miércoles, 27 de julio de 2022

Un amor tal desesperación, obra de Benjamín Gavarre.

  

 




Un amor tal desesperación,

obra de  Benjamín Gavarre.

 

 

Personajes: 

 
Fernanda: psicoanalista, 45 años. 

Jorge: “compositor”, 29. 

Héctor: profesor de filosofía, 36. 
Helena: traductora, 29. 
El Psicoanalista: personaje funcional. 
 
La obra se desarrolla en una ciudad mediana o grande, en diferentes espacios y en diferentes tiempos donde podamos representar a dos parejas de una clase más o menos profesional, más o menos ilustrada.  
 
 

Departamento de Fernanda. 
Cantina casera. 

 
Héctor está cerca de Jorge, en un extremo, y, en el otro lado, Helena y Fernanda. Todos brindan y sonríen. 

 
JORGE. ― Las mujeres... ¿Tú las entiendes? 

 

HÉCTOR. ― Me esfuerzo por entender a Helena. 

 

JORGE. ― No, yo no. Digo, yo ni lo intento... Entender a Fernanda. 

 
HÉCTOR. ― (Apura su copa y dice…) Me gustaría otro en las rocas. 

 
 
***  
 

 
FERNANDA. ― Así que ginecóloga. 

 

HELENA. ― Me siento más en confianza que con un ginecólogo, pero no creas, se pasa de... impertinente. Me dijo: —"¿Se llama Héctor tu esposo?, ¡qué gracioso! Yo le contesté: ―"No es mi esposo y no le veo ninguna gracia". Y me respondió muy seria: ―"No, es que me acordé de un novio que tuve". 

 

 FERNANDA. ― Jorge quería que tuviéramos una mascota, un perro, ¿te imaginas?... Pero no estuve de acuerdo: eso de cuidar de algo, de alguien... Ni pensarlo. 

 
 
 
*** 
 

 
JORGE. ― Desde que me acuerdo estuve ligado a las mujeres. Han dominado mi vida.  
(Abre una caja de metal y saca lo necesario para forjar un cigarro de mariguana). Entonces qué, quién quiere. 

 
HÉCTOR. ― Yo siempre. 

 
JORGE. ― Yo tampoco... Ja, ja. 

 
 
*** 

 
 
FERNANDA. ― Jorge... tampoco es muy sexual. 

 

HELENA. ― Pues si me pides mi opinión... 

 

FERNANDA. ― Te coqueteó. Siempre lo hace, con cualquiera. Lo hace como travesura, para molestarme. Por fortuna solamente es eso: coqueteo. Nada serio. A veces tiene aventuras, también sin importancia. Yo me doy cuenta. 

 
HELENA. ― ¿Por qué dices que no es sexual? 

 
FERNANDA. ― Oh, no conmigo. 

 
 
*** 
 

 
JORGE. ― “Yo no puedo tenerte ni dejarte...”. 

 

HÉCTOR. ― “Ni sé por qué al dejarte o al tenerte” ... 

 
JORGE. ― “Se encuentra un no sé qué para quererte” ... 

 
HÉCTOR. ― “Y muchos sí sé qué para olvidarte” ... 

 
JORGE. ― Salud, maestro... ¿Cómo sigue? 

 
HÉCTOR. ― Cálmate... no me pidas tanto. 

 
 
 
*** 

 
 
HELENA. ― Es un abusivo; no sabes cómo me trata. A veces... a su lado, me siento como si yo estuviera sola. 

 
FERNANDA. ― Héctor sabe que te tiene segura, por eso se aprovecha. Tú debes entender que una situación se tolera hasta que ya no tiene sentido seguir soportándola. 

 
 
 
*** 
 

 
JORGE. ― ¿Dinero?... con que haya: siempre llega, siempre se va. ¿Qué más?... Las mejores drogas, los mejores viajes; por lo menos un libro que me entusiasme, una película que no sea una pendejada... Y discúlpame pero te faltó lo más importante de la vida. 

 
HÉCTOR. ― ¿Qué? 

 
JORGE. ― Mu-je-res: muchas, variadas, ¡DISPUESTAS! ¡Por qué las mujeres siempre "se hacen del rogar"? Los hombres somos más fáciles. 

 
HÉCTOR. ― Lo dirás por experiencia. 
 

 
 
*** 
 

 
HELENA. ― Me esfuerzo por entenderlo, y solamente consigo su indiferencia. 

 
FERNANDA. ― ¿A ti te gusta que te humillen? 

 
HELENA. ― ¡Claro que no! 

 
FERNANDA. ― ¿Por qué sigues con Héctor? 

 
HELENA. ― Porque... ¿A ti te quiere Jorge? 

 
FERNANDA. ― Me adora. 

 
HELENA. ― ¿Qué? Pero si piensas que te engaña. 

 
FERNANDA. ― No me engaña: son simples travesuras, una especie de revancha infantil. En cambio tú, con Héctor, mantienes una relación sadomasoquista. 

 
 
*** 

 
 
JORGE. ― Pues a ella no le importa mantenerme, y a mí tampoco, ella gana bastante  
bien, como psicoanalista. No se mete, me refiero, no en un plan profesional. 

 
HÉCTOR. ― Comprendo, no te analiza. 

 
JORGE. ― Casi no. 

 
HÉCTOR. ― ¿Casi? 

 
JORGE. ― Dice que soy un caso típico del "síndrome de Peter Pan", siempre seré un irresponsable, un inmaduro, me niego a ser un adulto. Luego, que soy un caso típico del "síndrome de don Juan", que detrás de tanta mujer, inconscientemente, yo trato de resolver un conflicto homosexual. 

 
HÉCTOR. ― Yo pienso lo mismo. 

 
JORGE. ― ¡Qué pasó! 

 

  
*** 
 

 
HELENA. ― Jamás me ha golpeado. 

 
FERNANDA. ― Pero te utiliza. Le das mucho y en el fondo quieres que desprecie tu  
esfuerzo y te mire desde sus alturas como un Dios que se digna tenerte cerca. 

 
 
*** 
 

 
JORGE. ― Entonces qué... tú piensas de veras que estoy reprimiendo una homosexualidad inconsciente y latente. 

 
HÉCTOR. ― Oye, cálmate. Estaba bromeando. 

 

 
*** 

 
 
HELENA. ― Y si te dijera que en el fondo Héctor se menosprecia... Una basura, me lo ha confesado. 

 
FERNANDA. ― Eso hace el caso aún más interesante. (A los demás) ¿Ya quieren cenar? 
 
 

 
Cena. 

 

 
 
JORGE. ― (a Héctor) Oye, maestro. Quita esa cara y come algo... (Héctor no dice nada y se queda absorto frente a una botella de whisky casi vacía). Es alta cocina. La encargó Fernanda a un restaurante italiano. 

 
 
Pausa 

 
 
FERNANDA. ― (A Helena) Qué misterioso tu marido, Helena. ¿Se pone así a menudo? 

 
HELENA. —  No es mi marido. Y sí, a veces se pone así. Prefiere beber y pensar, a comer. 

