 

Isa. — (Reflexiona) Parezco una Zorra gorda con zapatos de plataforma. (Confundida, como alucinando) Oye, tú eres tú de verdad... O no eres tú. ¡Tú eres tú? 

Lala Madrina. — (Perturbada también, por la confusión, pero siempre en comedia) Pues yo soy yo, eso es cierto. 

Isa. — ¿Lala? 

Lala Madrina. — No. 

Isa. — ¿Mi madrina, verdad? ¿Vas a ayudarme a ir a la cena? 

Lala Madrina. — ¿Tú quieres ir a la cena? 

Isa. — Pues claro que quiero ir a la cena. Es mi cita. ¿Todavía puedo ir? No se fue ya mami, con mi prín...cipe. 

Lala Madrina. — No, no se fue. De hecho está aquí para ayudarme. 

Isa. — (Todavía confundida, cómica) ¿Mami? Cómo crees. ¿Está aquí para ayudarme? O para ayudarte... Entonces no se fue. Me va a dejar ir a mi cita, ¿siempre sí? (Va a la puerta del cuarto, y trata de abrirla, pero la puerta sigue bloqueada) Me disculpas, Madrina, pero está puerta sigue cerrada. 

Lala Madrina. — Mami te trajo una sorpresa. Mírala aquí viene. 

Isa. — Una sorpresa. ¿Para mí?... Qué podrá ser. 

 

8. 

Por el espejo entra Mami espectral. Usa media máscara. Tiene la imagen de bruja aunque sigue algo lunática. 

 

Lala. — Madre... Digo, mami... Pero qué te pasó. Ahora sí pareces Bruja. 

 

Mami espectral no contesta. Trae consigo una enorme caja que pone enfrente de Isa. 

 

Lala Madrina. — Es un regalito. De nosotras dos. 

Isa. — ¿Tú por qué me traes regalos? (Mami espectral no contesta, solo esboza una rara sonrisa). ¿Te sientes mal por tratarme tan mal y por no dejarme ir a mi cita? (Mami espectro no contesta) Quién te comió la lengua.  

Lala Madrina. — (No contesta, pero abre el contenido de la caja) Todo lo que quieres está en esta caja. 

Isa. — (Mira el contenido de la caja) ¿Todo? 

Lala Madrina. — Todo lo que has deseado. Bueno, la ropa que te has querido poner, pero no te has atrevido. 

Isa. — Ya entiendo, ropita nueva. (Mami saca de la caja un overol y se lo muestra a Isa.) ¿Un overol? Gracias, mami, pero cómo crees. ¿Quieres que vaya a la cena para hacer el ridículo? Qué te pasa ¿Crees que soy un mono? 

Lala. — ¿No te gusta? 

Isa. — Es para gordas. 

Lala Madrina. — Pues por eso. 

Isa. — ¿Crees que estoy tan gorda? 

Lala Madrina. — No sé... 

Isa. —  O sea que sí estoy gorda. 

Lala Madrina. — ¿Tú te sientes gorda? 

Isa. — No soy como la Cenicienta. No tengo esa cintura. 

Lala. — Nadie tiene esa cintura. 

Isa. — Si no estoy delgada, estoy gorda. 

Lala Madrina. — Creo que estás gorda, porque piensas que eres gorda. Es lo que piensas no lo que eres. 

Isa. — Solo estoy un poco gorda, pero no lo soy. Qué complicado. 

Lala Madrina. — Si tú lo dices. 

Isa. — Yo solo quiero sentirme bien. 

Lala Madrina. — Muy bien, entonces, vamos a buscar algo que te haga sentir bien. (Lala Madrina y Mami Espectral buscan en la enorme caja algunas prendas.) Ya sé qué te puedes poner: ¡Un vestido como el mío! ¡Mira, pruébatelo! 

Isa. — No, gracias. Es... más de tu estilo. 

Lala. — (Saca de la caja lo que va diciendo) Ya sé... Unos Pants. 

Isa. — Muy casual.  

Lala Madrina. — A ver a ti, qué se te ocurre. Qué es lo que siempre te has querido poner pero no te has atrevido. 

Isa. — Yo... No sé, siempre me he puesto todo lo que está de moda. Ya sabes, para verme delgada, para no verme gorda. Para parecerme a... 

Lala Madrina. — Para parecerte a... A quién. 

Isa. — No sé. Ser exitosa, para gustarle a todos. 

Lala Madrina. — Ya. Muy bien, para gustarle a todos. A ver: Una falda de tablas y una camiseta y chamarra universitaria. 

Isa. — Sí, cómo no, como de porrista. De porrista gorda. 

Lala Madrina. — Se ve que te gusta. 

Isa. —  Pues sí, mucho, Pero no sé... Es... Muy de los 50, del siglo pasado, aunque no estaría mal. Me gusta la faldita de tablas. Pero como para qué. No es para mí. 

Lala Madrina. — (Puede o no sacar la faldita que se menciona) Pues si te gusta la faldita, ponte la faldita. Qué es lo que a ti más te gustaría ponerte. 

Isa. — ¿A mí? Mira, la verdad lo que a mí más me gustaría ponerme... Pues unos jeans y una blusa. 

Lala Madrina. — Pues mira: aquí están: Estos jeans y esta blusa. 

Isa. — Cómo crees, voy a parecer barril, y la blusa es blanca, voy a parecer... Además, tendría que ponerme tenis y no me gustan los tenis. 

Lala Madrina. — No te pongas tenis entonces, pero te gustan los jeans, o no. 

Isa. — Pues, sí, sí me gustan, ¿pero y los zapatos? 

Lala Madrina. — Tú dime. 

Isa. — Pues unos zapatos de tacón, no crees. Me vería más alta. 

Lala Madrina. — ¿Quieres sentirte cómoda? O vestirte para los demás. 

Isa. — (No la escucha) ¿Cómo? Ah, ya sé. Ya sé, unas botas, o mejor, unos botines. 

Lala Madrina. — Y jeans, y una blusa blanca. 

Isa. — Floreada. 

Lala Madrina. — Como tú quieras, pero que te sientas cómoda. 

Isa. — Y que me vea bien, pues quién te crees que soy. 

Lala Madrina. — Como tú digas. Pues esto es lo que escogiste: Toma, póntelos: Jeans, una blusa floreada y unos botines. 

Isa. — ¡Qué te pasa! ¡Y mi cena! ¡Y mi cita! ¿Crees que me voy a presentar a mi cita vestida como mamarracho? ¿Y tú mami, ¿no dices nada? Tú nunca te callas nada. Todo esto lo planearon ustedes dos, para burlarse de mí. Por eso no dices nada, verdad mamá. Ya sé. Tú de verdad no quieres que yo vaya, o quieres que vaya y que todos se rían de mí, así, gorda y vestida como para ir al súper! ¡Es una cena!: qué clase de Hada madrina eres tú. Qué clase de Madre eres tú. ¡Qué va a decir la gente! ¡Qué va a decir todo el mundo! ¡Cómo me voy a ver cenando con el príncipe vestida así, ¡Gorda! Y peor: ¡Casual! 

Lala Madrina. — Estás alucinando, Isabela, de qué príncipe me hablas, cuál cena. 

Mami Espectral. — Hija mía, qué tienes, qué te tomaste, te ves muy mal. 

Isa. — Ahora sí soy tu hija, ahora sí me hablas. 

Mami Espectral. — Te ves muy mal. 

Lala Madrina. — Estás alucinando. Andas metiéndote cosas, eh. 

Isa. — Cómo crees, ¿yo alucinando? Por qué me ven así. Qué les pasa. Déjenme tranquila. Tengo que ir a mi cita. ¿Me veo gorda? 

 

9. 

Cambio de luces, atmósfera de opresión. Isa está en el suelo, y frente a ella como seres malignos de pesadilla están Lala Madrina y Mami Espectral casi torturándola. 

 

Lala Madrina. — (Como seres malignos) ¿Tu cita, Cenicienta? 

Isa. — (Confundida) No soy yo, Cenicienta no soy yo, yo no estoy gorda, ustedes son las que me hacen sentir así. 

Lala Madrina. — ¿Nosotras? Tú te sientes gorda, piensas que eres Gorda. Quieres ser delgada como una muñequita, quieres tener la cintura de Cenicienta. Eso, mi querida Chabelita, es imposible. 

Isa. — ¡No es imposible! Yo lo he visto... yo... 

Lala Madrina. — ¿Tú qué? 

Isa. — ¡Yo no soy la Cenicienta! Y No, no estoy tan gorda. Nadie puede ser tan delgada. Nadie puede tener esa cintura. 

Mami Espectral. — Yo creo que ya no llegaste, Cenicita querida, ya no llegaste a tu ceni-cita. Es cierto, tú no estás delgada, pero nadie puede estar tan delgada, y además qué importa. 

Isa. — ¿Qué importa? 

Mami Espectral. — Te ves muy mal, te ves muy confundida. ¿Tomaste drogas? No te ves bien, y qué va a decir la gente, que no pudiste poner nada decente para ir a una cita, eh Cenicienta, dime, qué tienes, qué te pasa. 

Lala Madrina. — Qué tienes hermanita... ¡Qué te pasa! 

Isa. — ¡Qué me pasa? Pues el príncipe, la cena, mi Mario... Yo, ¿mamá?, ¡Hada madrina? Mami, por qué que ves tan horrible, qué no eras muda... No puede ser. Me siento muy mal ¡Qué me pasa! Yo no soy Chabela, soy Isa, ¡soy Isabelaaa! 

 

Oscuro. 

 

10. 

Cuando regresa la luz vemos a Mami sentada en la silla, con su campana. Conserva la media máscara. Se ve muy molesta. A su lado está Lala de pie. Ambas están cambiándose para quedar como las habíamos visto al principio, en las primeras escenas. Isa está en el suelo tratándose de reponer. 

 

Isa. — Qué me pasó. No entiendo. Mami, Lala. Qué hacen en mi cuarto. No pensé que pudiera sentirme tan mal. 

Mami. — (En Perra) Pues claro que no piensas. No piensas en mí, no piensas más que en tu comida y tus series y tus estupideces que no entiendo. Mira nada más en qué lamentable estado te encuentras. 

Lala. — Sí, Mami, yo creo que anda en drogas 

Isa. — Nooo. Se los juro, ¡no es cierto! 

Mami. — Pues mira nada más cómo estás. Vamos a tener que llevarte al doctor, para que nos diga que te pasó. 

Lala. — Van a tener que lavarte el estómago. Dicen que es horrible. 

Isa. — Déjenme, tengo que acostarme, por qué no se van y me dejan en paz. 

Mami. — No mi vida, tienes que prepararte para ir a tu cita, con el Príncipe, recuerdas. 

Lala. — Sí, Cenicienta, a tu cita, o qué, vas a echar a todo a perder. Qué pasa, no vas a ir a tu cita, eh, Ceni, Chabelita.  Contesta, gorda. 

Isa. — Ya por favor, déjenme tranquila... Yo soy Isabela. No soy la Cenicienta. Y no estoy gorda. Eso es solamente una idea, lo entienden es lo que la gente piensa, es lo que yo siempre he pensado, de mí misma, entienden, entiendes Lala. ¡Entiendes Mamá? Déjenme en paz. Váyanse, déjenme tranquila, no me molesten este es mi cuarto y quiero que me dejen sola. Yo soy Isabela. ¡Váyanse! 

 

 

Oscuro 

 

11. 

Cuando regresa la luz vemos a la Mamá de Isabela sentada en la silla, sin máscara, humanizada, relajada y sonriente, ya no tiene esa campana atada a la cintura. Isabel está detrás del biombo, sale eventualmente a verse al espejo, pero es evidente que está pensando en qué ropa ponerse. 

 

Mami. —  Pues, sí, Bela, Isabela, qué bueno, qué llegamos a tiempo. Te intoxicaste gravemente. Esa costumbre tuya de guardar comida en tu cuarto no te lleva a nada bueno. 

Isa. — No mamá. Yo no entiendo cómo pudo pasar. 

Mami. — Pues ya está. No hablemos más del asunto, solo acuérdate que no es bueno que te la pases aquí sin hacer nada. Cómo podemos hacer para que salgas de tu encierro. 

 

Entra Lala. Es una muchacha muy tranquila y casual. Dulce, pero no cursi ni caricaturizada. 

Lala. — Hola, ¿puedo pasar? 

Mami. — Sí, hija. Tu hermana se está cambiando. (A Isa) ¿Puede pasar Lala? 

Isa. — Sí, claro, ya no tardo. 

Mami. — Le decía a Bela que no me gusta que esté todo el tiempo aquí encerrada. 

Lala. — Sí, mamá. Yo también le he dicho, pero ya sabes, se la pasa fantaseando con su cel, sus películas y sus series, su instagram y todo eso. 

Mami. — Mira, no puedes permitir que tu vida sea estar pegada a la pantalla de tu computadora viendo todas esas historias que no te hacen ningún bien. Por qué no sales a que te dé el aire, no sé... Algo de ejercicio, por qué no te metes a un gimnasio. 

Lala. — Ya lo intentó mamá, te acuerdas, pero duró una semana y lo abandonó. 

Mami. — Pues no sé. Sería bueno que salieras un poco más. 

Lala. — Ah, pues sí, por cierto, Isa, vino a buscarte este chico del que me hablaste, uno delgadito y bajito, que siempre anda en bici. 

Mami. — ¿Un chico? 

Isa. — ¿Jonás? 

Mami. — ¿Así se llama? ¿En bici? 

Lala. — Es un buen muchacho. Pero, sí, anda en bici. Al rato va a venir. 

Mami. —¿No tiene auto? 

Isa. — No, mami. Es un chico… y no, no tiene auto. 

Mami. — Bueno. Pero por qué no se van a tomar un café, o, no sé, al cine. Lala puede acompañarlos. 

Isa. — No, mami. Ella mejor que se quede contigo. 

Lala. — Si yo ni quiero, cómo crees, Chabelita, no me gustaría hacer mal tercio. 

Isa. — No me digas Chabelita. 

Lala. — Bueno, Isabelita, pues. 

Isa. —  Bela. O Isa. O Isabela. 

Lala. —  Muy bien te digo Isabela... Como Isabel la Católica. 

Isa. — Te pasas. 

Mami. — No sé peleen, niñas. Oye, Isa, y no me has pedido permiso para salir. Tienes que limpiar tu cuarto. 

Isa. — En qué quedamos. Quieres que vaya y salga de mi encierro, o quieres que me quede encerrada aquí, como Cenicienta. Sí quieres tú vienes también, y que venga Lala. Y nos vamos todos en tu coche. 

Mami. — No, cómo crees. Está bien. Puedes salir con tu amiguito. Qué te vas a poner. 

Isa. — Me voy a poner esto, a ver qué les parece. 

 

Isabel sale de detrás del biombo. Con unos jeans casuales y una blusa. 

 

Mami. — Qué bien te queda todo, nena, pero y esa blusa, no está demasiado... floreada... Y por qué andas descalza, hija. 

Isa. — No lo sé, mamita. No encuentro mis tenis. 

Lala. — Tú me los prestaste, ¿no te acuerdas? 

Isa. — Claro. Te los presté. Pero qué piensan, ¿no sería mejor que me pusiera unas botitas? 

Lala. —Ponte los tenis. 

Mami. — Lo importante es que tú te sientas cómoda. 

Isa. —Lo importante también es que le guste a Jonás, 

Mami. — No lo creo, mi vida, lo importante es que tú te sientas a gusto. 

Lala. — Pues sí, Isabel, eso. Que te gustes a ti misma. 

Isa. — Estoy de acuerdo. ¿Me traes mis tenis, Lala? 

Lala. — Voy por ellos. 

 

Suena el timbre de la casa. 

 

Mami. — Ya llegaron por ti. Debe de ser tu novio, el flaquito y bajito. 

Isa. — Todavía no es mi novio. (Cambia la conversación) Oye, ma…Y por qué no vamos las tres, y le cancelo a Jonás. 

Mami. — No sería correcto. 

Lala. — Aquí están tus tenis. ¿Qué es lo que no sería correcto? 

Isa. — (Se pone los tenis) Vamos las tres a andar en bici. 

Lala. —¿Y tu novio? 

Isa. —  No es mi novio, todavía. Él nos va a prestar su bici, aunque todavía no lo sabe. ¿Sí sabes andar, mami? 

Mami. — Eso nunca se olvida, hija. 

 

Suena el timbre de la casa. 

Isa. — ¿Vamos? 

Lala. — Pues vamos. 

Mami. — Vamos. ¡La calle es nuestra! 

Isa. —Así es. 

Lala. — Claro que sí. Vamos. 

 

Fin 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mis maravillosos Quince años 

de Benjamín Gavarre Silva 
 

 

 

Personajes: 

 

Quinceañera 

Mesero (Gustavo) 

Anfitrión 

Alex, el Bárbaro 

El Primo José Paz 

Héctor, Torerín, Torero 

Sally 

 

 

Anfitrión. (En proscenio) Quizá ustedes no puedan creer lo que están a punto de ver. Un cuadro tan aparatoso solo sería posible imaginarlo en algunas bacanales romanas de la más estilizada decadencia. ¡No, señoras y señores! Lo que Ustedes verán a continuación sólo sucedía en los bailes más renombrados del barrio de la Cibeles, donde las familias de más alcurnia de la zona Toledana eran invitadas, y donde llegaban incluso las familias de los Campos Uranos y... ¡hasta las de Las Tullerías 

Pues ahora, como en esas épocas gloriosas, todas la familias de todas partes de la gran Ciudad se han reunido para celebrar el cumpleaños de nuestra Vanesita adorada, la hasta ahora niña predilecta, con sus no más no menos, Quince aniversarios que serán motivo de esta Enorme celebración en la que nuestra Cándida mujercita, esperanza gloriosa de todas las muchachas apegadas a la tradición y a las buenas costumbres, será presentada en sociedad y considerada, a partir de ahora, muchacha casadera, destinada a elegir al mejor partido de nuestra distinguida y siempre bien ponderada sociedad. 

Recibamos a continuación, inestimable público, a la muy hermosa... ¡Vanesita! ¡Nuestra quinceañera de hoy! ¡Y de Siempre! 

 

Se abre telón y vemos un salón de fiestas muy estilizado. Mesas con toda clase de adornos con objetos inusuales, exagerados, estilizados. 

Se escuchan fanfarrias y luego el tema musical “Mi bonita Vanesita”. 

De una trampilla vemos surgir y elevarse entre humo y luces de colores, a Vanesa, quien está vestida con falda escocesa no muy larga, no muy corta (Tipo Kilt), y blusa. Su imagen es bizarra y personal. Es su propio atuendo, alejado de las tradiciones o convenciones. 

Vanesa va a sentarse, incómoda, en su “Trono”, ése sí muy tradicional y cursi, situado en una plataforma con ruedas que en un principio está en el fondo del escenario pero que se irá moviendo según las necesidades de la obra. 

Vanesa sonríe, porque se lo han pedido, como una estrella de televisión (también muy falsa) y recibe los aplausos del Anfitrión, quien invita al Cantante José Paz a colocarse a los pies de la muchacha, abajo del Trono. 

 

Anfitrión. — Nuestro cantante: ¡José Paz!, va a deleitarnos con su inigualable voz. Como sabemos, el primo José Paz es famoso por las hermosas composiciones de su propia creación que nos han llevado al éxtasis sentimental. (El Anfitrión lee sus tarjetas y muy a su pesar lee lo que se dice sobre el cantante) José Paz, no solo es un cantante excepcional, sino también en sus ratos libres, es... ¿maestro de lógica y matemáticas?... Bueno, lo importante es que José Paz es un gran cantante al que escucharemos a continuación en una melodía escrita y musicalizada por su maravillosa inspiración. Recibámoslo con un fuerte aplauso. 

 

Aplausos grabados 

 

El Primo José Paz. — (Canta, con dificultad y se pone a improvisar mal) 

 

Delicada jovencita. 

En tus quince primaveras. 

Delicada jovencita, 

flor del cielo, 

tan radiante tan… 

Aplausos grabados 

 

Anfitrión.  Gracias … al cantante José Paz. Ahora, nuestra pequeñita niña, ya pronto toda una mujer, está en el trono de corazones, y podemos ver su dulce sonrisa resplandeciente como un... sol. Sí. Es un deleite para los ojos. (El Mesero Gustavo le toma a la Quinceañera foto con un celular.) Eso es, qué sonrisa “tan auténtica”, es un “placer para la vista”. (Revisa con cierto nerviosismo sus tarjetas) ... Me acaban de informar que… …le mandaremos las fotos al abuelito… que no puede venir… (El mesero se acerca al Anfitrión y se pone de acuerdo con él) Ya, ya se las vamos a mandar. Ya se las mandaremos… Claro. 

Y claro, la felicidad tiene que ser completa, señores y señoras porque la Quinceañera recibirá una jugosa fortuna de su abuelito… él… ustedes lo saben… se ha esforzado en que la hermosa Quinceañera sea presentada en sociedad en sus quince maravillosas primaveras. 

 

Sally. — (Viste un atuendo estrambótico). Si yo no quiero eso no va a suceder, y la hermosa niña no va a ser presentada en sociedad, ni nada, ni siquiera va a recibir regalos, y además, su primer baile no lo va a poder hacer porque… 

 

Anfitrión. —  No más malos augurios, Sally.  

