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viernes, 2 de noviembre de 2018

¡GORDURA ES HERMOSURA! Dario Fo y Franca Rame


¡GORDURA ES HERMOSURA!



Dario Fo y Franca Rame







Personajes





  MATEA

La gorda



HOMBRE

Marido que se ha equivocado de puerta



JOVEN

Colaborador de Matea



ANA

Hija de Matea



ESCENOGRAFÍA

El departamento de Matea.





Acto único







Una habitación grande, mitad recámara, mitad estudio-estancia. Al centro de la pared del fondo, el baño, con dos puertas laterales: una especie de quiosco hexagonal, cerrado por dos vidrios grande de opalina blanca. Cada vez que los personajes entran, se encienden las luces, de modo que las siluetas de los huéspedes se proyectan aumentadas sobre el vidrio. Al salir, las luces del interior del baño se apagan. Disposición: en el espacio de la izquierda, sobre el fondo, una enorme cama matrimonial, burós a los lados, una lámpara. En el espacio de la derecha, alejada en segundo plano, una enorme mesa en ele, con computadora, impresora y todo lo necesario para grabar, incluido un amplificador; en el extremo de la mesa,  lo necesario para prepararse café o té: tacitas, botellas, vasos y una caja de medicina: Intelect-X. En el proscenio, otra mesa con una lámpara, un termo con café, una azucarera, varias tacitas, cenicero, cigarros, una agenda y todo lo que se necesite. Sillas y sillones de oficina con ruedas, repartidos por todos lados. Tras la mesa en ele, una modernísima bicicleta fija. A la derecha del proscenio, apenas visible, la puerta de entrada al departamento montada sobre carros, que en  el momento indicado será adelantada unos metros. El lado derecho  del escenario es recorrible y debe poder avanzar casi hasta el centro del escenario, de modo que divida la habitación en dos. Al centro, en primer plano, una mesita de centro. Lámparas de pie y diferentes controles remotos. Al abrirse el telón, en la escena semioscura, se percibe la cama matrimonial, desordenada, con alguien arriba de ella: ¿una persona? ¿Dos? No se sabe. Música durante algunos segundos; luego una voz masculina, usando tonos acariciantes, dialoga con una voz femenina: Matea.



(1)VOZ DE HOMBRE: ¡Buenos días, tesoro, ya son las nueve! Despierta, mi amor.

(2)MATEA: (Apenas se mueve.) ¡Oh, noooo! ¡Otra pestañita… te lo ruego! Besito… apapáchame…

(3)VOZ DE HOMBRE: (Apurándola.) ¡Sí, sí… levántate ya! ¡Amor, son las nueve en punto… hoy es jueves 18… levántate!

(4)MATEA: ¡Eres malo! Anoche me destruiste y ahora pretendes… ¡Monstruo!

(5)VOZ DE HOMBRE: ¡Sí, sí, soy tu monstruo! ¡Cuánto te quiero! Bella, dulce, cándida, amor…

(6)MATEA: (Se abraza al Hombre.) Oh sí, otra vez… otra vez… amor…

(7)VOZ DE HOMBRE: Despierta… despiértate, tesoro…  hoy es un día afortunado… sé que estás cansada… y que te gustaría acurrucarte en mis brazos… pero tienes que levantarte…

(8)MATEA: ¡Oh, eres un tirano!

(9)VOZ DE HOMBRE: ¡No digas eso! ¡Mi amor…! Ya son las nueve y cinco minutos… Hoy Marte está en la casa de Venus… ¡Será un buen día, lleno de emociones agradables! ¡Levántate!

(10)MATEA: (Levantándose, enciende la lámpara colocada sobre el buró.) ¡Ya me levanté! (A medida que la mujer avanza hacia el proscenio aumenta la luz: nos encontramos frente a una Mujer desmesuradamente gorda, que lleva puesto un elegante camisón blanco con encajes; bajo el camisón distinguimos unas pantaletas color de rosa. Toma un control remoto de la mesita de centro.) ¿Basculita? ¿Dónde estás basculita? Menos mal que tiene localizador electrónico… (Desde la izquierda, llega al proscenio una báscula.) ¡Aquí estás! ¡Buenos días! (Intenta subirse en ella, pero la báscula se escapa entre sus pies, alejándose hacia la parte de donde salió.) ¿Qué haces? ¿Escapas? (La bloquea con el pie.) ¡Te amolé! (Se sube en ella. Ruido de resortes que saltan y un lamento; la Mujer salta, asustada.) ¡Ay, Dios, qué susto…! ¡Me explotó en los pies! (La báscula se va, rechinando) Sí, llora, llora. Soy yo la que debería llorar… ¿Para qué me peso…? Total, gramos más o gramos menos… peso ciento veintitrés kilos… (Se enciende un cigarro.) ¡Ciento veintitrés! (Da un patadón a la cama.) ¿Y tú no dices nada?

(11)VOZ DE HOMBRE: Te lo repito amor… no te preocupes… a mí me gustas así chonchita…

(12)MATEA: ¡Barrigona, panza de hule… llanta Michelín! ¡No exageres con tus adulaciones, querido! (Mira el cigarro.) ¿Pero qué estoy haciendo? ¡Me fumo un cigarro recién levantada! ¡¡Solo!! ¡Sin café! ¡Ahorita me lo tomo! (Se dirige a la mesa y se sirve del termo una taza de café; echa un ojo a la azucarera.) ¡Mmmh, está amargo! A ver, subí dieciséis kilos en los últimos dos meses… como que puedo ponerle una cucharadita… Qué puede hacer una cucharadita en este corpachón… se pierde. (Ejecuta.) Ocho kilos al mes… (Refiriéndose al azúcar.) Una no es ninguna, dos es la mitad de una… (Ejecuta.) Tres es apenas una. (Retoma el discurso.) Dos kilos por semana… (Vacía toda la azucarera directamente en la tacita mientras dice:) ¡Basta de privaciones! (Se toma el café y luego se dirige a la cama.) ¡Si sigo así llegaré a los doscientos en menos de lo que canta un gallo! ¡La Teresina del zooo… la mujer más gorda del mundo! (Da otra patada a la cama, el hombre suspira. Matea entra al bañ0. Se trasluce si abundante silueta.) No, tú no te puedes acordar de ella… aún no habías nacido… La exponían en los barracones de las ferias… deslizaba entre los pliegues de la tienda un muslo así de gigante… (Levanta una pierna imitando, a la Teresina.) Desmesuradamente gorda y rebosada. “Toquen, toquen”, gritaba el merolico, “¡entren y podrán tocar lo demás!” (Se levanta el camisón, se baja las pantaletas, se sienta en el excusado y orina.) Luego luego se juntaba la bola de morbosos pervertidos… ¿Me escuchas, querido…? Todavía podría tener un chance… ¿Qué dices...? Pongo un bonito barracón…



Se levanta y jala la palanca.