 
FERNANDA. ― ¡Qué tal!... ¿Y en qué tanto piensas?: ¿tienes alguna teoría sobre la condición humana? 

 
HÉCTOR. ― Más o menos. Me preguntaba si el hombre es un animal de costumbres. 

 
FERNANDA. ― ¿Y a qué conclusión llegaste? 

 
HÉCTOR. ― Creo... que para no perder la costumbre, el hombre se comporta como un animal. 

 
FERNANDA. ― Hablarás por ti. 

 
 
Pausa 

 
 
JORGE. ― ¿Quieren que les diga un adelanto del blues que pienso componer? Ya tengo la letra. 

 
FERNANDA. ― No, por favor. Ya me la sé casi de memoria. 

 
JORGE. ― Bueno, si tú ya la conoces... Deja que otros disfruten, ¿no crees? 

 
FERNANDA. ― Ya conozco la letra, Jorgito; desde hace dos años. ¿Cuándo le vas a poner música? 
 
 
Sobremesa. 
Fernanda y Héctor se quedan en una “sobremesa incomoda”, mientras Helena y Jorge “recogen todo” y van a la cocina "a lavar los trastos". 

 
 
FERNANDA. ― (Inicia una conversación incomoda) ¿Y qué dice la Filosofía? ¿Sigues dando clases? 

 
HÉCTOR. ― Son dos preguntas diferentes. Sí, sigo dando clases. En cuanto a La  
Filosofía... ¿De veras te interesa? 

 
FERNANDA. ― No. 

 
HÉCTOR. ― Qué alivio. Puedo hablarte sobre la filosofía de un alcohólico. 

 
FERNANDA. ― Tampoco me interesa, gracias. 

 
HÉCTOR. ― De nada... ¿Fumas? 

 
FERNANDA. ― No antes de dormir. (Pausa). ¿Sabes?, eres muy afortunado en tener  
una pareja como Helena; ella es una gran persona. 

 
HÉCTOR. ― Lo es. (Pausa). Ojalá tuviera alguna idea de qué hacer con su vida (Toma un trago más de whisky). 

 
FERNANDA. ― (Irónica) Al menos tú sí sabes qué hacer con la tuya. 

 
HÉCTOR. ― A veces. 
 
 
*** 
 

 
LUZ IRREAL. Todo “sucede” sólo en la mente de Héctor. 
Héctor se levanta y revisa a Fernanda de arriba a abajo. 
 
 
FERNANDA. ― ¿Qué haces? 

 
HÉCTOR. ― Nada importante: miro tus piernas. Son bastante aceptables... Y sí,  
tienes un culo magnífico. Muy buenas nalgas, sí. 

 
FERNANDA. ― ¡Qué tal! 

 
HÉCTOR. ― Me pareces una pretenciosa y una estúpida, pero tus nalgas no están  
nada mal. (Se aproxima a la cara de Fernanda) ¿Me das un beso? 

 
FERNANDA. ― (Le da una bofetada) ¡Eres un imbécil!... ¡Jorge! ¡Helena! 

 
 
Entran Jorge y Helena 

 
 
FERNANDA. ― ¿Saben lo que opina este cretino de mis piernas? 

 
JORGE. ― Que son hermosas por supuesto. Yo lo sé, que lo sepa el mundo. 

 
FERNANDA. ― Dijo además que le gustaban mis nalgas. 

 
JORGE. ― ¿Eso dijo? 

 
FERNANDA. ― ...y que le gustaría acostarse conmigo aquí mismo, sin importar que tú o Helena estuvieran presentes. ¿Qué van a hacer al respecto? 

 
JORGE. ― No sé, Fernanda. Héctor es mi mejor amigo. 

 
HELENA. ― Y es mi pareja. 

 
 
Brevísimo Oscuro, luego, la situación y la iluminación regresan "a la normalidad"  
 

Helena y Jorge están en la cocina, y, Héctor y Fernanda están en la cantina realizando, al principio de la siguiente escena, exactamente las mismas primeras acciones de la situación anterior. 

 
 
HÉCTOR. ― ¿Fumas? 

 
FERNANDA. ― No antes de dormir. (Pausa). Sabes, eres muy afortunado en tener una  
pareja como Helena; ella es una gran persona. 

 
HÉCTOR. ― Lo es. (Pausa). Ojalá tuviera alguna idea de qué hacer con su vida (Toma un trago más de whisky). 

 
FERNANDA. ― (Irónica) Tú sabes qué hacer con la tuya. 

 
HÉCTOR. ― A veces.  

 
 
Pausa larga. Héctor se queda ensimismado, mirando su copa, luego de un instante, se ríe "sin motivo aparente". 
 
FERNANDA. ― Cuéntame el chiste. 

 
HÉCTOR. ― Me imaginé que tú... Que yo... No lo entenderías. 

 
FERNANDA. ― Oh... debe ser profundo. 

 
HÉCTOR. ― ¿Sí? No lo creo. 

 
FERNANDA. ― No lo es. 

 
HÉCTOR. ― Me lo imaginé. 

 

 
Jorge entra y se sienta, muy serio, a la mesa. 

 

 
FERNANDA. ― Héctor me estuvo hablando sobre asuntos graves. Muy profundos. 

 
HÉCTOR. ― No. Fernanda es la que estuvo muy lúcida. 

 
Jorge no dice nada. Simplemente se sirve un trago, se lo toma rápidamente, se levanta y regresa a la cocina. 
 
 

Consultorio de psicoanalista 
El Psicoanalista, primero a solas. 
Las escenas con el psicoanalista no son ‘realistas’.  

 
 
PSICOANALISTA. ― (Puede usar media máscara blanca, neutra. Lee un resumen de “sus notas”.) A Helena, aunque no lo reconozca, le gusta mucho el sexo. Héctor prefiere masturbarse a realizar un coito común. 

 
 
*** 
 

 
Héctor y Helena bajo un cenital, alejados a unos metros del psicoanalista 

 
 
HELENA. ― Estoy harta de tener que pedírtelo. 

 

HÉCTOR. ― Yo no entiendo por qué le das tanta importancia al sexo. ¿Es tan necesario para ti? 

 
HELENA. ― ¿Para ti no? 

 
HÉCTOR. ― Es tan importante como sonarse la nariz. Hay que hacerlo cuando es necesario.  

 

 

Héctor con el psicoanalista. 

 
 
HÉCTOR. ― Me gusta recordar las cosas que hacía cuando vivía solo. Bebía todo el ron, todo el tequila barato que deseara sin que nadie me dijera nada. Me fumaba el último cigarro de la última cajetilla y no tenía remordimiento alguno cuando bajaba a comprar otra. Luego, seguía fumando y bebiendo, bebiendo y fumando. Me metía a la cama y no extrañaba a nadie. 

 
PSICOANALISTA. ― ¿Le gustaba esa vida? ¿Le gustaba estar completamente solo? 

 

HÉCTOR. ―  Sí. 

 
PSICOANALISTA. ― ¿Le gustaría estar otra vez solo, sin Helena, sin nadie.  