 

Sally. — (Molesta) Yo conozco muy bien a la Quinceañera. Va a ser muy feliz, pero solo si yo quiero. 

 

Anfitrión. — (Una vez más el Anfitrión, preocupado, revisa las tarjetas que le entrega el mesero.) Mientras tanto, en esta importante ceremonia, nuestra primera infaltable y “original” madrina de la Quinceañera, Sally: quien es definitivamente un signo maravilloso de nuestra gloriosa celebración. 

 

Sally. — (Amenazante) ¿Alguien desea tener problemas conmigo? ¿Alguien?  

 

Anfitrión. —  De ninguna manera, aquí no queremos problemas, de ninguna especie. Eso es señoras y señoras, un aplauso para Sally. ¡Un gran aplauso! 

Aplausos grabados 

 

Sally. — (Grita) Yo he sido como una verdadera madre para Vanesa, yo le compré su primer vestido. Su mamá me la encargó. Ya saben, es un tema típico: madre a la que le gusta viajar y padre ausente, y para qué están las madrinas, para qué, pregunto. Mi vida, Vane, yo soy como sabes la madrina que siempre ha cuidado de ti. A ver una sonrisita… ¡pero qué falsa! 

 

Anfitrión. — Todos queremos que la quinceañera realice su primer baile con el Chambelán, el más apuesto y que ya casi está por llegar. (Aplausos Grabados) (El Mesero Gustavo, jovencito que anda de puntitas se le acerca al Anfitrión y le entrega otra tarjeta) Me acaban de notificar que ya se acerca nuestro chambelán, el famoso Torerín Torero.  

Pero qué vemos… ¿Será que el Primo José Paz quiere ser el chambelán además de ser el cantante del evento? ¿Será que quiere sustituir al chambelán Torero Torerín? (Revisa sus Notas) No, no me habían informado, pero el Primo José Paz ha sacado a bailar a La Quinceañera.  

 

El Primo José Paz. — (Pretendidamente seductor) VanesitaaaYooo. 

 

Anfitrión. — La quinceañera trata de sonreír, pero sabemos que solo expresa su desagrado ante semejante acoso. Ahora, un defensor de la muchacha se acerca al trono: el Tío Alexander viene a luchar por el honor de la muchacha, eso pienso yo... Véanlo: Es un poco extraño: Da giros, farfulla, vocifera en extraños lenguajes... Dicen que tiene problemas para comunicarse, pero está dispuesto a socorrer a la bella muchacha. Finalmente se acerca al Primo José Paz y no sabemos si se va a poner agresivo o bien trate de hablar prudentemente con el cantante. 

 

Alex, el Bárbaro. — Primo José Paz, qué haces bárbaro animal, qué haces primo. ¿No sabes que Vanesa es mía? 

 

Anfitrión. — Nos hemos equivocado, no la va a defender. 

 

El Primo José Paz. — Pero cómo va a ser, si tú eres el tío, Alex el Bárbaro, el bárbaro eres tú, tío Alex.  

 

Alex, el Bárbaro. — Y qué si soy su tío. 

 

El Primo José Paz. — Pues eso... Sería muy, muy malo. 

 

Sally. — (Se acerca al trono) Y eso no sería lo peor. 

 

Alex, el Bárbaro. — ¿Cómo que no sería lo peor? 

 

El Primo José Paz. — ¡Cómo que no sería lo peor! 

 

Anfitrión. —  Sí, ¿qué quieres decir, Sally? 

 

Sally. — Lo peor es que la Quinceañera no haga su primer baile como se debe, con el Chambelán. 

 

Alex, el Bárbaro. — Eso es cierto. 

 

El Primo José Paz. — Eso es verdad. 

 

Anfitrión. — (Recibe una tarjeta del Mesero, Gustavo) Me acaban de informar que el Chambelán llegó, es decir llegó el Chambelán. Cantemos todos la canción del chambelán, olvidemos nuestros conflictos y cantemos, pues el Chambelán llegó. (El mismo Anfitrión empieza a improvisar una canción, muy mal. Nadie lo sigue) ... “El Chambelán llegóoo... 

 

Alex, el Bárbaro. — Yo no quiero cantar.  

 

El Primo José Paz. — Yo menos. 

 

Anfitrión. —Primo José Paz, por favor, tienes que cantar. 

 

El Primo José Paz. — Es verdad, pero todos me van a ayudar. 

 

Alex, el Bárbaro. — Yo no voy a cantar. 

 

Sally. — Yo tampoco. (A Vanesa) Hija, péinate. Eres la festejada. 

 

La Quinceañera se arregla con un espejo de mano y se queda sentada, sin hacer mucho, pero de mala gana. El Anfitrión hace esfuerzos por seguir con la ceremonia. 

 

Anfitrión.  Estamos aquí para ser felices y celebrar. Recibamos Al Chambelán, Héctor, el Torero Torerín, que viene a salvar la situación, digo, que viene a complacernos con esta brillante aparición. Escuchemos con El Primo José Paz su encantadora canción, dedicada al Chambelán Héctor, el Torero Torerín. Cantemos todos. 

 

José Paz empieza a cantar con una enorme sonrisa... y logra que Alex y Sally se integren a la melodía desafinada. 

 

El Chambelán llegó... 

llegó y nos vamos todos a alegrar. 

Es un gran bailarín 

y vamos todos a aplaudir. 

El Torerín llegó y vamos todos a aplaudir. 

 

Aplausos grabados 

 

Anfitrión.  Así es señoras y señores, recibamos con alegría y admiración a Héctor, ¡el torero chambelán! 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Es muy mayor para la quinceañera, quizá de 40 o más. Tiene una camisa floreada y un pantalón ajustado con motivos de traje de Torero. Baila muy bien, pero Camina muy raro) Dónde está la bella, dónde está la hermosa, dónde está mi linda quinceañera. 

 

Canta (Muy mal) 

Dónde estás princesa, dónde estás, mi grácil muchachita 

tan bonita, tan delgada princesita, tan hermosa, tan sin par. 

 

Quinceañera. — (Muy enojada a Héctor Torerín) ¡Ya cállate! Cantas horrible. A ti quién te invitó, quién te dijo que me digas princesita, o qué, tú eres príncipe, ¿de dónde eres príncipe? Estás muy viejo, y muy feo, y no me gustas. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Trata de seguir cantando con el mismo estilo, tema...) 

Yo seré tuyo, alma mía. 

Quiero tus besos, princesa… 

quiero ser tu hombre, mi vida. 

 

Anfitrión. — Eso es mi Torerín Torero, qué bonito cantas. 

 

Alex, el Bárbaro. — Ése, mi Héctor. 

 

El Primo José Paz. — Eres un tipazo. 

 

Quinceañera. — ¡No estoy de acuerdo! Yo ya no bailo. Yo solo estoy aquí porque me obligaron. 

 

Sally. — (Trastornada, incoherente) Esto no me gusta... ¡Va a ser estupendo! 

 

El Primo José Paz. — (Que no entiende) ¡Cómo dices? ¿Estupendo, pero no te gusta? 

 

Sally. — Digo… que tenemos un conflicto. 

 

El Primo José Paz. — Ah, ya entiendo. Pero te gusta o no te gusta. 

 

Sally. — Sí, claro, ¿qué acabo de decir? 

 

El Primo José Paz. — Déjalo así. 

 

Héctor Torerín Torero sube al trono donde se encuentra la Quinceañera. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Quinceañera, dame una oportunidad. 

 

Quinceañera. —Aléjate. Tienes un calcetín en tu traje de luces, mira nada más, te descubrí. Miren todos. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Descubierto. Oculta el calcetín que tenía metido en el pantalón) No, pues... Ya me quitaste las ganas... ¿Quieres un príncipe de verdad? 

 

Quinceañera. — No quiero un príncipe. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Pues entonces, a quién esperas... A Tarzán, al Capitán América. O tal vez esperas a la Capitana América? 

 

Quinceañera. — No va por ahí, mi rey. 

 

Héctor, Torerín Torero. — ¿Ahora soy tu rey?... Pues tú te lo pierdes, flaquita. 

 

Quinceañera. — ¡Multiplícate por cero! 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Empieza a bajar del trono y se queja amargamente) Pues yo no sé quién será su chambelán. No quiere un torero, no quiere un príncipe. 

 

Alex, el Bárbaro. — No quiere a Tarzán, ni al Capitán América. 

 

El Primo José Paz. — Ni a un lobo, ni a un vampiro. 

 

Alex, el Bárbaro. — Eso no lo sabemos. 

 

El Primo José Paz. — ¡Eso! Eso... no lo sabemos. 

 

Sally. —  Hija, te veo muy incómoda.  

 

Quinceañera. —Yo no quiero estar aquí es cierto, pero quiero dinero, quiero la jugosa fortuna que me prometió el abuelo, por eso estoy aquí. 

 

Sally. — (Incoherente, casi demente) No te preocupes, mi niña; si tu abuelito no te regala la jugosa fortuna, yo te daré muchos regalos. Yo seré tu hada madrina, ya no solo tu madrina. 

 

Quinceañera. — Te quiero mucho, pero te das cuenta de que enloqueciste. No quiero regalos. Estás loca. ¡Loca! 

 

Sally. — Yo te regalaré un viaje a la Selva, ahí te encontrarás con Tarzán, quien será tu pareja de baile, tu compañero, tu chambelán. 

 

Quinceañera. — Y dale con el chambelán. Yo no quiero un chambelán. 

 

Sally. — ¡Te encontrarás con Tarzán el temerario! 

 

Alex, el Bárbaro. — (Se deja llevar con la locura de Sally) Yo seré Tarzán, el temerario... te transportaré, princesa mía, dulce sobrina, por la selva, con mi liana, ¡te llevaré por sinuosas veredas! 

 

El Primo José Paz. — No estoy de acuerdo. 

 

Alex, el Bárbaro. — Tú nunca estás de acuerdo. (Enloquece) Sí. No. Ya no seré más su tío, seré Tarzán... ¡Yo Soy Tarzán!  

 

Sally. — Dime, Tarzán, ¿y tú qué harías con tan bonita princesita? 

 

Alex, el Bárbaro. —  

(Canta) 

Yo le haría Duga Duga Bu, Je. 

 

Héctor, Torerín Torero. —  

Canta muy raro 

Por los Cuernos del Torero del Ruedo de San Bernabé, ¡que eso no puede ser! 

 

Alex, el Bárbaro. — 

Canta 

Yo le haría Duga Duga Yeah Yeah. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Como español) Que no, que no siga, ¡que no quiero verleeee! 

 

Alex, el Bárbaro. — (Canta) Blog, Blog, duga duga je, jejeje. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Deslumbrado por una idea que él mismo tiene) ¡Ya sé! Si la princesita no quiere un príncipe, no quiere un torero, no quiere a Tarzán, ni siquiera al Capitán América… Entonces… 

 

El Primo José Paz. — Entonces tal vez quiera a un... a un... A una.... ¡Tal vez quiera un Mariachi! 

 

Todos. — ¡Sí! 

 

Se escucha la Música de El Jarabe Tapatío y todos bailan ante la reacción horrorizada de la Quinceañera. 

 

Quinceañera. — ¡No! No quiero nada. ¿No me oyen? ¡Nada! 

 

Aplausos grabados 

 

El Primo José Paz. — (Al Tío Alex) Debo felicitarte, Tío Alex, 

 

Alex, el Bárbaro. — ¿Por la forma cómo bailo? 

 

El Primo José Paz. — No, la verdad no. (Alex, el Bárbaro baja la cabeza, dolido). Pero debo felicitarte por la interpretación de Tarzán.  

 

Alex, el Bárbaro. — Gracias, pero... aléjate. (Le da a José Paz una palmada en la espalda que lo hace tambalear.) 

 

Sally. — (Cambia de tema abruptamente) Yo creo que tenemos dos problemas de difícil solución. Dos, dos problemas. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Como español) Dos. Dos problemas. 

 

Sally. — Uno de ellos es que el abuelito no va a soltar su jugosa herencia hasta que la niña sea presentada en sociedad. Y para eso se necesita que su papá llegue. El otro problema es que Vanesita no quiere bailar. Y eso es porque no le gusta su pareja de baile. Otro problema es que no quiere regalos. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Entonces son más de dos los problemas. 

 

Alex, el Bárbaro. — No me gustan los problemas. 

 

Anfitrión. —  Bueno. Hay que ser constructivos. Uno de los problemas es que la quinceañera no quiere bailar. 

 

Héctor, Torerín Torero. — No exactamente, el problema es que yo no le gusto. 

 

Quinceañera. — No me gustas, es verdad. Y estoy aquí, puedo oírlos. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (A la Quinceañera, que no le hace caso.) Mira te explico.  

 

Anfitrión. — (Cambia de tema) El otro problema es que sus padres no han llegado. ¡El padre debe presentar a la quinceañera en sociedad! No la madre, no la madrina, no el tío. Tiene que ser el padre. 

 

Alex, el Bárbaro. — ¿Y cuál es el otro problema? 

 

Sally. — (Siempre un poco demente) Pues el otro es muy importante, en realidad son dos muy importantes. ¿Cuál será el regalo de la niña? ¿Un viaje a caballo? ¿O quizá una noche en el Hotel de la Piña de Oro? 

 

Héctor, Torerín, Torero. — ¿Qué? 

 

Alex, el Bárbaro. — Yo tampoco le entiendo. 

 

El Primo José Paz. — Yo sí, todo es muy claro.  

 

Alex, el Bárbaro. — Pues explícame, porque para mí todo es muy confuso. 

 

El Primo José Paz. — Lo que sucede es que Vanesita está enamorada de mí. 

 

Alex, el Bárbaro. — Ja, ja. Sí cómo no. 

 

El Mesero Gustavo que se había mantenido con bajo perfil, habla. 

 

El Mesero Gustavo. — Yo... Yo... Yo quiero decir algo. 

 

Anfitrión. — Tú qué, no hables. Tú no hablas. 

 

El Mesero Gustavo. — Yo no sabría cómo comenzar. Yo soy un personaje que todavía no existe. Me siento perdido. Estoy perdido. 

 

Anfitrión. —  Tú no hablas, entiende. 

 

El Mesero Gustavo. — (Aparte, bajo un cenital) ¡Truenos y relámpagos! Cómo sucede todo sin que uno pueda predecir el futuro. En este momento a nadie parece importarle realmente la suerte de la Quinceañera. Todo es confuso. Pero... Quién vendrá a rescatarme a mí... Y aún más, me pregunto: ¿Necesito ser rescatado? 

 

 

Todos ignoran al mesero. Sally ocupa el centro de atención. 

 

Sally. — (Da instrucciones) Nos estamos desviando del tema principal. Estamos celebrando el baile de la Quinceañera y tenemos que darle regalos. TODOS. 

 

Alex, el Bárbaro. —¿Tenemos que darle regalos? ¡Por qué! 

 

El Primo José Paz. — Por sus quince. 

 

Sally. — Para celebrar su presentación en sociedad. 

 

Anfitrión. — Sí, todo es como un… como… 

 

Quinceañera. — Yo ya mejor no quiero fiesta, ni baile, ni regalos, ni dinero. Todo este circo me parece muy complicado. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Ya ven: la niña no quiere nada. Además, a mí me cae muy mal. 

 

Quinceañera. —Si mi abuelito quiso que hiciéramos una fiesta de quinceaños que nadie quiere, que yo no deseo y a la que él no puede venir, pues entonces la fiesta se cancela y que alguien me ayude a bajar de aquí. (Se levanta y con la mirada ordena que la ayuden a bajar, pero nadie le hace caso.) ¡Ayuda, voy a bajar! 

 

Sally. — Quédate ahí, preciosa. Yo te aseguro que vamos a encontrar una solución para presentarte en sociedad. Aunque no llegue tu papá, ni tu mamá, aunque no bailes con este espantoso chambelán. Te prometo que encontraremos una solución. Además, hija mía yo tengo dinero, tengo mucho dinero, ¿tú lo sabías? 

 

Quinceañera. — (Se peina, se arregla, sonríe) Muy bien, madrina. De acuerdo. Puedo esperar un poco. Quisiera irme, quisiera dejar este estúpido trono, y puedo hacerlo, yo sola, no necesito ayuda. Me quedo. Pero no lo hago por tu dinero. 

 

Sally. — (A todos los demás) ¿Ya ven ustedes? 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Confundido) Yo ya no entiendo nada. Esta tía está mal de la cabeza. 

 

El Primo José Paz. — Quién, Sally o la Quinceañera. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Bueno, si quieren que sea sincero, a mí no me importa. Yo espero que me paguen, pues para eso he venido. Yo tengo ya muchos años de ser chambelán. 

 

Quinceañera. — (Desde su trono, no pierde detalle) ¡Se nota!  

 

Héctor, Torerín Torero. —Exijo respeto. 

 

Quinceañera. — No, disculpa, pero me caes mal. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Solo tengo treinta y cinco. 

 

Quinceañera. — (Asombrada) ¿Tantos? 

 

Alex, el Bárbaro. — (Interrumpe...Reflexivo, elocuente) Pero... Y yo me pregunto... ¿Y por qué los quince?, ¿no podríamos celebrar mejor los diez y siete, o los veintiuno o los treinta y tres, o los cuarenta y seis, o los sesenta? ¿Por qué discriminar a tantas etapas de la vida tan trascendentales? ¿Por qué? 

 

Héctor, Torerín Torero. — ¿De qué habla? 

 

Quinceañera. —Ustedes no lo saben pero…Yo.... ¿Es mi fiesta o no es mi fiesta.  (Todos la ignoran) ¡Escúchenme! 

 

El Mesero, Gustavo, muy nervioso, entrega otras tarjetas al Anfitrión y se le acerca para decirle algo al oído. 

 

Anfitrión. —  Señores y Señoras, me acaban de informar que allá afuera hay un muchacho que también quiere celebrar sus quince años y que ya había alquilado el salón. 

 

Alex, el Bárbaro. — ¿Un muchacho? Los niños no festejan nada, debería saberlo. 

 

Anfitrión.  Pues ya no es un niño, tiene quince. 

 

El Primo José Paz. — Es un niño. ¡Dónde se ha visto! Pretende bailar un vals. Quizá desee bailar conmigo. 

 

Alex, el Bárbaro. — O conmigo. 

 

Sally. — ¡Cómo se atreven! 

 

El Mesero Gustavo. — ¡Sí, cómo se atreven! 

 

Anfitrión. —Y a ti quién te dijo que podías hablar. Tú no hablas, ¡no hables! 

 

El Mesero Gustavo. — Eso digo yo. 

 

Sally. — Que llamen a la patrulla. 

 

El Primo José Paz. — Que la llamen. 

 

Alex, el Bárbaro. — Una patrulla. 

 

 

El Mesero Gustavo está a punto de decir algo, pero el Anfitrión lo fulmina con la mirada. 

 

Quinceañera. — Díganle que pase, si se trata de celebrar pues él también puede pasar. 

 

Pausa. El Anfitrión revisa su teléfono. 

 

Anfitrión.  (Recibe mensajes en su celular y reporta lo que va leyendo.) Es el abuelo. No le hemos enviado las fotos, está muy molesto. Pregunta si ya presentaron a la niña. El papá tiene que llegar y presentar a la niña porque si no es así… no va a heredarle su fortuna. Está indispuesto y se siente muy mal. Piensa que le ocultan algo. Está muy enojado. Presiente algo muy malo. Soñó muertos a los papás de Vanesa. Él también espera la muerte. 

 

Quinceañera. — ¿La Muerte? 

 

Anfitrión.  No... Todavía está vivo. 

 

Quinceañera. — Dile que ya no me interesa su dinero. Dile que mi madrina me va a heredar todo su dinero. 

 

Sally. — Sí, mi vida, pero cuando yo me muera. 

 

Anfitrión.  Y dice que para asegurarse de que las cosas van bien y no ser víctimas de una maldición, quiere que Vanesita escriba lo que va a decir. 

 

Quinceañera. — Dile al abuelo que no escribo nada. Dile al abuelo que ya nadie escribe nada. 

 

Anfitrión.  Señor, abuelo, dice Vanesita que con gusto escribirá lo que usted le dicte. Y que espera que Usted acabe de pagar los gastos de esta celebración… ah, y que le herede su dinero lo más pronto posible. 

 

Quinceañera. — Ponlo en altavoz. 

 

Anfitrión. Señor abuelo, vamos a ponerlo en altavoz. (El Anfitrión trata de poner al Abuelo en altavoz, pero no se escuchan más que ruidos). No se escucha. Señor… Señor abuelo… (Pausa) ¿Señor? 

 

Suena el altavoz. Mucho ruido y luego largos, largos, largos alaridos. Todos los personajes ponen cara de circunstancia. La Quinceañera baja del trono se acerca a su madrina. 

 

Sally. — (Como poseída) ¡Diez años de mala suerte! El abuelo ha muerto. Todos vamos a morir. 

 

Quinceañera. — Ya madrina, ¡cállate! Perdiste la razón. 

 

Sally. — Una maldición caerá sobre ti Vanesa. ¡Ya no serás presentada en sociedad! 

 

Quinceañera. — ¡Cuál Sociedad! 

 

Llega el Mesero -Desde aquí Gustavo- envuelto en una capa, y le entrega una tarjeta al Anfitrión. 

 

Anfitrión. — (Indignado, a Gustavo) Y a ti qué te pasa. 

