domingo, 24 de agosto de 2025

Mis Fabulosos y Caóticos Quince Años Por Ben Gavarre


Mis Fabulosos y Caóticos Quince Años

Por Ben Gavarre

 

Personajes:

  • MIRANDA: La quinceañera. Punk, andrógina y con una paciencia a punto de agotarse. (Odia que le digan Mirandita).
  • ANFITRIÓN: Un maestro de ceremonias profesional que lucha por mantener el control.
  • MADRINA SALSAM: Dramática, glotona y chantajista.
  • PRIMO AXEL: Un "artista" intenso y apasionado, mezcla de poeta y rockero fallido.
  • HÉCTOR TORERÍN: Un chambelán profesional, algo anticuado y muy seguro de su "encanto".
  • GUSTAVO: El mesero. Joven, discreto y observador, que también celebra sus Quince años.

ESCENA ÚNICA

(El escenario es un salón de fiestas. Colores brillantes, adornos de flores y frutas y un trono magnífico que se destaca desde todos lados. El ANFITRIÓN está en el proscenio, sonriendo profesional.)

 

ANFITRIÓN: ¡Damas y caballeros, bienvenidos a un evento que desafía la lógica y celebra la tradición! Esta noche, en este palacio del buen gusto... y de las ofertas, ¡presentamos en sociedad a la joya de la familia, a la dulce Mirandita!

 

(Se abre el telón. Suenan fanfarrias grandilocuentes. De una trampilla con humo y luces de neón emerge MIRANDA. Viste una falda escocesa, botas militares y una camiseta de una banda de rock. Su pelo es corto y de un color llamativo. Sonríe como si le estuvieran pagando para hacerlo y se sienta en el trono con fastidio.)

 

ANFITRIÓN: ¡Un aplauso para ella! ¡Quince años de dulzura y... estilo propio! Y para celebrar, su devoto primo, el único e inigualable... ¡Primo Axel!

 

(Entra el PRIMO AXEL. Viste pantalones de cuero ajustados y una camisa de poeta. Se arrodilla dramáticamente frente a MIRANDA con una guitarra.)

 

PRIMO AXEL: ¡Mirandita! ¡Musa de mi inspiración! Para ti, he compuesto una oda que brota de las profundidades de mi alma rockera.

 

(Canta con una pasión desbordada y algo desafinada.)

 

(Canción: "Princesa de Estoperoles")

 

Tu vestido es de seda y algodón,

pero tu alma es puro rock and roll.

Mirandita, mi dulce contradicción,

¡eres un gatito y un feroz león!

¡Oh, Mirandita, mi princesa de estoperoles!

¡Deja que te invite a mis girasoles!

 

(MIRANDA rueda los ojos con fastidio. El ANFITRIÓN aplaude para cortar la canción.)

 

ANFITRIÓN: ¡Gracias, Primo Axel, por esa... explosión de sentimiento! Y ahora, un mensaje importante: el abuelito de MIRANDA, un hombre muy moderno con Wi-Fi y mucho dinero, ha prometido una "jugosa fortuna" para nuestra festejada. ¡Pero solo si cumple con la tradición! El vals, la presentación... ¡todo el paquete!

 

(Aparece la MADRINA SALSAM junto a la mesa de bocadillos, comiendo con avidez.)

 

MADRINA SALSAM: (Con la boca llena) ¡Esa fortuna solo llegará si yo doy mi bendición! Yo la conozco desde que usaba pañales, Mirandita. Sé todos tus secretitos... ¿Verdad, mi niña "preciosa"?

 

(MIRANDA le lanza una mirada asesina. SALSAM le sonríe con malicia.)

 

PRIMO AXEL: (Acercándose a MIRANDA) No le hagas caso, fiera indomable. Tu único secreto es el misterio de tu belleza. ¿Me concedes el honor de ser el primero en... explorar ese misterio?

 

(MIRANDA, aún en silencio, lo aparta con un dedo sin siquiera mirarlo.)

 

ANFITRIÓN: (Nervioso, revisando sus tarjetas) ¡Bueno, bueno! Para evitar... exploraciones no autorizadas, ¡ha llegado el momento de presentar al chambelán oficial! ¡Un hombre cuya experiencia en el ruedo del romance es legendaria! ¡Directo desde la Plaza de Toros de la vida, recibamos a... ¡Héctor Torerín!

 

(Entra HÉCTOR TORERÍN. Es mayor que los otros personajes, unos cuarenta y tantos…, con una camisa floreada muy ajustada y pantalones de torero. Camina con un contoneo exagerado. La música cambia a un paso doble cursi.)

 

HÉCTOR TORERÍN: (Con acento afectado) ¿Dónde está mi rosa? ¿Dónde está la flor más bella de esta corrida... digo, de esta fiesta?

 

(Se acerca al trono y le lanza un beso al aire a MIRANDA.)

HÉCTOR TORERÍN: (Canta con voz de galán de telenovela vieja)

(Canción: "Un Beso de Matador")

 

Con un paso elegante, mi bella flor,

te ofrezco mi brazo de gran torero.

Dame un beso, princesa, por favor,

¡y te haré sentir el mundo entero!

 

(Héctor intenta tomar la mano de MIRANDA. Ella finalmente habla, con una voz calmada pero letal.)

 

MIRANDA: A ver. Primero: no soy tu princesa. Segundo: amo a los animales, y los toreros... no tanto. Y tercero: ese calcetín que traes en el pantalón es una ofensa a la inteligencia.

 

(Héctor se queda helado, tratando de disimular y cubrirse. El Primo Axel suelta una carcajada. MIRANDA se pone de pie.)

 

MIRANDA: ¡Ya basta! ¿No lo entienden? No quiero el dinero si viene con condiciones. No quiero un chambelán que me insulte. No quiero ser "presentada en sociedad". Yo solo quiero que me respeten, que entiendan quién soy y cómo soy. Prefiero pagarme mi propio viaje cuando sea mayor a seguir con este circo.

 

(De repente, se escuchan murmullos y una pequeña conmoción fuera del escenario. GUSTAVO, el mesero, entra con urgencia y le entrega una tarjeta al ANFITRIÓN.)

 

ANFITRIÓN: (Leyendo la tarjeta, confundido) ¿Cómo que hay otro festejado? ¿Que alquiló el salón para la misma noche? ¡Esto es un desastre!

MIRANDA: (Intrigada) Pues díganle que pase. Si de celebrar se trata, aquí hay espacio.

 

(Todos se giran. GUSTAVO se quita su delantal de mesero para revelar un traje sencillo y elegante debajo. Es él.)

 

GUSTAVO: El otro festejado... soy yo. También cumplo quince años… hoy.

 

(Todos lo miran boquiabiertos. HÉCTOR TORERÍN suelta una risa burlona.)

 

HÉCTOR TORERÍN: ¡Perfecto! ¡El mesero quiere su vals! ¿Entonces qué, Mirandita? ¿Serás su chambelana?

MIRANDA: ¿Y por qué no? Es la idea más interesante que he oído en toda la noche.

 

(En ese momento, suena una notificación fuerte en el celular del ANFITRIÓN. Lo mira y su rostro se vuelve pálido.)

 

MADRINA SALSAM: ¿Qué pasa? ¿Es el abuelito? ¿Ya va a depositar?

ANFITRIÓN: (Traga saliva, lee el mensaje con voz temblorosa) Es un mensaje... del abuelo. Dice... "He visto las fotos. Ese no es mi nieto. Trato cancelado. La fiesta está pagada, pueden seguir celebrando, pero de mi dinero, olvídense. No vuelvan a molestarme".

 

(Un silencio helado cae sobre el salón. La música se detiene. Todos miran a MIRANDA. La MADRINA SALSAM, roja de furia al ver que el dinero se ha esfumado, se encara con ella.)

 

MADRINA SALSAM: ¡¿Ves lo que has hecho?! ¡Lo arruinaste todo! ¡Si no ibas a ser la Mirandita que todos querían, entonces que sepan la verdad de una vez por todas!

MIRANDA: (Tranquila, mirándola a los ojos) Adelante, madrina. Diles.

MADRINA SALSAM: (Grita) ¡El gran "secreto" de esta fiesta es que nuestra princesita... en realidad nació llamándose Gabriel!

 

(Otro silencio, aún más pesado. El PRIMO AXEL y HÉCTOR se miran confundidos. GUSTAVO mira a MIRANDA, no con sorpresa, sino con una nueva comprensión.)

 

MIRANDA: (Con una calma y una fuerza que sorprende a todos) Mi nombre de nacimiento es Gabriel, sí. Pero no es quien soy. (Mira a todos) Yo soy MIRANDA. Y eso no es un secreto. Es mi verdad.

 

(MIRANDA toma aire y, en lugar de parecer derrotada, parece más libre que nunca. Canta con una voz clara y desafiante.)

(Canción: "Yo Soy MIRANDA")

Yo soy MIRANDA, sin etiquetas

No soy princesa, ni Mirandita

Ni muñequita, ni Gabrielita

No quiero bailes, ni chambelanes

Ni tu dinero, ni de mi abuelo...

Solo deseo que me respeten

sin discusiones, sin más problemas.

Soy yo solita y mis decisiones,

y si me quieres tratar, me tienes que respetar,

y entonces, juntos, todos podremos estar.

 

(Al terminar, hay un momento de asombro. GUSTAVO es el primero en aplaudir, suavemente. HÉCTOR TORERÍN rompe el momento con una carcajada cruel.)

 

HÉCTOR TORERÍN: ¡Ah, con razón tanto drama! ¡Un quinceañero para el quinceañero! ¡Esto sí que es un espectáculo!

GUSTAVO: (Se interpone firmemente entre Héctor y MIRANDA) ¡Ya basta! Déjala en paz.

HÉCTOR TORERÍN: ¿O qué? ¿El meserito me va a defender? ¡No son gente normal!