(13)VOZ DE HOMBRE: ¡Amor, son ya las nueve y cuarto! Consulta la agenda…

(14)MATEA: (Sale del baño y consultar la agenda.) Actividades: “Tomar el Intelect-X para la memoria…” Menos mal que lo escribí, sino se me hubiera olvidado. Esa Montalcino tiene muy buena cabeza…  ¡hicieron muy bien en darle el Nobel! (Levanta una cajita de la mesa y lee.) “Una en la mañana y una en la tarde…” Yo me tomo las dos juntas cuando me levanto… (se sirve un poco de agua) si no, antes de que me haga efecto el remedio se me olvida la de la tarde. (Traga las dos pastillas.) Tengo hambre… tengo hambre… ¿Cómo es que siempre me despierto como si no hubiera comido en dieciocho años? ¡Voy a comer! Me tomo un té… otro líquido… y luego me pasaré la tarde haciendo pipí. (Se prepara el desayuno; sin darse cuenta, lleva a la mesa dos tazas.) ¿Por qué tomé dos tazas? ¡Los malditos reflejos condicionados! ¡No está! ¡Ya no está! ¡Lo echaste! ¡Ahora hazte tu desayuno tú sola! (Señala la cama.) El nuevo no come nunca. (Al regresar la segunda taza a su lugar se le cae algo.) ¡Ay mamá…! (Lleva a la mesa en primer plano una tetera y un frasquito de miel.) Quién sabe por qué cada que sucede algo imprevisto decimos “mamá”… ¡O “mamá” o “chingado”! Claro, es la primera palabra que aprendemos… Me refiero a “mamá”. “Chingado” es la segunda. (Deletrea.) Ma-má… ma-má… (Se sirve té.) Mi sobrinita la primera palabra que dijo fue “Uva”… el nombre del perro. ¡Qué locura! Estábamos todos esperando: “Dí mamá, dí mamá, tesoro… dí papá…” Y cuando nos quedábamos solas: “¡Dí tía!, dí tía” Y aquélla, nada… “¡Uvaaa…!” Con su horrible voz aguda, de enana… “¡Uvaaa…!” ¿Le pongo o no le pongo miel? No, no le pongo. (Deletrea.) Ma-mm-má... ¡Cuántas cosas me perdí por esa santa mujer que era mi madre! ¡Una gran señora mi madre, toda casa, cama e iglesia! ¡Por mi bieeen! ¡Chocaaante! (Gime como si estuviera a punto de desmayarse.) Me siento mal… me falta azúcar… mejor tomo algo… (Toma del frasco una cucharada de miel, que chupa golosamente.) ¡Está muy buena…! ¡Está muy buena! ¡Dios bendiga a las abejas! (Directamente al público.) ¡Si sigo así, al final de la gira de veras voy a pesar ciento veintitrés kilos! “¡Mata más la gula que Salubridad!” ¡Paciencia, moriré! ¡Mi madre… una santa! ¡Cuidado con hablar de sexo! El sexo no existía en mi casa: todos estábamos hechos como las muñecas. Al trasero le decían “pompis”, y al delantero “conchita”… Por muchos años cómo me dieron asco las conchas con chocolate… ¡Cuántas cosas me perdí por culpa de mi madre! Me enseñó puras cosas equivocadas… Me enseñó, por ejemplo, a ser honesta. ¿Para qué, a ver? ¡Tache! Me enseñó a ser fiel… ¡La fidelidad! Debió haberme dado la ideología del engaño junto con la leche… ¡Engaña, engaña, engaña! Imagínense qué vida tan interesante hubiera tenido… Agitada, llena de sobresaltos… de expectación… Despertarse en la mañana… “¡Hoy-lo-veo-hoy-lo-veo!” Darse un buen baño, ponerse desodorante, perfume… lencería sexy… Y el marido: “¿A dónde vas, querida?” “¡Al súper… hoy pagas dos y te dan tres…!” Y vámonos: besos, besos… (Imita un besuqueo frenético) mi amor, mi amor… ¡Madre querida, nunca podré perdonarte que me hayas embrutecido con este yugo de la fidelidad absoluta, rígida… sin rodeos, sin tolerancia! ¡Los celos…! ¡Yo a mi marido le di una vida de perros! Le hacía escenitas… lo espiaba… le salía de las coladeras… ¡era una obsesión! Y los pequeños deslices que me permití… un sentimiento de culpa… una desesperación… N´hombre, si volviera a nacer: ¡tres! ¡Tres fijos! L0s llamaría a todos “mi chiquito” para no confundir los nombres… (Termina de desayunar, vuelve a colocar todo ordenadamente, luego se acerca a la cama.) Madre, me obligaste a reducir el matrimonio a una especie de jaula para parejas obligadas a vivir en cautiverio (Al hombre que esta en la cama) ¡ya estuvo bueno de dormir, tesoro, párate! (Levanta con fuerza las sábanas jalándolas hacia ella. Aparecen dos cojines dispuestos de modo que simulan a una persona.) Oh, Dios mío… ¿dónde estás? ¡No te hagas chistoso…! (Levanta los cojines y los avienta.) Me han robado al amante… o a lo mejor se escapó… ¡Me muero! ¿Dónde estás…? ¡Ah, estás aquí! (Levanta una voluminosa grabadora, la besa emocionada y la coloca sobre la mesa de trabajo.) ¿Qué haría sin ti, tragacintas de mi corazón?



Aprieta una tecla. Se vuelve a escuchar la voz del Hombre.



(15)VOZ DE HOMBRE GRABADA: ¡Despierta… tesoro… ya son las nueve!

(16)MATEA: ¡Ya me caíste gordo!



Se dirige a bambalinas y lleva a primer plano una bicicleta fija.



(17)VOZ DE HOMBRE GRABADA: ¡Cuánto te quiero! Te amo… aunque ayer en la tarde fuiste mala… Desnúdate… vamos bajo la ducha… ¡Quiero enjabonarte de la cabeza a los pies!

