martes, 25 de febrero de 2025

Los vendidos. Luis Valdez


 











Los Vendidos

1967

Primera actuación: Junta de Brown Beret, Elysian Park, East Los Angeles.

Caracteres:

Sancho honesto

Secretario

Trabajador agrícola

Pachuco

Revolucionario

Mexicano-Americano

Escena: Honest SANCHO's Used Mexican Lot y Mexican Curio Shop. Tres modelos están en

exhibición en la tienda de HONEST SANCHO. A la derecha, hay un REVOLUCIONARIO, completo

con sombrero, carrilleras y carabina 30-30. En el centro, en el piso, está el

TRABAJADOR AGRÍCOLA, bajo un amplio sombrero de paja. En la etapa izquierda está el PACHUCO, filero en mano.

HONEST SANCHO se mueve entre sus modelos, desempolvándolos y preparándose para otro

día de trabajo.

SANCHO: Bueno, bueno, mis monos, vamos a ver a quién vendemos ahora, ¿no? (To audience.)

¡Quihubo! I’m Honest Sancho and this is my shop. Antes fui contratista, pero ahora logré tener

mi negocito. Todo lo que necesito ahora es un cliente. (Una campana suena fuera del escenario). ¡Ay, un cliente!

SECRETARIO: (Entrando.) Buenos días, soy la señorita Jiménez de ...

SANCHO: Ah, una chicana! Welcome, welcome Señorita Jiménez.

SECRETARIO: (Pronunciación anglosajona.) JIM-enez.

SANCHO: ¿Qué?

SECRETARIA: Mi nombre es miss JIM-enez. ¿No hablas inglés? ¿Qué te pasa?

SANCHO: Ah, nada, Señorita JIM-enez. Estoy aquí para ayudarte.

SECRETARIO: Eso es mejor. Como empezaba a decir, soy un secretario del gobernador Reagan.

y estamos buscando un tipo mexicano para la administración.

SANCHO: Bueno, vienes al lugar correcto, señora. Este es el lote mexicano usado de Honest Sancho,

y tenemos todos los tipos aquí. ¿Algún tipo en particular que quieras?

SECRETARIA: Sí, estábamos buscando a alguien suave...

SANCHO: Suave.

SECRETARIO: Debonaire.

SANCHO: De buen aire.

SECRETARIO: Oscuro.

SANCHO: Prieto.

SECRETARIO: Pero claro, no demasiado oscuro.

SANCHO: No muy prieto.

SECRETARIO: Tal vez, beige.

SANCHO: Beige, just the tone. Asi como cafecito con leche, ¿no?

SECRETARIO: Una cosa más. Debe ser trabajador.

SANCHO: Ese podría ser solo un modelo. Pasa aquí mismo al centro de la tienda, señora.

(Cruzan al TRABAJADOR AGRÍCOLA). Este es nuestro modelo estándar de trabajadores agrícolas. Como puede ver, en el

palabras de nuestro querido senador George Murphy, está "construido cerca del suelo". Además, tome

aviso especial de sus huaraches Goodyear de 4 capas, hechos del neumático de lluvia. Este ala ancha

sombrero es una característica adicional añadida; mantiene alejados el sol, la lluvia y el polvo.

SECRETARIO: Sí, parece duradero.

SANCHO: Y nuestro modelo de trabajador agrícola es amigable. Muy amable. Reloj. (Chasquea los dedos).

TRABAJADOR AGRÍCOLA: (Levanta la cabeza.) Buenos días, señorita. (Se le cae la cabeza).

SECRETARIO: Mi, él es amigable.

SANCHO: ¿No te lo dije? ¡Ama a sus patrones! Pero su característica más atractiva es que es trabajador. Déjame mostrarte. (Chasquea los dedos. Puestos de trabajadores agrícolas.)

TRABAJADOR AGRÍCOLA: ¡El jale! (Él comienza a trabajar.)

SANCHO: Como se puede ver está cortando uvas.

SECRETARIO: Oh, no lo sabría.

SANCHO: También recoge algodón. (Instantáneas. FARMWORKER comienza a recoger algodón.)

SECRETARIO: Versátil, ¿no?

SANCHO: También recoge melones. (Instantáneas. TRABAJADOR AGRÍCOLA recoge melones.) Esa es su lenta velocidad

para finales de temporada. Aquí está su rápida velocidad. (Instantánea. FARMWORKER elige más rápido).

SECRETARIO: Chihuahua... Quiero decir, Dios mío, seguro que es un trabajador duro.

SANCHO: (Tira del trabajador agrícola a sus pies.) Y esa no es la mitad. ¿Ves estos

pequeños agujeros en sus brazos que parecen ser poros? Durante esos días calurosos y lentos en el campo cuando

las enredaderas o las ramas se enredan tanto, que es casi imposible moverse, estos agujeros emiten

cierta grasa que permite que nuestro modelo se deslice y se deslice a través del cultivo sin ningún problema.

SECRETARIO: Maravilloso. Pero, ¿es económico?

SANCHO: ¿Económico? Señorita, estás mirando el Volkswagen de los mexicanos. Centavos al día

es todo lo que se necesita. Un plato de frijoles y tortillas lo mantendrá en marcha todo el día. Eso, y chile. Mucho

de chile. Chile jalapeños, chile verde, chile colorado. Pero, por supuesto, si le das chile,

(Instantánea. FARMWORKER gira la cara izquierda. Chasquear. FARMWORKER se inclina.) entonces tienes que

cambie su filtro de aceite una vez a la semana.

SECRETARIO: ¿Qué pasa con el almacenamiento?

SANCHO: No hay problema. Usted conoce estos nuevos campos de trabajo agrícola nuestro Honorable Gobernador Reagan

ha sido construido por Parlier o Raisin City? Fueron diseñados con nuestro modelo en mente. Cinco, seis,

siete, incluso diez en una de esas chozas no te darán ningún problema. También puedes ponerlo en viejo

graneros, coches viejos, riberas de ríos. ¡Incluso puedes dejarlo en el campo durante la noche sin preocupaciones!

SECRETARIO: Notable.

SANCHO: Y aquí hay una característica añadida: cada año al final de la temporada, este modelo regresa

a México y no regresa, automáticamente, hasta la próxima primavera.

SECRETARIO: Qué tal eso. Pero dime, ¿habla inglés?

SANCHO: Otra característica destacada es que el año pasado este modelo fue programado para salir en

¡HUELGA! (Instantánea.)

FARMWORKER: ¡Huelga! ¡Huelga! Hermanos, sálganse de esos files.  (Snap. He stops.)

SECRETARIO: ¡No! Oh no, no podemos hacer huelga en el Capitolio del Estado.

SANCHO: Bueno, él también tiene costras. (Instantánea.)

FARMWORKER: Me vendo barato, ¿y qué? (Snap.)

SECRETARIO: Eso es mucho mejor, pero usted no respondió a mi pregunta. ¿Habla inglés?

SANCHO: Bueno … no, pero he has other …

SECRETARIO: No.

SANCHO: Otras características.

SECRETARIO: ¡No! ¡Simplemente no lo hará!

SANCHO: Está bien, está bien, pues. Tenemos otros modelos.

SECRETARIO: Espero que sí. Lo que necesitamos es algo un poco más sofisticado.

SANCHO: Sophisti-qué?

SECRETARIO: Un modelo urbano.

SANCHO: ¡Ah, de la ciudad! Retrocede. Aquí en este rincón de la tienda es exactamente

lo que estás buscando. ¡Presentamos nuestro nuevo modelo JOHNNY PACHUCO de 1969! Este es nuestro

modelo fast-back. Aerodinámico. Construido para la velocidad, la baja conducción, la vida en la ciudad. Echa un vistazo a algunos de estos

Funciones. Zapatos mag, escapes duales, pintura chartruese verde, parabrisas de tinte oscuro, un poco de puf

encima. Permítanme encenderlo. (Instantánea. JOHNNY camina hacia el centro del escenario con un PACHUCO

rebote.)

SECRETARIO: ¿Qué fue eso?

SANCHO: Eso, señorita, fue el barajado chicano.

SECRETARIO: Bien, ¿qué hace?

SANCHO: Cualquier cosa y todo lo necesario para la vida de la ciudad. Por ejemplo, la supervivencia: el cuchillo

Peleas. (Instantáneas. JOHNNY saca una navaja y se balancea hacia SECRETARY. SECRETARIO

gritos.) Baila. (Instantánea.)

JOHNNY: (Cantando.) "Angel Baby, mi Angel Baby ..." (Instantánea.)

SANCHO: Y aquí hay una característica que ningún modelo de ciudad puede prescindir. Es arrestado, pero no sin

resistiendo, por supuesto. (Instantánea.)

JOHNNY: En la madre, la placa. ¡Yo no lo hice! ¡Yo no lo hice! (JOHNNY se da la vuelta y se pone de pie)

contra una pared imaginaria, piernas extendidas, brazos detrás de la espalda).

SECRETARIO: ¡Oh no, no podemos tener arrestos! Debemos mantener la ley y el orden.

SANCHO: Pero es bilingüe.

SECRETARIA: ¿Bilingüe?

SANCHO: Simón que sí. ¡Habla inglés! Johnny, danos un poco de inglés. (Instantánea.)

JOHNNY: (Baja el escenario). ¡A la mierda!

SECRETARIO: (Jadeos.) ¡Oh! ¡Nunca he sido tan insultado en toda mi vida!

SANCHO: Bueno, él lo aprendió en tu escuela.

SECRETARIO: No me importa dónde lo aprendió.

SANCHO: Pero es económico.

SECRETARIO: ¿Económico?

SANCHO: Níqueles y dimes. Puedes mantener a Johnny corriendo en hamburguesas, tacos tacos Taco Bell,

Cerveza Lucky Lager, vino Thunderbird, yesca...

SECRETARIA: ¿Sí?

SANCHO: Mota.

SECRETARIO: ¿Mota?

SANCHO: Leños... marihuana. (Instantánea. JOHNNY inhala en una articulación imaginaria.)

SECRETARIO: ¡Eso es contra la ley!

JOHNNY: (Gran sonrisa, conteniendo la respiración). Sí.

SANCHO: También huele pegamento. (Instantánea. JOHNNY inhala pegamento, gran sonrisa.)

JOHNNY: Es demasiado hombre, ese.

SECRETARIO: No, señor Sancho, no creo que esto...

SANCHO: Espera un minuto, tiene otras cualidades que sé que te encantarán. Por ejemplo, una inferioridad

complejo. (Instantánea.)

JOHNNY: (A SANCHO.) Crees que eres mejor que yo, ¿eh, ese? (Cuchilla de interruptor oscilante.)

SANCHO: También puede ser golpeado y tiene moretones. Córtalo y sangra, dale una patada y él ... (Él

golpes, moretones y patadas PACHUCO.) ¿Te gustaría probarlo?

SECRETARIO: Oh, no pude.

SANCHO: Sé mi invitado. Es un gran chivo expiatorio.

SECRETARIO: En realidad no.

SANCHO: Por favor.

SECRETARIO: Bueno, muy bien. Solo una vez. (Ella patea a PACHUCO.) Oh, es tan suave.

SANCHO: ¿No fue bueno? Vuelve a intentarlo.

SECRETARIO: (Patadas PACHUCO.) ¡Oh, es tan maravilloso! (Ella lo patea de nuevo).

SANCHO: Está bien, eso es suficiente, señora. Arruinarás la mercancía. Sí, nuestro Johnny Pachuco

El modelo puede darte muchas horas de placer. Por qué, el LAPD acaba de comprar 20 de estos para entrenar

sus policías novatos encendidos. Y hablar de mantenimiento. Señorita, estás ante una máquina totalmente autosuficiente. Nunca vas a encontrar nuestro modelo Johnny Pachuco en los rollos de relieve.

No, señor, este modelo sabe liberar.

SECRETARIO: ¿Liberar?

SANCHO: Roba. (Instantánea. JOHNNY corre a SECRETARIA y le roba el bolso).

JOHNNY: ¡Dame esa bolsa, vieja! (Agarra el bolso y corre. Snap by SANCHO, se detiene.

LA SECRETARIA corre detrás de JOHNNY y le quita el bolso, pateándolo a medida que avanza).

SECRETARIO: ¡No, no, no! No podemos tener más ladrones en la Administración del Estado. Ponlo

Atrás.

SANCHO: Está bien, todavía tenemos otros modelos. Vamos, Johnny, te venderemos a una anciana.

(SANCHO lleva a JOHNNY de vuelta a su lugar.)

SECRETARIO: Señor Sancho, no creo que entienda muy bien lo que necesitamos. Lo que necesitamos es

algo que atraerá a las mujeres votantes. Algo más tradicional, más romántico.

SANCHO: Ah, un amante. (Sonríe significativamente). Pasa por aquí, señorita. Presentamos nuestro

tipo estándar Revolucionario y/o Early California Bandit. Como puede ver, está bien construido,

robusto, duradero. Esta es la Cosechadora Internacional de Mexicanos.

SECRETARIO: ¿Qué hace?

SANCHO: Lo que sea, él lo hace. Monta a caballo, se queda en las montañas, cruza desiertos,

llanuras, ríos, lidera revoluciones, sigue revoluciones, mata, puede ser asesinado, sirve como mártir, héroe,

estrella de cine. ¿Dije estrella de cine? ¿Alguna vez viste a Viva Zapata? Viva Villa, Villa Rides, Pancho

¿Villa regresa, Pancho Villa regresa, Pancho Villa se encuentra con Abbott y Costello?

SECRETARIO: Nunca he visto ninguno de esos.

SANCHO: Bueno, él estaba en todos ellos. Escuchen esto. (Instantánea.)

REVOLUCIONARIO: (Scream.) ¡Viva Villaaaaa!

SECRETARIO: Eso es terriblemente fuerte.

SANCHO: Tiene un control de volumen. (Ajusta el volumen. Snap.)

REVOLUCIONARIO: (Voz de ratón.) Viva Villa.

SECRETARIO: Eso es mejor.

SANCHO: E incluso si no lo viste en las películas, tal vez lo viste en la televisión. Él hace

Comerciales. (Instantánea.)

REVOLUCIONARIO: ¿Hay un Frito Bandito en tu casa?

SECRETARIO: ¡Oh sí, he visto ese!

SANCHO: Otra característica de este es que es económico. Corre con carne de caballo cruda

y tequila!

SECRETARIO: ¿No es eso bastante salvaje?