MIRANDA: (Da un paso al frente, con una autoridad que nadie le había visto) Normales, sí que somos, no somos alienígenas, no tenemos cinco brazos. Eso sí, no somos tan aburridos como usted… don "normal". Somos auténticos. Somos felices. Y en esta fiesta, la gente con ideas tan anticuadas ya no está invitada.

 

(MIRANDA mira al ANFITRIÓN.)

MIRANDA: Anfitrión. Por favor, acompaña al señor a la salida. Sus servicios ya no son requeridos.

 

(Héctor Torerín, humillado y sin palabras al ser despedido por la quinceañera, es escoltado hacia la salida por el ANFITRIÓN, quien ahora mira a MIRANDA con un nuevo respeto. El ambiente se siente más ligero, libre de tensión.)

 

MIRANDA: (Se gira hacia Gustavo, con una sonrisa genuina por primera vez) Y bien... Gustavo. ¿Aún quieres celebrar tus quince años?

GUSTAVO: (Sonriendo) Más que nunca.

MIRANDA: (Le ofrece la mano) Entonces, ¿bailamos? No como princesa y chambelán. Sino como MIRANDA y Gustavo.

GUSTAVO: (Toma su mano sin dudar) Y qué estamos esperando.

 

(El ANFITRIÓN, entendiendo perfectamente, hace una seña al sonidista. No suena un vals. Suena una canción de rock enérgico y liberador. MIRANDA y Gustavo empiezan a bailar en el centro del salón, de forma torpe pero increíblemente feliz. El Primo Axel sonríe y empieza a seguir el ritmo. La Madrina Salsam, derrotada pero extrañamente conmovida, toma un bocadillo y los mira. La fiesta, por fin, ha comenzado de verdad.)

 

FIN

 


viernes, 22 de agosto de 2025

Zip el extraterrestre. Por Ben GAVARRE

 











Zip, el extraterrestre. 



Por Ben GAVARRE

Título: Perdido en la Melena y las Mentes

PERSONAJES:

 * ZIP (antes Zorp): Un joven alienígena de apariencia casi humana, pero con una antena diminuta y retráctil oculta bajo su melena. Viste con la moda de los setenta.

 * MARTA: Una mujer de unos cuarenta años, con un aire amable y algo despistado.

 * JUAN: Un adolescente con una camiseta de rock y pantalones acampanados.

 * RICARDO: El mejor amigo de Zip en la escuela.

 * PROFESORA EVANS: Una maestra de ciencias de unos sesenta años, estricta y de voz aguda.

ACTO I

ESCENA 1

El salón de una casa modesta en un barrio residencial de Los Ángeles, años setenta. Hay muebles típicos de la época, una televisión con un mueble de madera y una alfombra estampada.

ZIP despierta en un sofá de estampado psicodélico. Está confundido y se toca la cabeza, notando su largo cabello castaño. MARTA entra en la sala con una taza de café. JUAN está sentado en el suelo, hojeando un cómic.

MARTA

(Con voz dulce)

Oh, ya despertaste, cariño. ¿Dormiste bien? Te quedaste dormido viendo la tele anoche.

ZIP

(Con acento ligeramente extraño)

¿Cariño? Yo... no entiendo. ¿Dónde estoy? Y... ¿quiénes son ustedes?

JUAN

(Sin levantar la vista del cómic)

Es gracioso, ¿verdad, mamá? Se hace el chistoso.

MARTA

(Con una pequeña risa nerviosa)

No seas así, Juan. Quizás todavía estás medio dormido, mi amor. Soy Marta, tu mamá, y él es Juan, tu hermano.

ZIP

(Mirándolos con incredulidad)

¿Mi... mamá? ¿Mi hermano? Pero... yo no... Recuerdo un planeta... muy lejos...

JUAN

(Finalmente lo mira, arqueando una ceja)

¿Un planeta? ¿Qué te fumaste anoche?

MARTA

(Poniéndole una mano en la frente)

Creo que necesitas desayunar algo fuerte. Ven, te preparé unos huevos revueltos.

ZIP

(Con desconfianza)

¿Huevos? ¿De qué criatura son?

JUAN

(Dejando el cómic)

¡De gallina, idiota! ¿De qué más van a ser?

ZIP

(Murmurando para sí mismo)

Gallina... criatura avícola terrestre... Fascinante.

ACTO II

ESCENA 1

El aula de ciencias. El sonido de un proyector de diapositivas llena la habitación. En la pantalla, se ve una célula animal. La PROFESORA EVANS señala la diapositiva con un puntero. ZIP está sentado junto a RICARDO, su mejor amigo.

PROFESORA EVANS

Como pueden ver, el citoplasma es la gelatina que llena la célula. Contiene todas las organelas, como la mitocondria, que es el centro de energía de la célula.

Zip bosteza. Ricardo le da un codazo.

RICARDO

(Susurrando)

¡Oye, despierta! Nos toca a nosotros exponer el proyecto.

Zip asiente, aburrido. En su mente, escucha a la Profesora Evans.

PROFESORA EVANS

(Pensamiento, con voz monótona)

¿Por qué nadie presta atención? Solo quieren ir al baile de graduación. Ojalá hubiera aceptado ese trabajo como bibliotecaria. Al menos ahí el silencio es sagrado...

Zip se sobresalta. Es la misma sensación que sintió con Juan. Mira a su alrededor. Todos parecen normales. La profesora continúa hablando.

PROFESORA EVANS

(Voz normal)

...Y recuerden, chicos, las células vegetales tienen paredes celulares. Es algo que deberían saber si no quieren reprobar.

Zip se da cuenta de que la voz mental de la profesora es diferente de su voz normal. Se concentra, intentando enviar un pensamiento a Ricardo.

ZIP

(Pensamiento, con un esfuerzo visible)

Hola... Ricardo...

Ricardo se congela, luego se voltea y mira a Zip con los ojos muy abiertos.

RICARDO

(Susurrando, incrédulo)

¿Tú...? ¿Tú dijiste eso? Pero... ¡no abriste la boca!

Zip niega con la cabeza, asustado.

ZIP

(Pensando, con pánico)

Lo siento... no sé lo que está pasando...

Ricardo se levanta de golpe.

RICARDO

Profesora, ¿puedo ir al baño? Me siento un poco... indispuesto.

PROFESORA EVANS

Vaya, parece que este es el día del malestar. Vaya.

Ricardo sale rápidamente, y Zip lo sigue segundos después, pidiendo permiso.

ESCENA 2

Los baños de la escuela. Ricardo se moja la cara con agua fría. Zip entra, nervioso.

RICARDO

(Con voz baja y temblorosa)

¿Qué demonios fue eso, Zip? ¿Eres una especie de... mago?

ZIP

(Con voz normal)

No soy un mago. No sé cómo lo hice. Apenas descubro esto...

Zip le cuenta a Ricardo lo que pasó con su familia y cómo de pronto puede escuchar los pensamientos de otros.

RICARDO

¡Increíble! ¡Es como tener un superpoder! ¡Como en los cómics!

ZIP

(Con un suspiro)

Sí... un superpoder. Solo que no puedo volar. Solo puedo saber que la Profesora Evans quiere ser bibliotecaria.

RICARDO

(Entusiasmado)

¡Pero podemos usarlo! ¡Para el examen! ¡Puedes leer la mente de la Profesora!

Zip lo mira pensativo, y una sonrisa se dibuja en su rostro. La idea le parece extrañamente divertida.

ESCENA 3

Una semana después, en la misma clase. La Profesora Evans reparte los exámenes. Zip y Ricardo se miran con una sonrisa cómplice. Zip cierra los ojos y se concentra, escuchando los pensamientos de la profesora.

PROFESORA EVANS

(Pensamiento)

La pregunta número cinco... tan difícil para ellos... casi puedo escuchar sus cerebros colapsando. La respuesta correcta es... membrana celular...

Zip abre los ojos y le escribe a Ricardo en su hoja. Ricardo asiente y escribe la respuesta.

Pasan el resto del examen haciendo lo mismo. Cuando lo entregan, la Profesora Evans los mira de forma extraña.

PROFESORA EVANS

Zip... Ricardo... ¿están bien? Nunca los había visto tan concentrados.

Zip y Ricardo se miran y sonríen.

ACTO III

ESCENA 1

El parque de ajedrez. ZIP está jugando contra un hombre mayor, excéntrico, llamado ALEX. RICARDO está sentado a su lado, observando. Zip usa su habilidad telepática para predecir los movimientos de Alex, pero Alex se ríe.

ALEX

(Pensando)

Buen intento, joven terrestre. Pero tu mente es un libro abierto. No te servirá de nada contra mí.

Zip se sorprende y mira a Alex, que sonríe bajo sus gafas oscuras.

RICARDO

(Con voz normal, susurrando)

¿Qué pasa, Zip? ¿No puedes leerle la mente?

ZIP

(Susurrando)

No... parece que me puede oír.

Alex levanta una ceja.

ALEX

(Pensando)

Así es. Me tomó un tiempo darme cuenta de tu... peculiar vibración. Eres nuevo por aquí, ¿verdad?

Zip, asustado y emocionado, le explica a Ricardo la situación. Ricardo se levanta, con los ojos como platos.

RICARDO

¿Es... es un alien? ¡Wow! ¿Y también puede leer la mente? ¡Esto es la mejor aventura de mi vida!

ESCENA 2

Mientras Alex y Zip discuten, una mujer se acerca. Es LYRA. Viste de forma muy elegante, pero con un aire de los años ochenta. En su cuello, un broche con un símbolo geométrico.

LYRA

(Con una leve sonrisa)

Disculpen, ¿puedo unirme a su... interesante discusión? Me gustaría escuchar sus pensamientos en directo.

Zip y Alex se miran.

ALEX

(Pensando)

Vaya, vaya. Parece que el universo tiene un sentido del humor peculiar.