 

HÉCTOR. ― Me encantaría. Pero, ¿cómo le digo a mi mujer que ya no la soporto? 
 
 

Helena y Jorge 
Están solos y se besan. En cierto momento, Jorge le besa el cuello. 

 
 
HELENA. ― (Se separa por un segundo de Jorge para reclamarle) No me dejes marcas. En el cuello no. 

 
JORGE. ― ¿En el cuello no? De acuerdo (Le abre la camisa y empieza a besar sus senos). 

 
HELENA. ― ¿Qué no entiendes!... ¿No puedes besarme de otra forma? Más suave, Jorge. 

 
JORGE. ― Entiendo que no quieres que te deje marcas en el cuello 

HELENA. ― Ya te dije. Lo que haces tú no es besar. Además, no quiero que Héctor se dé cuenta. 

 
JORGE. ― ¿Y cómo? ¿No me dijiste que ya no lo hacen? Yo te voy a quitar las ganas. (Se abre el pantalón). 

 
HELENA. ― ¡Qué no! ¿Por qué esa obsesión? 

 
JORGE. ― (Se abrocha los pantalones y se va a tomar un trago) Como quieras. Yo lo hacía por ti. 

 
HELENA. ― No necesito tu compasión. 

 
JORGE. ― Tú fuiste la que me llamaste. 

 
HELENA. ― Para que tomáramos un café. 

 
JORGE. ― (Irónico) ¿Para que platicáramos? 

 

HELENA. ― Yo soy una mujer más... convencional.  

 

JORGE. ― Está bien. Sé de lo que hablas. 

 

HELENA. ― Ya te veo venir. 

 
JORGE. ― Todavía no. 

 
HELENA. ― Qué dices. 

 
JORGE. ― Ven. Yo te explico. 

 
HELENA. ― No lo creo... (Pausa) Bueno, pero sé gentil. 

 
JORGE. ― Te lo juro. 

 
HELENA. ― Creo que me voy a arrepentir. 

 
JORGE. ― No. 

 
HELENA. ― Sí. 

 

 

Oscuro. 
 
 

Recámara. 
Fernanda, sola en un principio, se arregla el pelo frente al espejo. 
 
 
FERNANDA. — ¿Una mujer de mediana edad? ¿Y qué será eso? Una mala traducción, del inglés supongo, para decir: una mujer madura. Ni muy joven, ni demasiado... entrada en años; como yo, exactamente como yo. (Pausa) Pues para mi edad no estoy tan mal. (Pausa) Pero qué digo, estoy increíblemente bien. De acuerdo: bastante bien. (Pausa) Jorge se comporta a veces como un niño. ¿Y yo? En todo caso soy la perfecta estúpida que siempre le cumple sus caprichos. Qué horror, ¡como si fuera su madre! (Pausa) ¡Qué bajo he caído! 

 
 
*** 

 
 
Entra Jorge y va a tumbarse en un sillón a leer el periódico. Fernanda lo voltea a ver, le sonríe, le coquetea, pero él apenas levanta la vista para regresar inmediatamente a su lectura. Ella regresa al espejo. 

 
 
FERNANDA. —  Me siento como si fuera tu madre. 

 
JORGE. —  Cállate. 

 
FERNANDA. —  Ya ni siquiera hacemos el amor como antes; ya ni siquiera hacemos el amor. 

 
JORGE. — ¿No? ¿Y cómo le llamas a lo de anoche? 

 
FERNANDA. —  Fue un excelente masaje, Jorge, gracias. 

 
JORGE. —  No me presiones, Fernanda, ¡estoy harto! 

 
FERNANDA. — ¿El señor está harto? Al señor le hablan sus amantes a mi propia casa, hace citas con ellas casi en mis narices, pasa las tardes con ellas. Llega muy noche, cansadísimo, y me dice que no lo presione. Por lo menos podrías disculparte. 

 
JORGE. — ¿Estás conmigo, no? Eso debería bastarte. 

 
FERNANDA. —  Eres un imbécil. 

 
JORGE. ― No soy un imbécil y tú deberías sentirte agradecida. 

 
FERNANDA. ― Agradecido tú. ¡Sin mí te mueres! ¡Aléjate! 

 
JORGE. ― ¿Entonces me voy? ¿Eso quieres? 
 
 
Consultorio de psicoanalista. 
Helena y el psicoanalista. 

 
HELENA. —  Y no me quejo. Lo quiero, pero no estoy satisfecha. 

 
PSICOANALISTA. ― (Escribe)… “No se queja y no está satisfecha”. 

 

HELENA. —  Él está siempre ausente, aunque esté conmigo. De noche se aferra a mí como si en ello se le fuera la vida. Esos son los mejores momentos, si es que son buenos. Me abraza…y luego... 

 
PSICOANALISTA. ― ¿Luego? 

 
HELENA. —  En la intimidad... 

 
PSICOANALISTA. ― En el sexo. 

 
HELENA. —  Pues no hay tal. O cuando hay... es muy raro. Casi siempre... Él acaba... a solas… y se duerme. Por eso he buscado a otros hombres.  

 
PSICOANALISTA. ― ¿A otros? ¿No solamente a Jorge? 

 
HELENA. —  De los otros… ni siquiera me acuerdo de sus nombres. 

 
PSICOANALISTA. ― Pero de Jorge sí. 

 

HELENA. —  No soy una mujer fácil. 

 
PSICOANALISTA. ― Ya veo.  

 

HELENA. ―Yo sigo enamorada de Héctor. 

 
PSICOANALISTA. ― Pero siente algo por Jorge. 

 
HELENA. —  Me gusta, pero no entiendo por qué no podemos hacerlo de una manera normal. 

 
PSICOANALISTA. ― ¿Normal? 

 

HELENA. —  Como lo hacen todos, como lo hace usted, supongo. 

 

PSICOANALISTA. ― ¿Por qué se relaciona con hombres como Héctor y Jorge? 

 
HELENA. —  No lo sé... Jorge es igual con su mujer. No tienen sexo, no de manera normal. Él solamente le da masajes, no tienen sexo.  Ella dice que Jorge es un homosexual en potencia. ¿Usted qué opina? 

 

 

Casa de Fernanda. 
Cantina 

Los cuatro amigos están en una más de sus reuniones
 
JORGE. ― Estaba en un salón de clases. Era mi primaria pero también era la universidad. Yo le estaba dando un masaje a mi maestra, encima de su escritorio. 

 
HÉCTOR. ― ¿Solamente le dabas masaje? 

 
JORGE. ― Seguro. Era como esos que le doy a Fer. Cuando terminé, me dio unos billetes y me dijo: espero que un día me hagas lo mismo que a tus compañeritas. Yo me reía y me guardaba el dinero en los calzones. 

 
HÉCTOR. ― ¿Qué opinas, “Fer”? ¿Te identificas con alguno de los ‘personajes’ de su sueño? 

 
FERNANDA. ― Es claro que Jorge simboliza a su mujer interna a través de su maestra. 

 
JORGE. ― ¿Mi mujer interna? No digas pendejadas. 