(18)MATEA: (Apaga la grabadora.) Así reduzco ese mes y medio. (Sube en la bicicleta y pedalea con ganas.) Ahora doy un hermoso paseíto en bicicleta… debo mantener ejercitados los músculos… ¡Quiero estar firme y como chinampina! Ya renuncié a adelgazar… no pienso más en eso. (Directamente al público.) Pero ni crean que nací gorda, no… ¡faltaba más! Era una varita… con la grasa en su sitio… engordé desde hace un año… La historia comenzó cuando eché de la casa a mi marido, cuando le dije: “¡Ámonos pa’ la calle…!” Y aguas cuando una dice: “¡Ámonos pa’ la calle…!” ¡porque se van! Por otro lado, yo ya no aguantaba más… ¡Exploté! “¡Ámonos pa’ la calle…!” Cuando se fue, me pasé veinte días con la oreja pegada a la puerta como un viejo indio… Esperaba… pensaba justamente que volvería… otras veces lo había echado… ¡y siempre volvía! ¡Pero esta vez, mangos, no volvió! ¡Cómo me puse mal! Comencé a engordar de zopetón, como se dice… Perecía como si me soplaran por dentro… y me inflaran… Por otra parte, hay mujeres que por penas de amor comienzan a beber y se vuelven alcohólicas; luego están las que se toman pastillas para dormir, para estar arriba y “muy arriba”… y acaban adictas… y terminan en el manicomio… y las que engordan… y yo engordé… He probado todas las dietas… la de los jockeys, la mediterránea, la de la luna… incluso me tragué una tenia, sí, una solitaria. La Callas hizo esa dieta y quedó hecha un hilo… Yo me tragué la solitaria… me sometí a una dieta de faquir… No lo van a creer: ¡la solitaria murió de hambre y yo seguí engordando! No hay nada que hacer… es una reacción nerviosa, una cuestión psicológica… ahora yo… ya me acepté… Así de gordita soy un dechado de virtudes… (Suena el teléfono.) ¿Quién me habla a esta hora? (Levanta la bocina) ¿Bueno…? ¡Bueno…! ¿Y ora? ¿No hay nadie…? (Cambia de tono.) ¿Eres tú? Sé que eres tú… no trates de volver a casa… si eres tú… y si no eres tú… (Emite una trompetilla en la bocina y cuelga.) ¡Pero por qué tienen que molestarme! Para mí que es él… ¡es él! Desde hace un año que no lo veo… llama de vez en cuando… sólo espera que yo le diga “vuelve”. Pero yo por ahora, ¡puras habas! Ya veremos después. Les estaba diciendo que me acepté como soy. Un día me dije: quiero afrontar la realidad… quiero verme enterita... beber hasta el fondo el cáliz amargo… Era el dos de noviembre, el Día de Muertos, y ya estaba bastante melancólica… me desvestí y con valor me miré en el espejo, por delante y por detrás: perdí el sentido… coma profundo. Lo que más me molestó… gorda, pasa, ¡pero las proporciones! ¡Es justo un hecho estético! De verme estos muslos así de desparramados… que la mujer cuando se desparrama de los músculos, se desparrama… ¡pero yo me pasé! Y luego, me derrumbé del trasero… ¡Queridas muchachas, de traseritos sólidos… sépanse bien que, a pesar de todo, luego de los treinta y ocho hay un derrumbe de glúteos imparable! (Al público.) Todas las tardes hay un aplauso en este momento… ¿Saben quién bate las palmas? Todas las mujeres con el trasero derrumbado que dicen “es cierto, es cierto…” Estaba desesperada, angustiada por tanto desbarajuste… Hice una encuesta entre todas las señoras del edificio… convoqué a una reunión de condominio. Orden del día: “Derrumbe del trasero de la señora Matea, del cuarto piso.” Fue muy hermoso… todas las señoras estaban ahí, atentas… generosas… observando mi trasero… A veces entre las mujeres nacen grandes amistades, o entre veinteañeras y cincuentonas o coetáneas de cincuenta para arriba… antes no, es difícil hacer amistad… Claro siempre hay excepciones… todas dándome consejos… haga así, haga asado… De repente se levanta una, estupenda… joven… delgaaada… delgaaada… ¡un hilo! Treinta y dos años, magnífica, bella, delgaaada, méndiga… es la más méndiga del condominio… delgada… ¡que las delgadas son tremendas…! rabiosas… ¡porque siempre tienen hambre! Y me dice: “¡Camine de puntitas!” ¡Me aventé un periodo así! (Hace una caminata sobre las puntas.) ¡Parecía Rey Mago! ¡Y luego hasta gimnasia para endurecer el interior de los muslos, llamada “de la rana”! (Ejecuta.) No se rían tanto, que ya las estoy viendo por ahí mañana temprano caminando así… Lo intenté todo… luego, un buen día me dije, “¿y a mí qué carajos me importa? ¡Estoy gorda…!” ¡La gordura tiene sus ventajas! Estoy calientita en invierno… si se me antoja dormir en el suelo ya tengo incorporado el colchón… total, acepté mi vida de chonchita… ¡La gordura es hermosura! Pero, como les decía, no nací gorda. Para que sepan quién soy, les debo contar de dónde vengo… Quiero que sigan y entiendan todos mis problemas de principio a fin… si no, ¿qué vinieron a hacer aquí? (Pausa.) Si estoy gorda, tengo mis buenas razones. Nací a la sombra… crecí, viví, me eduqué y me casé a la sombra. Él, investigador nuclear de carrera, cada vez más importante… incluso propuesto para el Premio Nobel… yo, a mi vez, investigadora nuclear, esposa del investigador nuclear… que no sé por qué chingadera mental renuncié a la carrera y me abandoné toda a los hijos… esposo e hijos… Mi trabajo lo abandoné poco a poco… trabajaba para él… feliz de sus éxitos, que sin embargo eran sólo suyos. Estuve casada con mi querido esposo investigador-nuclear-cuasi-Nobel durante treinta años. Él se había vuelto importante… ¡importantísimo…! ¡Un monumento! Pero los monumentos, como todos saben, se levantan sobre un pedestal. Pasé treinta años de mi vida así. (Se pone de perfil al público y se dobla hacia adelante hasta tocar el suelo con las manos.) ¿Saben por qué las mujeres rara vez se ganan el Nobel? Porque no tienen esposas que las ayuden. Esta no es mía; no sé quién la dijo, pero es buena. (Pausa.) Como todos los imbéciles era feliz, contenta con lo que tenía: “¡su amoooor!” Cantaba día y noche… él se iba a la cama dos o tres horas antes que yo y se levantaba dos o incluso tres horas después de mí; pero qué alegría entregarle al despertar sus apuntes, que yo había elaborado durante la noche, ya escritos a máquina. Qué alegría verlos publicados en las revistas más importantes…. ¡qué hermoso leer su nombre bajo el ensayo que había hecho yo! ¡Qué hermoso…! ¡Qué pendeja! Pero entonces no lo sabía. Le di todo con verdadero y gran amor. La única cosa que a cierto punto comenzó a cagarme los huevouus… si todos hablan inglés… tengo que adaptarme… fue que, en los últimos quince años, al envejecer, perdió la cabeza. Mi esposo es un gran investigador nuclear, pero también es un más que asiduo investigador de… cómo decirles… de “conchitas”… Buscaba, buscaba y encontraba. ¡Y cómo encontraba! ¡Que como encuentran los investigadores nucleares no encuentran ningún otro! A cierto punto, como les decía, me cagó los huevos y le dije: bájate del pedestal que de ahora en adelante quiero caminar derecha y (levanta la voz) “¡ámonos pa’ la calle!” Y aquél se fue. Luego, cuando vi que no regresaba, creí que me moriría… pasé cada cosa… ¡un dolor! Nunca me hubiera esperado una reacción semejante de mi parte… de veras creí morir. Pasé un año en coma profundo… sufrí como un animal. Ya no dormía, ya no comía… y de todos modos engordaba. ¡Me puse tan mal! Ya no tenía nada que hacer… los hijos estaban grandes… Veía películas día y noche… películas de amor de mi juventud… prendía mi videocasetera y me ensimismaba con la protagonista siempre traicionada y abandonada, y luego, duro, a llorar como una Magdalena… ¡En mi casa no se caminaba… se nadaba! No sé cómo comencé a grabar las voces de los actores, Sinatra, Paul Newman, Gary Cooper, Marlon Brando… grababa, cortaba la cinta, pegaba… en suma, me fabriqué diálogos de amor para mi dosis cotidiana: el despertar con apapachos… la canción de cuna con halagos… ¡Con Frank Sinatra sí hago el amor…! Algunas escenas de celos para mantenerme en forma… Paul Newman de joven me gusta a morir, aunque tenga los brazos algo cortos… sí… créanme… tiene brazos cortos… “No, querido, te lo juro, no te he engañado…” y cosas por el estilo. La noticia se difundió por el condominio; todas las señoras me pedían la cinta: “Mi esposo va a salir, ¿me prestas tu despertar con apapachos? Así mañana me despierto muy bien y paso un hermoso día” luego un tipo me propuso un business: “¡Señora, usted es un genio!”, me dice. El primer cumplido en treinta años… “Este invento… el despertar con apapachos, si me permite, lo lanzamos al mercado.” (Pausa.) Estoy esperando el resultado de la investigación de mercado… estoy muy ansiosa porque, imagínense… a mi edad, gorda como estoy, con el desparramamiento de muslos, plantada por el marido… tener triunfo, una victoria en la vida… salir victoriosa en algo… Si me va bien, me volveré rica… Pero, ¿les digo a la verdad? Esta ruptura con mi marido me ha pesado un poco… aun cuando me sienta libre… He pasado momentos de indecible dolor… soledad… es inútil negarlo… ¡Creí volverme loca! Quién sabe dónde andará aquél pobre güey… (Vuelve a subirse en la bicicleta, aprieta un botón colocado en el manubrio y pedalea: musiquita de fondo.) ¡También pongo música! Me hizo ver mi suerte… pero me gustaba… me hacía cumplidos de ciencia-ficción: “¡eres una astronave bellísima… llena de luces!”, y el muy cabrón me apagó todos los foquitos… Ahora se volvió a encender uno que otro. Nunca me imaginé que dependiera tanto de un hombre… (Levanta la voz.) ¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¡Cálmate! ¡Vuelve a casa! (Con tono normal.) Ya se ha ido en otras ocasiones… ¡pero siempre ha vuelto! Verás que también regresa en esta. Al perderme, él ese está perdiendo algo gordo… No se rían… estoy hablando de la relación… hablo de mí como persona… de lo que llevo dentro, de cómo soy yo… Soy una persona estupenda… sí, estupenda, humana, generosa inteligente… (La sección de la puerta de la casa de Matea se adelanta un metro. Un hombre de edad avanzada toca el timbre.) ¿Quién es?

(19)HOMBRE: (Muy afligido.) Amor, perdóname… estoy aquí otra vez contigo… ábreme, deja que te aclare…

(20)MATEA: ¡Ay, Dios! (Baja de la bicicleta y se acerca a la puerta.) ¡Mi esposo! Me siento mal… ¿Eres tú?

(21)HOMBRE: Claro que soy yo…

(22)MATEA: (Con tono seguro.) Y para qué volviste… estoy bien sola… ya me adapté…

(23)HOMBRE: ¡Pero yo no puedo adaptarme! ¡Te juro que cambiaré… déjame entrar!

(24)MATEA: Un momento… tú no eres mi esposo… no te reconozco…

(25)HOMBRE: Claro, soy otro… ¡verás que estoy cambiando… irreconocible!

(26)MATEA: ¡Si supieras cómo estoy irreconocible yo! ¡Pero tú…. no eres mi  marido!

(27)HOMBRE: No hagas bromas. (Prepotente.) ¡Déjame entrar o tiro la puerta!

(28)MATEA: ¡Inténtalo! Mira que no estoy sola… ¡hay un hombre conmigo!



Va a donde está la grabadora, la prende.



(29)HOMBRE: ¡Te dije que no hagas bromas! ¡Cruel!

(30)MATEA: ¡Ahorita lo llamo! Querido, ven aquí un momento…

(31)VOZ DE HOMBRE GRABADA: Sí… aquí estoy… hagamos de nuevo el amor…



Matea apaga la grabadora.



(32)HOMBRE: ¿Quién habla? Oí allá adentro la voz de un hombre que…

(33)MATEA: ¡Seguro! Es mi hombre. ¡Váyase!

(34)HOMBRE: Pero cómo… ¡¿apenas acabas de echarme de la casa, me tratas como un extraño y ya estás con otro?! ¡E incluso le haces el amor! ¡Entiendo que quieras humillarme, pero esto es el colmo! Es cierto, perdí la cabeza… pero ahora sólo cuentas tú… Siempre has contado sólo tú.

(35)MATEA: ¿De veras?

(36)HOMBRE: Bueno… tú y una que otra… ¡pero tú más que todas!

(37)MATEA: Señor…

(38)HOMBRE: (Fastidiado y al mismo tiempo impetuoso.) ¡No me llames “señor”! Soy tu Aldo… ¡tu amor santo que toca a tu puerta!

(39)MATEA: Escuche, señor Aldo-mi-amor-santo-que-toca-a-mi-puerta… ¡te equivocaste de puerta! También yo tengo un esposo que perdió la cabeza; también yo lo eché de la casa… la única diferencia es que yo no soy “tu” esposa.



Corre a prender otra vez la grabadora.



(40)HOMBRE: ¿Cómo que no eres mi esposa…? ¿Y entonces, para que volví a esta casa?

(41)VOZ DE HOMBRE GRABADA: Desvístete… Quiero enjabonarte toda, de la cabeza a los pies…

(42)HOMBRE: ¡¿Y quién es el cerdo ése que te quiere enjabonar toda?!

(43)MATEA: ¡Óigame, yo me dejo enjabonar toda del cerdo que me dé la gana! ¡Váyase o llamo a la policía! ¡Es más, ahorita mismo la llamo!

(44)HOMBRE: Tiene razón, eso no me incumbe… déjese enjabonar por quien se le antoje, pero no llame a la policía, se lo suplico… Estoy muy agitado… necesito hablar con alguien… a lo mejor me equivoqué de piso… Pero no… éste es el cuarto… ¿o no?