SANCHO: Al contrario, lo convierte en un amante. (Instantánea.)

REVOLUCIONARIO: (Al SECRETARIO.) Ay, mamasota, cochota, ven pa 'ca!  (Él agarra

SECRETARIA y dobla su espalda, al estilo latin-lover.)

SANCHO: (Snap. REVOLUCIONARIO vuelve a ponerse en pie). Ahora bien, ¿no fue eso agradable?

SECRETARIO: Bueno, fue bastante agradable.

SANCHO: Y por último, hay una característica sobresaliente de este modelo que sé que las damas son

va a amar: ¡es una antigüedad genuina! ¡Fue hecho en México en 1910!

SECRETARIO: ¿Hecho en México?

SANCHO: Así es. Una vez en Tijuana, dos veces en Guadalajara, tres veces en Cuernavaca.

SECRETARIO: Señor Sancho, pensé que era un producto estadounidense.

SANCHO: No, pero...

SECRETARIO: No, lo siento. No podemos comprar nada más que productos hechos en Estados Unidos. Él sólo

no servirá.

SANCHO: ¡Pero es una antigüedad!

SECRETARIO: No me importa. Todavía no entiendes lo que necesitamos. Es cierto que necesitamos mexicanos

modelos, como estos, pero es más importante que sea estadounidense.

SANCHO: ¿Estadounidense?

SECRETARIO: Así es, y a juzgar por lo que me ha mostrado, no creo que tenga lo que

queremos. Bueno, mi hora de almuerzo casi ha terminado, mejor ...

SANCHO: ¡Espera un minuto! ¿Mexicano pero americano?

SECRETARIO: Eso es correcto.

SANCHO: Mexicano pero... (Un destello repentino.) ¡Americano! Sí, creo que tenemos exactamente lo que tú

querer. ¡Acaba de entrar hoy! Dame un minuto. (Sale. Charlas desde el backstage.) Aquí está

la tienda. Permítanme que me quite algunos papeles. Allí. ¡Presentamos nuestro nuevo mexicano-estadounidense de 1970!

¡Ta-ra-ra-raaaa! (SANCHO saca a relucir el modelo MEXICANO-americano, una clase media limpia y afeitada

escriba un traje de negocios, con gafas).

SECRETARIO: (Impresionado.) ¿Dónde has estado escondiendo este?

SANCHO: Acaba de entrar esta mañana. ¿No es una belleza? ¡Deleita tus ojos en él! Robusto EE.UU.

Marco de acero, aerodinámico, moderno. De hecho, está construido exactamente como nuestros modelos anglosajones,

excepto que viene en una variedad de tonos más oscuros: naugahide, cuero o polipiel.

SECRETARIO: Naugahide.

SANCHO: Bueno, simplemente escribiremos eso. Sí, señorita, este modelo representa el ápice de

¡Ingeniería americana! ¡Es bilingüe, educado en la universidad, ambicioso! Di la palabra "aculturar"

y acelera. Es inteligente, educado, limpio. ¿Dije limpio? (Instantánea. MEXICANAMERICAN levanta el brazo).) Oler.

SECRETARIO: (Huele.) Viejo Sóbaco, mi favorito.

SANCHO: (Snap. MEXICAN-AMERICAN se vuelve hacia SANCHO.) ¿Eric? (Al SECRETARIO.) Lo llamamos

Eric García. (A ERIC.) Quiero que conozcas a la señorita JIM-enez, Eric.

MEXICANO-AMERICANO: Señorita JIM-enez, estoy encantado de conocerla. (Él la besa

mano.)

SECRETARIA: ¡Oh, mi, qué encantador!

SANCHO: ¿Sentiste la succión? Tiene siete ventosas especialmente diseñadas justo detrás

sus labios. ¡Es un encantador de acuerdo!

SECRETARIO: ¿Qué hay de las juntas, funciona en las juntas?

SANCHO: Tú los nombras, él está en ellos. Juntas de libertad condicional, juntas de reclutamiento, juntas escolares, calidad de taco

tablas de control, tablas de surf, dos por cuatro.

SECRETARIO: ¿Funciona en política?

SANCHO: Señorita, usted está viendo una máquina política. ¿Alguna vez has oído hablar de la OEO, EOC,

COD, ¿GUERRA CONTRA LA POBREZA? ¡Ese es nuestro modelo! No solo eso, hace discursos políticos.

SECRETARIO: ¿Puedo escuchar uno?

SANCHO: Con mucho gusto. (Instantánea.) Eric, danos un discurso.

MEXICANO-AMERICANO: Sr. Congresista, Sr. Presidente, miembros de la junta, invitados de honor,

Damas y caballeros. (SANCHO y SECRETARIO aplauden.) Por favor. Vengo ante ustedes como un

Mexicano-americano para contarte sobre los problemas del mexicano. Los problemas de los mexicanos

provienen de una cosa y una sola cosa: es estúpido. No tiene educación. Necesita quedarse en

escuela. Necesita ser ambicioso, con visión de futuro, más trabajador. Necesita pensar americano,

¡Americano, Americano, Americano, Americano! ¡Dios bendiga a Estados Unidos! ¡Dios bendiga a Estados Unidos! Dios los bendiga

¡América! (Se sale de control. SANCHO chasquea frenéticamente y el MEXICANO-AMERICANO finalmente

se desploma hacia adelante, doblando la cintura).

SECRETARIO: ¡Oh mi, él también es patriota!

SANCHO: Sí, señorita, ama a su país. Permítanme hacer un pequeño ajuste aquí. (Stands

MEXICANO-AMERICANO arriba.)

SECRETARIO: ¿Qué pasa con el mantenimiento? ¿Es económico?

SANCHO: Bueno, no, no te voy a mentir. El mexicano-americano cuesta un poco más, pero obtienes

por lo que pagas. Vale cada centavo extra. Puedes mantenerlo funcionando con Martinis secos,

Pan Langendorf ...

SECRETARIA: ¿Tarta de manzana?

SANCHO: Sólo de mamá. Por supuesto, también está programado para comer comida mexicana en el ceremonial.

Pero debo advertirle, una sobredosis de frijoles tapará su escape.

SECRETARIO: ¡Muy bien! Solo hay una pregunta más. ¿Cuánto quieres para él?

SANCHO: Bueno, te digo lo que voy a hacer. Hoy y hoy solamente, porque lo has sido

¡Dulce, te voy a dejar robar este modelo! Voy a dejar que lo expulses del lote por

el precio simple de, veamos, impuestos y licencia incluidos, $ 15,000.

SECRETARIO: ¿Quince mil dólares? Para un mexicano!!!!

SANCHO: ¿Mexicano? ¿Qué dices? ¡Este es un mexicano-americano! Tuvimos que derretirnos

¡Bajan dos pachucos, un trabajador agrícola y tres para hacer este modelo! Quieres calidad, pero

¡tienes que pagar por ello! Esto no es una carrera barata. ¡Tiene clase!

SECRETARIO: Está bien, lo llevaré.

SANCHO: ¿Lo harás?

SECRETARIO: Aquí está su dinero.

SANCHO: ¿Te importa si lo cuento?

SECRETARIO: Adelante.

SANCHO: Bueno, recibirás tu boleta rosa por correo. Oh, ¿quieres que lo envuelva?

Tenemos una caja en la parte posterior.

SECRETARIO: No, gracias. El Gobernador está teniendo un almuerzo esta tarde, y necesitamos un

cara morena en la multitud. ¿Cómo lo conduzco?

SANCHO: Solo chasquea los dedos. Él hará lo que quieras. (SECRETARIA chasquea. MEXICANAMERICAN da un paso adelante).)

MEXICAN-AMERICAN: ¡Raza querida, vamos levantando armas para liberarnos de estos

desgraciados gabachos que nos explotan! Vamos …

SECRETARIO: ¿Qué dijo?

SANCHO: Algo sobre tomar las armas, matar a los blancos, etc.

SECRETARIO: ¡Pero se supone que no debe decir eso!

SANCHO: Mira, señora, no me culpe por los bichos de la fábrica. Él es tu mexicano-americano,

lo compraste, ¡ahora sácalo del lote!

SECRETARIO: ¡Pero está roto!

SANCHO: Intenta chasquear otro dedo. (SECRETARIA chasquea. MEXICANO-AMERICANO cobra vida

otra vez.)

MEXICAN-AMERICAN: Esta gran humanidad ha dicho basta! ¡Y se ha puesto en marcha! ¡Basta!

¡Basta! ¡Viva la raza! ¡Viva la causa! ¡Viva la huelga! ¡Vivan los brown berets! ¡Vivan los

estudiantes! ¡Poder chicano! (El MEXICANO-AMERICANO se vuelve hacia el SECRETARIO, quien jadea

y copias de seguridad. Sigue volviéndose hacia el PACHUCO, EL CAMPESINO y REVOLUCIONARIO,

chasqueando los dedos y encendiendo cada uno de ellos, uno por uno).

PACHUCO: (Snap. Al SECRETARIO.) ¡Te voy a buscar, nena! ¡Viva la raza!

FARMWORKER: (Snap. to SECRETARY.) ¡Viva la huelga! ¡Viva la ¡huelga! ¡Viva la huelga!

REVOLUCIONARIO: (Snap. A SECRETARIO.) ¡Viva la revolución! (Los tres modelos se unen

y avanzar hacia la SECRETARIA, que retrocede y sale corriendo de la tienda gritando. SANCHO

está en el otro extremo de la tienda sosteniendo su dinero en la mano. Todos se congelan. Después de unos segundos de

silencio, el PACHUCO se mueve y se estira, sacudiendo los brazos y aflojándose. El

FARMWORKER y REVOLUCIONARIO hacen lo mismo. SANCHO se queda donde está, congelado en su lugar).

JOHNNY: Hombre, eso fue largo, ese. (Otros están de acuerdo con él).

TRABAJADOR AGRÍCOLA: ¿Cómo nos fue?

JOHNYY: ¡Bastante bien, mira todo ese lana, hombre! (Se acerca a SANCHO y quita el

dinero de su mano. SANCHO se queda donde está).

REVOLUCIONARIO: En la madre, mira todo el dinero.

JOHNNY: Seguimos así, vamos a ser ricos.

TRABAJADOR AGRÍCOLA: Piensan que somos máquinas.

REVOLUCIONARIO: Burros.

JOHNNY: Títeres.

MEXICANO-AMERICANO: Lo único que no me gusta es cómo es que siempre puedo jugar el

maldito mexicano-americano?

JOHNNY: Eso es lo que obtienes al terminar la escuela secundaria.

TRABAJADOR AGRÍCOLA: ¿Qué tal nuestros salarios, ese?

JOHNNY: Aquí viene ahora mismo. $3,000 para usted, $3,000 para usted, $3,000 para usted y $3,000

para mí. El resto lo volvemos a poner en el negocio.

MEXICANO-AMERICANO: Demasiado, hombre. Je, ¿a dónde vas esta noche?

TRABAJADOR AGRÍCOLA: Voy a la casa de Concha. Hay una fiesta.

JOHNNY: Espera un minuto, vatos. ¿Qué pasa con nuestro vendedor? Creo que necesita un trabajo petrolero.

REVOLUCIONARIO: Déjamelo a mí. (El PACHUCO, el trabajador agrícola y el mexicoamericano salen, hablando en voz alta sobre sus planes para la noche. El REVOLUCIONARIO va

Se acerca a SANCHO, se quita el sombrero y el cigarro del derbi, lo levanta y lo arroja sobre su

hombro. SANCHO cuelga suelto, sin vida. A la audiencia.) ¡Es el mejor modelo que tenemos! ¡Ajúa!

(Salida.)


lunes, 24 de febrero de 2025

Asesino personal

 








ASESINO PERSONAL 

 

I 

 

El responsable más señalado, el que siempre hizo mal su tarea, es el más capaz. 

 

Santi  

Los niños corren. Yo observo la escena desde la seguridad de mi terraza. Una fuga de amoniaco tal vez, como una nube. No me llega sino el alarido de tantas vocecitas, tantos niños tirados en el piso. Todos están muertos.  

Deberé servirme con mis propias manos, ser cauto, imperceptible. 

  

La súbita presencia de una constelación de actos parece, solo parece, tener sentido. Un asesinato, cuatro asesinatos, no conmueven a nadie, y, sin embargo, todo el Cosmos se altera. 

 

Santi 

Cada vez que intento recordar mis primeras salidas adivino colores, formas. Acuden algunas palabras, no todas. Un pececito cobrizo se asoma brevemente y desaparece. Después solo hay oscuridad, silencio. La memoria es inasible casi siempre, y a veces cunde y se ilumina el espacio. El presente, siempre más misterioso que el extraño pasado me deja una sensación de odio puro. El odio, cuán difícil de erradicar de mi cuerpo. Las imágenes me aturden. Quiero despedazar como una enloquecida ménade. Quiero destruir el alma de los que odio. Mi instinto dionisiaco me eleva, me aturde, me levanta hasta el acto mismo. Soy el acto mismo antes de nacer. Lo haré. Destruiré. Mataré. Quién me lo impide. 

 

La ciudad se despierta con el mismo tufo que ya nadie nota.  Por las calles, el dolor de algunos es la indiferencia de las mayorías que van a lo de siempre. Destacan la sonrisa del idiota y las alucinaciones procaces del mendigo. Esquinas llenas de muchachos sin nombre y tripulantes altivos de automóviles inmaculados. Invulnerables, piensan.  

Ciudad, tumultos derivan a la nada. 

 

Santi  

“Me acompañas a tu casa”, le dije, mientras estaba en el asiento del copiloto y ella conducía. “Me acompañas a tu casa” desató una carcajada breve, pero intensa, y después, una lacrimosa mirada fija en el camino. Yo sonreía, me divertía lo que yo mismo le dije, sin pensar, pues yo era el que debería haberla invitado a mi casa, a pasarla bien. Después de un rato continuamos la ruta en silencio, anticipando el encuentro. Su deseo me llevaría como un trofeo a su departamento de lujo. Sería testigo de la apertura de la puerta de su departamento decorado a la moda. Conocería una cama del tamaño de una reina, en una recámara donde podrían vivir cuatro personas, con salita, recámara, cocina y baño. Una habitación grande en verdad.  

Se golpeaba la rodilla con los finos muebles, se le caía la servilleta o derramaba el vino servido en la copa limpísima. Los labios humedecidos la delataban, la lengua no supo qué hacer con mis primeros besos, y en la enorme cama se hundieron dos cuerpos inesperados, dos repentinas presencias en un lugar casi siempre solitario; la desmesurada cama acostumbrada al cuerpo de una mujer que apenas dejaba muestras de su existencia en el mundo.  