 
FERNANDA. ― Mira, Jorge. El hombre que hay en ti... tendría que vencer al adolescente que insiste en hacer travesuras para liberarse de su detestada imagen materna, es decir tu maestra, es decir yo. 

 
JORGE. ― ¡Oooh! 

 
FERNANDA. ― Aunque te burles; el día en que puedas de verdad amarme será ése en el que no me necesites. 

 
JORGE. ― ¿Quién necesita a quién? 

 
HÉCTOR. ― Yo necesito otra copa. Se acabó el whisky, hermano. 

 
JORGE. ― Te lo acabaste. Ven, acompáñame por otra botella. 
 
 
*** 
 

 
Jorge y Héctor salen del escenario. 
 
FERNANDA. ― Qué par de idiotas. ¿Por qué tengo que solucionarle la vida a Jorge?  
¿Acaso yo pido que me la solucionen? Vamos a terminar de cenar. 

 
HELENA. ― Gracias, no. 

 
FERNANDA. ― ¿Te sientes mal? Te ves como apagada. 

 
HELENA. ― Más o menos. 

 

FERNANDA. ― (Aparte) Helena me aburre. 

 
HELENA. ― (Aparte) Necesito un abrazo. 

 

HELENA. ― (Aparte) Me duele la cabeza. 

 
 
*** 

 
 
Se enciende la luz del cenital y vemos al psicoanalista. 

 
 
PSICOANALISTA. ― (Continúa leyendo sus notas) Fernanda es un animal raro. Su relación con el mundo es distinta y distante. Con Helena tiene una actitud siempre de suficiencia. A Héctor lo menosprecia ya que ha notado sentimientos de hostilidad y de lujuria entremezclados. Para ella, Jorge es una obsesión. Le duele que la engañe, le duele que la manipule y se aproveche de su dinero. No sabe si lo quiere o lo tiene con la esperanza de que la quiera y reconozca lo que ha hecho por él. Eso sin embargo nunca va a suceder. Fernanda ha soportado mucho. Siempre ha sabido lo que quiere, pero Jorge es su mayor debilidad. 

 

 
Pausa 

 
 
El psicoanalista deambula por la escena pero sin relacionarse con los personajes. 

 
 
HELENA. ― Me duele la cabeza. 

 
FERNANDA. ― ¿Cómo? 

 
HELENA. ― Me siento mal. Desubicada. De un tiempo para acá, por las noches, me despierto con un dolor inexplicable, quizá en el estómago. No lo puedo identificar. 

 
FERNANDA. ― Se llama angustia. 

 
HELENA. ― (Se acerca a Fernanda, pero ella sigue comiendo). Fer, tú... Has llegado a ser una persona muy importante para mí. 

 
FERNANDA. ― (No se levanta) Gracias. 

 
HELENA. ― He llegado a quererte. Eres mi mejor amiga. 

 
FERNANDA. ― Tú también me simpatizas mucho.  

 
 
 
JORGE Y HÉCTOR. 
Están borrachos  

 
JORGE. ― ¡Ya llegamos! 

 
HÉCTOR. ― Ya se fueron. 

 
JORGE. ― Pero cómo. ¿No nos esperaron? ¡Si no nos tardamos!... (Grita) ¡Fernanda! 

 
FERNANDA. ― (Sale de su recámara en bata) ¿Ya llegaron? Se tardaron tres horas.  
Helena se sentía mal y tomó un taxi. 

 
HÉCTOR. ― Ella siempre se siente mal. 

 
JORGE. ― Vente, mi amor. Trajimos un excelente tequila. Vente a tomar un trago. 

 
FERNANDA. ― Gracias, no. Los dejo solitos. Nada más me dejan dormir. Es una orden  
(Se va a dormir). 

 
JORGE. ― Como quieras. (Se sirve un trago) Mejor. Así tenemos más para nosotros.  
Para nosotros dos. 

 

HÉCTOR. ― Ya cabrón. No te aproveches porque estoy borracho. 

 
JORGE. ― Como cuates. Tienes razón... (Pausa) Te veo muy seco, cabrón. ¿Te sirvo un trago? 

 
HÉCTOR. ― Claro. Ya me dio sed. 

 
JORGE. ― A mí también. 

 
 
*** 

 
 
LUZ IRREAL 
Lo siguiente sólo ocurre “en la mente” de Jorge. 
 
FERNANDA. ― (Se aparece de repente). Ya no puedo dormir. ¿Les importa si los acompaño? 

 
HÉCTOR. ― Para nada. Aquí, Jorge me estaba... invitando un trago. 

 
FERNANDA. ― ¿Sí? 

 
HÉCTOR. ― Quiere que nos vayamos a seguirla a un antro. Tú que piensas.  

 
FERNANDA. ― No cuenten conmigo. Vayan ustedes dos. Yo me quedo aquí y me tomo unas copas. 

 
JORGE. ― Eso me parece bien. Vamos a un antro. No te molesta, verdad.  

 
FERNANDA. ― No, para nada. 

 
HÉCTOR. ― Pero antes nos tomamos un trago. 

 

JORGE. ― Salud. Por la amistad. 

 
HÉCTOR. ― Por nuestra amistad. 

 
FERNANDA. ― Salud. 

 
 
 
 
*** 
 
 

 
Cambio de luz 
 
Fernanda se va a su recámara. La luz y la situación regresan a la representación patente. Héctor y Jorge repiten los últimos diálogos de la escena previa. 
 
JORGE. ― Como cuates. Te veo muy seco, cabrón. ¿Te sirvo un trago? 

 
HÉCTOR. ― Claro. Ya me dio sed. 

 
JORGE. ― A mí también. 

 
HÉCTOR. ― ¡Pues salud! 

 
JORGE. ― Salud. No te gustaría... Conozco un antro que está de poca. 

 
HÉCTOR. ― ¿Un antro? Me da huevita. ¿Qué no estás a gusto aquí? 

 
JORGE. ― Sí, cómo no. 
HÉCTOR. ― Además Fernanda ya se durmió... Y Helena no está. 

 
JORGE. ― Tienes razón. Yo creo que mejor me voy. 

 
HÉCTOR. ― Porque quieres. Yo aquí estoy muy a gusto. 

 
JORGE. ― Sale. Te cuidas. 

 
HÉCTOR. ― Ándale.  

 
 
 
Consultorio de psicoanalista 
El psicoanalista y Fernanda.  
 
 
FERNANDA. ― (Después de una larga pausa) ...Yo... 

 
PSICOANALISTA. ― Esa es una palabra característica en usted. Siempre es un ‘yo’. ¿Lo sabe? 

 
FERNANDA. ― Lo sé...  

 

PSICOANALISTA. ― ¿Cuándo fue la última vez que estuvo en análisis? 

 
FERNANDA. ― Estuve diez años en terapia, como se imaginará. Pero ahora...  

 
PSICOANALISTA. ― Se siente rebasada. 

 
FERNANDA. ― Más o menos. Las relaciones no se pueden romper de un día para otro. Hay muchas... 

 
PSICOANALISTA. ― ¿Se siente atada a Jorge? 

 
FERNANDA. ― No soy codependiente. ¿Usted piensa que sí? 

