sábado, 3 de noviembre de 2018

LOS MOTIVOS DEL LOBO Sergio Magaña



LOS MOTIVOS DEL LOBO
Sergio Magaña


REPARTO
MARTIN GUOLFE (45 años.)
ELOISA DONOJU (35 años.)
SEÑORA MAUD (45 años.)
FORTALEZA (18 años.)
LUCERO (17 años.)
LIBERTAD (13 años.)
AZUL (9 años.)
GRUPO DE MUCHACHOS
TRABAJADORA SOCIAL
FOTÓGRAFO.


ESCENOGRAFÍA
(Casa grande, nada bonita, entre campestre y ciudadana. Sala más o menos amplia con muebles de diferentes estilos: sofá, un sillón, un librero mediano novelones antiguos sobreleídos, una mesa y, al lado, un anticuado tocadiscos. En el piso, a manera de alfombra, la piel de un gran oso con todo y cabezota. Debió haber sido un oso blanco. En uno de los muros se ve un rifle colgado.
La puerta principal de la sala y su ventana dan al patio, donde hay una pequeña troje con mazorcas de maíz. Es visible el gran zaguán de la casona.
Recámara: la cama es matrimonial, bien acolchada. Un buró al lado. Hay también una mecedora y tocadorespejo.
Covacha: Es un cuartito elevado, como en un segundo piso. Se sube a él por una escalinata rústica desde la sala. El cuartucho tiene un ventanillo que mira a los camellones de la gran ciudad.
En la covacha hay utensilios coloniales reconstruidos en algún mercado: una tosca mesita, cadenas, tenazas. Destaca un sillón de rígido respaldo con anillas en los brazos y garrote movible en la cogotera.
Los sitios señalados hasta aquí son áreas de acción. También el pasillo del teatro. También tres asientos de la primera fila de butacas.
Se debe sugerir que la casa entera está circundada por una alta barda de ladrillos renegridos de polvo.
Esta historia empieza al atardecer del 15 de Septiembre...
La sala se ilumina. Luz de tarde.
En la sala están Eloísa, Fortaleza, Libertad y Azul.
Eloísa, de pie junto al sofá, viste de novia, con un ramo de flores en las manos.
Fortaleza, de suéter y falda corta, da a Eloísa toques de maquillaje. Una antigua cámara fotográfica está en su tripié a cierta distancia del sofá.
Libertad, frente a la ventana, se peina sus largos cabellos de oro con una peineta de carey. Una blusa, sandalias y un pantalón de algodón. Azul, sentado en el suelo, tiene entre las piernas un tamborcillo multicolor. Azul da un golpe al tambor..)
Libertad: (Al niño.) ¡Cállate, castrado!
Fortaleza: (A Eloísa.) Humedézcase los labios, madre.
(Alguien toca en el portón de la casa. Ninguno en la sala se inmuta.)
Fortaleza: No oprima tanto las flores.
Libertad: (Al niño.) Con esta luz de tarde te ves amarillo. (Asombrada.) O será que es el sol de París en la plaza de la Greve.
Fortaleza: (A Libertad.) Mentiras. Todo lo que tú hablas son mentiras. Vivimos en la ciudad de México, país de América, cuyas tres cuartas partes pertenecen a América del Norte y el resto a América Central.
Libertad: (Burlona.) ¡Ah, está hablando la señorita de La Valiere! (Va hacia su hermana.) ¿Qué diablos quieres? (Reacciona con júbilo al mirar a su madre.) ¡Ay, qué bonita te ves, Eloísa!
Fortaleza: (Impidiendo a Libertad.) ¡No toques el velo! Además no le digas Eloísa. Es nuestra madre.
Libertad: ¿Y qué? Yo soy la hijastra. Soy una hija de cagada.
Fortaleza: Óigala, madre, qué lenguaje usa! (Señalando el librero.) Deja de leer esos novelones.
Libertad: ¡Tú también los lees!
Fortaleza: Azul no es ningún castrado. Esa palabra es muy fea, que no sabes lo que significa. Y eso de bastarda...
Libertad: (Burlona.) A ver, dímelo. ¿Qué significa?
Fortaleza: Bastarda es una hija artificial, anticonceptiva.
Libertad: (Riendo, da una nalgada a Fortaleza.) ¡Pobre Grissele!
Fortaleza: (Enojada.) ¡Ay! ¡Qué modales tienes! No pareces una señorita, pareces...
Eloísa: (Fastidiada.) ¡Niñas, niñas!
Fortaleza: (A Eloísa.) Pues tú nunca le corriges nada.
Eloísa: (Con resignación.) Siempre es lo mismo, todas las tardes.
Fortaleza: (A Eloísa.) ¡No se siente usted, madre, se va a ir el sol!
Libertad: ¿Y por qué le hablas de usted... y por qué le dices “madre”?
Fortaleza: A las madres se les debe hablar de usted.
Libertad: ¡Pendejadas! ¿Verdad que no, Eloísa? (A Fortaleza.) Tú también hablas como las novelas que lees: mucha lágrima y moco.
Fortaleza: (Reacomodando el velo de Eloísa.) ¡Pobres!
Libertad: (Aferrando a Fortaleza.) ¡Pobre de ti! Estoy inventando un nuevo tormento con la guitarra de Lucero. Tú serás la víctima y yo, el verdugo de San Ángel.
(Tocan de nuevo al portón.)
Azul: En la mañana también tocaron.
Eloísa: ¡Cállense ya, todos! Acaba la foto, hija.
(Fortaleza va hacia la cámara fotográfica con el magnesio preparado. Libertad y el niño se acomodan a los pies de Eloísa para salir en la foto.)
Fortaleza: ¡Ustedes fuera! Se supone que ella todavía es solterita.
(Libertad y Azul se alejan.)
(Fortaleza mete la cabeza dentro del trapo negro tras la cámara.)
Fortaleza: Sonría un poco, madre. Uno, dos y...
Azul: (Aporreando el tambor.) ¡Trees!
Fortaleza: (Desesperada tira el trapo al suelo.) ¡Así no se puede! ¡Cómo son! ¡Qué conducta tienen!
(Libertad abre los brazos en cruz y agacha la cabeza. Azul se arrodilla.)
Fortaleza: (Odiándolos.) ¡Miserables de Victor Hugo! (Eloísa deja el ramo de flores en el sofá. Empieza a quitarse el velo.)
Fortaleza: (A Eloísa.) ¿Qué sucede ahora, madre?
Eloísa: No quiero fotografías. Me quiero quitar todo esto.
Fortaleza: Entiéndame usted. No tenemos ningún retrato de la boda. Un día se muere usted y... qué hacemos.
Libertad: (Al niño.) Tú tienes la culpa. Te voy a llevar al cuarto de los tormentos.
Fortaleza: ¡Llévatelo! ¡Ojalá lo mates!
Azul: (Alegre.) Nunca me mata. (A Libertad.) Eres tonta.
Libertad: Eso crees. (Se inclina al niño fingiendo risa de bruja maldita.). ¿Te acuerdas del Duque de Borgoña? Pues te dejaré encerrado hasta que la luna te muerda.
AZUL. (Riendo.) No muerde. No tiene dientes.
Eloísa: (A Libertad.) ¡Déjalo en paz!
(Eloísa se ha sentado. El niño corre a cobijarse en el regazo de su madre.)
Eloísa: (Al niño.) Lo dijiste muy bien. La luna no tiene dientes.
Libertad: ¿No? (Sarcástica.) Que se lo pregunten a la señorita de La Valiere. (A Fortaleza que está tensa.) ¡Díselo! (A Eloísa y señalando a Fortaleza.) ¿Quieres que te enseñe los calzones de ella?
Eloísa: (Severa, a Libertad.) ¿Cómo sabes todo eso, Libertad?
Libertad: Lo lee en su diario. (Hace como que escribe en una libreta.) “... cuando sangro por debajo me duele mucho”. Dice mi padre que es por la luna.
Eloísa: Todas las mujeres sangramos.
Libertad: (Asombrada.) ¿Todas? ¡Pues carajo! ¿Y los hombres?
Eloísa: Eres muy lépera, Libertad. De aquí en adelante vas a tener cuidado de cómo hablas.
Libertad: (Perpleja.) ¿También tú me criticas? ¿Pues cómo quieres que hable?
Azul: (Risueño.) Mejor no hables.
(Eloísa se acerca a Fortaleza que está molesta y cohibida.)
Eloísa: No te preocupes, hija. Es natural que...
Fortaleza: (Abochornada.) ¡Ay, no hablemos de eso!
Eloísa: Pero tienes que ser más discreta.
Fortaleza: (Explotando.) Nadie puede ser discreto en esta casa. Metidos aquí día y noche, mirándonos ir y venir...
Eloísa: Ya está bien, hija.
Fortaleza: ¡Qué va a estar bien! ¿Cómo va a estar bien cuando una no puede tener ninguna intimidad? Dése usted cuenta de que aquí no se pueden ocultar las cosas. Todos pensamos en voz alta y no sentimos ningún rubor.
(Azul suelta un pedo.)
Libertad: Te estás ventoseando, niño. ¿Quieres cagar?
Fortaleza: (Empujando a Libertad para irse.) ¡Quítate, me chocas!
(Libertad sujeta de un brazo a Fortaleza.)
Libertad: ¿Qué diablos te pasa?
Fortaleza: ¡Descarada, sucia!
Eloísa: ¡No vayan a empezar! Azul, deja esos discos. No me gusta que discutían. (A Libertad.) ¡Suéltala!
Libertad: Muy bien, pero quiero que le preguntes por qué últimamente se está portando tan rara. Si es de noche no me deja leer libros.
Fortaleza: ¡Eran las tres de la mañana!
Libertad: Has cambiado, Fortaleza. ¡No quieres que yo hable! (A Eloísa.) No quiere que yo me queje y no me deja encender la luz para matar las pulgas. ¿Oíste los gritos de anoche? Ella escondió la bacinica y me obligó a ir al baño desnuda, encuerada.
Eloísa: Recoge esa cámara, Fortaleza.
Libertad: (De la música.) ¡Ay, esa música sí es bonita! (A su madre.) Poder hablar, gritar, rascarme y rechinar los dientes cuando me dé la gana.
(Ha ido oscureciendo.)
Eloísa: Ha de ser muy tarde. (Encendiendo la luz eléctrica.) Hay que preparar la cena.
Libertad: (Eufórica.) ¡Eso es! ¡Que empiece la noche! ¡Es noche de cumpleaños, Fortaleza!
Fortaleza: (Alegre.) ¡La noche del cumpleaños de mi hermano Lucero!
(Fortaleza hace reverencias graciosas.)
Azul: Yo puedo echar maromas.
Fortaleza: Pues échalas. ¡Pase, pase caballero! ¿Trajo usted vino?
(Libertad toma un palo de escoba y lo enarbola. Eloísa contempla a sus hijos en acción.)
Libertad: ¡Fausta la diabólica es una malvada, pero el caballero de Pardaillán está enamorado de ella. Toda la noche se acostaron juntos porque se estaba quemando el Castillo del Santo Ángel!
Eloísa: ¡Cómo están creciendo, hijos! ¡Cómo están creciendo! Ven acá, Azul. Ven, te digo. (Levanta al niño para mirarle la cara.) Déjame verte. No me sorprendería nada que ya tuvieras bigotes.
(Libertad le quita al niño. Ambos corren fuera de la sala hacia el patio.)
Eloísa: ¿A dónde van?
Libertad: (Su voz desde el patio.) ¡Mira al cielo, niño! La luna va a salir y la estoy viendo roja como naranja panzona. Quítate los zapatos. Ahora la danza guerrera. ¡Acú!
(Eloísa se asoma al patio por la ventana de la sala.)
Eloísa: ¡No se quiten los zapatos, la tierra está fría, les hará daño a la garganta!
(Eloísa y Fortaleza permanecen un momento en la ventana. No ven a Lucero que entra por la puerta de la sala y, con todo y regalos, se cuela por la puerta del comedor. De las calles llega el ruido de cornetas armando barullo. En el patio golpes y risas de Libertad y Azul. Eloísa cierra la ventana. Quita el disco que aún gira. Se hace el silencio. Fortaleza termina de empacar la cámara. Eloísa, pensativa, mira su velo de novia.)
Fortaleza: Vamos, madre, ¿qué pasa?
Eloísa: (Estremeciéndose.) ¿Cómo? (Se recobra.) Ah, sí... Estaba pensando. ¿Cuántos días son diecisiete años, hija?
Fortaleza: La edad de mi hermano Lucero.
Eloísa:Eso es, tu hermano Lucero! ¿Cómo es que puede salirse, por dónde? No te hagas la tonta. ¿Qué pasará si tu padre llega y no lo encuentra? Es la primera vez que sucede esto en diecisiete años.
Fortaleza: Pues algún día tenía qué suceder.
Eloísa: Mejor te callas, Fortaleza.
Fortaleza: ¿Por qué? Yo quería que cediera. Y usted... Usted también.
Eloísa: Ya no amas a tu padre.
Fortaleza: Sí, lo quiero. Pero mi hermano está cumpliendo años. (Se dirige a la ventana de la sala.) ¡Diecisiete años! (Abre la ventana.) El mundo debe de estar lleno de muchachos que juegan y hablan.
Libertad: (Su voz desde el patio.) ¡No te orines allí, Azul!
Fortaleza: (Cierra de prisa la ventana.) Me choca Libertad. Siempre está contenta, gritando.
Eloísa: (Entendiendo.) Hija...
Fortaleza: ¿Sabe una cosa, madre? Me gustan las noches, el silencio. La casa se llena de ruidos. Oigo los pasos de la gente en la calle, las voces... ¡Hasta platican! Y me gusta el ruido de los automóviles, y me sé de memoria la hora exacta en que pasan los aeroplanos.
(Eloísa abraza tiernamente a Fortaleza. Fortaleza se desprende de Eloísa.)
Fortaleza: Si mi hermano no lo hace, lo hubiera hecho yo.
Eloísa: ¡Estás loca!
Fortaleza: Usted sabe, además, que no es la primera vez que mi hermano se escapa. (Toma una de las manos de Eloísa con esperanza de ser contradicha.) Porque... va a decírselo, ¿verdad?
(Tras de mirar a su hija, Eloísa niega lentamente con la cabeza. Entonces Fortaleza abraza a su madre con alegría.)
Fortaleza: ¿De veras no? ¡Ay, se lo agradecemos mucho!
Eloísa: ¿Tú?
Libertad y Azul: (Al unísono jugando en el patio.) ¡Nosotros los prisioneros!
(Fortaleza arquea los brazos como quien danza.)
Fortaleza: ¡En el fondo estamos enteramente contentas de que nuestro hermano haya violado el reglamento!.
(Tocan otra vez al portón del patio. Libertad y Azul atisban hacia la calle por una rendija del portón. En la sala:)
Eloísa: (Sobresaltada.) ¡Lucero! ¿Será él?
Fortaleza: (Rotunda.) No. No sale por la puerta.
Eloísa: (Agitándose.) ¿Será entonces tu padre? ¿Habrá olvidado las llaves?
(Lucero entra del comedor cargando los paquetitos de regalos y la guitarra que luego pondrá en la mesa de la sala.)
Fortaleza: (Alegre desde su lugar.) ¡Lucero!
Eloísa: (Severa.) Me tenías preocupada. Vas a darme razones de porqué te saliste.
Lucero: Tengo diecisiete razones. También regalos para todos. Salí a comprarlos.
Eloísa: (Fingiendo asombro.) ¿Saliste?
Lucero: (Realmente asombrado.) ¿Y ese vestido?
(Vuelve a oírse el toquido.)
Lucero: Están tocando.
Eloísa: Deja esos paquetes, Fortaleza.
(Vuelve a oírse el toquido. Lo escuchan intrigados. En el patio: Libertad y Azul junto al portón.)
Libertad: ¿Quién es? (Oyendo con la oreja pegada al madero.) No sé, señora. Está cerrado, mire... (Acciona el picaporte, la puerta cede. Libertad se espanta y cierra violentamente.) Espérese aquí, señora.
(Regresa a la sala Azul corre por un banquillo hacia el fondo del patio. En la sala.)
Libertad: (Entra exaltada.) ¡Mamá! ¡Es una vecina! Te quiere entregar algo. Hablé con ella... (Maravillada.) ¡Me entendió!
Fortaleza: (También nerviosa.) ¿Por qué no iba a entenderte? Todas las personas hablan como nosotros. Son como nosotros. ¿Verdad, Lucero?
Libertad: No me creas tan tonta. Azul y yo también conocemos a la gente. Por las rendijas de la puerta hemos visto muchas personas... Pero esta señora me habló... ¡Hablé con ella!
Fortaleza: (Alegre.) ¿Y qué te dijo?
Eloísa: Cállate, Fortaleza. (A Libertad.) ¿Para qué le contestaste? Martín nos ha dicho que si alguien toca no respondamos. No lo hemos hecho en diecisiete años.
Libertad: Es que... la puerta está abierta. Está abierta. Jalé el picaporte y se abrió.
Eloísa: ¡Fue él! Será la segunda vez en diecisiete años que Martín olvida echar la Llave... (Se mira a sí misma, sonríe.) Y no estoy embarazada.
Fortaleza: ¿De qué se ríe, madre?
Eloísa: De lo que dije. (Se oprime las manos. Se humedece los labios.). Faltaban tres días para que naciera Azul, Azul del Nuevo Cielo, cuando Martín se despidió en la puerta. Yo fui quien le abrió... pero él dejó la llave. La olvidó, y me la guardé aquí, en la cintura. Durante media hora la estuve apretando con las dos manos. Caminé por el patio y me dolía. ¡Claro que me dolía! Ya estaba hecho el muro. Ustedes me veían pasear apretándome el vientre... Era aquí, en la cintura. Martín regresó inquieto. Colocó sus manos en mis hombros y me miró. Pobre Martín. No sé cómo pude verlo sin echarme a llorar. Le devolví la llave en silencio y él no dijo nada... Ese día hice torrejas.
Fortaleza: (Después de una pausa.) ¡Pues yo, en vez de torrejas, me hubiera mandado hacer una copia de la llave!
Eloísa: Bueno, hija, yo sólo hice torrejas.
(En el patio. Azul ha vuelto al portón. Se trepa en el banquillo y jala el picaporte. Se baja del banco. La señora Maud se asoma. Azul corre despavorido hacia la sala. En la sala. Azul entra precipitadamente asustado.)
Eloísa: (Al niño.) ¿Qué tienes, qué te pasa? (Fortaleza se desplaza hacia la ventana, atisbando, sin abrirla.)
Fortaleza: La vecina viene para acá, madre.
Eloísa: (Vivamente.) No, eso no. ¡Eso sí que no! Corre y atájala. Hijo. ¡Te estoy hablando, Lucero! (El muchacho está tenso, mirando por la ventana.) Entonces iré yo.
Fortaleza: (Atajándola.) Déjela que entre. Son diecisiete años. (Eloísa duda.) Diecisiete años... ¡Acuérdese!.
(Tocan la puerta de la sala.)
Lucero: (Angustiado.) No la dejen entrar.
Fortaleza: ¿Por qué no?
Libertad: Déjala entrar, mamacita. No le tenemos miedo. Azul y yo la vimos por la rendija. ¿A dónde vas?
Eloísa: A cambiarme. No la voy a recibir así. As¡ no. Abre esa puerta, Lucero.
Lucero: Pero mamá...
Eloísa: Abre, te digo. Voy a cambiarme.
(Eloísa sale hacia el cuarto vestidor. Libertad hace sonar un disco. Azul junto a ella. Lucero trata de irse.)
Fortaleza: Dijo que tú abrieras.
Sra. Maud: (Empujando la puerta.) Buenas tardes.
(Al entrar la Sra. Maud, Lucero se vuelve de espaldas como quien evita una visión. Azul se esconde tras Fortaleza y Libertad camina hacia atrás buscando el apoyo de sus hermanos.)
Sra. Maud: Dije buenas tardes... ¿Puedo pasar?
(Los muchachos están mudos de emoción, mirando en aquella señora una persona igual a ellos que masca algo en la boca. Un poco rubia, gorda, pintada de la cara y de unos cuarenta y cinco años. Lleva un abrigo corto de paño ligero, medias transparentes y un bolso de ante negro. Fortaleza lanza una risita y se ruboriza.)
Sra. Maud: (Con amable extrañeza.) ¿De qué se ríen?
Libertad: (Tras una vacilación.) De las ligas.
Sra. Maud: (Se ríe.) Ay, no son ligas, es un chicle. ¿Quieren uno? (Abre su bolso y les alarga unas tabletas que los jóvenes no se deciden a tomar.) Es chicle, es bueno. Se masca.
(Fortaleza se decide y las toma.)
Sra. Maud: Bonita música... muy vieja... (Habla ahora sin mirara los muchachitos.) ¡Conque aquí viven ustedes!
(Lucero sigue de espaldas. Fortaleza, Libertad y Azul observan con intensa curiosidad los movimientos de la Sra. Maud.)
Sra. Maud: (Volviéndose.) ¿Qué les pasa? (Ellas se estremecen.) Me miran con unos ojos... Bueno, es natural... creo que debo presentarme.
(Con la mano extendida la Sra. Maud da un paso hacia Libertad. Ésta da uno atrás como por instinto.)
Libertad: (Atropelladamente.) Este... hoy es el cumpleaños de mi hermano Lucero. Ése es mi hermano Lucero, el que está de espaldas... (Afirmándose.) El que está de espaldas es mi hermano Lucero.
Sra. Maud: (Asombrada.) ¿Lucero?
Libertad: Y éste se llama Azul.
Sra. Maud: (Mirando al niño.) ¡Un niño azul! Es bonito. No se parece mucho al señor Guolfe.
Fortaleza: (Moviéndose hacia la Sra. Maud.) ¿Conoce usted a mi padre?
Sra. Maud: Lo he visto algunas veces. Parece siempre muy hosco él.
Lucero: (Dándose la vuelta.) Mi padre es un buen hombre, señora... señora.
Sra. Maud: Señora Maud. Magdalena Valencia, quiero decir.
Libertad: ¿Ha vivido en París?
Sra. Maud: (Desconcertada.) ¿Qué?
Libertad: Yo nací en Flandes.
(Azul levanta las faldas de la Maud.)
Sra. Maud: ¿Qué tientas, criatura?
Azul: ¿También tú orinas?
Fortaleza: ¡Azul!
Sra. Maud: Lo entiendo. (Buscando a alguien más.) ¿Están solos? (Con suspicacia.) ¡No estará enferma la señora Guolfe!
Libertad: (Agresiva.) Mi mamá nunca ha estado enferma. Al contrario, es muy fuerte. Una vez la encadenamos todo un día abajo de la lluvia. Y se puso muy contenta.
Fortaleza: No le crea nada. Es una fantasiosa.
Sra. Maud: Usted debe de ser Fortaleza.
Libertad: ¿Cómo demonios lo sabe?
(La Sra. Maud, entrampada, mira a Lucero.)
Sra. Maud: Este... ¿Pues no lleva su nombre bordado en el cuello del vestido?
Libertad: ¡Pardiez, pardiez! ¡Qué ojos tiene! Vente conmigo, Azul, a que te ponga los zapatos.
(Libertad y Azul van hacia el pasillo, Fortaleza se acerca a la Sra. Maud. Ésta se adelanta a observar la casa. En el pasillo ante la huerta que da a la escalera, Azul se resiste.)
Libertad: No seas terco, niño. Ya la viste bastante. No es más que una señora.
(Los dos desaparecen por la escalera.)
Sra. Maud: No es la casa que uno pudiera esperar, aunque...
Libertad: (Su voz.) ¡Te voy a romper los dientes y el hocico!
Fortaleza: (A la Maud.) La hicimos entre mis padres, mi hermano Lucero y yo. Poco a poco. ¿Le gusta?
Sra. Maud: Tanto como gustarme... (Va a pisar el tapete de oso, y exclama:) ¡Ay, qué feo animal! (Ve las escopetas colgadas en la pared, abajo de dos grandes retratos con marcos ovalados.) También esto es raro, aunque se explica.
Fortaleza: ¿Qué era lo que venía a entregarnos?
Sra. Maud: Espérese, déjeme curiosear. Usted comprende, en el vecindario se dicen tantas cosas acerca de ustedes. Y algo sabemos, no crea, a pesar de la barda ésa del patio. Oímos a veces los gritos de ustedes, pobrecitos.
(Lucero le da un ligero empujón a Fortaleza.)
Sra. Maud: ¿Se va usted, señorita?
(Sale Fortaleza rumbo a su habitación.)
(Quedan solos Lucero y Maud.)
Sra. Maud: (Por decir algo.) Se está haciendo noche, ¿verdad?
Lucero: (Tras una pausa.) Hizo mal en venir, señora. ¿Por qué entró?
Sra. Maud: Bueno, quedamos en que yo lo haría, José.
Lucero: (Alejándose unos pasos.) Aquí no, señora.
Sra. Maud: De todos modos ya estoy aquí y eso a pesar de tus mentiras.
Lucero: Señora, por favor, la pueden oír.
Sra. Maud: Está bien. (Cambiando el tono y acercándose.) ¿Por qué no me esperaste? Subí a ponerme el abrigo y cuando bajé te hablas ido. ¡Qué capricho! Yo quería acompañarte a comprar los regalos. (Lucero asiente.)
Lucero: (Sonriendo a medias.) Quería escogerlos yo.
Sra. Maud: Y los compraste precisamente en las tiendas de la esquina. donde todo es malo. ¿Por qué lo hiciste?
Lucero: Quería comprarlos yo.
Sra. Maud: Muchacho, óyeme. No has querido venirte a vivir conmigo porque le tienes miedo a tu padre. Está bien. No te voy a forzar. Pobrecito... ¡Cómo te habrá hecho sufrir ese monstruo que encadena a tu madre bajo la lluvia... !
Lucero: (Separándose.) No es cierto, señora; mi papá no es un monstruo. Nos quiere.
Sra. Maud: (Sin oírlo.) ¡Mira qué casa! ¡Qué adornos! (Reniega con la cabeza.) ¡El muy cínico! S¡, tú no me has dicho casi nada, pero yo adivino. No voy a permitir que te sigan haciendo daño... ¡No lo voy a permitir!
Lucero: (Angustiado.) No hable tan alto. (Resintiendo el mimo de la Maud.) Aquí no, señora... (Desfalleciendo.) Aquí no...
Sra. Maud: (Acariciándolo.) Ya verás luego cuando yo te compre cosas: un traje moderno... Pasaremos juntos muchas noches como las que hemos tenido. Eres todo un hombrecito, ¿eh? (Apretando los dientes.) ¡Tan chamaco!
Lucero: (En gran apuro.) Me va a comprometer, señora.
Sra. Maud: (Oronda y sonriendo.) Tonto. Abrázame.
(Lucero la abraza. Le soba los riñones. Ella se queja feliz.)
Sra. Maud: ¡Ay, eso es, eso es!
Lucero: (Exaltado con voz ahogada.) ¿Puedo verla esta noche?
Sra. Maud: (Asintiendo.) Ajá.
Lucero: Bueno, ahora váyase... se pueden dar cuenta... Váyase. Mi papá no debe encontrarla aquí...
Sra. Maud: (Gozosa.) Tonto. También te puedo comprar aquella motocicleta...
(Lucero la besa con avidez, casi mordiéndola. Desde un lugar del pasillo los mira Fortaleza. La joven está de pie, iluminada por el último rayo del sol que se cuela por la ventana del comedor. El resto de la casa en sombra. Se oyen los tacones de Eloísa que se acerca. Al oír sus pisadas Lucero y la Maud se separan.)
Lucero: (A la Maud, en voz baja y enérgica.). Ahora váyase, váyase... (Entra Eloísa.)
Eloísa: (En penumbra. a la Maud.) Buenas tardes, señora. (A Lucero.) ¿Por qué no le han ofrecido asiento? (A la Maud.) Estos niños. usted comprenderá. Voy a encender la luz; la noche se nos ha echado encima. (Eloísa enciende la luz de la sala. Sonríe levemente mientras observa a la Maud.) Y también los años. se nota…
(La Maud contempla por su cuenta a Eloísa, quien lleva un vestido de ceremonia gris y plata. Se ve más erguida. Trae puestas sus joyas de familia. Aderezo de brillantes y zapatos de raso blanco. Sugiere una aparición radiante. La Maud la mira con azoro, sin dejar de mascar chicle.)
Eloísa: (A la Maud.) ¿Conque usted es vecina nuestra? No, no me explique. De cualquier modo es un placer. (Le señala un asiento.) Tenga la bondad... ¿No quiere beber algo?
Sra. Maud: (Se quita el abrigo, que deja en el respaldo del sofá, y se sienta.) ¿Usted bebe?
Eloísa: (Sonriendo.) Agua, por supuesto. A veces limonada. Pero como hoy es el cumpleaños de mi hijo, ha comprado mi esposo un par de botellas de buen vino. Voy a darle una copa. (Va hacia la cómoda.) Es un poco fuerte, pero una copa no se sube a la cabeza.
Sra. Maud: (Con buen humor.) Entonces no me la dé.
Eloísa: (Se aproxima sonriendo. En una charolilla trae la botella y una copa vacía.) ¿De veras, no?
Sra. Maud: El licor es para que se suba; de otro modo no tiene chiste. (Se apodera, riendo de la copa.) Démela de todos modos.
Eloísa: (Sentándose con aplomo y entregando a su hijo los enseres.) Sirve tú, Lucero.
(Fortaleza se acerca tímidamente al grupo. Su vestido es diferente al que traía cuando llego la Maud.)
Sra. Maud: (A Eloísa, de Lucero.) ¿Su hijo mayor?
Eloísa: No, la mayor es Fortaleza. Véala, es toda una mujer de dieciocho. años. Libertad tiene catorce y Azul, nueve.
Sra. Maud: (Haciendo sus cálculos.) Entonces Lucero...
Eloísa: ¡Oh, Lucero es un niño todavía! Podría ser su hijo.