LYRA

(Pensando)

Alex, deja de susurrar. Se ve mal. Y tú, joven... me recuerdas a alguien.

Lyra mira a Zip, sintiendo una extraña conexión.

ZIP

(Pensando)

¿Ustedes... también?

LYRA

(Pensando)

Sí. Al igual que tú, estoy aquí por una razón. Y creo que ambos tenemos algo en común.

Zip la mira, y por primera vez desde que despertó, no se siente completamente solo. Siente una extraña conexión con ella.

ZIP

Hola. Soy... Zip.

RICARDO

(A susurros para sí mismo)

¡Es como un club de superhéroes alienígenas! ¡Tengo que tomarles una foto!

Fin


martes, 4 de marzo de 2025

Lunita. De Benjamin Gavarre.







Lunita

 

 

Me llamo Luna. Me encontraron en una llanta. La llanta era mi casa, mi cama, mi refugio.

      No conocí a mi padre, a mi madre la recuerdo muy bien porque nos protegía, nos daba comidita y nos enseñaba a dar nuestros primeros pasos.

Me acuerdo mucho de mis hermanos. Siempre se enojaban porque yo era la mejor de todos. Aprendí a caminar antes que nadie, a buscar insectos comestibles antes que ninguno… y también a comerme casi todas las sobras que de vez en cuando una señora con olor a queso le llevaba a mi mami.

Al principio vivíamos juntos en un cuartito abandonado en un terreno feo y gris cerca de una gran avenida. Mi mamá nos amamantaba con paciencia. Éramos tres hermanos, tres cachorritos muy unidos, pegados nuestros cuerpos nos quedábamos dormidos bajo el regazo de nuestra bella madre.

 Ella era pequeña y fuerte. Era indomable y casi siempre cariñosa. Nos mantenía bien alimentados y cobijados. Era tan generosa que nos daba toda la comida que nos regalaban y nos empujaba con el hociquito para que aprendiéramos a caminar.

*

Las semanas pasaron y no hacíamos más que crecer y valernos por nosotros mismos.

Ya casi todos habíamos elegido un lugar privado para nuestras urgentes necesidades. Los habíamos marcado ferozmente como nuestro respectivo territorio. El mío estaba en la parte más alejada, casi en el fondo del terreno baldío. Era el lugar ideal para que una señorita como yo hiciera pipí sin que nadie me viera.

De repente, mis dos hermanos y yo ya andábamos corriendo solos por todos lados. Mi mamá se ponía nerviosa y nos ladraba enojadísima para que no nos alejáramos demasiado. Yo, como siempre era la última “en llegar a casa”, recibía los mordiscos y ladridos de mi muy enojada madre.

 Con el paso de los días ya los tres hermanitos empezábamos a crecer, mi mami hacía todo por nosotros y no nos faltaba la comida ni el agua limpia.

      Todo parecía estar muy bien, éramos muy felices y tal vez no lo sabíamos, crecíamos tranquilos a pesar de nuestra vida de pobres.

Un mal día, sin embargo, llegaron unos hombres que parecían muy enojados. A mi mamá la agarraron de mala manera por el cuello y la metieron en la parte de atrás de una camioneta blanca. Mis hermanos y yo estábamos muy asustados. No entendíamos nada de lo que pasaba. Tratamos de escapar, pero los hombres tenían mucha rabia y querían llevarnos no sé a dónde.

Yo me alcancé a meter debajo de unas piedras y ahí me quedé horas enteras. Cuando finalmente salí de mi escondite ya no pude ver a mis hermanos, ni a mi madre. Los hombres de la camioneta blanca se los habían llevado.

No me quise quedar en ese sitio. No sentí que fuera seguro.

Como pude, pasé por entre unos alambres de púas que rodeaban el terreno y fui a dar a la ruidosa avenida que siempre me había dado tanta curiosidad.

*

Caminé muy nerviosa por las calles ruidosas y llenas de agresivos automóviles. La gente me miraba sorprendida de que yo estuviera tan solita y tan libre por la calle. Me hablaban, me llamaban como si ya me conocieran de antes. Un muchacho con zapatos de goma me hizo muchos gestos, me habló como si fuera muy tonta y acercó sus manos con olor a cebolla cerca de mi nariz. Luego me intentó agarrar, pero yo me eché a correr lo más rápido que pude y me metí en una jardinera, cerca de la esquina de la gran y ruidosa avenida.

Casi en la esquina de la jardinera, junto a un árbol grande y seco se encontraba la enorme llanta que sería mi casa en los próximos días. Era como esos neumáticos de camión grande, olía un poquito a viejo, y ya estaba tan desgastada que se le habían hecho grandes agujeros en los costados y por los que se podía mirar sin ser visto. Era el escondite ideal. Ahí dentro habríamos cabido sin problema mis dos hermanos, yo, y seguro que también mi mami.

Me dieron ganas de llorar al acordarme de ellos, pero rápido me las aguanté, porque tenía otras preocupaciones que resolver en vez de ponerme triste. Tenía hambre, sed y frío.  Estaba cansada y tenía mucho sueño, pero me quedaba con los ojos muy abiertos, muy alerta por si las cosas se ponían peor.

*

Desde los agujeros de mi llanta yo espiaba a todos los que caminaban por la calle.  Los podía ver, los podía oír, pero sobre todo los podía oler con mi enorme narizota.

Parecían tener prisa. Algunos olían como a menta y hacían ruido como de tic, tac, tac, tac. Otros olían a mantequilla y hacían sonidos como de flip, flop,flip, flop.  Había unos que hacían tiki tiki y olían a perfumito de limones y naranjas. Los que más nerviosa me ponían eran unos que olían a puro sudor agrio y corrían muy rápido como si alguien los persiguiera.

La mayoría de esos caminantes me daban miedo. Los había elegantes, tristes, preocupados o de muy mal humor. Yo los vigilaba, me daba cuenta de si tenían buenas o malas intenciones. Desde entonces supe distinguir entre quienes eran humanos confiables, y quienes definitivamente eran malvados y estaban dispuestos a todo con tal de agarrarme y encerrarme. Vivía con miedo, me la pasaba siempre despierta, alerta, no me podía dar el lujo de estar desprevenida en un mundo cruel y lleno de peligros.

Y desafortunadamente no estaba equivocada, porque un mal día por la mañana, de repente, una brillante pelota de plástico se metió justo en el medio del jardín donde estaba mi llanta y, poco después, dos niños saltaron al interior de mi pequeño jardín y, al agarrar su pelota, me descubrieron a pesar de que yo me esforzaba en hacerme chiquitita e invisible dentro de mi escondite.

*

Por un tiempo, mi sed, mi hambre y mi miedo tuvieron solución. Les caí bien a los dos niños porque me llevaron a una casa enorme y vieja. Me dieron agua y leche y galletas y jamón y sopa de lata. Me llevaron a la parte de arriba de la casa y me metieron a un cuarto sucio, lleno de cosas viejas. Me encerraron en una gran jaula de plástico que tenía una puerta con rejitas de metal y una manija arriba. Era como una gran maleta y dentro había cobijas viejas que olían a orines de gato.

A pesar de haberme hecho prisionera, los niños eran muy cariñosos conmigo cuando me sacaban de mi encierro.  Me agarraban con demasiada confianza y no dejaban de acariciarme y hablarme quedito, muy quedito. Me miraban fijo a los ojos y me sonreían como si estuvieran enamorados. Yo los trataba de morder, pero ellos seguían siendo cariñosos y me cantaban, me abrazaban, me sonreían, me daban de besos y no me dejaban en paz. Cuando lo decidían, abrían la puerta de mi jaula y me sacaban para darme de comer. Me daban queso, tortillas, huevito, frijoles, avena… Me daban tanta comida que yo pensaba que me querían engordar para después comerme.

Pasaban la mayor parte del tiempo en la parte de abajo de la casa donde no se estaban nunca quietos, hablaban a gritos y jugaban con su pelota o a perseguirse, o a saltar encima de las camas y los sillones. Cuando venían a verme, me volvían a tratar de cargar y besar y acariciar. Me seguían hablando con sus vocecitas agudas, me hablaban quedito y llamaban con muchos nombres. Me decían Muñeca, Laika, Lala, Candy, Frufrú. No me gustaban sus nombres y no me gustaba que todo el tiempo esos dos niños gorditos trataran de agarrarme y cargarme y sobarme. Me daba mucho miedo que me fueran a comer, y me dio mucho más miedo cuando llegó una señora muy alta y muy gritona que empezó a regañar a los niños. La señora gruñona “no daba crédito a la conducta imperdonable de sus hijos”. Dijo muchas cosas terribles y en muy poco tiempo: “Había perdido totalmente la confianza en ellos”, “la habían engañado sin ningún pudor”, “recibirían sin duda un castigo ejemplar”, “su padre se iba a enterar”, “eran unos irresponsables porque expusieron a todos en esa casa a enfermedades terribles, a plagas nauseabundas, a piojos, pulgas, sarna, y en fin a un cúmulo de calamidades y suciedades” …  y muchas más palabras que ahora no recuerdo pero que seguro terminaban en ades.

En resumen:  les pidió que se deshicieran inmediatamente de mí. “Yo no era más que un montón de suciedad y responsabilidades, nadie se iba a ocupar de mí cuando dejara de ser la novedad, cuando los niños irresponsables se fueran a la escuela y le dejaran todo el trabajo y los problemas” a la señora gritona que amenazaba con ponerme de patitas en la calle.

*

Los niños gorditos me llevaron a un parque gigantesco que está en medio de las grandes avenidas de la ciudad. Me pusieron en la jaula que olía a orines de gato, pero afortunadamente le quitaron la puerta y además me dejaron una bolsa grande llena de croquetas y agua. Lloraban mucho, me dijeron: “Cuídate por favor”. Estaban muy tristes, pero se fueron.