 

PSICOANALISTA. ― No es así como funciona, lo sabe.  

 

FERNANDA. ― Soy una mujer profundamente independiente, siempre lo he sido y sé perfectamente que mi destino es estar sola. Eso lo sé. 

 

PSICOANALISTA. ― Me da gusto que lo tenga tan claro. La felicito. 

 

FERNANDA. ― Lo tengo resuelto. (Se toca la cabeza) Solo es cuestión de tiempo. Ya usted se enterará. 

 

 

 

HELENA Y HÉCTOR 
Casa de ambos. 
 
HÉCTOR. ― ...Pero Jorge es nuestro amigo. 

 
HELENA. ― No me importa.  

 

HÉCTOR. ― Es sólo por unos días. No se puede quedar en la calle. 

 
HELENA. ― Tú lo conoces.  

 

HÉCTOR. ― Con mayor razón. Hay que apoyarlo. Se trata de Jorge. 

 
HELENA. ― Precisamente por eso. Él es muy...  

 

HÉCTOR. ― Qué. 

 
HELENA. ― No lo quiero aquí en la casa. Eso es todo. 

 
 
*** 

 
 
Jorge, quien ha estado escuchando la conversación sin ser notado, interviene. 
 
 
HÉCTOR. ― Te despertamos. 

 
JORGE. ― Sí. Creo que ya me voy. 

 
HELENA. ― Jorge. No puedes quedarte, lo siento. 

 
HÉCTOR. ― ¿Ya decidiste? 

 
JORGE. ― Les molestaría darme alojamiento por lo menos unos días. ¿Me puedo quedar esta noche al menos? ¿Qué piensan? 

 
HÉCTOR. ― Puedes quedarte. 

 
HELENA. ― (Alterada) ¿Qué?... ¡No puede!  

 

HÉCTOR. ― ¡No me grites! No tienes derecho a ponerte así. 

 
HELENA. ― ¡Y cómo quieres que me ponga!  

 

 

Pausa 

 

 
JORGE. ― ¿Y entonces? ¿Me puedo quedar?  

 
 

(Silencio

 

 
 

 
Meses después 
 
Casa de Fernanda 
 
Fernanda está en el bar de su casa. Limpia y arregla hasta el momento en que tocan el timbre. Sale a abrir la puerta. Entra Helena. 
 
FERNANDA. ― Pasa, siéntate. Lo siento mucho pero no hice nada de cenar. Al rato llega la pizza.  

 

HELENA. —  Gracias. 

 
FERNANDA. ― ¿Y qué me cuentas? No voy a decir que me da gusto, lo siento. Eso de traer hijos al mundo... ¿Es de Héctor el niño? 

 
HELENA. —  Tú siempre has sido muy sincera. 

 

FERNANDA. ― Bueno, qué importa si no sabes. ¿Extrañas a Héctor? 

 
HELENA. ―No puedes echar de menos lo que nunca tuviste. 

 
FERNANDA. ― Sé de lo que hablas.  

 

(Suena el timbre de la puerta. Fernanda feliz de no seguir con una conversación que no le agrada).  

 
HÉCTOR. ― O a lo mejor es Jorge. 

 
FERNANDA. ― ¿Qué?, ¡por qué! 

 
HELENA. —  Se enteró de que venía contigo. Tal vez venga con Héctor. 
 (Al ver la reacción de disgusto de Fernanda) ¿Te molesta? 

 
FERNANDA. ― Ya ves que no. ¿Me veo molesta? ¿Me veo preocupada? Gracias, Helena. 

 
 
Entran Jorge y Héctor 

 
 
JORGE. ― (Pausa) Hola, Fernanda. 

 
FERNANDA. ― (Siempre cerca de la puerta) Qué tal, Héctor. Discúlpame, Jorge...  
Pero... 

 
JORGE. ― ¿No quieres que me quede? 

 
FERNANDA. ― Yo no te invité. 

 
JORGE. ― Me invitó Helena. 

 
FERNANDA. ― ¿A mi casa?  

 
JORGE. ― Siempre fue tu casa. 

 
FERNANDA. ― Siempre ha sido mi casa. 

 
JORGE. ― Tienes razón. Será mejor que me vaya. Te cuidas, Fer. 

 
FERNANDA. ― No. Te cuidas tú. 

 
JORGE. ― Adiós, Helena. Nos hablamos.  

 
HÉCTOR. ― Nada de eso, Jorge. Vamos a tomar un trago. Fernanda invita. No te vas a ser grosera con los amigos. 

 

FERNANDA. ― Con los amigos de quién. 

 
HÉCTOR. ― ¿Tuyos? 

 
FERNANDA. ― Héctor. Yo decido quién entra o no a mi casa y en este caso ni tú ni tu amiguito son bienvenidos. 

 
JORGE. ― Ya la oíste, amigo. Fernanda es la dueña y vieja y rica señora de esta casa.  

 
FERNANDA. ― No estoy vieja, y sí, tengo el suficiente dinero como para haberte mantenido mucho tiempo. 

 
JORGE. ― Sí estás vieja y te estás volviendo una amargada. No sé cómo la soportas,  
Helena. Ella siempre me hablaba pestes de ti y ahora te usa como pañuelo de lágrimas. 

 
FERNANDA. ― Qué patético espécimen de hombre te has vuelto. Yo nunca hablé mal de Helena. ¿Y qué? ¿Ahora ustedes andan muy unidos? 

 
JORGE. ― Nos la pasamos haciendo apuestas. Junto con Helena, claro. 

 
HELENA. —  Jorge, por favor. 

 
FERNANDA. ― No me interesan tus acertijos. De verdad: no me importa lo que digas ni lo que hagas. 

 
JORGE. ― Tratamos de adivinar si el hijo que espera Helena es de Héctor, mío, de algún otro... Aunque Helena dice que ella lo va a cuidar sola, que no necesita de ningún padre... Pero nosotros, estamos intrigados. 

 
FERNANDA. ― Jorge, si me estás dando a entender que Helena puede estar esperando un hijo tuyo... Si quieres decirme, si quieres informarme, a destiempo, que entre tus múltiples aventuras, tuviste una con Helena... déjame decirte que no me importa. En efecto, el hijo que ella espera lo cuidará sola, si se le da la gana. A mí no me importa. Entiende únicamente que no eres bienvenido a mi casa. Ni tú, ni tú tampoco Héctor. Así que si nos disculpan... 

 
JORGE. ― Ya estuvo. Ya nos vamos. 

 
HELENA. ― Creo que yo también yo... Me voy. 

 
HÉCTOR. ― No, Fernanda... No estamos dispuestos a que nos corras de tu casa. Tú, en el fondo no eres una bruja amargada, estoy seguro. Mira. Invítanos un trago y… 

 
FERNANDA. ― (Estalla) ¡Qué no entienden! ¡No es posible que los esté echando de mi vida y no me hagan caso! Por qué no se largan de una vez y me dejan sola. A ninguno de ustedes le importa lo que yo sienta. Yo nunca te importé, Jorge. Siempre me lo  
dijiste, me lo hiciste sentir. Por qué me sigues buscando. Por qué de una maldita vez no te largas de mi vida, ¡por qué no me dejas en paz! ¡Largo, váyanse todos de aquí!  