Sra. Maud: (Medio ofendida.) ¿Cómo así?
(Fortaleza ahoga una risa. Lucero sirve el vino. En el cuarto de arriba.)
Libertad: (A Azul.) Esa vieja señora Maud es una cortesana.
Azul: ¿Qué es una cortesana?
Libertad: Cortesana es una espía, una intrigante. (Descolgando un látigo y una cadena de la pared.) En cuanto la veas. toca el tambor.
(Se apaga la luz del cuarto de arriba. En la sala: la Maud tose levemente después de probar el licor.)
Sra. Maud: Debe ser el chicle. (Se saca el chicle de la boca y busca un sitio donde tirarlo, pero al ver una moneda en el piso vuelve el chicle a la boca y se inclina a recogerla. La examina con asombro.) ¡Una moneda de oro! ¿Cómo es posible? (La entrega a Eloísa.) Es oro, ¿verdad?
Eloísa: Sí, la presté al niño para que jugara. Debe de haber otras por allí. Fueron mis arras (Notando el asombro de la Maud.) Parece descuido, es cierto, pero...
Sra. Maud: Naturalmente. El dinero para ustedes no debe tener ningún significado. Afuera, en cambio, cuesta mucho ganarlo.
Eloísa: (En guardia.) ¿Afuera...? ¿Afuera de dónde?
Sra. Maud: (Rotunda.) En la vecindad se dicen cosas, Eloísa déjeme llamarla Eloísa. Parece que ustedes no han salido nunca de esta casa... o que no los dejan salir. El señor Guolfe entra y sale, descarga mercancías, las mete y cierra. No es que uno sea curioso.
Eloísa: (Volviéndose a Fortaleza.) ¿Dónde está Libertad?
Sra. Maud: Hágame caso, Eloísa. ¿Por qué nunca salen? Y sus hijos se pasan aquí la vida, leyendo libros antiguos, novelas de capa y espada.
Eloísa: ¿Cómo sabe usted que son novelas de capa y espada?
Lucero: (Interviene.) Se lo ha dicho Fortaleza, mamá.
Sra. Maud: Y aunque no me lo hubiera dicho. Estuve viendo ese librero: poesías de Rubén Darío... novelones de Alejandro Dumas... “Los Pardaillan”, “Monja y Casada, Virgen y Mártir” y... ¡Quevedo!... ¡Imagínese ..(Cambiando el tema.) Bueno, me llamo Magdalena Valencia; soy empleada federal. Vivo en el multifamiliar de enfrente y... ¡no sabe cómo le agradezco el haberme permitido entrar. No aguanto a los vecinos. Hay uno que se ha comprado unos gemelos para saber algo de ustedes, pero ¡esa barda no deja! Y empiezan los chismes, Eloísa. Se habla de cuartos oscuros, tormentos y calabozos. Si usted quisiera explicarme...
Eloísa: (Levantándose.) No tengo nada qué explicarle, señora Magdalena. Creo que cada quien vive en el mundo como mejor le place.
Sra. Maud: ¿Hasta encadenada debajo de la lluvia?
Eloísa: (Maravillada.) ¿Qué me está diciendo?
Sra. Maud: Algo muy claro. Le vine a hacer un favor. Ustedes no están solos. El hombre que maneja esto...
Eloísa: (Cortante.) El hombre que maneja esta casa es mi esposo, señora, y es el padre de mis hijos. Todos lo queremos y respetamos. No hay en esto ningún misterio.
Sra. Maud: (Levantándose.) El misterio es usted, Eloísa. ¿Cómo es posible que el miedo la obligue a olvidar que sus hijos están creciendo aquí¡, presos?... Contésteme, Eloísa. Yo sé que el señor Guolfe los mantiene encerrados con llave.
(Lucero va a contestar. Eloísa lo ataja.)
Eloísa: (A la Maud.) Voy a responderle. Usted misma se habrá convencido de que las cosas no son como se creía. Usted ha visto que las puertas de nuestra casa no están cerradas. De todos modos le agradecemos su preocupación y la visita. Fortaleza, acompaña a la señora Magdalena.
(Se oye un grito de Azul. Entra luego sonando el tambor. En seguida Libertad, fustigando el látigo y arrastrando la cadena.)
Azul: (A golpe de tambor.) ¡La muerte, la muerte!
Libertad: ¡Cállate! (Lo aferra de un brazo.) Mi papá ordenó que te encerrara en un cuarto con cadenas.
Azul: (Fingiendo suplicar.) ¡Con cadenas no!
Libertad: Ven, te mando. Te pondré cadenas en las manos y en los pies hasta que crezcas. (Lo arrastra hacia el patio.)
Eloísa: Son juegos, señora.
Sra. Maud: (Asombrada.) ¿Juegos?
(En el patio Libertad pone la cadena en las muñecas del niño. En voz baja.)
Libertad: ¡Grita, grita fuerte para que te oiga!
Azul: (Gritando.) ¡Ay, ay! (Bajando el tono a la sinceridad.) ¡Me estás lastimando, oye!
Libertad: (Sin hacer caso del llanto del niño.) Grita más. La bruja Magdalena se irá asustada. (Cambia el tono y se inclina al niño.) ¿Por qué lloras?
Azul: (Resentido.) No me agarres. Me lastimaste. Tengo sangre.
Libertad: No es cierto. A ver.
Azul: Sí, no me agarres. ¡Ay, me lastimaste... !
Sra. Maud: (Tras de escuchar los ayes de Azul.) No puedo creerlo.
Eloísa: Le repito que son juegos. (Elevando su voz y hablando hacia la puerta de la sala.) ¡Suelta a ese niño, Libertad!
(En el patio al oír el mandato de Eloísa, Libertad y Azul desaparecen corriendo hacia el fondo. En la sala..)
Sra. Maud: (Hablando como para ella misma.) Es horrible.
Fortaleza: ¿Qué es lo que venía a entregarnos, señora Maud?
Sra. Maud: (Reponiéndose.) ¡Ah, sí... ! (Abre su bolso con precipitación y saca un sobre.) Este telegrama. Vi al cartero golpeando la puerta. Hice que me lo dejara. (Dándolo a Eloísa.) Ha de ser para usted: Eloísa Donojú.
Eloísa: (Tomando el sobre.) Sí, mi nombre de soltera.
FORTALEZA (A Eloísa a media voz.) ¡Ábralo ya, madre!
Eloísa: (Mirando a la Maud como invitándola a irse.) Después. Es una falta de educación abrir nuestra correspondencia enfrente de los extraños.
Sra. Maud: (Con intención.) Ya me iba, Eloísa. Con permiso. (Entra Libertad con el látigo en la cintura.)
Libertad: (Señalando hacia el patio.) He puesto a ese escuincle donde debe ser.
Fortaleza: ¡Ven, Libertad, hemos recibido un telegrama!
Libertad: ¿Un qué... ?
Fortaleza: Un telegrama.
(Libertad corre hacia Eloísa.)
Libertad: (A Eloísa, del telegrama.) ¡Déjeme verlo!
Fortaleza: ¿De dónde vendrá?
Eloísa: (Perpleja.) No sé... no sé...
(La Maud se dirige a la salida. Libertad da unos pasos blandiendo el látigo.)
Libertad: Que le vaya bien, señora.
Sra. Maud: (Volviéndose.) Hasta luego, Eloísa. (Su voz es de amenaza.) Creo que nos volveremos a ver muy pronto.
(Sale la señora Maud.)
(Fortaleza corre a la ventana que da al patio y la abre.)
Libertad: (En conjuro y chasqueando el látigo.) ¡Solavaya! ¡Solavaya!
Lucero: (Contra Libertad.) ¡Suelta ese látigo!
Fortaleza: (Desde la ventana.) ¡Se ha ido la visita!
Eloísa: ¡Hijos! (Les muestra el telegrama desplegado.) Mi hermano Pedro... ¡Viene!
(Al unísono.)
Libertad: ¡Pedro Donojú!
Fortaleza: ¡Tío Pedro!
Lucero: Mi tío.
(Lucero abraza a Eloísa. Fortaleza relee el telegrama. Azul entra del patio y corre junto a Libertad.)
Libertad: (Con gesto trágico.) ¡La noche de San Bartolomé! ¡Viva la reina Margot!
(El grupo aparte, Fortaleza, Lucero y Eloísa.)
Fortaleza: El tío Pedro debe de ser muy guapo, ¿verdad?
Lucero: ¿Qué tienes, mamá?
Libertad: (Contentísima.) ¡Quiero bailar contigo, Azul! Toca tu tambor. Nos va a llegar un nuevo monstruo. Grita: uno, dos y...
Libertad y Azul: (Juntos.) Ataraca pakachú, katachí... ¡Katachí mer!
Fortaleza: (Entrando al juego.) Kotachí kor (Negando con la mano.) Tirolé.
Libertad: (Asintiendo.) Proco, proco.
Azul: Traca, taca.
Lucero: (Entrando al juego.) Camelor-ton-yó.
Libertad: ¡Abajú, abajú!
(Libertad hace sonar un disco. Azul toca el tambor. Todos gritan y repiten las frases y palabras: Kotachí kor, Tirolé, Camelor-ton-yó, etc..)
Eloísa: (Dominando los gritos.) ¡Cállense ya, todos! (Eloísa apaga el tocadiscos. Se hace el silencio.)
Fortaleza: (Extrañada.) ¿Qué le pasa, madre?
Libertad: (Explicando.) Es el lenguaje de Mongolia, mamá. ¡Estábamos hablando de mi tío Pedro!
Eloísa: ¿Cómo vamos a explicarle a Martín primero, lo de la señora Magdalena... Iuego este telegrama?
Fortaleza: Pues no se lo diga. (Con aguda intención.) Una verdadera condesa debe ser extravagante.
Libertad: Y si no se lo dicen ustedes, se lo digo yo. ¿Qué tiene de malo que Martín lo sepa? ¿O tiene algo de malo?
(Todos callan, pensándolo. Se oyen los tintines de la caja de música que Azul ha sacado de entre los paquetes.)
Libertad: (Arrebatando el juguete al niño.) Presta acá... ¿qué es?
Lucero: (Entrega otra vez la cajita al niño.) Es tuya, Azul. A cada quien le traje algo. Compré también este libro verde porque me dijeron que era de aventuras en la selva.
Libertad: ¿Cómo se llama?
Lucero: (Mostrando el libro.) Fausto.
(Libertad y Fortaleza van sobre los paquetes y forcejean por el más grande.)
Libertad: ¡Espérate, joder! ¡Suéltalo!
Fortaleza: ¡Suéltalo tú o grito!
Lucero: ¡Ya están gritando! (Les quita el paquete.) Para ninguna de las dos es. ¡Fuera de aquí, putillas!
Libertad: (Jubilosa.) ¡Es para ti, Eloísa! ¡Es más grande! (A Lucero.) Yo se lo llevo.
Lucero: (A Libertad.) No le llevas nada.
(Da un paquete a Libertad. Otro a Fortaleza. Libertad rompe la envoltura de su regalo. Queda en éxtasis.)
Libertad: (Mostrando al mundo su obsequio.) ¡Una caja de tornillos! ¡Ay Lucero, Lucerito! ¡Mira, mamá, qué cosa tan deslumbrante! ¡Y éste qué lindo! ¡Qué cabecita, qué rosca!
(Fortaleza ha corrido a esconderse tras una puerta.)
Fortaleza: (Oculta.) ¡Atención! Uno, dos y... (Reaparece con barras y bigotes.) ¡Yo soy Romeo y Julieta!
(Libertad y Azul aplauden.)
Lucero: (A Eloísa, yéndose al comedor.) Destapa el tuyo, mamá. (Fortaleza sigue a Lucero. Eloísa desenvuelve el regalo.)
Libertad: (A Eloísa.) ¿Qué te dio? (Con júbilo feroz.) ¡Una jaula dorada con una paloma! ¡Y está viva!
Eloísa: (A Libertad, con rudeza.) CáIlate. Ayúdame. Ten.
(Libertad sostiene la jaula. Eloísa abre su puertecita y saca la paloma. La lleva en sus manos hasta la ventana abierta. Suelta a la paloma, que escapa.)
Libertad: (Corriendo a la ventana.) No, no... se fue... se fue...
(Entra Lucero del comedor sonando su guitarra. Tras de él viene Fortaleza.)
Lucero: ¡Ataraka Pakachú! ¡Me compré una guitarra nueva!
Fortaleza: (A Lucero.) ¿Por qué no me quieres contar nada de lo que ves afuera?
Libertad: (A Lucero.) Regálame la guitarra vieja. Tengo un tormento nuevo para los hugonotes. Se amarra el extremo de cada cuerda en los dedos de los pies de la víctima y luego ¡crak!, afinas.
Eloísa: A Libertad le sobra imaginación. Martín ha hecho muy mal en fomentarle esos juegos salvajes. Y encima le compra látigos, cadenas, cachiporras.
Libertad: ¡Y una silla de garrote para liquidar a los prisioneros! (Al niño.) ¡Ahí acabarás tú!
Azul: (A Libertad.) ¡Suéltame! (Gimotea sobándose las muñecas.) ¡Ay, ay!
Lucero: (Tomando las manitas de Azul.) ¿Qué tienes, hijo?
Libertad: (A Lucero, después de oírle la frase.) Déjame verte, varón.
Fortaleza: (A Libertad.) ¿Qué te pasa? Suelta a Lucero.
Libertad: (A Eloísa, viendo la jaula vacía.) ¡Cómo! ¿Y mi paloma?
Eloísa: La jaula estaba abierta. No pudimos evitar que se escapara.
(Sale Eloísa con la jaula rumbo al comedor.)
Libertad: (Perpleja.) Eloísa ha dicho una mentira. Qué raro.
Fortaleza: (Entregando la guitarra a Lucero.) Anda, haz algo de música.
Lucero: (Como despertando.) ¡Ah, sí! En la calle aprendí una canción. No sé cómo se llama...
(Entra Eloísa.)
Eloísa: Vengo a saber una cosa. ¿Con qué dinero compraste los regalos?
Lucero: (Sonriendo.) Pues... con una moneda de oro, de las tuyas.
Eloísa: ¡Mis arras!
Lucero: (Sigue sonriente.) Los de la tienda me miraron como si yo fuera un muerto. Después se rieron.
Eloísa: No debiste haberlo hecho.
Fortaleza: ¿Por qué no, madre? ¿Es acaso malo el oro?
Eloísa: No he dicho que sea malo, pero vamos a despertar la codicia de la gente. Pensarán que somos ricos.
Lucero: (Abrazando a Eloísa con alegría.) ¡Somos muy ricos!
Eloísa: No debiste haberlo hecho, hijo. (A sus hijas.) Señoritas, hay que poner los platos para la cena. Martín llegará de un momento a otro. Vamos, vamos.
(Lucero empieza a sonar las cuerdas y canta con alegría. Sus hermanas empiezan a agitarse. Libertad blande el látigo. Fortaleza bate palmas al compás de la música. El niño junto a ella. Eloísa se aproxima a sus hijos y los contempla sonriendo. Se abre lentamente la puerta de la sala y entra el señor Guolfe. Guolfe se detiene un momento a mirar el grupo de su familia. Se quita el sombrero; lo cuelga en un gancho. Su rostro se va ensombreciendo a medida que su mirada se vuelve suspicaz. Solo Eloísa nota estas reacciones en el rostro de Guolfe pero lo disimula. Fortaleza sigue palmeando al ritmo. Lucero le hace un saludo a su padre con la cabeza sin interrumpir su canto. Guolfe avanza hacia el grupo sin prisa, con los labios apretados y entrecerrando los ojos. Guolfe toma el látigo de Libertad, lo acorta en sus manos y se aproxima a Lucero. Eloísa, tensa. Aunque la actitud de su padre no parece amenazante, Lucero se interrumpe.)
Lucero: (A Guolfe, sonriendo.) ¿Te gusta, papá?
Guolfe: (Secamente.) Mucho.
(Con ademán rapidísimo Guolfe levanta el látigo contra Lucero y le da un fuetazo en la cara. Lucero queda inmovilizado por el estupor, fijos los ojos en los de su padre. Los demás, mudos de asombro, no se han movido. En el jardín de la avenida pasan las personas haciendo sonar las cornetas de cartón. Se las distingue por la media luz que ilumina los prados. En la sala Guolfe levanta de nuevo el látigo pero esta vez todos hacen un movimiento.)
Eloísa: (Deteniendo el brazo de su marido.) ¡Martín!
(Guolfe mira el látigo; luego la mejilla de Lucero donde la sangre empieza a escurrir. A Guolfe le están temblando los labios y una chispa de feroz satisfacción, por un momento, le brilla en los ojos. De pronto se estremece como dándose cuenta no de lo que hizo, sino de lo que siente. Arroja el látigo al suelo y camina de prisa hacia su recámara. Lucero abandona la guitarra sobre un mueble. Los demás lo miran en silencio. Azul se escurre fuera de la sala, al cuarto de arriba. En la recámara: Guolfe se sienta en el borde de la cama, la cabeza hundida en el pecho. Se yergue luego y con el dorso de la mano trata de limpiarse el sudor de la frente. Empieza a despojarse del saco, pero no llega a quitárselo. Flojamente deja caer los brazos sobre las rodillas. En la sala: Lucero, tocándose el latigazo de su mejilla, está mirando fijamente en dirección a la recámara de Guolfe. Su mirada ha ido del estupor al odio.)
Eloísa: (A Lucero.) Vamos a que te limpie la cara.
Lucero: (Rechazándola.) Creo que me gusta más así. (Tocándose la huella de su mejilla.) ¿Por qué lo hizo? (Se estruja de pronto la camisa en el pecho.) Estoy sintiendo que lo odio, que lo voy a matar.
Eloísa: (Tajante.) Ten cuidado con lo que dices.
Lucero: Es un carcelero. Me las va a pagar.
Eloísa: Es tu padre. No le vas a guardar rencor por un exceso. (A los demás.) Tampoco ustedes. No es la primera vez que Martín golpea a uno de sus hijos, pero siempre ha sido un buen hombre y nos ha querido a todos por igual.
Fortaleza: ¿Qué dice? ¿Qué es lo que vamos a entender? ¿Qué cada día nos pega más fuerte?
Libertad: (A Fortaleza.) A ti no te hizo nada. Nunca te ha hecho nada. A mí sí me ha pegado duro. Pero no me importa; lo quiero y lo defiendo.
Fortaleza: (A su hermano.) Lo siento mucho, Lucero.
Lucero: (Separándose.) Voy a decirlo. Mi papá tiene razón; es mi padre y tiene derecho a pegarme. (Viendo hacia la recámara.) Él sabe que he salido... (Sonriendo su desquite.)... y que le voy a echar a perder diecisiete años de cárcel. (Sobándose el latigazo con el hombro.) Esto no me duele nada. Es a él a quien le está doliendo... ¡y le va a doler más!
Libertad: (Dando un paso a la recámara.) Pobre Martín. Aquí nadie te quiere.
Eloísa: ¡No vayas, Libertad! ¿Pues qué les pasa? No le podemos negar a un padre el derecho de exaltarse si sabe que uno de sus hijos lo desobedece. Un gesto de ira cualquiera lo tiene. Y éste es el primero de Martín en mucho tiempo.
Lucero: (Con sarcasmo.) El primero fue encerrarte.
Eloísa: Según se vea. Nos ha costado mucho trabajo vivir solos durante diecisiete años... en que nada nos ha faltado. Pero no ha sido un capricho. Nos ha amado siempre; y a ustedes, sus hijos, por encima de mí. Luego es por ustedes, para evitarles el contacto con el duro mundo, que hemos vivido así.
Fortaleza: No ha de ser tan feo un mundo donde él entra y sale todos los días.
Eloísa: Para mantenernos. Del día a la noche tu padre se mueve entre costales de maíz y de frijol, que él compra y vende para salir adelante.
Lucero: ¿Por qué no me lleva con él? Nosotros aquí bien que le trabajamos; hasta tú. Mira cómo tienes las manos de tanto desgranar la mazorca.
Fortaleza: ¡Lo que ha hecho usted por él!
Eloísa: Es un buen padre y excelente esposo.
Lucero: (Con doloroso sarcasmo.) Padre es aquel que nos encierra y luego nos pega por haber salido.
Fortaleza: Y excelente esposo el que la obliga a parir a sus hijos aquí, delante de nosotros, por miedo de llamar a un especialista en dietética... o como se llame. ¿Por qué no se ha rebelado usted nunca? Lo ama tanto... ¿y a nosotros?
Eloísa: (Dolorosamente.) También, hijos. Lo hago también por ustedes.
(Lucero y Fortaleza se toman las manos. Libertad se encoge disgustada. En la recámara: Guolfe pasea inquieto. Fuma. En la Sala .)
Lucero: (A Eloísa.) Mamá Donojú: si nos quisieras de veras… si nos quieres, no le digas que va a venir el tío Pedro.
Libertad: (Con rencor.)¡Yo se lo diré! ¡Martín!
(El movimiento de Libertad lo impide Lucero, abrazándola con vehemencia.)
Lucero: (Acariciando a Libertad.) No, niña, tú no vas a decirle nada. Mírame. Te lo estoy pidiendo yo, yo.
Libertad: (Desprendiéndose, escupiendo y dando un paso atrás.) ¡Malditos! ¡Malditos!
Guolfe: (Su voz, llamando.) ¡Eloísa!
(Libertad escapa corriendo al cuarto de arriba. Eloísa se dirige a la recámara.)
Eloísa: (A Fortaleza.) Pon la mesa para la cena.
(Fortaleza va al comedor. Lucero queda en la sala, cabizbajo. Eloísa entra a la recámara. En la recámara: Se abre la puerta. Guolfe se vuelve. Entra Eloísa.)
Guolfe: (Su voz suena un poco apagada.) Creí que no me oías. (Con tono vehemente.) Acércate... Quiero oírte decir que estamos bien tú y yo... No puede pasar nada entre nosotros, ¿verdad?
Eloísa: No debiste pegarle.
Guolfe: (Removido.) ¿Y por qué no? ¿Qué se están creyendo todos ustedes? Lucero ha estado saliéndose y tú no me lo decías. ¿Por qué? (Se pasea como si no quisiera oír las respuestas de Eloísa, tal vez por miedo a una verdad absoluta y aplastante.) ¿De dónde, si no aprendió esa canción estúpida? No soy un tonto. Aquí no tenemos radio, nada. Luego supongo que sale.
Eloísa: ¿Supones? ¿no estás seguro entonces?
Guolfe: (Exasperado.) Eloísa, me traicionas. (La estruja.) ¡Dime la verdad, habla!
Eloísa: (Serena.) No te conozco, Martín.
(Guolfe cae aplanado de preocupación al borde de la cama.)
Eloísa: Arréglate esa corbata. Vamos.
(Sin levantarse, Guolfe empieza a arreglarse el cuello. Está confuso. La canción que cantan los muchachos del parque empieza a oírse. Es la misma que antes cantó Lucero. Guolfe la reconoce y va irguiéndose a medida que la escucha. Su cara se transforma hasta una expresión de alivio.)
Guolfe: ¿La oyes, Eloísa? ¡Es la canción! De ese modo la aprendió mi hijo. ¡Eso es! ¡Eso es! (Se pega con ambos puños en los muslos.) ¿Cómo fui tan pendejo?
Eloísa: (Escandalizada a propósito.) ¡Señor Guolfe!
Guolfe: ¡Ah, sí! Te molestan las palabras léperas. Tu sentido aristocrático. (Alegre.) Me siento aliviado, tranquilo... (Pasándose una mano por la frente.) Lucero no pudo haber salido. ¿Qué voy a decirle ahora?
(Mientras en la pieza de arriba: Libertad coloca una tabla ancha de su ventana a la barda de la casa. Empinándose. Está oyendo a los muchachos que cantan en la banca de la calle.)
(En la recámara:)
Eloísa: (A Guolfe.) Nada.
Guolfe: (Preocupado.) ¿Y dejar pasar las cosas? No. No quiero que me odie.
Eloísa: (Con sutil intención.) Si te odiara no sería por el golpe.
Guolfe: (Ingenuo.) ¿Hay algo más?
Eloísa: Lo dije sin pensar. Le pediré perdón en tu nombre.
Guolfe: (Admitiendo.) Eso es. Lucero es joven. Y la juventud siempre es generosa. Total, me exalté. (Pensando.) ¡Ah no! No le pidas perdón. No quiero perder autoridad.
Eloísa: Vamos, señor Guolfe. Hay varios modos de pedir una excusa sin menoscabo de la autoridad.
Guolfe: Será, será... Repito que fui un pendejo.
Eloísa: (Molesta.) ¡Martín!
Libertad: (Su voz llegando de arriba.) ¡Cállense, infelices, hijos de puta!
(En el jardín (Calle.): Los chicos interrumpen su canto. Elevan su cara para mirar a Libertad trepada en la barda. En la sala: Lucero, sentado en una silla con aire abatido.)
(En el jardín:)
Chavo 1: ¡Mira qué locota!
Chavo 2: ¡Fea, federal, ferocha!
Chavo 3: Eres la hija del viejo loco, sádico.
Chavo 4: (Con gesto y señas obscenas.) ¡No quiero subir! ¡No tengo ganas!
Libertad: ¡Mulas castradas! ¡Alcahuetes y cabrones! ¡Putos!
Chavo 1: (A los otros.) Vámonos ya!
Chavo 2: ¡Ya vas!
(Los chicos se marchan. Libertad vuelve a su cuarto.)
Guolfe: (Con tono alegre, mirando hacia el techo.) Pues es una lépera, ¿eh?
Eloísa: Usa el lenguaje que aprende aquí.
Guolfe: (Desprevenido.) ¿De quién?
Eloísa: De ti... y de los libros que le compras...
Guolfe: ¡Cómo, si son clásicos esos señores! Mis hijos hablan literatura.
Eloísa: (Rotunda.) Sobre todo las leperadas de Quevedo.
Guolfe: (Riendo.) Ah, bueno. (Abrazando a Eloísa por la cintura.) No me gusta que seas burguesa, mojigata. La gente mediocre tiene miedo de las palabras.
Eloísa: (Secamente.) Martín, háblame de nuestros hijos.
Guolfe: Naturalmente. Después de la cena.
Eloísa: Acabas de oír cómo se expresa Libertad.
Guolfe: ¿Porque habla con claridad? Me gusta que mis hijos se sientan libres. (Mira a Eloísa como quien ha cometido un error.) Es decir, hablaré con ella. La encerraré en su cuarto.
Eloísa: Encerrarla... ¿más?
Guolfe: (Golpeándose la palma abierta de una de sus manos con el puño de la otra.) ¡Hemos llegado, eso es! Desde hace varios días has estado tratando de tocar el problema. Y te contesto: mis hijos no han crecido todavía.
Eloísa: Todos han crecido. ¿No los oíste?
Guolfe: ¿Se violentaron? (Con orgullo.) Es natural. Tienen mi sangre. Son hijos del lobo... míos y mis únicos motivos. Todavía están tiernos. No podríamos enfrentarlos con los perros del llano sin quedar lastimados. No quiero que los muerdan... como me mordieron a mí. Estoy lleno de cicatrices, Eloísa. Chicotazos tengo en la cara mucho más crueles que el de Lucero. Y no fue mi padre quien me pegó, sino hombres, malvados que viven allá afuera en un mundo erizado de colmillos. ¡El mundo! No lo eches de menos, Eloísa. Tampoco te preocupes por tus hijos. Ten paciencia, no soy un estúpido. Siempre estoy pensando que crecen y crecen. (Mirando fijamente a su mujer.) Voy a decirte algo. Hoy... (Con sumo esfuerzo.) Hoy hice una tentativa para probarlos. No le eché llave a la puerta. ¿Qué hubieras hecho de haberlo sabido?
Eloísa: Nada.
Guolfe: (Sombrío.) Será que he matado en ellos la curiosidad. Eso es bueno.
Eloísa: (Amarga.) Son pájaros criados entre barrotes.
Guolfe: ¿Lo dices con pena? ¿No son felices?
Eloísa: (Con ademán de súplica.) Martín...
Guolfe: (Con dolor dominando su tristeza.) Pasé un mal día. Estuve de mal humor. Cualquiera se puede salir, me dije. Pero no. (Intentando sonreír.) Creo que todo salió bien.
(Guolfe siente tensa la garganta. Inclina la cabeza y se lleva las manos a la cara.)
Eloísa: (Con ternura.) ¡Martín!
(Ambos se abrazan. Se besan apasionadamente. Entra Lucero a la recámara. Ve el abrazo de sus padres y regresa, desilusionado, a la sala. En la Sala:)
Fortaleza: (Entrando al comedor y llamando.) ¡Libertad y Azul, a cenar!
(Lucero se acerca a la ventana que ha permanecido abierta. Parece contemplar la noche. Fortaleza se le aproxima. En la recámara:)
Guolfe: (A Eloísa.) Vamos ya. ¿Qué haces? (Eloísa le está poniendo un punto de perfume en las solapas.) ¡Quita, mujer!
Eloísa: (De buen humor.) Este perfume tiene veinte años, don Martín.
(En el cuarto de arriba: Libertad y Azul bajan hacia la sala. En la sala:)
Fortaleza: (Dando a Lucero un pañuelo blanco.) Es lino de Holanda.
(Lucero acepta el pañuelo. Se lo oprime contra la golpeada mejilla. El y Fortaleza quedan mirando la oscuridad por la ventana. En la recámara:)
Guolfe: (Quitando a Eloísa el frasquito de perfume.) Basta, basta... (Al ir a ponerlo en la mesita de noche, distingue algo.)
Guolfe: ¿Quién dejó aquí esta trampa?
Eloísa: ¿Qué?
Guolfe: Esta trampa.
Eloísa: (Ignorando el detalle.) Déjala. La puso Azul. Insiste en que hay ratones. Dame tu brazo. Eso es. Pon la cabeza en alto y entremos a la sala.
Guolfe: (Antes de salir.) ¿Cuento contigo, Eloísa?
Eloísa: (Tras ligera duda.) Todavía, Guolfe.
TELON
FIN DEL PRIMER ACTO

