CANTO XXI EL CERTAMEN DEL ARCO Entonces Atenea, la diosa de ojos brillantes, inspiró en la mente de la hija de Icario, la prudente Penélope, que dispusiera el arco y el ceniciento hierro en el palacio de Odiseo para los pretendientes, como competición y para comienzo de la matanza. Subió a la alta escalera de su casa y tomando en su vigorosa mano una bien curvada llave, hermosa, de bronce y con mango de marfil, echó a andar con sus esclavas hacia la última habitación donde se hallaban los objetos preciosos del señor bronce, oro y labrado hierro. Allí estaba también el flexible arco y el carcaj de las flechas con muchos y dolorosos dardos que le había dado como regalo un huésped, Ifito Eurítida, semejante a los inmortales, cuando lo encontró en Lacedemonia. Se encontraron los dos en Mesenia, en casa del prudente Ortíloco. Odiseo había ido por una deuda que le debía todo el pueblo: en efecto, unos mesenios se le habían llevado de Itaca trescientas ovejas, con sus pastores, en naves...