(45)MATEA: Sí, es el cuarto.

(46)HOMBRE: Entonces me equivoqué de edificio… a lo mejor hasta de calle…

(47)MATEA: Sí, a lo mejor hasta de ciudad. ¡Ahora váyase!

(48)HOMBRE: Sí, ya me voy… De cualquier manera debo decirle que me hizo mucho bien desahogarme con usted… ¿Sabe?, tengo muchas ganas de conocerla… déjeme pasar…

(49)MATEA: ¡Ni loca! ¡Imagínese si dejo entrar a mi casa a un desconocido temprano en la mañana! ¡Nunca! Por lo que a mí respecta, usted podría ser un maniático sexual que a la hora de la hora me salta encima como en aquella película… ¿Vio Un hombre en mi puerta?

(50)HOMBRE: Sí, la vi…

(51)MATEA: ¡Era tremenda! (Hace recorrer la pared de la derecha hacia el centro del espacio escénico, de modo que se separe la recámara de la sala.) ¡No dormí en toda la noche! Al día siguiente fui a comprarme la cinta… (Toma un aparato parecido a un control remoto y lo dirige a la entrada de la puerta para abrirla.) Bueno, pásele, está abierto.



Corre atrás de la pared divisora y habla desde allá.



(52)HOMBRE: ¡Órale… está abierto! (Entra. La puerta sale de escena.) Pues sí… ésta no es la casa de mi esposa…

(53)MATEA: ¡No se asome o grito! ¡Estoy desnuda!

(54)HOMBRE: ¡¿Desnuda?!

(55)MATEA: ¡Oiga, no haga la vocecita ésa del que ya está listo como el Nescafé! Cálmese y siéntese.

(56)HOMBRE: No hay sillas…

(57)MATEA: (Le pasa la bicicleta.) Siéntese aquí.

(58)HOMBRE: ¡¿En una bicicleta?!

(59)MATEA: ¡Sí, es comodísima, paso días enteros en ella! Cuénteme su historia de amor…

(60)HOMBRE: La mía es una tragedia de amor…

(61)MATEA: ¿También la suya?

(62)HOMBRE: Un hombre de mi edad… cincuenta y seis años, que se enamora de una muchachita…



Se sube en la bicicleta.



(63)MATEA: No he escuchado una historia semejante desde que estoy en este mundo.

(64)HOMBRE: Deliciosa… La conocí después de un concierto… el concierto lo daba yo.

(65)MATEA: ¿Ah, usted es músico?

(66)HOMBRE: Sí, percusionista: timbales, tambor y platillos. Formo parte de un octeto… tocábamos a Stravinski… Yo tocaba los timbales con las baquetas… chocaba los platillos… ¡y ella me miraba como si fuera un dios! “Pluto que golpea el tambor de los infiernos”, así me llamó.



Pedalea sin darse cuenta.



(67)MATEA: ¡¿Lo llamó Pluto…?! ¿El perro de Tribilín?

(68)HOMBRE: ¡Qué Tribilín ni qué ojo de hacha! El dios Pluto… ¡el que raptó a la Primavera!

(69)MATEA: Disculpe, tengo bloqueada toda la mitología.

(70)HOMBRE: Luego de la percusión la invité a cenar. El corazón me latía como mi tambor… ella era joven, muy entusiasta… ¡Nos amamos con locura! Logré mantener escondido mi concierto… quiero decir, mi relación por un tiempo a mi esposa; luego, un día, me sorprendió en el baño cuando, mientras hacía gimnasia, cantaba: “Y ahora te llamaré Pirinolita amorosa… tra lala lala…” “¿De quién te enamoraste esta vez?”, me pregunta de zopetón. ¡Se había dado cuenta de todo!

(71)MATEA: ¡Sopas… intuición superlativa!

(72)HOMBRE: Sí, sabe leer cualquier gesto mío… Si estornudo, no me dice “salud”, sino: “Cuando hagas el amor con otra en turno, déjate encima la camiseta de lana… No andes por ahí encuerado de culoalviento deportivo. Pirinolita cabrona, tra lala lala.”

(73)MATEA: ¡Qué graciosa! Hubiera hecho algo así con mi marido… Mire, Pirinolita… tra lala lala… tengo que vestirme y debo pasarme para allá… ¿Le molestaría cambiar de espacio? Espere mi señal.



Entra al baño por la puerta que da a la sala.



(74)HOMBRE: Lo que no entiendo es cómo, a un cierto punto, mi esposa perdió los estribos… ya no quiso entenderme…

(75)MATEA: Pase al otro cuarto.



Sale del baño por la puerta que da a la recámara, se dirige al armario, busca algo que ponerse, luego regresa al baño.



(76)HOMBRE: (Ejecuta.) ¡Ah, mira tú! ¡Pues sí… ésta no es la casa de mi esposa! Quién sabe dónde fue a parar el tipo aquél…



Sin darse cuenta se apoya en la grabadora y la prende.



(77)VOZ DE HOMBRE GRABADA: ¡Ven bajo la ducha conmigo… quiero enjabonarte toda!

(78)HOMBRE: (Da un salto hacia atrás, luego se da cuenta y apaga la grabadora.) ¡Ajá, conque aquí está el cerdo!

(79)MATEA: ¡Deje en paz a mi novio electrónico! ¿Decía que su esposa había perdido los estribos?

(80)HOMBRE: Sí. “¿Cuántos años tiene tu viola d’amore?”, me pregunta de repente… “Diecinueve…” “Y apuesto a que también era virgen.” “Sí…” “¿Y si un hombre de tu edad le hubiera hecho lo mismo a tu hija, cómo hubieras reaccionado?”

(81)MATEA: ¡Ah, por fin reaccionó! ¡Bravo!

(82)HOMBRE: Ni siquiera levantó la voz. Me dijo: “¡Bájate!”

(83)MATEA: ¿Bájate de dónde?

(84)HOMBRE: Se me olvidaba… Íbamos en coche… ella manejaba más de cien por hora… Le dije: “¿Te molestaría frenar antes un poquito, por lo menos?” Terminé a pie, a un lado del acotamiento, a cincuenta kilómetros de Milán… Y sólo pasaban tráilers.

(85)MATEA: Y con la muchacha, ¿qué pasó después?

(86)HOMBRE: Sucedió que… (Mira a su alrededor.) ¿De dónde me habla?

(87)MATEA: ¡No se voltee! ¡Mire que lo estoy viendo!

(88)HOMBRE: ¡No me diga! ¿Qué, acaso está en todas partes?

(89)MATEA: Sí, me desparramo un poco.

(90)HOMBRE: Sucedió que de repente ella también me plantó y se casó de blanco, con un mediocre maestrito de inglés con el que salía desde antes, pero yo no lo sabía. Siempre me decía que era su primo. Así, la historia terminó con un cadáver sobre el campo: el mío.

(91)MATEA: ¡Estoy destrozada! Oiga, cadáver sobre el campo  suyo… ¿Lo molesto si se vuelve a pasar para allá? ¡Sin voltearse!

(92)HOMBRE: Sí, sí... (Vuelve a la recámara, caminando “de cara al público”; se apoya en la bicicleta y, casi sin darse cuenta, se sube en ella y pedalea. Matea sale del baño; trae puesto un camisón negro ligero con encajes atado por delante y encima una blusa de terciopelo, se dirige a la pared divisoria.) Oiga, usted me da curiosidad… tan misteriosa… que no se quiere dejar ver… me intriga. ¿No sería posible quitar de en medio esta especie de Muro de Berlín? ¡Quiero conocerla!

(93)MATEA: ¡Nunca…! ¿Qué piensa que hay de este lado del  muro…? Mire que yo, además de estar decididamente cerrada a cualquier relación, soy árida, déspota, egocéntrica. No existo ni como persona, ni mucho menos como mujer… aun cuando sea muy evidente… tampoco quiero ser la camita caliente de nadie. Ah, se me olvidaba: mido uno cincuenta, tengo cincuenta años… y peso más de cien kilos sin hueso… (Pausa.) ¿Todavía tiene ganas de conocerme?

(94)HOMBRE: No le creo; usted me está cotorreando… Usted no está gorda… ¡Tiene una voz muy jovial!

(95)MATEA: ¡Sí… soy la Caperucita Roja!

(96)HOMBRE: No, no me asusta. ¡No me iré de aquí sin haberla visto!

(97)MATEA: ¡Pues entonces lo castigo! ¡Peor para usted! Ayúdeme a recorrer la pared… (Ejecutan.) ¡No me mire!

(98)HOMBRE: Ta’ bien, no la miro…



Los dos empujan la pared hacia la derecha, matea enciende la grabadora: una música triunfal, tipo Las cuatro estaciones de Vivaldi, acompaña a la Mujer, quien corre hacia la mesita de centro, se sube en ella y posa como una estatua de Venus barroca.



(99)MATEA: Ahora sí, voltéese.

(100)HOMBRE: (Por un momento se queda sin aliento.) ¡Dios, cuánta humanidad!

(101)MATEA: Se quedó de a seis, ¿eh?