Acto segundo
primer cuadro
(Abren la puerta de la recámara y entran en la sala. En la sala: Guolfe y Eloísa entran enlazados. Lucero y Fortaleza están aún en la ventana.)
Guolfe: (A Lucero.) Ven acá, hijo. A ti te hablo, Lucero.
(Lucero se da vuelta lentamente, los ojos iluminados de resentimiento. Regresa el pañuelo a Fortaleza, quien lo roza con los labios y lo guarda luego en la bolsa de su delantal. Lucero se aproxima a Guolfe.)
Guolfe: ¿Te pegué muy fuerte? A ver... (Lucero le muestra la huella del látigo. Guolfe le pone una mano en el hombro.) No me vayas a guardar rencor.
(Entra Libertad arrastrando una cadena. Conduce al niño de la mano.)
Guolfe: (En tono ligero.) Acérquense, hijos. No habrán olvidado qué día es hoy. Además de los años que cumple la patria, vamos a festejar los diecisiete de Lucero del Quince de Septiembre. (Muestra un reloj de bolsillo con leontina. Se dirige a Lucero.) Te hago entrega de este reloj de los abuelos en nombre de tus hermanas, de tu madre y mío. (Lucero toma el reloj con manifiesta frialdad.) ¿Y no te alegras? ¡Es de oro, m'hijo!
Fortaleza: (Con dejo impertinente.) Un reloj de oro no tiene ningún sentido. No vamos a ninguna fiesta donde él pueda ostentarlo.
Guolfe: Estamos celebrando una. Tu vestido es de fiesta y muy bonito. También el tuyo, Eloísa. ¡Caramba! No me había fijado. (Tomando entre las suyas las manos de su mujer.) Pareces una dama de alcurnia. Se es lo que se es. Pero mira tus manos: duras... Nunca has querido usar los guantes de trabajo.
(Libertad ha dejado la cadena en algún sitio y echa a andar un disco. Se oye el Vals mexicano “Ann Harding”. Guolfe besa una mano de Eloísa. Ella la quiere retirar, pero Guolfe insiste.)
Guolfe: (Invitándola.) Bailemos, Eloísa. Como todos los años, empezaremos la fiesta. (A Libertad.) Gracias por la música. (A Eloísa.) ¡Qué casualidad! Es el viejo disco que oíamos en tu casa. ¡Cómo me acuerdo! Tu cumpleaños aquél... tus padres...
Eloísa: Ay, Martín.
Guolfe: Bailemos, Eloísa.
Eloísa: (A sus hijos, sonriendo.) Cada año es lo mismo.(A Guolfe, reconstruyendo el pasado.) No sé bailar muy bien, señor Guolfe.
Guolfe: (Inclinándose.) Es una súplica, señorita Donojú. (Dirigiéndose a un ser imaginario.) Digo, si su señor padre me lo permite.
Lucero: (Poniéndose las barbas y el bigote. En su voz hay odio.) Martín Guolfe, no le permito que baile con mi hija. Usted es un pobre diablo.
Eloísa: (Zanjando el incidente.) Bailemos, entonces. (Se enlazan siguiendo el vals. Ambos son jóvenes en el recuerdo. Sus hijos los contemplan.) (Muy femenina.) Oh, es un vals muy viejo... del tiempo de mis padres. Yo...
Guolfe: Usted, ¿cuántos años cumple? Caramba. Olvidaba que a una dama no se le pregunta eso. Soy torpe. Siempre he sido torpe. ¿Y su novio el militar, no volvió nunca?
Eloísa: Trate de bailar. No me mire tanto. Nos observan.
Guolfe: (Apasionado.) Eloísa, vengo a pedirle que se fugue conmigo. No le puedo ofrecer más que mis brazos.
Eloísa: (Aparentando sorpresa.) ¿Sin casarnos? ¡Ay, no! ¡Ya mi vestido de novia está listo!
Guolfe: Soy libre pensador. Realista. No quiero nada con la iglesia.
Eloísa: Entonces no podrá ser.
Guolfe: Le advierto que viviremos en una isla, alejados del mundo donde tanto hemos sufrido usted y yo. ¿Acepta usted?
Lucero: (Afirmando su tono anterior.) Piénselo, hija única. Algún día te arrepentirás.
Guolfe: (A Eloísa.) ¿Acepta usted?
(Eloísa se separa de Guolfe y se cubre el rostro con las manos.)
Guolfe: No llores, Eloísa. Sólo son recuerdos. Ésta es nuestra isla y aquí somos felices.
Libertad: (Silenciando la música.) Lo hicieron muy bien. Y tú, Lucero.
(Después de contemplar a sus hijos, Eloísa sale de prisa hacia el comedor seguida por Azul. Lucero se quita las barbas.)
Guolfe: (Dirigiéndose a uno de los retratos de Ovalo que cuelgan de la pared. Sarcástico a sus hijos.) Era un viejo zorro. Hubiera querido que Eloísa se casara con el militar aquel que la plantó. ¡Ja! La gané yo. No le importó que yo me llevara a su hija. Lo mató el que yo fuera pobre y tuviera mis propias ideas.
Fortaleza: Usted no era pobre. Mi otro abuelo le dejó tierras.
Guolfe: No eran mías, eran de los peones. Hay que devolver lo que no es de uno.
Libertad: No las hubieras dado, Martín. (Descolgando una de las escopetas.) Ahora tendríamos miles de caballos y saldríamos a caballo a matar indios como Búfalo Bill.
Fortaleza: ¡Qué tontería!
Guolfe: (A Libertad.) Deja esa escopeta en su lugar. (A Fortaleza.) Son bromas, hija.
Lucero: No lo dijo por la broma.
Guolfe: ¿Entonces? ¡Ah, por mí! (A Fortaleza.) ¿Y qué tienes tú que criticar lo que no entiendes? Si les di mis tierras a los peones hice lo que debía. Como dijo Díaz Mirón: ¡Nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto! No me pesó. Era el tiempo en que un hombre superior podía tener ideales. Hasta me aplaudieron.
Libertad: Pero te llamaron loco.
Guolfe: (Asintiendo.) Hacer bien a los mezquinos es como ofenderlos. Y ahora...
Lucero: (Despreciándolo.) Ahora estamos aquí, papá.
(En la entrada del comedor aparece Azul.)
Guolfe: (A Azul, variando el tono.) Acércate, diablo de mocoso. No tengas miedo de tu viejo verdugo. (El niño corre hacia Lucero. Guolfe se resiente.) Ya vendrás conmigo cuando quieras que te cuente una historia nueva.
Fortaleza: Yo quisiera que usted comenzara a contarme a mí una historia.
Guolfe: (Sentándose.) ¡Qué raro que tú me lo pidas, hija! ¿Cuál historia?
Fortaleza: (Rotunda.) Háblenos usted del mundo.
Guolfe: Esa no es una historia. Es una jaula de leones.
Fortaleza: No todos han de ser leones.
Guolfe: No. También hay salvajes, y víboras e insectos.
Lucero: También hay piedras.
Azul: (A Lucero.) ¿Para qué son las piedras?
Lucero: Para apedrear monstruos.
Fortaleza: (A Guolfe.) ¿Y la gente? ¿Y los muchachos?
Libertad: (Aferrando un brazo de su padre.) Debe de haber algo más.
Guolfe: Sí. Fusiles y guerras y bombas... ¡ No sé cómo el mundo no explota de una vez!
(Se escucha el ruido de un aeroplano. Fortaleza y Azul corren a la ventana.)
Guolfe: (Sombrío.) Cierren esa ventana.
Lucero: ¿Por qué?
Guolfe: ¿Qué te importa? (A los gritos.) ¡Ciérrenla!
(Fortaleza obedece.)
Libertad: No te enojes, hermanita. (A Guolfe.) Te tiene una sorpresa.
Guolfe: (Contemplando a Fortaleza.) Ya la estoy viendo. Eres bonita, hija. Desgraciadamente no le haces honor a tu nombre. Les di a todos nombres simbólicos, y me defraudan.
Libertad: (A Guolfe.) Estudió los versos que te gustan. Pronúncialos, Forta.
Guolfe: (De mejor humor.) ¿Ah sí?
Fortaleza: No tengo ganas.
Guolfe: No importa. Dímelos.
Fortaleza: (Tras breve pausa habla mecánicamente.)
“El varón que tiene corazón de lis, alma de querube...
Lucero: (Sarcástico.) No. Dile la estrofa que tanto le gusta.
Fortaleza: Es que... No la memoricé bien. (Parpadea.) En fin... “... seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres...
hermanas estrellas, hermanos gusanos...
Y así me apalearon y me echaron fuera,
y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera
y me sentí lobo malo de repente,
más siempre mejor que esa mala gente...
(En el jardín (calle.) aparece la Maud acompañada por una jefe de las trabajadoras sociales y un fotógrafo de prensa. Contemplan el muro de la casa que la Maud señala. El fotógrafo hace funcionar el flash de su cámara retratando el muro. Fotógrafo y Trabajadora Social se alejan. La Maud queda y se sienta en la banca.
(En la sala: Todos siguen oyendo a Fortaleza.)
Fortaleza: ... Y recomencé a luchar aquí
a defenderme y a alimentarme,
como el lobo hace, como el jabalí
que para vivir tienen que matar...
(Inclinando la cara, agrega.) Hasta aquí. No me sé más.
Guolfe: (Satisfecho a medias.) Está bien. La próxima vez lo harás mejor, porque se lo merece. Es un poema muy hermoso, muy hermoso. (Cambiando el tono.) ¿Y aritmética? (Azul abre la cajita de música. Guolfe se vuelve violentamente al sonido.) ¿Qué es lo que suena? ¡Trae acá! (Examinando la caja.) ¿De dónde vino? (Interroga a sus hijos con la mirada. Todos callan.) ¡Eloísa!
(Libertad y Azul corren hacia el cuarto de arriba. Entra Eloísa.)
Guolfe: (A ella y mostrándole la caja.) ¿Cómo vino a dar esto aquí¡?
Fortaleza: (Tras una pausa.) La trajo aquí una señora vecina, como regalo.
Guolfe: ¿Aquí entró? ¿Una vecina? Pues maldita sea su madre. ¡Entrar aquí¡, a mi casa, una bruja de ésas! ¿Y cómo entró, Eloísa? ¿Cómo entró?
Eloísa: La puerta estaba abierta.
Guolfe: (Arrojando la cajita sobre un mueble.) ¡Qué día maldito! ¿Y por qué la dejaron? No creo que sean ustedes tan indefensos... tan... Ya me apestaba el aire. Y ustedes dejándola entrar. ¡La puerta tiene picaporte!
Fortaleza: Fue Azul quien le abrió.
Guolfe: Por eso corrió, ¿eh? (Tomando la cadena.) ¿Dónde está? ¡Llámalo, llámalo o... (Corre hacia el patio y golpea el muro de la casa con la cadena.)
(En el jardín (calle.) la señora Maud escucha el cadenazo y se incorpora. Trata de oír. Se sienta. En la sala:)
Eloísa: ¡Basta, Martín!
Guolfe: ¡No basta nada! ¿O qué se están creyendo? ¡Ni tú ni tus hijos se van a reír de mí! ¡Qué día maldito! (Calla un instante como acordándose.) Ahora lo comprendo: debe de haber estado huroneando. (Busca algo en el suelo y levanta una de las monedas de oro.) ¡Esto es una moneda de oro, claro! (A Eloísa.) Lo había olvidado. Hace un rato, cuando dejé la troca en el estacionamiento y pasé por la tienda, me gritaron avaro. Ahora sé que fue a mí. (A Fortaleza.) ¡Cómo no estuve! ¡La hubiera largado como a una ramera!
Lucero: ¡Señor!
Eloísa: Las cosas están hechas, Martín. Vamos a cenar.
Guolfe: ¡Cena tú, ustedes... que ni madre tienen!
(Guolfe se marcha a su recámara. Lucero detiene a Eloísa que va tras Guolfe.)
Eloísa: Hoy o mañana se lo diré todo. No voy a mentirle.
(Eloísa va hacia la recámara. Lucero pone cobertores en el sofá, que es el sitio donde duerme.)
Fortaleza: (A Lucero.) No te olvides de la escalera.
(Sale Fortaleza apagando la luz de la sala. En la recámara: Eloísa inmóvil ante la puerta.)
Guolfe: Acaba de entrar, anda.
Eloísa: Lo que se acaba es este día. Descansa Guolfe.
Guolfe: No quiero otra cosa. (Está sentado al borde la cama con la cabeza gacha.) Pero tengo los labios resecos y la cabeza ardiendo. Nunca un ave de mal agüero entró a una casa alegre sin que algo pasara después. ¿Qué dijo, qué hizo? ¿Cómo se le ocurrió entrar? Debió tener algún pretexto. ¿Es vendedora?
Eloísa: No. Vino a indagar por qué siempre estábamos encerrados.
Guolfe: (Explotando.) ¿Y con qué derecho? ¡Ésta es mi vida privada!
Eloísa: Se lo dije. Juró volver.
Guolfe: Que se atreva. Tendrá que oírme. (Pausa. Guolfe está ofuscado. De pronto toma una de las manos de su mujer.) ¿Eres feliz, Eloísa?
Eloísa: No se trata de mí. Pienso en mis hijos.
Guolfe: También son míos y nuestros son, y voy a defenderlos. Viviremos abajo de la tierra si es preciso. Como topos, pero solos.
Eloísa: (Enfrentándose a su marido.) Estamos al final de un callejón, Martín. No quiero que te estrelles.
Guolfe: ¿Contra los vecinos imbéciles?
Eloísa: No.
Guolfe: Te noto medrosa, Eloísa. Tal vez no me lo has dicho todo. ¿Hay algo más?
Eloísa: (Asintiendo.) Un telegrama de mi hermano Pedro. Viene a visitarnos.
Guolfe: ¡Ah, vaya! Llega un telegrama y uno no sabe nada. Y cuando lo sabe se le ocurre preguntar: ¿Cómo llegó? ¿Cómo supo Pedro nuestra dirección? Porque alguien tuvo que habérsela enviado. ¿Fuiste tú?
Eloísa: (Desviando el rostro.) Quiero decirte...
Guolfe: ¡No te escucho! Estoy tratando de pensar... (lluminado por una sospecha.) Esa mujer. ¿Fue ella quien trajo el telegrama?
Eloísa: Sí.
Guolfe: Lo reconozco. Es el mal, Eloísa. Creo que es lo único que puedo reconocer en la vida, sin verlo, cuando se acerca: el mal. el daño. (Se pasa una mano por la frente.) ¿Qué hay atrás de todo esto? ¿Qué le hago yo al mundo para que venga a meter su hocico en mi casa? Y esa mujer no está sola; desgraciadamente tú estás de su parte. De no estarlo, ¿no me hubieras dicho antes lo del telegrama?
Eloísa: Acababas de golpear a Lucero. No era oportuno.
Guolfe: Muy inteligentes tus respuestas pero no me gustan, como tampoco me gusta la idea de ver llegar a tu hermanastro. ¿Qué día viene? Dame el telegrama. ¡Dámelo!
Eloísa: Guolfe, nos estamos portando como los dos cómplices de un crimen. Podemos equivocarnos.
Guolfe: (Yendo hacia la puerta.) Pero yo no me equivoco. (Sale de la recámara rumbo al portón de la calle.) Voy a echar llave al zaguán.
Eloísa: (Jugándose una última carta.) Piénsalo. ¡No cierres! Será una descortesía no recibirlo. Sospechará.
(Guolfe cierra con llave el zaguán.)
Guolfe: (Regresando junto a Eloísa.) ¿Sospechará, dices? ¿De qué? Respóndeme. ¿No puede un hombre tener vida privada, educar a su familia como le dé la gana, sin despertar sospechas?
(En la sala: Lucero ha tomado su guitarra y, sentado en el sofá, puntea en las cuerdas una tonada melancólica. En la recámara:)
Guolfe: (Derrumbándose al lado de Eloísa.) Eres tú la que me debilita. Te veo flaquear por dentro y me contagias, me espantas. ¿Dónde está la fuerza aquélla con la que me indujiste? Jamás te lo he reprochado. Sólo te recuerdo que fuiste tú la que nos encerró aquí, alentando la idea que yo te había comunicado. Te sofocaban los automóviles, las calles, la gente... Hazme una casa y cierra las puertas, me decías. Y yo las cerré.
Eloísa: Llegamos perdidos a esta ciudad como dos animales abandonados. Fui egoísta. No pensé en mis hijos.
Guolfe: Lo pensé yo. Apóyame ahora.
Eloísa: Están creciendo aquí, en la sombra.
Guolfe: En el amparo. Son también mis hijos y no podemos dejarlos ir, indefensos, presas de un mundo hostil, estúpido. El mundo ha crecido hacia el mal, cada vez peor. Nuestros hijos son buenos, candorosos, limpios... No podemos echarlos a la cloaca. Pienso una solución. Dame tiempo. Esta vez todo cambiará. Te lo prometo... Me crees, ¿verdad? (Pausa.) Anda vieja, abrázame. (Guolfe la abraza. Le corre una mano por la espalda. Finalmente le da una breve nalgada.)
Eloísa: (Molesta por la caricia.) Martín.
Guolfe: ¿Qué tiene? Eres mi mujer, ¿no? Me gusta verte alegre, contenta. Es más, te diré algo mejor: voy a dejar que Pedro venga. (Recostándose.) Me arden los párpados. Estoy cansado. Apaga la luz.
(Eloísa apaga la luz. Al fondo se escuchan las notas de la guitarra que pulsa Lucero.)
Guolfe: (Hablando lentamente.) Qué agradable suena... Ése sí es mi hijo, mi Lucero. Buen muchacho. Te digo, Eloísa... tus hijos son buenos, limpios.
(Guolfe calla. Eloísa le quita los zapatos. En el piso de arriba: El niño se queja quedamente.)
Libertad: Duérmete, Azul.
Azul: Me duelen las manos. Tengo sangre.
Libertad: (Incorporándose.) Déjame tentar. (Le palpa las muñecas.) Vamos abajo. Te pondré gasita. Iremos a oscuras. Martín está enojado.
(En la sala: Lucero deja de tocar. Abandona la guitarra y se levanta. Va hacia la ventana. La abre de par en par para aspirar el vaho de la noche. Un abanico de cohetes luminosos raya el horizonte. La luz de la luna pinta de azulina claridad los rincones de la sala.)
Lucero: (Combándose contra el marco de la ventana. Con voz opaca, de animal joven.) ¡Señora Magdalena! ¡Señora Magdalena!
(En el jardín (Calle.): La Maud está sentada en la banca, mirando al cielo. En la sala:)
(Lucero en la ventana. Aparece Fortaleza en camisón de dormir, el pelo suelto en la espalda y una vela roja en las manos, que deja en algún sitio. Se aproxima a Lucero y se abraza a su espalda. Azorado, el muchacho se vuelve a ella. La rechaza con suavidad.)
Fortaleza: (Con viva intención, pero apagado tono.) ¿Estás triste?
Lucero: (Con dulzura.) Vete a acostar.
Fortaleza: (Tras una pausa.) . Desde que sales con la señora Maud no vienes nunca a nuestra cita en la escalera. (Acercándosele de nuevo.) Dame un beso.
Lucero: (Esquivándose con rubor.) Vete.
Fortaleza: No, bésame.
Lucero: (Con serenidad persuasiva.) Óyeme para siempre. No volveremos a ir juntos a la escalera.
Fortaleza: (Vehemente.) Pero yo te espero todas las noches. Quiero ser tu dama en el torneo. Tu amante, como Julieta de Romeo.
Lucero: (Tapándole la boca.) ¡No vuelvas a decir! Estos sueños nuestros se acabaron. Sé lo que es una mujer.
Fortaleza: (Orgullosa.) Yo soy mujer. Soy Julieta.
Lucero: No. Tú eres mi hermana.
Fortaleza: (Extrañada.) ¿Y no soy mujer?
Lucero: Escúchame. Un hombre y una mujer se besan para revolcarse.
Fortaleza: Revuélcame, entonces.
Lucero: (Apurado.) No. entiéndeme. Tú eres mi hermanita. Nuestros juegos en la escalera pueden acabar en algo muy raro...
Fortaleza: ¿Y no podemos ser amantes, mientras?
Lucero: Hermanita, compréndeme. ¿Qué te diré? Ya soy un hombre, he tomado mujer... y tú eres sólo mi hermana. Nos iría mal. Como si fuéramos Adán y Eva.
Fortaleza: Te traje el pañuelo con que limpiaste tu faz. Míralo, lo he besado en silencio porque tiene tu sangre. Tómalo. (Le aferra con el, la mano.) Ven.
Lucero: No vamos a ir a la escalera. Suéltame.
Fortaleza: Quiero ser Romeo y Julieta. Quiero ser tu amante.
(Entra Libertad con Azul.)
Libertad: (Contra su hermana y con indignación.) ¡Suéltalo, cochina! ¡Me lo quieres arrebatar, pero Lucero es mío! Hace años que nos estamos acostando juntos. ¡Díselo tú, Lucero!
Lucero: (Angustiado.) ¿Están locas? ¡Fuera de aquí las dos! ¡Todos!
Libertad: No me quieres. Pero yo tampoco te voy a querer. Tengo otro.
Lucero: (Desesperado.) ¡Fuera de aquí las dos!
(Sus hermanas corren hacia él, pero gana Fortaleza y se arroja al cuello de Lucero, pegando con avidez sus labios a los suyos.)
Libertad: ¡Malditos! Pero no me importa... (Volviendo al niño.) Ahora es tu noche, Azul. Bésame mucho.
(El niño se abraza de ella y ambos se besan frenéticamente. La luz de la sala se enciende. Eloísa de pie, tensa, contempla aquel cuadro.)
Eloísa: (Con grito apagado.) ¡No, mis hijos no! (Lucero escapa despavorido hacia el jardín de la calle por su hueco en la barda.) (Eloísa agónicamente.) ¡No!
(Fortaleza, Libertad y Azul la miran con extraña curiosidad.)
Fortaleza: (Sonriendo y adelantándose.) ¿Por qué no, mamá? Estábamos jugando a Romeo y Julieta. ¿O será que a usted le enoja que mi padre le haya mordido ayer las piernas a mi hermana?
OSCURO