 

Gustavo. — Lee la tarjeta. (El Anfitrión lo mira indignado) Que la leas. 

 

Anfitrión. — (A pesar suyo le hace caso. Lee sin énfasis, como si fuera un mensaje más) Señoras y señores. Quiero anunciarles... 

 

Gustavo. — Lee bien, con ganas, como si fueras un profesional. 

 

Anfitrión. — Cómo te atreves. 

 

Alex, el Bárbaro. — (Le arrebata las tarjetas al Anfitrión y lee con histrionismo) ¡¡¡Señoras y señoras!, Señores y señores!! (Aplausos grabados) Quiero anunciarles que llegó, que ha venido ante Ustedes el Invitado de Lujo, el único, el inesperado Quinceañero... ¡Helo Aquí! 

 

El Mesero (Gustavo) se quita la capa que lo cubría y lo vemos vestido con un traje gris muy sencillo y elegante). 

 

Aplausos grabados 

 

Gustavo. — (A la Quinceañera) 

Quinceañera hermosa 

yo no soy un príncipe, 

yo no soy un héroe 

solo soy tu amigo 

soy una esperanza 

quiero que me escuches 

que puedas conmigo 

ser mi compañera… ¿de baile? 

 

Así es princesa, soy el chico que esperabas, yo también quiero celebrar mis Quince y bailar contigo el primer vals, no para presentarte, no para darte ningún regalo, sino para que compartas conmigo esta celebración. 

 

Quinceañera. — Muy bien. Eso me parece… Podría decir que me gusta… Pero yo a ti no te conozco. 

 

Gustavo. — Pues sí, pero yo también cumplo quince años. 

 

Quinceañera. — ¿Y eso me debería importar? 

 

Gustavo. — Podría hacer que te importara. 

 

Quinceañera. — Podría ser, no lo sé. 

 

Héctor, Torerín Torero. — No te preocupes muchacho, yo puedo entenderte. Ella también me trata muy mal. 

 

Anfitrión.  Escúchame, muchachito, ya fue suficiente. Tú aquí eres solo un empleado, entiende. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Oiga, déjelo. Si quiere celebrar sus quince, pues que lo haga. 

 

Gustavo. — Vanesa, yo quiero bailar contigo. Yo quiero estar contigo en esta fiesta, al menos en esta fiesta. Me llamo Gustavo. 

 

Quinceañera. — Ah... (Pausa) Pues mucho gusto, Gustavo. Yo soy Vanesa. 

 

Gustavo. — Vanesita. 

 

Quinceañera. — (Con alguna insegura simpatía) Vane. 

 

Gustavo. — Vane... Pues... Yo... Ya que no están tu papás, y ya que no vino un príncipe azul, y ya que no te gustó el Torero, y ya que no aceptas regalos de ningún tipo, ya que no aceptas nada de lo que se te propone... Aceptarías al menos bailar... conmigo. Ser mi compañera, ¿de baile? 

 

Todos. — (Emocionados) ¡Sí! 

 

El Anfitrión. — ¡Música! Música, maestro. 

 

Se escucha un vals y la Quinceañera emocionada se tapa la cara, pero no ha aceptado todavía bailar con Gustavo. 

 

La Quinceañera. — (Grita y detiene el baile) Un momento. Fuera música. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Ya sabía yo. 

 

Alex, el Bárbaro. — No va a bailar. 

 

El Primo José Paz. — Podría hacerlo conmigo. 

 

Alex, el Bárbaro. — O conmigo. 

 

Sally. — Vanesita, Vane... No lo sé. Creo que deberías aprovechar la oportunidad… vivir el momento. 

 

Gustavo. — (A la Quinceañera) Vanesita. Vane. Los dos tenemos quince años. Los dos podemos celebrar. Baila conmigo, princesa. 

 

La Quinceañera. — ¡Que no soy princesa! 

 

Héctor Torerín. — (Burlón, agresivo) Pero si es “toda una reina” 

 

La Quinceañera. — (Grita) ¡Aburrido! 

 

Héctor Torerín, Torero. — (Grita) Y cuando cumpla dieciséis va a ser todavía más “encantadora”. 

 

La Quinceañera. — ¡Tarado! 

 

Gustavo. — Déjala en paz. Deja en paz a Vanesa. 

 

Héctor Torerín, Torero. – (Lo imita, burlón) “Déjala en paz. Deja en paz a Vanesa.” Ahora resulta que te gusta. Son novios, se gustan. 

 

El Primo José Paz. — Son novios. 

 

Alex, el Bárbaro. — Se gustan. 

 

 

Gustavo. — (Ignora al Torero) Vane… los dos nacimos el mismo día, el mismo año. Eso puede significar algo, tal vez no. Pero… por qué no te decides y bailas conmigo. 

 

Quinceañera. — ¿Para que me presentes en sociedad? 

 

Héctor Torerín, Torero. — (Odioso) Sí, Gustavito, preséntala. 

 

Gustavo. — Bueno, a mí también ya me cayó mal este tipo. (Se enfrenta cómicamente al Torero) ¡Quieres que te conteste a golpes, o qué quieres! 

 

Héctor Torerín, Torero. — No sabes con quién te metes. 

 

Todos. — (Como locos de carnaval) ¡Pelea!… Pe-le-a, pe-le-aaaa. 

 

Gustavo. — No, tú no sabes con quién te metes, perro. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Uy… ¿Vas a defender a la Quinceañera? 

 

Quinceañera. — ¡No necesito que nadie me defienda! 

 

Héctor Torerín, Torero. — No, pues eso está claro. 

 

Gustavo. — Ándale, Torerito, ven a pelear conmigo. Ándale, te voy a romper todos los huesos. 

 

Todos. — Pe-le-a, pe-le-a… 

 

Héctor Torerín, Torero. — Con mucho gusto, ya me cansé de todos ustedes. 

 

Todos. — ¡Oye! 

 

Sally. — ¿Cómo se atreve! (Toma una escoba y empieza a pegarle a Héctor, Torerín Torero). 

 

Anfitrión. —  Eso es Sally, pégale más fuerte. 

 

Alex, el Bárbaro. — Yo también le voy a dar. 

 

El Primo José Paz. — Y yo. Cómo se le ocurre molestar a Vanesa, le voy a dar donde más le duele. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Ya, esto es un abuso. 

 

Sally. — Ya mejor retírate. Haz el favor. 

 

Todos. —  Que se vaya, que se vaya. 

 

Héctor Torerín Torero. — Muy bien, me voy, pero quiero que quede muy claro que va a caer sobre todos Ustedes una maldición, una maldición eterna que… 

 

La Quinceañera. — (Le quita la escoba a Sally y empieza a pegarle al Torero). Ya cállate, ya me caíste todavía peor. Agarra tu desagradable vida y lárgate por favor. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Me voy, me voy, pero no me pegues. 

 

Gustavo. — Déjalo, Vanesa. Creo que será mejor que evitemos los golpes. 

 

Quinceañera. — ¿Eso crees? 

 

Gustavo. — Yo pienso que con una disculpa sincera todo podría arreglarse. 

 

Quinceañera. — Mhh, no sé, el tipo me cae muy mal. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Y tú a mí, peor. 

 

Quinceañera. — Ya ves, no entiende. Mejor le pego. 

 

Héctor Torerín, Torero. — No, lo vas a lamentar, me oyes. (Recibe un escobazo) Ayyy. 

 

Gustavo. — Ya, mejor cállate y trata de arreglar las cosas. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Está bien. Lamento haber actuado de esta manera. Yo la verdad no soy así. 

 

Quinceañera. — Mhh, no sé. No se oye sincero. 

 

Sally. — Se oye muy falso. 

 

 

El Primo José Paz. — A mí me cae muy mal. 

 

Alex, el Bárbaro. — Es un mamarracho. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Bueno, sí soy un poco pesado. Lo siento. Creo que puedo aprender a cambiar. 

 

Quinceañera. — Pues ya estás un poco mayorcito para eso. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Por favor, Vanesa, discúlpame. Creo que tú te mereces lo mejor, y en verdad quiero que estos quinceaños sean inolvidables para ti, en el mejor sentido y de manera sincera lo digo. Discúlpame. 

 

Quinceañera. — Mhh. No sé. 

 

Gustavo. — Ya, se disculpó. Creo que fue sincero. 

 

Quinceañera. — ¿Sí? 

 

Gustavo. — Sí Vanesa, Vane. Ya perdónalo. 

 

Quinceañera. — ¿Sí?... ¿Tú me lo pides? (Gustavo asiente, emocionado. Pausa. Al Torero...) Está bien. Te perdono. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Gracias. Gracias, Gracias... Vanesa. 

 

Todos. — Bravo. 

 

Quinceañera. — No más conflictos. 

 

Sally. — Por favor. 

 

Quinceañera. — Y qué, ¿en esta fiesta nadie baila? 

 

Gustavo. — No se diga más, solo si me permites el primer baile. 

 

Quinceañera. — Eso está por verse. 

 

Gustavo. — ¿Cómo! 

 

Quinceañera. — (Se ríe, muy amable y cariñosa) Que con mucho gusto, Gustavo. Vamos a bailar, vamos a bailar. 

 

Todos. —  Bravo, que vivan los quinceañeros, que bailen. Son novios, se quieren, son novios. 

 

Quinceañera y Gustavo. — No. No. No es cierto. 

 

Todos. — (Todos en carnaval,sonrientes) ¡No es cierto!, ¡no es cierto! 

 

Anfitrión. —  Y con ustedes señoras y señores y todos los aquí presentes, el baile de los quinceañeros. Un gran aplauso. Que vivan los quinceañeros. 

 

Todos. —¡Que vivan! Bravooo, ¡que vivan!  

 

Música. Los quinceañeros bailan muy alegres. Pronto todos se incorporan y bailan y sonríen y luego se dirigen al público para agradecer, mientras se escuchan por última vez los aplausos grabados. 

 

Fin 

 
   

  Filus  

(Monólogo) 

de Benjamín Gavarre Silva 

 

Personajes: 

Filus 

(Voz de Bosca y Voz cavernosa) 

(Voz de Abus) 

 

1. 

Sótano, casi en la oscuridad total.  Se vislumbran algunos muebles viejos arrumbados; objetos varios también abandonados; algunos útiles, otros no tanto. 

Se escuchan las voces que vienen de arriba, una discusión entre Filus y su hermana Bosca. 

 

A gritos... Siempre, siempre en tono de comedia. 

 

 

Voz de Filus. — ¡Tú eres demasiado joven, y además no estás casada! 

 

Voz de Bosca. — ¿Ah, sí?... ¿Sabes lo que pasa cuando me haces enojar? 

 

Voz de Filus. — ¡Yo sé lo que puede pasar si me tocas un cabello! 

 

Voz de Bosca. — Uy, ¡qué miedo! 

 

Voz de Filus. — ¡Tú te lo buscaste!  

 

Voz de Bosca. — Ahorita vas a ver… Conmigo sales perdiendo. (Se entiende que Bosca le está pegando a su hermano). 

 

Voz de Filus. — ¡Auxilio! ¡Bosca se volvió loca! ¡Auxilio, Abus! ¡Controla a tu nieta! 

 

 

Se escucha ahora a la abuela que regaña, nada más, a Filus. 

 

Voz de Abus. — ¡Filus! ¡Deja en paz a tu hermana! ¿Qué pasa contigo? Me parece haberte dicho que arreglaras tu sótano. ¿Qué has estado haciendo?  

 

Voz de Bosca. —Filus se ha pasado todo el día reflexionando. Está pensando en sus maravillosos e irrealizables proyectos. 

 

Voz de Filus. — Mis proyectos son asuntos, trascendentes, significativos. 

 

Voz de Bosca. ¡Uy, qué importante suenas! 

 

Voz de Abus. — No peleen. Filus, tienes cinco minutos para limpiar el sótano. 

 

Voz de Filus. — Déjame en paz, abuela; lo quiero tal y como está. 

 

Voz de Abus. — Limpia ese chiquero. 

 

Voz de Filus. — No soy esclavo de nadie. 

 

Voz de Abus. — Lo haces o lo haces. 

 

Voz de Bosca. — ¡No lo hagas, Filus! ¡salva a la humanidad! 

 

Voz de Filus. — ¡Ya cállate! 

 

Voz de Abus. — Te voy a quitar el internet, si no lo limpias. 

 

Voz de Bosca. — Eso sí le va a doler. 

 

Voz de Filus. — (Grita muy fuerte) ¡Está bien, lo voy a hacer, abuela! ¡Lo voy a hacer, pero a mi modo! 

 

Voz de Abus. — Como tú quieras, pero ya sabes. 

 

Voz de Bosca. — Y rapidito, hermanito, rapidito. Adióooos. 

 

Oscuro 

 

2. 

Filus, en el sótano. 

 

Filus. — (Baja las escaleras, muy de malas, pero muy decidido. Toma la escoba y empieza a barrer el sótano) A mi modo. ¿Tengo que arreglar un agujero? Ah, pues yo, Filus, lo transformo magníficamente.  

(Estalla, casi llora, siempre en comedia) ¡Por qué yo! 

 

Deja la escoba y se sienta, desfallecido, en un mueble desvencijado. 

 

¡Por qué yo! 

 

Busca en uno de los cajones del mueble y encuentra unas medias. Abre el viejo paquete que estaba intacto todavía… y se pone una de las medias en la cabeza. 

 

(Burlón) ¡Ay de mí! ¡Ay de mí que no tengo cara! ¡Ay, que se me perdió la cara! ¡No tengo cara, ay de mí! 

 

Abre la puerta de un ropero desvencijado y saca una vieja y falsa calavera. 

 

(Histriónico, habla con la calavera) ¿Eres tú, bisabuelo? (Él mismo actúa como su supuesto bisabuelo) ¿Yo?... Soy el legendario Vizconde Filus III. Me asesinaron en el Cairo cuando pasaba la noche con un camello. ¿Podrías quitarte esa estúpida media de la cabeza? (Filus “le responde a su Bisabuelo”) Me aburro, bisabuelo. Odio la normalidad. No sé por qué nadie se da cuenta de que soy superior. Mi abuela me exige las mismas obligaciones, las mismas tareas domésticas que, claro, están bien para cualquiera, pero que a mí francamente me aburren porque yo... (Otra vez responde el Bisabuelo) Sí, sí, sí… (Improvisa una canción) ¡Por qué no te sobas, por qué no te rascas, por qué no te cansas de pensar… Date un buen masaje, donde te haga falta, te juro que es dulce, es muy placentero, rascarse, sobarse, mhhh, hay que saber disfrutar! (Filus, falsamente incómodo) ¡Basta, abuelito… Bisabuelito, ejem…  “Eso” no es lo que yo necesito, es… es demasiado... (Bisabuelo) ¿Lúbrico, estrafalario, controvertido?… Y sobre todo, tu reino no es de este mundo. (Filus) Yo quiero hacer algo importante en esta vida. Algo trascendente. Algo que transforme al mundo. (Bisabuelo) El mundo, ah, el mundo, Filus. En sus orígenes no era más que una gigantesca masa incandescente. Luego vinieron los dinosaurios. Se comieron la masa apestosa que todavía no estaba bien cocida, se indigestaron y, claro, murieron. Luego, de los dinosaurios nacieron los hombres; formaron sociedades, instituciones diversas... Y luego naciste tú. (Filus) No sé. Me parece muy pesimista tu punto de vista, abuelo Creo que mejor te dejo. (Bisabuelo) Soy tu bisabuelo, no tu abuelo. (Filus) Como sea, adiós. 

 

Deja la calavera y se queda pensativo un momento. Luego, va a hacia un carrito donde están varios frascos con contenidos desagradables, como muestras de laboratorio ya muy viejas y secas. 

 

(Con un frasco en la mano, Imita a su hermana Bosca) Mira, Filus, no es extraordinaria… Tomé esta muestra de sangre el lunes de la semana antepasada (Luego toma otro frasco de muestras de laboratorio y continúa imitando a su supuesta hermana) Luego… tomé esta muestra de orina el martes… ¿No es una desgracia? Quiero convertir estas muestras indeseables, en unas aceptables. (Ya como Filus le responde a Bosca) Bosca, estás loca. Todo lo que haces es asqueroso. (Bosca) Oh… gracias hermanito.  Pero recuerda… Tienes que limpiar el sótano, si no tu abuela te va a quitar el Internet. 

 

 

Filus se aleja del carrito con muestras y retoma la escoba. Barre sin convicción. 

 

Gracias, abuela. (Patético, pero cómico) Me obligaste como si fuera tu sirviente, como si fuera tu esclavo. Contigo siempre salgo perdiendo. No sé qué necesidad tienes de arreglar el sótano si tú nunca bajas. El sótano es mío. Solamente mío. (Sigue barriendo y ordenando los muebles. Luego toma cubeta y trapeador y hace la limpieza, muy a gusto, al ritmo de la música de su teléfono celular.) (Después de un par de minutos, mira a su alrededor y exclama satisfecho por los ligeros cambios que ha logrado) Bueno, ¡debo admitir que no le venía mal un poco de limpieza! Es asombroso como yo muevo un objeto Así, y así, y así… (Mueve los muebles viejos y deja ordenado.) y el espacio se modifica. Asombroso. De la misma manera, sólo que inversamente proporcional, yo barro y tiro esta basura en este bote… y, ¿qué pasa? (tira la basura que recogió en el bote) Muy asombroso. (Deja todo el sótano verdaderamente ordenado y limpio) He aquí como yo, mediante solamente algunos movimientos puedo transformar el espacio. (Se detiene a ver “el resultado”) Sí, todo era tan fácil; mera cuestión de hacer algunas modificaciones y así... crear la habitación que no existía. Al final, entonces diré: todo es imagen, todo simple apariencia. Por lo tanto: ¡el espacio es la forma! (Graba su voz en su teléfono celular) Y de este modo, hoy descubro que basta un ligero cambio para que toda la estructura adquiera: La Forma... ¡La nueva imagen! (Para sí) Definitivamente soy un genio. (Reflexiona) Pero, por qué limitarme a los objetos, o a los espacios. ¿Por qué no...? Podría crear… ¡La nueva imagen de un ser vivo!...  

Mmhh. Sería tan fácil… ¿Qué necesito?... Ya sé. 

 

Oscuro.  

 

3. 

Han pasado días.  Cuando regresa la luz vemos un fotomontaje pintado en colores alegres con una imagen de abuela bondadosa, muy tradicional, muy dedicada a sus quehaceres, con delantal, ropa viejita, tubos en la cabeza, la imagen de un ama de casa, pero de muy avanzada edad. En dicha imagen hay un hueco para meter la cara y convertirse en el personaje. 

Filus, siempre celular en mano, está detrás de un atril, en la mitad de una conferencia científica. Su público es un imaginario grupo de especialistas en el campo de la genética.  

(Filus actúa didáctico, cómicamente vanidoso) Yo diseñé el programa de Transformación cosmético más ingenioso. Pude crear la imagen más atractiva, pude definitivamente lograrlo. 

 

Con ayuda de su celular, Filus pone aplausos grabados y hace caravanas.  

 

(Va detrás de la imagen de Abus y mete la cara en el hueco, personificándola) Bravo, Filus. 

 

(Retomando como Filus, va al atril) Como sabemos, la imagen exterior es algo fundamental en nuestros días. Se gastan fortunas en volvernos más atractivos y atractivas sobre todo para nuestro objeto de deseo. (Supuestas risas de Abus) Yo concentré toda mi sabiduría en transformar los deseos de cambio de apariencia aun en seres tan infinitamente ancianos… como mi abuelita (Emocionado) Y He aquí que yo Filus y solo Filus convertí a mi abuelita estrictamente en lo que ella deseaba (Pone otra vez aplausos grabados). 

Y claro, los resultados aunque satisfactorios aún no son concluyentes. 

Tendré que remitirme a unos momentos antes del experimento. Les cuento lo que sucedió hace unos días: 

 

 

4. 

(Cambio de luz, a lo sepia.  Filus deja el estrado y entrevista a su abuela. Se le acerca, dulce.) Abus, quiero que pienses en eso que has anhelado toda la vida, en eso imposible de conseguir en la áspera realidad. 

(Abus”).  ¡Filus, no lo podría decir en público! No quisiera ser inapropiada… pero te cuento. Pues bien; como tú sabes, a mí nunca me faltaron pretendientes... Todos aristócratas; algunos embajadores y uno que otro músico. Amables, eso sí. Muy, muy educados y por supuesto de la más rancia y pálida alcurnia. Tú no te imaginas el éxito que tenía. Y claro, dejé que me cortejaran porque, aunque aristócratas, mis pretendientes eran después de todo humanos; pero en realidad ninguno de ellos me hacía sentir, pues, absolutamente nada. Y ahora ya se acabaron los aristócratas y la verdad no lo lamento en lo absoluto... Y no, no es que yo esté enamorada, no. Porque, cómo podría estar enamorada de... Por más que no deje de pensar en él desde que entró a formar parte de nuestro servicio. No es que no me lo pueda quitar de la cabeza, de la imaginación quiero decir. Y eso, que ni siquiera lo he escuchado, no sé ni cómo habla, ni lo que piensa. Y no, pues no siento ningún deseo de ningún tipo, por más que sea muy joven y ande así… tan… sin camisa… 

 

(Filus) Abus, no te entiendo, ¿de quién estás hablando? 