La ahorqué casi sin trabajo. Una variación insólita en mí. Había maquinado otros planes. Dejarla agotada, satisfecha como se notaba que años hacía que no hubiera estado, pero me ganó el instante y la delgadez de su garganta. No pude evitar notar sus huesos frágiles, su piel de cera perfumada que esperaba mis besos. Quedó como el colibrí finísimo que me buscó en el parque, ave desprevenida detenida por el ligero esfuerzo de mis brazos. Recorrí el predecible palacio, el suntuoso departamento de alta clase. Me entregué a un placer peligroso. Tiré sus fotografías, rompí sus lámparas. Registré su caja fuerte y me quedé con dos o tres fajos de billetes. Dejé sus monedas de oro, sus tarjetas, su chequera y las llaves de su auto. No habría soportado ni la idea de innecesarias consecuencias. Debo ejecutar mis planes con el debido respeto que siempre me he tenido. 

 

Y qué podía hacer con toda esta furia, qué podía hacer este hombre detrás de la cortina con toda esta rabia contenida.  El cuerpo alerta, la respiración apenas controlando tanto odio, tantas fantasías de exterminio, muchas maneras de acabar con el enemigo. Las manos cuidadosamente quietas salvo el leve y rítmico toque de la punta del dedo pulgar y el dedo índice. El cuerpo adolorido, de dar vueltas en la cama por las muertes imaginadas, los planes llevados a cabo en la fantasía, midiendo las posibles consecuencias, adelantando un solo y necesario asesinato liberador. 

 

Santi 

Esperé en la oscuridad, junto a las ratas imaginarias o verdaderas, pero en calma, junto a esa antigua puerta. Crucé por el túnel entre el humo y la luz teatral. La música me acompañaba en ese espacio sin público. Era yo el asesino, era la imagen, era un recuerdo. El humo, la música, los sonidos. El Asesino cruza el escenario. 

 

II 

 

La mujer que sueña 

Soñé con un departamento. Era mío, y estaba angustiada porque no tenía las llaves. De alguna manera pude entrar. Sentía que hacía mucho tiempo que había estado en ese lugar, pero nada me resultaba familiar. Un hombre desagradable tenía ocupadas todas las estancias con toda clase de artefactos de metal. 

 

Santi 

Me perseguía, era implacable, era un fantasma y tenía un martillo y los ojos verdes, delirantes, a punto de saltar sobre mí.   

En otras ocasiones lo tomaba de sus cabellos inusualmente largos y lo sometía, lo tenía sujeto y no podía atacarme; él solo farfullaba, y resoplaba como una bestia acorralada. Lo azoté contra el suelo, lo golpeé contra el sucio suelo del baño. Pude ver como el piso blanco se cubría de sangre. Dejó de gruñir, pero no por eso lo solté. 

 

La mujer que sueña 

Me dio asco sentir su aliento de tabaco. Lo esquivé una y otra vez. Frotaba su miembro sin disimulo. Quería que lo tocara, pero le marqué el alto. Le di la espalda y no supo qué hacer. Sentí como insistía inútilmente. 

Me solté de su abrazo y me fui a refugiar al baño. Supongo que antes de marcharse prendió uno de sus cigarros y lo apagó sin más en el colchón. El fuego tardó en aparecer. Vinieron los vecinos con extinguidores, con gritos, con miradas insidiosas. 

 

Al asesino lo persiguen espectros del pasado, hombres que le destrozan el cráneo. A veces él toma revancha y somete a sus victimarios, les arranca el cabello, les quita las entrañas, deposita los cadáveres en bolsas de basura. En sueños asesina hombres y es perseguido por ellos.  Al despertar se siente intranquilo, después la rabia invade sus venas verdes, sus brazos trabajados. Los romances breves siempre son una nueva esperanza de que podrá controlar su enojo, pero cada mujer que se encuentra en el parque, en esos juegos para niños donde pasa las mañanas enteras, cada mujer que entra en su vida es una víctima que será sometida a la delicada tarea que lo tranquilizará una vez más. Cada mutilación, cada acto definitivo para quitarles la respiración y la sangre serán un acabado prodigio de la paciencia y la dedicación que muy bien podríamos llamar artística. Quién lo detendrá, ¿quién sería capaz de terminar con un estilo de vida tan organizado? 

 

Alias 

O regresar otra vez a la idea original, ya que se puede tirar todo a la papelera de reciclaje -sobre todo las ganas-.  

Si no se obtiene satisfacción, se le da la vuelta al primer deseo cancelado, aplacado, y se da paso, como paliativo, a la satisfacción fugaz, llena de luz, de fuego, de almibarada sensación en la boca, y se da un paso después, adelante, a un día más, a una jornada nueva en que realmente no importa, una vez más, nada. 

 

La mujer que sueña 

Estoy en la casa de mis padres y sé que tengo una casa propia que no ocupo. Tengo un auto, pero no sé dónde está guardado. Mi casa, la mía, está deshabitada. La puedo visitar, pero estoy acostumbrada a vivir en casa de mis padres. Cuando despierto estoy en mi cama, estoy sola en mi propia casa, y no, yo no tengo auto. 

 

Alias 

Y era así, como tirar todo de una buena vez, a quién le importaba, era tirar todo a la papelera de reciclaje, sin pensar en restaurar algo algún día, todo es prescindible, todo es efímero, como noticia falsa, nada importaba, nada. 

 

La mujer que sueña 

El desconocido sube las escaleras de caracol, trae en la mano una navaja, quizá un bisturí. ¿Es preciso decir que nunca cruza la puerta de mi habitación? 

 

 

Y lejos de buscar la explicación de sus actos y sus sueños, se entregaba al día con día, y escuchaba sorprendido cuando alguien explicaba un trastorno de personalidad, el sentido profundo de algún sueño recurrente o la psicopatología del crimen. O levantaba las cejas o sonreía.  

 

La mujer que sueña 

Era una casa con una enorme alberca. Yo la veía desde lo alto, desde una plataforma. Había un tobogán color naranja y nadie lo usaba. Para sumergirse en la fosa era necesario echarse de cabeza. Los que se aventaban lo hacían casi desde el cielo 

Un clavadista se quedaba suspendido en el aire antes de entrar al agua, dudaba, no se quería equivocar, tenía que ubicar la fosa antes de arrojarse.  

Cuando desperté tuve la seguridad de que echarse el clavado a la fosa era morirse. La fosa de clavados era eso: una fosa, como una tumba. 

 

 

Alias 

Y como había sucedido alguna vez, antaño, la premisa era arrodillarse, aunque fuera para agradar al mandatario enviado, para congraciarse con la marquesa, para que el encargado de repartir las tierras fuera generoso con el que hacía la mejor genuflexión, o la mayor, o bien, el que hacía mejores composiciones para el nacimiento del hijo de la virreina. ¿Y qué tiene que ver esto con la actual vergüenza nacional?, si de lo mismo estamos hablando, de una siempre abundante raza de buscadores de gracia, de donde sea que se pueda, pero si se pudiera del mandamás qué mejor. 

 

La mujer que sueña 

La ciudad estaba destruida, grietas de resequedad por todos lados. No había paso. Todos los caminos cerrados. Había alacranes blancos en el piso. Yo no tenía zapatos y tenía que cuidarme de pisarlos con los pies desnudos. 

 

 

 

Amigo de la mujer que sueña 

Solo miraba las botellas llenas de líquidos de colores. Las botellas verdes, las rojas, las azules. Colores.  La luz y los colores. Rojo, azul, morado. La luz traspasaba los cristales.  

 

La mujer que sueña 

Los amores: Después de una tormentosa temporada de jueguitos de poder terminé con Mauricio, exactamente el día de mi examen profesional. Mientras anduve con Mauricio tuve un romance muy secreto y efímero con el novio de Sandra. Por primera vez en mucho tiempo estoy atenta a lo que me depare el destino.   

 

Su seguridad atraía a muchos, aunque ella se quejaba de que nadie podía cubrir sus expectativas. Los mandaba a su casa siempre que podía, no soportaba la idea de amanecer con lo que llamaba indispensable pasatiempo. Se quejaba de que no podía encontrar a nadie que valiera la pena y aun así recibía a toda una multitud de nombres, cuerpos, casi todos parecidos, siempre solícitos y complacientes.  

 

La mujer que sueña 

La sensación de estar expuesta. No me acostumbraba a estar sola. Soñaba cada tanto que había gente metida en mi cuarto, en mi casa. Vivía gente dentro de un clóset, o dentro de unos cuartos que estaban en un pasillo. Eran personas sin hogar y habían escogido mi casa. No lo toleraba, y era incapaz de enfrentarlas. Vivían aquí sin pedirme permiso. Yo entraba y habían usado la estufa, habían guardado ropa sucia y vieja en mis cajones. Lo peor, la intolerable sensación de estar en peligro. Mi departamento es pequeño. Puedo revisar cada metro cuadrado y darme cuenta de que estoy segura, pero cuando me duermo sueño que entran estos invitados no deseados. Ellos no me quieren hacer daño, solo quieren un techo donde pasar la noche 

 

Jamás contestaba el teléfono y nunca respondía mensaje alguno. Aun así, los solicitantes llegaban a su puerta. 

 

 

La mujer que sueña 

Ni a Esteban ni a Sebastián los puedo ver con interés. Esteban es muy aburrido y Sebastián solo es útil como pasatiempo, y ya ni siquiera me inspira deseo. Así que… 

En el verano vino Chris, Christopher. Fue muy, muy lindo. Esos sí son hombres.  Está ahora en Oriente, en China, Hong Kong. Vendrá para febrero y no sé qué pueda pasar. No sé si sea capaz de sentir lo mismo que antes. Ahora no sé bien que pueda pasar conmigo acerca de nada. Tengo que ocuparme y mantenerme interesada en mi trabajo.  

Tuve un conato de reencuentro con Román. Nos aburrimos. Vino a mi casa un día, pero no tuvimos ni siquiera buen sexo. Ni malo. Fue un conato de reencuentro. Luego con un tal Jorge. Nos conocimos en una fiesta de la oficina. No crees que vas muy rápido, Alejandra... El muy imbécil.  

Fue a verme a mi despacho, luego me vino a buscar, nos vimos en el antro después del trabajo. Se aterró cuando bailamos en la pista. Ni idea qué le sucedió. Me trajo a mi casa. No me habló más. Enigma. Se asustó, no sé de qué. ¿Ya no le gusté? Quién lo sabe. Él quizá. 

 

Una mujer como ella solo va a estar satisfecha con hombres que puedan rebasar su alto coeficiente y su implacable seguridad. Y, gran paradoja, se relaciona con sujetos, con muchos sujetos, al parecer inmaduros, a los que puede controlar y a quienes nunca tendrá por encima de su cabeza. El sueño recurrente: un hombre sin rostro sube una escalera de caracol e irrumpe en su habitación con un cuchillo o arma punzo cortante.   

 

La mujer que sueña 

O a veces entraba gente por una puerta que yo no conocía. Era mi casa, pero no en la que vivo. He soñado antes con lo mismo: una casa enorme, con dos entradas, y, una de éstas, daba a una calle muy transitada, como de ciudad en ruinas. Por la calle transitada entraban muchas personas, apresuradas como si tuvieran que llegar a tiempo. Entraban, y yo nunca veía salir a nadie. 

La otra, era la puerta de una suntuosa residencia. Tenía que caminar por una serie de cuartos y pasillos, esquivaba obstáculos varios: muebles, percheros llenos de ropa Entraba en habitaciones iluminadas y otras sombrías. Llegaba finalmente al otro lado; era toda una mansión de elevados techos, muebles de buen gusto distribuidos en cientos de metros cuadrados. Recorría, silenciosa y atemorizada, este espacio deshabitado. Me acercaba a la entrada principal que daba sin más a una calle desierta de una zona privilegiada. Permanecía con el oído pegado a la puerta blanca (con motivos hechos en oro y joyas) y sabía que afuera no pasaría persona alguna. Era una casa de ricos en un barrio elegantísimo donde solo de repente se escuchaba el motor de uno que otro auto. Yo estaba detrás de la puerta y no tenía la llave. Creo que ni siquiera se me ocurría la idea de salir.  

 

Desempleado siempre, instructor de yoga, dice; de recursos holgados, apenas holgados. Heredero turbio de algún departamento, titular de alguna cuenta bancaria con suficiente dinero de dudosa procedencia. 

 

 

La mujer que sueña 

Mismo sueño: Él sube las escaleras de caracol y se acerca decidido. Lleva en la mano un arma letal; un cuchillo, un bisturí, no lo sé.  Nunca he tenido fobia a las relaciones sexuales, las disfruto mucho. Es más, las busco. 

 

Santi 

Mataba peces. Es la verdad. Son de mis recuerdos más antiguos. Solía matar peces. Me enojaban. Debían recibir su merecido. Peces encerrados, peces. Necesitaba sacarlos, llevarlos al inodoro. Apretarlos con mis manos. Quitarles la vida. Los llevaría al excusado, sería tan fácil, los vería nadar en el agua de la mierda. Los vería nadar en ese torbellino breve, desaparecerían, irían a las tuberías de la ciudad. 

 

La mujer que sueña 

Llegué a mi casa y estaba un hombre llamado Adamov que iba a destruir una estrella relativamente cercana. Me decía que pronto mi mundo se iba a acabar. Algo pasaba en la atmósfera y todo se empezó a destruir. La casa se empezó a incendiar como la mayoría de las casas. Creo que yo lograba, sí, yo apagaba el fuego, pero la destrucción sería inexorable. Llegaba mi familia y yo les platicaba que Adamov me lo había dicho, que yo tenía sus escrituras. Antes de morir quería hacer varias cosas. Comprar todas las novelas gráficas, todas. Recuperar una cadenita de oro que perdí y poner una esmeralda que tengo en un arete para colocármelo antes de morir.  No encontré la esmeralda, pero sí mi cadena. Los techos se derrumbaban, no podía caminar porque todo temblaba. Unos hombres me decían que yo no podía morirme sin antes tener sexo, muy buen sexo. Me maniataron y yo les dije que no me excitaban así que ni lo intentaran. Luego estaba en un balcón, no recuerdo con quién.  No recuerdo más. 