SEGUNDO CUADRO
(AI día siguiente por la mañana en el patio: Lucero desgrana en un cesto mazorcas de maíz. Lleva un sombrero de palma para defenderse del sol. Las mangas de la camisa enrolladas. Junto a él está Libertad, que sostiene en la mano izquierda una sombrilla color naranja sin desplegar y en la otra un pocillo humeante que contiene atole. En un banco próximo se ve un plato con una rebanada de pastel, restos de la cena anterior y de la frustrada fiesta. Al fondo música militar. Se celebra el clásico desfile de los días patrios. Luz de sol en el patio, pero la sala e interiores se ven oscuros.)
Libertad: (Hablando con estudiada monotonía.) Hermano Lucero, yo nací en Flandes. Pero soy una muchacha rubia y hastiada de la vida.
Lucero: (Aparentemente absorto en su labor.) Vete. No voy a comer nada.
Libertad: No me importa haber nacido en Flandes. Me siento vieja. (Saca de su seno un librito y lee.) Las mujeres viejas se quedan como paraguas cerrados.
Lucero: No tengo hambre. Llévate el desayuno.
Libertad: (Leyendo.) Cuando no nos interesa nada, no queda nada. Los paraguas no tienen nada qué recordar. (Cierra el librito.) Ya lo sabes. Yo soy una vieja sola abajo de un paraguas amarillo. Desayúnate...
(Lucero mira hacia el portón cerrado.)
Libertad: (En un tono más brillante.) Tengo una gargantilla de oro que me regalaron en Toledo. Te la podría dar si te desayunas. Tengo en un broche los ojos de un gato egipcio.
(La luz de la recámara de Guolfe sube lentamente en intensidad. Eloísa, vestida aún con el traje de la noche anterior, se halla sentada en un sillón próximo al lecho. En su actitud se adivina que mira intensamente a su esposo dormido. El sueño de Guolfe es inquieto. Se revuelve en el lecho. Su respiración es dificultosa. En la sala: Fortaleza sale del comedor a la sala. Toma un plumero. Vuelve al comedor.)
(En el patio Lucero ha dejado de desgranar maíz y mira fijamente a Libertad que habla.)
Lucero: (Negando.) Tirolé.
Libertad: No, son rojos, pero oscuros y brillan siniestramente como la sangre de los decapitados. Tengo también un relicario con un corazón vivo, que gotea húmedo y tiembla en la oscuridad como un ratón sin padre.
Lucero: (Irguiéndose.) ¡Estúpida!
Libertad: (Alargándole la taza de atole.) Tengo una piedra de azufre que si la quemas estando en apuros, se retuerce con llamas azules y purifican el aire de los endemoniados.
(De un puñetazo Lucero arroja al suelo el pocillo del atole.)
Lucero: Eres tú la que anda en apuros, hermanita. Vete y quema tu piedra de azufre para que te limpie.
Libertad: (Sin intención de marcharse.) Adiós, Lucero. Acabas de cometer una acción bellaca.
(Llega Fortaleza con el plumero. Queda observándolos.)
Lucero: (A Libertad.) Entiéndeme. Oía los clarines... y voy a decir lo que pienso: hay miles y miles de personas y de perros y de estatuas estorbándolo todo. No dejarán pasar vehículos y un viajero con mucha prisa no podrá llegar a donde quiere llegar: mi tío Pedro.
Fortaleza: (Aproximándose a ellos.) Sabía perfectamente que Lucero no probaría bocado. (Sin malicia.) Desde que sale por las noches ha perdido el apetito. (Lucero reacciona violentamente. Corre al portón y golpea la hermética cerradura.) Una puerta cerrada es siempre como una invitación a lo desconocido. Pero no es el caso, hermanos, no es el caso. (Se arrodilla junto a Lucero que está mirando ávidamente a través de las rendijas del portón.) ¡Ay, qué lindo debe ser el anchuroso mundo!
(Libertad se ha colocado entre sus dos hermanos con la espalda pegada al portón, como defendiendo la casa del intruso, con la sombrilla naranja desplegada.)
Fortaleza: (Mirando por un rendija.) ¿Cuál de todas esas personas será el tío Pedro?
Lucero: (Gritando con las uñas clavadas en la madera.) ¡Tiene que llegar! ¡Tiene que llegar!
(En la recámara:)
Guolfe: (Desperezándose.) ¿Está gritando alguien? (Se incorpora, asombrándose de amanecer vestido aunque sin zapatos.) ¿Qué pasó anoche? ¿Me quedé dormido, Eloísa? (Eloísa se pone de pie y Guolfe la mira con asombro.) ¡Mujer, ni siquiera te acostaste!
Eloísa: No. (Se adelanta y descorre la cortina de la ventana. La luz inunda la habitación.) Estoy esperando.
Guolfe: (En lo suyo.) Mmm... tengo mal sabor de boca. (Sirviéndose un vaso de agua.) Me duelen los pies... (Sin probar el agua deja el vaso sobre la mesita de noche.) los músculos... y los brazos... (Se los soba.) Será el hígado.(A Eloísa con tono indiferente.) ¿Esperando... ? ¿A quién?
(Abismada en sus reflexiones, Eloísa empieza a quitarse las joyas En el patio:)
Fortaleza: Y mi tío Pedro, ¿a qué hora llegará?
Libertad: (A Lucero.) Mira en tu reloj.
(Lucero saca el reloj. Los tres hermanos quedan mirando la carátula.)
Libertad: (Al aire.) Hoy es el día de la independencia.
Fortaleza: (Del reloj.) Es natural que no se muevan las manecillas. Era del abuelo y debe de estar muy atrasado, y el mecanismo roto.
(En la recámara:)
Guolfe: (A Eloísa.) ¡Qué necedad no haberte acostado! (Se enfunda los zapatos.) Estarás rendida.
(Eloísa va guardando sus joyas en una cajita de madera que abandona en una silla. Guolfe empieza a anudarse las agujetas del calzado.)
Eloísa: (A Guolfe.) ¿Sabes qué día es hoy? (Guolfe calla ocupado con las cintas.)
Guolfe: (Tirando al suelo un pedazo de agujeta.) ¡Claro, se han roto! Agujeta corriente la de hoy.
(En el patio:)
Libertad: (A sus hermanos.) Un día tan antiguo: el día de la indepencia.
Fortaleza: (Corrigiendo.) Se dice independencia. Hoy es el día de la independencia.
(Fortaleza se pone a sacudir el portón. Libertad manipula su sombrilla. Lucero cabizbajo. En la recámara:)
Eloísa: (A Guolfe.) No me contestaste.
Guolfe: Te oí. Es un día como todos los demás.
Eloísa: (Con intención.) No, es algo más que una fecha.
Guolfe: (Explotando.) ¡Eso es! ¡Celebramos una fiesta nacional! (Alude a la música del desfile.) ¡Bandas militares y mitotes ¡Uf! la verdadera independencia de una patria la hace el trabajo.
(En el patio.)
Lucero: (Volviendo al cesto de marzorcas.) No sé para qué trabaja uno... o para qué nace o para qué vive.
Libertad: (Gritando.)¿Y si de todos modos no llegara?
(Lucero se levanta y le tapa la boca a Libertad. Fortaleza en el portón.)
Fortaleza: ¡Pedro Donojú! ¡Ay cuánto tardas, mi tío!
Libertad: (Con desdén y desprendiéndose de Lucero.) Que no venga. Martín no lo quiere.
(Lucero quiere decir algo pero no halla las palabras.) (En la recámara:)
Guolfe: (A Eloísa.) ¿Ya se levantaron esos diablos?
Eloísa: (Tensamente.) No sé. Estoy esperando.
Guolfe: (Con sarcasmo, adivinando.) ¿A quién?
Eloísa: (A Guolfe, que la mira fijamente.) Te esperaba a ti, a que despertaras para...
(Queda pensando la frase. En el patio:)
Fortaleza: (A Lucero.) Decídete. (Señalando a Libertad.) No le tengas miedo. (A Libertad.) Vamos a fugarnos. (A Lucero.) Hay que tener audacia.
(En la recámara:)
Guolfe: (A Eloísa.) Habla, pues.
Eloísa: (Asintiendo.) Muy bien. Dame la llave.
(Guolfe la mira sorprendido.)
Eloísa: (A Guolfe.) ¡Dámela. te digo!
Guolfe y Libertad: (Al unísono desde su lugar.) ¡No la tendrás nunca, estúpida!
(Guolfe saca los enseres para rasurarse. En el Patio:)
Fortaleza y Libertad: (Inventando una tonadilla.) ¡La fuga, la fuga!
(Una con el plumero, la otra con la sombrilla desplegada, bailan en torno a Lucero.)
Lucero: (Con las manos hechas puño.) ¡Yo sé por dónde fugarme! (En la recámara:)
Guolfe: (Aplicándose crema de afeitar.) Se supone que soy yo quien ha de abrir la puerta cuando Pedro llegue.
Eloísa: (Dando unos pasos en torno a Guolfe.) No se trata de Pedro ni de mí.
Guolfe: ¿De quién, entonces?
(En el patio.)
Fortaleza: (A Lucero.) Hay que tener fuerza. (En la recámara:)
Guolfe: (A Eloísa.) ¿De quién?
Eloísa: (A Guolfe.) Ya lo sabes. De mis hijos.
Guolfe: ¿Les pasa algo? (Exagerando.) No habrán caído enfermos. (Abriendo la puerta de la recámara para dejarse oír mejor de ellos. Con sarcasmo.) ¿Qué quieren ahora mis hijos? ¿Un trajecito nuevo? ¿Una motocicleta?
(En el patio: Al oír la voz de Guolfe los muchachos callan, perplejos. Cuarto de arriba: En su lecho, Azul se incorpora y escucha. En la recámara:)
Guolfe: ¡Seguro que también desean ir a la calle, naturalmente. Y ver el desfile, las banderas! (Regresando junto a Eloísa.) Me encantan los desfiles. Rebaño de empleados grises, obreros indefensos, atletas estupidizados. ¡Gente, gente! La gente es infeliz aquí desde que nace. (Señalando a la distancia.) Y yo pago mis impuestos para mantener esa tropa... que luego ellos usan no para defender la patria, sino para encadenar la opinión libre de los ciudadanos. ¡Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre! (Regresa al espejito donde se rasura. Se limpia el rostro con una toalla.) ¿Y eso quieren ver mis hijos? Pues que se trepen a la barda y desde allí lo vean. ¡De lejos, siempre de lejos!
(Guolfe arroja la toalla al lecho, toma el vaso con agua de encima del buró y se enjuaga la boca.)
Eloísa: Guarda tus fuerzas, Guolfe.
(En el patio: Los tres hermanos han vuelto junto al portón. Libertad en medio de los otros dos con su sombrilla desplegada. Cuarto de arriba: Azul se acurruca en su lecho. En la recámara:)
Guolfe: (A Eloísa.) Es el resultado de hacerte concesiones como la de anoche.
Eloísa: (Cerrando los ojos.) Anoche...
Guolfe: Sí. Haz un día una concesión y te obligarás a otra y a otras.
Eloísa: ¡Ya, Martín!
Guolfe: (Autoexáltandose como defensa al asunto de le llave.) ¡Eso digo yo! ¡No veo por qué hemos de discutir lo mismo todos los días! (Interrumpiendo a Eloísa.) ¡Lo sé, lo sé! Prometí recibir a tu hermano y... lo vamos a recibir. Pero a cambio quedamos tú y yo en cuidar la salud de nuestros hijos.
Eloísa: (Con dureza.) Tendríamos que explicar lo que entendemos por cuidar la salud de nuestros hijos.
Guolfe: (Extrañado.) ¿Qué pasa, Eloísa? ¿Por qué ese tono?
Eloísa: Dame la llave. No quiero que Pedro encuentre cerradas las puertas.
Guolfe: (Mostrando la llave, sin entregarla.) ¿Y luego?
Eloísa: Han de quedarse abiertas.
Guolfe: ¡Conque por eso no te acostaste anoche! Estuviste esperándolo. ¿Qué tienes tú con tu hermano? ¿Qué esperas de él... o qué vas a decirle, o... ?
Eloísa: Que nos ayude.
Guolfe: No quiero su ayuda. ¡Mira cómo te ha puesto a ti y todavía no entra! Cuando un intruso es anunciado en tu casa, y aún antes de llegar empieza a romper las paredes, ¿qué no hará después?
Eloísa: ¡Martín, vas a oírme!
Guolfe: Has cambiado y me cambias.
Eloísa: (Sombría.) Como yo anoche.
Guolfe: ¡Otra vez anoche! ¿Qué pasó anoche para que tú seas otra? Escucha, mujer, una noche no puede destruir tanto a dos personas. ¿Qué es una noche?
Eloísa: (En igual tono.) Unas horas, un polvo del tiempo, nada... Pero entonces uno comprende y cambia y se decide y...
Guolfe: (Con dolor y con ira.) Pero tú no has cambiado. Sólo que yo no te había visto antes así de dura, agresiva, egoísta, absoluta...
Eloísa: ¡Quita allá, Guolfe! Déjate de palabras. Dame la llave. Vamos a dejar la puerta abierta.
Guolfe: (Explotando.) ¡Cállate, Eloísa, o te maldigo!
Eloísa: Maldice. Lo merezco. Anoche sorprendí a tus hijos haciendo un juego. Fortaleza estaba en camisa abrazando a su hermano... Libertad y Azul hacían lo mismo. (Guolfe hace un movimiento. Eloísa lo ataja.) No quiero que les digas nada.
Guolfe: (Hacia la puerta.) ¡Puercos!
Eloísa: Lo hace por inocencia. Escucha, Martín, cómo también la inocencia puede llegar al crimen. Déjalos salir. No son palabras lo que tus hijos van a entender: Tampoco sirven gritos y castigos.
Guolfe: (Frío.) ¿Qué, entonces?
Eloísa: No tienen criterio. Necesitan saber, entender, comprender. Y eso no pueden aprenderlo aquí. Ahora sabes lo que yo entendía anoche. Y te veo y me alegro... porque también espero que eso te cambie. Dame la llave.
Guolfe: Después. Déjame reflexionar.
Eloísa: ¿Estás loco? (Con angustia apremiante.) ¡No tenemos tiempo!
Guolfe: Era sólo un juego, dices... y si era un simple juego no hay por qué alarmarse. Si mis hijos son puros, y lo son, seguirán siéndolo aquí adentro. Y también sabrán entender un pequeño castigo y mis razones.
Eloísa: ¡Suelta ese látigo! (Le arrebata la correa.) Dame la llave.
Guolfe: (Separándose.) ¡Ven por ella!
Eloísa: Ten cuidado, Guolfe. Empiezo a gruñirte como una perra.
(Tocan el portón de la calle. Eloísa y Guolfe siguen mirándose sin moverse. En el patio: al oírse el toquido, Fortaleza da una alegre vuelta de baile. Lucero mete los ojos por la rendija del portón. Libertad observa.)
Libertad: (Fríamente y desde su lugar.) ¿Eres tú, tío Pedro? (En la recámara.)
Eloísa: (A Guolfe, después de una pausa.) Gánate el amor de ellos. Ve y abre.
(Guolfe no se mueve. En el patio:)
Lucero: (En su rendija, desesperadamente.) ¡No puedo ver quién es!
Fortaleza: (Hacia la puerta con risueña esperanza.) ¡Ya viene la llave! ¡Ya viene!
(En la recamára: Al ver la inmovilidad de Guolfe, Eloísa va a la puerta de la recámara y la abre.)
Eloísa: (Llamando.) ¡Lucero!
(En el patio: Lucero acude al llamado de Eloísa. Libertad se precipita al portón. Fortaleza corre a la sala a mirarse en vidrio del librero.)
Libertad: (Con rudeza a quien esta detrás del portón.) No te queremos aquí. Vete, ¿me oyes?
(En la recámara: Lucero se detiene en la puerta. Eloísa vuelca el contenido del alhajero en una mesita y escoge algo.)
Eloísa: (Yendo hacia Lucero.) Toma esta llave, hijo, y abre la puerta. (Al notar el movimiento de Guolfe, agrega.) Seamos leales, Martín. Cumple.
(Lucero escapa con la llave rumbo a la puerta de la calle. Al pasar por la sala ve a Fortaleza retocándose ante el vidrio.)
Lucero: (A Fortaleza, mostrándole la llave y sin detenerse.) ¡Las torrejas!
(Lucero llega junto al portón de la calle seguido por Fortaleza. Introduce la llave en la cerradura. Libertad cierra su sombrilla. En la recámara:)
Guolfe: (Aferrando a Eloísa por las muñecas.) ¡Cómo... ! ¿Desde cuándo tenías tú esa llave?
Eloísa: Me lastimas, Guolfe.
Guolfe: Más me lastimas tú. ¿Desde cuándo... ?
Eloísa: Desde hace nueve años, señor.
Guolfe: ¡Lo sabía, lo presentí entonces! Cuando nació Azul... ¡Nueve años, Eloísa! ¡Desde hace nueve años me traicionas!
Eloísa: A ti no. A mí. Nueve años esperando a que tú cambiaras, para que saliéramos juntos.
Guolfe: ¿Por qué no escapaste?
Eloísa: ¿No entiendes por qué?
Guolfe: (Desesperado.) No entiendo nada. ¿Por qué, para qué?
(Eloísa se desprende. Dando un paso atrás se apoya con la mana izquierda en la mesita. Se oye el ¡Crack! de la ratonera. Eloísa levanta la mano. Todavía lleva en ella colgando la trampa, cuyos dientes le muerden la carne ferozmente. Un hilo de sangre le corre por brazo que Guolfe contempla fascinado. Eloísa trata de quitarse la ratonera, pero Guolfe lo impide y aún le sostiene el brazo, observandola.)
Eloísa: (Sin suplicarlo.) Quítamela, estoy sangrando.
Guolfe: (Sonriendo su desquite.) Soy yo quien te está mordiendo Es mi desquite.
Eloísa: Es un accidente.
Guolfe: Pero me interpreta.
(Guolfe le quita la trampa. En el patio:)
Lucero: (Forcejeando en la cerradura.) La llave no gira. Está enmohecida.
Fortaleza: (Sonriendo al portón.) Espere un lapso, tío. La llave está muy vieja.
(En la recámara:)
Guolfe: (Admirando a Eloísa.) ¿Cómo has llegado a ser tan fuerte?
Eloísa: (Mirando la mano mordida.) La mujer que renunció al mundo para envilecer a sus hijos tiene que ser fuerte.
(Guolfe se derrumba en la orilla de la cama. En el patio: Lucero frota a llave con un trapo.)
Fortaleza: (Al portón.) ¡Oídme! La paciencia no es una virtud imposible.
(Libertad se desliza hacia la sala. se empina una botella. Aferra la otra y va al cuarto de arriba. En la recámara
Eloísa: (A Guolfe cabizbajo.) Recibe a Pedro. Este puede ser el mejor de nuestros días.
Guolfe: No habrá ya mejores días para nosotros. Ve a curarte esa mano. Tu sangre me excita.
Eloísa: (Desesperada.) ¿Por qué no comprendes?
Guolfe: Que no me ames ya, lo entiendo pero... ¿a tus hijos?
Eloísa: Todavía estamos a tiempo.
Guolfe: ¿De qué? Todo pasa, cambia. Ayer fue un día remoto y feliz... (Explotando.) ¡Pero yo no soy el tiempo! ¡Soy un hombre solo y todavía te quiero!
Eloísa: (Con esperanza.) ¿Entonces?
Guolfe: (Rotundo.) Nada. Sólo te quiero. Aunque tenga que aplastarte, ya lo has visto.
(Eloísa se pone un guante en la mano herida. En el cuarto de arriba: Entra Libertad con las botellas. Azul se incorpora.)
Libertad: (Al niño.) Duérmete. Me gustaría quo te durmieras para siempre.
Azul: Quiero ver a mi tío Pedro.
Libertad: (Tomando de la botella y sentándose junto al niño.) Te voy a contar un cuento. (El vino empieza a turbarla.) Éste era un rey que tenía una hija ramera... y !a ramera tenía un hermano que se llamaba Pedro...
(En el patio: Lucero hace girarla llave en la cerradura.)
Lucero: (Jubiloso.) ¡Ya está! ¡Ya está!
(En la recámara: Guolfe y Eloísa en actitud de espera. En el cuarto de arriba: Libertad toma el libro verde de Lucero.)
Libertad: ¡Fausto... Fausta... Faus!
(En el patio: Lucero abre el portón. Se medio asoma afuera. Fortaleza se yergue.)
Lucero: (Como quien no puede creerlo.) ¡No hay nadie!
Fortaleza: Estás loco. Claro que hay. (Se aproxima al portón abierto y hace una reverencia.) SI, señor. El conde vendrá en seguida. Pase usted, querido tío. ¡Oh, qué alto es usted! ¡Y qué joven! Por aquí... tenga la bondad. (Elevando la voz.) ¡Madre, m¡ tío ha llegado!
(Eloísa camina hacia la sala. Sólo ve a Fortaleza.)
Eloísa: ¿Dónde está?
Fortaleza: (Como hablando al tío.) ¡Hela aquí! Abrácela usted, tío.
(Fortaleza va rumbo a su cuarto. Lucero entra en la sala.)
Eloísa: (A Lucero.) ¿Qué le pasa a Fortaleza? ¿Dónde está Pedro?
Lucero: No llegó. Nos han mentido. No llegó.
Fortaleza: (Volviéndose antes de salir.) Pues para mí haré de cuenta que llegó. Por aquí, tío.
(El “por aquí, tío” lo dice Fortaleza en voz muy alta como para que la oigan Libertad y Guolfe. En el cuarto de arriba:)
Libertad: (Gritando.) ¡No te queremos aquí! ¡Vete!
Fortaleza: (Poniéndose las barbas y el bigote, fingiendo la voz del tío.) ¿Quién grita? (Quitándose las barbas y el bigote, con su voz natural.) Es libertad, tío, que vive en la parte aguda del castillo. Venga. (Da unos pasos. Se vuelve.) Una pregunta, señor. ¿Tiene usted amante?
Lucero: (Ofuscado.) ¡Fortaleza!
Eloísa: (A Lucero.) Déjala. (A Fortaleza.) No, hija.
Fortaleza: Venga, tío. Le voy a mostrar el castillo. Empezaremos por el cuarto de los tormentos.
(Sale Fortaleza. También Eloísa hacia el comedor. Lucero permanece. la sala, donde entra Guolfe. Los dos se miran.)
Guolfe: (A Lucero.) Dame la llave.
Lucero: No es tuya.
Guolfe: Dámela, ya hablé con tu madre.
Lucero: No es cierto.
Guolfe: Ve y pregúntaselo. (Lucero va a irse.) Antes dame la llave.
Lucero: (Entregando la llave.) Nos vas a volver a encerrar.
Guolfe: (Estrujando la llave.) Pero tú ya has salido, ¿eh? ¡Te estoy hablando!
(Eloísa aparece en la puerta del comedor.)
Eloísa: ¡Suéltalo!
Guolfe: (Sacudiendo a Lucero.) ¡Antes la verdad!
(Un cristal de la ventana salta hecho pedazos. Una piedra rueda por el suelo. Guolfe suelta a Lucero y recoge la piedra. Los tres se miran intrigados. La Maud escapa corriendo por el jardín.)
Guolfe: ¡Yo sabré quién es!
(Guolfe se precipita al portón y sale a la calle. Crece a lo lejos la música del desfile. Eloísa y Lucero se abrazan. En el cuarto de arriba: Entra Fortaleza con bigotes.)
Fortaleza: (A Libertad, con voz de tío.) ¿Y qué es esto, un calabozo?
Azul: Son los juguetes que nos trae mi papá.
(En la sala:)
Eloísa: (Separándose de Lucero y recogiendo la piedra.) ¿Quién pudo ser?
Lucero: Están de fiesta en la calle. Cualquiera tira una piedra.
(En el cuarto de arriba:)
Libertad: (A Fortaleza.) ¡ Llévate a ese tío, yo no lo quiero!
Azul: ¿Qué es una ramera?
Libertad: La hija del rey. Cuando había un pleito se trepaba a un árbol.
Fortaleza: (Sin bigote y con su voz.) Vamos, tío. Ahora veremos la cocina y mi habitación.
(Fortaleza se retira. Libertad toma vino. En la sala:)
Eloísa: (Aproximándose a su hijo.) Lucero...
Lucero: (Del guante.) ¿Qué te pasó en la mano?
Eloísa: Escucha y entiende. Tenemos que ayudarnos. ¿Tú le escribiste a Pedro? (Lucero niega con la cabeza.) Lo del guante no es nada. ¿Qué tienes?
Lucero: Al fin vamos a irnos pero... ¿por qué hasta hoy? Desde que nació mi hermano tenías la llave. ¿Por qué no escapamos antes?
Eloísa: No teníamos a dónde ir.
Lucero: ¿Y ahora sí?
Eloísa: No fue posible antes.
Lucero: Sí era. (Sombrío con un punto de odio en la voz.) Tantos años... ¿Por qué?
Eloísa: Martín es tu padre y es mi esposo. No íbamos a dejarlo solo.
Lucero: ¿Y por qué hoy sí? (Con creciente rencor.) ¿Hasta hoy te das cuenta de que fue un crimen lo que cometieron con nosotros? ¿Quién va a pagarlo todo ahora? ¿Un padre criminal?
Eloísa: ¡Lucero!
Lucero: ¿Y la madre?
Eloísa: (Temiendo oír la expresión del odio.) ¡Lucero!
Lucero: (Aferrando a Eloísa.) ¡Te lo voy a decir!
Eloísa: ¡No!
Lucero: Cuando un padre...
Eloísa: ¡No! ¡No!
Lucero: Sí. Cuando un padre es un criminal, la madre es una ramera. ¡Una hija de la chingada!
(En el cuarto de arriba:)
Libertad: (Al niño.) La ramera estaba enamorada de un militar muy joven. El militar la dejó porque ella, siendo rica, era fea. Entonces ella se montó en su perro y se fugaron juntos. (Libertad se turba bajo los efectos del vino.) Y se trepó al árbol con el perro, hasta que el árbol tuvo manzanas como hijas y el perro se convirtió en lobo para cuidarlas.
(En la sala:)
Eloísa: Lo he pagado. Es cierto, tenía la llave y no pude usarla. La llave estaba atrapada conmigo. Durante nueve años fue oxidándose con mis remordimientos. Se fue poniendo oscura, verde. Se le fue pegando el vaho de las semillas y cada año se cubría de hongos, como el cadáver de una mariposa muerta. Un día no la pude encontrar. Se había hundido en mi cuerpo pudriéndolo todo; mis cartas de novia, mi vestido, mi pelo... Cuando la encontré no me atreví a limpiarla. Alguien lo hará, pensaba yo, cuando tú sepas amar a tus hijos por encima del esposo. Creía no amarlos. Y de pronto. anoche, anoche...
Lucero: Lo siento. Perdóname.
Eloísa: Dame la llave.
Lucero: No la tengo. El me la quitó. Me engañó, me...
Eloísa: Cállate. (Reacciona con esperanza.) Ve a ver si la puerta está abierta.
(Lucero corre hacia la puerta de la calle. Arriba, en el cuarto: Libertad coloca al niño en el garrote. Abajo, junto a la puerta.)
Lucero: (Abriendo la puerta.) Está abierta... (Con sorpresa, desilusión y rencor.) ¡Ven, Fortaleza, la puerta está abierta!
(A su grito acuden Fortaleza y Eloísa. Las dos permanecen mirando el portón. Arriba en el cuarto:)
Azul: (Alegremente.) ¿Me vas a dar garrote?
Libertad: (Cubriendo la cabeza del niño con un trapo negro.) Pase lo que pase tú no digas nada. No podrás decir nada.
(Abajo, junto a la puerta abierta:)
Fortaleza: (Maravillada.) Veo la calle, las personas... ¡Y la señora Maud!
Lucero: (Cerrando la puerta.) Yo sí puedo moverme.
Eloísa: (Sujetando a Lucero.) No cierres, hijo.
Lucero: (Con odio.) No tengo la llave, pero tengo fuerzas.
Eloísa: (Espantada y mirando a su hijo.) ¡Te pareces a él! ¡Hablas como él!
Lucero: Por eso ayúdame. Vamos a destruirlo.
Eloísa: No. Hay que salvar al lobo para que tu padre viva.
(Gritos afuera de “Aquí es”, “Sí, aquí viven”, “¡Es un avaro!” “¡Tienen monedas de oro!”, “Esconden el arroz”, “¡El viejo esconde el maíz!”, “¡Atormenta a sus hijos!”, “¡Es un monstruo!”. Abajo: Las puertas se abren. Entra la Maud. Lucero, Eloísa y Fortaleza retroceden hacia la sala.)
Sra. Maud: Soy yo, Eloísa. Déjeme pasar. Ya entré. ¿Qué les pasa? ¿Todavía esperan al tío Pedro? No llegará. El telegrama lo hice mandar yo misma. ¿Dónde está? ¿Dónde está el monstruo?
(En el cuarto de arriba:)
Libertad:,(Que ha oído, grita a su vez.) ¡No está! Se fue por el bodegón cabalgando en un tonel. (En sus manos agita el libro verde.) De uno haz diez y el dos quítalo; y haz tres al punto. Deja el cuatro. De cinco y seis haremos siete y ocho. (Empieza a apretar el garrote..)
(En la sala:)
Sra. Maud: ¿Quién grita?
Fortaleza: (Sonriendo a la Maud.) Ha sucedido una desgracia. Mi padre se ha ido y nosotros no podemos atenderla.
(En el cuarto de arriba:)
Libertad: (En tono alto.) ¡Dile que no somos sus hijas! ¡Qué le cortó la cara a Lucero! ¡Que atormenta a Eloísa y que acaba de ahorcar a mi hermano en el garrote! ¡Delátalo, soplona!
Lucero: (A Eloísa.) ¿De qué está hablando?
Sra. Maud: (A Eloísa.) Respóndale. Ésa es la verdad que tiene usted que apoyar en los tribunales. ¿Dónde esté él, Lucero? No me mires así, lo hago por salvarte. (Abraza a Lucero. Se vuelve a Eloísa.) Nos hemos acostado juntos. Lo quiero. Si usted no me apoya me lo llevaré.
(Eloísa no tiene tiempo de responder. Los gritos de la calle se intensifican.)
Voz 1: ¡Ahí viene!
Voz 2: ¡Es él!
Voz 3: ¡Chacal!
Voz 4: ¡Duro con él!
(En el patio: la puerta se abre. Es Guolfe. Algunas piedras caen al patio. Guolfe apenas tiene tiempo de cerrar la puerta tras él. Se oyen los puños que golpean el madero. En la sala: Todos en la sala miran hacia la puerta. Entra Guolfe. El traje desgarrado, sin sombrero. De su frente escurre la sangre. En sus manos trae un periódico.)
Guolfe: (Avanzando hacia Eloísa. Le muestra el periódico.) ¡Mira lo que dicen de mí! ¿Soy un chacal, un monstruo? ¡Óyelos, rodean mi casa! ¿Están bien mis hijos? ¿Dónde está Libertad? (En el cuarto de arriba:)
Libertad: (Mostrando una banderola negra con una calavera en el centro.) ¡Como una criminal, recluida la dulce e infortunada criatura en su mazmorra! ¡Encarcelada... sumida en irreparable desventura! (Sigue dando garrote al niño.)
(En la sala:)
Fortaleza: (Desde su lugar, con cierta indiferencia.) ¿Qué le han hecho, padre?
Guolfe: ¡Mis hijos, Eloísa!
Fortaleza: Venga a que lo cure, padre.
Guolfe: (Rechazando la ayuda. Se vuelve a la Maud.) Conque fue usted quien movió todo esto, la prensa... la policía. ¿Qué daño le hemos hecho mi esposa, mis hijos, mi casa?
Sra. Maud: (En perra.) ¡Su cueva!
Guolfe: ¡Pero es la mía! Construida con estas manos que sólo han conocido la limpieza y la honradez...
Sra. Maud: ¡Escuche lo que gritan: ¡Muera el chacal!
Guolfe: (Revolviéndose.) ¡El lobo!
Sra. Maud: (Con tarascada.) ¡Chacal es poca cosa! Diecisiete años de encierro le dan derecho a cualquiera para denunciarlo.
Guolfe: (A la Maud.) ¿Cuál derecho? Ésta es mi casa, mi vida privada.
Gritos: ¡Es un ateo! ¡Esconde el maíz! ¡Costales de azúcar!
Guolfe: (Contestándoles.) ¡Para mis hijos, no para ustedes! (A la Maud.) ¿Por qué voy a entregárselos? Hablo como cualquier hombre honrado debiera hablar, como el lobo aúlla, como el jabalí gruñe. (Contra la Maud.) Dígame, ¿por qué lo hace? ¿Qué ideales tiene? Pero yo la conozco. Usted huele a estropajo y a nalgas.
Lucero: ¡Así habla un padre!
Guolfe: ¡Ya no soy tu padre! Todo apesta a traición, a locura. (A su mujer.) Eloísa, habla, están cometiendo conmigo un asesinato. ¡Habla, Eloísa! (A Fortaleza.) ¡Tú, mi hija!
FORTALEZA Sí, padre. (Adelantándose y con vista baja.) Usted ha sido nuestro verdugo.
Guolfe: (Resintiendo la herida.) ¿Yo, tu verdugo? ¿Qué daño te he hecho?
Fortaleza: Que responda mi hermano Lucero. (A la Maud.) ¡Mírele usted la cara!
Sra. Maud: (Contra Guolfe.) ¡Desgraciado!
Guolfe: (A Eloísa.) Di por qué lo hice. Tú lo sabes. ¡Dilo!
Eloísa: Porque estás enfermo, Guolfe.
Sra. Maud: ¿Y qué tapa con ese guante, Eloísa? ¡Quíteselo!
(Instintivamente Eloísa esconde la mano.)
Guolfe: (A Eloísa.) No te lo quites. Piensa. En tus manos está nuestra vida.
Eloísa: ¡Basta, por piedad!
Fortaleza: Muestre la mano, madre.
Eloísa: ¡Hijos!
Fortaleza: O nosotros o él.
(Eloísa, tras una duda, se arranca el guate. Entra Libertad con la bandera negra en la mano.)
Guolfe: (Viendo en su hija una salvación.) ¡Bendita seas, criatura! (Retador.) Tú sí eres mía... mi carne y mi sangre... habla y dile todos la verdad.
Sra. Maud: Esta niña está mal. (A Libertad.) ¿De dónde vienes?
Libertad: (Sonriendo torpemente.) Del tormento.
Guolfe: Responde, hija. Afuera está la plebe esperando lincharme, y aquí me acusan de ser un monstruo. ¿Lo soy?
Libertad: (Como en juego.) Eres el más espantoso monstruo de Fausto y de las noches de Walpurgis.
Guolfe: (Conmovido y estrechando a Libertad en sus brazos.) ¿Qué te hicieron, Libertad? Responde. ¿Los he atormentado yo?
Libertad: (Vibrantemente ebria.) Todos los días del mundo... ¡Miren, miren! ¡Sangre y más sangre! Nos encanta la sangre, ¿verdad, Martín?
(Guolfe hace un vano intento para tocar a Libertad. Se oye el vals. Lucero intuyó algo: sube y descubre el cuerpo de Azul.)
Sra. Maud: (A Guolfe.) ¡Usted está loco!
Guolfe: (En tono apagado, oyendo el vals.) Antes, no. Ahora, quién sabe. Después, no sé...
(Por los pasillos del teatro avanzan personas, gente del pueblo. Con gestos amenazantes llegan frente al proscenio. Con ellos, los jóvenes que antes tocaban la canción. Algunas mujeres llevan canastas y sacos vacíos.)
Pueblo: ¡Allí está! ¡Lo miro a través de la puerta! ¡Que salga! ¡Agarren piedras! ¡Entraremos a salvar a la familia!
(La Maud se levanta y habla con el pueblo.)
Sra. Maud: Silencio. (El pueblo calla.) No tardará en salir. Espérenlo junto al portón.
(Lucero baja. Va junto a su padre.)
PUEBLO: (Saliendo.) ¡A lincharlo! ¡Duro con él! ! ¡A lincharlo! ¡Piedras!
(La Maud se incorpora a la escena, donde Guolfe le entrega las llaves a Lucero.)
Guolfe: (Sombrío.) Aquí están las llaves de lo que fue mi casa... (Camina hacia el portón.) Cuida a tus hijos, Eloísa.
(Guolfe abre la puerta y sale a la calle. Se escucha un feroz griterío. Suena a lo lejos la banda. Por el mismo portón entra la gente del pueblo desparrámandose por toda la casa. Empieza el pillaje. Lucero rechaza a la Maud.)
Sra. Maud: (A Lucero en grito.) Lo hice por ti.
(La Maud escapa hacia la calle. Dentro de la casa sigue el saqueo. La gente abre cajones. Se llevan los cubiertos de mesa, copas, la ropa y cuanto está a la mano. Dos mujeres llegan hasta la recámara de Eloísa y se abalanzan sobre las joyas. En la sala: Los jóvenes de la guitarra manosean a Libertad, que ríe con placer histérico. Los jóvenes le desgarran la blusa.)
Fortaleza: (Aterrada, a Eloísa.) ¿Éste es el mundo, madre?
Eloísa: Sí, hija. Éste es el mundo. Míralo. Hay que conocerlo para defenderse de él. (Mientras dice esto, Eloísa toma el látigo y descuelga una de las escopetas de la pared y la da a Fortaleza.) Dispara a quien te falte. No tengas miedo. Si te atacan, mata. (Chasquendo el látigo contra la gente.) ¡Fuera, fuera, fuera!
(Se oye la sirena de la policía. La gente huye hacia la calle. Lucero está contemplando la puerta abierta. Fortaleza sigue empuñando la escopeta. Libertad llora echada en el suelo. Afuera, rumor de pisadas. De momento se hace un gran silencio.)
Eloísa: ¿Qué sucede? ¿Qué le hacen a tu padre?
(Eloísa va hacia la puerta. Lucero arrebata el arma de las manos de Fortaleza y se pone en la puerta impidiendo el paso.)
Lucero: (A Eloísa.) ¿A dónde vas?
Eloísa: A salvar al lobo para que tu padre viva.
Lucero: (Amenazante.) ¡Quita! Tuvimos tiempo de escoger. Que se cumpla Io que debe cumplirse. (A Fortaleza.) Dejé las llaves en la cerradura. Ve y cierra.
Eloísa: ¡No! ¡Deja la puerta abierta!
Lucero: (A Eloísa.) Quieta o te mato...
Eloísa: (Horrorizada.) ¡Lucero!
(Fortaleza echa llave y regresa.)
Lucero: No saldremos más. Ahora soy yo. Empezaremos de nuevo. Vamos. Hay que preparar el entierro de Azul.


