Entremés del Doctor Sanguijuelo,
Por Ben Gavarré
A la manera de los entremeses del XVII español
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Entremés del Doctor Sanguijuelo,
por Benjamín Gavarré.
Personajes:
- DOCTOR SANGUIJUELO: Un matasanos pomposo, más preocupado por su latín macarrónico que por la salud. Viste ropajes oscuros y algo raídos que quieren parecer elegantes.
- ALDONZA: Vecina del doctor. Una vieja alcahueta, sorda cuando le conviene y con una lengua más afilada que un bisturí.
- BARTOLO: Un gañán apocado y simple, convencido de que sufre el mal más terrible jamás visto.
Decorado:
Un cuartucho que pretende ser consultorio. En una esquina, un esqueleto de atrezo al que le falta un brazo. Colgados del techo hay manojos de hierbas secas y ristras de ajos. Sobre una mesa desvencijada se amontonan frascos con líquidos de colores dudosos, sanguijuelas en un bote de cristal y extraños instrumentos de metal. Hay una única silla para el paciente.
(Al abrirse el telón, el DOCTOR SANGUIJUELO está solo, examinando el contenido de un orinal con gesto de profunda sabiduría).
DOCTOR SANGUIJUELO: (Para sí, con voz engolada). ¡Oh, ciencia infusa! ¡Oh, arte de Galeno! En esta dorada linfa se revela el desequilibrio de los humores. Claramente, el dueño de esta vejiga padece de un exceso de cólera, mezclado con viento de poniente. ¡La cura es clara! ¡Una sangría en el tobillo y un emplasto de estiércol de paloma! ¡Soy un genio!
(Entra ALDONZA sin llamar, con una pequeña cesta. El Doctor se sobresalta y esconde el orinal bajo la mesa).
ALDONZA: ¡Buenas le dé Dios, señor dotor! Que pasaba por aquí para ver si seguía vuesa merced entre los vivos. Le traigo un caldo de gallina, que dicen que aviva el seso, y a la vista está que el suyo necesita un hervor.
DOCTOR SANGUIJUELO: (Molesto). ¡Mujer impertinente! ¡No se entra así en el templo de la ciencia! Interrumpes una meditación profunda sobre la melancolicus putrefacta.
ALDONZA: (Acercándose y fisgando todo). Menos latines y más escobazos, que tiene esto lleno de telarañas. Y dígame, ¿qué mal es ese? ¿Es peor que el dolor de riñones que me sube hasta el cogote y que solo se me calma con un trago de anís?
DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Es un mal que tu mente simple no comprendería! Ahora, si me disculpas, aguardo a un paciente con un padecimiento de suma gravedad.
(Llaman a la puerta con tres golpes tímidos. Aldonza se adelanta y abre de par en par, revelando a BARTOLO, un hombre joven, envuelto en una capa a pesar del calor, que mira a todos lados con espanto).
ALDONZA: ¡Pase, pase, buen hombre! No tema, que el dotor Sanguijuelo o le cura o le manda de viaje a la eternidad, ¡pero una solución le encuentra!
(Bartolo entra, encogido. Se queda de pie, sin atreverse a sentarse).
DOCTOR SANGUIJUELO: (Poniéndose solemne y ahuecando la voz). ¡Ajajá! ¡He aquí un alma atormentada por el flagelo de la enfermedad! Acércate, desdichado, y confiesa ante Hipócrates el mal que corroe tus entrañas.
BARTOLO: (En un susurro). Señor dotor… es que… me da vergüenza.
ALDONZA: (A gritos, como si Bartolo fuera sordo). ¡Vergüenza la de robar y que te pillen! ¡Hable, hombre, que no tenemos todo el día! ¿Son bubas? ¿Es mal de amores? ¿O es que se ha comido vuesa merced un membrillo verde?
BARTOLO: (Asustado por el grito). ¡No, señora, no! Es… es en el pellejo.
DOCTOR SANGUIJUELO: (Se frota las manos con emoción). ¡La piel! ¡El lienzo donde el alma dibuja sus tormentos! ¡Habla, pues!
BARTOLO: (Tragando saliva). Me están saliendo… (Mira a los lados y baja aún más la voz) …escamas.
(Silencio. Aldonza se persigna. El Doctor abre los ojos como platos, lleno de júbilo).