 

(Abus) Y no, yo no creo que mi vana intención de pasar la noche con él sea considerada de mal gusto. Si nadie se da cuenta, pues... Dime tú, ¿crees que sería mal visto que yo pasara la noche con... (En un susurro) con el jardinero? 

 

(Filus, atónito, a gritos) ¡Con el jardinero! (Silencio. Filus voltea a ver a todos lados y ya después continúa con su exposición científica. Envanecido) Abuelita. Si yo te pido que describas el tipo de mujer que inevitablemente haría que el jardinero cayera rendido a tus pies…  Cóooomo sería. 

 

(Abuela) Bonita, elegante, simpática… elegante… 

 

(Filus) Abuelita. Si tú pudieras pedir un deseo y te convirtieras en la mujer más atractiva sobre la tierra… cómo serías. ¡Describe a esa mujer! 

 

(Abuela) Bonita, elegante, simpática… elegante… 

 

(Filus) Abuelita.  

 

(Abuela) Elegante… con un sombrerito. Con bolsa. Simpática. 

 

(Filus. Dando por hecho que su abuela no cambiará su descripción… inicia el experimento) Bueno. Bien. (Emocionadísimo.) ¿Lista, Abuela? ¿Estás preparada Estamos ante uno de los experimentos más gloriosos, más trascendentales! ¡Tú formarás parte de esta realidad creada por mí y solamente por mí! ¡Aquí comienza la historia del mundo transformable a voluntad! He aquí el primer ejemplo de mi brillante inteligencia. Compartan conmigo la fama y la gloria: ¡ahora soy parte decisiva de la historia de la humanidad! 

 

 

5. 

Luces adecuadas y efectos sonoros especiales. Se hace un oscuro y cuando la luz vuelve vemos ahoraotro fotomontaje, pero ahora con la abuela que viste de manera elegante, no tiene delantal, tiene una bosa de mano y se podría decir que se ve guapa además de simpática y dulce. Es la imagen de lo que Abus quería ser, dispuesta a conquistar a su jardinero o salir con sus amigas. 

Filus, ocupa el hueco de la imagen con una máscara que tiene el rostro apacible y muy bien maquillado de la Abuela. 

 

(Filus. Se aleja del hueco. Se quita la máscara y se dirige a su público.) Y eso fue todo. No pasó nada. O sí, fue todo un éxito. Los controles estaban bien. Los datos eran los correctos. El experimento se realizó como era debido. Pero… Lo que tuvo que pasar pasó. Mi abuela pidió ser una mujer bonita, elegante, simpática… elegante… y pues… ya lo era. Ella siempre ha sido así. Ella está muy a gusto con quién es… y eso señores y señoras está… Muy bien. Muy bien... Sí, la verdad sea dicha. 

 

(Filus, muy triste, pone sus aplausos grabados, pero esta vez no hace reverencias.) 

 

Ah, pero esto no podía quedarse así. No señor. Yo tenía que seguir investigando y haciendo experimentos. 

 

Oscuro 

6. 

Al encenderse la luz, Filus entra con un carro encima del cual hay una cápsula tamaño humano. Dentro de la cápsula, en lugar de una persona, está el muñeco de su hermana Bosca, con quien se relacionará.) 

 

(Filus se dirige a su público especialista) Antes de iniciar el segundo experimento… tuve una interesante charla con mi hermana. Fue algo como… 

Se relaciona con el muñeco que representa a su hermana. 

 

Bosca, hermanita...”   

¡Qué, Filus!”  

Por qué no me hablas de tu máximo deseo, de tu mayor anhelo.”  

¿Yo? No, Filus yo no quiero nada, me gusto tal y como soy.  

¡Dime tus deseos, Bosca! 

¡No, Filus, déjame en paz. Yo no quiero ningún cambio, Filuuus! ¡Auxilio, Filus se ha vuelto loco! ¡Abuelaaaa! 

 

(Filus didáctico, ameno) Estamos sin duda en tiempos en que todos queremos poderes. Todos queremos volar, leer la mente, hacer viajes inter… inter… galácticos.  Como sea.  Todos deseamos al menos un poder que podamos controlar y que sea parte de nuestra vida diaria. Así, yo estuve investigando. Hice grandes progresos en la ciencia de la esdrodosfera cuántica y pude tener los mejores resultados para un cambio significativo en los sujetos del experimento. En este caso el sujeto fue… Bosca. Mi hermana. Les cuento como fue… todo. (Lleva al muñeco de Bosca a la cápsula y cierra la tapa. Se despide con un gesto triste). 

 

(Filus va al estrado y vuelve a dirigirse a su público) ... por lo tanto, aunque los alquimistas tenían razón en sus intenciones, estaban incapacitados tecnológica y científicamente para lograr la transmutación de los elementos. Yo, incluso con los resultados positivos, aunque no los esperados por mí, que es lo más importante… aprendo como todo buen científico y aún más... confirmo mi hipótesis: EL MUNDO ES TRANSFORMABLE. 

 

Voz de Abus. — (Desde arriba) Bravo, Filus; eso les va a encantar. 

 

Filus. — (Retomando, ligeramente incómodo por la intervención) Yo realicé una modificación momentánea tomando como objeto de estudio a un ser vivo. Sin embargo, al no sentirme satisfecho del cambio meramente circunstancial, aunque con éxito, verdad, Abus… (Risas de Abus desde arriba) Decidí llevar mi experimento todavía más lejos: Efectuar una transformación intrínseca de la estructura básica. Es decir, una transmutación a fondo, molecular y permanente. (Emocionado) Una alteración drástica en la fisiología de un ser vivo tomando como punto de partida los elementos primarios esdrodosféricos Sí, me refiero exactamente a una metamorfosis interna total, pero sin cambios externos significativos. (Emocionadísimo) Así es, estoy hablando de la alteración factible cuántica y cromosómica genética en un sujeto viviente. (Pone con su propio teléfono móvil aplausos grabados). 

 

Voz de Abus. —¡Eso es, Filus... bravo! 

 

Filus. — (Recobra la calma) Quiero agradecer la infinita cooperación de mi segundo y actual sujeto de estudio quien cordialmente se propuso ella misma para ser utilizada en este experimento. Ella… Se supone… que debería…. Estar dentro de esta cápsula… Ya saben ustedes. Yo le pregunté: Bosca, querida hermana, cuál es tu deseo más profundo… En qué quieres tú que yo te convierta a ti… Palabras más palabras menos. 

 

(Suena su teléfono, y contesta el mensaje) Sí, yo lo recuerdo… Sí abuela. “Volar, tener fuerza sobrenatural, controlar a quien se le diera la gana…Y claro, tener la capacidad de atravesar las paredes cuando lo desee, sí, cuando ella lo deseara… suplantar la identidad de quien quisiera, leer la mente…  y… y… y… Volverse invisible.  

 

(Graba su voz en el celular, muy profesional) El sujeto quería volverse invisible. 

Eso es. 

(Se queda de pie, unos segundos, en silencio) Y… pues al parecer… el experimento… funcionó. Yo la metí en esta cápsula. (Abre la tapa de la cápsula y es evidente que está vacía. Si es posible se mostrará, como en un acto de magia, el interior de la cápsula vacía al público)) Y pues… Ya no está. 

 

Una de las explicaciones que puedo dar es que ella efectivamente es ahora invisible… pero… ¿por qué no se comunica? Y por otro lado. Es invisible, yo digo, pero ciertamente no es muda. No. A ella, sí, le gusta mucho la comunicación. Ustedes saben. Y aunque fuera invisible y muda… pues podría tocarme, podría darme aunque fuera un golpe, una patada… O algo no tan violento. Podría tomarme de la mano. 

 

(Retoma su lugar como conferencista) Podemos decir que el experimento ha sido… un éxito relativo. Hemos podido transformar al sujeto. Pero… Ya no hemos podido tener contacto con él. Eso es. 

 

Aplausos grabados, escasos.  Cara de circunstancia de Filus. 

 

Oscuro 

 

7. 

Filus se encuentra sentado encima de un viejo mueble y con una media en la cabeza. 

 

Filus. — (Decepcionado) No, no soy el ingenio de todos los tiempos. Soy un fracaso. No tengo cara. Nada de lo que hago sale bien. (La tapa de la cápsula se abre, y luego se ilumina. Se escucha un sonido agudo, lejano) ¿Hermanita? ¿Bosca? ¿Estás ahí? (Filus se quita la media de la cabeza y salta emocionado. Se coloca junto a la cápsula y trata de hacer que su hermana se comunique) ¡Bosca...! (Toca con sus nudillos la tapa, abre y cierra varias veces) ¡Oye...! (Cierra la tapa y trata de escuchar lo que sucede dentro. Se escuchan risas nerviosas de mujer, carcajadas de hombre) Bosca, ¿qué andas haciendo, eh? 

Se escucha una voz distorsionada de mujer. 

 

Voz distorsionada de mujer. ¡Filus...! ¡Aléjate! Vete de aquí antes de que sea demasiado...! 

 

Filus. — ¿Bosca?... (Silencio. Filus, desconcertado abre la tapa de la cápsula) ¿Y este libro? Esta abierto en esta página… Tiene un gato encerrado en un círculo.  Un gato blanco ¡Por qué un gato blanco? (Filus toma el libro y empieza a leer) Conjuro especial para cuando todo esté perdido: Haz grande un círculo; con la sal de mil años haz un círculo. Comienza en calma y llega lentamente a una alta noche. Haz del mundo oscuridad y de la noche esfera. Cuando la luz del fuego esté en el centro, conocerás las palabras... (Filus se coloca debajo de un haz de luz en el escenario; luego, enciende una vela y la coloca en el centro. Sale cuidadoso y vuelve a tomar el libro) Ahora, consulta la página doscientos cuarenta y uno... (Obediente) Página dos, cuatro, uno: ya está. (Lee) Si sabes cuántas vidas tiene un gato, ve y colócate en el centro. (Llega al centro de la circunferencia. Filus toma la vela y sigue leyendo) ¿Ya estás adentro?... (Filus responde) Sí y ahora qué... (Lee) Ahora, si verdaderamente sabes cuántas vidas tiene el gato, cuenta las veces necesarias una y otra vez hasta que llegue. (Deja de leer) Ya entiendo... Gracias, Bosca, donde quiera que te encuentres. Espero que puedas perdonarme. Pero no entiendo nada de esto, del libro y el gato blanco… Y… creo me imagino… estoy seguro de que es un conjuro para que aparezca un gato. Muy interesante. (Anhelante) Es magia. (Recapacita) No, pero qué estoy diciendo. Yo odio la magia y esas idioteces. (Vuelve a leer) Esto está facilísimo. Vamos a ver... (Sale del círculo y pone el libro y la vela apagada en un mueble. Coloca un pizarrón en el tripié y escribe) Un gato tiene siete vidas. Siete gatos una vez (Escribe 7 x 1= 7) Son siete. (Sigue anotando las cantidades) Siete gatos dos veces: catorce... (Pizarrón: 7 x 2= 14) Más siete... (Anota y dice: 14 + 7= 21) igual a veintiuno. Y si sometemos este resultado a un valor exponencial tendremos veintiuno, más veintiocho, más treinta y cinco más cuarenta y dos... (Anota y dice: 21 + 28 + 35 + 42) más siete veces siete que son cuarenta y nueve... (Anota y dice: +49) tenemos como resultado: Ciento noventa y seis gatos (Anota: 196 gatos). 

Y si sumamos de atrás para adelante (Anota y dice: 6 + 9= 15 + 1) O no... Mejor de adelante para atrás... tenemos: uno, más nueve igual a diez (Escribe y dice:  1 + 9= 10) y si sumamos el seis tendremos... 

(Escribe y dice 10 + 6= 16) dieciséis... Y por supuesto UNO más SEIS es lógica y sencillamente el resultado final... (Anota 1 + 6) Es igual a SIETE!... Por lo tanto siete vidas tiene el gato. ¿O no es que tenía nueve?… Voy a buscarlo en Google… (Busca en su celular) Tiene siete o nueve… depende del país. Bueno. Como sea, ¿dónde está el maldito gato...? 

 

La luz se apaga por completo. Luego, lentamente se ilumina el centro del círculo y vemos 

 

La imagen de un demonio de cuerpo entero, una estatua o muñeco grande, tal vez un alebrije o Judas. Desde dentro se escucha su voz. 

 

 

Voz cavernosa. — Aquí estoy, Filus... Me llamaste. 

 

Filus. — (Despectivo) Yo no te llamé. Quería una respuesta. 

 

Voz cavernosa. Ven, acércate. 

 

Filus. — No me acerco. Dónde está mi hermana. ¿La tienes tú? 

 

Voz cavernosa. ¿ o sí…? 

 

Filus. — Sí, qué. 

 

Voz cavernosa. Soy la solución a tus problemas, soy la solución. 

 

Filus. — ¿De verdad? Quiero que mis experimentos funcionen; quiero que mi hermana regrese, ¿eres capaz de ayudarme? 

 

Voz cavernosa. Todo lo que tú haces funciona. Por eso he venido. 

 

Filus. — No funciona nada de lo que hago. No lo sabes. Convertí a mi abuelita en lo mismo que antes era y, luego, desaparecí a mi hermana. Por qué dices que mis experimentos funcionan. Soy un fracaso. Soy un asco. 

 

Voz cavernosa. Ayúdame, Filus... Dame tu mano. 

 

Filus. — Y cómo te voy a dar la mano. Tú no tienes mano. 

 

Voz cavernosa. Te necesito, Filus. 

 

Filus. — Ah, sí, cómo no. Entonces no eres un demonio muy poderoso. 

 

Voz cavernosa. Ven, te vas a divertir. 

 

Filus. — No lo sé... No lo creo. 

 

Voz cavernosa. Si no vienes, tu hermana ya no regresará contigo. 

 

Filus. — Eso fue lo que pensé. Tú la tienes. 

 

Voz cavernosa. Ajá. Ajá. 

 

Filus. — ¿Qué? Es así como contestas.  Ajá y ajá. La verdad como demonio dejas mucho qué desear. 

 

Voz cavernosa. Y tú como científico das pena. Mira que convertir a tu hermana en campo gravitacional de la esdroesdroferosfera 

 

Filus. ¿Qué?  Esdroferosfera… mo sabes eso. 

 

Voz cavernosa. Me mantengo informada. 

 

Filus. — (Sorprendido) ¿Tú...? (En actitud sospechosa) Que bueno que te mantengas informada…, me da mucho gusto… Hermanita. 

 

Voz cavernosa. Qué te hace pensar que soy tu hermana. 

 

Filus. — Muy sencillo. Te equivocaste de género, dijiste informada, a menos que seas una diabla y no un demonio…. Y… todavía más claro… El campo gravitacional es un concepto que estuve desarrollando en mis últimos experimentos, así como la realidad cuántica y la esdroferosfera interseccional… Investigación absolutamente mía… la esdroferosfera sobre todo es mía… me refiero… a… 

 

Voz cavernosa. Ah… Sí, desde luego, la esdroferferofero 

 

Filus. — Y francamente, Bosca, me parece de muy mal gusto que estuvieras espiando mi teléfono, porque es ahí donde tengo todo grabado… y que estés utilizando información privilegiada. 

 

Voz cavernosa. ¡Diablos! 

 

Filus. — (Molesto) Eso digo yo… (Repentinamente optimista) Pero se me ocurre, Bosca, que ya está el proceso a punto de revertirse. Al principio eras muda, invisible y no tenías tacto. No tenías sentido del tacto, ¿no es cierto? 

 

Voz cavernosa. (Titubeante) Nnnooo. 

 

Filus. — (Sincero) Ya puedo estar tranquilo, y tú más… Te aseguro de que en unos días… Tú vas a….  

 

Repentino oscuro y explosión. 

 

8. 

Han pasado algunos días. Cuando la luz regresa ha desaparecido el demonio y la cápsula. Filus está una vez más de pie junto al atril. La iluminación es cálida y ya está todo ordenado.  

 

 

(Filus, serenamente feliz) Lo cierto es que Bosca es más feliz ahora que como antes vivía. Y no, no es que nadie la haya obligado a permanecer en el estado gravitacional esdrodosférico, invención mía, y que puede si ella quiere aprender a regresar y después irse según sus deseos. La transformación no ha sido definitiva y tiene las opciones de vivir así, invisible… La voz cada día se le aclara un poco más y bueno, parece ser… que el tacto lo puede usar a voluntad… Si ella quiere la pueden sentir y si ella no quiere… Ya saben. 

Mi Abus, está muy feliz ahora que está de nuevo soltera… parece que el jardinero solo fue una aventura más, pero ella definitivamente es más feliz con sus amigas. ¿Qué más?  ¿Yo?  Si es lo más importante… No. No es cierto. En verdad me he vuelto un poquito más humilde, sobre todo desde que publiqué mi investigación ya saben gravitacional esdrodosférica y… pues estoy becado y ya muy pronto me voy a trabajar a… al centro de… (Filus se comporta extrañamente, como si una fuerza lo empujara o lo pellizcara de repente) A una institución de mucho prestigio… ya saben… y ¿Bosca?… Eres tú, claro que eres tú. Habla, hermanita, yo sé que puedes hablar, aun con tu ronca voz… Oye, ya… Déjame. Bien… Creo que por hoy eso ha sido todo. Los dejo, debo subir un momento y dejar este sótano… porque es aquí… donde paso más tiempo y también debo… salir y tomar un poquito de … aire…. Libre… Ya por favor… Abuela… Abuuus Abuuuuus…. ¡Bosca se ha vuelto definitivamente loca!… Abuuuus. Abueliiitaaaaa. 

 

Oscuro final.  

 

 

 

 

 

 

Isabela Adolescente 

 

 

de Benjamín Gavarre Silva 

 

 

Comedia para tres personajes femeninos y una voz: 

 

 

Personajes: 

 

Isabela (Isa) 

Mami 

Lala. 

(Voz de Jonás) 

 

Isabela es una adolescente gorda en una sociedad que considera a la gordura como uno de los males mayores. Su gordura está distorsionada en la imagen que ella misma tiene de su propio cuerpo y es agravada por los comentarios negativos de su madre y hermana quienes no ayudan a que la chica esté a gusto consigo misma. Su imagen la atormenta, ya que se mira en el espejo con muchos kilos más de los que tiene. Es un asunto polémico, pero para lo que ella considera es gordura, otros dirían que es sobrepeso. Es un asunto que tiene que ver con la imagen negativa hacia las personas que no se ajustan a una norma y por lo tanto no se sienten bien consigo mismas. Lo peor, en el caso de Isabela, es que la imagen que tiene de sí misma no corresponde a las exigencias que las redes sociales piden para las chicas de su edad, por ejemplo una cintura imposible, como la de la Cenicienta. 

Isabela (Isa) pasa la mayor parte del tiempo en su cuarto en el que está todas las tardes después de la escuela, y hasta muy entrada la noche. Es el cuarto desordenado de una joven adolescente, pero sobre todo es un refugio. Está ubicado en la planta baja de su casa grande y vieja donde viven además de Isa, su mamá y su hermana. 

Además del gran espejo de cuerpo entero que domina el espacio escénico, podemos ver un biombo, un futón, un rack con ropa colgada, una silla y algunas mesas con toda clase de objetos en un desorden que solo Isa puede entender.  Está también una bicicleta prácticamente nueva y utilizada como perchero. Podemos ver -a la izquierda del escenario- una puerta que comunica con la casa, a la derecha una ventana que da a la calle y, al fondo, la puerta de un baño. 

Al iniciar la obra, Isa está echada en su futón. Tiene sus auriculares puestos y no deja de poner atención a su celular. Mami está sentada en una silla y mira con desaprobación y desagrado ya sea a Isabel o a su cuarto que es donde se encuentran las dos, en un frío duelo en el que supuestamente la chica ignora a su madre, pero está consciente de que esta última está ahí y la observa. Esta situación dura algún tiempo y es más o menos rota por la llegada de Lala, quien entra al cuarto, sonríe a Mami y se va a sentar junto a Isa, quien con desagrado le hace lugar. Lala también saca su celular y se pone a revisar sus redes sociales. 

 

 

1. 

Luz cálida. Tono de comedia con algunos elementos satíricos. 

 

Mami. — El colmo. Esto es el colmo. ¿Tú también, Lala? Te vas a poner de su lado, como si fueras zombi. 

Lala. — Yo nada más vine a ver qué estaban haciendo. Pero no entiendo, tú estás ahí, sentada, con cara de pocos amigos y no le dices nada a Chabela. 

 

Al oír el nombre de Chabela, Isa voltea a ver a Lala con furia. Lala hace un gesto de “Yo qué” y todo vuelve a la misma situación de incomodidad, desagrado, y evasión. 

 

Mami. — Pues sí, Lala: No entiendo cómo te pones de su parte. En vez de hacer que salga de ese estado vegetativo… te le unes y te pones también a “no hacer nada”. 

Lala. — Estoy revisando mis mensajes. 

Mami. — Tus ochocientos y tantos amigos de face...  Y tu hermana … Mira nada más cómo está vestida, parece que en vez de vestirse se cubre, en vez de vestirse parece que se tapa, mejor que se ponga una sábana encima, o una cobija. Y mira en qué estado se encuentra su habitación, mira nada más el desorden, todo lleno de trapos, y comida de no sé cuántos días aquí acumulada, y cajas y... Y la bicicleta que le compré para hacer ejercicio ahí, de perchero está muy bien. Cómo quieres que Chabelita no esté gorda, si no sale de su cuarto y se la pasa aquí oyendo música y... 