(102)HOMBRE: ¡Usted es… usted es… Usted tiene algo de majestuoso en esa abundancia generosa!

(103)MATEA: Mis amigos me dicen la catedral.



Baja de la mesita y va a apagar la grabadora.



(104)HOMBRE: No, no diga eso. Aparte de que yo en realidad estoy hasta aquí de las muchachitas en busca de un padre. (Lentamente, se acerca cada vez  más a Matea) Está también la amistad, la inteligencia… la comprensión… un afecto profundo… sólido…

(105)MATEA: Dijo una pendejada tras otra… ¡Váyase… si no, finjo tropezar, le caigo encima y lo aplasto!

(106)HOMBRE: Ya me voy, ya me voy… pero permítame venir a verla… de vez en cuando.

(107)MATEA: De veras quisiera usted… ¡Ya entendí, usted es del club “toda abandonada está perdida”!

(108)HOMBRE: No, ¿qué está diciendo?

(109)MATEA: ¡Váyase, si no lo castigo… me desvisto toda!

(110)HOMBRE: ¡Me voy…! Pero una última pregunta: ¿Por qué se dejó engordar así?

(111)MATEA: (Grita.) ¡Me desnudooo!



De un tiro se desata el camisón y se muestra en toda su gordura.



(112)HOMBRE: ¡Nooooo!



Sale corriendo. Con él, sale de escena también la puerta.



(113)MATEA: ¡Le bloquee la erección por veinte años! (Se vuelve a abrochar el camisón. Transición.) Los personajes cambian, pero las historias son las mismas. Somos unos replicantes. “¡¿Por qué me dejé engordar así?!” ¡Naco maleducado! Me pone también en predicamento. ¡Imagínate! (Se pone un par de sandalias plateadas de tacón alto.) Déjenme

poner los tacones, que me hacen ver más delgada. (Pausa.) Miren qué cosa más increíble… ¿Se dieron cuenta…? ¡Faltaba más…! ¡Estaba listo! Casi lo llamo… ¡Qué cotorreo! Ya no quiero tener relaciones con nadie. ¡He terminado con el sexo! Los hombres están locos. Para los jóvenes es regular… pero los viejitos… De vez en cuando veo cada ruquito… ¡unos vejestorios! Ni a los cien años se claman. Sobre todo los ricos, poderosos. Bonitas-feas-jóvenes-viejas-

gordas-flacas… ¡no quieren que se les vaya una viva! En fin… Tengo un amigo que quiero mucho… setenta y cuatro años… Pero víctima de un mal. ¡Malísimo! ¡Está anciano! Todo lleno de arrugas… ¡Está hecho una pasa! Avión personal, yate de trescientos metros de largo. ¡Podrido en billetes! ¡Tiene siempre a su alrededor a muchachas estupendas! Hace unos días me dice: “¡Estoy enamorado… locamente!” “¿Todavía de Ana?” “¿Bromeas? Con Ana terminé hace como dos meses… ahora tengo a Dorina… ¡Dio mío… es de oro! ¡Me ama perdidamente! ¡Me ama!” “¿Ah sí? ¿Cuántos años tiene esa Dorina?” “Veintiuno” “¡Está pendeja…! ¡Está pendeja! Qué te va a querer. Vamos, no te ofendas… ¿pero qué no ves? Si a mí se me acercara un muchacho de veinte años y me dijera ‘te amo’, me daría miedo que quisiera robarme la bolsa.” ¡Qué cosas! Nosotras las mujeres, la verdad sea dicha, y no es que quiera hacer un feminismo facilón, “¡la mujer se sostiene y el hombre nomás puja…!” También hay mujeres que pierden la cabeza… sobre todo en la menopausia… o que no pueden aceptar la vejez… pero generalmente la aceptamos, tenemos mayor conciencia… dignidad. No es que nos guste… ¿Te gustaría a ti, mujer marchita, continuar teniendo una vida amorosa o no? ¿Pero con quién…? ¿Quién te quiere…? ¡Nosotras aceptamos la vejez con dignidad! Tal vez porque no podemos hacer otra cosa... o porque nos vemos, tenemos conciencia de lo que somos… de cómo somos. Los hombres, en cambio, no se ven… decrépitos como nosotras, gordos como nosotras, la dentadura… viejos como nosotras… ¡pero no se ven! Y si se ven hacen como si nada. Total, las chavas igual los aceptan. Leo en los periódicos historias de veinteañeras… ¡un cromo! Estupendas… yo me conmuevo… ves a estas chavas magníficas… dos metros de piernas… los pechos acá… (Señala la base del cuello.) El trasero aquí… (Señala la cabeza.) La cintura así… (Hace un círculo con los dedos.) No tienen cintura… no sé cómo le hacen para digerir… enamoradas locamente de setentones, de setentones y más… no le hace que tengan los típicos problemas de próstata propios de la edad… enamoradas locamente, les decía, pero del anciano rico… el gran industrial, el gran político… que ésos son tremendos… el gran actor, cantante, escritor… pintor…Locas historias de amor… Claro que no lees nunca la misma historia de la veinteañera despampanante con el trasero acá… que se escapa con un jubilado del Seguro. Por otro lado, también estas chavas tienen razón: ¿quieres fascinarte con un hombre realizado, célebre, importante, o con un viejo carcamán jubilado del Seguro…? El hombre en general, y el rico en particular, aun de edad avanzada, es muy seguro de sí. Y esta seguridad deriva del solo hecho de que es macho. Es criado en el culto, en la fuerza de su sexo. Ésta es nuestra cultura. La superioridad del hombre reside toda en “su” órgano sexual… Ahora que a mí la palabra “órgano” me saca de mis casillas… me viene a la mente la misa cantada… San Pedro… claro que si queremos mirarlo bien… desmitificarlo… ¿qué es este sexo del macho…? ¡Una colita…! El diablo la trae atrás, el hombre adelante. (Transición.) Luego, cuando lo veo ahí… reposando… abandonado… tan indefenso… todo tambaleante… me da una ternura… ¡una simpatía! Me dan ganas de jugar con él como con la cola del gato… Luego, de repente… el milagro: trak. ¡La erección! Yo las primeras veces… ¡estaba convencida de que adentro tenía un hueso! ¡La erección es un milagro viviente! Nosotras las mujeres hacemos cosas estupendas… los niños, por ejemplo… nos quedan muy bien… los ponemos todo: veinte dedos, dos ojos, las orejas, pero si no tenemos el semen del hombre… no podemos hacer nada. El hombre es superior a nosotras y él lo sabe… ¡Lo sabe…! Desde tiempos antiguos, el hombre ha tenido una gran consideración por su órgano sexual… ¡lo ha definido con términos épicos, áulicos, magnilocuentes! ¡El falo! Oigan cómo es importante,  severo, este término: ¡el falo! Yo lo veo siempre con la corona real en la cabeza. ¡El prepucio! Prepucio me da risa. “Bueno, ¿está el señor Prepucio?” En cambio “glande”… escuchen la dulzura… glande… parece el nombre de una flor. “¡Te ofrezco este ramo de glandes… guárdalos en tu corazón!” Con esta terminología se puede reconstruir tranquilamente un poema de Eurípides:



“Vino al altísimo Hermione

Prepucio invicto

junto a su hermano Glande

montando al relinchante Escroto…”



Puedes seguir así hasta el día siguiente y ningún profesor se dará cuenta de la inclusión de términos tan insólitos. En cambio, con la terminología que nos enjaretaron a las mujeres, no se puede construir nada. Sólo cuando uno quiere decir que tiene flojera… que tiene güeva… “me cargo una concha”. ¡Pero se puede! ¿Qué inspiración poética se puede encontrar en el término “vulva”? Parece el nombre de una bruja malvada: “Sé una buena niña… tómate la sopa, si no llamo a la ¡¡¡vulvaaa!!!” Qué se puede crear con “útero”… ¿Y “ovarios”…? ¡Nada más de pensar cuántos “ovarios” hay esta tarde en las gradas me siento mal! Con esta terminología puedes reconstruir cuando mucho un cuento de horror.



“Los murciélagos volaban en el atardecer

las ‘vaginas’ graznaban en el estanque

era el momento en que depositaban los ‘ovarios’

un ‘útero’ tremendo se elevó en la noche

¡los ‘espermatozoides’ murieron de espanto!”



No hay nada que hacer… Podría seguir así un poco más… pero… (se pone en la clásica pose de una mujer a quien le gana la pipí) ¡Ya me anda! (Se dirige al baño.) ¡Orinita vengo!



Entra la conocida puerta, seguida de un Joven que toca el timbre. Trae consigo un portafolios: es Marco, el colaborador de Matea.



(114)JOVEN: Matea, ¿estás en casa?

(115)MATEA: (Desde el baño.) Sí, ¿qué hay…? Pasa, está abierto… ¿Tienes algún problema?

(116)JOVEN: (Entra a la casa, la puerta se va.) ¡Te sacaste la lotería! ¡Ya la hicimos! ¡Tu despertar con apapachos es un éxito increíble!