FIN

"THE HAIRY APE", EUGENE O'NEILL

"THE HAIRY APE"

A Comedy of Ancient and Modern Life

In Eight Scenes


By

EUGENE O'NEILL





CHARACTERS


  ROBERT SMITH, "YANK"
  PADDY
  LONG
  MILDRED DOUGLAS
  HER AUNT
  SECOND ENGINEER
  A GUARD
  A SECRETARY OF AN ORGANIZATION
  STOKERS, LADIES, GENTLEMEN, ETC.





SCENE I


SCENE--_The firemen's forecastle of a transatlantic liner an hour after
sailing from New York for the voyage across. Tiers of narrow, steel
bunks, three deep, on all sides. An entrance in rear. Benches on the
floor before the bunks. The room is crowded with men, shouting,
cursing, laughing, singing--a confused, inchoate uproar swelling into a
sort of unity, a meaning--the bewildered, furious, baffled defiance of
a beast in a cage. Nearly all the men are drunk. Many bottles are
passed from hand to hand. All are dressed in dungaree pants, heavy ugly
shoes. Some wear singlets, but the majority are stripped to the waist._

_The treatment of this scene, or of any other scene in the play, should
by no means be naturalistic. The effect sought after is a cramped space
in the bowels of a ship, imprisoned by white steel. The lines of bunks,
the uprights supporting them, cross each other like the steel framework
of a cage. The ceiling crushes down upon the men's heads. They cannot
stand upright. This accentuates the natural stooping posture which
shovelling coal and the resultant over-development of back and shoulder
muscles have given them. The men themselves should resemble those
pictures in which the appearance of Neanderthal Man is guessed at. All
are hairy-chested, with long arms of tremendous power, and low,
receding brows above their small, fierce, resentful eyes. All the
civilized white races are represented, but except for the slight
differentiation in color of hair, skin, eyes, all these men are alike._

_The curtain rises on a tumult of sound. YANK is seated in the
foreground. He seems broader, fiercer, more truculent, more powerful,
more sure of himself than the rest. They respect his superior
strength--the grudging respect of fear. Then, too, he represents to
them a self-expression, the very last word in what they are, their most
highly developed individual._

VOICES--Gif me trink dere, you!

'Ave a wet!

Salute!

Gesundheit!

Skoal!

Drunk as a lord, God stiffen you!

Here's how!

Luck!

Pass back that bottle, damn you!

Pourin' it down his neck!

Ho, Froggy! Where the devil have you been?

La Touraine.

I hit him smash in yaw, py Gott!

Jenkins--the First--he's a rotten swine--

And the coppers nabbed him--and I run--

I like peer better. It don't pig head gif you.

A slut, I'm sayin'! She robbed me aslape--

To hell with 'em all!

You're a bloody liar!

Say dot again!

[_Commotion. Two men about to fight are pulled apart._]

No scrappin' now!

To-night--

See who's the best man!

Bloody Dutchman!

To-night on the for'ard square.

I'll bet on Dutchy.

He packa da wallop, I tella you!

Shut up, Wop!

No fightin', maties. We're all chums, ain't we?

[_A voice starts bawling a song._]

    "Beer, beer, glorious beer!
    Fill yourselves right up to here."

YANK--[_For the first time seeming to take notice of the uproar about
him, turns around threateningly--in a tone of contemptuous authority._]
"Choke off dat noise! Where d'yuh get dat beer stuff? Beer, hell!
Beer's for goils--and Dutchmen. Me for somep'n wit a kick to it! Gimme
a drink, one of youse guys. [_Several bottles are eagerly offered. He
takes a tremendous gulp at one of them; then, keeping the bottle in his
hand, glares belligerently at the owner, who hastens to acquiesce in
this robbery by saying:_] All righto, Yank. Keep it and have another."
[_Yank contemptuously turns his back on the crowd again. For a second
there is an embarrassed silence. Then--_]

VOICES--We must be passing the Hook. She's beginning to roll to it. Six
days in hell--and then Southampton. Py Yesus, I vish somepody take my
first vatch for me! Gittin' seasick, Square-head? Drink up and forget
it! What's in your bottle? Gin. Dot's nigger trink. Absinthe? It's
doped. You'll go off your chump, Froggy! Cochon! Whiskey, that's the
ticket! Where's Paddy? Going asleep. Sing us that whiskey song, Paddy.
[_They all turn to an old, wizened Irishman who is dozing, very drunk,
on the benches forward. His face is extremely monkey-like with all the
sad, patient pathos of that animal in his small eyes._] Singa da song,
Caruso Pat! He's gettin' old. The drink is too much for him. He's too
drunk.

PADDY--[_Blinking about him, starts to his feet resentfully, swaying,
holding on to the edge of a bunk._] I'm never too drunk to sing. 'Tis
only when I'm dead to the world I'd be wishful to sing at all. [_With a
sort of sad contempt._] "Whiskey Johnny," ye want? A chanty, ye want?
Now that's a queer wish from the ugly like of you, God help you. But no
matther. [_He starts to sing in a thin, nasal, doleful tone:_]

    Oh, whiskey is the life of man!
        Whiskey! O Johnny!

[_They all join in on this._]

    Oh, whiskey is the life of man!
        Whiskey for my Johnny! [_Again chorus_]
    Oh, whiskey drove my old man mad!
        Whiskey! O Johnny!
    Oh, whiskey drove my old man mad!
        Whiskey for my Johnny!

YANK--[_Again turning around scornfully._] Aw hell! Nix on dat old
sailing ship stuff! All dat bull's dead, see? And you're dead, too, yuh
damned old Harp, on'y yuh don't know it. Take it easy, see. Give us a
rest. Nix on de loud noise. [_With a cynical grin._] Can't youse see
I'm tryin' to t'ink?

ALL--[_Repeating the word after him as one with same cynical amused
mockery._] Think! [_The chorused word has a brazen metallic quality as
if their throats were phonograph horns. It is followed by a general
uproar of hard, barking laughter._]

VOICES--Don't be cracking your head wid ut, Yank.

You gat headache, py yingo!

One thing about it--it rhymes with drink!

Ha, ha, ha!

Drink, don't think!

Drink, don't think!

Drink, don't think!

[_A whole chorus of voices has taken up this refrain, stamping on the
floor, pounding on the benches with fists._]

YANK--[_Taking a gulp from his bottle--good-naturedly._] Aw right. Can
de noise. I got yuh de foist time. [_The uproar subsides. A very
drunken sentimental tenor begins to sing:_]

    "Far away in Canada,
    Far across the sea,
    There's a lass who fondly waits
    Making a home for me--"

YANK--[_Fiercely contemptuous._] Shut up, yuh lousey boob! Where d'yuh
get dat tripe? Home? Home, hell! I'll make a home for yuh! I'll knock
yuh dead. Home! T'hell wit home! Where d'yuh get dat tripe? Dis is
home, see? What d'yuh want wit home? [_Proudly._] I runned away from
mine when I was a kid. On'y too glad to beat it, dat was me. Home was
lickings for me, dat's all. But yuh can bet your shoit noone ain't
never licked me since! Wanter try it, any of youse? Huh! I guess not.
[_In a more placated but still contemptuous tone._] Goils waitin' for
yuh, huh? Aw, hell! Dat's all tripe. Dey don't wait for noone. Dey'd
double-cross yuh for a nickel. Dey're all tarts, get me? Treat 'em
rough, dat's me. To hell wit 'em. Tarts, dat's what, de whole bunch of
'em.

LONG--[_Very drunk, jumps on a bench excitedly, gesticulating with a
bottle in his hand._] Listen 'ere, Comrades! Yank 'ere is right. 'E
says this 'ere stinkin' ship is our 'ome. And 'e says as 'ome is 'ell.
And 'e's right! This is 'ell. We lives in 'ell, Comrades--and right
enough we'll die in it. [_Raging._] And who's ter blame, I arsks yer?
We ain't. We wasn't born this rotten way. All men is born free and
ekal. That's in the bleedin' Bible, maties. But what d'they care for
the Bible--them lazy, bloated swine what travels first cabin? Them's
the ones. They dragged us down 'til we're on'y wage slaves in the
bowels of a bloody ship, sweatin', burnin' up, eatin' coal dust! Hit's
them's ter blame--the damned capitalist clarss! [_There had been a
gradual murmur of contemptuous resentment rising among the men until
now he is interrupted by a storm of catcalls, hisses, boos, hard
laughter._]

VOICES--Turn it off!

Shut up!

Sit down!

Closa da face!

Tamn fool! (Etc.)

YANK--[_Standing up and glaring at Long._] Sit down before I knock yuh
down! [_Long makes haste to efface himself. Yank goes on
contemptuously._] De Bible, huh? De Cap'tlist class, huh? Aw nix on dat
Salvation Army-Socialist bull. Git a soapbox! Hire a hall! Come and be
saved, huh? Jerk us to Jesus, huh? Aw g'wan! I've listened to lots of
guys like you, see, Yuh're all wrong. Wanter know what I t'ink? Yuh
ain't no good for noone. Yuh're de bunk. Yuh ain't got no noive, get
me? Yuh're yellow, dat's what. Yellow, dat's you. Say! What's dem slobs
in de foist cabin got to do wit us? We're better men dan dey are, ain't
we? Sure! One of us guys could clean up de whole mob wit one mit. Put
one of 'em down here for one watch in de stokehole, what'd happen?
Dey'd carry him off on a stretcher. Dem boids don't amount to nothin'.
Dey're just baggage. Who makes dis old tub run? Ain't it us guys? Well
den, we belong, don't we? We belong and dey don't. Dat's all. [_A loud
chorus of approval. Yank goes on_] As for dis bein' hell--aw, nuts! Yuh
lost your noive, dat's what. Dis is a man's job, get me? It belongs. It
runs dis tub. No stiffs need apply. But yuh're a stiff, see? Yuh're
yellow, dat's you.