Isa. — No me digas Chabelita. 

Mami. — Mírala, ya reaccionó la zombi. 

Isa. — Y no me digas zombi. 

Mami. — Ya viste, Lala, que no le diga zombi a la gorda. Si son las primeras palabras que le oigo en una semana. (Refiriéndose a la hermana) Al menos Lala sale a correr y sale en su bicicleta, pero tú, Isabel, nada, de nada, antes por lo menos nos hacías la comida, pero ya ni eso. 

Lala. — Sí, Chabela, por qué ya no te gusta cocinar, antes por lo menos... 

Isa. — ¡Que no me digas Chabela! 

Lala. —Isabela, entonces. 

Isa. — ¡Tampoco! 

Mami. — ¿Pues cómo te decimos, gordita? 

Isa. — (Silencio, Isa la fulmina con la mirada) No me llames así.   

Mami. — ¿Pues por qué no bajas de peso, gordita. 

Isa. — ¡Deja de llamarme así! 

Mami. —  Mira hija. 

Isa. — Ahí vienes otra vez. 

Mami. — Sí, allá voy. Te lo advierto. Si no te pones a dieta, o haces algo de ejercicio... 

Lala. — Uy, ahora sí... ahora sí... 

Isa. — (Se quita el auricular y se le queda viendo a su mami con fastidio) A ver, soy toda oídos (Empieza a balbucear mientras su madre la regaña) Blablabla, blablabla... blablabla 

Mami. — Si no cambias de actitud, deja tú lo gorda... Si no te pones a hacer algo de tu vida, si no te esfuerzas por lo menos en hacer tus tareas, en hacer algo de provecho, limpiar tu cuarto, hacer la comida como antes lo hacías, limpiar la casa como antes lo hacías, salir a caminar, salir a correr con Lala, salir en bicicleta con Lala... 

Isa. — (Quien oye las últimas palabras de su madre) ¿Salir con ésta? ¿Limpiar la casa?, ¿hacer la comida? ¿Para que después ni siquiera se coman lo que hago, para que después ni me agradezcan lo que hago? No, lo siento, yo tengo una vida y no la voy a desperdiciar haciendo la limpieza. ¿Pues qué te pasa, mami?, ¡yo no soy tu sirvienta! (Se pone otra vez los auriculares y trata de ignorar a su madre, quien se le enfrenta, muy enojada). 

Mami. — Pues te lo advierto una vez más, si no cambias de actitud, te voy a quitar la clave de internet, te voy a cancelar tu tarjeta y te voy a dejar encerrada aquí para que verdaderamente no salgas de tu cuarto. Te vas a quedar aquí, sin comer, hasta que recapacites y te disculpes. 

Isa. — (Grita) ¡Que me disculpe? Tú perdóname por haber nacido, madre. 

Mami. — ¡No me levantes la voz! 

Lala. — Ya estalló la bomba. 

Mami. — Y tú, Lala, mejor cállate, porque el castigo puede ir también para ti. 

Lala. — Yo qué hice, mamita. 

Isa. — (La imita) “Yo qué hice, mamita” ... ¡Mosca muerta! 

Lala. — ¿Ves cómo me trata? 

Mami. — Vámonos, hija, vamos a dejar que recapacite. A ver si continúa en esa actitud cuando le quitemos el internet y la tarjeta. 

Isa. — “Le quitemos”. No bueno, ahora las dos contra mí. 

Lala. — No, Chabelita, tú sabes que yo... 

Isa. — Qué no me llames así, ¡tamadre! 

Lala. — Uy, ya hasta con groserías, mami. 

Mami. — Sí, ya me doy cuenta. ¡Hasta vulgar se ha vuelto! 

Lala. — Sí, mami, vámonos de aquí. 

Mami. — (Más o menos conciliadora, al final) Recapacita, hija, sigue con la dieta, baja un poco de peso, búscate un... 

Lala. — ¿Pasatiempo, novio? ¡Un gimnasio? 

Isa. — Sí, sí, sí, ¡ya por favor! ¿Pueden dejarme sola? Voy a meditar profundamente en lo que me has pedido. Déjenme en paz las dos. 

Mami. — Vámonos hija, es mejor que se quedé un rato a solas y reflexione sobre las consecuencias de sus acciones. 

Lala. — Sí, mami, que reflexione, que reflexione, vámonos. Nos vemos, hermanita. 

 

Isabel cierra los ojos, se vuelve a poner los auriculares, pero poco a poco la vemos entrando en un profundo sueño. 

 

Isa. — (Sigue muy enojada, repite algunas de las palabras de la discusión.) “Hasta vulgar se ha vuelto” ... ¡Vulgar!... “Parece que en vez de vestirse se cubre, en vez de vestirse parece que se tapa, mejor que se ponga una sábana encima” ¿Por qué no bajas de peso, gordita! Como si fuera tan fácil ¿Pues quién se cree que es!? ¡La reina de no sé dónde!??... “Nos vemos, hermanita” ... Mta... Consíguete una vida, Lalita... “Ponte a estudiar, ponte a hacer la comida, arregla tu cuarto, haz la limpieza” ... ¡Pues quién se creen que soy!, ¡Se creen que soy la Cenicienta? “Tú cocinas muy rico” ...  “Hasta vulgar se ha vuelto” ... ¡No, bueno! 

 

Del enojo va pasando lentamente al sueño... se escucha a lo lejos música instrumental de reguetón. La luz cambia a un ambiente de sueño hasta que se hace un 

 

Oscuro 

 

 

2. 

La iluminación ha cambiado. La atmósfera tiene algo de cuento de Hadas, pero sin exagerar. Los personajes se van a un tono fársico, caricaturesco, para diferenciarlo del cómico más o menos verosímil de la primera escena. Algo sugiere que estamos en una realidad distinta, ya sea de la fantasía o del sueño. A Isabel la veremos entrar vestida con unas mallas color magenta y una enorme camiseta negra. 

 

Isa. — (Molesta -por algún maltrato que ha recibido, entra directamente a verse al espejo) No me voy a quedar así. Ya estoy cansada. Ya no las voy a soportar. No, mis vidas. Ni se crean. Si no les gusta... Si no les gusta mi comida... que se hagan un sándwich, o que pidan comida, pues qué se creen. Hablando de comida, creo que me voy a pedir una pizza. No, pero engorda. Creo que por aquí tenía unas alitas. ¿Dónde estarán mis alitas? Yo tenía un tupper con alitas... (Busca sus “alitas, pero no las encuentra. Abre varios recipientes más y están vacíos, solo el último contiene comida). Mhh... (Con sarcasmo) ¡Qué rico, apio y berros! ¡Y zanahorias! Bueno... Creo que después busco mis alitas, mejor comida sana. (Come con desagrado un poco de apio) En fin, qué triste es mi vida. Gorda, fea, maltratada y a dieta. A ver si aquí hay algo para mí... ¡Cenicienta? Mira nada más qué cintura. Igualita que la mía... A ver, qué necesito. Una cintura tipo Cenicienta, un novio, una pizza. (Busca en su celular y lee en voz alta) Una pizza, esa es una buena idea. Pizza, suchi... ¿Teriyaqui?, ay, no. Qué es esto. Vaya, vaya: 

¡Una nueva imagen! ¡Ya no te sientas gorda! ¡Y si estás gorda que no te importe! 

A ver, esto parece hecho para mí: “¡Diseña tu imagen, vive tu fantasía, ya no te sientas la gorda de la casa, vístete como la influencer de tus sueños, siéntete única, deja atrás los malos ratos! ¡Toma el poder! 

Claro, y como si fuera tan fácil. (Lee atentamente en su teléfono móvil) Pues parece que sí, es muy fácil. Trae unos zapatos de regalo. Y en seguida te traen todo el conjunto, será cierto? “Bibi” ... Mhh. Como comida, como Ubereats, te la traen en bici... Mh. No sé. ¿En bici?... Deben de hacer mucho ejercicio... Pues están aquí cerquita. Ya. Voy a pedir esta imagen. Ah, espero que me la traigan rapidito, como dicen... (Ve en la aplicación de su celular que la entrega se acerca) Ah, qué bien, ya viene en camino. Ya se acerca. Va a dar vuelta... Y llega en bicicleta, qué impresión... Mhhh... Jonás se llama el que entrega... Jonás del Pozo, qué risa... ¡Qué impresión que venga en bicicleta!, ¿será más fácil?, debería venir en moto, así, con chamarra de cuero y que me lleve, debe de tener un cuerpazo, voy a asomarme por la ventana antes de que me toque el timbre. 

 

Se asoma por una ventana que da a la calle para recibir un pedido que le traen por una aplicación de mensajería. 

 

Isa. — ¡Aquí es, Jonás! ¡Es aquí, no toques el timbre! 

 

Solo escuchamos a Jonás, quien está afuera, en la calle, junto a la ventana de Isabela. (Puede ser que veamos su Bicicleta, y a él apenas iluminado, en silueta). 

 

(Voz de Isa) Hola, Jonás. Llegaste muy rápido. 

(Voz de Jonás) Isabel, ¿verdad? Aquí está tu pedido. Me vas a disculpar, se me olvidó que tenían un extra. 

(Voz de Isa) ¿Un extra? 

(Voz de Jonás) Un bono, pero voy enseguida por él y te lo traigo. 

(Voz de Isa) Claro, deben de ser los zapatos. 

(Voz de Jonás) No sé qué sea, la verdad, yo solo entrego el paquete. 

(Voz de Isa) Entiendo. Oye, pero no me digas Isabela, ¿sí? Nadie me llama Isabela, prefiero Isa. Te voy a súper calificar bien y hasta te pongo propina, pero cuando me traigas el paquete. Los zapatos. 

(Voz de Jonás) Te lo traigo al ratito, no me vayas a calificar mal. 

(Voz de Isa) No, cómo crees. No te apures, yo te espero. 

(Voz de Jonás) Gracias. No me tardo. 

 

Isabel sigue asomada a la ventana, suspira cuando lo ve irse. Mami y Lala abren la puerta de su cuarto. Mami solo ve con desagrado la habitación, pero Lala se mete y se va a esconder detrás del enorme espejo de cuerpo entero. 

 

3. 

A Isa se le olvida el encanto que le produjo la llegada de Jonás. Inmediatamente cambia su atención al pedido que llegó. Observa ensimismada la gran caja de mensajería cuidadosamente embalada, quita los plásticos y cartones en donde viene envuelta su mercancía. Observa con deleite su “Nueva imagen”: un vestuario de “Sirvienta sexy de lujo”: Delantal, cofia y guantes largos, pero faltan los zapatos, por lo que anda descalza. 

 

Busca en su celular una música que le agrade. Conecta con blutooth -o similar- música instrumental de Reguetón a una bocina.  Medio baila y se quita la ropa para cambiarse detrás de un enorme biombo que la tapa por completo, se pone el vestuario de “sirvienta sexy” y una vez vestida, siempre descalza, va al espejo y se pone a improvisar un reguetón con las palabras Dámelo o Muévelo... 

 

Isa. — Muévelo, Dámelo todo, Mami. Dámelo. Muévelo todo, Papi. Y quién te dijo que no, Mami; si tú me lo quieres dar a mí todo, Papi; y quién te dijo que no, Mami; si yo me lo voy a dar, Papi; me lo voy a dar todo, Papi... 

 

Va otra vez a su celular para cambiar la música, pero la quita. Se queda casi petrificada por la noticia que descubre... Mira su imagen en el espejo unos momentos, siempre quieta. Va otra vez al celular y dominada por un intenso furor empieza a recorrer casi dando saltos intensamente emocionada, su cuarto. 

 

Isa. — ¡Ay no puede ser, me muero, me voy a morir!... ¡Gané! Gané la cena en el Súper Antro. ¡Gané el concurso! ¡Gané la Cita! ¡La Súper Cita! ¡Me voy a morir!, pero y ¿qué me voy a poner? ¿Y cómo me voy a maquillar? Pues ya veré, pero, mira nada más, mi rey, mi príncipe, mi todo lo que me pidas, papito. Tú vas a cenar conmigo, yo me lo merezco, yo soy tu princesa, tu reina, tu todo lo que quieras, papacito, papucho, papito, mi próximo marido, mi nene, mi rey. Yo no voy a cenar contigo, ¡yo te voy a cenar a ti! 

 

4. 

Su hermana Lala, en vestido cursi y pretencioso, y quien hace tiempo estaba escondida detrás del espejo en el que Isa se veía cuando bailaba, le sale al encuentro y la asusta. 

 

Lala. — ¿Me lo juras, princesa? ¿Vas a cenarme todo completito? 

Isa. — Ay, Lala, bruta, si ahí estabas: ¿Por qué siempre te escondes en mi cuarto!? ¿¡por qué siempre me espías! ¿Qué no tienes nada mejor qué hacer! ¡Ya te dije que no me gusta que me asustes! ¡No me vuelvas a asustar!!! 

Lala. — Lo siento, pero me encanta ver la cara que pones cuando saltas y casi te desmayas. ¡¿De qué cita hablas, cuál cena, cuál Súper Antro, cuál príncipe, y cómo que de reguetón, cómo que te lo vas a dar, por qué de reguetón, a quién le gusta el reguetón, a ti te gusta el reguetón? ¿De veras!?? 

Isa. — A ver, muchas preguntas. 

Lala. — ¡Con quién dices que te vas a ir a cenar, Chabelita Gordita? 

Isa. — Te pasas, flacucha, desabrida, sangrona. 

Lala. — Como sea da igual. 

Isa. — Pues no solo lo digo, me voy a ir a cenar al Súper Antro, me gané un premio, una cena, una noche, una vida entera, todo, con mi Príncipe del Reguetón: Mario Labrada. 

Lala. — Ay, Ajá... y yo me voy a ir a cenar con... Con el príncipe de... de las, de los... de mis... 

Isa. — ¿De tus sueños? Ni sabes, Lala. A ti te gusta Justin Bieber, o Justin Tonto, pero yo amo a Mario Labrada y sí, sí, me voy a ir a cenar con mi príncipe, mi rey: Mario La-bra-da! 

Lala. — Sí, ya lo oí, ya lo escuchó todo el planeta, ya nos enteramos. Pero, pues no sé si puedas ir a cenar con nadie, y menos con esa ropita de Zorra. 

Isa. — Cómo crees, es lo último de la moda en imagen sexy, tú no sabes. 

Lala. — Parece de Zorrita gordita. 

Isa. — Es de chica sexy... Es lo más sexy que se pueda encontrar en estos días punto por punto entre los que estamos vivos, aquí lo dice, mira. (Le enseña una “página” en el celular) Y me hace ver delgada, mira, aquí lo dice. (Reacciona ante la mirada burlona de Lala) Pues me lo trajeron... Y aunque lo creas o no, me hace ver menso gorda. Me lo trajeron. Hace rato... me lo trajeron en bici, por “Bibi” ... (Ante la cara de ignorancia de Lala) La nueva app, es como “Tipi”, o como “Upsi”, pero no tan caro y te lo entregan todo en bicicleta. Me prometieron también zapatos de tacón de regalo, pero esos me los traen después porque se le olvidaron al chico que me los trajo, Guapísimo, cuerpazo. 

Lala. — ¿Te van a traer tacones? Ni los sabes usar, te vas a caer... ¡Con lo gorda que estás! 

Isa. — Te tengo noticias: Esta imagen me hace ver menos gorda. Y sí sé usar tacones. Otra cosa es que nunca los use, pero estos no son tacones. Son de plataforma, ya sabes, dorados, con brillantitos, lentejuelas, no sé, preciosos, mira... (Se los enseña en la imagen de la pantalla de su cel.) ... Y son un extra. Un bono, ¿me entiendes? Vienen de regalo. Es un nuevo look para nosotras las latinas, latina internacional, ves, no como para ti, pero sí para las morenas como nosotras, como yo. Yo creo que no tardan en traérmelos. Es que de tacón no me gustan, y así de plataforma, pues me siento más segura. Si no llegan a tiempo, a Jonás lo penalizan. Se llama, Jonás, el chico, cuerpazo, lo penalizan, si yo le pongo malas opiniones, o bueno, si yo le pongo puntos malos y me sale gratis la siguiente entrega... Pero no lo voy a hacer. Hasta le voy a poner propina, en la aplicación. 

 

Lala. — No te entendí nada, Chabela, pero para mí que tu vestido es como de Zorrita gordita. 

Isa. — Tú no entiendes nada nunca. Y ya, déjame en paz, Dime Isa, o como quieras, pero no Chabela, Ni Chabelita, ni menos Isabela... Y te lo digo, con este vestido me veo delgada, lo oyes. He conseguido mi nueva imagen. (Se refiere a la página del celular otra vez) Aquí lo dice. Estoy feliz con mi vestido nuevo, estoy tranquila, en mi espacio, estoy conmigo misma, con mis cosas, y pues sí, yo me gané una cena en el Concurso: “Gánate una Cena en el Súper Antro con Mario Labrada, el Príncipe del Reguetón”, y tú, pues tú no. 

Lala. — ¿Dices que estás en tu espacio y con tus cosas, pero si siempre estás con tus cosas, solo piensas en ti! 

Isa. — Yo les hice de comer, les hice un molito y no les gustó. Pues ya. ¡Qué, les traigo Mariachi? ¿Les bailo Salsa? Pues nada, no tengo la obligación. No les vuelvo a cocinar ni nada. ¡Yo no soy la Cenicienta! 

Lala. — Pues tienes razón, la Cenicienta era delgada. 

Isa. — ¿Era? Pues qué, ¡ya se murió? ¡Qué te pasa? ¡Y en todo caso yo me hago la comida para mí misma y se acabó! Y puedo estar en mi cuarto toda la tarde y toda la noche si se me da la gana. 

Lala. — Pues sí, hermanita, pero lo que sí sé es que la Cenicienta era bonita y delgadita 

Isa. — Como sea da igual. Yo soy bonita, no me veo tan gorda y no te voy a hacer caso. 

Lala. — Pues dirás lo que quieras, pero al menos la Cenicienta sí sabía hacer la limpieza, pero tú no, mira tu cuarto: está hecho un desastre. Por lo menos era para que lo tuvieras limpio. Como el mío. Si te ve mamá, no sé qué te va a decir. No te va a dejar ir a tu Ceni-cita, eh, Cenicienta. 

Isa. — Tú mejor te vas de aquí, ya me cansé de que siempre estés aquí de metiche, salte, consíguete una vida. Vete a andar en tu bici, tú solita y tu alma, como siempre, o vete a de nerd a estudiar o vete a seguir limpiando tu cursi cuarto que se cae de limpio y aburrido. 

Lala. — Yo creo que voy a llamar a mamá, a ver qué opina de tu desorden, de tu Súper Antro, tu Súper Príncipe y tu Súper-Cita (Con mala intención) “del reguetón”. Mamaaaá. 

Isa. — Ya me caíste mal, Lala, ya me acabaste de caer muy mal! 

Lala. — Mamáaaa, ¡auxilio! ¡Cenicienta me quiere pegar otra vez! 

 

Se oye una campana. Isa y Lala se miran significativamente. 

Lala. — Es mamá. Ya viene para acá. Ya vas a ver. 

Isa. — Pues que entre, que se entere. No tengo nada que esconder. 

Lala. — Eso es lo que tú dices, Ya está aquí. 

 

5. 

Entra a escena Mami, Su imagen es la de una reina arrogante y un poco lunática. Trae una campana -atada a la cintura con la que acostumbra a poner orden. Ceremonial, se instala en un silla del cuarto de Isa y se ve incómoda, pero trata de comportarse como si estuviera en un trono. 

 

Mami. — ¡Isaaaa! 

Isa. — Qué se te ofrece, mamita. 

Mami. — (A quién no le gusta la forma en que la llama Isa, pero sin decir palabra del tema) Isa, por qué molestas a tu hermana. Ella siempre te ha tratado con respeto. Deberías estar agradecida de que alguien como ella te trate bien y no como te mereces. 

Isa. — ¡Alguien como ella? Qué quieres decir con alguien “como ella”: ¿desabrida y tonta? 

Mami. — Lala es como una princesa y es muy superior a ti y lo sabes.   

Isa. — ¿Esta flacucha babosa es superior a mí? 

Mami. — Te lo he dicho mil veces ella es mejor que tú y me tienes cansada por esa conducta terrible de tratar de superarla. Tú tienes que aceptar tu condición y no tratar de ser más de lo que te tocó en la vida. 

Isa. — Pues sí, se parece a ti, pero al menos tú eras bonita, cuando eras joven, en tus tiempos, pero Lala... 

Mami. — Estos son mis tiempos, entiéndelo. Soy hermosa, soy alta, delgada y tengo clase. Yo no sé cómo me fui a relacionar con un hombre como tu padre... Moreno, gordito y bajito, como tú. Eso sí... Tenía lo suyo. 

Isa. — Demasiada información. 

Lala. — En cambio, yo salí a ti, verdad, mami, también soy delgada y bonita. No tengo nada de papá. 

Mami. —Y dime, Chabela, ¿puedes explicarme por qué tanto alboroto? ¿Puedes explicarme el motivo de tantos gritos? Escuché que te piensas relacionar con un mugroso reguetonero. 

Lala. — Sí, Mamita, ¡un chaca! Mario Labrada, se van a ir a cenar los dos, al Súper Antro, ella se ganó el premio, un concurso. 