*

Me metí en mi jaula, y desde los primeros segundos supe que algo no estaba bien. Me sentí observada, pero no había más que árboles, tierra mojada y más tierra mojada. Era un lugar casi escondido en medio del parque.  Me sentí otra vez observada y no me equivocaba: un enorme gato peludo y gris se me quedó viendo como si me fuera a comer. Le gruñí con todas mis fuerzas. Pensaba, ilusa de mí, que se iba a echar a correr ante mi poderoso ataque, pero no logré asustarlo. Se acercó a mi casa y siguió observándome cada vez con mayor insistencia. Estaba segura de que el malvado gato se quería quedar con mi jaula, o se quería comer mis croquetas.

Me puse muy nerviosa, temblaba de miedo pero también de rabia de que me quisiera quitar mis escasas posesiones.

De no sé dónde saqué mucha fuerza y me le abalancé y le di de patadas y mordidas.  Desde el fondo de mi cuerpecito le ladré como nunca antes había ladrado, con un sonido vigoroso, el más potente de la tierra y sus confines. Eso pensé entonces.

El gato malvado también me atacaba, me mordía y me arañaba. La pelea fue intensa, pero duró mucho menos de lo que después estuve reviviendo en mi cabecita. Lo cierto es que yo gané. Me pude defender y defender mi casa.

Del gato malvado nunca supe nada. Lo último que recuerdo es que se echó a correr, saltó a un árbol y desapareció. No lo volví a ver nunca más.

*

Pasaron muchos días. Las croquetas se habían terminado ya hace tiempo. Tenía hambre y frío. No tenía sed porque era tiempo de lluvias y podía tomar el agua que se quedaba atrapada en los charquitos. El hambre nunca se me quitaba, pero al menos podía comerme uno o dos gusanos que se quedaban en la tierra cuando llovía muy fuerte.

Mi jaula seguía siendo mi escondite. Los niños gorditos escogieron un buen lugar porque nadie pasaba por ahí. Yo creo que la tierra mojada espantaba a todo el mundo. Las personas pasaban lejos, por donde no había lodo, por donde estaba todo seco. Iban solas o acompañadas de perritos como yo. Los llevaban agarrados del cuello con cadenas o correas de las que no se podían escapar. Algunos de esos perritos notaban mi presencia porque se ponían a ladrar. Sus humanos los regañaban. Yo esperaba que alguno de ellos se soltara de sus cadenas y me viniera a ver. Eso nunca sucedió.

*

Las noches para mí sí que eran difíciles, porque siempre estaba muerta de miedo. Me mantenía despierta el mayor tiempo posible, pero al final me vencía el sueño. A veces fingía estar despierta, me sorprendía de lo bien que podía disimular el estar alerta. Era yo la gran simuladora, era una gran actriz, era una temible loba. Lo cierto es que estaba profundamente dormida, sentada y con los ojos abiertos, como una pequeña estatua, para que todos pensaran que estaba lista para defenderme.

*

El hambre me hizo alejarme de mi zona de seguridad. Caminé lo más rápido que pude a donde estaban dos botes enormes de basura al que llegaban muchos gatos y algunos pájaros. Los dos botes estaban muy llenos y rebosaban de latas y vasos y restos de comida. Yo, como era pequeñita, por más que diera de saltos no podía alcanzar ni una cáscara de plátano. A veces alguien con mala puntería arrojaba cerca de los botes una manzana mordida o hasta un hotdog sin terminar. Una vez corrí con suerte porque un niño arrojó su almuerzo y yo me pude comer un huevito duro, una manzana y un sándwich completito de jamón.

Los transeúntes del parque siguieron arrojando mucha comida a los botes de basura. Algunas veces lograba comerme todo un cono de helado de vainilla y hasta una rebanada de pizza, si bien me iba.

Desafortunadamente mi buena suerte no duró mucho tiempo porque un mal día llegó un perro grande y peleonero que habría de arruinarme la vida y hasta una parte de mi oreja. Me gruñó cuando yo estaba saboreando un hueso de chuleta, me lo intentó quitar mirándome con sus amenazantes ojos de diablo, me gruñó como si me fuera a devorar con todo y mi hueso y, finalmente, al ver que lo ignoraba, me empezó a hablar, para mi sorpresa, de una forma calmada y hasta elegante. Me invitó a alejarme de sus botes de basura, porque eran sus botes, aunque él no había estado presente en los últimos días, porque había regresado después de haber estado ocupado en toda clase de aventuras. Cambiando otra vez, de repente, de actitud, se puso grosero y otra vez violento. Me dijo a gritos que me largara y que ni se me ocurriera llegar otra vez por ahí.

Muy mal, todo después de esos momentos me salió muy mal. Le empecé a gruñir al perro grande, lo enfrenté dispuesta a darle su merecido según yo, pero él ya no me gruñó, ni me ladró ni me miró feo, simplemente se lanzó sobre mí, de una manera atroz, y me arrancó un pedazo de mi pobre oreja.  Luego, me persiguió por todos lados como si me fuera a acabar de devorar y yo, muerta de pánico, me salí de los límites del parque, crucé la calle sin fijarme y fue entonces cuando me atropellaron y me dejaron chueca.

*

Nunca vi venir el automóvil. Al parecer el conductor trató de esquivarme porque todavía estoy viva y puedo contar todo esto. El hombre que me atropelló se sintió muy culpable porque pagó todos los gastos del veterinario. Me inyectaron cosas horribles que me hicieron ahora sí dormir por días y días enteros, tal vez semanas. Y no solo dormía sino que entre alucinaciones sin fin veía a perros y lobos que intentaban matarme, caminantes con manos llenas de cadenas, gatos espeluznantes, y más y más terribles y perturbadores demonios. Según supe después cuando recobré la razón, me bañaron, secaron, desparasitaron, y por supuesto me dieron de comer comida muy sana y a veces rica y a veces muy seca y desabrida. Me enderezaron, dejé de estar chueca, o de caminar de lado, me arreglaron dos costillas rotas, me cosieron mi orejita mordida, y me operaron para que no pudiera tener perritos. Según supe también era yo de raza indefinida y tenía siete meses y me iban a poner en adopción. Eso si alguien se interesaba por mí y me sacaba del refugio de perros donde más adelante fui a parar. 

*

En el refugio me dieron un baño “de bienvenida”. Fue espantoso. El agua estaba fría y el que me bañó se encargaría de hacerme, en los próximos días, la vida desdichada. Este don Pedro, así se llamaba, era un hombrecito muy desagradable. Estaba flaco y encorvado y tenía la manía de decir palabrotas cuando estaba solo con nosotros, los refugiados. A don Pedro no le importaba si yo daba de alaridos, al contrario, me daba de manazos y me decía que era una perra malcriada, pulgosa y fea. Me gritaba horrible y me insultaba sin que yo pudiera hacer nada para defenderme, sin que yo pudiera desmentir sus palabras llenas de odio, sin que le pudiera demostrar que yo había sido bañada y desparasitada, y que además era muy bella y simpática porque ya me lo habían dicho muchas personas.  Como me siguió dando de manazos mejor me quedé calladita y esperé a que terminara su trabajo. Ya todo estuvo mejor cuando me fui a acostar a un patio donde el sol se encargaría de acabar de secarme.

*

Ahí estaba yo, después de mi primer baño. Estaba temblando de frío a pesar del sol. De nada servía que me tratara de quitar el agua sacudiéndome enérgicamente.

Ahí estaba yo, tiritando y tratando de secarme con mi lengua y fue entonces que llegó Max, un perro vigoroso y de orejas puntiagudas que trataba inútilmente de jugar conmigo. Se acercaba y me ladraba y luego se ponía a correr como loco, y regresaba como para invitarme a que lo persiguiera o algo así. Me empujaba con su cabeza y me hizo caminar unos pasos. Me sentí mejor. Mi nuevo y muy peludo amigo no dejaba de animarme. Caminé un poco más rápido y ya después sin darme cuenta empecé a correr tratando de perseguir al entusiasta que ladró todavía más fuerte cuando se escuchó a lo lejos un sonido agudo y fuerte. El sonido se hizo cada vez más intenso. Apareció don Pedro en el patio tocando un silbato, seguido de toda la manada. Todos los perros del refugio estaban listos a que don Pedro les aventara unos puños de croquetas que cayeron por todos lados. Los perritos y perritas comieron como si nunca lo hubieran hecho. Hubo peleas, golpes, insultos. Yo me acerqué a una croqueta que cayó cerca de mí, pero un perro calvo y desagradable me mostró una hilera de dientes. Yo, muy amigable, le sonreí y me fui lejos de ahí.

Ese día no comí. Bebí mucha agua eso sí. La podíamos tomar cuando quisiéramos de un bebedero del que salía todo el tiempo. Nadie se ocupaba de molestarte si tomabas lo suficiente o te morías de sed.

Unos días después de llegar al refugio, don Pedro nos dejó a todos en el patio y ahí pude hacer grandes amigos y algunos enemigos. Era como una fiesta perruna. Todos nos olfateábamos y nos presentábamos casi sin parar, como si no hubiera otra cosa en la vida que ir con un amigo perruno y más adelante ir con otro. Nos perseguíamos y a veces nos mordíamos el trasero, nos olíamos, nos enojábamos y luego nos ladrábamos intensamente.