VOICES--[_With a great hard pride in them._]

Righto!

A man's job!

Talk is cheap, Long.

He never could hold up his end.

Divil take him!

Yank's right. We make it go.

Py Gott, Yank say right ting!

We don't need noone cryin' over us.

Makin' speeches.

Throw him out!

Yellow!

Chuck him overboard!

I'll break his jaw for him!

[_They crowd around Long threateningly._]

YANK--[_Half good-natured again--contemptuously._] Aw, take it easy.
Leave him alone. He ain't woith a punch. Drink up. Here's how, whoever
owns dis. [_He takes a long swallow from his bottle. All drink with
him. In a flash all is hilarious amiability again, back-slapping, loud
talk, etc._]

PADDY--[_Who has been sitting in a blinking, melancholy daze--suddenly
cries out in a voice full of old sorrow._] We belong to this, you're
saying? We make the ship to go, you're saying? Yerra then, that
Almighty God have pity on us! [_His voice runs into the wail of a keen,
he rocks back and forth on his bench. The men stare at him, startled
and impressed in spite of themselves._] Oh, to be back in the fine days
of my youth, ochone! Oh, there was fine beautiful ships them
days--clippers wid tall masts touching the sky--fine strong men in
them--men that was sons of the sea as if 'twas the mother that bore
them. Oh, the clean skins of them, and the clear eyes, the straight
backs and full chests of them! Brave men they was, and bold men surely!
We'd be sailing out, bound down round the Horn maybe. We'd be making
sail in the dawn, with a fair breeze, singing a chanty song wid no care
to it. And astern the land would be sinking low and dying out, but we'd
give it no heed but a laugh, and never a look behind. For the day that
was, was enough, for we was free men--and I'm thinking 'tis only slaves
do be giving heed to the day that's gone or the day to come--until
they're old like me. [_With a sort of religious exaltation._] Oh, to be
scudding south again wid the power of the Trade Wind driving her on
steady through the nights and the days! Full sail on her! Nights and
days! Nights when the foam of the wake would be flaming wid fire, when
the sky'd be blazing and winking wid stars. Or the full of the moon
maybe. Then you'd see her driving through the gray night, her sails
stretching aloft all silver and white, not a sound on the deck, the lot
of us dreaming dreams, till you'd believe 'twas no real ship at all you
was on but a ghost ship like the Flying Dutchman they say does be
roaming the seas forevermore widout touching a port. And there was the
days, too. A warm sun on the clean decks. Sun warming the blood of you,
and wind over the miles of shiny green ocean like strong drink to your
lungs. Work--aye, hard work--but who'd mind that at all? Sure, you
worked under the sky and 'twas work wid skill and daring to it. And wid
the day done, in the dog watch, smoking me pipe at ease, the lookout
would be raising land maybe, and we'd see the mountains of South
Americy wid the red fire of the setting sun painting their white tops
and the clouds floating by them! [_His tone of exaltation ceases. He
goes on mournfully._] Yerra, what's the use of talking? 'Tis a dead
man's whisper. [_To Yank resentfully._] 'Twas them days men belonged to
ships, not now. 'Twas them days a ship was part of the sea, and a man
was part of a ship, and the sea joined all together and made it one.
[_Scornfully._] Is it one wid this you'd be, Yank--black smoke from the
funnels smudging the sea, smudging the decks--the bloody engines
pounding and throbbing and shaking--wid divil a sight of sun or a
breath of clean air--choking our lungs wid coal dust--breaking our
backs and hearts in the hell of the stokehole--feeding the bloody
furnace--feeding our lives along wid the coal, I'm thinking--caged in
by steel from a sight of the sky like bloody apes in the Zoo! [_With a
harsh laugh._] Ho-ho, divil mend you! Is it to belong to that you're
wishing? Is it a flesh and blood wheel of the engines you'd be?

YANK--[_Who has been listening with a contemptuous sneer, barks out the
answer._] Sure ting! Dat's me! What about it?

PADDY--[_As if to himself--with great sorrow._] Me time is past due.
That a great wave wid sun in the heart of it may sweep me over the side
sometime I'd be dreaming of the days that's gone!

YANK--Aw, yuh crazy Mick! [_He springs to his feet and advances on
Paddy threateningly--then stops, fighting some queer struggle within
himself--lets his hands fall to his sides--contemptuously._] Aw, take
it easy. Yuh're aw right, at dat. Yuh're bugs, dat's all--nutty as a
cuckoo. All dat tripe yuh been pullin'--Aw, dat's all right. On'y it's
dead, get me? Yuh don't belong no more, see. Yuh don't get de stuff.
Yuh're too old. [_Disgustedly._] But aw say, come up for air onct in a
while, can't yuh? See what's happened since yuh croaked. [_He suddenly
bursts forth vehemently, growing more and more excited._] Say! Sure!
Sure I meant it! What de hell--Say, lemme talk! Hey! Hey, you old Harp!
Hey, youse guys! Say, listen to me--wait a moment--I gotter talk, see.
I belong and he don't. He's dead but I'm livin'. Listen to me! Sure I'm
part of de engines! Why de hell not! Dey move, don't dey? Dey're speed,
ain't dey? Dey smash trou, don't dey? Twenty-five knots a hour! Dat's
goin' some! Dat's new stuff! Dat belongs! But him, he's too old. He
gets dizzy. Say, listen. All dat crazy tripe about nights and days; all
dat crazy tripe about stars and moons; all dat crazy tripe about suns
and winds, fresh air and de rest of it--Aw hell, dat's all a dope
dream! Hittin' de pipe of de past, dat's what he's doin'. He's old and
don't belong no more. But me, I'm young! I'm in de pink! I move wit it!
It, get me! I mean de ting dat's de guts of all dis. It ploughs trou
all de tripe he's been sayin'. It blows dat up! It knocks dat dead! It
slams dat off en de face of de oith! It, get me! De engines and de coal
and de smoke and all de rest of it! He can't breathe and swallow coal
dust, but I kin, see? Dat's fresh air for me! Dat's food for me! I'm
new, get me? Hell in de stokehole? Sure! It takes a man to work in
hell. Hell, sure, dat's my fav'rite climate. I eat it up! I git fat on
it! It's me makes it hot! It's me makes it roar! It's me makes it move!
Sure, on'y for me everyting stops. It all goes dead, get me? De noise
and smoke and all de engines movin' de woild, dey stop. Dere ain't
nothin' no more! Dat's what I'm sayin'. Everyting else dat makes de
woild move, somep'n makes it move. It can't move witout somep'n else,
see? Den yuh get down to me. I'm at de bottom, get me! Dere ain't
nothin' foither. I'm de end! I'm de start! I start somep'n and de woild
moves! It--dat's me!--de new dat's moiderin' de old! I'm de ting in
coal dat makes it boin; I'm steam and oil for de engines; I'm de ting
in noise dat makes yuh hear it; I'm smoke and express trains and
steamers and factory whistles; I'm de ting in gold dat makes it money!
And I'm what makes iron into steel! Steel, dat stands for de whole
ting! And I'm steel--steel--steel! I'm de muscles in steel, de punch
behind it! [_As he says this he pounds with his fist against the steel
bunks. All the men, roused to a pitch of frenzied self-glorification by
his speech, do likewise. There is a deafening metallic roar, through
which Yank's voice can be heard bellowing._] Slaves, hell! We run de
whole woiks. All de rich guys dat tink dey're somep'n, dey ain't
nothin'! Dey don't belong. But us guys, we're in de move, we're at de
bottom, de whole ting is us! [_Paddy from the start of Yank's speech
has been taking one gulp after another from his bottle, at first
frightenedly, as if he were afraid to listen, then desperately, as if
to drown his senses, but finally has achieved complete indifferent,
even amused, drunkenness. Yank sees his lips moving. He quells the
uproar with a shout._] Hey, youse guys, take it easy! Wait a moment! De
nutty Harp is sayin' someth'n.

PADDY--[_Is heard now--throws his head back with a mocking burst of
laughter._] Ho-ho-ho-ho-ho---

YANK--[_Drawing back his fist, with a snarl._] Aw! Look out who yuh're
givin' the bark!

PADDY--[_Begins to sing the "Muler of Dee" with enormous good-nature._]

    "I care for nobody, no, not I,
    And nobody cares for me."

YANK--[_Good-natured himself in a flash, interrupts PADDY with a slap
on the bare back like a report._] Dat's de stuff! Now yuh're gettin'
wise to somep'n. Care for nobody, dat's de dope! To hell wit 'em all!
And nix on nobody else carin'. I kin care for myself, get me! [_Eight
bells sound, muffled, vibrating through the steel walls as if some
enormous brazen gong were imbedded in the heart of the ship. All the
men jump up mechanically, fie through the door silently close upon each
other's heels in what is very like a prisoners lockstep. YANK slaps
PADDY on the back._] Our watch, yuh old Harp! [_Mockingly._] Come on
down in hell. Eat up de coal dust. Drink in de heat. It's it, see! Act
like yuh liked it, yuh better--or croak yuhself.

PADDY--[_With jovial defiance._] To the divil wid it! I'll not report
this watch. Let thim log me and be damned. I'm no slave the like of
you. I'll be sittin' here at me ease, and drinking, and thinking, and
dreaming dreams.

YANK--[_Contemptuously._] Tinkin' and dreamin', what'll that get yuh?
What's tinkin' got to do wit it? We move, don't we? Speed, ain't it?
Fog, dat's all you stand for. But we drive trou dat, don't we? We split
dat up and smash trou--twenty-five knots a hour! [_Turns his back on
Paddy scornfully._] Aw, yuh make me sick! Yuh don't belong! [_He
strides out the door in rear. Paddy hums to himself, blinking
drowsily._]

[_Curtain_]




SCENE II


SCENE--Two days out. A section of the promenade deck. MILDRED DOUGLAS
and her aunt are discovered reclining in deck chairs. The former is a
girl of twenty, slender, delicate, with a pale, pretty face marred by a
self-conscious expression of disdainful superiority. She looks fretful,
nervous and discontented, bored by her own anemia. Her aunt is a
pompous and proud--and fat--old lady. She is a type even to the point
of a double chin and lorgnettes. She is dressed pretentiously, as if
afraid her face alone would never indicate her position in life.
MILDRED is dressed all in white.

The impression to be conveyed by this scene is one of the beautiful,
vivid life of the sea all about--sunshine on the deck in a great flood,
the fresh sea wind blowing across it. In the midst of this, these two
incongruous, artificial figures, inert and disharmonious, the elder
like a gray lump of dough touched up with rouge, the younger looking as
if the vitality of her stock had been sapped before she was conceived,
so that she is the expression not of its life energy but merely of the
artificialities that energy had won for itself in the spending.

MILDRED--[_Looking up with affected dreaminess._] How the black smoke
swirls back against the sky! Is it not beautiful?

AUNT--[_Without looking up._] I dislike smoke of any kind.

MILDRED--My great-grandmother smoked a pipe--a clay pipe.

AUNT--[_Ruffling._] Vulgar!

MILDRED--She was too distant a relative to be vulgar. Time mellows
pipes.

AUNT--[_Pretending boredom but irritated._] Did the sociology you took
up at college teach you that--to play the ghoul on every possible
occasion, excavating old bones? Why not let your great-grandmother rest
in her grave?

MILDRED--[_Dreamily._] With her pipe beside her--puffing in Paradise.

AUNT--[_With spite._] Yes, you are a natural born ghoul. You are even
getting to look like one, my dear.

MILDRED--[_In a passionless tone._] I detest you, Aunt. [_Looking at
her critically._] Do you know what you remind me of? Of a cold pork
pudding against a background of linoleum tablecloth in the kitchen of
a--but the possibilities are wearisome. [_She closes her eyes._]

AUNT--[_With a bitter laugh._] Merci for your candor. But since I am
and must be your chaperone--in appearance, at least--let us patch up
some sort of armed truce. For my part you are quite free to indulge any
pose of eccentricity that beguiles you--as long as you observe the
amenities--

MILDRED--[_Drawling._] The inanities?

AUNT--[_Going on as if she hadn't heard._] After exhausting the morbid
thrills of social service work on New York's East Side--how they must
have hated you, by the way, the poor that you made so much poorer in
their own eyes!--you are now bent on making your slumming
international. Well, I hope Whitechapel will provide the needed nerve
tonic. Do not ask me to chaperone you there, however. I told your
father I would not. I loathe deformity. We will hire an army of
detectives and you may investigate everything--they allow you to see.

MILDRED--[_Protesting with a trace of genuine earnestness._] Please do
not mock at my attempts to discover how the other half lives. Give me
credit for some sort of groping sincerity in that at least. I would
like to help them. I would like to be some use in the world. Is it my
fault I don't know how? I would like to be sincere, to touch life
somewhere. [_With weary bitterness._] But I'm afraid I have neither the
vitality nor integrity. All that was burnt out in our stock before I
was born. Grandfather's blast furnaces, flaming to the sky, melting
steel, making millions--then father keeping those home fires burning,
making more millions--and little me at the tail-end of it all. I'm a
waste product in the Bessemer process--like the millions. Or rather, I
inherit the acquired trait of the by-product, wealth, but none of the
energy, none of the strength of the steel that made it. I am sired by
gold and darned by it, as they say at the race track--damned in more
ways than one, [_She laughs mirthlessly_].

AUNT--[_Unimpressed--superciliously._] You seem to be going in for
sincerity to-day. It isn't becoming to you, really--except as an
obvious pose. Be as artificial as you are, I advise. There's a sort of
sincerity in that, you know. And, after all, you must confess you like
that better.

MILDRED--[_Again affected and bored._] Yes, I suppose I do. Pardon me
for my outburst. When a leopard complains of its spots, it must sound
rather grotesque. [_In a mocking tone._] Purr, little leopard. Purr,
scratch, tear, kill, gorge yourself and be happy--only stay in the
jungle where your spots are camouflage. In a cage they make you
conspicuous.

AUNT--I don't know what you are talking about.

MILDRED--It would be rude to talk about anything to you. Let's just
talk. [_She looks at her wrist watch._] Well, thank goodness, it's
about time for them to come for me. That ought to give me a new thrill,
Aunt.

AUNT--[_Affectedly troubled._] You don't mean to say you're really
going? The dirt--the heat must be frightful--

MILDRED--Grandfather started as a puddler. I should have inherited an
immunity to heat that would make a salamander shiver. It will be fun to
put it to the test.

AUNT--But don't you have to have the captain's--or
someone's--permission to visit the stokehole?

MILDRED--[_With a triumphant smile._] I have it--both his and the chief
engineer's. Oh, they didn't want to at first, in spite of my social
service credentials. They didn't seem a bit anxious that I should
investigate how the other half lives and works on a ship. So I had to
tell them that my father, the president of Nazareth Steel, chairman of
the board of directors of this line, had told me it would be all right.

AUNT--He didn't.

MILDRED--How naive age makes one! But I said he did, Aunt. I even said
he had given me a letter to them--which I had lost. And they were
afraid to take the chance that I might be lying. [_Excitedly._] So it's
ho! for the stokehole. The second engineer is to escort me. [_Looking
at her watch again._] It's time. And here he comes, I think. [_The
SECOND ENGINEER enters, He is a husky, fine-looking man of thirty-five
or so. He stops before the two and tips his cap, visibly embarrassed
and ill-at-ease._]

SECOND ENGINEER--Miss Douglas?

MILDRED--Yes. [_Throwing off her rugs and getting to her feet._] Are we
all ready to start?

SECOND ENGINEER--In just a second, ma'am. I'm waiting for the Fourth.
He's coming along.

MILDRED--[_With a scornful smile._] You don't care to shoulder this
responsibility alone, is that it?

SECOND ENGINEER--[_Forcing a smile._] Two are better than one.
[_Disturbed by her eyes, glances out to sea--blurts out._] A fine day
we're having.

MILDRED--Is it?

SECOND ENGINEER--A nice warm breeze--

MILDRED--It feels cold to me.

SECOND ENGINEER--But it's hot enough in the sun--

MILDRED--Not hot enough for me. I don't like Nature. I was never
athletic.

SECOND ENGINEER--[_Forcing a smile._] Well, you'll find it hot enough
where you're going.

MILDRED--Do you mean hell?

SECOND ENGINEER--[_Flabbergasted, decides to laugh._] Ho-ho! No, I mean
the stokehole.

MILDRED--My grandfather was a puddler. He played with boiling steel.

SECOND ENGINEER--[_All at sea--uneasily._] Is that so? Hum, you'll
excuse me, ma'am, but are you intending to wear that dress.

MILDRED--Why not?

SECOND ENGINEER--You'll likely rub against oil and dirt. It can't be
helped.

MILDRED--It doesn't matter. I have lots of white dresses.

SECOND ENGINEER--I have an old coat you might throw over--

MILDRED--I have fifty dresses like this. I will throw this one into the
sea when I come back. That ought to wash it clean, don't you think?

SECOND ENGINEER--[_Doggedly._] There's ladders to climb down that are
none too clean--and dark alleyways--

MILDRED--I will wear this very dress and none other.

SECOND ENGINEER--No offence meant. It's none of my business. I was only
warning you--

MILDRED--Warning? That sounds thrilling.

SECOND ENGINEER--[_Looking down the deck--with a sigh of
relief._]--There's the Fourth now. He's waiting for us. If you'll come--

MILDRED--Go on. I'll follow you. [_He goes. Mildred turns a mocking
smile on her aunt._] An oaf--but a handsome, virile oaf.

AUNT--[_Scornfully._] Poser!

MILDRED--Take care. He said there were dark alleyways--

AUNT--[_In the same tone._] Poser!

MILDRED--[_Biting her lips angrily._] You are right. But would that my
millions were not so anemically chaste!

AUNT--Yes, for a fresh pose I have no doubt you would drag the name of
Douglas in the gutter!

MILDRED--From which it sprang. Good-by, Aunt. Don't pray too hard that
I may fall into the fiery furnace.

AUNT--Poser!

MILDRED--[_Viciously._] Old hag! [_She slaps her aunt insultingly
across the face and walks off, laughing gaily._]

AUNT--[_Screams after her._] I said poser!

[_Curtain_]




SCENE III


SCENE--The stokehole. In the rear, the dimly-outlined bulks of the
furnaces and boilers. High overhead one hanging electric bulb sheds
just enough light through the murky air laden with coal dust to pile up
masses of shadows everywhere. A line of men, stripped to the waist, is
before the furnace doors. They bend over, looking neither to right nor
left, handling their shovels as if they were part of their bodies, with
a strange, awkward, swinging rhythm. They use the shovels to throw open
the furnace doors. Then from these fiery round holes in the black a
flood of terrific light and heat pours full upon the men who are
outlined in silhouette in the crouching, inhuman attitudes of chained
gorillas. The men shovel with a rhythmic motion, swinging as on a pivot
from the coal which lies in heaps on the floor behind to hurl it into
the flaming mouths before them. There is a tumult of noise--the brazen
clang of the furnace doors as they are flung open or slammed shut, the
grating, teeth-gritting grind of steel against steel, of crunching
coal. This clash of sounds stuns one's ears with its rending
dissonance. But there is order in it, rhythm, a mechanical regulated
recurrence, a tempo. And rising above all, making the air hum with the
quiver of liberated energy, the roar of leaping flames in the furnaces,
the monotonous throbbing beat of the engines.

As the curtain rises, the furnace doors are shut. The men are taking a
breathing spell. One or two are arranging the coal behind them, pulling
it into more accessible heaps. The others can be dimly made out leaning
on their shovels in relaxed attitudes of exhaustion.

PADDY--[_From somewhere in the line--plaintively._] Yerra, will this
divil's own watch nivir end? Me back is broke. I'm destroyed entirely.

YANK--[_From the center of the line--with exuberant scorn._] Aw, yuh
make me sick! Lie down and croak, why don't yuh? Always beefin', dat's
you! Say, dis is a cinch! Dis was made for me! It's my meat, get me!
[_A whistle is blown--a thin, shrill note from somewhere overhead in
the darkness. Yank curses without resentment._] Dere's de damn engineer
crakin' de whip. He tinks we're loafin'.

PADDY--[_Vindictively._] God stiffen him!

YANK--[_In an exultant tone of command._] Come on, youse guys! Git into
de game! She's gittin' hungry! Pile some grub in her! Trow it into her
belly! Come on now, all of youse! Open her up! [_At this last all the
men, who have followed his movements of getting into position, throw
open their furnace doors with a deafening clang. The fiery light floods
over their shoulders as they bend round for the coal. Rivulets of sooty
sweat have traced maps on their backs. The enlarged muscles form
bunches of high light and shadow._]

YANK--[_Chanting a count as he shovels without seeming effort._]
One--two--tree--[_His voice rising exultantly in the joy of battle._]
Dat's de stuff! Let her have it! All togedder now! Sling it into her!
Let her ride! Shoot de piece now! Call de toin on her! Drive her into
it! Feel her move! Watch her smoke! Speed, dat's her middle name! Give
her coal, youse guys! Coal, dat's her booze! Drink it up, baby! Let's
see yuh sprint! Dig in and gain a lap! Dere she go-o-es [_This last in
the chanting formula of the gallery gods at the six-day bike race. He
slams his furnace door shut. The others do likewise with as much unison
as their wearied bodies will permit. The effect is of one fiery eye
after another being blotted out with a series of accompanying bangs._]

PADDY--[_Groaning._] Me back is broke. I'm bate out--bate--[_There is a
pause. Then the inexorable whistle sounds again from the dim regions
above the electric light. There is a growl of cursing rage from all
sides._]

YANK--[_Shaking his fist upward--contemptuously._] Take it easy dere,
you! Who d'yuh tinks runnin' dis game, me or you? When I git ready, we
move. Not before! When I git ready, get me!

VOICES--[_Approvingly._] That's the stuff!

Yank tal him, py golly!

Yank ain't affeerd.

Goot poy, Yank!

Give him hell!

Tell 'im 'e's a bloody swine!

Bloody slave-driver!

YANK--[_Contemptuously._] He ain't got no noive. He's yellow, get me?
All de engineers is yellow. Dey got streaks a mile wide. Aw, to hell
wit him! Let's move, youse guys. We had a rest. Come on, she needs it!
Give her pep! It ain't for him. Him and his whistle, dey don't belong.
But we belong, see! We gotter feed de baby! Come on! [_He turns and
flings his furnace door open. They all follow his lead. At this instant
the Second and Fourth Engineers enter from the darkness on the left
with Mildred between them. She starts, turns paler, her pose is
crumbling, she shivers with fright in spite of the blazing heat, but
forces herself to leave the Engineers and take a few steps nearer the
men. She is right behind Yank. All this happens quickly while the men
have their backs turned._]

YANK--Come on, youse guys! [_He is turning to get coal when the whistle
sounds again in a peremptory, irritating note. This drives Yank into a
sudden fury. While the other men have turned full around and stopped
dumfounded by the spectacle of Mildred standing there in her white
dress, Yank does not turn far enough to see her. Besides, his head is
thrown back, he blinks upward through the murk trying to find the owner
of the whistle, he brandishes his shovel murderously over his head in
one hand, pounding on his chest, gorilla-like, with the other,
shouting:_] Toin off dat whistle! Come down outa dere, yuh yellow,
brass-buttoned, Belfast bum, yuh! Come down and I'll knock yer brains
out! Yuh lousey, stinkin', yellow mut of a Catholic-moiderin' bastard!
Come down and I'll moider yuh! Pullin' dat whistle on me, huh? I'll
show yuh! I'll crash yer skull in! I'll drive yer teet' down yer troat!
I'll slam yer nose trou de back of yer head! I'll cut yer guts out for
a nickel, yuh lousey boob, yuh dirty, crummy, muck-eatin' son of a--

[_Suddenly he becomes conscious of all the other men staring at
something directly behind his back. He whirls defensively with a
snarling, murderous growl, crouching to spring, his lips drawn back
o'ver his teeth, his small eyes gleaming ferociously. He sees Mildred,
like a white apparition in the full light from the open furnace doors.
He glares into her eyes, turned to stone. As for her, during his speech
she has listened, paralyzed with horror, terror, her whole personality
crushed, beaten in, collapsed, by the terrific impact of this unknown,
abysmal brutality, naked and shameless. As she looks at his gorilla
face, as his eyes bore into hers, she utters a low, choking cry and
shrinks away from him, putting both hands up before her eyes to shut
out the sight of his face, to protect her own. This startles Yank to a
reaction. His mouth falls open, his eyes grow bewildered._]

MILDRED--[_About to faint--to the Engineers, who now have her one by
each arm--whimperingly._] Take me away! Oh, the filthy beast! [_She
faints. They carry her quickly back, disappearing in the darkness at
the left, rear. An iron door clangs shut. Rage and bewildered fury rush
back on Yank. He feels himself insulted in some unknown fashion in the
very heart of his pride. He roars:_] God damn yuh! [_And hurls his
shovel after them at the door which has just closed. It hits the steel
bulkhead with a clang and falls clattering on the steel floor. From
overhead the whistle sounds again in a long, angry, insistent command._]

[_Curtain_]




SCENE IV


SCENE--The firemen's forecastle. Yank's watch has just come off duty
and had dinner. Their faces and bodies shine from a soap and water
scrubbing but around their eyes, where a hasty dousing does not touch,
the coal dust sticks like black make-up, giving them a queer, sinister
expression. Yank has not washed either face or body. He stands out in
contrast to them, a blackened, brooding figure. He is seated forward on
a bench in the exact attitude of Rodin's "The Thinker." The others,
most of them smoking pipes, are staring at Yank half-apprehensively, as
if fearing an outburst; half-amusedly, as if they saw a joke somewhere
that tickled them.

VOICES--He ain't ate nothin'.

Py golly, a fallar gat gat grub in him.

Divil a lie.

Yank feeda da fire, no feeda da face.

Ha-ha.

He ain't even washed hisself.

He's forgot.

Hey, Yank, you forgot to wash.