Mami. — ¿Un Chaca? Qué es eso. 

Lala. — Es... pues es como un chacal. 

Mami. —Ya veo. ¡Pues Eso no va a suceder! 

Isa. — Pero... ¡Cómo! 

Mami. — Yo sé mi cuento. Yo no pienso permitir que tú vayas a esa cena a ningún lugar de mala muerte, con un... tipejo mugriento. Te tengo noticias, no te voy a dejar salir, vas a quedarte encerrada en tu cuarto, lo voy a cerrar con triple llave, y además voy a cancelar tu tarjeta adicional y voy a cambiar la clave de internet. 

Isa. — ¡Y qué me vas a dejar?: ¿Mi celular sin internet?! Mejor mátame, dame un balazo, bruja, mala madre! 

Mami. — ¿Ya viste, Lala?, ahora soy bruja. 

Lala. — Ya no te llama mamita, Mami. 

Isa. — Y qué va a pasar con mi cena. No puedo dejar plantado al Príncipe. 

Mami. — No, verdad. Tendríamos que ser corteses con el mamarracho ese. No podemos dejar que piense que somos unas groseras y apestosas, vulgares y... ¿Qué te parece, Lala, si tú vas en lugar de Isa? 

Lala. — ¿Yo? No, mamita. ¡A mí me da miedo! 

Isa. — Ni se les ocurra. 

Lala. — Deja que vaya Chabela, ella se lo ganó. 

Isa. — Sí, el Príncipe es mío, yo me lo gané. (Cambia de estrategia) Ándale. 

Mami. — No lo sé. Además no sé qué tiene de príncipe ese mugroso de cuarta, ni cantar sabe. 

Isa. — ¿Y tú cómo sabes? 

Lala. — Sí mami, a poco ya lo conocías. 

Mami. — No lo conozco. Es una forma de hablar. Una suposición. Todos esos cantantes son iguales. No tienen voz ni principios, pero nosotras sí. En fin, ya está decidido. Lala vas a ir a avisarle al principillo ese que Isabel no pudo ir, que tuvo un inconveniente. 

Isa. — Y mi inconveniente eres tú. 

Lala. — A mí me da pena, mami, además a lo mejor se me pega lo vulgar y maloliente del Chaca. Por qué mejor no vas tú. 

Mami. — ¿Yo? ¿Tú crees? ¿Será que yo misma vaya y le avise? ¡Podría ser? ¿Pero qué me voy a poner? O me presento así como soy: elegante, fina, delgada. 

Isa. — Esto es el colmo. No, mamita. No es justo, es mi premio, es mi cena, es mi Príncipe. Yo voy a ir. 

Mami. — Ni lo sueñes, Isabel. Pensándolo bien, es muy buena idea que yo vaya. 

Isa. — ¿Tú!? Ni sabes dónde está el Súper Antro. 

Mami. — ¿El Súper Antro?, ¡por supuesto! Todo el mundo sabe dónde está. 

Lala. — Yo no lo sé. ¿No es un lugar de mala muerte? 

Mami. — Claro. Eso he escuchado. Lo leí por ahí. Creo que ahí matan. He escuchado que queda por el Centro. 

Isa. — No, mamá, (La imita) “no es conveniente que una señora de tu clase vaya a un sitio como ese”. 

Mami. — Es cierto. Y no sería propicio que me vieran con un tipo maloliente y musculoso. 

Lala. — Cómo sabes que es musculoso. 

Mami. — (Emocionada, a pesar suyo, en caricatura) Un hombre moreno, desagradable y sensual. 

Isa. — No puede ser. ¿Qué está sucediendo? 

Mami. — (Extasiada) Un tipo vulgar, tan grosero, dedicado solo a cultivar su musculoso cuerpo y a tatuar sus enormes brazos y sus...  

Isa. — Entonces lo conoces. Hablas de mi Mario como si lo tuvieras enfrente. No te lo voy a permitir. Yo soy la que va a ir con él. 

Mami. — (A Lala) Vámonos, nena. Tenemos mucho qué hacer. Hay que dejar a tu hermana aquí encerrada. Que recapacite sobre las consecuencias de sus acciones. Tú ven conmigo, tienes que ayudarme a ponerme guapa. 

Isa. — No es justo mamá. La que debe pensar en tus acciones eres tú. Reflexiona. No me dejes aquí.  

Mami. — (Trata de salir del cuarto, pero Isa se le interpone) Voy a ir en tu representación. Para avisar que no pudiste llegar, que te sentiste mal. Y preferiste que yo le avisara. Por cortesía, verdad, Chabelita. No te enojes linda. Ponte a estudiar. Ponte a hacer ejercicio. Haz abdominales, sentadillas, no sé. Baja de peso. Ah, y quítate ese horrible vestido de golfa gordita. 

Lala. — (Mami logra salir, pero Lala es la que ahora está adentro y también tiene dificultades para que Isa le permita irse) Sí, hermanita. ¡Yo te lo dije, a mamá no le gustó tampoco tu vestido de zorrita gordita Ya, Isa, no me veas así. ¡No me pegues!!! Mami, me dio un manotazo la Gorda ésta. 

Mami. — Ven, nena, y luego me pides un Uber. 

Lala. — Sí, mamita. Vámonos. 

 

Mami y Lala se acaban de ir. Antes, han cerrado la puerta del cuarto de Isa con triple llave. Isa se queda a solas. Muy frustrada. 

 

6. 

Isa. — No saben con quién se acaban de meter. No me conocen enojada. (A punto de ponerse a llorar). Y mi hermana su cómplice. Esto no se va a quedar así. (Trata de abrir la puerta pero es inútil) Encerrada, sin tarjeta, sin internet, sin cena, sin Príncipe. (Revisa su celular) Y qué hago yo aquí, encerrada. Puedo ponerme a hacer ejercicio. No, para qué. O me maquillo. O me hago unos rayitos, o me pongo extensiones. Voy a enchinarme las pestañas. Y me pongo sombras, y luego base, y lipstick (Saca un espejito y se acerca al espejo y se maquilla) No lo sé, maquillarme siempre me pone de buenas, pero no, ahora no está funcionando. A ver, si me pongo una base canela, así... Y unos labios magenta. Y las sombras verde esmeralda. Ya. Con esto me voy a tranquilizar. Mhhh, no, parezco payaso. Creo que hoy nada funciona. Además, para qué me maquillo si no voy a salir. Bueno, me voy a dejar el delineador y las sombras, y los labios así, color natural. Y un poco de color en las mejillas. Bueno es para mí, qué no. Ahora sí estoy que me lleva. Estoy encerrada, sin poder salir. Y lo raro es que siempre estoy en mi cuarto, pero es diferente, no estoy encerrada cuando estoy aquí encerrada, pues eso, yo soy la que decido estar aquí encerrada, pero soy libre de salir, ¿qué no?, y además siempre tengo Internet, y ahora me lo quitaron. Qué voy a hacer. Qué triste es mi perra vida. ¿Y si escucho música?: Sí, eso puede ser. Pero me aburren todas las que tengo guardadas, y no tengo internet, mi vida es un desastre. No me queda más que jugar con mi cel. Pero no tengo juegos en línea. Solo ajedrez, solitario, reversi, qué es eso. Bueno, tengo Joyas. Qué aburrido. Ya me dio hambre. Y no puedo ir a la cocina. Pero tengo unas alitas. Dónde se habrán quedado. Dónde las dejé. 

 

Isa busca el recipiente de comida entre varios recipientes que contienen ensaladas, restos de otras comidas, etc. Encuentra un tupper que no había visto antes. Lo abre y mira el contenido con interés. 

 

Isa. — ¿Y esto? ¿Champiñones? O qué, ¿son setas? ¿Estarán buenos ¿Yo los cociné? ¿Yo los traje aquí a mi cuarto? No me acuerdo. Traje las alitas, y los berros, ugh. Ya hasta estoy perdiendo la memoria. Huelen bien, son champiñones, parece... Están rarísimos. Son hongos seguro, pero, pues sí, huelen bien. (Los prueba) No, no saben mal. Nada mal. Nada nada mal. 

(Se queda pensativa.) Y el chavito no me trajo mis zapatos. No, no me los trajo. Jonás se llamaba. Jonás, como si lo conociera, si apenas lo vi unos segundos. Jonás. ¿Por qué no habrá venido? Ya me acabé los champiñones. 

 

Tocan a la ventana. 

Isa. — Mis zapatos. Debe de ser él... Jonás. Mis zapatos de plataforma, (sarcástica) uy, qué alegría... Yupi. Ta madre, ya para que los quiero. 

 

Se asoma. 

 

(Voz de Isa) Hola. Hola, Jonás. Holaaa. ¿Me traes mis zapatos? ¡Holaaa! 

 

Cierra la ventana y se mira al espejo. 

 

Isa. — Pues no hubo zapatos, ni Jonás, ni Cita, ni Príncipe, ni Súper Antro, solo este mugre vestido de Zorra. ¿De Golfa? Qué palabras usa mi mamá. Al rato nadie la va a entender. Quién dice Golfa. Al menos si dice Zorrita se le entiende... Cómo se me ocurre que esta puede ser la imagen ideal. Y no sé, ¿me veo más gorda o menos gorda? No sé. La imagen. Finalmente a quién le importa. Yo creo que me vería mejor con un vestido de noche, así, de lentejuelas plateadas, o rojo, de puro brillantito, con unas figuritas aquí en el escote. Yo creo que me quedarían bien un brasier de brillantitos y unos aros bordados de color zafiro. Y así me le presento al Príncipe. Sí, ahorita voy y me le presento. Ahorita voy en mi escoba mágica y me le presento antes de que llegue Mami: “Querido Mario Labrada, pues no voy a poder cenar contigo, pero tal vez quieras tener una cita con mi mami, ya sabes, trátala bien porque ya es una persona mayor” Dios mío, estoy descalza. Creo que este vestido definitivamente es de Zorrita gordita, Lala me dijo la verdad... ¿Lala? ¿Y ella estará en su cuarto? (Se escucha música relajante, casi como de alucinación) Y qué es esa música tan rara, y por qué todo se ve tan extraño... Esa es música para relajarse, para estar en paz....  

 

7. 

Música y luz como las que menciona el personaje. De pronto, desde atrás del espejo se le presenta a Isa una bolsa sostenida por una figura femenina que apenas alcanzamos a ver. Es Lala, vestida como “Hada Madrina” un tanto espectral, pero como de caricatura. 

 

Isa. — (En un cómico alarido) ¡Ayy, no por favor! 

Lala Madrina. — Aquí están tus zapatos. 

Isa. — Lala, me asustas, ¿por qué te vistes así? 

Lala Madrina. — Vengo a ayudarte. Soy tu madrina. 

Isa. — Eres mi hada madrina, qué risa. 

Lala Madrina. — Toma. Ponte tus zapatos. Me los dio el chico de la bicicleta.  

Isa. — (Se pone los zapatos de plataforma y empieza a caminar cómicamente por todo el cuarto) Mis Zapatos… Y cómo abriste la puerta, y cuándo la abriste, qué no estaba con llave? 

Lala Madrina. — ¿Demasiadas preguntas sí? Y no soy Lala. Soy tu Madrina. 

Isa. — ¿Mi madrina? (Va hacia la puerta y sigue bloqueada) Sigue con llave. Me veo bien, ¿con los zapatos?  ¿Me veo muy gorda? ¿Me veo bien? Qué piensas. 

Lala Madrina. — No sé, qué piensas tú. 

Isa. — (Reflexiona) Parezco una Zorra gorda con zapatos de plataforma. (Confundida, como alucinando) Oye, tú eres tú de verdad... O no eres tú. ¡Tú eres tú? 

Lala Madrina. — (Perturbada también, por la confusión, pero siempre en comedia) Pues yo soy yo, eso es cierto. 

Isa. — ¿Lala? 

Lala Madrina. — No. 

Isa. — ¿Mi madrina, verdad? ¿Vas a ayudarme a ir a la cena? 

Lala Madrina. — ¿Tú quieres ir a la cena? 

Isa. — Pues claro que quiero ir a la cena. Es mi cita. ¿Todavía puedo ir? No se fue ya mami, con mi prín...cipe. 

Lala Madrina. — No, no se fue. De hecho está aquí para ayudarme. 

Isa. — (Todavía confundida, cómica) ¿Mami? Cómo crees. ¿Está aquí para ayudarme? O para ayudarte... Entonces no se fue. Me va a dejar ir a mi cita, ¿siempre sí? (Va a la puerta del cuarto, y trata de abrirla, pero la puerta sigue bloqueada) Me disculpas, Madrina, pero está puerta sigue cerrada. 

Lala Madrina. — Mami te trajo una sorpresa. Mírala aquí viene. 

Isa. — Una sorpresa. ¿Para mí?... Qué podrá ser. 

 

8. 

Por el espejo entra Mami espectral. Usa media máscara. Tiene la imagen de bruja aunque sigue algo lunática. 

 

Lala. — Madre... Digo, mami... Pero qué te pasó. Ahora sí pareces Bruja. 

 

Mami espectral no contesta. Trae consigo una enorme caja que pone enfrente de Isa. 

 

Lala Madrina. — Es un regalito. De nosotras dos. 

Isa. — ¿Tú por qué me traes regalos? (Mami espectral no contesta, solo esboza una rara sonrisa). ¿Te sientes mal por tratarme tan mal y por no dejarme ir a mi cita? (Mami espectro no contesta) Quién te comió la lengua.  

Lala Madrina. — (No contesta, pero abre el contenido de la caja) Todo lo que quieres está en esta caja. 

Isa. — (Mira el contenido de la caja) ¿Todo? 

Lala Madrina. — Todo lo que has deseado. Bueno, la ropa que te has querido poner, pero no te has atrevido. 

Isa. — Ya entiendo, ropita nueva. (Mami saca de la caja un overol y se lo muestra a Isa.) ¿Un overol? Gracias, mami, pero cómo crees. ¿Quieres que vaya a la cena para hacer el ridículo? Qué te pasa ¿Crees que soy un mono? 

Lala. — ¿No te gusta? 

Isa. — Es para gordas. 

Lala Madrina. — Pues por eso. 

Isa. — ¿Crees que estoy tan gorda? 

Lala Madrina. — No sé... 

Isa. —  O sea que sí estoy gorda. 

Lala Madrina. — ¿Tú te sientes gorda? 

Isa. — No soy como la Cenicienta. No tengo esa cintura. 

Lala. — Nadie tiene esa cintura. 

Isa. — Si no estoy delgada, estoy gorda. 

Lala Madrina. — Creo que estás gorda, porque piensas que eres gorda. Es lo que piensas no lo que eres. 

Isa. — Solo estoy un poco gorda, pero no lo soy. Qué complicado. 

Lala Madrina. — Si tú lo dices. 

Isa. — Yo solo quiero sentirme bien. 

Lala Madrina. — Muy bien, entonces, vamos a buscar algo que te haga sentir bien. (Lala Madrina y Mami Espectral buscan en la enorme caja algunas prendas.) Ya sé qué te puedes poner: ¡Un vestido como el mío! ¡Mira, pruébatelo! 

Isa. — No, gracias. Es... más de tu estilo. 

Lala. — (Saca de la caja lo que va diciendo) Ya sé... Unos Pants. 

Isa. — Muy casual.  

Lala Madrina. — A ver a ti, qué se te ocurre. Qué es lo que siempre te has querido poner pero no te has atrevido. 

Isa. — Yo... No sé, siempre me he puesto todo lo que está de moda. Ya sabes, para verme delgada, para no verme gorda. Para parecerme a... 

Lala Madrina. — Para parecerte a... A quién. 

Isa. — No sé. Ser exitosa, para gustarle a todos. 

Lala Madrina. — Ya. Muy bien, para gustarle a todos. A ver: Una falda de tablas y una camiseta y chamarra universitaria. 

Isa. — Sí, cómo no, como de porrista. De porrista gorda. 

Lala Madrina. — Se ve que te gusta. 

Isa. —  Pues sí, mucho, Pero no sé... Es... Muy de los 50, del siglo pasado, aunque no estaría mal. Me gusta la faldita de tablas. Pero como para qué. No es para mí. 

Lala Madrina. — (Puede o no sacar la faldita que se menciona) Pues si te gusta la faldita, ponte la faldita. Qué es lo que a ti más te gustaría ponerte. 

Isa. — ¿A mí? Mira, la verdad lo que a mí más me gustaría ponerme... Pues unos jeans y una blusa. 

Lala Madrina. — Pues mira: aquí están: Estos jeans y esta blusa. 

Isa. — Cómo crees, voy a parecer barril, y la blusa es blanca, voy a parecer... Además, tendría que ponerme tenis y no me gustan los tenis. 

Lala Madrina. — No te pongas tenis entonces, pero te gustan los jeans, o no. 

Isa. — Pues, sí, sí me gustan, ¿pero y los zapatos? 

Lala Madrina. — Tú dime. 

Isa. — Pues unos zapatos de tacón, no crees. Me vería más alta. 

Lala Madrina. — ¿Quieres sentirte cómoda? O vestirte para los demás. 

Isa. — (No la escucha) ¿Cómo? Ah, ya sé. Ya sé, unas botas, o mejor, unos botines. 

Lala Madrina. — Y jeans, y una blusa blanca. 

Isa. — Floreada. 

Lala Madrina. — Como tú quieras, pero que te sientas cómoda. 

Isa. — Y que me vea bien, pues quién te crees que soy. 

Lala Madrina. — Como tú digas. Pues esto es lo que escogiste: Toma, póntelos: Jeans, una blusa floreada y unos botines. 

Isa. — ¡Qué te pasa! ¡Y mi cena! ¡Y mi cita! ¿Crees que me voy a presentar a mi cita vestida como mamarracho? ¿Y tú mami, ¿no dices nada? Tú nunca te callas nada. Todo esto lo planearon ustedes dos, para burlarse de mí. Por eso no dices nada, verdad mamá. Ya sé. Tú de verdad no quieres que yo vaya, o quieres que vaya y que todos se rían de mí, así, gorda y vestida como para ir al súper! ¡Es una cena!: qué clase de Hada madrina eres tú. Qué clase de Madre eres tú. ¡Qué va a decir la gente! ¡Qué va a decir todo el mundo! ¡Cómo me voy a ver cenando con el príncipe vestida así, ¡Gorda! Y peor: ¡Casual! 

Lala Madrina. — Estás alucinando, Isabela, de qué príncipe me hablas, cuál cena. 

Mami Espectral. — Hija mía, qué tienes, qué te tomaste, te ves muy mal. 

Isa. — Ahora sí soy tu hija, ahora sí me hablas. 

Mami Espectral. — Te ves muy mal. 

Lala Madrina. — Estás alucinando. Andas metiéndote cosas, eh. 

Isa. — Cómo crees, ¿yo alucinando? Por qué me ven así. Qué les pasa. Déjenme tranquila. Tengo que ir a mi cita. ¿Me veo gorda? 

 

9. 

Cambio de luces, atmósfera de opresión. Isa está en el suelo, y frente a ella como seres malignos de pesadilla están Lala Madrina y Mami Espectral casi torturándola. 

 

Lala Madrina. — (Como seres malignos) ¿Tu cita, Cenicienta? 

Isa. — (Confundida) No soy yo, Cenicienta no soy yo, yo no estoy gorda, ustedes son las que me hacen sentir así. 

Lala Madrina. — ¿Nosotras? Tú te sientes gorda, piensas que eres Gorda. Quieres ser delgada como una muñequita, quieres tener la cintura de Cenicienta. Eso, mi querida Chabelita, es imposible. 

Isa. — ¡No es imposible! Yo lo he visto... yo... 

Lala Madrina. — ¿Tú qué? 

Isa. — ¡Yo no soy la Cenicienta! Y No, no estoy tan gorda. Nadie puede ser tan delgada. Nadie puede tener esa cintura. 

Mami Espectral. — Yo creo que ya no llegaste, Cenicita querida, ya no llegaste a tu ceni-cita. Es cierto, tú no estás delgada, pero nadie puede estar tan delgada, y además qué importa. 

Isa. — ¿Qué importa? 

Mami Espectral. — Te ves muy mal, te ves muy confundida. ¿Tomaste drogas? No te ves bien, y qué va a decir la gente, que no pudiste poner nada decente para ir a una cita, eh Cenicienta, dime, qué tienes, qué te pasa. 

Lala Madrina. — Qué tienes hermanita... ¡Qué te pasa! 

Isa. — ¡Qué me pasa? Pues el príncipe, la cena, mi Mario... Yo, ¿mamá?, ¡Hada madrina? Mami, por qué que ves tan horrible, qué no eras muda... No puede ser. Me siento muy mal ¡Qué me pasa! Yo no soy Chabela, soy Isa, ¡soy Isabelaaa! 

 

Oscuro. 

 

10. 

Cuando regresa la luz vemos a Mami sentada en la silla, con su campana. Conserva la media máscara. Se ve muy molesta. A su lado está Lala de pie. Ambas están cambiándose para quedar como las habíamos visto al principio, en las primeras escenas. Isa está en el suelo tratándose de reponer. 

 

Isa. — Qué me pasó. No entiendo. Mami, Lala. Qué hacen en mi cuarto. No pensé que pudiera sentirme tan mal. 