 

Parque de ciudad rota, parque ilusión, último remedio aun si sobrevive entre la crispación, el humo… tantos edificios, casas, oficinas. Entre estanques, fuentes, bancas y juegos para niños felices y despreocupadas madres. Algunos desconocidos todavía se pueden mirar con interés desde lo lejos. 

 

La mujer que sueña 

Caminar es el remedio, dejar de soñar con casas y tomar el sol. Caminé sola por el parque y me gustó. A mi ritmo y sin que nadie pudiera decirme si necesitaba ayuda, si quería comer pizza o si me gustaría ir a bailar. Nadie estuvo a mi lado, pero el hombrecito del columpio me miró con absoluto descaro 

 

Era un acto de necesidad, para él estar en ese parque era no solo un hábito, era un ritual. 

En la superficie el hombrecillo parecía calmado y alguien incluso diría hasta aniñado enfundado en sus pantaloncitos cortos. El cuerpo trabajado en cada pasamanos, en cada barra del parque, en cada juego infantil -que ya no le correspondía usar a su edad-, en cada volantín y resbaladilla a la que subía después de dedicar cientos de horas a su cuerpo de pura fibra, a sus resistentes músculos correosos.  Miró satisfecho sus brazos de venas verdosas, sus manos como tenazas, y se fue a sentar a su columpio favorito. 

 

 

La mujer que sueña 

Viajábamos. Un grupo. Mujeres, varias. Estaba mi prima Estela a la que odio. Yo llevaba una chamarra azul de terciopelo que tenía una enorme capucha de pana y lana negra en la que me refugiaba del frío y del mundo. Estela y yo, y creo que también Cristina, íbamos a pasear y me ponía mi camiseta morada. Volábamos en un avión deslumbrante, nuevo y con olor a chicle de menta. Todo era muy absurdo. Veíamos nubes y pingüinos felices por las ventanillas del avión. Yo iba sola en lo que suelen ser esos asientos de clase turista normalmente estrechos y compartidos con desconocidos. Iba sola y miré a un hombre que según todo indicaba estaba en su luna de miel. Mi estúpida prima Estela se interponía entre este hombre -que no me hacía el menor caso- y yo -que había sido fulminada por el agudo rayo del deseo imposible de satisfacer. Al hombre, ya en otra parte del sueño, me lo topaba en cada lugar del paraíso turístico al que habíamos logrado llegar, ya ahorrados los trámites del aterrizaje y los hoteles. Me encontraba en la misma mesa que el maravilloso hombre y su flamante esposa. Yo estaba frente a él, y frente a ella Y el hombre, el fulgurante recién casado salido de una proyección barata de todas las fantasías adolescentes, me ignoraba como si yo fuera un vaso más de la mesa, o una servilleta, o un florero. Él sonreía y miraba al frente como si yo fuera transparente. Me daba cuenta en mi sueño, vagamente lo presentía, pero al fin lo supe, yo solamente era una precoz adolescente todavía con trencitas y lentes azules. 

 

Alias 

Sobre todo, cuando crees que conoces a tu amado y lo acabas descubriendo de repente en una de sus facetas más espeluznantes.  

 

Vasos comunicantes, las historias navegan entre sueños, se destilan entre sueños. Los mismos que entrelazan sus vidas se mirarían indiferentes en las calles. Peces, alacranes, agua, cielo, tierra, muerte.  

 

 

 

Alias 

O si hablamos de conformismo, ya no se diga que se tiene una filiación política, qué va, si no se tiene ni la más remota idea de qué queremos todos, o qué quiere el presidente, o qué quiere el líder mundial o la corporación que es la que verdaderamente manda, entonces, si los sometidos somos todos, me conviene doblar la rodilla y quedarme conforme. Y si el descabellado mundo de las conspiraciones me dice otra cosa, me río y me doy la vuelta, o cierro los ojos y sonrío.  

 

 

La mujer que sueña 

No sé cómo evitar estas situaciones de riesgo. Debo ser cuidadosa, es en serio. Pasé varias horas con prácticamente un desconocido. Al principio yo fui la mala. No tuve el menor asomo de amabilidad o preocupación por sus sentimientos. Él era el que hablaba, me contaba toda clase de estupideces. Yo simplemente quería que me cubriera con su cuerpo de militar. Era muy joven, era cadete o guardia presidencial, me dijo. Mauricio se llamaba para variar. Era como un perro sin dueño, de esos que siempre me siguen. Me puso algo en la bebida. No perdí del todo la conciencia. Me quedé tendida boca abajo, sin poder moverme. Aun así, drogada, pude verlo mientras buscaba en los cajones, mientras se guardaba en sus bolsillos el reloj que me regaló mi madre, las antiguas monedas de plata, mi dinero en efectivo. Dejó las tarjetas de crédito. O es primerizo o es tonto. Me dejó -qué me habrá querido decir-,   unos prehistóricos fosilizados calzones que tiré ipso facto a la basura.  

 

Y será verdad que nos encontramos no por azar sino por razones profundas en ese parque donde se pueden recorrer los caminos apacibles, lejos de la ira cotidiana, lejos del aburrimiento o la soledad. 

 

La mujer que sueña 

Pues qué me cuento: el hombre del columpio no solo sabe sonreír. No le veo mucho futuro, pero al menos sabe lavar los trastos.  

 

Santi 

El maestro Escamilla no leía mi nombre. Leía otros con su vocecita y no me volteaba a ver, pero yo estaba seguro de que tenía conciencia de mi presencia. Cuando no dijo mi nombre me levanté, fui hacia él, lo agarré del cabello, lo llevé al suelo y golpeé su cabeza, luego lo azoté contra la pared. Salí del salón sin mirar a nadie.  

 

La mujer que sueña 

Es muy solícito, lava los trastos, sí… hace todas las tareas cotidianas… sin que yo se lo pida y despuésme mira con sus ojillos y termina en silencio. Me mira con sus ojitos fríos de pez muerto. Piensa que es el hombre de mi vida, iluso, pero, para qué voy a desengañarlo, el hombre de mi vida no debe tener falsas esperanzas. 

 

Santi sueña 

…como si usara otra parte del cerebro… la golpeaba, ella se había robado sus medicinas, esa gorda vecina se había metido a su departamento y la descubrió mientras escapaba y se metió a su cuarto y la defendió su amiga, pero tú le dabas de golpes, le arrancabas la ropa, y le golpeabas el rostro, las lonjas, y ella chillaba como puerco, y entonces iba al baño y orinaba y todo se desvanecía. 

 

La mujer que sueña 

Siento...  Me quiere manipular. Me llama a las cinco de la mañana, a las seis, a las siete. Sabe que yo no me puedo volver a dormir. Sí, le he llegado a contestar y no, no es urgente, me dice. Solo quería escuchar mi voz, se sentía desamparado, como si yo fuera una especie de madre sustituta. Me chantajea, me manipula. ¿Relación? Qué relación puede haber. En mis sueños el hombre es un desconocido. No estoy segura de sus planes, pero la navaja en su mano es más que una prueba de sus intenciones. Navaja, revólver, bisturí, qué más da. Es un arma letal, y yo sigo en mi cama, paralizada. Cuando el asesino entra en mi habitación, despierto. 

 

 

 

Agente 3 

El cadáver lo encontraron por la madrugada, sin una sola gota de sangre, desnudo. Tenía cerca un impecable bisturí.  Los vecinos hablan de múltiples parejas. Se trata de una mujer de treinta y tantos. Al parecer profesionista. 

 

Santi 

La compulsión llega. Urgencia de tirar todo al desagüe. Arrancarme las uñas, quitarme la vida de encima. Urgencia de   acabar con la vida, con los peces que había en la pecera, de acabar con las plantas que había en las macetas. Corto las ramas, arranco las raíces. Necesito arrojar la vida por el desagüe, es una urgencia, diarrea súbita que me hace quitarme el pelo, rebanar perros, matar gatos, matarlas a todas, matarla, acabar con ella, acabar con la que se interpuso en mi vida sin mi permiso. Acabar con la vida, la que he logrado, la que he pacientemente cultivado, la vida que debo tirar al bote de basura, al desagüe, al espacio profundo, al inodoro del universo, al sótano, desaparecer, aniquilar, romper, tirar, olvidar, para siempre, no regresarán, no serán más que breves recuerdos y tengo mala memoria. 

 

 

III 

 

Vecino de Santi 

Soñé con mi sobrino Diego. Yo lo observaba detrás de una ventana. Después revisaba su cuaderno. Él acentuaba la consonante n de algo terminado en "ción". Yo lo corregía y acentué la ó. Después corregí algunas otras faltas, luego desistí, pues comencé a notar que en el cuaderno solo había calificaciones de 4 y más cuatros. Me quité de la ventana y me fui a un lugar cerca. Diego sabía que yo estaba ahí. No me acuerdo cómo, pero nos entrevistamos. Él me decía que me veía muy flaco. No me acuerdo de mucho más. Se veía tan infantil como un adolescente o casi como un niño. Yo odiaba su actitud cínica y manipuladora.  

 

 

Santi sueña 

Soy una casa, soy el recuerdo de un sueño. Asesiné al hombre que todos buscaban. Lo metí en una bolsa de basura negra, envuelto en sábanas. Podía ver su cara abatida, la cara triste del cadáver. En mi sueño sabía que había acabado con el hombre joven. Un hombre triste, rubio, delgado, con un aire tan familiar, como si fuera mi hermano. ¿Y por qué nadie más estaba enterado? Cómo era posible que nadie me persiguiera.  

 

Estaba decidido a no contaminarse con otra soledad, el que escucha detrás de la pared delgada, el que sabe con anticipación los pasos que lo llevan a la cocina, lo conducen al baño, lo hacen que conteste en su cama a la única amiga que le habla por teléfono a las siete de la mañana de todos los domingos. La voz irritante y las respuestas predecibles para una amiga que seguramente no recibe una sola llamada nunca y las hace ella misma con el único que la entiende -eso dice-, y sabe hablar -eso afirma-, de artes y filosofía. 

 

 

Alias 

Gente sin filiación política, qué va. Si de tratar asuntos de tal dimensión se escabullía todo el literal mundo, sin tener sino vaga idea de quién era el presidente de dónde, o el líder mundial de no sé qué.  Ya ni se digan otras grandes palabras como Junta de No Sé cuál, o movimiento en pro de quién. Y si el murmullo de una devastación nuclear pudiera llegar a sus oídos, ¿a los de quién?, si bastaba con que se tuvieran dos minutos de atención en la Cumbre de Tal para que se pasara rápidamente a la imagen de un gatito metido en una botella. Ah sí, los gatos, son como el agua. 

 

Vecino de Santi 

Recuerdo vagamente que en el sueño del coche íbamos por una calle parecida a Fundadores, deprimente, sucia, vieja. Yo tenía unas cosas y estaba parado en medio de la calle. Parece que eran flores, pero no estoy seguro. Hago esfuerzos por recordar, pero el sueño se me escapa. Lo tenía tan claro en el momento en que me levanté. Ahora no recuerdo nada. 

 

Santi 

Es su incesante vocecita revoloteando por todo el departamento de al lado. Sus fetiches, profundamente lo ignoro, aunque siento en su silencio esa necesidad no escrita de "debes saludar al vecino". Será tan sencillo como acabar con una rata, una molesta rata hembra, lo dejaré como se debe, cerca de los botes de la basura. 

 

Vecino de Santi 

Todo sucedió en viernes santo. Ese día, por la tarde, de regreso de casa de mi hermana, me accidenté, con mi mamá, en el periférico. ¡Schcrashh, una carambola! El auto quedó destrozado. Espero que mañana o pasado lo recoja. 

 

Santi 

El profesor Escamilla solía tener a todo su grupo a sus pies, lateralmente nos hacía arrodillarnos con los ojos cerrados y pasaba por encima de nuestras cabezas y decía que el que fuera elegido por su mano tendría que salir y no regresar definitivamente a menos que tuviera que vérselas con su autoridad. Nadie protestaba, gozaba de total impunidad y nadie se preguntó nunca si era posible denunciarlo, hacer algo, castigarlo de alguna manera. Tenía voz de putito y se sabía que le gustaban los más jóvenes y los que tenían bonita cara y bonitas nalgas. 

 

Vecino de Santi 

Mi primo Javi y yo íbamos a dormir en una misma cama. La situación era incomodísima para ambos. En algún momento rocé su mano con la mía y él se apartó asqueado, violentamente rechazó el acercamiento, que era involuntario de parte mía. Yo decidí irme a dormir al sillón grande que está abajo, en la sala de la casa de mamá y así lo hice. Javi también, tomó un cobertor eléctrico o algo así y se fue al que era su cuarto. El "cuarto de trebejos" de la casa.  

 

Santi 

Escamilla era un putito de esos, de los que se casan y tienen hijos. Tenía dos, yo siempre pensé que se los cogía y puede ser; lo que sí que los dos tendrían ya después cuando dieran clases en la misma institución, los mismos hábitos de su papi. Yo no podía ni respirar y trataba de no abrir los ojos, ni se me fuera a ocurrir. A la mitad de la clase, un compañero empezó a gemir. Pensé lo que todos, que Escamilla finalmente se había descarado y estaba repasándole la mano en el mismísimo salón de clase a uno de mis compañeros, y sí, así fue, pero no en el sentido que todos pensábamos. Arrieta, orgulloso de su melena, estaba siendo atacado por Escamilla quien le removía su abundante cabellera con sus miserables dedos y una vez que tomaba entre sus manos un mechón lo jalaba hasta arrancárselo. Nadie pudo seguir cerrando los ojos, todos veíamos al pobre Arrieta todavía de rodillas, todavía con los ojos cerrados, pero sin poder contener el llanto.   

 

Vecino de Santi 

Soñé que estaba en la parte trasera de un coche. Una muchacha desconocida y su padre me daban un aventón a mi casa de las Américas. Pasamos enfrente de la casa de Barlovento y salía en ese momento mi mamá, la Güera, y creo que María. Iban a una fiesta. Yo seguí en el auto en compañía del señor y la muchacha rumbo a mi casa. Algo sumamente desagradable pasó. Yo tenía muchas ganas de ir al baño. En la parte trasera del auto estaba un excusado, pero no había mucho papel. Cagué y después, para limpiarme hice un verdadero batidillo. Me sorprendía que hubiera un excusado en un lugar tan inusual, pero de todas formas hice lo necesario para que no me vieran, creo que ese fue el motivo de que me batiera pues me subí los pantalones, apenado, mientras hacía lo que tenía que hacer.  