Un perro largo y oscuro como una salchicha hecha perro se adueñó de una pelota pequeña con la que jugábamos varios. El perro salchicha era muy egoísta y se la quería quedar para él solito. Max, al que no le gustaban las injusticias, lo acorraló en una esquina del patio y le gruñó tan fiero que el salchichón soltó la pelota y de inmediato fue a para al hocico de un perro con cola larga, luego a un perrito gordito y jovencito, y luego, pues me tocó a mí. Yo me eché a correr con la pelota, pero me las tuve que ver otra vez con el perro calvo y malencarado que me volvió a enseñar su temible hilera de dientes. No se la entregué, la solté para que alguien más la agarrara, y fue mi amigo Max quien de inmediato la tomó entre sus poderosas mandíbulas y la empezó a morder tan fuerte que la acabó haciendo pedacitos. El perro calvo y dientudo se quedó muy enojado, se había declarado nuestra enemistad de manera oficial. Me miró como si se me fuera a echar encima, caminó lentamente hacia mí, pero luego cuando estaba a punto de abalanzarse, el perrito con cuerpo de salchicha se le puso enfrente. Le mordió el cuello, luego lo volteó patas arriba, lo montó como si fuera un caballito y no un perrito, y lo mantuvo así, agarrado con sus pequeñas patas para dominarlo, para que ya no estuviera gruñéndole a todo el mundo. El perrito calvo se tranquilizó, ya no estuvo tan agresivo ni conmigo ni con nadie más. El salchichón también se puso de buenas, debo decir que me empezó hasta a caer mejor de lo que hubiera imaginado. Debo decir también que el perrito calvo y con dientes afilados era en realidad una perrita. Hicimos las paces oliendo nuestros respectivos traseros. Luego nos olimos los hocicos y así, de manera sencilla nos despedimos y nos fuimos cada una por nuestro respectivo lado.

Pasaron muchas horas y parecía que a don Pedro se le había olvidado regresarnos a nuestras jaulas. Nos habíamos cansado de tanto jugar, nos habían dado a todos ganas de dormir o, si no, de lamernos nuestras respectivas patas o de tratar de acabar con las insoportables moscas y mosquitos que siempre llegaban a molestar cuando estábamos a punto de dormir.

Parecía increíble, pero los veinticinco perritos habíamos logrado quedarnos en silencio.  Don Pedro no se apareció y la verdad es que nadie lo echó de menos. Pasamos la noche fuera de nuestras jaulas, algunos seguían jugando, otros francamente ya no hicieron otra cosa que acostarse patas arriba y escoger el mejor lugar para estar a gusto. El silencio se hizo presente en ese patio donde los perritos se quedaron muy dormidos.

*

Llegó la mañana, pero no fue la luz del sol la que nos despertó, sino el agudo silbato de un irreconocible y encantador Don Pedro, muy peinadito, bañadito y con su ropa limpia.

Dudamos de que fuera el mismo don Pedro porque se puso a limpiar el patio sin decir palabrotas, nos llamó a todos por nuestro nombre y no regañó a nadie por hacerse popó y pipí donde no debíamos.

Nadie podía creerlo, era un nuevo don Pedro que trabajaba con gusto, usaba la manguera para limpiar el patio y no para bañarnos sin piedad. Nos hablaba bonito y no nos trataba de pegar con la escoba.

De todas maneras no logró que alguno de nosotros se le acercara, o lo mirara de manera diferente. Él se había ganado a pulso nuestra desconfianza y por eso nos manteníamos atentos, a la expectativa, por si se trataba de una trampa, siempre de lejitos.

Para nuestra sorpresa, el nuevo don Pedro parecía estar dispuesto a ser cariñoso con nosotros. Nos sonreía y hasta nos cantaba con una voz que trataba de ser agradable, pero que francamente se parecía más a un berrido que a una voz humana.

Acomodó en una hilera unos platos de metal que yo nunca había visto, nos sirvió nuestras croquetas en cada uno de ellos y estuvo muy al pendiente de que nadie se quedara sin comer.

Pues ese era el nuevo don Pedro. Nos dejó quedarnos todo el tiempo en el patio y siguió limpiando, y tratándonos bien. Nos gustaba la nueva modalidad, pero, la verdad, sospechábamos que algo estaba pasando. Max y yo nos miramos con mucha complicidad. El salchichón, que se había declarado líder de la manada, iba de un lado a otro, y nos ladraba, como si tratara de advertirnos de algún peligro.

Después de haber dejado limpiecito el patio, Don Pedro nos dejó mudos y medio aterrados porque empezó a cepillarnos y acariciarnos. Empezó con Max, supongo que por su largo y abundante pelaje. Todos nos acercábamos a tan extraña escena y nos expresábamos de las más diversas formas, con aullidos, gemidos o francos ladridos. Ninguno quería ser el siguiente en las manos de nuestro siniestro cuidador. Estábamos acostumbrados a que nos bañara a manguerazos y la idea de que nos peinara nos parecía de lo más increíble.

Sonó la campana que anunciaba visitas. Tal vez alguno de nosotros iba a pasar a mejor vida, quiero decir, que iba a ser adoptado por una familia feliz y generosa. Eso pensé al menos yo, pero estaba totalmente equivocada.

Al patio del refugio llegó radiante una muchacha que olía a jabón y lechuga fresca. Tenía unos zapatos blancos con suela de goma y hablaba muy amablemente y con mucha seguridad. “Señorita Mía”, la llamó así el tal don Pedro. “Usted podrá comprobar que lo que le han dicho de mí es mentira. Todos los muchachos han recibido el mejor trato, los he cuidado a todos con cariño y esmero por igual y le aseguro que no tiene nada de qué preocuparse”.

“Sí, sí… eso es lo que usted dice, pero yo tengo otros datos.” Eso contestó la Señorita Mía, que no miraba con buenos ojos al cabizbajo y culpable hombrecito. “Bueno, pero la razón de mi visita responde también a otros asuntos”. Y el otro asunto, yo no podía creerlo, era nada menos que yo misma. Preguntó por mí. Preguntó por “la nueva perrita”. Le preocupaba yo mucho porque hacía muy poquito tiempo me habían atropellado y alguien había denunciado mal trato y falta de atención no solo conmigo sino con todos los perritos del refugio.

Don Pedro no sabía cómo era posible que alguien pudiera hablar mal de su trabajo, si él daba la vida entera para poder cuidar y atender amorosamente a los veinticinco perros y…

…Y después de decir toda clase de mentiras se quedó callado al ver a la muy seria señorita Mía. Ella, le explicó que sus acciones podían hacerlo perder su trabajo. Le hizo saber que estaba al tanto de cómo se comportaba y que si no cambiaba su manera de encargarse del refugio tenía que atenerse a las consecuencias.

Mientras ellos hablaban, mi amigo Max y yo platicábamos de toda clase de vecinos chismosos que nunca faltaban, gente que se asomaba por las ventanas y que hablaba por teléfono, sacaba fotos, grababa… Max me hablaba de cámaras ocultas y de cosas extraordinarias que harían poner a don Pedro en su lugar.

En los días siguientes don Pedro regresó a ser el tipo malhumorado de siempre, pero con la novedad de que ahora sí tenía que hacer las cosas bien. La razón del cambio y la muy buena noticia fue que la señorita Mía llegaría al refugio, pero no solo un ratito de visita, sino al menos dos o tres días de la semana para cuidarnos bien.

A mí, que la vida no me había tratado muy bien que digamos, me fue muy bien con Mía. Yo para ese entonces todavía no tenía nombre, aunque ya me habían llamado de muchas maneras. Mía, pues, me puso el nombre de “Lunita”. Me llamó así porque yo tenía dos bellos lunares en la pancita y un hermoso lunar negro debajo de mi perruno hocico.

Pues Lunita me quedé. Estaba muy contenta y pensé en vivir todo el tiempo en el refugio con mi querida y adorada Mía, pero ella nos explicaba que no podía adoptarnos ella misma. Nos hablaba horas enteras para decirnos que su misión con el refugio era buscarnos casa y unos buenos humanos y una vida y un futuro donde fuéramos felices. No podía encargarse de cada uno de nosotros, aunque quisiera. Eso nos decía siempre, y lo cierto es que cada día llegaban más amiguitos sin dueño como yo, y cada vez había menos personas que desearan adoptarnos. No a mí al menos.

Los visitantes tenían “un día y una hora específica” para venir a vernos. Eso le explicaba Mía a don Pedro quien hacía cara de que entendía y nos dejaría a todos limpios y peinados y todo el refugio estaría listo y arreglado.

Los domingos por la mañana, los posibles nuevos papás pasaban por nuestras jaulas con sonrisas un poquito falsas. Querían un perro esterilizado, desparasitado, no muy encimoso, no muy sociable, no muy grande, no muy chico, sin pelo, totalmente mudo, que no se hiciera pipí donde no debía, no destruyera las cosas, no necesitara de mucha atención y si fuera posible que nunca tuvieran que sacarlo a la calle.

Mía era muy amable a pesar de tantas exigencias y les explicaba que “todos los perros podían recibir una buena educación”, “de la vista nacía el amor", “no hay perro feo”, “todos son hermosos si se les logra querer como únicos” … y si alguno de nosotros les gustaba pues podrían hacer la prueba de tenernos por al menos una semana y así sabrían si podían lograr una buena adopción o si no.

Los visitantes levantaban las cejas. Se quedaban unos segundos callados y revisaban a los candidatos con cierto malestar y yo diría hasta con disgusto.

Mía les hablaba de cómo todos estábamos esterilizados, vacunados, desparasitados y muchas palabras que terminaban en ado. Les explicaba que no éramos juguetes de peluche, ni regalos de navidad, ni tampoco un hijo sustituto. Eso sí, éramos una responsabilidad para toda la vida y por eso los nuevos adoptantes tenían que firmar unos papeles de compromiso donde aceptaban ser monitoreados durante un largo tiempo.

Un día una pareja interrumpió a Mía y con una franca actitud de sentirse la gran cosa le preguntó sobre si todos los perros que tenían en ese refugio eran tan…

Y no continuaron… después del tan. Mía los enfrentó: Tan qué… Y cuando ellos dijeron, tan corrientitos, estamos buscando un perro que sea de raza, no perros tan… Y me señalaron a mí. Me dijeron “tan como ese, el de la oreja fruncida” y me quedé petrificada y confundida porque además de señalarme me trataron como si fuera un perrito macho.