Mami. — (En Perra) Pues claro que no piensas. No piensas en mí, no piensas más que en tu comida y tus series y tus estupideces que no entiendo. Mira nada más en qué lamentable estado te encuentras. 

Lala. — Sí, Mami, yo creo que anda en drogas 

Isa. — Nooo. Se los juro, ¡no es cierto! 

Mami. — Pues mira nada más cómo estás. Vamos a tener que llevarte al doctor, para que nos diga que te pasó. 

Lala. — Van a tener que lavarte el estómago. Dicen que es horrible. 

Isa. — Déjenme, tengo que acostarme, por qué no se van y me dejan en paz. 

Mami. — No mi vida, tienes que prepararte para ir a tu cita, con el Príncipe, recuerdas. 

Lala. — Sí, Cenicienta, a tu cita, o qué, vas a echar a todo a perder. Qué pasa, no vas a ir a tu cita, eh, Ceni, Chabelita.  Contesta, gorda. 

Isa. — Ya por favor, déjenme tranquila... Yo soy Isabela. No soy la Cenicienta. Y no estoy gorda. Eso es solamente una idea, lo entienden es lo que la gente piensa, es lo que yo siempre he pensado, de mí misma, entienden, entiendes Lala. ¡Entiendes Mamá? Déjenme en paz. Váyanse, déjenme tranquila, no me molesten este es mi cuarto y quiero que me dejen sola. Yo soy Isabela. ¡Váyanse! 

 

 

Oscuro 

 

11. 

Cuando regresa la luz vemos a la Mamá de Isabela sentada en la silla, sin máscara, humanizada, relajada y sonriente, ya no tiene esa campana atada a la cintura. Isabel está detrás del biombo, sale eventualmente a verse al espejo, pero es evidente que está pensando en qué ropa ponerse. 

 

Mami. —  Pues, sí, Bela, Isabela, qué bueno, qué llegamos a tiempo. Te intoxicaste gravemente. Esa costumbre tuya de guardar comida en tu cuarto no te lleva a nada bueno. 

Isa. — No mamá. Yo no entiendo cómo pudo pasar. 

Mami. — Pues ya está. No hablemos más del asunto, solo acuérdate que no es bueno que te la pases aquí sin hacer nada. Cómo podemos hacer para que salgas de tu encierro. 

 

Entra Lala. Es una muchacha muy tranquila y casual. Dulce, pero no cursi ni caricaturizada. 

Lala. — Hola, ¿puedo pasar? 

Mami. — Sí, hija. Tu hermana se está cambiando. (A Isa) ¿Puede pasar Lala? 

Isa. — Sí, claro, ya no tardo. 

Mami. — Le decía a Bela que no me gusta que esté todo el tiempo aquí encerrada. 

Lala. — Sí, mamá. Yo también le he dicho, pero ya sabes, se la pasa fantaseando con su cel, sus películas y sus series, su instagram y todo eso. 

Mami. — Mira, no puedes permitir que tu vida sea estar pegada a la pantalla de tu computadora viendo todas esas historias que no te hacen ningún bien. Por qué no sales a que te dé el aire, no sé... Algo de ejercicio, por qué no te metes a un gimnasio. 

Lala. — Ya lo intentó mamá, te acuerdas, pero duró una semana y lo abandonó. 

Mami. — Pues no sé. Sería bueno que salieras un poco más. 

Lala. — Ah, pues sí, por cierto, Isa, vino a buscarte este chico del que me hablaste, uno delgadito y bajito, que siempre anda en bici. 

Mami. — ¿Un chico? 

Isa. — ¿Jonás? 

Mami. — ¿Así se llama? ¿En bici? 

Lala. — Es un buen muchacho. Pero, sí, anda en bici. Al rato va a venir. 

Mami. —¿No tiene auto? 

Isa. — No, mami. Es un chico… y no, no tiene auto. 

Mami. — Bueno. Pero por qué no se van a tomar un café, o, no sé, al cine. Lala puede acompañarlos. 

Isa. — No, mami. Ella mejor que se quede contigo. 

Lala. — Si yo ni quiero, cómo crees, Chabelita, no me gustaría hacer mal tercio. 

Isa. — No me digas Chabelita. 

Lala. — Bueno, Isabelita, pues. 

Isa. —  Bela. O Isa. O Isabela. 

Lala. —  Muy bien te digo Isabela... Como Isabel la Católica. 

Isa. — Te pasas. 

Mami. — No sé peleen, niñas. Oye, Isa, y no me has pedido permiso para salir. Tienes que limpiar tu cuarto. 

Isa. — En qué quedamos. Quieres que vaya y salga de mi encierro, o quieres que me quede encerrada aquí, como Cenicienta. Sí quieres tú vienes también, y que venga Lala. Y nos vamos todos en tu coche. 

Mami. — No, cómo crees. Está bien. Puedes salir con tu amiguito. Qué te vas a poner. 

Isa. — Me voy a poner esto, a ver qué les parece. 

 

Isabel sale de detrás del biombo. Con unos jeans casuales y una blusa. 

 

Mami. — Qué bien te queda todo, nena, pero y esa blusa, no está demasiado... floreada... Y por qué andas descalza, hija. 

Isa. — No lo sé, mamita. No encuentro mis tenis. 

Lala. — Tú me los prestaste, ¿no te acuerdas? 

Isa. — Claro. Te los presté. Pero qué piensan, ¿no sería mejor que me pusiera unas botitas? 

Lala. —Ponte los tenis. 

Mami. — Lo importante es que tú te sientas cómoda. 

Isa. —Lo importante también es que le guste a Jonás, 

Mami. — No lo creo, mi vida, lo importante es que tú te sientas a gusto. 

Lala. — Pues sí, Isabel, eso. Que te gustes a ti misma. 

Isa. — Estoy de acuerdo. ¿Me traes mis tenis, Lala? 

Lala. — Voy por ellos. 

 

Suena el timbre de la casa. 

 

Mami. — Ya llegaron por ti. Debe de ser tu novio, el flaquito y bajito. 

Isa. — Todavía no es mi novio. (Cambia la conversación) Oye, ma…Y por qué no vamos las tres, y le cancelo a Jonás. 

Mami. — No sería correcto. 

Lala. — Aquí están tus tenis. ¿Qué es lo que no sería correcto? 

Isa. — (Se pone los tenis) Vamos las tres a andar en bici. 

Lala. —¿Y tu novio? 

Isa. —  No es mi novio, todavía. Él nos va a prestar su bici, aunque todavía no lo sabe. ¿Sí sabes andar, mami? 

Mami. — Eso nunca se olvida, hija. 

 

Suena el timbre de la casa. 

Isa. — ¿Vamos? 

Lala. — Pues vamos. 

Mami. — Vamos. ¡La calle es nuestra! 

Isa. —Así es. 

Lala. — Claro que sí. Vamos. 

 

Fin 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mis maravillosos Quince años 

de Benjamín Gavarre Silva 
 

 

 

Personajes: 

 

Quinceañera 

Mesero (Gustavo) 

Anfitrión 

Alex, el Bárbaro 

El Primo José Paz 

Héctor, Torerín, Torero 

Sally 

 

 

Anfitrión. (En proscenio) Quizá ustedes no puedan creer lo que están a punto de ver. Un cuadro tan aparatoso solo sería posible imaginarlo en algunas bacanales romanas de la más estilizada decadencia. ¡No, señoras y señores! Lo que Ustedes verán a continuación sólo sucedía en los bailes más renombrados del barrio de la Cibeles, donde las familias de más alcurnia de la zona Toledana eran invitadas, y donde llegaban incluso las familias de los Campos Uranos y... ¡hasta las de Las Tullerías 

Pues ahora, como en esas épocas gloriosas, todas la familias de todas partes de la gran Ciudad se han reunido para celebrar el cumpleaños de nuestra Vanesita adorada, la hasta ahora niña predilecta, con sus no más no menos, Quince aniversarios que serán motivo de esta Enorme celebración en la que nuestra Cándida mujercita, esperanza gloriosa de todas las muchachas apegadas a la tradición y a las buenas costumbres, será presentada en sociedad y considerada, a partir de ahora, muchacha casadera, destinada a elegir al mejor partido de nuestra distinguida y siempre bien ponderada sociedad. 

Recibamos a continuación, inestimable público, a la muy hermosa... ¡Vanesita! ¡Nuestra quinceañera de hoy! ¡Y de Siempre! 

 

Se abre telón y vemos un salón de fiestas muy estilizado. Mesas con toda clase de adornos con objetos inusuales, exagerados, estilizados. 

Se escuchan fanfarrias y luego el tema musical “Mi bonita Vanesita”. 

De una trampilla vemos surgir y elevarse entre humo y luces de colores, a Vanesa, quien está vestida con falda escocesa no muy larga, no muy corta (Tipo Kilt), y blusa. Su imagen es bizarra y personal. Es su propio atuendo, alejado de las tradiciones o convenciones. 

Vanesa va a sentarse, incómoda, en su “Trono”, ése sí muy tradicional y cursi, situado en una plataforma con ruedas que en un principio está en el fondo del escenario pero que se irá moviendo según las necesidades de la obra. 

Vanesa sonríe, porque se lo han pedido, como una estrella de televisión (también muy falsa) y recibe los aplausos del Anfitrión, quien invita al Cantante José Paz a colocarse a los pies de la muchacha, abajo del Trono. 

 

Anfitrión. — Nuestro cantante: ¡José Paz!, va a deleitarnos con su inigualable voz. Como sabemos, el primo José Paz es famoso por las hermosas composiciones de su propia creación que nos han llevado al éxtasis sentimental. (El Anfitrión lee sus tarjetas y muy a su pesar lee lo que se dice sobre el cantante) José Paz, no solo es un cantante excepcional, sino también en sus ratos libres, es... ¿maestro de lógica y matemáticas?... Bueno, lo importante es que José Paz es un gran cantante al que escucharemos a continuación en una melodía escrita y musicalizada por su maravillosa inspiración. Recibámoslo con un fuerte aplauso. 

 

Aplausos grabados 

 

El Primo José Paz. — (Canta, con dificultad y se pone a improvisar mal) 

 

Delicada jovencita. 

En tus quince primaveras. 

Delicada jovencita, 

flor del cielo, 

tan radiante tan… 

Aplausos grabados 

 

Anfitrión.  Gracias … al cantante José Paz. Ahora, nuestra pequeñita niña, ya pronto toda una mujer, está en el trono de corazones, y podemos ver su dulce sonrisa resplandeciente como un... sol. Sí. Es un deleite para los ojos. (El Mesero Gustavo le toma a la Quinceañera foto con un celular.) Eso es, qué sonrisa “tan auténtica”, es un “placer para la vista”. (Revisa con cierto nerviosismo sus tarjetas) ... Me acaban de informar que… …le mandaremos las fotos al abuelito… que no puede venir… (El mesero se acerca al Anfitrión y se pone de acuerdo con él) Ya, ya se las vamos a mandar. Ya se las mandaremos… Claro. 

Y claro, la felicidad tiene que ser completa, señores y señoras porque la Quinceañera recibirá una jugosa fortuna de su abuelito… él… ustedes lo saben… se ha esforzado en que la hermosa Quinceañera sea presentada en sociedad en sus quince maravillosas primaveras. 

 

Sally. — (Viste un atuendo estrambótico). Si yo no quiero eso no va a suceder, y la hermosa niña no va a ser presentada en sociedad, ni nada, ni siquiera va a recibir regalos, y además, su primer baile no lo va a poder hacer porque… 

 

Anfitrión. —  No más malos augurios, Sally.  

 

Sally. — (Molesta) Yo conozco muy bien a la Quinceañera. Va a ser muy feliz, pero solo si yo quiero. 

 

Anfitrión. — (Una vez más el Anfitrión, preocupado, revisa las tarjetas que le entrega el mesero.) Mientras tanto, en esta importante ceremonia, nuestra primera infaltable y “original” madrina de la Quinceañera, Sally: quien es definitivamente un signo maravilloso de nuestra gloriosa celebración. 

 

Sally. — (Amenazante) ¿Alguien desea tener problemas conmigo? ¿Alguien?  

 

Anfitrión. —  De ninguna manera, aquí no queremos problemas, de ninguna especie. Eso es señoras y señoras, un aplauso para Sally. ¡Un gran aplauso! 

Aplausos grabados 

 

Sally. — (Grita) Yo he sido como una verdadera madre para Vanesa, yo le compré su primer vestido. Su mamá me la encargó. Ya saben, es un tema típico: madre a la que le gusta viajar y padre ausente, y para qué están las madrinas, para qué, pregunto. Mi vida, Vane, yo soy como sabes la madrina que siempre ha cuidado de ti. A ver una sonrisita… ¡pero qué falsa! 

 

Anfitrión. — Todos queremos que la quinceañera realice su primer baile con el Chambelán, el más apuesto y que ya casi está por llegar. (Aplausos Grabados) (El Mesero Gustavo, jovencito que anda de puntitas se le acerca al Anfitrión y le entrega otra tarjeta) Me acaban de notificar que ya se acerca nuestro chambelán, el famoso Torerín Torero.  

Pero qué vemos… ¿Será que el Primo José Paz quiere ser el chambelán además de ser el cantante del evento? ¿Será que quiere sustituir al chambelán Torero Torerín? (Revisa sus Notas) No, no me habían informado, pero el Primo José Paz ha sacado a bailar a La Quinceañera.  

 

El Primo José Paz. — (Pretendidamente seductor) VanesitaaaYooo. 

 

Anfitrión. — La quinceañera trata de sonreír, pero sabemos que solo expresa su desagrado ante semejante acoso. Ahora, un defensor de la muchacha se acerca al trono: el Tío Alexander viene a luchar por el honor de la muchacha, eso pienso yo... Véanlo: Es un poco extraño: Da giros, farfulla, vocifera en extraños lenguajes... Dicen que tiene problemas para comunicarse, pero está dispuesto a socorrer a la bella muchacha. Finalmente se acerca al Primo José Paz y no sabemos si se va a poner agresivo o bien trate de hablar prudentemente con el cantante. 

 

Alex, el Bárbaro. — Primo José Paz, qué haces bárbaro animal, qué haces primo. ¿No sabes que Vanesa es mía? 

 

Anfitrión. — Nos hemos equivocado, no la va a defender. 

 

El Primo José Paz. — Pero cómo va a ser, si tú eres el tío, Alex el Bárbaro, el bárbaro eres tú, tío Alex.  

 

Alex, el Bárbaro. — Y qué si soy su tío. 

 

El Primo José Paz. — Pues eso... Sería muy, muy malo. 

 

Sally. — (Se acerca al trono) Y eso no sería lo peor. 

 

Alex, el Bárbaro. — ¿Cómo que no sería lo peor? 

 

El Primo José Paz. — ¡Cómo que no sería lo peor! 

 

Anfitrión. —  Sí, ¿qué quieres decir, Sally? 

 

Sally. — Lo peor es que la Quinceañera no haga su primer baile como se debe, con el Chambelán. 

 

Alex, el Bárbaro. — Eso es cierto. 

 

El Primo José Paz. — Eso es verdad. 

 

Anfitrión. — (Recibe una tarjeta del Mesero, Gustavo) Me acaban de informar que el Chambelán llegó, es decir llegó el Chambelán. Cantemos todos la canción del chambelán, olvidemos nuestros conflictos y cantemos, pues el Chambelán llegó. (El mismo Anfitrión empieza a improvisar una canción, muy mal. Nadie lo sigue) ... “El Chambelán llegóoo... 

 

Alex, el Bárbaro. — Yo no quiero cantar.  

 

El Primo José Paz. — Yo menos. 

 

Anfitrión. —Primo José Paz, por favor, tienes que cantar. 

 

El Primo José Paz. — Es verdad, pero todos me van a ayudar. 

 

Alex, el Bárbaro. — Yo no voy a cantar. 

 

Sally. — Yo tampoco. (A Vanesa) Hija, péinate. Eres la festejada. 

 

La Quinceañera se arregla con un espejo de mano y se queda sentada, sin hacer mucho, pero de mala gana. El Anfitrión hace esfuerzos por seguir con la ceremonia. 

 

Anfitrión.  Estamos aquí para ser felices y celebrar. Recibamos Al Chambelán, Héctor, el Torero Torerín, que viene a salvar la situación, digo, que viene a complacernos con esta brillante aparición. Escuchemos con El Primo José Paz su encantadora canción, dedicada al Chambelán Héctor, el Torero Torerín. Cantemos todos. 

 

José Paz empieza a cantar con una enorme sonrisa... y logra que Alex y Sally se integren a la melodía desafinada. 

 

El Chambelán llegó... 

llegó y nos vamos todos a alegrar. 

Es un gran bailarín 

y vamos todos a aplaudir. 

El Torerín llegó y vamos todos a aplaudir. 

 

Aplausos grabados 

 

Anfitrión.  Así es señoras y señores, recibamos con alegría y admiración a Héctor, ¡el torero chambelán! 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Es muy mayor para la quinceañera, quizá de 40 o más. Tiene una camisa floreada y un pantalón ajustado con motivos de traje de Torero. Baila muy bien, pero Camina muy raro) Dónde está la bella, dónde está la hermosa, dónde está mi linda quinceañera. 

 

Canta (Muy mal) 

Dónde estás princesa, dónde estás, mi grácil muchachita 

tan bonita, tan delgada princesita, tan hermosa, tan sin par. 

 

Quinceañera. — (Muy enojada a Héctor Torerín) ¡Ya cállate! Cantas horrible. A ti quién te invitó, quién te dijo que me digas princesita, o qué, tú eres príncipe, ¿de dónde eres príncipe? Estás muy viejo, y muy feo, y no me gustas. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Trata de seguir cantando con el mismo estilo, tema...) 

Yo seré tuyo, alma mía. 

Quiero tus besos, princesa… 

quiero ser tu hombre, mi vida. 

 

Anfitrión. — Eso es mi Torerín Torero, qué bonito cantas. 

 

Alex, el Bárbaro. — Ése, mi Héctor. 

 

El Primo José Paz. — Eres un tipazo. 

 

Quinceañera. — ¡No estoy de acuerdo! Yo ya no bailo. Yo solo estoy aquí porque me obligaron. 

 

Sally. — (Trastornada, incoherente) Esto no me gusta... ¡Va a ser estupendo! 

 

El Primo José Paz. — (Que no entiende) ¡Cómo dices? ¿Estupendo, pero no te gusta? 

 

Sally. — Digo… que tenemos un conflicto. 

 

El Primo José Paz. — Ah, ya entiendo. Pero te gusta o no te gusta. 

 

Sally. — Sí, claro, ¿qué acabo de decir? 

 

El Primo José Paz. — Déjalo así. 

 

Héctor Torerín Torero sube al trono donde se encuentra la Quinceañera. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Quinceañera, dame una oportunidad. 

 

Quinceañera. —Aléjate. Tienes un calcetín en tu traje de luces, mira nada más, te descubrí. Miren todos. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Descubierto. Oculta el calcetín que tenía metido en el pantalón) No, pues... Ya me quitaste las ganas... ¿Quieres un príncipe de verdad? 

 

Quinceañera. — No quiero un príncipe. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Pues entonces, a quién esperas... A Tarzán, al Capitán América. O tal vez esperas a la Capitana América? 

 

Quinceañera. — No va por ahí, mi rey. 

 

Héctor, Torerín Torero. — ¿Ahora soy tu rey?... Pues tú te lo pierdes, flaquita. 

 

Quinceañera. — ¡Multiplícate por cero! 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Empieza a bajar del trono y se queja amargamente) Pues yo no sé quién será su chambelán. No quiere un torero, no quiere un príncipe. 

 

Alex, el Bárbaro. — No quiere a Tarzán, ni al Capitán América. 

 

El Primo José Paz. — Ni a un lobo, ni a un vampiro. 

 

Alex, el Bárbaro. — Eso no lo sabemos. 

 

El Primo José Paz. — ¡Eso! Eso... no lo sabemos. 

 

Sally. —  Hija, te veo muy incómoda.  

 

Quinceañera. —Yo no quiero estar aquí es cierto, pero quiero dinero, quiero la jugosa fortuna que me prometió el abuelo, por eso estoy aquí. 

 

Sally. — (Incoherente, casi demente) No te preocupes, mi niña; si tu abuelito no te regala la jugosa fortuna, yo te daré muchos regalos. Yo seré tu hada madrina, ya no solo tu madrina. 

 

Quinceañera. — Te quiero mucho, pero te das cuenta de que enloqueciste. No quiero regalos. Estás loca. ¡Loca! 

 

Sally. — Yo te regalaré un viaje a la Selva, ahí te encontrarás con Tarzán, quien será tu pareja de baile, tu compañero, tu chambelán. 

 

Quinceañera. — Y dale con el chambelán. Yo no quiero un chambelán. 

 

Sally. — ¡Te encontrarás con Tarzán el temerario! 

 

Alex, el Bárbaro. — (Se deja llevar con la locura de Sally) Yo seré Tarzán, el temerario... te transportaré, princesa mía, dulce sobrina, por la selva, con mi liana, ¡te llevaré por sinuosas veredas! 

 

El Primo José Paz. — No estoy de acuerdo. 

 

Alex, el Bárbaro. — Tú nunca estás de acuerdo. (Enloquece) Sí. No. Ya no seré más su tío, seré Tarzán... ¡Yo Soy Tarzán!  

 

Sally. — Dime, Tarzán, ¿y tú qué harías con tan bonita princesita? 