El vecino de al lado me miraba con odio. Íbamos en un elevador y se me quedaba viendo con desaprobación porque yo tenía las manos embadurnadas. Antes de salir me despedí de mano de él y le dije: A ver cuando nos tomamos un café. Me miró todavía con más odio y me hizo señas extrañas para que me diera cuenta de que yo tenía las manos cubiertas de mierda. Ya en la calle me puse a gritar, estaba muy avergonzado, y también sentía un miedo inexplicable de que mi vecino quisiera hacerme daño. Sin pensarlo me dirigí a abrazar a una muchacha desconocida que pasaba por ahí. La abracé, aunque ella no entendía por qué lo hacía. Le expliqué que solamente iba a usar mis brazos y que por ningún motivo la tocaría con mis manos sucias. En ese momento desperté muy trastornado. 

 

Santi 

El vecinito cada vez me irrita más. Despierta a todo el edificio con sus alaridos, y no creo que esté acompañado, nunca lo está. Es descuidado, es casi el descuido mismo.  

 

Vecino de Santi 

Del automóvil no sé más. Creo que pronto estará arreglado y que mi hermanito lo recogerá. Me impresiono mucho cuando me acordé de una escenita más con mi madre: "Tú no conduces y si me estrello el que me estrello soy yo". Parece que inconscientemente provoqué el accidente. Tal vez sí, tal vez fue una coincidencia, pero ya se sabe... Lo cierto es que no debo dejar que una mujer maneje mi vida. Siempre hay una mujer interfiriendo, ocupando un sitio que me pertenece, estorbando, me irrita, me pone mal, de verdad mal. 

 

 

Santi 

Arrancarles los labios parece un despropósito, pero, y cómo negar que es placentero, liberador sin duda, porque yo nunca sería grosero, al contrario, siempre un caballero, no como mi vecino que las odia sin mayor refinamiento, era insultante, claro, era una costumbre suya la de ladrarles, de mostrarles directamente todo su odio, o su envidia. Lo observaba de reojo, era mi vecino, pero nunca crucé con él un gesto, lo evitaba si subía por las escaleras, nunca en el elevador, nunca. Me irritaban sus pasitos, su camisa limpia. Les ladraba, como líder de jauría, pero sin manada. Toda la fuerza de su enojo iba dirigida a ellas. Varias veces lo hizo, en la entrada del edificio, en su departamento, por teléfono, por todos los medios y desde hace mucho, a cualquier ella, a la que se topara con su histeria acumulada. Estaba equivocado mi vecinito. Habría que admirar su extraña belleza, pero él era incapaz de ese hábito. Yo en cambio era amante de sus expresiones, de su mirada encantada cuando las observaba, cuando les sonreía. Todas caían, no importaba si eran jóvenes, o maduras. Todas aceptaban mi sonrisa. Recuerdo sus expresiones cuando me conocían, pero nada puede ser comparado con ese último gesto atónito antes de morir, antes de dejarlas en la tranquilidad de su silencio. El vecinito estaba equivocado. No era necesario gritarles, ni aullarles como perro, simplemente darles esperanzas, falsas esperanzas, y sorprenderlas siempre, al final. 

 

Alias 

Y si de explicaciones se trata, para tomar distancia, es importante, abundaban las de corte conspiracionista y las mismas intenciones de entender la suerte de las ballenas, de sentir dolor por el destino de los osos polares o de saber que en toda la población las microesferas harían que el hermano se quedara en el olvido mayor y los resultados de todo se medirían con el control absoluto, el miedo y la aceptación de todo tipo de paliativos, desde los gratuitos a los que encadenaban a poblaciones enteras a suscripciones y comentarios en las tendencias diarias.  

 

 

 

Agente 5 

Se trata de un masculino de treinta y cinco. Fue encontrado en la parte trasera de un edificio en el barrio Fundadores. El hoy occiso ha sido hallado desnudo y mutilado, por lo pronto como se distingue claramente, de sus labios. Así mismo, parece haber sido desangrado, pero no en el lugar donde fue encontrado. Con todo, se harán las investigaciones pertinentes para corroborar la información. 

 

 

IV 

 

Sueño de la mujer alta 

Era un viaje como a Acapulco. Había una vista panorámica al mar. Era como una fuente de Luis Barragán, una gran piedra de la que manaba constantemente agua, y al fondo, el mar. Estaba un hombre amenazante, pero más bien a la distancia, medio loco, pero no podía hacerme daño. Yo no estaba muy feliz, estaba sola y recuerdo que me acurrucaba entre una cama y unos trapos. Había una relación de seducción con un hombre delgado, de ojos fríos, pero ambigua, a distancia. 

Luego, en otra parte del sueño, estaba con otro hombre en la orilla, en una playa de arena blanca. Salía del fondo del mar UNA LOCOMOTORA, y corríamos despavoridos, separados por la máquina que humeaba.   

 

Alias 

Y da risa si alguien piensa que van a corroborar, nadie está interesado. , se afirma, estas son cuestiones que se investigan de oficio. Y sin duda se persiguen, durante las primeras horas y se hacen informes y todo el mundo literal está conmocionado, hasta se convierte en tendencia y alguno puede quizá atar cabos o piensa que la agencia puede detectar las menores pistas con el equipo de especialistas más preparado, con las mejores técnicas y con la investigación cibernética que deja a todos con la boca abierta Y nada, todo se pierde en la próxima noticia, en la inesperada muerte del artista pop que fue nuestra inspiración absoluta. 

 

Amigo de La mujer alta 

Tantos años han pasado. Hoy silencio y algunos fragmentos. Voces. Las noticias se perdieron entre tanto revuelo de cambios. Los más cercanos siempre entre susurros, miradas, silencios. Dábamos por hecho que nadie diría nada. Algún sollozo, un gesto de rabia, otros de total incomprensión.   

 

Y qué se diría de un hombre tan pequeño, tan delgado, instructor de yoga, cuenta, o modelo ocasional, dice, si alguien le cree, desempleado sí, con dinero mal habido, con cuenta en el banco y departamento propio, hombrecito en los treinta con hábitos de adolescente, todavía con la patineta en el parque, todavía con pantalones cortos, o shorts como de aventurero. Y es que el personaje era un seductor impecable, un hombre con los dientes perfectos, y la sonrisa de lado. El hombrecito de los ojos de pez muerto tenía los brazos blancos y las venas verdosas. Ave de rapiña, se sentaba cerca de los juegos de los niños y se atrevía a usar el volantín, se subía a la resbaladilla, se sentaba inútilmente en el subibaja.  Lo miraban sorprendidas y, al principio preocupadas, las madres jóvenes, las madres solteras, las mujeres que sonreían con simpatía al hombrecito que amistosamente las saludaba desde un columpio. 

 

La mujer alta 

Yo nunca llegué a pensar en el suicidio, cómo iba a ser. Yo, una mujer entera, nadie se me acercaba, pero sabía que todos me deseaban.  

Camino por el parque con decisión, sin ningún perro a mi lado. Muchos me observan, sé cómo piensan, sé lo que desean. Anhelan con descaro mis senos resguardados, mis ropas de marca, mi postura firme, erguida, estudiada. Me miran y sé que no entienden cómo una mujer como yo pueda caminar sola por el parque sin pedirle permiso a nadie.   

 

Y se sorprende ante la sonrisa desparpajada, ante la sonrisa inesperada del hombre que como adolescente se sube a la resbaladilla, se sube al columpio, se queda quieto con una seguridad apabullante, mira directamente a los ojos, y sabe que no recibirá un no como respuesta. 

 

La mujer alta 

Desde el principio me llamó la atención: sus brazos fuertes, su aire de Bogart sentado en el columpio. Me preguntó lo de siempre y se aventuró con un pésimoMademoiselle a mis cuarenta. Tenía la mirada atenta, los ojos negros, las manos como tenazas.  

 

Amigo de la mujer alta 

Me duele la cabeza. Tantos años han pasado y las personas que conocía ya no tienen los mismos rostros. Nos vemos en la cara varias cicatrices y achaques infinitos. Muchos de nuestros amigos han muerto muy jóvenes. Los semáforos siguen su labor sin preguntarse nada. El mismo aire lo respiramos todos. Yo, ¿quién soy yo en medio de tantos, tantos trámites? 

 

Sueño de la mujer alta 

Era como una fiesta. Una mujer muy alta como yo me besaba. Luego había una pareja de hombre y mujer igualmente altísimos como de más de dos metros. La mujer que me besó era parte de esa pareja. Luego, conocía a un hombre bajito y sensual, como galán de cine, deslumbrado por la luz del sol. Me seducía. Nos besábamos apasionadamente enfrente de la pareja y ésta se molestaba muchísimo. Después de haberme mirado sonrientes se mostraron hostiles. Yo me iba con el apuesto hombre de ojos deslumbrados y viajábamos en un vagón del Metro. Era un lugar futurista. En algún momento nos despedíamos, yo me tenía que bajar antes para llegar no sé a dónde 

 

La mujer alta 

Lo recibiré ya cuando todos se hayan ido, sin que nadie se entere, sin que la servidumbre esté al pendiente. Es más, si se enteran me da lo mismo, exactamente lo mismo.  

 

Alias 

Y quitarse las ganas… o aplacarse como decían las ancianas. Aplácate que yo ya me aplaqué, me aplaqué toda la vida, como si fuera un bolero, ya ni tango, ya ni otra más reciente forma de rebeldía, simplemente un bolero de conformismo, el conformismo y genuflexión ante todas las ganas que se aplacan.  

 

La mujer alta 

Y en todo caso Luca puede ser que se entere o no, lo mismo da. Es tan distante, y yo no lo busco mucho, no lo busco de hecho. Debo admitir que no me nace. Tampoco me importa.  Ya sé que es la adolescencia, pero no deja de tener esa mirada obsesiva y se la pasa dando vueltas por toda la casa.  

 

Nene 

Sabría que era mi olor. Dejé a propósito mis calzones con semen entre la ropa limpia. Joven -me llamaba joven-, ¿no quiere que le traiga el desayuno? Y yo no quería, sino que viera mi firme erección, mi erección que se asomaba fuera de mis calzones, se asomaba con una clara muestra de piel blanca, con mis venas azules, mis venas que la excitaban tanto. Ya sería hora de que yo no la llamara Juanita, Juanita por aquí, y ni ella, joven.  Sería muy conveniente que me la tirara aquí, en mi recámara entre mis sábanas limpias. Vente, Juanita, vente conmigo. Déjame comérmelas todas, aliméntame con ellas, déjame que las pruebe, qué importa si nos descubren, te llevaré a París, serás mi esposa, me comeré esas nenas, morderé y masticaré tus deliciosas tetas... jajaja. Conocerás mi cuerno de rinoceronte, ¡mi ariete de poder! ¡Sí! 

 

Sueño de la mujer alta 

Bebé, bebé, quién te dejó tan solo en esta tierra tan lejana. Cómo fue que llegaste a mi vida tan vacía. Cómo fue que naciste tan solo y yo siempre tan seca. Por qué esa forma de andar a gatas por el mundo. Tan desvalido te veo, tan... Esa necesidad que tienes tú de que otros te recojan de la lluvia. Me das una bofetada de rudeza, un irónico abuso en tu lengua soez. Una barbaridad seca se asoma de tu boca cada vez que yo deseo saber un poco más de tu intimidad. Por qué no me contestas, Luca, por qué te alejas. 

 

Nene 

Únicamente sonámbulo he hecho antes algo más extraño, cuando me oriné en una bolsa de tierra que estaba en una maceta esperando que naciera una planta. Ya hace muchos años me acuerdo me quedaba dormido viendo televisión y alguien me levantaba y me llevaba a la cama, debo haber pesado muy poco. O me levantaba dormido y me comía un pan y amanecía con muchas migajas en la cama. Me acuerdo que me acostaba con la ropa que había usado todo el día y amanecía lleno de migajas. Otras veces era peor porque estaba a punto de abrir la puerta de la calle, pero ahí sí medio me despertaba y ya me iba a la cama. Una vez guardé todas las joyas que estaban en un alhajero en la recámara de mi mamá y las ponía en un cenicero donde pongo las monedas que me estorban o las monedas de algún valor cuando no las quiero tener en los bolsillos. Me acuerdo muy bien, dicen que los sonámbulos no se acuerdan de nada, pero yo sí, no de todo, pero sí me acuerdo bastante. Será porque en algún momento del sonambulismo medio me despierto y es por eso por lo que me acuerdo de cosas, de casi todo. 

 

 

 

Alias 

Quedarse con las ganas y revisar una vez más las mismas noticias recicladas que ya todo mundo comentó y todo mundo está reciclando una vez más y que hacen que se viva entre amenazas ciertas, entre falsas expectativas y en certificaciones tumultuarias ante cualquier asunto ya sea trivial o profundo. 

 

Sueño del Nene 

Un avión se detiene en el cielo y lo veo romperse en dos partes. Una de ellas, la de la cabina, cae al suelo. El resto se queda suspendido como si fuera una nave mayor extraterrestre. Todo es un desastre. Los pedazos del avión caen por todas partes. Una pequeña lámina cae cerca de mí, la tomo, pero la pierdo más tarde o se la regalo a alguien. Todos hablan del accidente como si fueran loros. 

 

Sueño de la mujer alta 

Yo tenía lastimadas las rodillas. Sangraba y me ponía una venda. Luego lloraba y alguien me consolaba con frialdad. Estaba cerca el mar. Lo veía desde lejos, desde una calle. Era como Acapulco. Y otro en algún lado en una casa como la mía, pero vieja. Estaba un grupo de personas remodelando, pintando las paredes con figuras como rupestres y colores cálidos, era como un museo de artesanías. A alguien se le había ocurrido la macabra y hermosa idea de rellenar los cadáveres con flores. Donde estaban las vísceras y alrededor del cuerpo, ponían flores de todos los colores. Se veían muy bien los muertos.  

   

Nene 

De las ventajas de vivir casi solo en una casa tan grande. Digo, casi solo porque mi madre está siempre con lo de su agencia y sus modelos o actores, no sé.  A veces hacen cola para los castings. Llega gente de todos lados, pero a mí nadie me hace caso.  Mi madre es tan alta que me gusta que me vean en la calle con ella. Yo seré tan alto como ella, siempre me lo dicen, es aburrido. El súper está cerca y es el lugar de todos los encuentros, es un súper pequeño, pero no tanto como para no encontrarte a los chicos del cole igual que yo con mamás y así y siempre es incómodo. Una de las que siempre están ahí comprando, como si no tuviera otra cosa que hacer es mi vecinita, le dicen Güera y además va al liceo y tiene un nombre extraño como Gertrude algo. Un día, mi madre y yo nos la topamos en la calle; ellas dos se saludaron, pero a mí la tal Gertrude no me hizo el menor caso. Está enamorada de mí. 