 
Fernanda rompe en llanto 

 

 
Pausa  

 

 
JORGE. ― (Se le acerca y la trata de tocar, pero Fernanda lo rechaza violentamente)  
No hagas esto. Sabes que nunca he soportado las lágrimas... Y menos las tuyas.  

 
FERNANDA. ― ¿Puedes dejar de ser estúpido? 

 
JORGE. ― Lo siento pero... soy un estúpido que todavía te quiere... como yo lo entiendo... a mi manera, pero todavía te... quiero. No me alejes. No así. 

 
FERNANDA. ― Bonita forma de quererme. 

 
JORGE. ― Es la única que tengo. Ya sabes.  

 
Se dan un fuerte abrazo. Héctor y Helena se mantienen emocionados a cierta distancia. 
 
HELENA. ― Qué les parece si nos tomamos una copa...  

 
JORGE. ― Helena... Tú no puedes beber...  

 

HELENA. ― No lo haré.  

 

FERNANDA. ― Pero y entonces qué... vamos a brindar o no... ¡Por nosotros! 

 
HELENA. ― ¡Y por mi hijo! 
 
HÉCTOR. ― ¡Me parece bien! 

 
FERNANDA. ― ¡Pues brindemos! Porque estamos aquí... juntos. 

 
JORGE. ― Eso, sí... Muy juntos. Pero... Fernanda... ¿Vas a matar a tus invitados de hambre? 

 
FERNANDA. ― ¡Es cierto, ya debería haber llegado la pizza! (Suena el timbre de la puerta, los cuatro personajes miran expectantes). Jorge, sé bueno conmigo y ve a abrir la puerta. 

 
JORGE. ― ¿Como antes, Fer?  

 
FERNANDA. ― Qué quieres que te diga. Sí, como antes, Jorge. Como antes. (Se miran con cariño. Héctor y Helena hacen un gesto de complicidad). 

 
 
 Jorge abre la puerta. Entra el psicoanalista y se quita la máscara. 
 
Las dos parejas lo miran con un gesto de enorme incredulidad. 
 
 
Fin 
 

 

 

 

 

 

Un adolescente. Monólogo, de Benjamín Gavarre.

  









Un adolescente 

 

Monólogo, 

 

de Benjamín Gavarre 

 

 

Sala de estar y comedor en un espacio clase media. 

 

Nene. — (Voz de Nene que imita a su papá) ¡Y no puedes salir a la calle y Sanseacabó! Sanseacabó, sanseacabó. Tú y tus frases del siglo antepasado. (Lo vuelve a imitar) “Pues será la Luna, pero no puedes salir y sanseacabó”. (Nene, furioso, llega a la sala y da vueltas en círculos) ...Sansanseacabó, será la Luna, será, será... Esto es una Kermés. No puedo estar en mi cuarto porque mi papi me tiene castigado y sí, estoy castigado, porque siempre yo estoy del lado de mi madre, y mi papá se peleó una vez más con mi mami, con mi madre, pero yo regresé, o me regresaron. Todo porque me gustó una niña, sí, una chica, una mujer de color... una mujer negra, ¿me explico? 

 

Mi papá se la pasa discutiendo con mi madre, cuando ella está en la casa. Ahorita no está. La corrió mi papá. Le dio un puñetazo en la cara, y pues salimos disparados los dos, hace ya unos dos meses, mi madre y yo, yo y mi madre, salimos disparados, a casa de mi tía... que no es mi tía, pero eso no importa. 

 

Ellos siempre se golpean, se reconcilian, se golpean, se reconcilian, mis papás, cuando están juntos. Ahorita no están juntos, mi papá la corrió, o mi mamá se fue, dice que ahora sí va en serio, ella, mi mamá, pero a mí me regresaron y estoy castigado, ese es el pedo, que estoy castigado y sin poder salir, ya tengo dos semanas, ¿ya dije eso?... Sin poder salir. ¡Dos semanas! Puta madre, mi vida es un asco. 

 

Y aquí las paredes son de papel. Y todo se oye, se oye cuando se pelean y se oye cuando se reconcilian. Prefiero cuando mi papá le casi rompía la cabeza a mi mamá a botellazos. Al menos pasaba algo, al menos mi papá salía disparado, pero él dice que ésta es su casa... y por eso regresaba luegoluego, y pues mi mamá y yo éramos, y somos, siempre, los que salimos disparados a casa de mi tía, que no es mi tía, es decir a casa de mi tía que vive con mi tío, que no es mi tío. 

 

Cuando están juntos, mis papás, no me queda más que oírlos casi matarse y luego escuchar cómo se reconcilian. Y yo les grito (Grita) ¡Estoy tratando de dormir!!!! ¡Qué no saben que las paredes son de tablaroca!!!??? ¿Qué no saben que son como de papel, de papel de china???? Y les digo: qué no saben que tienen un hijo cuasiadolescente sensible y al que no le gustan los gritos de cuando se golpeeaaaan? Y mucho menos a este simpático y sexy adolescente le gusta escuchar cuando hacen sus pequeñísimos ruiditos cuando se reconciiiiilian? Y les vuelvo a decir: “¿Me oyen, me oyeeeen, claro y fuuerteeee? Porque si no es así soy capaz de gritar máaas fuerte, a ver si ahora síi me escuuuuuchan”.... (Nene, imita la voz del papá) ...Ya cállate, nenito, o te vuelvo a dar una buena sopapiza!!! (Nene vuelve a ser Nene) Así grita mi papá. Así habla él... cuando habla, cuando grita. 

 

Ahorita el pobre está solo, y mi mami no está, mi madre. Si mi papá no dice ‘sopapiza’ no es feliz. A mí sí que no me gustaría que me diera otra sopapiza. La última sopapiza que “me propinó”, como él dice, casi me deja muerto. Me mandaron con cuatro costillas rotas y el ojo reventado a casa de mi tía, la que no es mi tía, y a casa de mi... ya se sabe.  A estas alturas les deberían de dar una medalla a mis “tíos”, porque sirven de hospital, de refugio de mujeres golpeadas, y sirvieron, tiempo atrás, de Casa Cuna, Orfanato. Casa de refugiados políticos, no por nosotros, es decir no por mi mamá, y yo, sino que le dieron asilo a unos venezolanos o dominicanos, o republicanos... no eso no. Eran como negritos, como con el pelo chino, si hasta las pestañas las tenían chinas y supongo que todo lo tenían chino. A mí me gusta la hija que es como de mi edad… y la traté de espiar ahora que estaba con mi tía, y ahí está, sigue de refugiada, creo, y yo estaba ahí, pues de refugiado de la violencia familiar ejercida por mi padre. Y ella es negra como el carbón y yo nada más le veía las nalgas y quería ver si las nalgas las tenía tan bonitas como se le veían con ropa, y la traté de espiar para por lo menos verla en calzones y tenía ganas de que por Dios santísimo se quitara los calzones, pero cuando la trataba de espiar que me descubre mi tía. Y bueno, se armó grande con la que sí es mi mamá porque me pidió que me fuera y yo tuve que pedirle asilo a mi papá que a pesar de que me había golpeado, y a mi mamá también la había golpeado, mucho, con el puño cerrado, el maldito bastardo… Y por eso estoy aquí, de regreso, y pues a pesar de todo me dio permiso de volverme a quedar aquí... en mi casa, castigado, eso ya tiene dos semanas. Sin poder salir. 