(117)MATEA: (Sale del baño.) ¿Hablas en serio?

(118)JOVEN: Mira… (Le entrega una carta.) ¡Es una propuesta de contrato en exclusiva, por tres años…! ¡Y mira la cifra!

(119)MATEA: ¡Oh, Dios…! Me siento mal… tendré que pagar impuestos.

(120)JOVEN: ¡La investigación de mercado fue un triunfo! (Saca del portafolios algunas hojas que muestra a Matea.) En particular aquéllas con la alusión del amante en la cama lleno de frases tiernas y besuqueos. ¿Y sabes cuál es la cosa verdaderamente increíble? Que los más fanáticos son los hombres, son los que compran más cassettes.

(121)MATEA: ¿Incluso los hombres sufren de soledad? ¿Tan poderosos? ¡Nunca lo hubiera imaginado!

(122)JOVEN: Tu voz es un triunfo… ¡Ya eres una diva!

(123)MATEA: (Muy halagada.) No me digas así… ¡Oh, Dios, una diva…! Los periódicos hablarán de mí… me invitarán a la televisión…  Me voy a mandar hacer siete liftings… dos pinzas acá… (señala el trasero) un recorte acá… un bonito plisado… dos tirantes para el pecho… me mando quitar todo… me mando deshuesar… ¡y lo que sobre lo mando como caridad al tercer mundo! Total, allá les mandad de todo… Estoy emocionada… Quién lo hubiera dicho… ¡¿un éxito así…?! Debería estar loca de felicidad y en cambio me siento culpable como la peor de las criminales.

(124)JOVEN: ¿Por qué, qué dices?

(125)MATEA: Me estoy aprovechando, como la rata más miserable, de la situación de angustia y frustración en que ha caído la mayor parte de la gente,  incluida yo.

(126)JOVEN: No te entiendo. ¡Explícate!

(127)MATEA: Si tanta gente compra mis cassettes, quiere decir que estamos muy alineados… Nos contentamos… nos contentamos con voces falsas… (Al público.) ¿Y saben por qué? Porque en realidad tenemos “miedo”… de las voces verdaderas. Una relación de amor auténtico, importante… te compromete, te obliga a partirte en dos a favor del otro, a moverte… a dar, dar. Mejor entonces ilusionarse con una grabación de palabras e incluso imágenes de un amante prefabricado, aséptico, al que puedes apagar a control remoto. (Pausa.) ¿Saben…? y miren que esto no es cuento, es cierto… a lo mejor ya lo leyeron en los periódicos… existe un sofá… se llama “el sofá del amor”, diseñado por los japoneses…  aún en fase experimental… un sofá anatómico… dentro del cual uno se acurruca. Un sofá amante dotado de casco y conexiones… un televisor para cada ojo… Apenas te sientas empieza a funcionar, ¡y te sucede cada cosa! Sensaciones nunca sentidas, ondas cálidas, estrujones lascivos… voces tiernas… “realidad virtual”, se llama… Te escoges el lugar a donde quieres ir, las películas que quieras… puedes ser el personaje que prefieras… tener un duelo… volar… hacer el amor… Al final, cuando te sientes lisita, satisfecha… apagas y no hay ningún problema: nada de camisas que planchar, hacer el mandado… etc… ¡quedas relajada y feliz!

(128)JOVEN: Pero qué disparates me estás diciendo… ¡es pura ciencia-ficción!

(129)MATEA: Ciencia-ficción, dijiste. Es un futuro horrendo el que nos espera… de soledad… ¡Ciencia-ficción! Yo tengo en la casa el “sofá del  amor”… ¿quieres verlo?

(130)JOVEN: Sí, lo tienes en tu cabeza.

(131)MATEA: No, lo tengo en casa. Escribí al periódico, les saqué el nombre de la empresa, me ofrecí como cochinillo de indias y aquéllos me aceptaron.

(132)JOVEN: Ya, no seas cuentera…

(133)MATEA: Te burlas de mí, eh… Peor para ti; quería enseñártelo, dejarte probarlo… ¡pero toma! (El joven hace como que se va.) Espérate… debo ir a hacer una cosa que ellos (señala al público) saben… pero que no te puedo decir… que debía hacer antes… luego vuelvo y grabamos el despertar con apapachos personalizado… Tomamos el calendario y grabamos todos los nombres: Antonio, Carla, Angelo…



Entra corriendo al baño.



(134)JOVEN: Voy a hacerme café.



Sale de escena. Al mismo tiempo entra en escena la puerta, frente a la cual encontramos a Ana, la hija de Matea, quien toca el timbre.



(135)MATEA: (Gritando desde el baño.) ¿Quién es?

(136)ANA: ¡Soy yo!

(137)MATEA: ¡Está abierto!

(138)ANA: (Entra sollozando desesperadamente.) Mammáááá… mamáááá… ¿dónde estás?

(139)MATEA: (Desde el baño.) Estoy en el baño… ¿qué pasa?

(140)ANA: (Ídem.) Mamá, soy yo, Ana…

(141)MATEA: ¡Lo sé, querida, te reconozco! (Ana entra al baño. Las dos mujeres se abrazan.) ¡Cálmate! ¿Qué pasa?



A contraluz vemos a la madre que está haciendo pipí.



(142)ANA: ¡No la deja! ¡No la deja! ¡Estoy desesperada! ¡No hago más que pipí!



Al decir esto se levanta la falda y se baja la pantaleta, pero se queda de pie.



(143)MATEA: Es normal, querida, las lágrimas deben salir por alguna parte para que no te inundes.

(144)ANA: ¡Es un desgraciado, cerdo, mentiroso! Oh, Dios, me muero… mamá… mamááá… me muero…



El Joven, que ha regresado a la escena, se sienta y observa a las dos mujeres, a quienes vemos enormes a contraluz, como si estuviera en el cine.



(145)MATEA: Cálmate, querida… siéntate… no te vaya a dar un aire… haz tu pipí santa… explícate… ¿Qué pasó? ¿Quién es el cerdo mentiroso?

(146)ANA: Fui a su casa…

(147)MATEA: ¿A casa de quién?

(148)ANA: De Carlo…

(149)MATEA: ¿Qué Carlo? ¿Lo conozco?

(150)ANA: No… salgo con él desde hace tres meses.

(151)MATEA: ¿En qué sentido sales con él? Tu marido, ¿dónde está?

(152)ANA: En casa…

(153)MATEA: ¡Pero nunca me habías dicho nada de este Carlo! Estaba convencida de que aún andabas con un tal Domingo…

(154)ANA: Nunca te hablé de él porque tenía miedo de que te enojaras. ¡El hecho es que con Domingo todo se acabó desde hace un buen rato!



Se levanta y jala la palanca.



(155)MATEA: ¡Estás toda sudada! Date un baño…



Ana se desviste y hace como que se está bañando. Sonido de agua.



(156)ANA: Ya no lo aguantaba… tan celoso, posesivo… muy distinto culturalmente… dos mundos, mamá… Además, cuando le dije de mi intención de dejarlo definitivamente, me sonó tremendo guamazo en la cabeza… ¡un mandarriazo! Caí como un costal contra el suelo… me llevaron a Urgencias con una conmoción cerebral… bueno, casi.

(157)MATEA: (Sale del baño, toma una toalla y se la pasa a Ana.) ¡Oh, Dios mío! ¿Pero cuándo pasó? ¿Por qué no me dijiste nada? (Descubre al joven y en voz baja le dice:) ¿Qué haces…? ¿Estás disfrutando las sombras chinescas de mi hija? ¡Vete pero ya a la cocina a hacerte un café!

(158)JOVEN: ¡Pero si me lo acabo de hacer!

(159)MATEA: ¡Hazte otro para mañana! (El Joven se regresa a la cocina; poco después vuelve a entrar y se sienta en la mesa de trabajo.) ¿Por qué no me dijiste nada?

(160)ANA: No quería que te preocuparas… Además de que cuando me llevaron a Columbus, a la clínica, no entendía nada…

(161)MATEA: ¿Y tu esposo, dónde estaba?

(162)ANA: En casa… le había dicho que venía a tu casa por dos días… que te habías dado cuenta de que habías rebasado los ciento treinta kilos y habías caído en una crisis depresiva terrible.

(163)MATEA: ¡Pero eres una inconsciente! ¡Piensa en el desbarajuste que hubieras hecho si me hubiera telefoneado!

(164)ANA: ¿Telefoneado a ti? No había peligro… él no te soporta… ¡sabes que le das horror!

(165)MATEA: ¡Tan amable este cabrón!

(166)ANA: ¡Y además, tiene confianza en mí! Como sea, en la Columbus, el médico que me revisó… tomó mi caso tan a pecho… fue tan amable, que espontáneamente me dieron ganas de contarle todo…

(167)MATEA: ¿Mientras te hacía el encefalograma?

(168)ANA: No, luego… cuando lo esperé en el café.

(169)MATEA: ¡¿Lo esperaste en el café?! ¿Cuándo?