Mía, siempre amable, les contó mi historia, de cómo me habían atropellado y luego curado y de cómo había respondido bien al tratamiento y…

No la dejaron terminar. Los solicitantes preguntaron si tenía a un perro como Max, un perro blanco y con cara de lobo, pero que fuera cachorrito o cuando mucho de un año, pero no de tres como mi amigo. O si tuvieran algún ejemplar de pastor belga o alemán o inglés o…

Mía perdió la paciencia. Les hizo una rápida invitación a que se fueran del lugar y les pidió que no volvieran a solicitar perros en adopción, ni ahí ni en ningún otro refugio. Les dijo muchas cosas. Les acabó diciendo que había gente que no estaba capacitada para tener un perro, ni para cuidarlo y mucho menos para quererlo. Seguro si ellos seguían con la necedad de tener un perrito lo iban a acabar dejando en la calle. Mejor que ni se volvieran a acercar a ningún refugio porque lo habrían de lamentar. Los dos visitantes, una pareja de jóvenes muy arreglados, se le quedaron viendo con terror y luego mejor se fueron.

Mía siguió hablando en voz alta, se me quedaba viendo especialmente a mí, porque yo era la que más insultos había recibido. Dijo que si los muy desorientados visitantes de verdad querían adoptar un perro que mejor se compraran uno de peluche y aun así lo acabarían dejando arrumbado en un sótano. Estaba muy enojada.  Me habló muy bonito. Elogió mis ojitos de caramelo que la miraban amorosamente, me dijo que tenía cejitas negras como de escultura egipcia, y me hizo sentir mejor cuando me dijo que ya estaba más crecidita y muy bella y muy… Se quedó callada de repente y me siguió acariciando en silencio y con los ojos llenos de lágrimas.

*

Pasaron los días, los meses, y luego un año entero. Muchos de mis amigos y conocidos ya se habían ido. Max estuvo a punto de irse en una ocasión, pero lo regresaron “porque se había comido un sillón”. Yo tampoco tenía mucha suerte. Me promocionaron en no sé qué redes de las que Max sabía absolutamente todo. Mía me sacaba muchas fotos, me ponía muy guapa, eso decía ella, me colocaba un moño rosa en la cabeza, hacía que me sentara muy quietecita y me decía que estaba preciosa y que seguro alguien ahora sí me iba a adoptar. Me sonreía con supuesta alegría, pero yo me daba cuenta de que otros amiguitos perros sí lograban encontrar nuevos padres, pero yo no.

*

Han pasado ya tres años. Mi amigo Max y yo estamos felizmente echados panza arriba en nuestras respectivas camitas. Nuestra nueva casa es grande y la ilumina siempre el sol. Tenemos dos patios grandes y una azotea a la que podemos ir cuando queramos. Nuestra casa es la casa de Mía. Ella nos llegó a querer tanto que decidió quedarse con nosotros, “no solo porque nadie tuvo el gusto de querer adoptarnos” sino “porque nos daba por estar siempre pegados, como si fuéramos hermanos a pesar de ser tan diferentes”. Max y yo la pasamos muy bien, caminamos en la calle los dos junto a Mía. Ella, de vez en vez, nos lleva a pasear a un hermoso y muy cuidado parque, nos libera de las correas en un espacio especialmente dedicado a los perros y nos vigila todo el tiempo que pasamos saltando, jugando y conociendo a nuevos amigos perros y corriendo velozmente para atrapar una pelota roja, una pelota que por cierto siempre acaba entre los afilados dientes de mi muy buen amigo Max.

*

martes, 25 de febrero de 2025

Los vendidos. Luis Valdez


 











Los Vendidos

1967

Primera actuación: Junta de Brown Beret, Elysian Park, East Los Angeles.

Caracteres:

Sancho honesto

Secretario

Trabajador agrícola

Pachuco

Revolucionario

Mexicano-Americano

Escena: Honest SANCHO's Used Mexican Lot y Mexican Curio Shop. Tres modelos están en

exhibición en la tienda de HONEST SANCHO. A la derecha, hay un REVOLUCIONARIO, completo

con sombrero, carrilleras y carabina 30-30. En el centro, en el piso, está el

TRABAJADOR AGRÍCOLA, bajo un amplio sombrero de paja. En la etapa izquierda está el PACHUCO, filero en mano.

HONEST SANCHO se mueve entre sus modelos, desempolvándolos y preparándose para otro

día de trabajo.

SANCHO: Bueno, bueno, mis monos, vamos a ver a quién vendemos ahora, ¿no? (To audience.)

¡Quihubo! I’m Honest Sancho and this is my shop. Antes fui contratista, pero ahora logré tener

mi negocito. Todo lo que necesito ahora es un cliente. (Una campana suena fuera del escenario). ¡Ay, un cliente!

SECRETARIO: (Entrando.) Buenos días, soy la señorita Jiménez de ...

SANCHO: Ah, una chicana! Welcome, welcome Señorita Jiménez.

SECRETARIO: (Pronunciación anglosajona.) JIM-enez.

SANCHO: ¿Qué?

SECRETARIA: Mi nombre es miss JIM-enez. ¿No hablas inglés? ¿Qué te pasa?

SANCHO: Ah, nada, Señorita JIM-enez. Estoy aquí para ayudarte.

SECRETARIO: Eso es mejor. Como empezaba a decir, soy un secretario del gobernador Reagan.

y estamos buscando un tipo mexicano para la administración.

SANCHO: Bueno, vienes al lugar correcto, señora. Este es el lote mexicano usado de Honest Sancho,

y tenemos todos los tipos aquí. ¿Algún tipo en particular que quieras?

SECRETARIA: Sí, estábamos buscando a alguien suave...

SANCHO: Suave.

SECRETARIO: Debonaire.

SANCHO: De buen aire.

SECRETARIO: Oscuro.

SANCHO: Prieto.

SECRETARIO: Pero claro, no demasiado oscuro.

SANCHO: No muy prieto.

SECRETARIO: Tal vez, beige.

SANCHO: Beige, just the tone. Asi como cafecito con leche, ¿no?

SECRETARIO: Una cosa más. Debe ser trabajador.

SANCHO: Ese podría ser solo un modelo. Pasa aquí mismo al centro de la tienda, señora.

(Cruzan al TRABAJADOR AGRÍCOLA). Este es nuestro modelo estándar de trabajadores agrícolas. Como puede ver, en el

palabras de nuestro querido senador George Murphy, está "construido cerca del suelo". Además, tome

aviso especial de sus huaraches Goodyear de 4 capas, hechos del neumático de lluvia. Este ala ancha

sombrero es una característica adicional añadida; mantiene alejados el sol, la lluvia y el polvo.

SECRETARIO: Sí, parece duradero.

SANCHO: Y nuestro modelo de trabajador agrícola es amigable. Muy amable. Reloj. (Chasquea los dedos).

TRABAJADOR AGRÍCOLA: (Levanta la cabeza.) Buenos días, señorita. (Se le cae la cabeza).

SECRETARIO: Mi, él es amigable.

SANCHO: ¿No te lo dije? ¡Ama a sus patrones! Pero su característica más atractiva es que es trabajador. Déjame mostrarte. (Chasquea los dedos. Puestos de trabajadores agrícolas.)

TRABAJADOR AGRÍCOLA: ¡El jale! (Él comienza a trabajar.)

SANCHO: Como se puede ver está cortando uvas.

SECRETARIO: Oh, no lo sabría.

SANCHO: También recoge algodón. (Instantáneas. FARMWORKER comienza a recoger algodón.)

SECRETARIO: Versátil, ¿no?

SANCHO: También recoge melones. (Instantáneas. TRABAJADOR AGRÍCOLA recoge melones.) Esa es su lenta velocidad

para finales de temporada. Aquí está su rápida velocidad. (Instantánea. FARMWORKER elige más rápido).

SECRETARIO: Chihuahua... Quiero decir, Dios mío, seguro que es un trabajador duro.

SANCHO: (Tira del trabajador agrícola a sus pies.) Y esa no es la mitad. ¿Ves estos

pequeños agujeros en sus brazos que parecen ser poros? Durante esos días calurosos y lentos en el campo cuando

las enredaderas o las ramas se enredan tanto, que es casi imposible moverse, estos agujeros emiten

cierta grasa que permite que nuestro modelo se deslice y se deslice a través del cultivo sin ningún problema.

SECRETARIO: Maravilloso. Pero, ¿es económico?

SANCHO: ¿Económico? Señorita, estás mirando el Volkswagen de los mexicanos. Centavos al día

es todo lo que se necesita. Un plato de frijoles y tortillas lo mantendrá en marcha todo el día. Eso, y chile. Mucho

de chile. Chile jalapeños, chile verde, chile colorado. Pero, por supuesto, si le das chile,

(Instantánea. FARMWORKER gira la cara izquierda. Chasquear. FARMWORKER se inclina.) entonces tienes que

cambie su filtro de aceite una vez a la semana.

SECRETARIO: ¿Qué pasa con el almacenamiento?

SANCHO: No hay problema. Usted conoce estos nuevos campos de trabajo agrícola nuestro Honorable Gobernador Reagan

ha sido construido por Parlier o Raisin City? Fueron diseñados con nuestro modelo en mente. Cinco, seis,

siete, incluso diez en una de esas chozas no te darán ningún problema. También puedes ponerlo en viejo

graneros, coches viejos, riberas de ríos. ¡Incluso puedes dejarlo en el campo durante la noche sin preocupaciones!

SECRETARIO: Notable.

SANCHO: Y aquí hay una característica añadida: cada año al final de la temporada, este modelo regresa

a México y no regresa, automáticamente, hasta la próxima primavera.

SECRETARIO: Qué tal eso. Pero dime, ¿habla inglés?

SANCHO: Otra característica destacada es que el año pasado este modelo fue programado para salir en

¡HUELGA! (Instantánea.)

FARMWORKER: ¡Huelga! ¡Huelga! Hermanos, sálganse de esos files.  (Snap. He stops.)