 

La mujer alta 

De que sea un cazafortunas no lo creo. No se ve que sea pobre. Y perdería su tiempo. Claro, la casa sorprende, es tan grande, y con tantas habitaciones. Y nada es mío. Todo mi esfuerzo, para cuando llegue la dueña, mi hermanita con sus siete hijos, y me llene todo de ruido. Si supiera. Mejor que no se entere 

 

Santi 

Qué más puedo pedir. Vengo de noche, no me interroga, tan cortés, tan fría, tan distante. Se da la vuelta como un macho y me tiene feliz. Y, sin embargo, ese malestar siempre, esa sorda, poderosa rabia que me invade, una vez que me quedo en su cama viendo las paredes de su cuarto.  Yo me habría podido ir, simplemente caminando a mi lugar, mi espacio, para estar con mis demonios, pero tenía que verla, tenía que observar su cabellera rubia, su espalda blanca. 

 

Sueño del Nene 

Era como un viaje a Japón. Creo que ahí vivía mi madre y dos hijas suyas que no existen, así. Estaba yo en un excusado en un baño muy grande. Se abría la puerta y toda mi familia me veía sentado. 

 

 

La luna, siempre la luna, está a punto de estallar. No más preguntas en la constelación de Orión. Parece que las verdades salen a flote, pero son indicios vanos. 

 

Sueño del Nene 

Me levanté sonámbulo. Los vecinos tenían una fiesta y yo me levanté para ver dónde se iban a acostar. Yo estaba muy pendiente de mis calzones con animalitos que me regaló mi tía. Comí algo y me acosté. 

 

Santi 

Mataba gatos, era una costumbre familiar. Yo amaba a los animales, en especial a los perros. Me gustaba dominarlos, tenerlos confinados en la esquina que yo les había asignado.  Con los gatos era diferente. Me espeluznaban sus bramidos nocturnos. No sé cuántos matamos mi madre y yo Los oíamos correr por los techos de lámina, ávidos, juguetones. Serían sus últimos juegos. Morían después, dominados por la pasión y la sed. El veneno estaba en la leche. Las patas de los gatos apuntaban al cielo, sus estómagos inflados, sus ojos a punto de estallar de tanto asombro.  

 

Sueño del Nene 

Soñé que era un guerrero, o un caballero, o por el estilo. Había sido investido, así, no sé si yo me investí o me invistieron. Tenía varios objetos, joyas, como medallas o simplemente funcionaban como anillos, cadenas, dijes. Eran muchísimos y yo me los ponía todos. Había una mujer, como empleada, que me miraba con envidia. Estaba mi madre. Yo me iba con un amigo, un Sancho Panza. Yo iba caminando, ataviado con un como vestuario y bajaba unas escaleras y había una tienda y había una espada. El Sancho me la daba y yo me la colocaba en la vaina para espadas, que estaba esperando una. Ya armado, iba yo por un campo como unas islas verdes y había muchos chicos como yo en grupo. Uno creo que me retaba a duelo. Tenía una especie de vara larga, como una caña y yo la cortaba con la espada. 

 

Santi sueña 

Acababa peleándome con la gran dama. Veía su libro que estaba escrito en francés, con una letra manuscrita como la mía y varias estampas o recortes o imágenes que no sabría describir.   

Flotaba en el aire, veía todo lo que pasaba desde el techo, pegaba la espalda al techo y me complacía que los demás me vieran allá en lo alto. Había un flirteo con una mujer mayor que daba una recepción para promover su libro. Estábamos como en un museo que había sido transformado en unas oficinas elegantísimas (que ya había soñado). Pues nada, que la gran dama tenía como invitado nada menos que al mismísimo príncipe Carlos de Inglaterra. En el sueño se veía como si fuera el mismísimo rey del mundo, con una dignidad... una majestad... o como si fuera divino y hubiera bajado a compartir con los mortales. 

 

Nene 

Hace unos días me levanté sonámbulo pensando que estaba temblando. Era la una de la mañana y sí, realmente algo pasó en la vida real, estalló un coche bomba en Plaza las Perlas. Pasaron varias patrullas y ambulancias por Acacias. Creo que sentí el estallido, y por eso pensé que temblaba, pero Plaza las Perlas está lejos de aquí. El caso es que me desperté. 

 

Santi sueña 

Sueño con caballos, sueño con un tigre, sueño con un toro, un toro negro, junto a mí se queda quieto. Una voz me dice: “no lo mires fijamente, míralo como bajando la mirada, como con la mirada gris”. El toro está junto a mí, yo lo acaricio apenas. 

 

 

Sueño del Nene 

Estaba en una piscina, desnudo, flotaba boca arriba y había espectadores. Me preocupaba un poco, solo un poco que me vieran el pene que también flotaba sin erección. En algún momento tenía que salir de la piscina porque algo peligroso se aproximaba hacia el "balneario". Una voz, que relaciono con Dios, me decía que me saliera pronto de ahí. Me refugiaba en algún sitio techado y en ese momento tenía a un ser pequeño, como un bebé, entre los brazos. Lo tenía que cuidar. 

Luego iba con varia gente no identificable, pero sabía que mi mamá se había vuelto loca y me asombraba y me asustaba eso. Un hombre joven con pantalones cortos me daba mucha protección y besos en el cabello. El peligro llegaba otra vez y yo me salía de ahí para observar, pero al mismo tiempo permanecía en el edificio que se iba como a derrumbar. Algo espantoso sucedía, pero yo salía a salvo con el bebé entre los brazos. Pasaron muchas más cosas que no recuerdo hasta que a lo lejos veía un tornado que se aproximaba por una especie de carretera. 

 

Santi 

Alborotada Madeimoselle graznaba como ganso en un ir y venir inquieto, un ir y venir sin fin. Me hablaba de su hijo el pálido, de sus pequeños sobrinos franceses a los que detesta, y yo me reía, y ella se reía cuando me enseñaba las palabras básicas madmuasel, bonyur, bonsuar, yemapel, no sé qué.  Me gritaba incomprensibles cosas y yo la despreciaba, la rechazaba, con infinita rabia, maldita jirafa blanca, putrefacta ahora, más blanca entonces cuando te quité la sangre muy roja y no azul. Te fuiste por el inodoro, Madame Christine, tu sangre se fue completita por el desagüe de la ciudad, tu sangre de extranjera de dos metros, sangre de vieja se fue por el caño y se quedó en el desagüe para siempre, Mademoiselle. 

 

Nene 

Mi vida parece estar resuelta, pero a quién puedo llamarle cuando me asaltan las dudas. Mi piel es tan blanca como leche, soy huesos cuerpo blanco de pura leche. Mi padre está lejos y ya ni manda regalos en mi cumple. Ya casi cumplo trece. Mi casa está triste. Pronto van a venir mis primos, y mi tía.  

 

La persistencia del mal. Años después seguiría con las mismas pesadillas y los miedos que tenía cuando el hombre de los ojos hundidos lo perseguía, lo golpeaba con el cinturón, lo torturaba, lo amarraba y después lo amenazaba con miradas torvas, con gestos desagradables, con gruñidos aberrantes. Años después él seguía teniendo en sus mismas y persistentes pesadillas esta figura que lo agarraba del cabello y lo azotaba contra la pared. Años después el dejaría de ser el perseguido y se convertiría en el perseguidor, en el asesino. 

 

Agente 8 

Una noticia que trascendió a los medios: se trataba de una mujer exitosa, profesionista, producía comerciales. De hecho, hacía las pruebas de reparto, castings, ella decidía quién se quedaba o quién no, sin duda con muchos enemigos, tanto resentimiento en los que no se quedaban con el trabajo. Método quirúrgico, cuerpo desnudo, desangrado, bajo la regadera. Tomamos registro también de mutilación, dientes expuestos, faltan los labios. La autopsia revelará quizá nuevos datos. 

 

Ya en confidencia, sí, hubo ensayos de explicación, noticias vagas, asombro porque detuvieron a uno de sus hijos para interrogarlo, pero cómo era posible, si apenas rondaba los catorce. Las noticias a veces grotescas, algún vello púbico encontrado en las sábanas, habrían de tomar muestras, hacer exámenes. Su vida de adolescente en patineta habría de terminar. 

 

Vecino de la mujer alta 

Ella vivía prácticamente sola, aunque a veces llegaban muchos adolescentes como del extranjero, creo que hablaban alemán o francés. Todos eran muy blancos y hablaban rápido. Tenía un hijo pequeño, o, mejor dicho, un adolescente, un muchacho delgado, como pálido, como con retraso. Ya no vive aquí, se fue de viaje. Ahora está en Europa, pero hasta lo interrogó la policía. Son unos miserables, es un chico. Siempre andaba en su patineta y al parecer no tenía muchos amigos, al menos nunca lo vi con nadie, solo cuando venían sus primos o amigos, no sé, entonces todos salían. Yo creo que se fue a vivir con ellos a Francia o a un país así. En la casa siempre estaban componiendo algo, entraban y salían con materiales y gente por todos lados. Tenía además mucha servidumbre que ayudaba a la señora, una mujer muy alta, guapa, ya no tan joven, tampoco muy vieja, eso sí muy alta, era francesa dicen, quizá rusa. Las muchachas del servicio usaban uniforme, eso siempre me pareció mal Una de ellas estaba muy joven como si fuera menor de edad. Era muy joven y bonita, ya casi era una señorita. Las otras dos, no tan jóvenes. Era una casa muy grande. La señora trabajaba mucho, tenía una agencia, ahí mismo en esa casa, tenía como sus oficinas, o estudio, no sé, algo de televisión parece, muchos artistas hacían cola para que les hiciera pruebas. Al parecer su marido o exmarido o el padre de su niño era un francés que ya murió. Yo lo que pienso es que sí vive pero que estaban divorciados. 

 

 

El hombre observa detrás de la ventana. No le importa si lo ven. Se queda de pie, estatua siniestra, mirada fija en las cortinas, su cuerpo inmóvil. Permanece detenido en el aire, todos los años pasan en ese instante. Su presencia es la confirmación de la persistencia del mal, siempre ahí, perpetuamente dedicado a lastimar todos tus anhelos, tus sueños, tus mínimos actos cotidianos. 

 

Agente 1  

Víctimas estranguladas, mutiladas, víctimas sin sangre, cuidadosamente abandonadas bajo la regadera. Sus procedimientos son minuciosos, organizados: después de estrangularlas, desangraba a sus víctimas, todo se iba por el desagüe, toda la sangre, las vaciaba, les hacía cortes finos en las arterias importantes, casi sin que se notara, como un artista, como un pulcro cirujano, víctimas desangradas con la mirada atónita. 

 

"Ni tanto ni tan para poco". Palabras escritas en una agenda vieja. Palabras o frases que solamente él puede entender. El hombrecito las escribe en ocasiones especiales, cada tanto, como celebración. Registra críptico alguna aventura más. Le gusta escribir, piensa que su letra es hermosa, no sabe que es siniestra, tan grande, tan infantil a sus más de treinta. "Me acompañas a tu casa". "El pasado opera de maneras extrañas, el presente es todavía más misterioso”. Trazos torpes, letras enormes, sin respeto a los renglones, sin la menor claridad. Una a como una o, una d como una g, y una letra s como una c.   

 

Santi 

Un acto necesario, apasionado sin duda, un prodigio de expresión. De manera simple: una mujer ha muerto y en la casa donde sucedió todo, ¿habrá nuevos habitantes, nuevas parejas, nuevos dueños? O ya no vive nadie.   

Ahora, la casa enorme donde todo ocurrió está casi todo el tiempo en silencio. La gente camina con indiferencia por afuera. Yo me asomo por las ventanas para ver si hay algún rastro, algún recuerdo. Es lo de siempre, después de la catarsis, llega el vacío, la desolación. 

 

 

 

Alias 

No sin dejar de pensar en que a todos les parecía indignante que tuvieras esa desfachatez de exponerte desnudo ya sea en un yate o en la arena de cualquier playa. Debías pedir permiso para desahogarte de la mejor manera y no necesariamente en tus sábanas o con tus apasionados deseos. Tenías que controlarte si eras demasiado audaz, no levantar la voz, no expresar tus pensamientos obscenos. Seguir la fórmula, no considerar ni por asomo el no incluir a todas las formas gramaticales en tu tibio mensaje y desde luego no reaccionar a las consabidas legiones de expertos y no tratar de agregar nada nuevo al diccionario. 

 

Santi  

Voces, voces, voces. Todo fue tan fácil, nada más esperar el momento propicio y yo sigo en mis múltiples andanzas, nadie sabrá nunca nada. Todos tan torpes. Tan inocentes. Es una pena que nadie sepa. A veces me gustaría salir a la luz y decirlo todo, pero para qué, es demasiado tarde y, desde luego, yo sigo haciendo mi trabajo. No necesito ser reconocido. Soy fuerte. 

 

 

V 

 

La mujer sola 

Me dejó mi exjefa un recado: "Hola, ¿Josefina Blanco?” “Habla la doctora Torres para recordarte la junta del lunes a las diez” ... “Hasta Luego"… 

Está LOCA. 

No sería tan malo llamarme Josefina. 

Será que no resistió que le dijera que no, que no regresaría ni aunque me duplicaran el sueldo a ese estúpido empleo...  y pienso, me recuerda, o trata de hacerme creer que no soy más que una Josefina Blanco más cualquiera... y No Remedios Montes de Oca, ja, como si sirviera de algo. Será el mismo mecanismo que utilizó Fernando Avellaneda cuando me dijo: “Hola, Victoria”. Como si no se acordara de mi nombre. Victoria, ja. También me gustaría llamarme Victoria, y no Remedios. Son actos de venganza supongo, porque trato mal a toda la gente, porque no les respondo, los ignoro, los alejo. No me reconocen o no me quieren reconocer y me llaman como si fuera otra persona, pero se les nota la mala intención, se esfuerzan mucho en decirme que soy otra. Qué espanto. Abandono a la gente, pero, por qué lamento estar sola si yo misma lo provoco. Siempre llego a la misma conclusión. Y de qué me sirve. 