(170)ANA: Apenas me dieron de alta… veinte minutos después… De conmoción cerebral… nada… (Sale del baño envuelta en una toalla o en una bata de baño.) “Usted, de cualquier manera, no está en condiciones de volver sola a casa”, me dijo, “yo la acompaño.”

(171)MATEA: ¿Y te hiciste acompañar a tu casa por un extraño?

(172)ANA: ¡Pero mamá, estamos en el 2000…! ¡Me había revisado! ¡Y además, un médico nunca es un extraño!

(173)MATEA: Y también lo hiciste subir, me imagino…

(174)ANA: ¡Pero mamá, me había visto desnuda!

(175)MATEA: ¿Desnuda por la conmoción cerebral? ¿Pues dónde te aplicó los electrodos… en las nalgas… qué tienes ahí el cerebro?

(176)ANA: ¿Pero qué dices? ¡Me había golpeado el muslo! ¡Un moretón de aquí (lo señala) a la ingle!

(177)MATEA: ¡Concha con electrodos!

(178)ANA: (Regresa al baño para volverse a vestir.) ¡Mamá, maldecías por la mojigatería de tu madre, y ahora me estás haciendo la misma inquisición que te hacía ella!

(179)MATEA: Discúlpame… fue un reflejo condicionado… ¡Oh, Dios, qué vergüenza… hablé como presidente de Provida! Disculpa. ¿Y tu marido qué dijo?

(180)ANA: Nada, no estaba en casa. Encontré una tarjeta en la que anunciaba que se había ido a casa de su madre porque no se sentía bien.

(181)MATEA: Pero si no tuvieran madre, ¿cómo le harían para ponerse los cuernos?

(182)ANA: ¿Otra vez? ¡No seas malvada, mamá! ¡Estoy viviendo una tragedia! ¡Desde esta mañana no como…! ¡Es más, hazme un sandwichito que tengo hambre!

(183)MATEA: Está bien…



Va hacia la cocina y regresa casi inmediatamente trayendo un sandwich para Ana.



(184)ANA: Carlo y yo nos hemos visto varias veces… él está casado, pero lo hizo por obligación, porque su familia se lo impuso…

(185)MATEA: Estaba embarazada…

(186)ANA: (Maravillada, se asoma desde el baño.) Sí, ¿cómo lo supiste? ¿Los conoces?

(187)MATEA: No, es un clásico. Síguele.

(188)ANA: Entonces estaban muy jóvenes… dos chavos. Él nunca ha querido a su esposa… y ahora han llegado al punto en que cada uno se mueve sin tener necesidad de la excusa de que las madres siempre están mal. Siguen juntos sólo por los hijos. Tienen tres.



Vuelve a escena completamente vestida.



(189)MATEA: Claro que, para uno que se casó por la fuerza… hacer tres hijos… ¡quién sabe qué sacrificio!

(190)ANA: Son como hermano y hermana.

(191)MATEA: De manual. Aquí está tu sandwich… Anda, come.

(192)ANA: Gracias, mamá… Entonces, como él siempre me decía: “No tengo el valor de decírselo… ya no aguanto… te amo… ¡con ella parece que estoy en la cárcel!”, luego de haberlo pensado por días y días…

(193)MATEA: Disculpa, pero en todo este enjuague… ¿te olvidaste de tu marido? ¿Le has mencionado algo?

(194)ANA: No, pobrecito… ¿para qué lo molesto? Pensaba: apenas Carlo deje a la mujer, se lo digo a Piero…

(195)MATEA: ¿Piero? ¿Qué tu esposo no se llama Giovanni?

(196)ANA: Piero es un amiguísimo de mi esposo. Yo siempre le confío todo. Él me da los consejos.

(197)MATEA: ¿Y desde hace cuánto vas a la cama también con Piero?

(198)ANA: (Desesperada, con lágrimas en la garganta.) ¡Mamá, no te burles! ¡Estoy viviendo una tragedia!

(199)MATEA: De acuerdo, pero, ¿vas a la cama con Piero o no?

(200)ANA: (Dejando de llorar.) Sí, algunas veces… cuando estoy deprimida…

(201)MATEA: ¡Ya entendí… Piero, alias el Alka-Seltzer erótico! Síguele. Fuiste a casa de su mujer…

(202)ANA: Sí, y me presenté… (Deja el sandwich y llora.) Ay, mamá, fue terriiible… ¡Una humillación! ¡Maldito!

(203)MATEA: Anda, ánimo, cuéntamelo todo…

(204)ANA: No, no puedo contar nada… Escucha la grabación… ponte los audífonos, sólo la puedes oír así.

(205)MATEA: (Prepara la grabadora) ¡¿Grabaste el diálogo con la esposa?!

(206)ANA: ¡Sí, claro, para documentarlo!

(207)MATEA: ¡Ah! Espionaje competitivo…



Se pone los audífonos.



(208)ANA: Me presenté con un tubo de arquitecto bajo el brazo (toma del carro un tubo portaplanos), mira esto… y algunos folletos de una agencia turística (toma de la mesa una revista), nada más para hacer la finta. El micrófono se lo puse en la cima del tubo, de modo que se grabara bien su voz.

(209)MATEA: ¡Qué lista! (Pone a funcionar la grabadora.) La hija de una madre genio sólo puede ser genial. De hecho, la voz de la señora es perfecta… ¡la tuya es casi inexistente! Dime tú, ¿cómo le hago para entender el diálogo?

(210)ANA: Muy sencillo; si tú me repites lo que va diciendo la esposa, yo vuelvo a decir mis respuestas.

(211)MATEA: ¡Mira nada más, encima me toca hacer doblaje!



El Joven, que está trabajando en la mesa, se interrumpe y se acerca a las dos mujeres.



(212)JOVEN: ¡Oh, sí, sí… escuchemos esta representación! ¡Debe ser muy entretenida!

(213)ANA: (Da un grito.) ¡Oh, Dios, un hombre!

(214)MATEA: ¿Te asustas porque está vestido? No te preocupes… ya sabe todo de ti… es un colaborador muy discreto.

(215)ANA: Bueno, si es discreto…

(216)JOVEN: Pero no estoy de acuerdo con su madre… yo encuentro que usted, en sus locuras, expresa una fascinación extraordinaria… señora Ana…

Le besa la mano.



(217)ANA: Gracias…

(218)MATEA: (Aburrida.) ¿Nos casamos en casa? Sigamos.

(219)ANA: Comenzamos, mamá. Yo toco el timbre: me abre una señora entre treinta y treinta y cinco años en bata. Nota bien, él me la había descrito de tipo insignificante, anémica… y en cambio me encuentro enfrente a una especie de top model, estupenda, diez centímetros más alta que yo… con dos ojos espléndidos… haz de cuenta Robert Redford con peluca de mujer y aretes… quien gentilmente me dice… mamá, te toca…

(220)MATEA: (Pone a funcionar la grabadora.) Ah, sí… Buenos días, ¿qué desea?

(221)ANA: Quisiera hablarle…

(222)MATEA: (Repite a duras penas las palabras grabadas.) Si es para la beneficencia, le advierto que ya cooperamos.

(223)ANA: Pero lee mejor, mamá… así me desanimas…

(224)MATEA: ¡Ya quiero verte con esa voz que te habla al oído! ¿Crees que es fácil…? Deja al menos que me acostumbre, ¿no? (Continúa.) Lo siento pero ya cooperamos.

(225)ANA: No, señora, disculpe… se trata de algo muy particular…

(226)MATEA: Ah… usted es de la agencia de viajes… no había visto los folletos… Trajo los boletos… Pero no se hubiera molestado… hay mucho tiempo, ¡mi marido y yo no salimos sino hasta el jueves!

(227)ANA: ¿Parte? ¿Con quién?

(228)MATEA: ¡Con Carlo, mi esposo!

(229)ANA: ¡Pero él debía partir conmigo!

(230)MATEA: ¡No, Carlo, mi esposo, sólo parte conmigo!

(231)ANA: Disculpe, me da vueltas la cabeza…



El Joven sostiene a Ana y luego la hace que se siente.



(232)MATEA: ¡Ah, otra vez! (Ríe.) Ja, ja, ja… (Para sí.) ¡Ésta también ríe! (Vuelve a doblar.) ¡Otra más…! Mira, mi marido me quiere mucho, estamos muy bien juntos… nos queremos mucho… tenemos un gran establecimiento sexual… Pero este bendito señor tiene la mala costumbre de comprometerse fuera de casa. Él es un bígamo natural… no puedo hacer nada… necesita aventuras, pasiones gratificantes… yo lo dejo hacer… porque al final regresa siempre conmigo. Y cada vez que se cansa de la novia en turno, como para cambiar de página, me propone un viaje… ¡y nos vamos! ¿Sabe que hemos recorrido casi todos los cinco continentes? (Se quita el audífono.) ¡Ésta es la pérfida Alexis!

(233)ANA: ¡Qué oso… qué humillación…! ¡Cerdo asqueroso, mentiroso! ¡Tres hijos! ¡Rata! Mamá, ayúdame tú… Dime tú, ¿qué hago?