SECRETARIO: ¡No! Oh no, no podemos hacer huelga en el Capitolio del Estado.

SANCHO: Bueno, él también tiene costras. (Instantánea.)

FARMWORKER: Me vendo barato, ¿y qué? (Snap.)

SECRETARIO: Eso es mucho mejor, pero usted no respondió a mi pregunta. ¿Habla inglés?

SANCHO: Bueno … no, pero he has other …

SECRETARIO: No.

SANCHO: Otras características.

SECRETARIO: ¡No! ¡Simplemente no lo hará!

SANCHO: Está bien, está bien, pues. Tenemos otros modelos.

SECRETARIO: Espero que sí. Lo que necesitamos es algo un poco más sofisticado.

SANCHO: Sophisti-qué?

SECRETARIO: Un modelo urbano.

SANCHO: ¡Ah, de la ciudad! Retrocede. Aquí en este rincón de la tienda es exactamente

lo que estás buscando. ¡Presentamos nuestro nuevo modelo JOHNNY PACHUCO de 1969! Este es nuestro

modelo fast-back. Aerodinámico. Construido para la velocidad, la baja conducción, la vida en la ciudad. Echa un vistazo a algunos de estos

Funciones. Zapatos mag, escapes duales, pintura chartruese verde, parabrisas de tinte oscuro, un poco de puf

encima. Permítanme encenderlo. (Instantánea. JOHNNY camina hacia el centro del escenario con un PACHUCO

rebote.)

SECRETARIO: ¿Qué fue eso?

SANCHO: Eso, señorita, fue el barajado chicano.

SECRETARIO: Bien, ¿qué hace?

SANCHO: Cualquier cosa y todo lo necesario para la vida de la ciudad. Por ejemplo, la supervivencia: el cuchillo

Peleas. (Instantáneas. JOHNNY saca una navaja y se balancea hacia SECRETARY. SECRETARIO

gritos.) Baila. (Instantánea.)

JOHNNY: (Cantando.) "Angel Baby, mi Angel Baby ..." (Instantánea.)

SANCHO: Y aquí hay una característica que ningún modelo de ciudad puede prescindir. Es arrestado, pero no sin

resistiendo, por supuesto. (Instantánea.)

JOHNNY: En la madre, la placa. ¡Yo no lo hice! ¡Yo no lo hice! (JOHNNY se da la vuelta y se pone de pie)

contra una pared imaginaria, piernas extendidas, brazos detrás de la espalda).

SECRETARIO: ¡Oh no, no podemos tener arrestos! Debemos mantener la ley y el orden.

SANCHO: Pero es bilingüe.

SECRETARIA: ¿Bilingüe?

SANCHO: Simón que sí. ¡Habla inglés! Johnny, danos un poco de inglés. (Instantánea.)

JOHNNY: (Baja el escenario). ¡A la mierda!

SECRETARIO: (Jadeos.) ¡Oh! ¡Nunca he sido tan insultado en toda mi vida!

SANCHO: Bueno, él lo aprendió en tu escuela.

SECRETARIO: No me importa dónde lo aprendió.

SANCHO: Pero es económico.

SECRETARIO: ¿Económico?

SANCHO: Níqueles y dimes. Puedes mantener a Johnny corriendo en hamburguesas, tacos tacos Taco Bell,

Cerveza Lucky Lager, vino Thunderbird, yesca...

SECRETARIA: ¿Sí?

SANCHO: Mota.

SECRETARIO: ¿Mota?

SANCHO: Leños... marihuana. (Instantánea. JOHNNY inhala en una articulación imaginaria.)

SECRETARIO: ¡Eso es contra la ley!

JOHNNY: (Gran sonrisa, conteniendo la respiración). Sí.

SANCHO: También huele pegamento. (Instantánea. JOHNNY inhala pegamento, gran sonrisa.)

JOHNNY: Es demasiado hombre, ese.

SECRETARIO: No, señor Sancho, no creo que esto...

SANCHO: Espera un minuto, tiene otras cualidades que sé que te encantarán. Por ejemplo, una inferioridad

complejo. (Instantánea.)

JOHNNY: (A SANCHO.) Crees que eres mejor que yo, ¿eh, ese? (Cuchilla de interruptor oscilante.)

SANCHO: También puede ser golpeado y tiene moretones. Córtalo y sangra, dale una patada y él ... (Él

golpes, moretones y patadas PACHUCO.) ¿Te gustaría probarlo?

SECRETARIO: Oh, no pude.

SANCHO: Sé mi invitado. Es un gran chivo expiatorio.

SECRETARIO: En realidad no.

SANCHO: Por favor.

SECRETARIO: Bueno, muy bien. Solo una vez. (Ella patea a PACHUCO.) Oh, es tan suave.

SANCHO: ¿No fue bueno? Vuelve a intentarlo.

SECRETARIO: (Patadas PACHUCO.) ¡Oh, es tan maravilloso! (Ella lo patea de nuevo).

SANCHO: Está bien, eso es suficiente, señora. Arruinarás la mercancía. Sí, nuestro Johnny Pachuco

El modelo puede darte muchas horas de placer. Por qué, el LAPD acaba de comprar 20 de estos para entrenar

sus policías novatos encendidos. Y hablar de mantenimiento. Señorita, estás ante una máquina totalmente autosuficiente. Nunca vas a encontrar nuestro modelo Johnny Pachuco en los rollos de relieve.

No, señor, este modelo sabe liberar.

SECRETARIO: ¿Liberar?

SANCHO: Roba. (Instantánea. JOHNNY corre a SECRETARIA y le roba el bolso).

JOHNNY: ¡Dame esa bolsa, vieja! (Agarra el bolso y corre. Snap by SANCHO, se detiene.

LA SECRETARIA corre detrás de JOHNNY y le quita el bolso, pateándolo a medida que avanza).

SECRETARIO: ¡No, no, no! No podemos tener más ladrones en la Administración del Estado. Ponlo

Atrás.

SANCHO: Está bien, todavía tenemos otros modelos. Vamos, Johnny, te venderemos a una anciana.

(SANCHO lleva a JOHNNY de vuelta a su lugar.)

SECRETARIO: Señor Sancho, no creo que entienda muy bien lo que necesitamos. Lo que necesitamos es

algo que atraerá a las mujeres votantes. Algo más tradicional, más romántico.

SANCHO: Ah, un amante. (Sonríe significativamente). Pasa por aquí, señorita. Presentamos nuestro

tipo estándar Revolucionario y/o Early California Bandit. Como puede ver, está bien construido,

robusto, duradero. Esta es la Cosechadora Internacional de Mexicanos.

SECRETARIO: ¿Qué hace?

SANCHO: Lo que sea, él lo hace. Monta a caballo, se queda en las montañas, cruza desiertos,

llanuras, ríos, lidera revoluciones, sigue revoluciones, mata, puede ser asesinado, sirve como mártir, héroe,

estrella de cine. ¿Dije estrella de cine? ¿Alguna vez viste a Viva Zapata? Viva Villa, Villa Rides, Pancho

¿Villa regresa, Pancho Villa regresa, Pancho Villa se encuentra con Abbott y Costello?

SECRETARIO: Nunca he visto ninguno de esos.

SANCHO: Bueno, él estaba en todos ellos. Escuchen esto. (Instantánea.)

REVOLUCIONARIO: (Scream.) ¡Viva Villaaaaa!

SECRETARIO: Eso es terriblemente fuerte.

SANCHO: Tiene un control de volumen. (Ajusta el volumen. Snap.)

REVOLUCIONARIO: (Voz de ratón.) Viva Villa.

SECRETARIO: Eso es mejor.

SANCHO: E incluso si no lo viste en las películas, tal vez lo viste en la televisión. Él hace

Comerciales. (Instantánea.)

REVOLUCIONARIO: ¿Hay un Frito Bandito en tu casa?

SECRETARIO: ¡Oh sí, he visto ese!

SANCHO: Otra característica de este es que es económico. Corre con carne de caballo cruda

y tequila!

SECRETARIO: ¿No es eso bastante salvaje?

SANCHO: Al contrario, lo convierte en un amante. (Instantánea.)

REVOLUCIONARIO: (Al SECRETARIO.) Ay, mamasota, cochota, ven pa 'ca!  (Él agarra

SECRETARIA y dobla su espalda, al estilo latin-lover.)

SANCHO: (Snap. REVOLUCIONARIO vuelve a ponerse en pie). Ahora bien, ¿no fue eso agradable?

SECRETARIO: Bueno, fue bastante agradable.

SANCHO: Y por último, hay una característica sobresaliente de este modelo que sé que las damas son

va a amar: ¡es una antigüedad genuina! ¡Fue hecho en México en 1910!

SECRETARIO: ¿Hecho en México?

SANCHO: Así es. Una vez en Tijuana, dos veces en Guadalajara, tres veces en Cuernavaca.

SECRETARIO: Señor Sancho, pensé que era un producto estadounidense.

SANCHO: No, pero...

SECRETARIO: No, lo siento. No podemos comprar nada más que productos hechos en Estados Unidos. Él sólo

no servirá.

SANCHO: ¡Pero es una antigüedad!

SECRETARIO: No me importa. Todavía no entiendes lo que necesitamos. Es cierto que necesitamos mexicanos

modelos, como estos, pero es más importante que sea estadounidense.

SANCHO: ¿Estadounidense?

SECRETARIO: Así es, y a juzgar por lo que me ha mostrado, no creo que tenga lo que

queremos. Bueno, mi hora de almuerzo casi ha terminado, mejor ...

SANCHO: ¡Espera un minuto! ¿Mexicano pero americano?

SECRETARIO: Eso es correcto.