 

La premonición de la muerte en sueños compartidos, y no porque fueran almas parecidas, ni gemelas, ni remotamente semejantes, pero los relatos que toman el control se construyen en espacios donde los que van a morir son avisados, en espejo o por enigmas varios, sobre su próximo final. El ejecutor no es un ángel de la muerte, ni un vengador, y cuando mucho es un vulgar sociópata o lo que determine la psiquiatría, pero es preciso mencionar que se comunica en sueños, con claves que solo comparten algunos, con pesadillas en las que a veces una fuerza irracional se dedica a perseguirlo.  

 

 

 

La mujer sola  

Le dije a la doctora Torres que no podía aceptar su invitación porque trabajo por las mañanas. Tengo todas las mañanas libres, pero la verdad es que no quise. No quiero vender mi tiempo en cosas que no me agradan, con gente a la que detesto. 

 

Santi 

Si la rabia estuviera en mi cuerpo solamente un instante, si no me llevara a la ejecución minuciosa, a la detallada tarea que fascina y adormece el intenso dolor que da el enojo, si se disipara todo como una molestia repentina, un tropezón, una desagradable sensación por un mal sabor de boca. Si la intensa rabia no se tardara tanto en disipar. Si fuera tan efímera como un breve disgusto con algún imbécil en la calle, si se dispara como cuando dejamos pasar al idiota que ignora la luz roja, o el que nos estuvo a punto de atropellar, si no se concentrara obsesivamente en mi cerebro cuando quiero destruir, acabar definitivamente con mi objeto de odio… si fuera tan fácil liberarse del odio y de tanto dolor que me provoca en todo el cuerpo, tantas voces que no me dejan en paz, no me dejan dormir, no me permiten vivir…, pero para trascender esta obsesión hay que seguir los procedimientos. La liberación llega con esfuerzo, con el acusado detalle, con el delicado trabajo artesanal en cada cuerpo, en cada posición final. Y después tanta calma, un silencio que no requiere más elucubraciones. Incluso el perdón llega. Al menos yo perdono a mis víctimas. Es una forma de trascenderlas, de ya no encontrarlas más en mi camino. Siempre es así, un periodo de inmensa paz, aunque después llega la inevitable tristeza, la depresión. Y después la rabia, el odio, la obsesión regresan sin que nadie pueda evitarlo. 

 

La mujer sola  

Encontré un “poema” que me escribió Carlos, uno que decía: "Con fuerza. Me tienes a mí”. No creo que sea un poema, pero me gusta. 

 

 

 

 

Santi  

Una vez concluida la tarea, el encanto se va y me quedo con la depresión a cuestas. Y después, en la soledad de mi cama, dan las cuatro de la mañana y no concilio el sueño. 

 

La mujer sola 

Carlos estaba con unos adolescentes en una escuela muy grande y vieja. Se portaba terrible. Era agresivo e intimidatorio. Salíamos de ahí a gatas.  Yo, muy apenada.  

En otra parte, una trama complicadísima que incluía un puesto de hamburguesas. El puesto no tenía éxito y era pequeño. Lo atendió al último un señor viejo y serio y tuvo éxito. Carlitos era descendiente del marqués de la Nueva Habana. Era una historia muy teatral y sucedía en efecto en una Habana como de sueño. 

 

Y cuál es el origen de los sueños que fracturan los dientes. Qué explicación se puede dar a las pesadillas en las que el hombre de los ojos hundidos le clava un largo cuchillo. Cómo se pueden entender los asesinatos que él mismo ha cometido innumerables veces en sus sueños. Por qué la fijación con esas víctimas frágiles a las que suele estrangular, mutilar y desangrar. Por ahora, el hombrecito descansa. Mira sus manos fuertes, estira sus piernas y se abraza como un inocente adolescente a su almohada favorita. 

 

La mujer sola 

Vi a Carlos, a mi Carlos... (nunca ha sido mío). 

Cuando le hablé estaba entre dormido o enfermo, con voz frágil. Nos citamos en el Parque Atlas, en los juegos. Llegó un poco tarde (estuvo lloviendo fuerte). Lo vi desde lejos y cuando se acercó a abrazarme lo vi increíblemente arrugado de la cara. Muy flaco. Sentí sus hombros delgaditos, tanto que me dio pena tocarlo demasiado. Tan delicado siempre Carlitos. Fuimos a tomar helado. Hablamos de nuestras vidas. Muy general todo. Él provocaba la expectación de los meseros y mi incomodidad cuando hablaba en voz alta, casi gritando. Restaura muebles viejos, un trabajo que le queda. Lo vi un poco más desamparado que de costumbre. Conserva lo aniñado, aun a su edad. Hablamos unas dos horas. Tomamos yo un helado de chocolate y él un pastel tres leches. Ah, y mucho café, sobre todo yo. Nos despedimos. Él tenía lágrimas en los ojos. Quedamos en que me invitaría a su nueva casa. Dice que está escribiendo unos poemas. 

 

Alias 

Explicaciones hay muchas y la psicología de la rabia contenida, de la niñez atormentada, de la profunda misoginia, la devastada personalidad aniquilada, la ausencia de un yo definido, la maltrecha relación con una madre dominante y castrante, la tendencia a la sociopatía y desde luego a la psicopatía todo eso estaba sobre la mesa, pero a nadie le satisfacían las hipótesis y las redes sociales contribuyeron a que hubiera toda una semana de tendencia incluso en varios países y si no fuera porque el desprendimiento del glaciar sorprendió y relanzó las tendencias a otra dirección, y además el magnicidio de ese presidente de un país de África, de ése que cambió de nombre del que se tienen sobre todo datos imprecisos, del país que fue colonia, pero claro que todo deben de recordar de qué país se trata. 

 

La mujer sola  

Soñé con un fregadero lleno de trastos sucios. Tenían mucho tiempo y no los limpiaba. Es un signo de franca depresión, según me enteré. Lo que es un signo de abatimiento total es comer todos los días en esta mesa pequeña mis escasos alimentos, mi comida fría y mi agua tibia sin ningún aliciente. Debería tener al menos un perro, pero necesita cuidado, no se puede quedar solo en este pequeño espacio.  Destrozaría los muebles. O, al menos un gato. Son... más independientes. No. Pésima idea. No ensucio tantos trastos, no acumulo tantos trastos, no como mucho y no tengo mascotas. No creo estar deprimida, pero, aun así, lavaré todo, limpiaré todo con mucho esmero. 

 

Santi 

Poder dejar de sentir rabia, dejar de destruir en la mente, antes de ejecutar en vivo, aspirar a que la rabia se disipe, los pensamientos se callen, la calma regrese. No quiero oír ya nada, quiero que todo se apague en mi interior, dejar de consumirme en vida. Quiero que las voces y los ruidos se queden quietos, como cuando expulso mi odio y mi rabia. Quiero que esa parte de mi cerebro que se pone a funcionar sin que yo lo decida se aleje de mí. 

 

La mujer sola 

Todo lo que pienso es una forma de autocompasión, lo sé.  Me he dado cuenta de que además de alejar a la gente he tenido esa sensación de extraña satisfacción cuando ya nadie me busca. Logro con gran eficacia ser mi propio obstáculo. Soy la que se mete el pie y después se da de latigazos porque nadie la busca. No puede ser, hablo de mí en tercera persona.  

 

Santi 

Peces que vuelan, peces como aves que pasan por encima de mi cabeza, grandes peces, de colores vivos, concentrados en su vuelo. Tantas veces he soñado con lo mismo, peces y aviones, y los peces nadan, los aviones chocan en el aire y hay grandes estallidos, como si el mundo se acabara. Los aviones chocan, los peces vuelan, se acaba el mundo.  

Peces ancestrales, peces monstruo, engendrados en la gravilla y el lodo del fondo.  

 

La mujer sola 

Desde hacía años no había ido sola al cine. Recuerdo cuando me iba a pasar todas las tardes. Daban varias películas por el mismo boleto. Ayer fui sola una vez más como hace tantos años. Recuerdo lo mal que me sentía cuando estaba entre tanta gente y que gritaban cuando apagaban la luz, que gritaba cuando cualquier cosa, y olía mal, a orines viejos, y yo me quería esconder abajo de una butaca para que nadie me viera. Ayer me sentí igual, avergonzada de que han pasado tantos años y sigo yendo al cine sola. Me doy cuenta de que siempre he hecho muchas cosas sola. Ir al cine, al teatro, al parque.  Algunas veces de viaje al balneario, a la playa, a la montaña. Es cuando he ido a estos lugares cuando más claramente he tenido ese malestar, mal estar en el mundo. Ese sordo sentimiento de caminar y no tener a nadie a quien hablarle, a quién comentarle nada. Sintiendo además vergüenza de estar sola, mirando a los demás con ansiedad, con curiosidad, con un poco de locura sobre todo cuando ya no me importa y hablo en voz alta, me muero de la risa, a veces grito o explico en voz alta, con mucha indignación, porque me parece que el personaje de la película no fue una buena elección. No lo fue. Pero no tengo a nadie a quién decírselo. 

 

 

Alias 

Si todo se reduce al descuido, a la absoluta falta de autocontrol, a la deflagración humana en que ha caído la posible víctima, a la absoluta falta de empatía punto, si se hace de la víctima la culpable, así los actos del asesino parecieran un modelo a seguir. Digno de una rama de laurel, el ejecutor debería estar protagonizando una de las proezas de la épica mundial. Nadie puede tener tan escuetos moldes y raseros; los filtros no consideran las configuraciones de universos más inciertos, de matemáticas más caóticas, de inesperadas soluciones que la poesía siempre otorga. 

 

 

La mujer sola 

Abandonada, sin aliento, literalmente me asfixio. No tengo un ancla en la tierra. Debería viajar, o estudiar algo nuevo, o amar a alguien. Qué debo hacer ahora que todo lo que tenía se ha acabado. Me siento vacía y quisiera, todos los días, pero, sobre todo, todas las noches, morir. Cuánta autocompasión, lo sé. 

 

Santi 

Y el que era más difícil de recordar era el hombre de mis pesadillas. Estábamos los dos detrás de un mostrador, era como un negocio de relojes y reparación de joyería. Había instrumentos de todo tipo para medir, pesar, ranurar, grabar. Había un punzón, pequeñito, con una gorda cabeza de madera color miel, y una delgada y afilada punta de acero para troquelar. La usé como un arma, pensando en mi enemigo. Clavé el punzón. Entró varias veces en la parte trasera del mostrador de madera. Penetró la madera como un cuchillo en la carne. Lo hacía con fuerza y dejaba agujeros imborrables en el mobiliario del pequeño negocio. El enemigo supo que lo trataba de dañar, con la fuerza de un simio se arrojó sobre mí, tomó un martillo y me destrozó el cráneo de un solo golpe. Todavía no entiendo por qué no lo he matado, aunque sea solo en mis sueños. Debería recibir su merecido. 

 

La mujer sola 

Abro la puertita del botiquín y encuentro un serio desorden en mis frascos. Las botellas derramadas, sin tapa. Cierro el botiquín y me miro en el espejo viejo, mis ojos están hinchados. Tanto desvelo. Soy una mujer de sesenta y tres, y sí, me siento una vieja maltrecha, despojada de vida. Me miro sin útero, sin rastro de sensualidad. Mi carne es fofa, verdosa. Quién es el que trata de amar algo que ya está muerto hace tanto. Mi cuerpo está cansado de tantas operaciones, de diagnósticos funestos. Inicios de cáncer mamario, miomas, anemia. Quiero dormir y despertar plenamente recuperada, con una sonrisa en la boca, sin importarme que mi casa esté destruida. 

 

 

 

Santi 

Y me perseguían palabras que me atormentaban, como si fueran ruidos de la calle, ruidos que no podía controlar, ruidos en mi cerebro, voces, juicios que no podía rebatir, insultos que iban acompañados de un lento rencor, una sensación de estar totalmente vulnerable.  

 

La mujer sola 

Lo demás han sido números equivocados. Uno muy curioso, un tipo que habló como cinco veces desde Canadá para preguntar por un tal José González de “Chili and Pepper”. Nunca pude hacerlo entender en mi maravilloso inglés, que yo no tenía idea y que el número no era de Pepe González. Fue muy gracioso. Debí hablarle en francés, pero se me ocurrió hasta muy tarde, cuando supe que era de Canadá. Pensé en Boris por su timbre de voz, se le parecía mucho.  

 

Alias 

Mostrarse tibio o siempre conceder la omisión y el aplacamiento. No podemos ni sugerir que en medio de tanta fórmula y conformismo habría quien, sin considerarlo como un propósito, se aventurara a romper las reglas, a asomarse al torbellino de sus deseos y manifestarse siempre en los intentos de venganza, si se quiere, o de placer, se quiera o no, con las muertes que fueran necesarias, ya sea como un castigo, o, si se pudiera decir, como un estilo de vida, siempre con la firma característica y continuando con una profesión que definitivamente no estaba casada con la genuflexión y el conformismo. 

 

La mujer sola 

Me habló Marta. A las siete de la mañana como acostumbra. Su padre se quiere morir, quién no. Marta piensa que soy egoísta. La corté, le dije que tenía cosas que hacer. Soy egoísta y estoy sola. Nadie me habla y yo no busco a nadie. No me atrevo, o no tengo interés. Las dos cosas. He pensado mucho en Carlos, tal vez lo llame. 

 

 

 

Alias 

Generación topo, muro, enfermedad, colapso. No voltees, no te fijes en sus ojos, aléjate, no digas, no te excedas, no clasifiques, no apabulles, no desees, no te involucres, obedece, aplácate, no recibas a un hombre en tu casa, no si estás sola, no si lo conociste hace poco, no si lo deseas, no si lo quieres acariciar, no si quieres que te sostenga con sus manos fuertes, con sus manos de tenazas, no caigas en la tentación.  

 

La mujer sola sueña 

Era Carlos, pero tenía los brazos fuertes y me levantaba como en las películas y yo me sentía como Judy Garland en el Mago de Oz, y Carlitos no era para nada el hombre de hojalata sino un apuesto mancebo con torso de pirata y muslos que se dibujaban en sus breves pantalones. Me miraba seductor y me tendía en un tablón, pero en lugar de ejecutarme se quitaba toda la ropa, y me mostraba su miembro color frambuesa, algo que me daba mucha risa. 