YANK--[_Sullenly._] Forgot nothin'! To hell wit washin'.

VOICES--It'll stick to you. It'll get under your skin. Give yer the
bleedin' itch, that's wot. It makes spots on you--like a leopard. Like
a piebald nigger, you mean. Better wash up, Yank. You sleep better.
Wash up, Yank. Wash up! Wash up!

YANK--[_Resentfully._] Aw say, youse guys. Lemme alone. Can't youse see
I'm tryin' to tink?

ALL--[_Repeating the word after him as one with cynical mockery._]
Think! [_The word has a brazen, metallic quality as if their throats
were phonograph horns. It is followed by a chorus of hard, barking
laughter._]

YANK--[_Springing to his feet and glaring at them belligerently._] Yes,
tink! Tink, dat's what I said! What about it? [_They are silent,
puzzled by his sudden resentment at what used to be one of his jokes.
Yank sits down again in the same attitude of "The Thinker."_]

VOICES--Leave him alone.

He's got a grouch on.

Why wouldn't he?

PADDY--[_With a wink at the others._] Sure I know what's the matther.
'Tis aisy to see. He's fallen in love, I'm telling you.

ALL--[_Repeating the word after him as one with cynical mockery._]
Love! [_The word has a brazen, metallic quality as if their throats
were phonograph horns. It is followed by a chorus of hard, barking
laughter._]

YANK--[_With a contemptuous snort._] Love, hell! Hate, dat's what. I've
fallen in hate, get me?

PADDY--[_Philosophically_] 'Twould take a wise man to tell one from the
other. [_With a bitter, ironical scorn, increasing as he goes on._] But
I'm telling you it's love that's in it. Sure what else but love for us
poor bastes in the stokehole would be bringing a fine lady, dressed
like a white quane, down a mile of ladders and steps to be havin' a
look at us? [_A growl of anger goes up from all sides._]

LONG--[_Jumping on a bench--hecticly_] Hinsultin' us! Hinsultin' us,
the bloody cow! And them bloody engineers! What right 'as they got to
be exhibitin' us 's if we was bleedin' monkeys in a menagerie? Did we
sign for hinsults to our dignity as 'onest workers? Is that in the
ship's articles? You kin bloody well bet it ain't! But I knows why they
done it. I arsked a deck steward 'o she was and 'e told me. 'Er old
man's a bleedin' millionaire, a bloody Capitalist! 'E's got enuf bloody
gold to sink this bleedin' ship! 'E makes arf the bloody steel in the
world! 'E owns this bloody boat! And you and me, comrades, we're 'is
slaves! And the skipper and mates and engineers, they're 'is slaves!
And she's 'is bloody daughter and we're all 'er slaves, too! And she
gives 'er orders as 'ow she wants to see the bloody animals below decks
and down they takes 'er! [_There is a roar of rage from all sides._]

YANK--[_Blinking at him bewilderedly._] Say! Wait a moment! Is all dat
straight goods?

LONG--Straight as string! The bleedin' steward as waits on 'em, 'e told
me about 'er. And what're we goin' ter do, I arsks yer? 'Ave we got ter
swaller 'er hinsults like dogs? It ain't in the ship's articles. I tell
yer we got a case. We kin go ter law--

YANK--[_With abysmal contempt._] Hell! Law!

ALL--[_Repeating the word after him as one with cynical mockery._] Law!
[_The word has a brazen metallic quality as if their throats were
phonograph horns. It is followed by a chorus of hard, barking
laughter._]

LONG--[_Feeling the ground slipping from under his feet--desperately._]
As voters and citizens we kin force the bloody governments--

YANK--[_With abysmal contempt._] Hell! Governments!

ALL--[_Repeating the word after him as one with cynical mockery._]
Governments! [_The word has a brazen metallic quality as if their
throats were phonograph horns. It is followed by a chorus of hard,
barking laughter._]

LONG--[_Hysterically._] We're free and equal in the sight of God--

YANK--[_With abysmal contempt._] Hell! God!

ALL--[_Repeating the word after him as one with cynical mockery._] God!
[_The word has a brazen metallic quality as if their throats were
phonograph horns. It is followed by a chorus of hard, barking
laughter._]

YANK--[_Witheringly._] Aw, join de Salvation Army!

ALL--Sit down! Shut up! Damn fool! Sea-lawyer! [_Long slinks back out
of sight._]

PADDY--[_Continuing the trend of his thoughts as if he had never been
interrupted--bitterly._] And there she was standing behind us, and the
Second pointing at us like a man you'd hear in a circus would be
saying: In this cage is a queerer kind of baboon than ever you'd find
in darkest Africy. We roast them in their own sweat--and be damned if
you won't hear some of thim saying they like it! [_He glances
scornfully at Yank._]

YANK--[_With a bewildered uncertain growl._] Aw!

PADDY--And there was Yank roarin' curses and turning round wid his
shovel to brain her--and she looked at him, and him at her--

YANK--[_Slowly._] She was all white. I tought she was a ghost. Sure.

PADDY--[_With heavy, biting sarcasm._] 'Twas love at first sight, divil
a doubt of it! If you'd seen the endearin' look on her pale mug when
she shrivelled away with her hands over her eyes to shut out the sight
of him! Sure, 'twas as if she'd seen a great hairy ape escaped from the
Zoo!

YANK--[_Stung--with a growl of rage._] Aw!

PADDY--And the loving way Yank heaved his shovel at the skull of her,
only she was out the door! [_A grin breaking over his face._] 'Twas
touching, I'm telling you! It put the touch of home, swate home in the
stokehole. [_There is a roar of laughter from all._]

YANK--[_Glaring at Paddy menacingly._] Aw, choke dat off, see!

PADDY--[_Not heeding him--to the others._] And her grabbin' at the
Second's arm for protection. [_With a grotesque imitation of a woman's
voice._] Kiss me, Engineer dear, for it's dark down here and me old
man's in Wall Street making money! Hug me tight, darlin', for I'm
afeerd in the dark and me mother's on deck makin' eyes at the skipper!
[_Another roar of laughter._]

YANK--[_Threateningly._] Say! What yuh tryin' to do, kid me, yuh old
Harp?

PADDY--Divil a bit! Ain't I wishin' myself you'd brained her?

YANK--[_Fiercely._] I'll brain her! I'll brain her yet, wait 'n' see!
[_Coming over to Paddy--slowly._] Say, is dat what she called me--a
hairy ape?

PADDY--She looked it at you if she didn't say the word itself.

YANK--[_Grinning horribly._] Hairy ape, huh? Sure! Dat's de way she
looked at me, aw right. Hairy ape! So dat's me, huh? [_Bursting into
rage--as if she were still in front of him._] Yuh skinny tart! Yuh
white-faced bum, yuh! I'll show yuh who's a ape! [_Turning to the
others, bewilderment seizing him again._] Say, youse guys. I was
bawlin' him out for pullin' de whistle on us. You heard me. And den I
seen youse lookin' at somep'n and I tought he'd sneaked down to come up
in back of me, and I hopped round to knock him dead wit de shovel. And
dere she was wit de light on her! Christ, yuh coulda pushed me over
with a finger! I was scared, get me? Sure! I tought she was a ghost,
see? She was all in white like dey wrap around stiffs. You seen her.
Kin yuh blame me? She didn't belong, dat's what. And den when I come to
and seen it was a real skoit and seen de way she was lookin' at
me--like Paddy said--Christ, I was sore, get me? I don't stand for dat
stuff from nobody. And I flung de shovel--on'y she'd beat it.
[_Furiously._] I wished it'd banged her! I wished it'd knocked her
block off!

LONG--And be 'anged for murder or 'lectrocuted? She ain't bleedin' well
worth it.

YANK--I don't give a damn what! I'd be square wit her, wouldn't I? Tink
I wanter let her put somep'n over on me? Tink I'm goin' to let her git
away wit dat stuff? Yuh don't know me! Noone ain't never put nothin'
over on me and got away wit it, see!--not dat kind of stuff--no guy and
no skoit neither! I'll fix her! Maybe she'll come down again--

VOICE--No chance, Yank. You scared her out of a year's growth.

YANK--I scared her? Why de hell should I scare her? Who de hell is she?
Ain't she de same as me? Hairy ape, huh? [_With his old confident
bravado._] I'll show her I'm better'n her, if she on'y knew it. I
belong and she don't, see! I move and she's dead! Twenty-five knots a
hour, dats me! Dat carries her but I make dat. She's on'y baggage.
Sure! [_Again bewilderedly._] But, Christ, she was funny lookin'! Did
yuh pipe her hands? White and skinny. Yuh could see de bones trough
'em. And her mush, dat was dead white, too. And her eyes, dey was like
dey'd seen a ghost. Me, dat was! Sure! Hairy ape! Ghost, huh? Look at
dat arm! [_He extends his right arm, swelling out the great muscles._]
I coulda took her wit dat, wit' just my little finger even, and broke
her in two. [_Again bewilderedly._] Say, who is dat skoit, huh? What is
she? What's she come from? Who made her? Who give her de noive to look
at me like dat? Dis ting's got my goat right. I don't get her. She's
new to me. What does a skoit like her mean, huh? She don't belong, get
me! I can't see her. [_With growing anger._] But one ting I'm wise to,
aw right, aw right! Youse all kin bet your shoits I'll git even wit
her. I'll show her if she tinks she--She grinds de organ and I'm on de
string, huh? I'll fix her! Let her come down again and I'll fling her
in de furnace! She'll move den! She won't shiver at nothin', den!
Speed, dat'll be her! She'll belong den! [_He grins horribly._]

PADDY--She'll never come. She's had her belly-full, I'm telling you.
She'll be in bed now, I'm thinking, wid ten doctors and nurses feedin'
her salts to clean the fear out of her.

YANK--[_Enraged._] Yuh tink I made her sick, too, do yuh? Just lookin'
at me, huh? Hairy ape, huh? [_In a frenzy of rage._] I'll fix her! I'll
tell her where to git off! She'll git down on her knees and take it
back or I'll bust de face offen her! [_Shaking one fist upward and
beating on his chest with the other._] I'll find yuh! I'm comin', d'yuh
hear? I'll fix yuh, God damn yuh! [_He makes a rush for the door._]

VOICES--Stop him!

He'll get shot!

He'll murder her!

Trip him up!

Hold him!

He's gone crazy!

Gott, he's strong!

Hold him down!

Look out for a kick!

Pin his arms!

[_They have all piled on him and, after a fierce struggle, by sheer
weight of numbers have borne him to the floor just inside the door._]

PADDY--[_Who has remained detached._] Kape him down till he's cooled
off. [_Scornfully._] Yerra, Yank, you're a great fool. Is it payin'
attention at all you are to the like of that skinny sow widout one drop
of rale blood in her?

YANK--[_Frenziedly, from the bottom of the heap._] She done me doit!
She done me doit, didn't she? I'll git square wit her! I'll get her
some way! Git offen me, youse guys! Lemme up! I'll show her who's a ape!

[_Curtain_]




SCENE V


SCENE--Three weeks later. A corner of Fifth Avenue in the Fifties on a
fine, Sunday morning. A general atmosphere of clean, well-tidied, wide
street; a flood of mellow, tempered sunshine; gentle, genteel breezes.
In the rear, the show windows of two shops, a jewelry establishment on
the corner, a furrier's next to it. Here the adornments of extreme
wealth are tantalizingly displayed. The jeweler's window is gaudy with
glittering diamonds, emeralds, rubies, pearls, etc., fashioned in
ornate tiaras, crowns, necklaces, collars, etc. From each piece hangs
an enormous tag from which a dollar sign and numerals in intermittent
electric lights wink out the incredible prices. The same in the
furrier's. Rich furs of all varieties hang there bathed in a downpour
of artificial light. The general effect is of a background of
magnificence cheapened and made grotesque by commercialism, a
background in tawdry disharmony with the clear light and sunshine on
the street itself.

Up the side street Yank and Long come swaggering. Long is dressed in
shore clothes, wears a black Windsor tie, cloth cap. Yank is in his
dirty dungarees. A fireman's cap with black peak is cocked defiantly on
the side of his head. He has not shaved for days and around his fierce,
resentful eyes--as around those of Long to a lesser degree--the black
smudge of coal dust still sticks like make-up. They hesitate and stand
together at the corner, swaggering, looking about them with a forced,
defiant contempt.

LONG--[_Indicating it all with an oratorical gesture._] Well, 'ere we
are. Fif' Avenoo. This 'ere's their bleedin' private lane, as yer might
say. [_Bitterly._] We're trespassers 'ere. Proletarians keep orf the
grass!

YANK--[_Dully._] I don't see no grass, yuh boob. [_Staring at the
sidewalk._] Clean, ain't it? Yuh could eat a fried egg offen it. The
white wings got some job sweepin' dis up. [_Looking up and down the
avenue--surlily._] Where's all de white-collar stiffs yuh said was
here--and de skoits--her kind?

LONG--In church, blarst 'em! Arskin' Jesus to give 'em more money.

YANK--Choich, huh? I useter go to choich onct--sure--when I was a kid.
Me old man and woman, dey made me. Dey never went demselves, dough.
Always got too big a head on Sunday mornin', dat was dem. [_With a
grin._] Dey was scrappers for fair, bot' of dem. On Satiday nights when
dey bot' got a skinful dey could put up a bout oughter been staged at
de Garden. When dey got trough dere wasn't a chair or table wit a leg
under it. Or else dey bot' jumped on me for somep'n. Dat was where I
loined to take punishment. [_With a grin and a swagger._] I'm a chip
offen de old block, get me?

LONG--Did yer old man follow the sea?

YANK--Naw. Worked along shore. I runned away when me old lady croaked
wit de tremens. I helped at truckin' and in de market. Den I shipped in
de stokehole. Sure. Dat belongs. De rest was nothin'. [_Looking around
him._] I ain't never seen dis before. De Brooklyn waterfront, dat was
where I was dragged up. [_Taking a deep breath._] Dis ain't so bad at
dat, huh?

LONG--Not bad? Well, we pays for it wiv our bloody sweat, if yer wants
to know!

YANK--[_With sudden angry disgust._] Aw, hell! I don't see noone,
see--like her. All dis gives me a pain. It don't belong. Say, ain't
dere a backroom around dis dump? Let's go shoot a ball. All dis is too
clean and quiet and dolled-up, get me! It gives me a pain.

LONG--Wait and yer'll bloody well see--

YANK--I don't wait for noone. I keep on de move. Say, what yuh drag me
up here for, anyway? Tryin' to kid me, yuh simp, yuh?

LONG--Yer wants to get back at her, don't yer? That's what yer been
saying' every bloomin' 'our since she hinsulted yer.

YANK--[_Vehemently._] Sure ting I do! Didn't I try to git even wit her
in Southampton? Didn't I sneak on de dock and wait for her by de
gangplank? I was goin' to spit in her pale mug, see! Sure, right in her
pop-eyes! Dat woulda made me even, see? But no chanct. Dere was a whole
army of plain clothes bulls around. Dey spotted me and gimme de bum's
rush. I never seen her. But I'll git square wit her yet, you watch!
[_Furiously._] De lousey tart! She tinks she kin get away wit
moider--but not wit me! I'll fix her! I'll tink of a way!

LONG--[_As disgusted as he dares to be._] Ain't that why I brought yer
up 'ere--to show yer? Yer been lookin' at this 'ere 'ole affair wrong.
Yer been actin' an' talkin' 's if it was all a bleedin' personal matter
between yer and that bloody cow. I wants to convince yer she was on'y a
representative of 'er clarss. I wants to awaken yer bloody clarss
consciousness. Then yer'll see it's 'er clarss yer've got to fight, not
'er alone. There's a 'ole mob of 'em like 'er, Gawd blind 'em!

YANK--[_Spitting on his hands--belligerently._] De more de merrier when
I gits started. Bring on de gang!

LONG--Yer'll see 'em in arf a mo', when that church lets out. [_He
turns and sees the window display in the two stores for the first
time._] Blimey! Look at that, will yer? [_They both walk back and stand
looking in the jewelers. Long flies into a fury._] Just look at this
'ere bloomin' mess! Just look at it! Look at the bleedin' prices on
'em--more'n our 'old bloody stokehole makes in ten voyages sweatin' in
'ell! And they--her and her bloody clarss--buys 'em for toys to dangle
on 'em! One of these 'ere would buy scoff for a starvin' family for a
year!

YANK--Aw, cut de sob stuff! T' hell wit de starvin' family! Yuh'll be
passin' de hat to me next. [_With naive admiration._] Say, dem tings is
pretty, huh? Bet yuh dey'd hock for a piece of change aw right. [_Then
turning away, bored._] But, aw hell, what good are dey? Let her have
'em. Dey don't belong no more'n she does. [_With a gesture of sweeping
the jewelers into oblivion._] All dat don't count, get me?

LONG--[_Who has moved to the furriers--indignantly._] And I s'pose this
'ere don't count neither--skins of poor, 'armless animals slaughtered
so as 'er and 'ers can keep their bleedin' noses warm!

YANK--[_Who has been staring at something inside--with queer
excitement._] Take a slant at dat! Give it de once-over! Monkey
fur--two t'ousand bucks! [_Bewilderedly._] Is dat straight
goods--monkey fur? What de hell--?

LONG--[_Bitterly._] It's straight enuf. [_With grim humor._] They
wouldn't bloody well pay that for a 'airy ape's skin--no, nor for the
'ole livin' ape with all 'is 'ead, and body, and soul thrown in!

YANK--[_Clenching his fists, his face growing pale with rage as if the
skin in the window were a personal insult._] Trowin' it up in my face!
Christ! I'll fix her!

LONG--[_Excitedly._] Church is out. 'Ere they come, the bleedin' swine.
[_After a glance at Yank's lowering face--uneasily._] Easy goes,
Comrade. Keep yer bloomin' temper. Remember force defeats itself. It
ain't our weapon. We must impress our demands through peaceful
means--the votes of the on-marching proletarians of the bloody world!

YANK--[_With abysmal contempt._] Votes, hell! Votes is a joke, see.
Votes for women! Let dem do it!

LONG--[_Still more uneasily._] Calm, now. Treat 'em wiv the proper
contempt. Observe the bleedin' parasites but 'old yer 'orses.

YANK--[_Angrily._] Git away from me! Yuh're yellow, dat's what. Force,
dat's me! De punch, dat's me every time, see! [_The crowd from church
enter from the right, sauntering slowly and affectedly, their heads
held stiffly up, looking neither to right nor left, talking in
toneless, simpering voices. The women are rouged, calcimined, dyed,
overdressed to the nth degree. The men are in Prince Alberts, high
hats, spats, canes, etc. A procession of gaudy marionettes, yet with
something of the relentless horror of Frankensteins in their detached,
mechanical unawareness._]

VOICES--Dear Doctor Caiaphas! He is so sincere!
    What was the sermon? I dozed off.
    About the radicals, my dear--and the false
        doctrines that are being preached.
    We must organize a hundred per cent American bazaar.
    And let everyone contribute one one-hundredth percent
        of their income tax.
    What an original idea!
    We can devote the proceeds to rehabilitating the veil of the
        temple.
    But that has been done so many times.

YANK--[_Glaring from one to the other of them--with an insulting snort
of scorn._] Huh! Huh! [_Without seeming to see him, they make wide
detours to avoid the spot where he stands in the middle of the
sidewalk._]

LONG--[_Frightenedly._] Keep yer bloomin' mouth shut, I tells yer.

YANK--[_Viciously._] G'wan! Tell it to Sweeney! [_He swaggers away and
deliberately lurches into a top-hatted gentleman, then glares at him
pugnaciously._] Say, who d'yuh tink yuh're bumpin'? Tink yuh own de
oith?

GENTLEMAN--[_Coldly and affectedly._] I beg your pardon. [_He has not
looked at YANK and passes on without a glance, leaving him bewildered._]

LONG--[_Rushing up and grabbing YANK's arm._] 'Ere! Come away! This
wasn't what I meant. Yer'll 'ave the bloody coppers down on us.

YANK--[_Savagely--giving him a push that sends him sprawling._] G'wan!

LONG--[_Picks himself up--hysterically._] I'll pop orf then. This ain't
what I meant. And whatever 'appens, yer can't blame me. [_He slinks off
left._]

YANK--T' hell wit youse! [_He approaches a lady--with a vicious grin
and a smirking wink._] Hello, Kiddo. How's every little ting? Got
anyting on for to-night? I know an old boiler down to de docks we kin
crawl into. [_The lady stalks by without a look, without a change of
pace. YANK turns to others--insultingly._] Holy smokes, what a mug! Go
hide yuhself before de horses shy at yuh. Gee, pipe de heinie on dat
one! Say, youse, yuh look like de stoin of a ferryboat. Paint and
powder! All dolled up to kill! Yuh look like stiffs laid out for de
boneyard! Aw, g'wan, de lot of youse! Yuh give me de eye-ache. Yuh
don't belong, get me! Look at me, why don't youse dare? I belong, dat's
me! [_Pointing to a skyscraper across the street which is in process of
construction--with bravado._] See dat building goin' up dere? See de
steel work? Steel, dat's me! Youse guys live on it and tink yuh're
somep'n. But I'm IN it, see! I'm de hoistin' engine dat makes it go up!
I'm it--de inside and bottom of it! Sure! I'm steel and steam and smoke
and de rest of it! It moves--speed--twenty-five stories up--and me at
de top and bottom--movin'! Youse simps don't move. Yuh're on'y dolls I
winds up to see 'm spin. Yuh're de garbage, get me--de leavins--de
ashes we dump over de side! Now, whata yuh gotto say? [_But as they
seem neither to see nor hear him, he flies into a fury._] Bums! Pigs!
Tarts! Bitches! [_He turns in a rage on the men, bumping viciously into
them but not jarring them the least bit. Rather it is he who recoils
after each collision. He keeps growling._] Git off de oith! G'wan, yuh
bum! Look where yuh're goin,' can't yuh? Git outa here! Fight, why
don't yuh? Put up yer mits! Don't be a dog! Fight or I'll knock yuh
dead! [_But, without seeming to see him, they all answer with
mechanical affected politeness:_] I beg your pardon. [_Then at a cry
from one of the women, they all scurry to the furrier's window._]

THE WOMAN--[_Ecstatically, with a gasp of delight._] Monkey fur! [_The
whole crowd of men and women chorus after her in the same tone of
affected delight._] Monkey fur!

YANK--[_With a jerk of his head back on his shoulders, as if he had
received a punch full in the face--raging._] I see yuh, all in white! I
see yuh, yuh white-faced tart, yuh! Hairy ape, huh? I'll hairy ape yuh!
[_He bends down and grips at the street curbing as if to pluck it out
and hurl it. Foiled in this, snarling with passion, he leaps to the
lamp-post on the corner and tries to pull it up for a club. Just at
that moment a bus is heard rumbling up. A fat, high-hatted, spatted
gentleman runs out from the side street. He calls out plaintively:
"Bus! Bus! Stop there!" and runs full tilt into the bending, straining
YANK, who is bowled off his balance._]

YANK--[_Seeing a fight--with a roar of joy as he springs to his feet._]
At last! Bus, huh? I'll bust yuh! [_He lets drive a terrific swing, his
fist landing full on the fat gentleman's face. But the gentleman stands
unmoved as if nothing had happened._]

GENTLEMAN--I beg your pardon. [_Then irritably._] You have made me lose
my bus. [_He claps his hands and begins to scream:_] Officer! Officer!
[_Many police whistles shrill out on the instant and a whole platoon of
policemen rush in on YANK from all sides. He tries to fight but is
clubbed to the pavement and fallen upon. The crowd at the window have
not moved or noticed this disturbance. The clanging gong of the patrol
wagon approaches with a clamoring din._]

[_Curtain_]




SCENE VI


SCENE--Night of the following day. A row of cells in the prison on
Blackwells Island. The cells extend back diagonally from right front to
left rear. They do not stop, but disappear in the dark background as if
they ran on, numberless, into infinity. One electric bulb from the low
ceiling of the narrow corridor sheds its light through the heavy steel
bars of the cell at the extreme front and reveals part of the interior.
YANK can be seen within, crouched on the edge of his cot in the
attitude of Rodin's "The Thinker." His face is spotted with black and
blue bruises. A blood-stained bandage is wrapped around his head.

YANK--[_Suddenly starting as if awakening from a dream, reaches out and
shakes the bars--aloud to himself, wonderingly._] Steel. Dis is de Zoo,
huh? [_A burst of hard, barking laughter comes from the unseen
occupants of the cells, runs back down the tier, and abruptly ceases._]

VOICES--[_Mockingly._] The Zoo? That's a new name for this coop--a damn
good name! Steel, eh? You said a mouthful. This is the old iron house.
Who is that boob talkin'? He's the bloke they brung in out of his head.
The bulls had beat him up fierce.

YANK--[_Dully._] I musta been dreamin'. I tought I was in a cage at de
Zoo--but de apes don't talk, do dey?

VOICES--[_With mocking laughter._] You're in a cage aw right.

A coop!

A pen!

A sty!

A kennel! [_Hard laughter--a pause._]

Say, guy! Who are you? No, never mind lying. What are you?

Yes, tell us your sad story. What's your game?

What did they jug yuh for?

YANK--[_Dully._] I was a fireman--stokin' on de liners. [_Then with
sudden rage, rattling his cell bars._] I'm a hairy ape, get me? And
I'll bust youse all in de jaw if yuh don't lay off kiddin' me.

VOICES--Huh! You're a hard boiled duck ain't you!

When you spit, it bounces! [_Laughter._]

Aw, can it. He's a regular guy. Ain't you?

What did he say he was--a ape?

YANK--[_Defiantly._] Sure ting! Ain't dat what youse all are--apes? [_A
silence. Then a furious rattling of bars from down the corridor._]

A VOICE--[_Thick with rage._] I'll show yuh who's a ape, yuh bum!

VOICES--Ssshh! Nix!

Can de noise!

Piano!

You'll have the guard down on us!

YANK--[_Scornfully._] De guard? Yuh mean de keeper, don't yuh? [_Angry
exclamations from all the cells._]

VOICE--[_Placatingly._] Aw, don't pay no attention to him. He's off his
nut from the beatin'-up he got. Say, you guy! We're waitin' to hear
what they landed you for--or ain't yuh tellin'?