 

Se escucha el sonido de un avión 

 

Nene. — (Habla casi a gritos, acostumbrado no hace referencia los muchos aviones que pasan por su casa) ¡Y bueno, yo ojalá estuviera a gusto aquí, sin poder salir, porque mi papá me ha prohibido “terminantemente salir ni siquiera a la esquina”. Así dice él, mientras yo me vuelvo loco, absolutamente loco, doy vueltas en círculos y me veo en ese espejo que está en esa pared y despacito, me encuentro con el espejo que está en esa ooootra pared, y sigo dando vueltas y ahora me voy a ir en el otro sentido y ojalá por lo menos tuviera un puto celular para no ponerme tan loco, pero es el caso que mi querido padre me quitó el cel porque esa clase de “aparatejos los engendró el demonio”. 

 

Se vuelve a escuchar un sonido de avión 

 

Nene. — (Se sienta en un sofá, grita y se tapa la cara) Chaise, chaise, chaiseeeee... Yo no sé por qué me gusta decir chaise. Me gusta más decir chaise que chale... Y eso que no soy alemán... Chaise... Chaise... Chale... No, no me sabe. Changos.... Puta madre... mi vida es un asco. Mierda, chaise, mi vida apesta. 

 

Y no, no es que mi papi sea un retrograda que esté en contra de la modernidad y todo eso. No, no es de esos que encierran a sus hijos desde que nacen y los tienen como en un estado de pureza absoluta, no, no es que mi padre se sienta el vampiro psicópata que se coge a su hijos y cuando ya están grandecitos los empala y los ve dulcemente morir lentamente mientras se come una milanesa. No. Mi padre... Mi padre... con toda razón me ha puesto un castigo por haberle visto la cola a mi negrita, o por haber tratado de verle las nalgas a mi muchacha preciosa, negra, buenísima, y que además tiene mi edad. Qué más quiero. Pues quiero cogérmela, pero no me dejan. 

 

Suena un avión pero menos intensamente. Nene ve a lo lejos. 

 

Nene. — Mi papá no es un Ogro, no es Vlad el empalador... y no es un testigo de Jehová... Puta. Eso sí estaría jodido. Me dice que yo solo quiero el celular para masturbarme. No me lo dice así. ¿Cómo era?, ah sí: (Imita a su padre) “Yo pago las cuentas, eso deberías comprenderlo... y no voy a permitir que utilices ese adminículo del demonio para satisfacer tus bajas pasiones” ... Ja, ja, ja... Y así, así me lo topo con su cara de Testigo de Jehová, pero, no, no es testigo de Jehová. Gracias a Dios. Y sí, sí, sí, sí chingao, síiii, sí me la paso todo el día jalándomela. Todo el día y toda la noche jalándomela... en la sala, en la cocina, todo el día y toda la noche me la jalo, y bueno a veces en la mañana me la jalo en el baño, como todo chico normal. Y eso también le molesta, a mi papi. (Imita al padre) “Te tardas mucho, Nene, no sé qué atroces y pervertidas costumbres tendrás, porque no es normal tardarse tanto. “Qué vamos a hacer para que termines de una vez por todas con tus bajas pasiones”. (Vuelve a ser el Nene) Pues una cosa, papá sería... que me dejen coger con quien yo quiero. Pero no... Yo creo que aunque me dejaran coger en paz, me la seguiría jalando. Es más cómodo. Y no tengo que esperar a que nadie me diga si voy bien, o si más rápido o si les duele, o si tengo condón. Y además me gustan los baños en la tina. Aunque no me masturbara en la tina, me gusta tomar baños de tina. ¿Es eso un problema? ¿Afecto a la humanidad completa si tomo baños de tina? ¿El planeta se va a destruir si tomo baños de tina y además me masturbo de lo lindo? ¿Sí? ¿No? ¿Alguien tiene algún problema, alguien tiene algún problema, alguien, alguien'... ¿Alguien? Ejem. 

 

Pasa un avión 

 

Mi papá me dice que no me da el celular porque veo mucho porno. Y la verdad no me hace falta el porno. Yo mismo me paso mis propias películas en la mente. Tengo mucha imaginación, y me la puedo pasar cogiéndome a mi negrita, o a quien yo quiera, sin necesidad de que me pongan gente que ni conozco y que nada más dice Oh god, o god, o god. ¡Chaise!... ¿No tienen otra palabra?... Ah, sí, ¡fuck, fuck, fuck!!!!!... No, bueno... Lo malo es que cuando estoy viviendo intensamente mis fantasías.... Pues que topo con los alaridos de mi madre y las instrucciones de mi padre. Sí, qué pena, pero le da instrucciones a mi mamá. Le sorraja un puñetazo en plena cara, y, cuando se la coge, le da instrucciones. Es penoso. Y las paredes pues son de tablaroca... Chaise, puta madre. Mi vida es un asco. Y a veces más, y pues ya se sabe, cada vez que se reconcilian... Cogen. Y aunque no se reconcilien, cogen, aunque mi mami no quiera, y yo me doy cuenta de que ella ya se quiere dormir, pero él insiste y dale y dale y le da instrucciones, la pone de cabeza, la voltea, no sé qué tanto hacen, o sí sé, porque le da instrucciones... pero llega el momento en que la pone de malas y ella se va, mi madre se va, trata de escaparse de las ‘bajas pasiones’ de mi papá. Y luego, cuando ella se trata de escapar, él la detiene en la puerta: “De aquí no sales”, y, “yo no tengo ganas, entiende, Dagoberto”, y, “no me llames por mi nombre”, solamente me llamas por mi nombre cuando no me quieres nada, cuando me odias, y tú no puedes odiarme porque para eso soy tu marido y Bla, bla, bla, bla, bla, bla... Y silencio. Se oyen muebles que se arrastran, y tazas rotas, o vasos de vidrio que se estrellan en el piso, y a veces hasta espejos... y luego, silencio. Y luego pues ya se reconcilian, y se escuchan los jadeos y las instrucciones.... y los alaridos... de placer, ugh, Guácala. 

 

Silencio largo. 

 

Nene. — (Mira a las alturas como esperando el ruido del avión pero no pasa nada) Cuando era niño me contaba historias, sí. Mi papá a veces parece un Ogro, pero no es un psicópata. No es Vlad el empalador, y pues tampoco es menonita, ni tiene nada que ver con la secta de las últimas perras vengadoras, o eso. No, a veces es un buen tipo. A veces. 