 

 

Santi 

El aire en la cara, la poderosa calma se respira como una luz azul claro. Los visitantes del parque parecen figuras de libro de idiomas. Observo, casi como distraído, siempre sonriente, a las mujeres que desfilan frente a mí, y también a los niños que corren y gritan. Escucho, con mirada amable y rostro confiable, como si no me molestaran los alaridos de oligofrénicos poseídos por un engendro rojo que parece perseguirlos. Yo, demonio en la tierra, muerto de odio por dentro, aparento una serenidad de monje tibetano. Cuánto desearía destrozar a tanto niño y niña espeluznante y arrancarles sus pequeños bracitos, sus desordenadas piernas. Muero por mutilarlos también a ellos. Mi misión en la tierra es acabar con ellos en un acto de limpia sencillez. Debo dejar en claro que los han dejado vulnerables, imprudentemente lejos de la necesaria protección. No puedo creer tanto descuido en estas desprevenidas mujeres que no acaban de decirse no sé qué cuántas cosas.  

No mataré niños. No. Es una bella fantasía, pero sería un error, pero… mientras las madres parlotean, esa sombra encorvada parece que no tiene otra ocupación que mirarme con disimulo. Se queda quieta como una frágil urraca, vieja lastimosa. Me mira como tímida fanática de antaño. Me desea, lo sé. Le dedicaré una de mis sonrisas favoritas para provocarla. No me agrada.  Tanto dolor no corresponde al espíritu del parque.  

 

La mujer sola 

Hoy conocí a un hombre en el parque. Guapo, joven, unos treinta, ojos enigmáticos, sensuales, deslumbrados, y una cara como de actor de Fellini. Me atrajo sin duda y creo que buscaba algo conmigo, o por lo menos le llamé la atención, espero que no por mi cartera, pero me miró con mucha atención. Se acomodó el cabello y luego dejó ver su hermosa y desenfadada sonrisa. Me perturbó, me gustó, pero me dio miedo. Se bajó del columpio en el que estaba y yo me puse a caminar. Sentí que me iba a seguir, pero cuando voltee ya no estaba. 

Nunca he tenido un tenido un encuentro así. No me atrevería. 

 

Como si lo supiera desde antes de fraguar el crimen, la mirada que examina todo, el rostro siempre sereno que recibe el aire mira a su próxima víctima, la figurilla de rostro doliente que se sentó una vez más en la banca del parque y mira a su vez al hombre del columpio. 

Sus pensamientos la acompañan y no hace caso del bullicio. Ella busca la salvación entre los árboles 

 

 

Santi sueña 

Estaba en un ruedo, cerca de la barrera, pero ni con eso pude evitar un baño de sangre, litros y litros de sangre. Alguien me maldecía, y no supe nunca si sería o no perdonado. 

 

 

La mujer sola 

¿Acaba la vida? He logrado alejar a todos. El teléfono no suena más. Después de años de no contestar, de pensar en cómo deshacerme de cualquier persona que insistiera en tener algo conmigo, lo he logrado. Acaba la vida, o acá va la vida. Me gustan ese tipo de juegos de palabras, y creo que ya estoy muy vieja y debo dar por terminada mi vida. Acá va la vida. He pensado mucho en él, desde que me miró en el parque, al parque al que iba con Carlos, a ése al que ahora voy sola, como siempre voy sola a todas partes, desde que era niña, desde que iba al cine sola, sin temor a que alguien se me acercara y me dijera: te invito unos chocolates, te invito a mi casa. Me pregunto qué hacía una niña de doce años sola en un cine de barrio, por muy cine de arte, por mucho que pasaran películas de Visconti o de Fellini, y a quién le importa ahora, a ese muchacho seguramente no, ése cuando mucho conoce a Tarantino. O tal vez me equivoco y es un artista. Tendrá qué, como treinta, no muchos más, con su ropita de adolescente trasnochado. No creo que lo vuelva a ver. O tal vez sí. Será que lo busco, me le acerco, lo traigo a mi casa… o mejor… no. Me invitaría a salir, me llevaría al cine, veríamos una película juntos, cine de arte, cine del de antes. Tal vez lo vuelva a ver. 

 

 

Alias 

No se podría decir que los actos criminales fueran actos de libertad o de rebeldía, si se tienen como atentados contra la vida humana, estarían siempre dentro del terreno de la más profunda desmesura y llevarían a la destrucción. Aun si el Cosmos está destruido, o si la Iglesia y los controles de antaño han dado paso a tantas abominaciones. Los actos criminales rompen el equilibrio, la desmesura llevará necesariamente a la necesidad de una superación para cada ángel maldito, pero imposible pensar en que los encargados de expiar los desatinos y las desmesuras trágicas pudieran ser también los encargados de mantener el orden social, y mucho menos los encargados de mantener quieto al animal político. Cada destino sería confrontado con el tamaño de la desmesura, no hay culpables ni castigos. Habría que pensar en las víctimas, habría que saber si es posible ir más allá de otra legión de comentarios fáciles.  

 

Santi  

Como la urraca, como la vecina que tanto odio, con su voz que de tan aguda parece que demanda urgentemente ser la única tomada en cuenta entre tanta gallina clueca. Se merecería estar en su casa, con su gato, si es que lo tiene. Por solamente una vez que la miré, se atreve a mirarme como colegiala vetusta. Cometí un grave error al sonreírle. Insiste en acosarme y no se da cuenta de su doliente patética y jorobada estructura que arrastra por el luminoso parque. Hace gestos de perdonavidas y trata de contener una histriónica lágrima para confirmarle al mundo su fracaso. Y el colmo: hace una pausa en su cara de víctima, virgen de sesenta años y se atreve a hacer el gesto del cabello, del rizo que se acomoda con disimulo y pudor. No se da cuenta de su infinita y ridícula aspiración al tratar de seducirme.  

 

La mujer sola 

Tuve un sueño horrendo. Soñé a con mi hermano menor. Lo veía no como es ahora, sino como un bebé muy pequeñito y con una especie de gusanos blancos que le brotaban de la cara.  

 

Tan cansado de tanta falsa agonía. Con el recuerdo nauseabundo de tanta historia pasivo-agresiva encarnada en una mujer tan mayor, piensas. Nada hay tan enervante para ti como el sonido de esa queja continua ante el dolor de la vida, nada hay tan detestable como la lastimera voz que se deduce de esos ojos apagados, esa mirada que te pide a gritos que la ayudes a morir como se debe, no sin antes tener la ilusión de un último romance contigo 

 

La mujer sola 

Esta vez me toca a mí. Tengo una cita. Le regalé unos lentes oscuros. Le dije que había observado cómo él siempre estaba un poco deslumbrado. Fue muy galante, me hizo entender que la luz del sol era como un puente entre dos desconocidos que buscan un alivio en sus corazones. Algo parecido. Fue tan romántico. Le hice prometer que vendría a cenar. Sé que es un riesgo, conozco tantas historias, pero qué podría salir mal, se ve que es hombre bueno. 

 

Santi 

No puedo soportar tanta torpeza, no puedo permitirme este tipo de descuidos. No debí aceptar su invitación. No siento la energía necesaria. Me desagrada. Quiero que desaparezca de mi vista. Es como un mueble que hay que tirar a la basura. Tendré que matarla, pero lo haré de la manera más simple. Solo estoy seguro de que no quiero que aparezca nunca más en mi horizonte. 

 

Qué era lo más importante, se preguntaba. ¿Tener la casa limpia?  ¿Música?, ¿cuál sería la adecuada?, o mejor el silencio. Una copa de vino, eso sí.  O algo más fuerte, pero qué pensaría. Serían amigos, le invitaría solo un café, charlarían como se decía antes, de cualquier cosa, de cine, de libros, cualquier tema. O le preguntaría sobre su familia, o mejor no. Nada personal. Tantas inseguridades y tantos terrores en tan pequeño espacio. La ilusión estaba. El deseo, siempre.  Ella no podía decidir si terminaba de arreglar su casa o de arreglar su ropa, o su cabello, o si debía o no ponerse maquillaje.  

 

La mujer sola 

Qué estaba yo pensando. Estoy a punto de cometer una estupidez y todo por qué. Si parezco una colegiala enamorada. ¿Qué no me doy cuenta?, ¿qué no estoy viendo esta imagen de vieja ridícula? Esta loca en el espejo a punto de cometer un error que no me dejará vivir en paz. Y todo por qué, todo porque no me puedo controlar. Debería tener conciencia de mi aspecto lamentable. Todo es un error. Es como si estuvieras drogada. Entiéndelo, Remedios. No puedes permitírtelo. 

No lo voy a recibir, es más, me iré de aquí, y él ya no podrá decepcionarse de tanta amargura, de tantos años de soledad. Cómo se me pudo ocurrir semejante encuentro. Qué me pasa. No sabría qué hacer con él, me puedo morir de la vergüenza. No puedo permitir que me vea tan vieja, tan jodida.  Yo no sé por qué me dijo que sí. No aceptó sino por lástima. No me quedaré. Voy a salir. Buscaré refugio en un café, en un bar, mejor aún, en un hotel. Desaparezco unos días y que se quede esperando y se canse y me odie. Ya no iré más al parque, ya no. 

 

Los sucesos pueden desarrollarse a partir de una inesperada decisión, las configuraciones se ven de pronto modificadas por mínimos actos que representan grandes y sorprendentes cambios. 

 

 

 

Agente 2 

Femenino como de setenta. Fue encontrada en la calle, cerca de su casa. El homicidio parece haber sido cometido con un arma de fuego. Se trata probablemente de un asalto. La víctima fue encontrada con una bolsa y zapatos se presumen nuevos. No se encontró dinero ni tarjetas. No se encontraron joyas ni objetos de valor. No parece haberse resistido. Su cuerpo ha sido ya trasladado al ministerio en espera de que un familiar pueda corroborar su identidad.  

 

El hombrecito acudió a la cita y esperó afuera del edificio. En esta ocasión no sentía rabia sino algo semejante al desprecio. No le molestó que no le abriera la puerta. Después de esperar un tiempo razonable, de alguna manera supo que había sido absuelto de una misión que ya no estaba seguro de querer cumplir. Ya estaba arrepentido antes de llegar a la cita. La próxima vez, en el parque, ya no tendría motivos para ser amable, y ella, avergonzada, seguramente se alejaría. Todo estaba muy bien. Todo el caos había encontrado finalmente el orden.  

 

Santi 

Una mujer tirada en la calle. Me acercaría a ver el cuerpo, pero por esta ocasión debo pensar en que la vida quiere que esté en paz. Tanta rabia se ha disipado. Siento que he sido liberado. Estoy en paz. 

 

 

Nadie reclamó el cuerpo de esa mujer que no tenía en su elegante bolsa documentos ni dinero. Una víctima más, ya se sabe, ni siquiera una estadística. Su departamento limpísimo quedó en silencio, a la espera de la luz y de la noche. 

 

Santi 

Tenía yo razón. Tranquilo y estable. Puedo pasar el tiempo sin que nada ni nadie me moleste. Me dedico a mi cuerpo. Soy mi cuerpo y mi respiración. Nada puede perturbarme, ni siquiera tanto grito y gesto desesperado.  

No puedo creer ese ir y venir de mujeres que buscan a uno de sus numerosos hijos. No entiendo por qué de repente me miran. 

Y la furia dirigida al evidente enemigo, al que siempre estuvo ahí, sentado, al lado de los inocentes.  

El primer sospechoso es el que está más a la mano. Declarado culpable, sin más, de la desaparición de Juan Luis, un muchachito de ocho que repentinamente fue echado de menos por su madre, por el grupo de mujeres, por las repentinas ménades que lo señalaban, al pervertido, a ese extraño hombre del columpio que era sin duda un criminal y debía ser castigado. 

 

 

 

VI 

 

Santi, tiempo después 

Ni tanto, ni tan para cómo. Llevo ya tantos meses aquí. No estoy aquí por los delitos cometidos, sino por un malentendido, por un crimen ajeno. Me hundí. De repente estoy sentado en la tapa de un inodoro, repentinamente fui a dar al fondo del excusado, charco lechoso gris, negruzco. Todo por un menor, todo por haber sido culpable innegable ante la mirada de los demás, ante los ojos de esas mujeres que decidieron arruinarme la vida. Así, sin más. Nadie lo dudó. Los policías y los jueces y los medios llevaron a cabo la orquestación del sumario juicio. Me culparon y me condenaron. Mi crimen, ya se sabe, estar en el lugar equivocado, todos, todos los días. Un hombre mayor en un columpio. Era cuestión de tiempo que alguien se sintiera molesto por semejante aberración. 

Soy culpable, sí, pero nunca sabrán de qué realmente. Me dan ganas de declarar, de mostrar al mundo con detalle la excelencia de mis crímenes reales, la notable ejecución de cada asesinato. Podría demostrar mis habilidades, tan alejadas de un crimen vulgar, tan distante de un rapto, violación y muerte de un menor. Cómo se atreven.  Yo tendría que mostrarle a la gente todo mi infinito desprecio. No haré nada, esa es la verdad. No demostraré nada. Me quedaré aquí, debo aceptar los hechos como son. Acepto sin más estar confinado en esta celda con la cálida presencia de mis dieciséis compañeros. Dieciséis compañeros en una celda de doce metros cuadrados. Tristes personajes sin gracia que piensan con total sinceridad que soy un hombre inocente más, víctima de la cruel injusticia humana. 

Dieciséis cadáveres juntos, pobres figuras maltrechas que representan, cómo no, una posibilidad, una fantasía.  

Es extraño, pero estoy tranquilo y mis pesadillas han disminuido. Mis compañeros son ahora mis amigables obsesiones.  

Puedo disfrutar el acto antes de hacerlo. Soy un artista. No tengo que llevar a cabo el acto, basta con imaginarlo. Tantos cuerpos hacinados delicadamente cortados con un fino bisturí, la sangre cuidadosamente vertida en recipientes limpísimos, nadie nunca sabría nada. Tanto placer, lo sé, tan solo para mí. 

 

Santi sueña 

Vuelo, una vez más es mi vuelo de albatros en este cielo metálico, azul cobalto. Nadie me detiene. Albatros, alba atroz me digo. Cada vez que puedo clavo como palillos en la gelatina mi odio. Voy en ascenso, mi vuelo traspasa las nubes, el frío me estremece y me hace fuerte. La ciudad quedó atrás, mi vuelo es de sueño. Es un sueño.  Es mi sueño. En alguna azotea tengo que aterrizar, por alguna ventana de un alto edificio puedo estrellarme, pero nunca me pasa nada.  

Sueño. Vuelo. 

 

* 



DR Benjamín Gavarre Silva