Ir al contenido principal

Entradas

Las Ménades. Julio Cortázar.

Las ménades Julio Cortázar Alcanzándome un programa impreso en papel crema, Don Pérez me condujo a mi platea. Fila nueve, ligeramente hacia la derecha: el perfecto equilibrio acústico. Conozco bien el teatro Corona y sé que tiene caprichos de mujer histérica. A mis amigos les aconsejo que no acepten jamás fila trece, porque hay una especie de pozo de aire donde no entra la música; ni tampoco el lado izquierdo de las tertulias, porque al igual que en el Teatro Comunale de Florencia, algunos instrumentos dan la impresión de apartarse de la orquesta, flotar en el aire, y es así como una flauta puede ponerse a sonar a tres metros de uno mientras el resto continúa correctamente en la escena, lo cual será pintoresco pero muy poco agradable. Le eché una mirada al programa. Tendríamos El sueño de una noche de verano, Don Juan, El mar y la Quinta sinfonía. No pude menos de reírme al pensar en el Maestro. Una vez más el viejo ...

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS Lewis Carroll

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS Lewis Carroll Alicia en el País de las Maravillas E N LA MADRIGUERA DEL CONEJO Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. «¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diá- logos?», se preguntaba Alicia. Así pues, estaba pensando (y pensar le costaba cierto esfuerzo, porque el calor del día la había dejado soñolienta y atontada) si el placer de tejer una guir- nalda de margaritas la compensaría del trabajo de le- vantarse y coger las mar- garitas, cuando de pronto saltó cerca de ella un Cone- jo Blanco de ojos rosados. No había nada muy ex- traordinario en esto, ni tampoco le pareció a Alicia muy extraño oír que el co- nejo se decía a sí mismo: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!» (Cuando pensó en ello después, de- cidió que, desde lu...