ALDONZA: ¡Virgen del Socorro! ¡Escamas! ¡Como las del peje diablo! ¡A este mozo le han echado un mal de ojo en la feria por mirar a la mujer del boticario!
DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Silencio, mujer ignorante! ¡Esto no es brujería, es ciencia! ¡Claramente padece de Dermatitis Reptiliana Saturnina! ¡Un mal rarísimo causado por un exceso de bilis negra y por haber nacido bajo un mal influjo de los astros! ¡Quítate esa capa, que debo observar la metamorfosis!
BARTOLO: (Aterrado, retrocediendo). ¡No, señor dotor! ¡Que si me da el aire, se me extiende!
(El Doctor Sanguijuelo, con un brillo maníaco en los ojos, intenta quitarle la capa a Bartolo. Comienza una persecución cómica alrededor de la pequeña habitación).
ALDONZA: ¡Sujétenlo, que se nos escapa el reptil! ¡No vaya a poner huevos!
(El Doctor persigue a Bartolo, que corre en círculos. En su huida, Bartolo choca con el esqueleto, que se cae a pedazos con gran estrépito de huesos. Bartolo grita).
BARTOLO: ¡Ay, que me quiere desollar! ¡Prefiero las escamas a sus manos!
DOCTOR SANGUIJUELO: (Jadeando). ¡Es por tu bien, ignorante! ¡Debo aplicar la cura! ¡Citius, altius, fortius!
(El Doctor logra arrinconar a Bartolo y, con la ayuda de Aldonza que lo empuja por detrás, le arranca la capa. Bartolo queda en camisa, temblando. El Doctor le agarra un brazo y se lo sube a la altura de los ojos).
DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Veamos la extensión del mal…!
(El Doctor y Aldonza se inclinan para mirar el brazo de Bartolo. Se quedan un momento en silencio. Aldonza acerca un ojo, luego el otro).
ALDONZA: Pero… señor dotor… si esto no es más que un sarpullido de sudor. ¡Tiene la piel más seca que un esparto, de no lavarse!
(En el brazo de Bartolo solo se ve un trozo de piel enrojecida y algo reseca).
BARTOLO: ¿Un sarpullido…? ¿Pero… no me voy a convertir en lagarto?
DOCTOR SANGUIJUELO: (Sin perder la compostura, se yergue con orgullo). ¡Claro que no! ¡Ignorantes! ¿No veis el milagro? ¡Mi sola presencia, mi aura de sanador y el intimidatio medicus han obrado la cura instantánea! ¡El pavor que os he provocado ha hecho que vuestro cuerpo expulse el humor reptiliano! ¡La enfermedad ha huido ante la majestad de la ciencia!
(Bartolo se mira el brazo, luego al doctor, y su cara pasa del miedo a la furia).
ALDONZA: ¡Milagro dice el charlatán! ¡Si lo único que ha hecho ha sido romper ese pobre esqueleto!
DOCTOR SANGUIJUELO: (Extendiendo la mano). Son diez reales por la consulta y veinte por la milagrosa y veloz curación.
BARTOLO: (Indignado). ¡Le voy a dar yo veinte palos por el susto, curandero de tres al cuarto! ¡Se ha reído de mí!
(Bartolo agarra una de las ristras de ajos que cuelgan del techo y empieza a perseguir al Doctor Sanguijuelo por toda la habitación, amenazándole con ella).
DOCTOR SANGUIJUELO: (Corriendo y esquivando los golpes). ¡Insolente! ¡Desagradecido! ¡Así se paga la sabiduría en este siglo infame!
ALDONZA: (Riendo a carcajadas mientras los ve correr). ¡Dale, mozo, dale! ¡A ver si con un par de ajazos se le quita la tontería!
(El Doctor Sanguijuelo, viendo una oportunidad, sale disparado por la puerta. Bartolo, enfadado, tira la ristra de ajos al suelo y sale tras él, gritando insultos. Aldonza se queda sola, negando con la cabeza mientras ríe).
ALDONZA: (Al público). Vaya par de mentecatos. Uno que ve lagartos donde hay roña, y el otro que ve enfermedades donde hay dineros. En fin, me llevo el caldo, que para el cerebro de este no hay remedio. ¡Y tengo una nueva que contar en el mercado!
(Aldonza coge su cesta, le da una patada a la calavera del esqueleto que ha rodado por el suelo, y sale muy contenta por la puerta).
FIN DEL ENTREMÉS