 

Cuando era niño, cuando yo era niño pues me contaba cuentos, me leía cuentos, cuando me daba baños de tina, él era entonces el que me bañaba, en la tina, y me contaba cuentos, me leía cuentos. Yo creo que por eso me siguen gustando los baños de tina, pero ahora el que me cuento historias soy yo. Y pues sí, me tardo, me tardo cuando me doy baños de tina. 

 

Mi papá me enseñaba muchas cosas. Me llevaba a muchos lados. Tenía la “firme intención de que yo cultivara las bellas artes”. Así decía. Me llevó a tomar clases de pintura, de canto, de danza clásica... Y los idiomas. Yo no sé cómo no soy más nerd, porque me la pasé toda mi vida aprendiendo cosas y me gustaba imaginar historias y leer historias y representar historias... mi papá pensaba que yo iba a ser actor, o músico o cantante. Y pues ahorita no soy nada de eso. Tal vez después. Ahorita mi papá no me deja salir, no me deja estudiar. Desde que me escapé de la casa con mi mamá y luego regresé... pues no me permite hacer nada. Estoy permanentemente castigado hasta nuevo aviso. Pero si él fue el que le pegó a mi mamá... Sí, él fue el que le sorrajó el puño en plena cara. 

 

Se escucha un avión que pasa. 

 

Nene. — (Habla a gritos, por sonido del avión) Y lo único malo de estar encerrado, es que no sé qué va a ser de mí. No tengo contacto humano, mi vida es un asco, el único contacto que tengo es con un viejo casi sicópata que se la pasa hablándome raro y que se siente muy culpable de haber golpeado a la mujer a la que verdaderamente ama y con la que le gusta estar, pero a la que desgraciadamente le gusta golpear. Cuando mi mamá no hace lo que él quiere. 

 

Y bueno. También ella. Hay que decirlo. Y se va a decir. Ella siempre regresa. Ella siempre regresa y lo perdona. Y ella no es capaz de hacer nada por su cuenta. No puede buscarse un trabajo decente. No es posible que no se busque aunque sea un trabajo indecente. No, no eso no. Un trabajo indecente no. Es mi madre, o qué no. es mi madre o no es mi madre. 

 

Pues siempre regresa. Y no estudia, y no sabe hacer nada, y solo sabe cocinar, aunque cocina muy rico y hace unos cuadritos con los jitomates que solo ella sabe cortar. Y sabe cortar muy bien la zanahoria con un cuchillito muy chiquito y le salen muy bonitos sus cuadritos de zanahorias, y jitomates y papitas. Ella sabe hacer muchas cosas, pero no sabe ganar dinero. Podría... Yo creo, ganar dinero. Tomar clases... Leer... Hacer algo creativo... 

 

Se escucha un avión que pasa 

 

Yo podría hacer algo creativo: ¿coleccionar estampillas?... ¡Nel! ¿Escribir un diario?... ¡Qué me pasa! ¿Pintar mi cuarto?... Bueno.  Ponerme a cocinar... no, tampoco. Escuchar música, hablar con mis amigos... Ja, sí, cómo no. Con los veinticinco amigos que tengo y con los treinta y cinco con los que estoy peleado por dejarlos en visto.... Ahhh sí, síiii, síiiiiiii.... Me pongo muy intenso, pero qué puedo hacer. Me caga la gente que dice pendejadas, me caga la gente que nada más dice: ¿Qué pasó, amigui, qué haces?... Y pues no, no hago nada, ni ellos tampoco, pero me cagan y luego pues no les contesto, y se enojan... ¿Topas? Se malviajan, porque no me voy con ellos, porque no me gustan las aguas locas, porque no quemo y no me meto el perico y no me gusta nada de lo que dicen, quieren o hablan... Puta... No tengo a dónde ir, no tengo ningún interés en hacer nada, ni algo creativo, ni nada, ni tengo amigos, ni amigas, ni chava. Bueno, he cogido setenta y cuatro veces, las tengo anotadas y pues me he venido setenta y cuatro veces, con setenta y cuatro niñas, siempre termino afuera porque no vaya a ser, y termino afuera y uso condón... y eso les molestaaaaa. Están bien pendejas si quieren que termine adentro... Y no sé, pero no me las doy de galán, pero a mí siempre me dicen que sí, y a otros batos siempre les dicen que no. Siempre los batean a los muy pendejos, pero yo no sé si puedo decir que tengo suerte, pero me dicen sí, y siempre ellas son las que cogen conmigo y yo casi ni me tengo que esforzar porque hasta el chingado condón me ponen y hasta casi se vienen por mí, pero yo soy el que termino siempre primero y termino afuera. Y se enojan. Yo no sé por qué se enojan. Obvio, nunca las vuelvo a ver. Setenta y cuatro veces y todas han sido distintas, nada serio, y nunca más me vuelven a hablar, ni yo las busco, y pues lo bueno es que no me buscan, porque yo para qué las busco... Qué intenso. 

 

Queda un momento en silencio. 

 

Pasa otro Avión. 

Nene. — Lo malo de todo esto es que mi padre no me dijo cuando se me acababa el castigo. Ya van dos semanas. Y lo peor es que ni siquiera está mi mami. Mi madre. 

 

Por lo menos si tuviera mi cel. Pues ya por lo menos podría escuchar música, ver videos, entrar a ver las pendejadas que publican. Publicar mis propias pendejadas... Sacarme selfis, no, no por favor... con esta cara que debo tener... No, no quiero ni saber cómo me veo... (Se acerca a uno de los espejos que están en las paredes). Santo Niño de Atocha... Si tengo unas ojeras… Ya sé. Lo que necesito es meditar. Sacar mis demonios. Establecer mi equilibrio. Eso. Tengo que ajustar las fuerzas de mi naturaleza... Eso es. esta es la solución. 

 

Pasa un avión. 

 

Dice mi psiquiatra que lo que me hace falta es llegar a la madurez sexual... ¿Madurez sexual? Y eso qué significa. Madurez sexual mis huevos. Cómo voy a tener madurez sexual si tengo diecisiete años. Cómo voy a tener madurez sexual si tengo un papá que todavía me dice Nene, y tengo un papá que no me deja salir, y tengo un papá que corrió a mi mami de mi casa. A mi madre. 

 

Tengo que relajarme. Algún día el castigo acabará. Algún día. 

 

Lo único que puedo hacer es concentrarme, relajarme y mirar, pero sin ver... Eso es mirar, pero sin ver... Y qué es lo importante... Mirar pero sin ver, mirar, pero sin ver. 

 

Pasa un avión. 

 

Esa que miro, pero que no veo... esa que no veo, pero sí miro. Esa... es mi propia imagen... ese soy yo. Ese soy yo. Y parece que... sí, me gusta lo que veo. Todo va a salir bien, algún día, no será fácil. Saldré de aquí, podré salir y todo va a estar bien. Hay mucho qué hacer, mucho que trabajar, mucho por vivir.  Pero todo va a estar bien. Ya pronto voy a salir. Ya pronto. 

 

Todo va a salir bien. 

 

Muy, muy bien. 

 

 

 

Nene se queda con los ojos cerrados. Respira. 

 

Medita. 

 

 

 

Oscuro.