 

Alex, el Bárbaro. —  

(Canta) 

Yo le haría Duga Duga Bu, Je. 

 

Héctor, Torerín Torero. —  

Canta muy raro 

Por los Cuernos del Torero del Ruedo de San Bernabé, ¡que eso no puede ser! 

 

Alex, el Bárbaro. — 

Canta 

Yo le haría Duga Duga Yeah Yeah. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Como español) Que no, que no siga, ¡que no quiero verleeee! 

 

Alex, el Bárbaro. — (Canta) Blog, Blog, duga duga je, jejeje. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Deslumbrado por una idea que él mismo tiene) ¡Ya sé! Si la princesita no quiere un príncipe, no quiere un torero, no quiere a Tarzán, ni siquiera al Capitán América… Entonces… 

 

El Primo José Paz. — Entonces tal vez quiera a un... a un... A una.... ¡Tal vez quiera un Mariachi! 

 

Todos. — ¡Sí! 

 

Se escucha la Música de El Jarabe Tapatío y todos bailan ante la reacción horrorizada de la Quinceañera. 

 

Quinceañera. — ¡No! No quiero nada. ¿No me oyen? ¡Nada! 

 

Aplausos grabados 

 

El Primo José Paz. — (Al Tío Alex) Debo felicitarte, Tío Alex, 

 

Alex, el Bárbaro. — ¿Por la forma cómo bailo? 

 

El Primo José Paz. — No, la verdad no. (Alex, el Bárbaro baja la cabeza, dolido). Pero debo felicitarte por la interpretación de Tarzán.  

 

Alex, el Bárbaro. — Gracias, pero... aléjate. (Le da a José Paz una palmada en la espalda que lo hace tambalear.) 

 

Sally. — (Cambia de tema abruptamente) Yo creo que tenemos dos problemas de difícil solución. Dos, dos problemas. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Como español) Dos. Dos problemas. 

 

Sally. — Uno de ellos es que el abuelito no va a soltar su jugosa herencia hasta que la niña sea presentada en sociedad. Y para eso se necesita que su papá llegue. El otro problema es que Vanesita no quiere bailar. Y eso es porque no le gusta su pareja de baile. Otro problema es que no quiere regalos. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Entonces son más de dos los problemas. 

 

Alex, el Bárbaro. — No me gustan los problemas. 

 

Anfitrión. —  Bueno. Hay que ser constructivos. Uno de los problemas es que la quinceañera no quiere bailar. 

 

Héctor, Torerín Torero. — No exactamente, el problema es que yo no le gusto. 

 

Quinceañera. — No me gustas, es verdad. Y estoy aquí, puedo oírlos. 

 

Héctor, Torerín Torero. — (A la Quinceañera, que no le hace caso.) Mira te explico.  

 

Anfitrión. — (Cambia de tema) El otro problema es que sus padres no han llegado. ¡El padre debe presentar a la quinceañera en sociedad! No la madre, no la madrina, no el tío. Tiene que ser el padre. 

 

Alex, el Bárbaro. — ¿Y cuál es el otro problema? 

 

Sally. — (Siempre un poco demente) Pues el otro es muy importante, en realidad son dos muy importantes. ¿Cuál será el regalo de la niña? ¿Un viaje a caballo? ¿O quizá una noche en el Hotel de la Piña de Oro? 

 

Héctor, Torerín, Torero. — ¿Qué? 

 

Alex, el Bárbaro. — Yo tampoco le entiendo. 

 

El Primo José Paz. — Yo sí, todo es muy claro.  

 

Alex, el Bárbaro. — Pues explícame, porque para mí todo es muy confuso. 

 

El Primo José Paz. — Lo que sucede es que Vanesita está enamorada de mí. 

 

Alex, el Bárbaro. — Ja, ja. Sí cómo no. 

 

El Mesero Gustavo que se había mantenido con bajo perfil, habla. 

 

El Mesero Gustavo. — Yo... Yo... Yo quiero decir algo. 

 

Anfitrión. — Tú qué, no hables. Tú no hablas. 

 

El Mesero Gustavo. — Yo no sabría cómo comenzar. Yo soy un personaje que todavía no existe. Me siento perdido. Estoy perdido. 

 

Anfitrión. —  Tú no hablas, entiende. 

 

El Mesero Gustavo. — (Aparte, bajo un cenital) ¡Truenos y relámpagos! Cómo sucede todo sin que uno pueda predecir el futuro. En este momento a nadie parece importarle realmente la suerte de la Quinceañera. Todo es confuso. Pero... Quién vendrá a rescatarme a mí... Y aún más, me pregunto: ¿Necesito ser rescatado? 

 

 

Todos ignoran al mesero. Sally ocupa el centro de atención. 

 

Sally. — (Da instrucciones) Nos estamos desviando del tema principal. Estamos celebrando el baile de la Quinceañera y tenemos que darle regalos. TODOS. 

 

Alex, el Bárbaro. —¿Tenemos que darle regalos? ¡Por qué! 

 

El Primo José Paz. — Por sus quince. 

 

Sally. — Para celebrar su presentación en sociedad. 

 

Anfitrión. — Sí, todo es como un… como… 

 

Quinceañera. — Yo ya mejor no quiero fiesta, ni baile, ni regalos, ni dinero. Todo este circo me parece muy complicado. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Ya ven: la niña no quiere nada. Además, a mí me cae muy mal. 

 

Quinceañera. —Si mi abuelito quiso que hiciéramos una fiesta de quinceaños que nadie quiere, que yo no deseo y a la que él no puede venir, pues entonces la fiesta se cancela y que alguien me ayude a bajar de aquí. (Se levanta y con la mirada ordena que la ayuden a bajar, pero nadie le hace caso.) ¡Ayuda, voy a bajar! 

 

Sally. — Quédate ahí, preciosa. Yo te aseguro que vamos a encontrar una solución para presentarte en sociedad. Aunque no llegue tu papá, ni tu mamá, aunque no bailes con este espantoso chambelán. Te prometo que encontraremos una solución. Además, hija mía yo tengo dinero, tengo mucho dinero, ¿tú lo sabías? 

 

Quinceañera. — (Se peina, se arregla, sonríe) Muy bien, madrina. De acuerdo. Puedo esperar un poco. Quisiera irme, quisiera dejar este estúpido trono, y puedo hacerlo, yo sola, no necesito ayuda. Me quedo. Pero no lo hago por tu dinero. 

 

Sally. — (A todos los demás) ¿Ya ven ustedes? 

 

Héctor, Torerín Torero. — (Confundido) Yo ya no entiendo nada. Esta tía está mal de la cabeza. 

 

El Primo José Paz. — Quién, Sally o la Quinceañera. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Bueno, si quieren que sea sincero, a mí no me importa. Yo espero que me paguen, pues para eso he venido. Yo tengo ya muchos años de ser chambelán. 

 

Quinceañera. — (Desde su trono, no pierde detalle) ¡Se nota!  

 

Héctor, Torerín Torero. —Exijo respeto. 

 

Quinceañera. — No, disculpa, pero me caes mal. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Solo tengo treinta y cinco. 

 

Quinceañera. — (Asombrada) ¿Tantos? 

 

Alex, el Bárbaro. — (Interrumpe...Reflexivo, elocuente) Pero... Y yo me pregunto... ¿Y por qué los quince?, ¿no podríamos celebrar mejor los diez y siete, o los veintiuno o los treinta y tres, o los cuarenta y seis, o los sesenta? ¿Por qué discriminar a tantas etapas de la vida tan trascendentales? ¿Por qué? 

 

Héctor, Torerín Torero. — ¿De qué habla? 

 

Quinceañera. —Ustedes no lo saben pero…Yo.... ¿Es mi fiesta o no es mi fiesta.  (Todos la ignoran) ¡Escúchenme! 

 

El Mesero, Gustavo, muy nervioso, entrega otras tarjetas al Anfitrión y se le acerca para decirle algo al oído. 

 

Anfitrión. —  Señores y Señoras, me acaban de informar que allá afuera hay un muchacho que también quiere celebrar sus quince años y que ya había alquilado el salón. 

 

Alex, el Bárbaro. — ¿Un muchacho? Los niños no festejan nada, debería saberlo. 

 

Anfitrión.  Pues ya no es un niño, tiene quince. 

 

El Primo José Paz. — Es un niño. ¡Dónde se ha visto! Pretende bailar un vals. Quizá desee bailar conmigo. 

 

Alex, el Bárbaro. — O conmigo. 

 

Sally. — ¡Cómo se atreven! 

 

El Mesero Gustavo. — ¡Sí, cómo se atreven! 

 

Anfitrión. —Y a ti quién te dijo que podías hablar. Tú no hablas, ¡no hables! 

 

El Mesero Gustavo. — Eso digo yo. 

 

Sally. — Que llamen a la patrulla. 

 

El Primo José Paz. — Que la llamen. 

 

Alex, el Bárbaro. — Una patrulla. 

 

 

El Mesero Gustavo está a punto de decir algo, pero el Anfitrión lo fulmina con la mirada. 

 

Quinceañera. — Díganle que pase, si se trata de celebrar pues él también puede pasar. 

 

Pausa. El Anfitrión revisa su teléfono. 

 

Anfitrión.  (Recibe mensajes en su celular y reporta lo que va leyendo.) Es el abuelo. No le hemos enviado las fotos, está muy molesto. Pregunta si ya presentaron a la niña. El papá tiene que llegar y presentar a la niña porque si no es así… no va a heredarle su fortuna. Está indispuesto y se siente muy mal. Piensa que le ocultan algo. Está muy enojado. Presiente algo muy malo. Soñó muertos a los papás de Vanesa. Él también espera la muerte. 

 

Quinceañera. — ¿La Muerte? 

 

Anfitrión.  No... Todavía está vivo. 

 

Quinceañera. — Dile que ya no me interesa su dinero. Dile que mi madrina me va a heredar todo su dinero. 

 

Sally. — Sí, mi vida, pero cuando yo me muera. 

 

Anfitrión.  Y dice que para asegurarse de que las cosas van bien y no ser víctimas de una maldición, quiere que Vanesita escriba lo que va a decir. 

 

Quinceañera. — Dile al abuelo que no escribo nada. Dile al abuelo que ya nadie escribe nada. 

 

Anfitrión.  Señor, abuelo, dice Vanesita que con gusto escribirá lo que usted le dicte. Y que espera que Usted acabe de pagar los gastos de esta celebración… ah, y que le herede su dinero lo más pronto posible. 

 

Quinceañera. — Ponlo en altavoz. 

 

Anfitrión. Señor abuelo, vamos a ponerlo en altavoz. (El Anfitrión trata de poner al Abuelo en altavoz, pero no se escuchan más que ruidos). No se escucha. Señor… Señor abuelo… (Pausa) ¿Señor? 

 

Suena el altavoz. Mucho ruido y luego largos, largos, largos alaridos. Todos los personajes ponen cara de circunstancia. La Quinceañera baja del trono se acerca a su madrina. 

 

Sally. — (Como poseída) ¡Diez años de mala suerte! El abuelo ha muerto. Todos vamos a morir. 

 

Quinceañera. — Ya madrina, ¡cállate! Perdiste la razón. 

 

Sally. — Una maldición caerá sobre ti Vanesa. ¡Ya no serás presentada en sociedad! 

 

Quinceañera. — ¡Cuál Sociedad! 

 

Llega el Mesero -Desde aquí Gustavo- envuelto en una capa, y le entrega una tarjeta al Anfitrión. 

 

Anfitrión. — (Indignado, a Gustavo) Y a ti qué te pasa. 

 

Gustavo. — Lee la tarjeta. (El Anfitrión lo mira indignado) Que la leas. 

 

Anfitrión. — (A pesar suyo le hace caso. Lee sin énfasis, como si fuera un mensaje más) Señoras y señores. Quiero anunciarles... 

 

Gustavo. — Lee bien, con ganas, como si fueras un profesional. 

 

Anfitrión. — Cómo te atreves. 

 

Alex, el Bárbaro. — (Le arrebata las tarjetas al Anfitrión y lee con histrionismo) ¡¡¡Señoras y señoras!, Señores y señores!! (Aplausos grabados) Quiero anunciarles que llegó, que ha venido ante Ustedes el Invitado de Lujo, el único, el inesperado Quinceañero... ¡Helo Aquí! 

 

El Mesero (Gustavo) se quita la capa que lo cubría y lo vemos vestido con un traje gris muy sencillo y elegante). 

 

Aplausos grabados 

 

Gustavo. — (A la Quinceañera) 

Quinceañera hermosa 

yo no soy un príncipe, 

yo no soy un héroe 

solo soy tu amigo 

soy una esperanza 

quiero que me escuches 

que puedas conmigo 

ser mi compañera… ¿de baile? 

 

Así es princesa, soy el chico que esperabas, yo también quiero celebrar mis Quince y bailar contigo el primer vals, no para presentarte, no para darte ningún regalo, sino para que compartas conmigo esta celebración. 

 

Quinceañera. — Muy bien. Eso me parece… Podría decir que me gusta… Pero yo a ti no te conozco. 

 

Gustavo. — Pues sí, pero yo también cumplo quince años. 

 

Quinceañera. — ¿Y eso me debería importar? 

 

Gustavo. — Podría hacer que te importara. 

 

Quinceañera. — Podría ser, no lo sé. 

 

Héctor, Torerín Torero. — No te preocupes muchacho, yo puedo entenderte. Ella también me trata muy mal. 

 

Anfitrión.  Escúchame, muchachito, ya fue suficiente. Tú aquí eres solo un empleado, entiende. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Oiga, déjelo. Si quiere celebrar sus quince, pues que lo haga. 

 

Gustavo. — Vanesa, yo quiero bailar contigo. Yo quiero estar contigo en esta fiesta, al menos en esta fiesta. Me llamo Gustavo. 

 

Quinceañera. — Ah... (Pausa) Pues mucho gusto, Gustavo. Yo soy Vanesa. 

 

Gustavo. — Vanesita. 

 

Quinceañera. — (Con alguna insegura simpatía) Vane. 

 

Gustavo. — Vane... Pues... Yo... Ya que no están tu papás, y ya que no vino un príncipe azul, y ya que no te gustó el Torero, y ya que no aceptas regalos de ningún tipo, ya que no aceptas nada de lo que se te propone... Aceptarías al menos bailar... conmigo. Ser mi compañera, ¿de baile? 

 

Todos. — (Emocionados) ¡Sí! 

 

El Anfitrión. — ¡Música! Música, maestro. 

 

Se escucha un vals y la Quinceañera emocionada se tapa la cara, pero no ha aceptado todavía bailar con Gustavo. 

 

La Quinceañera. — (Grita y detiene el baile) Un momento. Fuera música. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Ya sabía yo. 

 

Alex, el Bárbaro. — No va a bailar. 

 

El Primo José Paz. — Podría hacerlo conmigo. 

 

Alex, el Bárbaro. — O conmigo. 

 

Sally. — Vanesita, Vane... No lo sé. Creo que deberías aprovechar la oportunidad… vivir el momento. 

 

Gustavo. — (A la Quinceañera) Vanesita. Vane. Los dos tenemos quince años. Los dos podemos celebrar. Baila conmigo, princesa. 

 

La Quinceañera. — ¡Que no soy princesa! 

 

Héctor Torerín. — (Burlón, agresivo) Pero si es “toda una reina” 

 

La Quinceañera. — (Grita) ¡Aburrido! 

 

Héctor Torerín, Torero. — (Grita) Y cuando cumpla dieciséis va a ser todavía más “encantadora”. 

 

La Quinceañera. — ¡Tarado! 

 

Gustavo. — Déjala en paz. Deja en paz a Vanesa. 

 

Héctor Torerín, Torero. – (Lo imita, burlón) “Déjala en paz. Deja en paz a Vanesa.” Ahora resulta que te gusta. Son novios, se gustan. 

 

El Primo José Paz. — Son novios. 

 

Alex, el Bárbaro. — Se gustan. 

 

 

Gustavo. — (Ignora al Torero) Vane… los dos nacimos el mismo día, el mismo año. Eso puede significar algo, tal vez no. Pero… por qué no te decides y bailas conmigo. 

 

Quinceañera. — ¿Para que me presentes en sociedad? 

 

Héctor Torerín, Torero. — (Odioso) Sí, Gustavito, preséntala. 

 

Gustavo. — Bueno, a mí también ya me cayó mal este tipo. (Se enfrenta cómicamente al Torero) ¡Quieres que te conteste a golpes, o qué quieres! 

 

Héctor Torerín, Torero. — No sabes con quién te metes. 

 

Todos. — (Como locos de carnaval) ¡Pelea!… Pe-le-a, pe-le-aaaa. 

 

Gustavo. — No, tú no sabes con quién te metes, perro. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Uy… ¿Vas a defender a la Quinceañera? 

 

Quinceañera. — ¡No necesito que nadie me defienda! 

 

Héctor Torerín, Torero. — No, pues eso está claro. 

 

Gustavo. — Ándale, Torerito, ven a pelear conmigo. Ándale, te voy a romper todos los huesos. 

 

Todos. — Pe-le-a, pe-le-a… 

 

Héctor Torerín, Torero. — Con mucho gusto, ya me cansé de todos ustedes. 

 

Todos. — ¡Oye! 

 

Sally. — ¿Cómo se atreve! (Toma una escoba y empieza a pegarle a Héctor, Torerín Torero). 

 

Anfitrión. —  Eso es Sally, pégale más fuerte. 

 

Alex, el Bárbaro. — Yo también le voy a dar. 

 

El Primo José Paz. — Y yo. Cómo se le ocurre molestar a Vanesa, le voy a dar donde más le duele. 

 

Héctor, Torerín Torero. — Ya, esto es un abuso. 

 

Sally. — Ya mejor retírate. Haz el favor. 

 

Todos. —  Que se vaya, que se vaya. 

 

Héctor Torerín Torero. — Muy bien, me voy, pero quiero que quede muy claro que va a caer sobre todos Ustedes una maldición, una maldición eterna que… 

 

La Quinceañera. — (Le quita la escoba a Sally y empieza a pegarle al Torero). Ya cállate, ya me caíste todavía peor. Agarra tu desagradable vida y lárgate por favor. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Me voy, me voy, pero no me pegues. 

 

Gustavo. — Déjalo, Vanesa. Creo que será mejor que evitemos los golpes. 

 

Quinceañera. — ¿Eso crees? 

 

Gustavo. — Yo pienso que con una disculpa sincera todo podría arreglarse. 

 

Quinceañera. — Mhh, no sé, el tipo me cae muy mal. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Y tú a mí, peor. 

 

Quinceañera. — Ya ves, no entiende. Mejor le pego. 

 

Héctor Torerín, Torero. — No, lo vas a lamentar, me oyes. (Recibe un escobazo) Ayyy. 

 

Gustavo. — Ya, mejor cállate y trata de arreglar las cosas. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Está bien. Lamento haber actuado de esta manera. Yo la verdad no soy así. 

 

Quinceañera. — Mhh, no sé. No se oye sincero. 

 

Sally. — Se oye muy falso. 

 

 

El Primo José Paz. — A mí me cae muy mal. 

 

Alex, el Bárbaro. — Es un mamarracho. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Bueno, sí soy un poco pesado. Lo siento. Creo que puedo aprender a cambiar. 

 

Quinceañera. — Pues ya estás un poco mayorcito para eso. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Por favor, Vanesa, discúlpame. Creo que tú te mereces lo mejor, y en verdad quiero que estos quinceaños sean inolvidables para ti, en el mejor sentido y de manera sincera lo digo. Discúlpame. 

 

Quinceañera. — Mhh. No sé. 

 

Gustavo. — Ya, se disculpó. Creo que fue sincero. 

 

Quinceañera. — ¿Sí? 

 

Gustavo. — Sí Vanesa, Vane. Ya perdónalo. 

 

Quinceañera. — ¿Sí?... ¿Tú me lo pides? (Gustavo asiente, emocionado. Pausa. Al Torero...) Está bien. Te perdono. 

 

Héctor Torerín, Torero. — Gracias. Gracias, Gracias... Vanesa. 

 

Todos. — Bravo. 

 

Quinceañera. — No más conflictos. 

 

Sally. — Por favor. 

 

Quinceañera. — Y qué, ¿en esta fiesta nadie baila? 

 

Gustavo. — No se diga más, solo si me permites el primer baile. 

 

Quinceañera. — Eso está por verse. 

 

Gustavo. — ¿Cómo! 

 

Quinceañera. — (Se ríe, muy amable y cariñosa) Que con mucho gusto, Gustavo. Vamos a bailar, vamos a bailar. 

 

Todos. —  Bravo, que vivan los quinceañeros, que bailen. Son novios, se quieren, son novios. 

 

Quinceañera y Gustavo. — No. No. No es cierto. 

 

Todos. — (Todos en carnaval,sonrientes) ¡No es cierto!, ¡no es cierto! 

 

Anfitrión. —  Y con ustedes señoras y señores y todos los aquí presentes, el baile de los quinceañeros. Un gran aplauso. Que vivan los quinceañeros. 

 

Todos. —¡Que vivan! Bravooo, ¡que vivan!  

 

Música. Los quinceañeros bailan muy alegres. Pronto todos se incorporan y bailan y sonríen y luego se dirigen al público para agradecer, mientras se escuchan por última vez los aplausos grabados. 

 

Fin