YANK--Sure, I'll tell youse. Sure! Why de hell not? On'y--youse won't
get me. Nobody gets me but me, see? I started to tell de Judge and all
he says was: "Toity days to tink it over." Tink it over! Christ, dat's
all I been doin' for weeks! [_After a pause._] I was tryin' to git even
wit someone, see?--someone dat done me doit.

VOICES--[_Cynically._] De old stuff, I bet. Your goil, huh?

Give yuh the double-cross, huh?

That's them every time!

Did yuh beat up de odder guy?

YANK--[_Disgustedly_] Aw, yuh're all wrong! Sure dere was a skoit in
it--but not what youse mean, not dat old tripe. Dis was a new kind of
skoit. She was dolled up all in white--in de stokehole. I tought she
was a ghost. Sure. [_A pause._]

VOICES--[_Whispering._] Gee, he's still nutty.

Let him rave. It's fun listenin'.

YANK--[_Unheeding--groping in his thoughts._] Her hands--dey was skinny
and white like dey wasn't real but painted on somep'n. Dere was a
million miles from me to her--twenty-five knots a hour. She was like
some dead ting de cat brung in. Sure, dat's what. She didn't belong.
She belonged in de window of a toy store, or on de top of a garbage
can, see! Sure! [_He breaks out angrily._] But would yuh believe it,
she had de noive to do me doit. She lamped me like she was seein'
somep'n broke loose from de menagerie. Christ, yuh'd oughter seen her
eyes! [_He rattles the bars of his cell furiously._] But I'll get back
at her yet, you watch! And if I can't find her I'll take it out on de
gang she runs wit. I'm wise to where dey hangs out now. I'll show her
who belongs! I'll show her who's in de move and who ain't. You watch my
smoke!

VOICES--[_Serious and joking._] Dat's de talkin'!

Take her for all she's got!

What was this dame, anyway? Who was she, eh?

YANK--I dunno. First cabin stiff. Her old man's a millionaire, dey
says--name of Douglas.

VOICES--Douglas? That's the president of the Steel Trust, I bet.

Sure. I seen his mug in de papers.

He's filthy with dough.

VOICE--Hey, feller, take a tip from me. If you want to get back at that
dame, you better join the Wobblies. You'll get some action then.

YANK--Wobblies? What de hell's dat?

VOICE--Ain't you ever heard of the I. W. W.?

YANK--Naw. What is it?

VOICE--A gang of blokes--a tough gang. I been readin' about 'em to-day
in the paper. The guard give me the Sunday Times. There's a long spiel
about 'em. It's from a speech made in the Senate by a guy named Senator
Queen. [_He is in the cell next to YANK's. There is a rustling of
paper._] Wait'll I see if I got light enough and I'll read you. Listen.
[_He reads:_] "There is a menace existing in this country to-day which
threatens the vitals of our fair Republic--as foul a menace against the
very life-blood of the American Eagle as was the foul conspiracy of
Cataline against the eagles of ancient Rome!"

VOICE [_Disgustedly._] Aw hell! Tell him to salt de tail of dat eagle!

VOICE--[_Reading:_] "I refer to that devil's brew of rascals,
jailbirds, murderers and cutthroats who libel all honest working men by
calling themselves the Industrial Workers of the World; but in the
light of their nefarious plots, I call them the Industrious WRECKERS of
the World!"

YANK--[_With vengeful satisfaction._] Wreckers, dat's de right dope!
Dat belongs! Me for dem!

VOICE--Ssshh! [_Reading._] "This fiendish organization is a foul ulcer
on the fair body of our Democracy--"

VOICE--Democracy, hell! Give him the boid, fellers--the raspberry!
[_They do._]

VOICE--Ssshh! [_Reading:_] "Like Cato I say to this senate, the I. W.
W. must be destroyed! For they represent an ever-present dagger pointed
at the heart of the greatest nation the world has ever known, where all
men are born free and equal, with equal opportunities to all, where the
Founding Fathers have guaranteed to each one happiness, where Truth,
Honor, Liberty, Justice, and the Brotherhood of Man are a religion
absorbed with one's mother's milk, taught at our father's knee, sealed,
signed, and stamped upon in the glorious Constitution of these United
States!" [_A perfect storm of hisses, catcalls, boos, and hard
laughter._]

VOICES--[_Scornfully._] Hurrah for de Fort' of July!

Pass de hat!

Liberty!

Justice!

Honor!

Opportunity!

Brotherhood!

ALL--[_With abysmal scorn._] Aw, hell!

VOICE--Give that Queen Senator guy the bark! All togedder
now--one--two--tree--[_A terrific chorus of barking and yapping._]

GUARD--[_From a distance._] Quiet there, youse--or I'll git the hose.
[_The noise subsides._]

YANK--[_With growling rage._] I'd like to catch dat senator guy alone
for a second. I'd loin him some trute!

VOICE--Ssshh! Here's where he gits down to cases on the Wobblies.
[_Reads:_] "They plot with fire in one hand and dynamite in the other.
They stop not before murder to gain their ends, nor at the outraging of
defenceless womanhood. They would tear down society, put the lowest
scum in the seats of the mighty, turn Almighty God's revealed plan for
the world topsy-turvy, and make of our sweet and lovely civilization a
shambles, a desolation where man, God's masterpiece, would soon
degenerate back to the ape!"

VOICE--[_To YANK._] Hey, you guy. There's your ape stuff again.

YANK--[_With a growl of fury._] I got him. So dey blow up tings, do
dey? Dey turn tings round, do dey? Hey, lend me dat paper, will yuh?

VOICE--Sure. Give it to him. On'y keep it to yourself, see. We don't
wanter listen to no more of that slop.

VOICE--Here you are. Hide it under your mattress.

YANK--[_Reaching out._] Tanks. I can't read much but I kin manage. [_He
sits, the paper in the hand at his side, in the attitude of Rodin's
"The Thinker." A pause. Several snores from down the corridor. Suddenly
YANK jumps to his feet with a furious groan as if some appalling
thought had crashed on him--bewilderedly._] Sure--her old
man--president of de Steel Trust--makes half de steel in de
world--steel--where I tought I belonged--drivin' trou--movin'--in
dat--to make HER--and cage me in for her to spit on! Christ [_He shakes
the bars of his cell door till the whole tier trembles. Irritated,
protesting exclamations from those awakened or trying to get to
sleep._] He made dis--dis cage! Steel! IT don't belong, dat's what!
Cages, cells, locks, bolts, bars--dat's what it means!--holdin' me down
wit him at de top! But I'll drive trou! Fire, dat melts it! I'll be
fire--under de heap--fire dat never goes out--hot as hell--breakin' out
in de night--[_While he has been saying this last he has shaken his
cell door to a clanging accompaniment. As he comes to the "breakin'
out" he seizes one bar with both hands and, putting his two feet up
against the others so that his position is parallel to the floor like a
monkey's, he gives a great wrench backwards. The bar bends like a
licorice stick under his tremendous strength. Just at this moment the
PRISON GUARD rushes in, dragging a hose behind him._]

GUARD--[_Angrily._] I'll loin youse bums to wake me up! [_Sees YANK._]
Hello, it's you, huh? Got the D.T.s, hey? Well, I'll cure 'em. I'll
drown your snakes for yuh! [_Noticing the bar._] Hell, look at dat bar
bended! On'y a bug is strong enough for dat!

YANK--[_Glaring at him._] Or a hairy ape, yuh big yellow bum! Look out!
Here I come! [_He grabs another bar._]

GUARD--[_Scared now--yelling off left._] Toin de hoose on, Ben!--full
pressure! And call de others--and a strait jacket! [_The curtain is
falling. As it hides YANK from view, there is a splattering smash as
the stream of water hits the steel of YANK's cell._]

[_Curtain_]




SCENE VII


SCENE--Nearly a month later. An I. W. W. local near the waterfront,
showing the interior of a front room on the ground floor, and the
street outside. Moonlight on the narrow street, buildings massed in
black shadow. The interior of the room, which is general assembly room,
office, and reading room, resembles some dingy settlement boys club. A
desk and high stool are in one corner. A table with papers, stacks of
pamphlets, chairs about it, is at center. The whole is decidedly cheap,
banal, commonplace and unmysterious as a room could well be. The
secretary is perched on the stool making entries in a large ledger. An
eye shade casts his face into shadows. Eight or ten men, longshoremen,
iron workers, and the like, are grouped about the table. Two are
playing checkers. One is writing a letter. Most of them are smoking
pipes. A big signboard is on the wall at the rear, "Industrial Workers
of the World--Local No. 57."

YANK--[_Comes down the street outside. He is dressed as in Scene Five.
He moves cautiously, mysteriously. He comes to a point opposite the
door; tiptoes softly up to it, listens, is impressed by the silence
within, knocks carefully, as if he were guessing at the password to
some secret rite. Listens. No answer. Knocks again a bit louder. No
answer. Knocks impatiently, much louder._]

SECRETARY--[_Turning around on his stool._] What the devil is
that--someone knocking? [_Shouts:_] Come in, why don't you? [_All the
men in the room look up. YANK opens the door slowly, gingerly, as if
afraid of an ambush. He looks around for secret doors, mystery, is
taken aback by the commonplaceness of the room and the men in it,
thinks he may have gotten in the wrong place, then sees the signboard
on the wall and is reassured._]

YANK--[_Blurts out._] Hello.

MEN--[_Reservedly._] Hello.

YANK--[_More easily._] I tought I'd bumped into de wrong dump.

SECRETARY--[_Scrutinizing him carefully._] Maybe you have. Are you a
member?

YANK--Naw, not yet. Dat's what I come for--to join.

SECRETARY--That's easy. What's your job--longshore?

YANK--Naw. Fireman--stoker on de liners.

SECRETARY--[_With satisfaction._] Welcome to our city. Glad to know you
people are waking up at last. We haven't got many members in your line.

YANK--Naw. Dey're all dead to de woild.

SECRETARY--Well, you can help to wake 'em. What's your name? I'll make
out your card.

YANK--[_Confused._] Name? Lemme tink.

SECRETARY--[_Sharply._] Don't you know your own name?

YANK--Sure; but I been just Yank for so long--Bob, dat's it--Bob Smith.

SECRETARY--[_Writing._] Robert Smith. [_Fills out the rest of card._]
Here you are. Cost you half a dollar.

YANK--Is dat all--four bits? Dat's easy. [_Gives the SECRETARY the
money._]

SECRETARY--[_Throwing it in drawer._] Thanks. Well, make yourself at
home. No introductions needed. There's literature on the table. Take
some of those pamphlets with you to distribute aboard ship. They may
bring results. Sow the seed, only go about it right. Don't get caught
and fired. We got plenty out of work. What we need is men who can hold
their jobs--and work for us at the same time.

YANK--Sure. [_But he still stands, embarrassed and uneasy._]

SECRETARY--[_Looking at him--curiously._] What did you knock for? Think
we had a coon in uniform to open doors?

YANK--Naw. I tought it was locked--and dat yuh'd wanter give me the
once-over trou a peep-hole or somep'n to see if I was right.

SECRETARY--[_Alert and suspicious but with an easy laugh._] Think we
were running a crap game? That door is never locked. What put that in
your nut?

YANK--[_With a knowing grin, convinced that this is all camouflage, a
part of the secrecy._] Dis burg is full of bulls, ain't it?

SECRETARY--[_Sharply._] What have the cops got to do with us? We're
breaking no laws.

YANK--[_With a knowing wink._] Sure. Youse wouldn't for woilds. Sure.
I'm wise to dat.

SECRETARY--You seem to be wise to a lot of stuff none of us knows about.

YANK--[_With another wink._] Aw, dat's aw right, see. [_Then made a bit
resentful by the suspicious glances from all sides._] Aw, can it! Youse
needn't put me trou de toid degree. Can't youse see I belong? Sure! I'm
reg'lar. I'll stick, get me? I'll shoot de woiks for youse. Dat's why I
wanted to join in.

SECRETARY--[_Breezily, feeling him out._] That's the right spirit. Only
are you sure you understand what you've joined? It's all plain and
above board; still, some guys get a wrong slant on us. [_Sharply._]
What's your notion of the purpose of the I. W. W.?

YANK--Aw, I know all about it.

SECRETARY--[_Sarcastically._] Well, give us some of your valuable
information.

YANK--[_Cunningly._] I know enough not to speak outa my toin. [_Then
resentfully again._] Aw, say! I'm reg'lar. I'm wise to de game. I know
yuh got to watch your step wit a stranger. For all youse know, I might
be a plain-clothes dick, or somep'n, dat's what yuh're tinkin', huh?
Aw, forget it! I belong, see? Ask any guy down to de docks if I don't.

SECRETARY--Who said you didn't?

YANK--After I'm 'nitiated, I'll show yuh.

SECRETARY--[_Astounded._] Initiated? There's no initiation.

YANK--[_Disappointed._] Ain't there no password--no grip nor nothin'?

SECRETARY--What'd you think this is--the Elks--or the Black Hand?

YANK--De Elks, hell! De Black Hand, dey're a lot of yellow backstickin'
Ginees. Naw. Dis is a man's gang, ain't it?

SECRETARY--You said it! That's why we stand on our two feet in the
open. We got no secrets.

YANK--[_Surprised but admiringly._] Yuh mean to say yuh always run wide
open--like dis?

SECRETARY--Exactly.

YANK--Den yuh sure got your noive wit youse!

SECRETARY--[_Sharply._] Just what was it made you want to join us? Come
out with that straight.

YANK--Yuh call me? Well, I got noive, too! Here's my hand. Yuh wanter
blow tings up, don't yuh? Well, dat's me! I belong!

SECRETARY--[_With pretended carelessness._] You mean change the unequal
conditions of society by legitimate direct action--or with dynamite?

YANK--Dynamite! Blow it offen de oith--steel--all de cages--all de
factories, steamers, buildings, jails--de Steel Trust and all dat makes
it go.

SECRETARY--So--that's your idea, eh? And did you have any special job
in that line you wanted to propose to us. [_He makes a sign to the men,
who get up cautiously one by one and group behind YANK._]

YANK--[_Boldly._] Sure, I'll come out wit it. I'll show youse I'm one
of de gang. Dere's dat millionaire guy, Douglas--

SECRETARY--President of the Steel Trust, you mean? Do you want to
assassinate him?

YANK--Naw, dat don't get yuh nothin'. I mean blow up de factory, de
woiks, where he makes de steel. Dat's what I'm after--to blow up de
steel, knock all de steel in de woild up to de moon. Dat'll fix tings!
[_Eagerly, with a touch of bravado._] I'll do it by me lonesome! I'll
show yuh! Tell me where his woiks is, how to git there, all de dope.
Gimme de stuff, de old butter--and watch me do de rest! Watch de smoke
and see it move! I don't give a damn if dey nab me--long as it's done!
I'll soive life for it--and give 'em de laugh! [_Half to himself._] And
I'll write her a letter and tell her de hairy ape done it. Dat'll
square tings.

SECRETARY--[_Stepping away from YANK._] Very interesting. [_He gives a
signal. The men, huskies all, throw themselves on YANK and before he
knows it they have his legs and arms pinioned. But he is too
flabbergasted to make a struggle, anyway. They feel him over for
weapons._]

MAN--No gat, no knife. Shall we give him what's what and put the boots
to him?

SECRETARY--No. He isn't worth the trouble we'd get into. He's too
stupid. [_He comes closer and laughs mockingly in YANK'S face._] Ho-ho!
By God, this is the biggest joke they've put up on us yet. Hey, you
Joke! Who sent you--Burns or Pinkerton? No, by God, you're such a
bonehead I'll bet you're in the Secret Service! Well, you dirty spy,
you rotten agent provocator, you can go back and tell whatever skunk is
paying you blood-money for betraying your brothers that he's wasting
his coin. You couldn't catch a cold. And tell him that all he'll ever
get on us, or ever has got, is just his own sneaking plots that he's
framed up to put us in jail. We are what our manifesto says we are,
neither more or less--and we'll give him a copy of that any time he
calls. And as for you--[_He glares scornfully at YANK, who is sunk in
an oblivious stupor._] Oh, hell, what's the use of talking? You're a
brainless ape.

YANK--[_Aroused by the word to fierce but futile struggles._] What's
dat, yuh Sheeny bum, yuh!

SECRETARY--Throw him out, boys. [_In spite of his struggles, this is
done with gusto and eclat. Propelled by several parting kicks, YANK
lands sprawling in the middle of the narrow cobbled street. With a
growl he starts to get up and storm the closed door, but stops
bewildered by the confusion in his brain, pathetically impotent. He
sits there, brooding, in as near to the attitude of Rodin's "Thinker"
as he can get in his position._]

YANK--[_Bitterly._] So dem boids don't tink I belong, neider. Aw, to
hell wit 'em! Dey're in de wrong pew--de same old bull--soapboxes and
Salvation Army--no guts! Cut out an hour offen de job a day and make me
happy! Gimme a dollar more a day and make me happy! Tree square a day,
and cauliflowers in de front yard--ekal rights--a woman and kids--a
lousey vote--and I'm all fixed for Jesus, huh? Aw, hell! What does dat
get yuh? Dis ting's in your inside, but it ain't your belly. Feedin'
your face--sinkers and coffee--dat don't touch it. It's way down--at de
bottom. Yuh can't grab it, and yuh can't stop it. It moves, and
everyting moves. It stops and de whole woild stops. Dat's me now--I
don't tick, see?--I'm a busted Ingersoll, dat's what. Steel was me, and
I owned de woild. Now I ain't steel, and de woild owns me. Aw, hell! I
can't see--it's all dark, get me? It's all wrong! [_He turns a bitter
mocking face up like an ape gibbering at the moon._] Say, youse up
dere, Man in de Moon, yuh look so wise, gimme de answer, huh? Slip me
de inside dope, de information right from de stable--where do I get off
at, huh?

A POLICEMAN--[_Who has come up the street in time to hear this
last--with grim humor._] You'll get off at the station, you boob, if
you don't get up out of that and keep movin'.

YANK--[_Looking up at him--with a hard, bitter laugh._] Sure! Lock me
up! Put me in a cage! Dat's de on'y answer yuh know. G'wan, lock me up!

POLICEMAN--What you been doin'?

YANK--Enuf to gimme life for! I was born, see? Sure, dat's de charge.
Write it in de blotter. I was born, get me!

POLICEMAN--[_Jocosely._] God pity your old woman! [_Then
matter-of-fact._] But I've no time for kidding. You're soused. I'd run
you in but it's too long a walk to the station. Come on now, get up, or
I'll fan your ears with this club. Beat it now! [_He hauls YANK to his
feet._]

YANK--[_In a vague mocking tone._] Say, where do I go from here?

POLICEMAN--[_Giving him a push--with a grin, indifferently._] Go to
hell.

[_Curtain_]




SCENE VIII


SCENE--Twilight of the next day. The monkey house at the Zoo. One spot
of clear gray light falls on the front of one cage so that the interior
can be seen. The other cages are vague, shrouded in shadow from which
chatterings pitched in a conversational tone can be heard. On the one
cage a sign from which the word "gorilla" stands out. The gigantic
animal himself is seen squatting on his haunches on a bench in much the
same attitude as Rodin's "Thinker." YANK enters from the left.
Immediately a chorus of angry chattering and screeching breaks out. The
gorilla turns his eyes but makes no sound or move.

YANK--[_With a hard, bitter laugh._] Welcome to your city, huh? Hail,
hail, de gang's all here! [_At the sound of his voice the chattering
dies away into an attentive silence. YANK walks up to the gorilla's
cage and, leaning over the railing, stares in at its occupant, who
stares back at him, silent and motionless. There is a pause of dead
stillness. Then YANK begins to talk in a friendly confidential tone,
half-mockingly, but with a deep undercurrent of sympathy._] Say, yuh're
some hard-lookin' guy, ain't yuh? I seen lots of tough nuts dat de gang
called gorillas, but yuh're de foist real one I ever seen. Some chest
yuh got, and shoulders, and dem arms and mits! I bet yuh got a punch in
eider fist dat'd knock 'em all silly! [_This with genuine admiration.
The gorilla, as if he understood, stands upright, swelling out his
chest and pounding on it with his fist. YANK grins sympathetically._]
Sure, I get yuh. Yuh challenge de whole woild, huh? Yuh got what I was
sayin' even if yuh muffed de woids. [_Then bitterness creeping in._]
And why wouldn't yuh get me? Ain't we both members of de same club--de
Hairy Apes? [_They stare at each other--a pause--then YANK goes on
slowly and bitterly._] So yuh're what she seen when she looked at me,
de white-faced tart! I was you to her, get me? On'y outa de cage--broke
out--free to moider her, see? Sure! Dat's what she tought. She wasn't
wise dat I was in a cage, too--worser'n yours--sure--a damn
sight--'cause you got some chanct to bust loose--but me--[_He grows
confused._] Aw, hell! It's all wrong, ain't it? [_A pause._] I s'pose
yuh wanter know what I'm doin' here, huh? I been warmin' a bench down
to de Battery--ever since last night. Sure. I seen de sun come up. Dat
was pretty, too--all red and pink and green. I was lookin' at de
skyscrapers--steel--and all de ships comin' in, sailin' out, all over
de oith--and dey was steel, too. De sun was warm, dey wasn't no clouds,
and dere was a breeze blowin'. Sure, it was great stuff. I got it aw
right--what Paddy said about dat bein' de right dope--on'y I couldn't
get IN it, see? I couldn't belong in dat. It was over my head. And I
kept tinkin'--and den I beat it up here to see what youse was like. And
I waited till dey was all gone to git yuh alone. Say, how d'yuh feel
sittin' in dat pen all de time, havin' to stand for 'em comin' and
starin' at yuh--de white-faced, skinny tarts and de boobs what marry
'em--makin' fun of yuh, laughin' at yuh, gittin' scared of yuh--damn
'em! [_He pounds on the rail with his fist. The gorilla rattles the
bars of his cage and snarls. All the other monkeys set up an angry
chattering in the darkness. YANK goes on excitedly._] Sure! Dat's de
way it hits me, too. On'y yuh're lucky, see? Yuh don't belong wit 'em
and yuh know it. But me, I belong wit 'em--but I don't, see? Dey don't
belong wit me, dat's what. Get me? Tinkin' is hard--[_He passes one
hand across his forehead with a painful gesture. The gorilla growls
impatiently. YANK goes on gropingly._] It's dis way, what I'm drivin'
at. Youse can sit and dope dream in de past, green woods, de jungle and
de rest of it. Den yuh belong and dey don't. Den yuh kin laugh at 'em,
see? Yuh're de champ of de woild. But me--I ain't got no past to tink
in, nor nothin' dat's comin', on'y what's now--and dat don't belong.
Sure, you're de best off! Yuh can't tink, can yuh? Yuh can't talk
neider. But I kin make a bluff at talkin' and tinkin'--a'most git away
wit it--a'most!--and dat's where de joker comes in. [_He laughs._] I
ain't on oith and I ain't in heaven, get me? I'm in de middle tryin' to
separate 'em, takin' all de woist punches from bot' of 'em. Maybe dat's
what dey call hell, huh? But you, yuh're at de bottom. You belong!
Sure! Yuh're de on'y one in de woild dat does, yuh lucky stiff! [_The
gorilla growls proudly._] And dat's why dey gotter put yuh in a cage,
see? [_The gorilla roars angrily._] Sure! Yuh get me. It beats it when
you try to tink it or talk it--it's way down--deep--behind--you 'n' me
we feel it. Sure! Bot' members of dis club! [_He laughs--then in a
savage tone._] What de hell! T' hell wit it! A little action, dat's our
meat! Dat belongs! Knock 'em down and keep bustin' 'em till dey croaks
yuh wit a gat--wit steel! Sure! Are yuh game? Dey've looked at youse,
ain't dey--in a cage? Wanter git even? Wanter wind up like a sport
'stead of croakin' slow in dere? [_The gorilla roars an emphatic
affirmative. YANK goes on with a sort of furious exaltation._] Sure!
Yuh're reg'lar! Yuh'll stick to de finish! Me 'n' you, huh?--bot'
members of this club! We'll put up one last star bout dat'll knock 'em
offen deir seats! Dey'll have to make de cages stronger after we're
trou! [_The gorilla is straining at his bars, growling, hopping from
one foot to the other. YANK takes a jimmy from under his coat and
forces the lock on the cage door. He throws this open._] Pardon from de
governor! Step out and shake hands! I'll take yuh for a walk down Fif'
Avenoo. We'll knock 'em offen de oith and croak wit de band playin'.
Come on, Brother. [_The gorilla scrambles gingerly out of his cage.
Goes to YANK and stands looking at him. YANK keeps his mocking
tone--holds out his hand._] Shake--de secret grip of our order.
[_Something, the tone of mockery, perhaps, suddenly enrages the animal.
With a spring he wraps his huge arms around YANK in a murderous hug.
There is a crackling snap of crushed ribs--a gasping cry, still
mocking, from YANK._] Hey, I didn't say, kiss me. [_The gorilla lets
the crushed body slip to the floor; stands over it uncertainly,
considering; then picks it up, throws it in the cage, shuts the door,
and shuffles off menacingly into the darkness at left. A great uproar
of frightened chattering and whimpering comes from the other cages.
Then YANK moves, groaning, opening his eyes, and there is silence. He
mutters painfully._] Say--dey oughter match him--wit Zybszko. He got
me, aw right. I'm trou. Even him didn't tink I belonged. [_Then, with
sudden passionate despair._] Christ, where do I get off at? Where do I
fit in? [_Checking himself as suddenly._] Aw, what de hell! No
squakin', see! No quittin', get me! Croak wit your boots on! [_He grabs
hold of the bars of the cage and hauls himself painfully to his
feet--looks around him bewilderedly--forces a mocking laugh._] In de
cage, huh? [_In the strident tones of a circus barker._] Ladies and
gents, step forward and take a slant at de one and only--[_His voice
weakening_]--one and original--Hairy Ape from de wilds of--[_He slips
in a heap on the floor and dies. The monkeys set up a chattering,
whimpering wail. And, perhaps, the Hairy Ape at last belongs._]

[_Curtain_]