(234)MATEA: (Luego de un momento de silencio, tranquila.) No hago más que escuchar, a cada rato, historias de mujeres, todas iguales… comprendida la mía. ¡Un poco de imaginación, por Dios! ¿Pero es posible que una caiga siempre? ¿Es posible que sólo nos desesperemos cuando nos quitan a nuestros hombres, pero que no la pensemos ni un minuto cuando decidimos hacerlo con el marido de otra?

(235)ANA: Pero yo no sabía que estuviera casado…

(236)MATEA: ¿Qué, a poco si lo hubieras sabido…? Ya te estoy viendo: “¡Ah, no, señor doctor, usted está casado, váyase de aquí!”

(237)ANA: (Molesta.) ¡Pero mamá… a fin de cuentas… yo me enamoré!

(238)MATEA: ¡Mírenla! ¡En nombre de la pasión que nos arrastra no miremos a la cara de nada ni de nadie! “¿Qué puedo hacer? ¡Es un amor irresistible!” Cuando nos atañe, el amor tiene siempre dos M… ¡e irresistible cuatro R! El de las otras no tiene ni M ni R… sólo un susurro de P y S… como pinche estrujamuslos. Llevamos a cabo trampas y maldades todos los días… contra las demás mujeres… Qué digo “mujeres”… Las otras son sólo las de allá… ¡y las putas! Y luego se jacta una de la solidaridad… ¡de la hermandad! ¿Pero cuál? Somos hermanas, todas unidas en los grandes momentos históricos… aborto… divorcio… o después de los cincuenta años… pero en la vida de todos los días somos una hienas… bueno, no, las hienas de vez en cuando descansan… ¡nosotras somos infatigables! ¿Sabes qué te digo…? Y lo digo con cierto disgusto… en tantos años de vida… de experiencias personales y de mujeres que conozco… me ha surgido una gran sospecha… Está bien la competencia… la precariedad… pero tengo la sospecha de que en ciertas situaciones la peor enemiga de la mujer… es la propia mujer.

(239)ANA: Te estás poniendo un poco pesada.

(240)MATEA: Según el sapo es la pedrada; sólo puedo ser pesadísima. Y te diré algo más: me vale madres tu tragedia de telenovela de Televisa.

(241)ANA: ¡Ah, ahora hasta de Televisa!

(242)MATEA: Sí, son las más chafas: Canal 2… siempre lloran. Tengo que hacer. Estoy firmando un contrato millonario… debo grabar mi despertar “Buenos días, amor” personalizado…

(243)ANA: ¡Ah, claro! ¡Encontré un muy buen apoyo…! ¡Yo estoy hecha un completo desmadre y a ella, mi madre, le vale, me arroja a una telenovela de Televisa… me trata como a una puta histérica y no le importa un cacahuate si me siento mal, porque ella debe lanzar el despertar “Buenos días, amor” personalizado! ¡Mamá, yo soy tu hija!

(244)MATEA: (Le extiende una mano, como si se presentara.) ¡Mucho gusto, señorita! (Muy seria.) ¡Eres mi hija sólo cuando te conviene! Soy la mamá “por horas”… perdón, la mamá por minutos. (Fría, pero sin enfatizar.) Ya que estamos en un día de grandes verdades, ¿decimos otra? ¡A ti nunca te ha importado nada tu mamá, nada! Me esforcé un poco, pero ya entendí… Y, a este punto, a la mamá no le importa nada su hijita.

(245)JOVEN: Ahora me parece que…

(246)MATEA: ¡Tú a tu lugar y callado! (De nuevo a Ana.) Pienso que traje al mundo a un individuo de tercera categoría… pésimo… Siempre has hecho lo que te ha pasado por la cabeza… y siempre equivocándote… ¡y aquí la culpa es realmente mía, que en nombre de una falsa libertad, no te di unas buenas nalgadas como merecías…! Embarazada a los quince años… con aborto anexo: ¡el primero! Convencida de ser no sé qué tan inteligente, culta, por esa madre de título de estudios que sacaste… Y en cambio eres ignorante como una burra… Te recibiste en cretinología comparada… ¿Y sabes por qué? Porque te faltan sentimientos. No te conozco un solo gesto de generosidad… No tienes interés por nada más que por tu cuerpecito, tu celulitis… las arruguitas… sólo te interesa dar la vuelta desde el día hasta la noche parloteando y diciendo pendejadas… “firmada” de la cabeza a los pies… cogiendo a diestra y siniestra… sin discernimiento ni moral… convencida sobre todo de que eres una mujer liberada… No, no, querida, tú no eres una mujer liberada… cuando mucho eres una mujer disponible… cogible. La liberación de la mujer es otra cosa totalmente distinta.

(247)JOVEN: (Abraza a Ana. Dirigiéndose a Matea.) ¡Basta ya… estás exagerando!

(248)ANA: (Turbada.) ¿Pero qué está sucediendo, mamá… oh, Dios… qué está pasando en nuestra casa?

(249)MATEA: ¿Nuestra casa…? ¿Tenemos todavía algo en común?

(250)ANA: ¿Crees que porque eres mi madre puedes insultarme así…? ¡¿Tú…?! ¿Yo soy cogible… disponible…? ¡Oigan de qué pulpito viene el sermón! ¿Qué te crees, que me he olvidado de tus historias?

(251)MATEA: (Sinceramente maravillada.) ¿Pero de qué hablas?

(252)ANA: ¡De tus pleitos de infierno con mi padre! Tú nunca entendiste a ese pobre hombre… ¡En toda tu vida no hiciste otra cosa que crearle sentimientos de culpa… escenitas… dramas! Él te amaba… tú no… tú no amas a nadie. Y luego te admiras de que tu esposo te deje… y se junte con otra para siempre.

(253)MATEA: (Muy segura de sí.) “¡Para siempre!” ¡No digas pendejadas! Él vuelve… siempre ha vuelto, y volverá… (Pausa. Cambia espontáneamente de tono.) ¿Qué quieres decir con “para siempre”?

(254)ANA: Se va a casar, mamá… tuvo un hijo. (Matea se queda inmóvil por un momento, luego da la espalda a Ana y al público, da algunos pasos. Ana se le acerca, intenta abrazarla, pero Matea la detiene con un gesto.) Discúlpame, mamá… quería decírtelo… pero no así… Es que no pude controlarme… se me salió… Discúlpame, mamá…

(255)MATEA: Vete.

(256)ANA: ¿Qué, me echas? Mamá… ¿de veras ya no me quieres?

(257)JOVEN: (Se acerca a Ana.) Claro que te quiere… es uno de esos momentos… pero luego pasa… (A Matea.) ¿Verdad que pasa… verdad que quieres a tu hija?

(258)MATEA: (Sin convicción.) Sí, sí, claro… Discúlpame… (Retoma el dominio de sí.) ¡Caray, cuántas idioteces dije en tan poco tiempo! Hiciste muy bien, hija mía, en ponerme en mi lugar… en contestarme como me contestaste… me lo merecía. Discúlpame. (Habla de prisa como si se saliera de sus casillas, enciende y apaga un cigarro tras otro; está por derrumbarse.) Y no pienses que me molestaste en lo más mínimo al venirme a contar que mi esposo se va a casar y que va a tener un hijo… Es más, te diré que estoy muy contenta… ¡estoy muy contenta…! Lo veía tan mal, tan disperso… una chava tras otra… ¡Finalmente se ha casado! ¡Estoy contenta…! Ya no tengo sentimientos de culpa por haber arruinado la familia… ¡Finalmente estoy libre! Soy una mujer de éxito… me estoy realizando… Finalmente me encuentro sola, ¡rica y sola…! ¡Sola conmigo misma! (Cambia de tono, irónica.) Por eso me dan ganas de vomitar.

(259)ANA: Ya viste; se está burlando una vez más.

(260)MATEA: No, no… es el gusto por el teatro… No te preocupes, chiquita… vete a casa… y tranquilízate: estoy feliz.

(261)JOVEN: (A Ana.) Sí, es cierto… Yo la conozco… está feliz… Tranquilízate… (Sostiene a Ana, que solloza) Ven, te acompaño a casa… No llores, querida… no llores… ¿Dónde está tu esposo?



Salen. Apenas salen Ana y el Joven, Matea se queda inmóvil por un momento, no logra detener unas silenciosas lágrimas. Enciende otro cigarro, le da dos fumadas y lo apaga. Llena de desesperación toma de la mesa un control remoto que dirige hacia la pared del fondo, la que inmediatamente se abre: aparece un enorme sofá móvil, lleno de aparejos electrónicos, el cuál llega a primer plano, al centro de la escena. Matea se sume dentro de él y lo pone a funcionar: música, luces difusas que se encienden, pequeños resplandores, mientras una acariciante voz varonil dice:



(262)VOZ DE HOMBRE: Oh, querida… ¿dónde estuviste este rato…? ¡Me hiciste tanta falta! Ven a que te abrace… sumérgete en mí… Espléndida criatura… te amo… déjate hacer… No pienses en nada… en nada.



Se apagan lentamente las luces.