SANCHO: Mexicano pero... (Un destello repentino.) ¡Americano! Sí, creo que tenemos exactamente lo que tú

querer. ¡Acaba de entrar hoy! Dame un minuto. (Sale. Charlas desde el backstage.) Aquí está

la tienda. Permítanme que me quite algunos papeles. Allí. ¡Presentamos nuestro nuevo mexicano-estadounidense de 1970!

¡Ta-ra-ra-raaaa! (SANCHO saca a relucir el modelo MEXICANO-americano, una clase media limpia y afeitada

escriba un traje de negocios, con gafas).

SECRETARIO: (Impresionado.) ¿Dónde has estado escondiendo este?

SANCHO: Acaba de entrar esta mañana. ¿No es una belleza? ¡Deleita tus ojos en él! Robusto EE.UU.

Marco de acero, aerodinámico, moderno. De hecho, está construido exactamente como nuestros modelos anglosajones,

excepto que viene en una variedad de tonos más oscuros: naugahide, cuero o polipiel.

SECRETARIO: Naugahide.

SANCHO: Bueno, simplemente escribiremos eso. Sí, señorita, este modelo representa el ápice de

¡Ingeniería americana! ¡Es bilingüe, educado en la universidad, ambicioso! Di la palabra "aculturar"

y acelera. Es inteligente, educado, limpio. ¿Dije limpio? (Instantánea. MEXICANAMERICAN levanta el brazo).) Oler.

SECRETARIO: (Huele.) Viejo Sóbaco, mi favorito.

SANCHO: (Snap. MEXICAN-AMERICAN se vuelve hacia SANCHO.) ¿Eric? (Al SECRETARIO.) Lo llamamos

Eric García. (A ERIC.) Quiero que conozcas a la señorita JIM-enez, Eric.

MEXICANO-AMERICANO: Señorita JIM-enez, estoy encantado de conocerla. (Él la besa

mano.)

SECRETARIA: ¡Oh, mi, qué encantador!

SANCHO: ¿Sentiste la succión? Tiene siete ventosas especialmente diseñadas justo detrás

sus labios. ¡Es un encantador de acuerdo!

SECRETARIO: ¿Qué hay de las juntas, funciona en las juntas?

SANCHO: Tú los nombras, él está en ellos. Juntas de libertad condicional, juntas de reclutamiento, juntas escolares, calidad de taco

tablas de control, tablas de surf, dos por cuatro.

SECRETARIO: ¿Funciona en política?

SANCHO: Señorita, usted está viendo una máquina política. ¿Alguna vez has oído hablar de la OEO, EOC,

COD, ¿GUERRA CONTRA LA POBREZA? ¡Ese es nuestro modelo! No solo eso, hace discursos políticos.

SECRETARIO: ¿Puedo escuchar uno?

SANCHO: Con mucho gusto. (Instantánea.) Eric, danos un discurso.

MEXICANO-AMERICANO: Sr. Congresista, Sr. Presidente, miembros de la junta, invitados de honor,

Damas y caballeros. (SANCHO y SECRETARIO aplauden.) Por favor. Vengo ante ustedes como un

Mexicano-americano para contarte sobre los problemas del mexicano. Los problemas de los mexicanos

provienen de una cosa y una sola cosa: es estúpido. No tiene educación. Necesita quedarse en

escuela. Necesita ser ambicioso, con visión de futuro, más trabajador. Necesita pensar americano,

¡Americano, Americano, Americano, Americano! ¡Dios bendiga a Estados Unidos! ¡Dios bendiga a Estados Unidos! Dios los bendiga

¡América! (Se sale de control. SANCHO chasquea frenéticamente y el MEXICANO-AMERICANO finalmente

se desploma hacia adelante, doblando la cintura).

SECRETARIO: ¡Oh mi, él también es patriota!

SANCHO: Sí, señorita, ama a su país. Permítanme hacer un pequeño ajuste aquí. (Stands

MEXICANO-AMERICANO arriba.)

SECRETARIO: ¿Qué pasa con el mantenimiento? ¿Es económico?

SANCHO: Bueno, no, no te voy a mentir. El mexicano-americano cuesta un poco más, pero obtienes

por lo que pagas. Vale cada centavo extra. Puedes mantenerlo funcionando con Martinis secos,

Pan Langendorf ...

SECRETARIA: ¿Tarta de manzana?

SANCHO: Sólo de mamá. Por supuesto, también está programado para comer comida mexicana en el ceremonial.

Pero debo advertirle, una sobredosis de frijoles tapará su escape.

SECRETARIO: ¡Muy bien! Solo hay una pregunta más. ¿Cuánto quieres para él?

SANCHO: Bueno, te digo lo que voy a hacer. Hoy y hoy solamente, porque lo has sido

¡Dulce, te voy a dejar robar este modelo! Voy a dejar que lo expulses del lote por

el precio simple de, veamos, impuestos y licencia incluidos, $ 15,000.

SECRETARIO: ¿Quince mil dólares? Para un mexicano!!!!

SANCHO: ¿Mexicano? ¿Qué dices? ¡Este es un mexicano-americano! Tuvimos que derretirnos

¡Bajan dos pachucos, un trabajador agrícola y tres para hacer este modelo! Quieres calidad, pero

¡tienes que pagar por ello! Esto no es una carrera barata. ¡Tiene clase!

SECRETARIO: Está bien, lo llevaré.

SANCHO: ¿Lo harás?

SECRETARIO: Aquí está su dinero.

SANCHO: ¿Te importa si lo cuento?

SECRETARIO: Adelante.

SANCHO: Bueno, recibirás tu boleta rosa por correo. Oh, ¿quieres que lo envuelva?

Tenemos una caja en la parte posterior.

SECRETARIO: No, gracias. El Gobernador está teniendo un almuerzo esta tarde, y necesitamos un

cara morena en la multitud. ¿Cómo lo conduzco?

SANCHO: Solo chasquea los dedos. Él hará lo que quieras. (SECRETARIA chasquea. MEXICANAMERICAN da un paso adelante).)

MEXICAN-AMERICAN: ¡Raza querida, vamos levantando armas para liberarnos de estos

desgraciados gabachos que nos explotan! Vamos …

SECRETARIO: ¿Qué dijo?

SANCHO: Algo sobre tomar las armas, matar a los blancos, etc.

SECRETARIO: ¡Pero se supone que no debe decir eso!

SANCHO: Mira, señora, no me culpe por los bichos de la fábrica. Él es tu mexicano-americano,

lo compraste, ¡ahora sácalo del lote!

SECRETARIO: ¡Pero está roto!

SANCHO: Intenta chasquear otro dedo. (SECRETARIA chasquea. MEXICANO-AMERICANO cobra vida

otra vez.)

MEXICAN-AMERICAN: Esta gran humanidad ha dicho basta! ¡Y se ha puesto en marcha! ¡Basta!

¡Basta! ¡Viva la raza! ¡Viva la causa! ¡Viva la huelga! ¡Vivan los brown berets! ¡Vivan los

estudiantes! ¡Poder chicano! (El MEXICANO-AMERICANO se vuelve hacia el SECRETARIO, quien jadea

y copias de seguridad. Sigue volviéndose hacia el PACHUCO, EL CAMPESINO y REVOLUCIONARIO,

chasqueando los dedos y encendiendo cada uno de ellos, uno por uno).

PACHUCO: (Snap. Al SECRETARIO.) ¡Te voy a buscar, nena! ¡Viva la raza!

FARMWORKER: (Snap. to SECRETARY.) ¡Viva la huelga! ¡Viva la ¡huelga! ¡Viva la huelga!

REVOLUCIONARIO: (Snap. A SECRETARIO.) ¡Viva la revolución! (Los tres modelos se unen

y avanzar hacia la SECRETARIA, que retrocede y sale corriendo de la tienda gritando. SANCHO

está en el otro extremo de la tienda sosteniendo su dinero en la mano. Todos se congelan. Después de unos segundos de

silencio, el PACHUCO se mueve y se estira, sacudiendo los brazos y aflojándose. El

FARMWORKER y REVOLUCIONARIO hacen lo mismo. SANCHO se queda donde está, congelado en su lugar).

JOHNNY: Hombre, eso fue largo, ese. (Otros están de acuerdo con él).

TRABAJADOR AGRÍCOLA: ¿Cómo nos fue?

JOHNYY: ¡Bastante bien, mira todo ese lana, hombre! (Se acerca a SANCHO y quita el

dinero de su mano. SANCHO se queda donde está).

REVOLUCIONARIO: En la madre, mira todo el dinero.

JOHNNY: Seguimos así, vamos a ser ricos.

TRABAJADOR AGRÍCOLA: Piensan que somos máquinas.

REVOLUCIONARIO: Burros.

JOHNNY: Títeres.

MEXICANO-AMERICANO: Lo único que no me gusta es cómo es que siempre puedo jugar el

maldito mexicano-americano?

JOHNNY: Eso es lo que obtienes al terminar la escuela secundaria.

TRABAJADOR AGRÍCOLA: ¿Qué tal nuestros salarios, ese?

JOHNNY: Aquí viene ahora mismo. $3,000 para usted, $3,000 para usted, $3,000 para usted y $3,000

para mí. El resto lo volvemos a poner en el negocio.

MEXICANO-AMERICANO: Demasiado, hombre. Je, ¿a dónde vas esta noche?

TRABAJADOR AGRÍCOLA: Voy a la casa de Concha. Hay una fiesta.

JOHNNY: Espera un minuto, vatos. ¿Qué pasa con nuestro vendedor? Creo que necesita un trabajo petrolero.

REVOLUCIONARIO: Déjamelo a mí. (El PACHUCO, el trabajador agrícola y el mexicoamericano salen, hablando en voz alta sobre sus planes para la noche. El REVOLUCIONARIO va

Se acerca a SANCHO, se quita el sombrero y el cigarro del derbi, lo levanta y lo arroja sobre su

hombro. SANCHO cuelga suelto, sin vida. A la audiencia.) ¡Es el mejor modelo que tenemos! ¡Ajúa!

(Salida.)